2. 1. Meditations of a Hobby Horse

Sense of Humor

Mi estudio comienza con una broma. Muchas personas, desprecian esta actitud. Les parece que un estudio sobre historia debe ser "científico". "Ciencias" humanas: una historia "científica" del arte. Naturalmente, la historia de cualquier tema requiere los instrumentos técnicos más recientes para hallar o comprobar datos. Pero el mejor instrumento para interpretar esos datos siempre es una persona inteligente y cultivada.

Por eso, en ningún académico debe faltar el sentido del humor. El humor no es comicidad barata, para amenizar las exposiciones: es el arma que posee el historiador para separarse de lo propios prejuicios; y de los prejuicios históricos. Y ahora importa liquidar definitivamente las modas intelectuales del siglo XX. Grandes talentos han desbarrado con "profundas" investigaciones basadas en "profundas" raíces, que al final no conectaban con lo más obviamente humano, y contradecían el sentido común. Hay que acabar con las teorías para las que el arte era el medio "científico" de alcanzar otra instancia más "verdadera". En España la historia ha quedado afectada por esas modas pseudocientíficas.

La historia de la arquitectura no contiene temas superlativamente importantes; que permitan a quien los domina considerarse un descubridor o un benefactor de la humanidad. Hay que reirse un poco de nuestros antepasados, que han llevado tremendas pelucas, o faldas descomunales, creyéndose obligados a ello, y despreciando y desautorizando a quienes no las llevaban con el mismo orgullo. En ninguna historia del gusto hay temas serios, como la guerra, el hambre, la esclavitud, el aborto, o el SIDA. En el diseño arquitectónico, que pertenece al ámbito del gusto más que a la técnica, todo se puede cuestionar (y ha sido cuestionado), desde Vitruvius a Le Corbusier, aunque ambos autores creyeran estar beneficiando a la humanidad con sus aportaciones, y especialmente el segundo, contribuyendo a un nuevo mundo. Todo son pelucas.

Hobby Horse

Las ideas que presento están basadas en Ernst Hans Gombrich, al que dediqué mi tesis doctoral. Nunca deseé “distanciarme” de mi tema; y dediqué el estudio al Hobby Horse, al caballo de juguete, una metáfora que utilizó Gombrich, y que, por muchos años fue ocasión de broma constante entre Gombrich y yo.

Durante mucho tiempo mantuvimos la broma de que yo en realidad escribía, felicitaba o mandaba cosas y escritos al caballito de juguete (hobby horse), que era el emblema predilecto de Gombrich. Y el caballito de juguete, se alegraba o se preocupaba o se interesaba. O bien Gombrich me concedía el Hobby Horse dorado con ojos de diamante, por alguna cosa acertada. En los 15 años de amistad me llegaron muchos caballitos. Yo le respondía con la misma broma, imaginando formidables conjuntos iconográficos en torno a esta simpática figura.

El último caballito que recibí fue en la dedicatoria de su bibliografía; donde aparece el caballito dejando atras una estela o reverberación. En cierto modo, por el valor que tienen sus ideas, me siento comprometido a desarrollarlas por mi cuenta, en la medida de mis posibilidades, aunque no sean muchas. Espero que esta declaración no suene demasiado pedante.

Gombrich trabajó hasta el final de su vida por una historia del arte que ayudara a las personas a ingresar, cuando lo necesitaran, en un reducto de auténtica belleza; un reducto siempre expuesto, frágil, y en disminución, que sobrevive en un mundo oscurecido repetidamente por la violencia y el terror; un reducto que necesita guardianes, como indicaba Gombrich, aludiendo a al ciudad de Platón, intelectuales que mantengan abiertos los puentes que unen con el pasado; lo que quiere decir comentadores de los textos antiguos, de las imágenes hermosas. Él deseaba ser un comentador de esas obras, tal y como los profesores medievales dedicaban su vida a comentar los textos canónicos, para hacerlos accesibles a sus alumnos. Sus ideas constituyen una valiosa herencia.