Charles S. Peirce y Grecia
(28 de agosto-15 de septiembre 1870)



[Fuente: Peirce Archive]

Hace ya muchos años, antes de que las sacudidas modernas alisaran todos los pliegues de la cara de la tierra, sucedió que este escritor, que era entonces un hombre joven al que le gustaban los viajes, desembarcó una luminosa mañana de verano de un vapor egeo en una pequeña ciudad de Tesalia, Volos ("Esbozos topográficos de Tesalia con adornos de ficción", MS 1561, 1892).


 

Así empieza el único relato de ficción escrito por Charles S. Peirce. En su historia hay alfombras que fascinan, mujeres que cautivan, hay ritos, aromas a laurel, adelfas, terebinto, romero o violetas; hay sabor a higos, uvas, "pudines de sangre, composiciones científicas de carne picada, calabazas y tomates, y otros sueños más allá de las palabras"; hay montes que aparecen como morada de gigantes y centauros, festines de abundancia homérica. Hay cantos de diferentes clases; amistades intensas selladas con pactos de sangre y, en definitiva, un "torrente de recuerdos que inunda sus sentidos".

 


Constantine Volanakis, El puerto de Volos, c.1875

 

 


Francis Bedford, Partenón, vista suroeste, 31 mayo 1862

No es casualidad que el único relato escrito por Peirce transcurra en Grecia. Su propósito al escribirlo era hacer comunicable lo que vio y sintió en aquel país que visitó en septiembre de 1870. Ningún otro lugar del mundo impulsó a Peirce a escribir relatos. Solo Grecia, de entre todos los lugares que visitó a lo largo de su vida, le movió a intentar apresar su espíritu de una forma "puramente estética".

Desde joven Peirce sintió una conexión especial con el espíritu griego, tanto con el lugar y su historia como con el pensamiento de los primeros filósofos. En esta página intentaremos, en primer lugar, desentrañar los elementos biográficos que hicieron que Peirce se sintiera cercano al mundo griego, prestando especial atención a su viaje de 1870 y al relato de ficción escrito en 1892 a raíz de ese viaje. En la segunda parte nos centraremos en la influencia que tuvo el pensamiento griego en la filosofía de Peirce, que, como escribió Max Fisch, llegó a ser decisivo a la hora de dar forma a su pensamiento maduro1.


 

 

1. La presencia de Grecia en la vida de C. S. Peirce


Cambridge Historical Society
CHS Image Collection, People, Box 25, Folder 3

6.207 CHS-Sophocles, ca.1870 [Attr. Warren]

El primer contacto de Peirce con la cultura griega tuvo lugar, probablemente, a través de Evangelinos Apostolides Sophocles. Nacido en 1807 en Tsagkarada, un pueblo de Tesalia oriental situado en la ladera del Monte Pelión, este peculiar personaje griego fue monje ortodoxo en un monasterio antes de emigrar a Estados Unidos, donde ejerció como profesor de griego en Harvard hasta su muerte en 1883. Fue nombrado tutor de griego moderno en 1842 y profesor de griego antiguo, medieval y moderno en 1860, lo que probablemente constituyó el primer nombramiento académico sobre griego moderno en el mundo occidental. Sophocles fue un pionero de los estudios griegos modernos, y en su época se convirtió en un influyente personaje en la comunidad de Cambridge. Tal y como se afirma en la página del programa de griego moderno de la Universidad de Harvard: "Durante más de cuatro décadas, y en un tiempo muy turbulento para Grecia, Sophocles trabajó diligentemente sobre la lengua griega y su historia, ganándose el respeto y la admiración de todos por su erudición, su ingenio, su amabilidad, y también por sus muchas excentricidades (…). Pronto se creó un mito personal alrededor de su nombre".

 

Se sabe que Sophocles visitaba con regularidad la casa de los Peirce, y Charles afirma que desde su niñez tenía con él una "relación familiar" (MS 648, 52, 1910). Francis Greenwood Peabody, profesor de teología en Harvard y coetáneo de Peirce, describe así la que podía haber sido también su propia experiencia:

Entre estos visitantes frecuentes, y desde el punto de vista de un chico el más inquietante, era la extraña figura exótica del profesor Evangelinos Apostolides Sophocles, con su tupida barba y sus brillantes ojos salvajes. Su formidable apariencia ocultaba una naturaleza inocente (…). Su tío Constantinus, monje y tesorero en un monasterio del Monte Sinaí, le había formado de niño. (…) El profesor Sophocles aparecía en casa de mi hermana a las horas más sorprendentes y se sentaba en silencio, aparentemente absorto en contemplar intensamente a su anfitriona y, habiendo disfrutado suficientemente de esta observación contemplativa, se retiraba tan calladamente como había llegado. La impresión que causaba de esta manera en un chico pequeño era de miedo mezclada con una intensa curiosidad por ver qué haría a continuación esta extraña figura2.

Francis Grenwood Peabody
[Fuente: Andover-Harvard Theological Library]

 


[Fuente: The Harvard Book]

Sophocles llegó a convertirse en profesor, amigo y mentor de Peirce3. Lo menciona en varios de sus manuscritos y en una ocasión afirma de él que "era un curioso observador de muchas otras cosas, además de los hábitos de los infinitivos aoristos" (MS 682, c. 1913). Relata a continuación cómo pasaban tardes juntos observando, por ejemplo, un sapo que había perdido un ojo y cómo era capaz de adaptarse para sobrevivir. Peirce tenía varios libros de Sophocles4 y en su viaje a Grecia llevaba cartas de presentación escritas por él5. A lo largo del viaje Peirce le tiene presente, por ejemplo cuando escribe a Zina que los oficiales de la aduana de Constantinopla le habían recordado a él (carta de 28 de agosto de 1870).

Quizá los estrechos lazos con este personaje —de quien George Herbert Palmer escribió que "en su comportamiento y forma de hablar y en una cierta gran simplicidad de su estructura mental era el hombre más homérico que he conocido nunca"6— son una de las razones que llevan a Peirce a describir a los griegos como "criaturas extrañas, pero la gente de naturaleza más cálida y simpática del mundo"7.

