4. 4. Good Manners in Architecture

FORMAL beauty

La insistencia en la belleza como primera categoría arquitectónica no remite a una interpretación romántica de la arquitectura. Sino a aquella que ha acompañado a la arquitectura clásica, donde la belleza es la primera y propia manifestación de la dignidad, que debe poseer un edificio importante, por encima de cualquier otra consideración. "Cuando a una obra le falta elegancia, es lo de menos que atienda a la necesidad, ni compensa que satisfaga la comodidad," declaraba Alberti 98; y, al final de esa tradición, Julien Guadet, desde su cátedra de Beaux-Arts, enseñaba que "lo que verdaderamente decora es la belleza" 99.

En los párrafos anteriores, he tratado de hacer ver que los dispositivos de la arquitectura clásica, que anteriormente había definido como modos de presentación en público, como recursos para componer la fachada social, eran símbolos de jerarquía; pero no sólo, pues proporcionaban belleza. Por su condición de elegantes símbolos de dignidad, se incluyen en un ámbito más amplio, y menos especificado, que los rituales; un ámbito de la vida humana donde la belleza es una condición necesaria : me refiero a las formas de urbanidad 100. Esa es una de las grandes ideas que se hallan en el libro El sentido de orden, de Ernst Hans Gombrich, y que me ha servido de guía en todo este desarrollo 101 :

"Hay una palabra clave que vincula la estética del ornamento con la función social del diseño, y es la palabra "formalidad". Cuanto más formal es la ocasión, tanto mayor énfasis se presta a la conservación de las formas, tanto en el significado institucional del término, como en el significado visual."

He tratado de demostrar que los elementos clásicos son las formas de urbanidad arquitectónicas, tal y como se entienden en Occidente. Precisamente, el cambio de las maneras de dignificar arquitectónicas que he señalado antes, desde los almenados simbólicos medievales a la gracia elegante de la arquitectura renacentista es una transposición del cambio que experimentan las maneras de trato, desde las maneras rituales, propias de las cortes medievales, a las maneras elegantes, que gustaban a los ciudadanos de las urbes del renacimiento 102.

En el fondo, ésa es la tesis de Jacob Burckhardt, en La cultura del renacimiento en Italia. Defiende allí que la gran aportación italiana, consiste en que todos los aspectos externos de la vida que se realizan ante los demás -palabras, gestos, vestidos, maneras, viviendas-, cobraron la condición de arte : "La presencia y prestancia del individuo y la forma superior de sociabilidad se convierten en una libre e inconsciente obra de arte" 103. Se puede matizar lo que se quiera su afirmación, pero no deja de ser verdadera 104. Las maneras arquitectónicas también estaban incluidas (fig 1). Se ilustra bien con una ingenua imagen prerrafaelista, un poco cursi -contemporánea a las obras de Burckhardt-, que intenta captar la proverbial relación entre galanura personal y la gracia artística del juvenil Rafael ante Julio II.

Algo parecido se había dado en el clasicismo antiguo. Al desarrollar la idea del decoro, en su tratado sobre los deberes sociales, Cicerón incluiría un capítulo sobre "Cuál ha de ser la casa de un hombre de consideración" 105. La idea de decoro, que pertenece al mundo de las formalidades sociales, sería aplicada por Vitruvio a otros aspectos de la arquitectura. Serviría en el renacimiento para colegir cuál podría ser la casa de un príncipe, de un burgués, de un cardenal 106. Pero, aunque tuvieran algunas características diferentes, tanto Vitruvio, como sus sucesores, sabían que los distintos géneros de edificios deberían contar con una belleza elegante 107, una retórica amable, que destacaría sobre cualquier otro aspecto108.

pleasant architecture

La arquitectura en la civilización antigua, y desde el renacimiento, ha formado parte efectiva de los modos de urbanidad, comunicando con sus características. En Occidente, las maneras de urbanidad, no son simplemente una formas de presentación individual, sino que se han trasfigurado en las formas de expresión del respeto mutuo, que se deben sus miembros entre sí 109. Y esa es la causa, precisamente, de que tales modos de comportamiento configuren un verdadero arte social, comporten una actitud estética 110. Como se ha destacado recientemente, las maneras de urbanidad no sólo son signos, sino son signos "agradables", son bellos signos. Ese es el significado que atribuimos a la palabra "cortesía", que posee un estupendo contenido humanístico : la cortesía, el savoir-vivre fue ante todo un arte de agradar : "hacerse agradable, saber gustar son las palabras clave de la civilización de la Europa clásica", ha dicho recientemente uno de los principales estudiosos 111. En Occidente, no se ha concebido el trato social sin una expresión amable. Hay otras muchas características propias de la urbanidad y cortesía; algunas son particulares, y cambian según los países 112; otras, en cambio, se aplican a las distintas funciones de los espacios, como el salón intelectual, el balneario, el paseo 113; no faltan criterios generales que se encuentran en todos los lugares de representación, como la distinción, la exclusión, la visibilidad, o la contención 114. Cada cual en su medida, esas características de las formalidades, y en particular las últimas que he mencionado, se aplican a la arquitectura, con múltiples resonancias teóricas. Pero me gustaría centrarme en la principal cualidad de la cortesía : resultar agradable.

