Charles S. Peirce en Dresde

Primera visita (10 de agosto-16 de agosto de 1870)



Charles S. Peirce visitó por primera vez Dresde a mediados de agosto de 1870 en compañía de su cuñada Amy Fay, hermana de su esposa Zina. Amy Fay estudiaba música en Berlín con diversos maestros. En su carta del 11 de agosto Peirce describe a su hermano Jem sus favorables impresiones de esta ciudad:

 

Amy y yo llegamos la pasada noche y no ha encontrado tu carta en el Bellevue, pero probablemente lo haga antes de que acabe la semana. No estamos en el Bellevue sino en el Weber que, aunque no tiene la misma situación que el otro, está en un lugar agradable cerca del Zwinger, donde oímos una banda por las tardes y tenemos las mejores habitaciones de la casa, y la cuenta que nos sacan cada día es tan moderada que actúa como sedante sobre los nervios todo el día, un placer que me temo que echaríamos en falta en el Bellevue.

El Palasthotel Weber, Dresde
[Fuente: Postplatz]



Y en la postdata añade:

Esta tarde Amy recibió tu carta. Me gustaría mucho estar aquí con ella una semana, donde estoy disfrutando de unos días muy deliciosos.

De hecho en la sombrerera cúbica de C. S. Peirce que se conserva en el Pike County Historical Museum hay una etiqueta muy deteriorada en la que, con alguna dificultad, puede leerse "Bellevue" y "Dresde". Dresde era llamada la "Florencia del Elba" y fue destruida casi por completo en la II Guerra Mundial.

 

 


Etiqueta del Hotel Bellevue, Dresde,
en la sombrerera de Charles S. Peirce
Dresde en la actualidad
[Fuente: Fotonostra]

 

Cuando Charles S. Peirce y su cuñada Amy visitaron la ciudad, Dresde era famosa por su esplendor. En particular tenían interés en visitar su afamada Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos. Pueden dar una idea de ello las imágenes de época de abajo:

 

[Fuente: Andreas Praefcke's Web Pages]
[Fuente: Andreas Praefcke's Web Pages]


En 1880 Zina Fay editó un libro titulado Music-Study in Germany en el que recoge la correspondencia de su hermana, que incluye el siguiente relato de su estancia en Dresde con Charles S. Peirce:

Berlín, 21 de agosto de 1870
Supongo que Charles te ha descrito con detalle nuestra visita a Dresde, y el tiempo tan maravilloso que pasamos. Realmente fueron cinco días poéticos, ya que todo era nuevo para los dos. Muchas cosas en Dresde nos sorprendieron bastante. En primer lugar, la belleza de la ciudad nos impresionó con mucha fuerza, y ambos señalamos qué singular era que de toda la gente que conocemos que ha estado allí ninguno haya hablado de ella. El Brühl'sche Terrasse es el paseo más encantador imaginable. Va a lo largo de la ribera del río Elba, que es allí bastante ancho y hermoso, y me sentía siempre bajo una especie de encantamiento en cuanto subíamos el ancho tramo de escaleras que conduce a él. Tomábamos siempre té al aire libre, y escuchábamos tocar a una banda de música. Los alemanes simplemente viven al aire libre en verano, y es completamente fascinante. Tienen jardines por todas partes llenos de árboles, debajo de los cuales hay pequeñas mesas y sillas y banquitos, y puedes sentarte y cenar o tomar el té que te sirven. Por la noche todo está iluminado con lámparas de gas.
Cuando nos sentábamos ahí en Dresde parecía un país de cuento de hadas. Los atardeceres eran suaves y fragantes, la perfección misma del clima de verano. Los jardines están bastante por encima del río, y puedes ver desde arriba un tramo bastante largo. La ciudad aparece a la izquierda, debajo de ti, y las torres se alzan bellamente, exactamente igual que en un cuadro. Ese aire de la cultura de siglos está por todas partes, y la atmósfera suave y perezosa sosiega el alma para el descanso. Solíamos caminar hasta que llegábamos al Belvidere, que es un gran restaurante con una galería en el piso de arriba que lo rodea. Había una banda de música y ahí nos sentábamos y tomábamos nuestro té y pasábamos siempre dos o tres horas. La luz de la luna, el río fluyendo y con bellos puentes cruzándolo, las miles de lámparas reflejadas en él y temblando en el agua y bajo los arcos, la infinidad de pequeños vapores y chalanas navegando de un lado a otro brillantemente iluminados, la música y las multitudes de gente pasando lentamente, le ponían a uno en una especie de estado delicioso de aturdimiento, y ¡uno sentía como si este mundo fuera el cielo!