 

Además de su conexión con Sophocles, Peirce estudió griego y latín en Harvard. Sabemos que en su época de estudiante leyó la Iliada con Sophocles y con Cornelius C. Felton, profesor de literatura griega, usando la edición del propio Felton. Como escribe Max Fisch: "a partir de su época universitaria era un géiser del griego de Homero y del latín de Horacio"8. En su relato, Peirce escribe sobre su protagonista que tenía "un conocimiento de griego moderno tan ligero como había sido capaz de infundirle el entusiasmo del querido profesor Felton en la escuela: griego correcto de un periódico ateniense, no demasiado parecido al griego vulgar de Tesalia"

Por otra parte, la única tesis que Peirce dirigió a lo largo de su vida (1883), la de su alumno en John Hopkins University Allan Marquand, trataba precisamente de la filosofía griega, en concreto sobre la lógica de los epicúreos. Peirce estudió a Filodemo junto con Marquand, descubriendo en él lo que denomina una "teoría de la inducción"9. De hecho, en esos años descubre en los griegos "un jardín de bellas y fructíferas sugerencias" (CP 1.364, c.1890), que desarrollará en su "Guess at the Riddle" de 188710.


Allan Marquand
[Fuente: Princetoniana Museum
]

 

Ese es solo uno de los muchos acercamientos que Peirce hace al mundo griego a lo largo de los años. Fisch afirma que fue en el periodo cosmopolita (1870-1887) cuando Peirce llegó a tomarse en serio a los griegos11, y uno de los factores que pudo influir fue por supuesto su visita a Grecia. Veremos a continuación el impacto que le causó ese viaje.

 

2. El viaje de Peirce a Grecia

Charles S. Peirce visitó Grecia en otoño de 1870, durante el primero de los cinco viajes por Europa que realizó como parte de su trabajo en la U. S. Coast and Geodetic Survey entre junio de 1870 y septiembre de 1883. El primer viaje, en concreto, tuvo lugar entre el 18 de junio de 1870 y el 7 de marzo de 1871, en total casi nueve meses. El principal objetivo de este viaje era identificar posibles localizaciones adecuadas para observar y estudiar el eclipse total de sol que iba a tener lugar a mediodía del 22 de diciembre de 1870 en el mar Mediterráneo. El itinerario de Peirce en este primer viaje incluyó Londres, Berlín, Dresde, Praga, Viena, Pest, el río Danubio, Varna (Bulgaria), el mar Negro y Constantinopla.

Desde Constantinopla Peirce recorrió el que iba a ser el camino de totalidad del eclipse, esto es, las localizaciones en las que el eclipse total sería visible, explorando los lugares más adecuados para la observación científica tanto en Grecia como en Italia y en España.

Finalmente, se unió al equipo que observó el eclipse en las cercanías de Catania, en Sicilia. Puede afirmarse que “ese viaje constituyó una experiencia realmente importante para el joven Charles Peirce, que estaba visitando Europa por primera vez. Sus cartas estaban llenas de las impresiones que los distintos lugares causaban en él"12.


[Fuente: NASA]

Peirce llegó a Grecia desde Constantinopla, de donde partió el 3 de septiembre de 1870 a bordo del vapor Neptune, tal y como le anuncia a su esposa Melusina Fay en su carta del 2 de septiembre, el día antes de partir. Habla de su visita a Tesalia —que entonces formaba parte del Imperio Otomano— con una mezcla de temor y espíritu aventurero. Su destino era Larisa que se encontraba en la zona de totalidad del eclipse y en la que esperaba contar con el apoyo de Henry Suter, vicecónsul de Inglaterra.




Basile Kargopoulo, Vista del puerto de Constantinopla, 1870
[Fuente:Monoskop
]
Mañana salgo para Volos, no Salónica, y llego a Volos el siguiente viernes, 6 días para llegar. Una vez allí comienzan mis dificultades. No puedo imaginar qué voy a hacer o cómo me las voy a arreglar. Tengo treinta millas más para llegar a Larisa. No puedo hablar ninguna lengua que haya alguna posibilidad de escuchar, no sé cabalgar y es la única manera de ir; el clima no es todavía demasiado saludable allí, de modo que puedo sufrir una fiebre, y no pueda salir de Volos durante una quincena después de llegar allí. No hay agente consular ni nadie en Volos para ayudarme. Temo que esa quincena será bastante desagradable. Tendré que comprar una silla, cinchas y un par de revólveres Colt, y tomar quinina todo el camino. (…) Es posible que en Volos escuche noticias tales de Larisa o del viaje que abandone, pero pienso que es extremadamente improbable. El barco parará en Volos durante ocho horas, de modo que tendré tiempo para algún reconocimiento.

El 4 de septiembre, ya a bordo del barco, vuelve a escribir a su esposa desde el Helesponto insistiendo en los peligros del viaje:

Hasta ahora mi viaje a Larisa es muy cómodo. Conseguí todos los arreos para un caballo excepto las alforjas, que pienso que puedo encontrar en Volos, aunque quizá las compre en Salónica, y también compré un revólver más bien pequeño. Siento un poco no haber comprado dos grandes, porque todo el mundo dice que es muy probable un ataque de los bandidos y en caso de que suceda es muy deseable tener armas en condiciones. También me he enterado de que apenas se considera seguro ir ahora a Larisa a causa de la fiebre, así que he empezado a tomar pequeñas dosis de quinina a diario, como se recomienda.