El tratado de Alberti debe ser considerado como un libro de buenas maneras arquitectónicas, y sus edificios muestran la urbanidad arquitectónica conveniente. Es verdad que, después de él, no siempre se tuvo demasiado presente la relación teórica entre urbanidad o cortesía y arquitectura. Pero las actitudes demuestran que, en la práctica, la arquitectura formaba parte de las maneras sociales; y mantuvo la importante dimensión de resultar grata. Conforme se extendió la sociedad de las maneras, creció la demanda social de que los edificios no sólo se presentaran del modo más orgulloso y magnífico posible, sino que se comportaran de un modo urbano y cortés, por respeto a la ciudad y al ciudadano. Los patronos construirían, como testimonia Alberti, "con el deseo de que sus obras susciten la aprobación general" 115.

polite ARchITECTURe

Al responder a esa demanda, los edificios contribuirían positivamente a los espacios públicos, resultarían urbanos, en los varios sentidos de esa palabra : "la comodidad y belleza de los edificios está en la utilidad y en la satisfacción que proporciona a sus habitantes, en la alabanza y en el adorno que proporciona a la ciudad, y en el placer y en el deleite que reciben quienes los contemplan" asegura Sebastiano Serlio 116; y lo ilustra con la anécdota de un Príncipe que obliga a un ciudadano avaro a presentar su casa conforme a su rica condición, para no ofender a sus conciudadanos. El diseño para el espectador ajeno, ejecutado desde fuera, es una de las mejores muestras de la relación estrecha entre arquitectura y cortesía. No siempre se atendió esa demanda; pero, desde el siglo XVI, los conjuntos diseñados desde el exterior se harían cada vez más frecuentes. Rara vez alcanzarían el nivel de la Strada Balbi de Génova, uno de los mejores escenarios urbanos del renacimiento avanzado; pero se lograrían conjuntos paradigmáticos, como las plazas de Roma del barroco tardío, y las organizaciones de París.

El éxito de estas operaciones urbanas permitirá plantearse metas más ambiciosas. A mediados del siglo XVIII, el abate Laugier dice expresamente que la ciudad debe alcanzar "una amable variedad, armonía y gracia", dispuesta como un jardín, para agradar 117; pero, para conseguirlo, "es preciso no dejar las fachadas de las casas al antojo de los particulares. Todo lo que da a la calle debe quedar determinado y sujeto a la autoridad pública, al proyecto que regulará la calle entera" 118. Y añade que, si se siguieran sus consejos, una ciudad enorme como París "será una obra de arte única, un prodigio, un encanto" 119.

Algunos tratados teóricos se esforzaron por divulgar reglas "Sobre el arte de agradar en arquitectura" 120. La necesidad de buscar el agrado del espectador creció evidentemente con el auge de la burguesía, es decir, conforme hubo más espectadores, y resultaban más "respetables". Y, en el siglo XIX, el sentido del decoro burgués acabará implantando verdaderas leyes urbanísticas que obligarán a manifestar una buena fachada a la calle 121. Al concluir el siglo XIX, se pensaba que la ciudad podía ser realmente una obra de arte 122.

Precisamente, en ese contexto urbano y urbanístico, la relación entre arquitectura y cortesía se haría patente; y entraría a formar parte, de nuevo, de las teorías arquitectónicas. El filósofo americano Ralph W. Emerson, a quien interesaba particularmente la cortesía, consideraba que una verdadera obra de arte no podía ser "egoísta", sino amable 123; "universalmente inteligible", hecha con el propósito de "que me domestique, no que me confunda"; de modo que contemplarla sería "como hablar con un amigo".

De ahí surgiría con facilidad el concepto del "edificio cortés". La formuló Edward Lacy Garbett, siguiendo la idea de Emerson (Rudimentary Architecture, Chap I, politeness in building) , en 1850:, consideraba la politeness de la arquitectura como la nota definitiva de la arquitectura.