 

Al día siguiente de nuestra llegada fuimos, por supuesto, a la galería de pinturas, y allí quedé completamente sorprendida. Nada de lo que uno oiga o lea le da la menor idea de la magnificencia de las pinturas que hay allí. No sabía antes lo que era una pintura. La suavidad y riqueza del colorido y su exquisita belleza deben verse para comprenderlo. La Madonna sistina le deja a uno extasiado.
Es completamente gloriosa y uno no puede imaginar cómo puede haberla concebido la mente del hombre. Uno ve qué sueño es después de mirar a las demás madonnas de la galería, muchas de las cuales son maravillosas. Pero ésta se eleva por encima de todas ellas. La mayor parte de las madonnas parecen tan rígidas, o tan viejas, o tan matronas, o tan inexpresivas o, en el mejor de los casos, como en la Adoración de los pastores de Correggio (una pintura magnífica), el éxtasis de la madre sólo se expresa en el rostro.
En la Madonna sistina la Virgen parece tan joven e inocente —tan virginal—, no como una mujer casada de mediana edad. Los grandes ojos azules, muy abiertos, tienen una mirada húmeda en ellos, como si hubieran llorado muchas lágrimas, y a pesar de todo una inocencia tal que te hace pensar en un niño al que hubieras consolado después de un violento ataque de llanto. La majestuosidad de la actitud y el perfecto reposo del rostro, en el que hay una mirada de espera, de inefable expectación, son muy impresionantes. El Sr. T. B.1 dice que le parece como si hubiera sido sobrepasada por la enorme dignidad que se le ha impuesto y estuviera todavía perdida en un temor reverencial ante ella, lo que me parece una idea exquisita. San Sixto, que está arrodillado a la derecha de la Virgen, tiene en sus rasgos una expresión de ansiosa solicitud. Está evidentemente intercediendo con ella por la congregación hacia la que su mano derecha se extiende, ya que la pintura estaba pensada para estar situada sobre un altar. El único fallo que puede encontrarse en la pintura, pienso, está en el rostro de Santa Bárbara, que se arrodilla a la izquierda. Ella mira dulcemente a los pecadores que están debajo, pero con una ligera auto-conciencia. Los dos querubines que están en la parte de abajo son exquisitos. Sus pequeñas caras redondas tienen una mirada exaltada, como si sus ojos se fijaran plenamente en el augusto par de arriba hacia el que se vuelven. El fondo de la pintura —todos los rostros de los ángeles pintados borrosamente— da el toque final a esta creación asombrosa. Pero debes verla para darte cuenta.

La Madonna sistina de Rafael
 

La Adoración de los pastores,
("La notte")
de Correggio
 

En el MS 1560a en el que Peirce sugiere ciudades y alojamientos para un viaje por Europa escribe lo siguiente acerca de Dresde:

Dresde

He olvidado el nombre del hotel bueno.
Pero no creo que sea de primera clase.

Lo pasé muy bien en el Weber's
pero la comida no es buena en Dresde
en ningún sitio.

No dejes de visitar los Bastei.


Fotografías coloreadas de Dresde [Historic pre-war photos of German cities]

 


 

Notas

1. Las iniciales T. B. corresponden probablemente a Tom Burgess (1842-1912), graduado en 1861 en la Universidad de Harvard y en 1864 en la Universidad de Oxford. En la carta original no aparece esta frase. Cinco años después, cuando Zina se queda en Berlín en agosto de 1875 y Peirce marcha solo a Suiza escribe a su madre: "Creo que está disfrutando mucho la compañía de Tom Burgess en Berlín" (Carta del 7 de agosto de 1875).

 

 


Proyecto de Investigación "Correspondencia europea de Charles S. Peirce: creatividad y cooperación científica" (Universidad de Navarra 2007-09)

Fecha del documento: 6 de marzo 2008
Última actualización: 31 de enero 2019
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