Está claro que Peirce consideraba su viaje toda una aventura, una visita a un lugar lleno de bandidos y donde podía fácilmente sucumbir a las fiebres. Sin embargo, enseguida comenzó a sentirse fascinado por el lugar. El día 5 continúa escribiendo a su esposa desde el barco:

Todo aquí es suave. El sol es caliente, mucho más caliente que en Constantinopla, pero te quema de una manera tan cortés que no piensas en ello. El cielo es brillante, pero no el resplandor que frecuentemente vemos en casa y al que es doloroso mirar, sino brillante de modo que no puedes apartar los ojos de él para admirarte de su belleza. El aire tiene una suave bruma en él y los colores son de tonos armoniosos (…). Navegamos pacíficamente sobre un mar como un espejo y no podemos alzar nunca nuestros ojos para mirar a la orilla sin nueva admiración. Montañas desiguales, escarpadas, abruptas, forman la orilla cuyos lados marrones producen bellos efectos de sombra cuando estás cerca de ellos, que en la distancia están una detrás de otra, unas más azules que otras en la bruma, y que no menos claramente perfiladas producen otro efecto como de cuento de hadas. O quizá son más bellas por la noche cuando la luna, justo ahora en su primer cuarto, ilumina la neblina, entonces más densa, y aparecen misteriosas montañas silenciosas por encima de ella sobre el agua tranquila. Es, en resumen, tan de cuento de hadas que en lugar de lamentar que tenga que durar hasta el viernes casi desearía poder estar yendo a Volos por toda la eternidad.


 

En esa carta del día 5 vuelve a referirse a lo peligroso del viaje:

Esta tarde llegaremos a Salónica para permanecer allí hasta pasado mañana y quizás tomaré un caballo allí e iré a Larisa y a través de ella a Volos. Si averiguo que puedo llegar para el viernes, de modo que pueda tomar este mismo barco en Volos, lo haré, pues aunque el viaje es más largo sería un gran ahorro de tiempo, quizás una quincena completa, y también creo que sería más seguro respecto a los bandidos. Porque mi peligro es que, si voy a Volos y salgo desde allí a Larisa, los bandidos en Grecia oirán hablar del rico señor inglés y vendrán a mi encuentro a mi regreso. Mientras que si salgo desde Salónica estaré bien dentro del territorio turco y estaré viajando hacia Grecia tan rápido como sea posible todo el tiempo.

 

Desde ahí se interrumpe la correspondencia hasta el día 15, cuando escribe a su esposa desde el vapor que le lleva a Mesina, Italia, contándole que sus miedos respecto al viaje a Larisa eran infundados:

Antes de ir a Volos la gente me habló tanto de la imprudencia de ir allí en esta época a causa de la fiebre y también de la cantidad de bandidos en el campo que no me sentía en absoluto seguro de llegar a ir. Sin embargo aquí estoy. Encontré que habían exagerado ambos peligros. Es verdad que hay mucha fiebre allí y también que la gente tiene miedo de caminar una milla fuera de la ciudad sin armas, pero una dosis de quinina mantiene alejada a la primera y el camino a Larisa está lleno de soldados. También me dijeron que no había camino para carruajes hasta Larisa, pero eso resultó falso, por lo que la silla de montar que compré en Constantinopla era del todo innecesaria. La moraleja es que en Constantinopla no saben tanto como pretenden sobre Tesalia.

 


Monte Olimpo visto desde Larisa, grabado de 1821 de Edward Dodwell
[Fuente: Travelogues]

 


La expansión territorial de Grecia (1832-1947) [Fuente:Wikipedia]

En 1870, Grecia estaba gobernada por el rey danés Jorge I, que había sido impuesto por las potencias europeas como sucesor de Otto de Baviera en 1863. Sin embargo, la zona que visitó Peirce, Tesalia, una región del noreste separada de Macedonia por el Monte Olimpo, estaba todavía en poder de los turcos, pues aunque Grecia se había independizado del imperio otomano en 1829 Tesalia no fue anexionada hasta 1881.

Como escribe Peirce en su novela "Volos estaba formado por dos colonias separadas, la ciudad de los griegos nativos, llamada Magasia, y la pequeña fortaleza de sus opresores turcos, ya que toda Tesalia estaba entonces en manos de los turcos".

La zona era una mezcla de culturas. Como afirma Peirce en su carta del 15 de septiembre sobre la ciudad de Volos, era "una ciudad de apariencia extraña, ni turca, ni europea".

No es de extrañar el miedo inicial de Peirce a viajar a Grecia. Apenas un año antes, en 1869, una visita a Atenas de los príncipes de Gales había culminado con el asesinato de un grupo de turistas británicos e italianos, y reinaba una sensación de desorden e inseguridad. Grecia trataba de hacerse un hueco en Europa, pero seguía siendo un país muy pobre. La población era mayoritariamente analfabeta y muchos griegos emigraban a Estados Unidos.

 

La ciudad de Larisa, que se encuentra en el interior, a 50 kilómetros del puerto de Volos, era el primer lugar dentro del recorrido de totalidad del eclipse que Benjamin Peirce debió indicar a su hijo que visitara como posible emplazamiento para la observación del eclipse de sol que habría de tener lugar sobre el Mediterráneo el 22 de diciembre de 1870.

En la carta de Charles S. Peirce a su padre del 6 de diciembre de 1871 a propósito del informe de su viaje por Europa, escribirá:

Si alguien ha de ser mencionado pienso que debería ser el cónsul británico de Larisa, quien se tomó una gran cantidad de molestias del todo más allá de sus obligaciones basado en la fuerza de haberle yo asegurado que la expedición iría allí. Su nombre es Mr. Henry Suter.

De hecho, las últimas líneas del informe oficial de Benjamin Peirce acerca de la observación del eclipse solar del 22 de diciembre de 1870, estarán dedicadas al cónsul de Larisa y Volos:

Aprovecho esta oportunidad para mencionar la amabilidad de Henry Suter, esq., vice-cónsul de Su Británica Majestad en Larisa y Volos, quien, cuando se consideraba enviar una partida a Larisa, otorgó todas las facilidades para la prosecución de las investigaciones, y estaba dispuesto a ayudar todavía más si se hubiera decidido establecer una estación [de observación] cerca de aquella ciudad13.