"A building devoid of architecture displeases all who see it, -all whose share of heavens's light is intercepted, -whose view of the fair earth is bounded by it; because they see and feel its benefits its owner at their expense: -they have not been thought of in the design; it is all for self, without appearing to care whether they are incommoded or not, or to know that there are eyes without as well as within. It is this crude, selfish rudeness which requires to be softened down by a politeness either natural or acquired; and this politeness we term Architecture." 124.

La idea permearía lentamente en el diseño urbanístico, considerándolo como "Civic Art", arte cívico, en su doble sentido de arte municipal, que concierne a toda la ciudad, y arte correcto que busca resultados agradables 125. Y se identificó específicamente con la arquitectura clásica, en el momento en que esta tradición se veía amenazada, a principios del siglo XX. He mencionado antes a Reginald Blomfield, Geoffrey Scott, y Trystan Edwards; hay muchos más autores.

Edwards me parece especialmente significativo : en 1924, publicó un libro titulado, tan característicamente, Good & bad manners in architecture. Se trata de un ensayo, lleno de sentido común, aunque sin aparato metodológico, donde utiliza las expresiones de Emerson y Garbett, sin citarlos. Allí declara su deseo de "definir los principios de las maneras de urbanidad e incorporarlos como un elemento esencial de la teoría de la arquitectura" 126. La conciencia cortés sobre la arquitectura urbana había permitido crear las amables ciudades anteriores al urbanismo radical, donde, cuando se hacían las cosas bien, se lograba en las calles, en palabras de Edwards, "una amigable contigüidad, que expresaría en esa su mutua relación los más sutiles y nobles conceptos del diseño cívico" 127. El ambiente fue tan propicio a esta idea que, incluso los arquitectos ingleses más avanzados, reconocerían que los edificios representativos necesitaban vestirse de gala para salir a la calle, según las "buenas maneras urbanas" 128.

courtesy in architecture

A veces se acusa a las formas de la cortesía de falta de naturalidad y de elitismo 129. Y la misma acusación pesa sobre las exigencias numerosas que comporta el diseño clásico. Sin embargo, como se ha advertido de varios modos, las exigencias del canon propio de la arquitectura clásica, permiten equilibrar "las particularidades que poseen los empeños artísticos individuales, con la más amplia obligación de hacer accesible cuanto corresponde al edificio, tanto visual, como física como intelectualmente, a la comunidad en su totalidad" 130. El edificio cortés se distingue precisamente porque cuenta con el espectador, y con los demás edificios; porque se presenta en su mejores atavíos, en la belleza que le corresponde; se esfuerza en manifestarle una cierta simpatía, y le evita lo desagradable, y lo abrumador.

En la inmensa mayoría de los edificios del mundo, hechos con otras maneras, se ha buscado que parezcan magníficos, y ricos, pero no necesariamente agradables; por eso los teóricos del XVIII y del XIX, al hablar de los templos egipcios o de las catedrales góticas, acuñaron el término "sublime". Sin embargo, a un edificio como Versailles, que es sede de un poder omnímodo y resulta grandioso, no le falta un toque amable : posee una belleza cortés. Es verdad que existen muchos edificios agradables, como los templos japoneses, que no son clásicos. Pretendo defender, simplemente, que la necesidad de buscar el agrado es una de las claves interpretativas más importantes de la arquitectura clásica; que los edificios clásicos resultaban especialmente agradables. Y, sin embargo, resultar agradable no es una condición que se recomiende siempre en la teoría de la arquitectura; ni se logra siempre en la práctica arquitectónica.

Como sucede con las demás formas de trato, para resultar agradable al espectador, hay que proponérselo, y contar después con los medios adecuados para lograrlo. La exigencia del agrado arquitectónico estaba vinculada a la cortesía; y quedó obsoleta, tanto por el triunfo de la arquitectura funcionalista, como por la pérdida de importancia de las formalidades en la vida social. Se puede asegurar que no pertenece a las condiciones de la arquitectura contemporánea. Al menos, así lo señalaba en 1946, Luis Moya, al pronunciar una conferencia sobre La arquitectura cortés. Luis Moya, el mejor de los epígonos del clasicismo en España, conocía el libro de Edwards, y, por su talante, se le podría incluir decididamente entre los defensores de una arquitectura de la urbanidad. Conocía y apreciaba las posibilidades de la arquitectura contemporánea, pero en esa conferencia, tras referirse a la "machine á habiter" de Le Corbusier, declaraba que "la gran revolución es también la crisis de la cortesía en arquitectura" 131.