Edward Lear, Monte Olimpo desde Larisa, Tesalia, Grecia (acuarela), c.1868
[Fuente:Wikimedia Commons
]

[Fuente: ΙΣΤΟΡΙΚΟΙ ΠΕΡΙΠΑΤΟΙ ΣΤΗΝ ΚΑΒΑΛΑ]

 

 

En su viaje en vapor desde Constantinopla hasta Volos, Peirce pudo visitar Kavala y Salónica, pues eran los puertos en los que el vapor que le llevaba a Tesalia desde Constantinopla realizaba escalas. Sobre Kavala, que todavía pertenecía entonces al imperio otomano, afirma que era la primera ciudad amurallada que había visto. En la carta del 5 de septiembre a su esposa Zina, le escribe lo siguiente:

Hoy a las dos en punto hemos llegado a Kavala y hemos permanecido allí hasta pasadas las siete de la tarde. Es la primera ciudad realmente amurallada que he visto. He visto ciudades que han estado amuralladas o en las que quedaban trozos de las murallas. Pero en todos los casos habían derribado las murallas que estaban muy dentro de la ciudad. Pero este pequeño lugar está uniformemente amurallado todo alrededor con una pared vertical almenada. Ocupa exactamente sus murallas, ni más ni menos. Estas murallas están indudablemente en uso en la actualidad. Era una pequeña vista tan pintoresca como nunca has visto, asentada allí a la luz del sol en la base de las montañas. Está construida en una colina de modo que pude examinar muchas casas desde el barco con mi lente, y pensé que no valía la pena ir a tierra, ya que esto tenía que hacerse siempre en bote, y eso podía ser difícil al no hablar ni turco ni griego. Sin embargo, por si hubiera algo allí que mereciera mucho la pena ver desembarqué.

En esta misma carta del 5 de septiembre a su esposa Zina, Charles S. Peirce anuncia que llegará a Salónica el día 6 para permanecer allí dos días: de hecho, se había planteado ir desde Salónica en caballo a Larisa, pero finalmente lo descartó y siguió en barco hasta Volos.

En su novela "Esbozos topográficos de Tesalia con adornos de ficción" afirma que le pareció un lugar "delicioso" y señala la profusión de olores y de vegetación; se refiere también a los tejados de pizarra, al vino, y a los cipreses y nogales.


Salónica, 1860
[Fuente: Hellas
]

 


Monte Olimpo desde el mar, cuadro de Vera Willoughby, 1925
[Fuente: Travelogues]

 

 

De entre los lugares que Peirce pudo ver en Grecia, quedó cautivado —como tantos otros visitantes— por el monte Olimpo, del que habla en su relato como "todo menos una montaña indiferente, con sus envanecidas alturas de mármol, el mismo ejemplo de la sublimidad".

En su carta del 5 de septiembre describe así el momento en que vio el monte Olimpo desde el barco por primera vez:

Cuando me he levantado esta mañana había estado lloviendo y había bastante humedad, neblina y nubosidad, y allí estaba para ser visto el Monte Olimpo, que parecía muy grande y como si pudiera ser perfectamente la morada de los dioses. Su base estaba oculta en la niebla. El color de la cima apenas se distinguía de la ligera nube que flotaba alrededor de ella, y parecía casi dudoso si pertenecía a la tierra o al cielo.

 


Peirce describe también los montes Osa —llamado en la actualidad Kissavos— y Pelión. El 15 de septiembre escribe:

El paisaje en Tesalia es muy bello. El Olimpo es enorme, Osa es una montaña muy bonita y el Pelión es pintoresco. Las noches a la luz de la luna son magníficas. Dos de ellas estuve fuera toda la noche. Una tercera me senté hasta tarde con algunos jóvenes en la orilla de la bahía, que estaba del todo encantadora, y ellos cantaron en griego extraordinariamente bien.

Una escena parecida aparece narrada en el relato "Esbozos topográficos de Tesalia con adornos de ficción".


Los montes Olimpo y Kissavos y el valle de Tempe, grabado de 1819 de Edward Dodwell
[Fuente: Travelogues
]

 


Monasterio de San Dionisio
[Fuente: Wikipedia]

 

 

Peirce visitó además el monasterio de San Dionisio, como contará años después en una carta del 7 de junio de 1894 a Daniel Gilman [Daniel Coit Gilman Papers]: "Todos los monasterios del monte Olimpo están dedicados a la Santísima Trinidad, y el único que yo visité está dedicado además a San Dionisio". Ese monasterio aparecerá también descrito con detalle en el relato, y se cuenta en él la cordial acogida de los monjes.

 

 

 

Aunque finalmente no le resultó posible, Peirce tenía la intención de prolongar su visita a Grecia, como escribe el 15 de septiembre: "Averigüé que ir hasta Atenas implicaba una estancia tan larga en Volos que, lamentándolo mucho, lo dejé. Pero quizá pueda todavía volver allí. La dificultad es que lamentablemente el tiempo ahora me aprieta". Peirce contemplaba también la posibilidad de volver a Grecia para visitar Atenas antes de regresar a Estados Unidos, en el caso de que Larisa fuera finalmente el lugar elegido para observar el eclipse del 22 de diciembre, lo que le permitiría además visitar a los parientes de su amigo Sophocles:



Vista del puerto de Volos desde el mar, 1896 [Fuente: Wikipedia]

Al llegar a Volos —una ciudad de apariencia extraña, ni turca, ni europea— pregunté por Mr. Demetrio Gialópoulo, para quien tenía una carta, y fui llevado a su casa, donde me alojé. Era un anciano agradable, muy cordial y amigo de Sophocles. Como su casa se parece bastante a todas las casas griegas la describiré de una vez por todas. Entras en el patio a través de una puerta en una gruesa pared de ladrillo, y la casa está a un lado y varios cobertizos, etc. a los otros. Los escalones de la casa conducen a una piazza en el segundo piso donde se come y donde se lavan las personas con lo poco que hay. El artilugio para lavarse consiste en una alcuza que contiene un cuarto de galón de agua y una jofaina para el agua sucia. Viertes el agua y te lavas las manos en el chorro. Fuera de la piazza están los aposentos. Cada uno tiene un sofá oriental sobre el que te sientas al estilo turco después de quitarte los zapatos. Si la habitación tiene una cama con armazón, es señal de limpieza que las patas estén cada una en un pequeño recipiente de hojalata, del que se supone que cuando se vierte agua los bichos no pueden entrar y salir. Una habitación puede tener una cama así levantada y otra al lado suyo extendida justo en el suelo. La teoría es que de noche las ventanas deben permanecer cerradas, supongo que porque no se usan camisones. La comida es maravillosa y muy mala. (...) Al ser mis movimientos tan apresurados no tuve tiempo para ponerme en contacto con los parientes de Sophocles, que están a unas 10 horas de Volos. Lo sentí mucho. Si vuelvo en diciembre trataré de verles (carta de 15 de septiembre).

 

Aunque Peirce afirma en su carta del 15 de septiembre que "en conjunto no me parece que Tesalia sea muy agradable", muchos detalles nos indican sin embargo que finalmente debió de quedar más impresionado de lo que reconocía abiertamente. Es evidente que Grecia le sorprendió para bien y le fascinó, como les ocurría a muchos otros viajeros de la época14.

Escritores y artistas quedaban cautivados por Grecia y soñaban con una "Hélade más brillante", quizá porque como escribió el poeta Shelley en su obra Hellas: "Todos somos griegos. Nuestras leyes, nuestra literatura, nuestra religión, nuestras artes, tienen sus raíces en Grecia".


Alfred Clint, Percy Bysshe Shelley, 1819
[Fuente: Wikipedia
]

A Peirce le llamó la atención el modo de vida de Tesalia. Describe en sus cartas detalles de las casas o de la comida: 

Uno de los mejores platos es un membrillo horneado que se vacía y se rellena de carne como un pastel de carne picada, cubriéndolo todo con salsa de tomate. Es muy bueno. El vino tiene un sabor muy fuerte a colofonia y es muy astringente. Pero la uva supera a cualquiera que haya probado nunca. Son maravillosas y supongo que debo de haberme comido casi la cosecha entera.

La impresión que Grecia le causó a Peirce perdura a lo largo de los años. Alrededor de 1911, apenas tres años antes de su muerte, menciona su paso por la región de Ftiótide al hablar de la paradoja de Aquiles y la tortuga (CP 6.182)15. Uno de los ejemplos más citados de Peirce sobre la abducción está basado también en su viaje:

Una vez llegué a un puerto de mar en una provincia turca; y, mientras caminaba hacia la casa que iba a visitar, me encontré con un hombre a caballo, rodeado de cuatro jinetes sosteniendo un dosel sobre su cabeza. Como el gobernador de la provincia era el único personaje del que podía pensar que recibiera tan gran honor, inferí que era él. Esto fue una hipótesis (CP 2.625, 1878).

En su relato "Esbozos topográficos en Tesalia", Charles S. Peirce describirá con todo detalle esta situación, por lo que todo hace pensar que el encuentro con aquel gobernador fue efectivamente en el barrio turco de Volos:

Tenía dos baúles, una silla de montar europea, un rifle, mantas y bultos pequeños; de modo que contrató tres porteadores y pronto podía verse al joven encabezando una comitiva de cuatro personas hacia la casa de o Giallopoulo. Era una mañana bastante calurosa, aunque el calor era atemperado por la brisa del norte, que ellos llamaban viento Etesio; tenía que recorrer primero un espacio abierto de quizás media milla, pues Volos estaba formado por dos colonias separadas, la ciudad de los griegos nativos, llamada Magasia y la pequeña fortaleza de sus opresores turcos, ya que toda Tesalia estaba entonces en manos de los turcos. El vapor había atracado cerca de la ciudad turca. La modesta comitiva encontró por el camino otra bastante distinta. Un jinete cabalgaba rodeado de otros cuatro alineados en forma de quincunce. Estos últimos llevaban unas varas que sujetaban un baldaquino que protegía del sol al hombre situado en el medio, mientras que otros sirvientes les seguían. Era Husni Pasha16, el gobernador general de la provincia; y el americano, pensando que este personaje, a cuyos pies castigaba el verdugo, tenía poder para degollarle allí mismo y, si el susodicho americano cayera bajo alguna grave sospecha en algún momento, podría incluso buscar hacerlo, —'vosotros turcos sois tan extremadamente irreflexivos'—, no dejó de hacer sus saludos más seductores e impresionantes. No fue correspondido más que infinitesimalmente, pero incluso esa fue mucha condescendencia hacia un perro cristiano, más aún de lo que el cristiano fue consciente.

Veintidós años después su visita, Peirce se sentirá impulsado a escribir un relato sobre Grecia en el que afirma: "en noches pasadas así bajo la luna y las estrellas, el joven americano aprendió a sentir con qué generoso fuego arde el corazón griego y llegó a estar infestado de un furor por el Hélade y las cosas helénicas que la edad no ha podido nunca extinguir" (MS 1561, 1892).



3. El relato: Topographical Sketches in Thessaly with Fictional Embroideries [MS 1561, 1892; traducción española]

Topographical Sketches in Thessaly, with Fictional Embroideries16 es el relato escrito por Peirce en 1892 a raíz de su viaje por Grecia, en el que pretende recoger en forma de ficción las impresiones que tuvo durante su visita a esas tierras. Peirce describe su relato como "la historia de las aventuras de un joven viajero en Tesalia (…), cuando la región era casi salvaje. Tiene una atmósfera bastante poética, y transmite la impresión de ser verdadero, pero las aventuras son bastante sorprendentes"17.

Se dice que Peirce escribió "Topographical Sketches in Thessaly, with Fictional Embroideries" en un solo día, aunque como es propio de Peirce no dejó de intentar mejorarla. Peirce afirmaba que el relato estaba escrito para ser leído en voz alta: "Es interesante y bonito, ampliamente descriptivo y pensado para ser leído en voz alta"18. Sin embargo, el 26 de marzo de 1892 había escrito a Richard Watson Gilder, editor de la revista The Century, ofreciéndole su historia (W 8, lxxii). El 1 de abril, después de una respuesta positiva de Gilder, Peirce le envía su manuscrito junto con una carta en la que expresaba sus dudas de que fuera adecuado para The Century, pero mostrándose esperanzado: "Me atrevo de todos modos a pedirle que lo lea, ya que si usted pensara que el estilo sería popular, podría escribir media docena más describiendo paisajes pintorescos con un joven bobo e ingenuo que pasa temibles apuros en ellos; y todo de una manera poética e inocente" (W 8, lxxii). Incluso después de enviar a Gilder su manuscrito a finales de marzo, Peirce no dejó de trabajar para mejorar la historia (W 8, lxxii).

El viernes 22 de abril por la noche, Peirce leyó por primera vez su relato ante un selecto grupo. Al mes siguiente, cuando le cuenta a Frances Russell sobre esa lectura, le dice que había sido ante "algunos de los mejores jueces de tales cosas" y afirma que quedaron "muy impresionados y encantados" con su historia. Peirce dice que la lectura le había llevado hora y media, pero que "no fue en absoluto aburrida"19. En otra ocasión, afirma que su historia producía con fuerza el efecto para el que había sido producida, y que impresionó en especial a varios poetas20.

Se sabe que Peirce volvió a leer su historia en una o dos casas de amigos, en concreto, según parece, en casa de su hermano Jem Peirce21. Durante un tiempo estuvo además intentando organizar una sesión para leerla en Chicago. Le escribió a Paul Carus sobre esa posibilidad, ofreciéndose a ir a Chicago si le aseguraba una audiencia lo suficientemente grande para cubrir los gastos (W 8, lxxix). Después, sin embargo, decidió no seguir adelante para dedicarse al estudio.

 


Grabado de la Historia natural de Plinio:
los pájaros bajan a comerse las uvas pintadas por Zeuxis
[Fuente: Atlas Mnemosyne]

 

 

De alguna manera Peirce se sentía orgulloso de su relato, de su "sencillez". Quizá por ser su primer intento de escribir algo de ficción, Peirce demuestra una cierta emoción como de niño que por primera vez hace algo. Lo consideraba como algo bonito, fresco, interesante y bien adaptado a ilustraciones xilográficas, contrario a todas las modas que prevalecían entonces en las historias puesto que no se ocupaba de emociones intrincadas o mezcladas22. La vulgaridad y el simplismo del relato, que sin duda hoy en día nos llama la atención, puede deberse precisamente a que el texto estaba hecho para ser leído en voz alta, representado como relato de aventuras ante una audiencia en una de las peculiares veladas de la época. Peirce debía de leerlo con convicción y fuerza, pues John Fiske, quien asistió a una de esas veladas, escribe sobre el relato de Peirce: "era tan real como las uvas de Zeuxis que los pájaros intentaban picotear"23.

 

 

Peirce escribió su historia en una época en la que necesitaba dinero y John Fiske le había recomendado entrar en el circuito de conferencias públicas. Peirce comenzó entonces a preparar unas cuantas charlas sobre temas populares, y uno de sus primeros intentos sería este relato. Sin embargo, no parece que el dinero fuera su única motivación. Como escribe Nathan Houser:

Es sorprendente que Peirce emprendiera este complicado proyecto de escritura en ese momento de su vida, ya que era un género nuevo para él y las oportunidades de obtener ingresos importantes no habrían sido buenas. Es verdad que Peirce pensaba que su historia resultaría una charla muy popular y que tenía mucha confianza en sus habilidades como orador. Sin embargo, dada la considerable investigación histórica, geográfica y lingüística necesaria para darle a su cuento la genuina distinción que debía tener, y la extensión misma de la historia, que llegaba a 12.000 palabras en la forma en que se la envió a Gilder, Peirce debía de haber sabido que el esfuerzo puesto en el cuento le habría proporcionado ingresos, mucho más probablemente, si lo hubiera dedicado a escribir en una de las muchas áreas en las que era experto. Considerando todo esto, parece poco probable que el motivo más profundo de Peirce fuera el monetario (W 8, lxxiii).

En parte, era la novedad de escribir ficción, ya que, como le escribió a Gilder, "es mi primer intento en la línea de la escritura fuera de la discusión científica y filosófica, y por lo tanto es importante y fascinante para mí" (W 8, lxxiii). Pero había a la hora de escribir su relato una motivación más profunda, el intento de expresar algo que le impresionó mucho, el recuerdo de un viaje que le emocionó. Hay en el relato de Peirce un fuerte componente sentimental. Algunos años más tarde, en una carta a Lady Welby (1906), Peirce afirma que había escrito su historia "como un experimento para probar cierta teoría psicológica mía (…). Lo que me proponía era reproducir el efecto psíquico de una atmósfera peculiar, tanto meteorológica como social". Escribe Houser:

Uno siente que hay un factor sentimental que motiva a Peirce a ocuparse de aquel romántico y valiente episodio de su vida, una época de intensidad y confianza. La vida de Peirce en abril de 1892 estaba al borde de la ruina y debió de ser consolador recordar un tiempo así y componer la historia, aunque fuese adornada, del joven que había sido (W 8, lxxiii).

MS 1582, anuncio impreso de tres conferencias
de Charles S. Peirce, con un sarcástico comentario a mano
[Fuente: Peirce Archive
]


MS 1582, borrador para imprenta
del anuncio de las tres conferencias
[Fuente: Peirce Archive
]

El manuscrito de Esbozos topográficos de Tesalia (MS 1561) consta de unas 70 páginas, aunque —según Kloesel24— hay también una versión anterior con un final distinto25. La acción del relato se sitúa en torno a 1862, el año en que el rey Otón I fue expulsado de Grecia. El protagonista se llama Karolo Kalerges; Karolo (Charles en griego) y Kalerges, tomado del famoso jefe militar griego Dimitrius Kallergis26.

Es fácil identificar a Charles Peirce con Karolo y aparecen en el relato datos que se sabe que son reales, como por ejemplo la visita de Peirce al Monasterio de San Dionisio en el monte Olimpo. Así lo entendió el que una vez fuera amigo de Peirce, Ogden Rood, quien al escribir a su esposa sobre la historia griega de Peirce se refería a Karolo como a Charles nº 227. Sin embargo, tal y como ha señalado Taylor hemos de ser cuidadosos de no leer el escrito como una biografía28. Peirce mismo llama la atención en el título sobre los "adornos de ficción" que va a introducir.

El argumento de la historia comienza con el desembarco en Tesalia de Karolo, en la ciudad de Volos, con una carta de presentación para visitar a un gran señor. A partir de entonces las aventuras de Karolo se suceden. Se hace hermano de sangre de un griego llamado Maurokordato. Visita Larisa y de allí parte a una expedición por las montañas, donde es apresado por unos bandidos. En un rapto de locura o "sentimentalismo" se une a ellos y participa en un ataque. Toma como prisionera a una mujer viuda, Rosana, de la que se enamora, y le propone matrimonio, pero finalmente descubre que el marido de Rosana —a quien ella misma creía muerto en una emboscada— está vivo, por lo que Karolo decide partir. La versión final del relato acaba en el barco que le lleva lejos, enfermo de amor y de nostalgia por lo vivido en esas tierras. En la versión primera Karolo, todavía errante, se encuentra dos años más tarde en Viena con Rosana, con gran sorpresa y alegría. Después de tratar la cuestión del matrimonio, Karolo compra una casa en Praga y se casa con ella en el tren que les lleva hacia allí, donde se establecen con alegría y dicha.

Peirce señala en el prefacio de su relato que pretende dar una idea del espíritu del lugar tal y como lo vio, el más bello y fascinante en el que nunca había estado29, un lugar que despertó como ningún otro su imaginación; Peirce quería mostrar esa tierra bajo el dominio de los turcos y sin ni siquiera ferrocarril30, que consideraba apenas segura31 y donde se las tenía que arreglar sin hablar ninguna lengua conocida y sin saber cabalgar (que era el único medio de transporte).

En la historia de Peirce aparece reflejada una tierra que para él tenía sabor mítico: aparecen elementos como el Olimpo con su magnificencia, una montaña imponente símbolo del poder de los dioses sobre los hombres; aparecen sentimientos como el amor o la lealtad que Peirce pudo experimentar entre unas gentes, los griegos, que le parecían audaces y exuberantes, gentiles y melancólicos, extraños pero simpáticos por naturaleza32; aparece el carácter honorable y respetable de los turcos, que eran gente agradable, honesta, limpia y solemne, pero con vicios muy diferentes de los nuestros, brutales y poco fiables33; aparecen los klepths, los bandidos rapaces y asesinos, aunque también hospitalarios y dulces; se plantean cuestiones como la ética de las acciones o la interculturalidad.

El punto de partida es precisamente una experiencia que Peirce quiere expresar, algo que vivió, una peculiar manera suya de captar la realidad exterior; quiere reproducir el efecto incluso físico que provocaron en él esos lugares y lo hace a través de un texto de ficción, de una historia en la que introduce unos personajes, unos hechos inventados, porque lo que quiere reflejar no son datos sino precisamente cualidades y sentimientos. Así lo explica el mismo Peirce en su prefacio: "Para transmitir el sentimiento que en la mente de un americano se conectaba de una forma natural con este poético país (…) he recurrido a una pequeña ficción, que he reducido a las proporciones más pequeñas posibles para que bastasen a mis propósitos"34.

Podemos terminar este apartado citando expresamente un fragmento que dé idea de lo que Peirce escribió:

De nuevo se dirigieron hacia arriba por un camino tortuoso, con grandes extensiones de nieve muy cerca, o que incluso atravesaban, que desde lejos resultaban indistinguibles del mármol por el que pasaban. Los altos ahora eran más frecuentes ya que la fatiga estaba empezando a hacer mella sobre todo el grupo, y una vez más el frasco de raki fue requerido. Después de otro gran esfuerzo, las tres cumbres del Olimpo, ta tria adhelphia, aparecieron ante la vista, solemnes, impresionantes y divinas. Finalmente, el camino se hizo menos tortuoso, y sus espíritus se elevaron, aunque el frío era ahora penetrante. La cumbre, sin embargo, no se había alcanzado, cada paso la traía más cerca. Ahora, las colinas distantes de Calcidia aparecían delante, y un instante después las aguas del Golfo Termaico. Se alcanzó la cumbre del paso, y se completó la ascensión, y los hombres se tiraron sobre las rocas que estaban dispersas por aquí y por allí sobre una plataforma de mármol tan plana como un suelo. Pusieron a la mujer dentro de un pequeño refugio de piedra que estaba cerca, en el que podría descansar protegida del viento. Los hombres yacían mirando hacia abajo, hacia donde se extendían en un lado todo el Egeo y sus islas, y los tres promontorios unidos a Tracia, con Salónica bastante cerca, o se volvían hacia el otro lado para ver Pelasgia, con Larisa, Trikale Elassin y un centenar de pueblos, y Pindo con Epiro más allá y una línea que podría ser el Golfo Jónico. Pero vieron todo esto sólo durante unos minutos; ya que pronto notaron un oscurecimiento, primero sobre la vista marina y luego sobre el paisaje interior. La oscuridad pronto se hizo más densa, y en menos de veinte minutos unas nubes densas a sus pies taparon completamente todas las vistas de tierra habitable, aunque el cielo estaba tranquilo por encima y el sol mandaba confortables rayos cálidos. El efecto fue imponente. Todo se elevaba a sus pies. Habían dejado atrás la morada de los hombres y estaban en el palacio de los dioses. La plataforma de mármol parecía ser ahora un suelo en ruinas, seguramente de construcción no humana, y los bloques de mármol parecían alineados en un semicírculo. ¿Quién podía dudar de que una vez hubo sillas y de que este era el mismo lugar donde los ancianos dioses solían mantener sus consejos antes de que finalmente tomaran bajo su protección a los empíreos y dejaran la Hélade abandonada y caída?

Vista cerca de Vodena, grabado de 1864
[Fuente:Travelogues
]




 

Notas

1. M. Fisch, "Peirce's Arisbe: The Greek Influence in His Later Philosophy", Transactions of the Charles S. Peirce Society 7/4 (1971), 187-210.

2. Francis W. Peabody, Harvard in the Sixties, a Boy's Eye View; Some Reminiscences Contributed to the Cambridge Historical Society at its Meeting of March 12, 1935, Harvard University, 1935, 17-18.

3. M. Fisch, "Peirce’s Arisbe: The Greek Influence in His Later Philosophy", 204.

4. Aparecen listados en MS 1555, 1858.

5. Esas cartas estaban dirigidas a Demetrio Gialopoulos, que en la novela aparece como "el alto o Giallopoulos".

6. G. H. Palmer, "Reminiscences of Professor Sophocles", Atlantic Monthly 67 (1891), 779-88, 788.

7. Carta de C. S. Peirce a Lady Victoria Welby, 9 de marzo 1906.

8. M. Fisch, "Peirce’s Arisbe: The Greek Influence in His Later Philosophy", 205.

9. M. Fisch, "Peirce's Arisbe: The Greek Influence in His Later Philosophy", 190-91.

10. M. Fisch, "Peirce's Arisbe: The Greek Influence in His Later Philosophy", 192.

11. M. Fisch, "Peirce's Arisbe: The Greek Influence in His Later Philosophy", 187.

12. S. Barrena y J. Nubiola, "Charles Peirce’s First Visit to Europe, 1870-71", EJPAP I, 1 (2009), 5.

13. Fuente: "Appendix No. 16ª. Report on the Eclipse of the Sun on the 22nd of December, 1870, by Benjamin Peirce, LL.D., Superintendent United States Coast Survey", Report of the Superintendent of the United States Coast Survey Showing the Progress during the Year 1870, Washington, Government Printing Office, 1873, p. 232.

14. Peirce menciona en sus notas a Charles-Nicolas-Sigisbert Sonnini de Manoncourt, naturalista francés que publicó en 1801-1802 Voyage en Grèce et en Turquie, una crónica de su viaje por esos países, donde describe con detalle las costumbres griegas y pone de manifiesto su amor por esa tierra. Como señalan los editores de W 8 (461, 463), Peirce se inspira en algunos puntos de su relato en el libro de Sonnini, por ejemplo en una conversación entre bandidos o en la siguiente descripción que hace Peirce en su relato de Panatele Maurokordato, según afirma cabeza de familia de una famosa familia griega, que está tomada casi literalmente del libro de Sonnini: "el propietario les salió al encuentro, un hombre de estatura casi colosal, su amplia cara quemada por el sol, sus grandes ojos tesálicos ensombrecidos por unas cejas excesivamente gruesas y largas, más negras que el azabache, igual que su rizado pelo y su pesada barba. Tenía una mirada severa y oscura, y cada rasgo de su semblante indicaba dureza de corazón: a pesar de todo, su porte era distinguido y espléndido".

15. Esa escena aparece narrada en el relato de Peirce del siguiente modo: "Para no agotar su bienvenida, el invitado decidió arrancarse de allí y subir hacia el interior del país. Así que encargó una braganza (pronunciado en griego bhraghan’za), que resultó ser un carro cubierto con un asiento, una especie de litera colgada de unas correas, pero desprovista de muelles. Llegó a la casa una tarde después de la cena y, gracias a la amabilidad de los Giallopoulides (los apellidos en griego se forman fundamentalmente en -ides), se llenó de cojines y pieles y de una buena provisión de los cuatro alimentos principales en la vida griega: higos, aceitunas, uvas y vino". 

16. Puede leerse la obra de Clive Bigham, With the Turkish Army in Thessaly (MacMillan, 1897) en la que aparece este gobernador como comandante en jefe de la séptima división del ejército turco en 1881.

17. Carta de C. S. Peirce a Francis C. Russell, 4 de mayo de 1892, L 387. Los fragmentos de la correspondencia sobre Thessaly se deben a Christian Kloesel, Peirce Edition Project, Indiana University, Indianapolis.

18. Carta de C. S. Peirce a Paul Carus, 8 de mayo de 1892, L 77.

19. W 8, 58, versión no abreviada de la introducción.

20. Carta de C. S. Peirce a Lady Victoria Welby, 9 de marzo 1906, L 463, 77-79.

21. Carta de John Fiske a William James, 22 de enero de 1893.

22. Carta de R. W. Gilder, 26 de marzo de 1892.

23. Carta de John Fiske a C. S. Peirce, 14 de junio de 1893, L 146.

24. Véase J. W. Kloesel, "Charles Peirce and Thessalian Topography. A Traveler's Tale'", Peirce Edition Project, Indiana University-Purdue University, Indianapolis.

25. Para una explicación del manuscrito y los distintos borradores véase también W 8, 655-63.

26. Dimitrius Kallergis (1803–1867), militar y político griego que participó en la guerra de la independencia de Grecia y en la revolución de 1843 que llevó a la adopción de una constitución. Kalerges recibió el título de "Gran ciudadano de Grecia", The Mirror of Literature, Amusement, and Instruction, vol. 1, 1847, 45–49; tomado de W 8.

27. W 8, 56, versión no abreviada de la introducción.

28. C. S. Taylor, "Some Comments on C. S. Peirce's 'Thessalian Topography: A Travelers Tale'", Wright State University, Department of Philosophy, Ohio, 2.

29. Carta de C. S. Peirce a Sarah Mills Peirce, 2 de septiembre de 1870, L 341.

30. Carta de C. S. Peirce a Victoria Lady Welby, 9 de marzo 1906, L 463, 77-79.

31. Carta de C. S. Peirce a James Mills Peirce, 25 de agosto de 1870, L 339.

32. Carta de C. S. Peirce a Victoria Lady Welby, 9 de marzo 1906, L 463, 77-79.

33. Carta de C. S. Peirce a Sarah Mills Peirce, 2 de septiembre de 1870, L 341.

34. C. S. Peirce, "Topographical Sketches in Thessaly with Fictional Embroideries", MS 1561, 1892.



Autora de la página: Sara Barrena

Proyecto de investigación: "The Cosmopolitan Peirce": los viajes europeos de Charles S. Peirce (1870-1883)"

Fecha del documento: 12 de noviembre 2020
Última actualización: 17 de diciembre 2020
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