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FIGURAS

  1. Rafael ante Julio II en. Lafon, Mary, Roma antigua y moderna
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NOTAS

98. ALBERTI, De re aedificatoria, VI, ii.

99. GUADET, Julien, Éléments et théorie de l'architecture, III, 6ª ed., Librairie de la Construction Moderne, Paris, 1930, 47.

100. PONS, Alain "Civilité-Urbanité" en MONTANDON, Alain, (dir.), Dictionnaire raisonné de la politesse, Op. Cit., 91-109. Del mismo autor, "Sur la notion de ‘civilité’" en MONTANDON, Alain (ed. lit.), Etiquette et politesse, Op. Cit., 19 y ss.

101. GOMBRICH, Ernst H., El sentido de orden, Op. Cit., 290-291.

102. SCAGLIONE, Aldo, Knights and courts : courtliness, chivalry, & courtesy from Ottonian Germany to the Italian Renaissance, University of California Press, Berkeley, 1991; ROMAGNOLI, Laura (ed.lit.), La ville et la cour : des bonnes et des mauvaises manieres, Fayard, Paris, 1995. OSSOLA, Carlo, Dal "Cortegiano" all' "Uomo di mondo" : storia di un libro e di un modello sociale, Einaudi, Torino, 1987.

103. BURKHARDT, Jacob, La cultura del renacimiento en Italia, Losada, Buenos Aires, 1944, 284-305, especialmente 284.

104. CROPER, Elizabeth, "Introduction" en AMES-LEWIS, Francis (ed.lit.) / ROGERS, Mary Ruth (ed.lit.), Concepts of beauty in Renaissance art, Ashgate, Aldershot, 1998, 1-11.

105. CICERÓN, De Oficiis, I, xxxix.

106. Por ejemplo, WEIL-GARRIS, Kathleen / D'AMICO, John F., The Renaissance cardinal's ideal palace : a chapter from Cortesi's de cardinalatu, American Academy in Rome, Roma, 1980.

107. CLARKE, Georgia, "La più e meglio lavorata opera", en CROOPER, Elizabeth (ed. lit.), Concepts of beauty in renaissance art, 106-123.

108.GOMBRICH, Ernst H., New light ond Old Masters : studies in the art of the renaissance IV, Phaidon, Oxford, 1986, 170.

109. PICARD, "Finalités et enjeux" en Les rituels du savoir-vivre, Op. Cit., 71-86.

110. MONTANDON, Alain, Politesse et savoir-viver, Anthropos, Paris, 1997, 47-49.

111. MONTANDON, Alain, Politesse, 47.

112. Por ejemplo, para Italia, los breves resúmenes de FLORESCU, Ileana "Gli spazi del quotidiano : la reggia" y FRANCHETTI PARDO, Vittorio, "Gli spazi del quotidiano : l’abitazione privata" en BERTELLI, Sergio / CRIFÓ, Giuliano, Rituale, cerimoniale etichetta, Bompiani, Milano, 1985, 85-109 y 111-126.

113. Varias colaboraciones en MONTANDON, Alain (dir.), Les espaces de la civilité, Editions Interuniversitaires, Mont-de-Marsan, 1995.

114. CARRÉ, Jacques, "Lieux de réception" y "Lieux de représentation" en MONTANDON, Alain (dir.), Dictionnaire raisonné de la politesse, Op. Cit., 751-779.

115. ALBERTI, VI, ii.

116. SERLIO, fin libro III.

117. LAUGIER, Marc-Antoine, Essai sur l’architecture (1755), Pierre Mardaga, Bruxelles, 1979, 222-224.

118.LAUGIER, Marc-Antoine, Essai sur l’architecture, Op. Cit., 227.

119. LAUGIER, Marc-Antoine, Essai sur l’architecture, Op. Cit., 231.

120. CAMUS DE MÉZIERES, Le génie de l'architecture, Op. Cit., 41-55. En cambio, BLONDEL, Cours d'architecture, IV, Op. Cit., 388 ss., lo toma como un género para edificios de recreo campestre.

121. LOYER, François, "L’ordre industriel" y "L’espace public" en Paris XIX siecle : l’inmueble et la rue, Hazan, Paris, 1994, 106-160 y 260-284, especialmente 129-130 y 261-263.

122. SITTE, Camilo, Construcción de ciudades según principios artísticos, Canosa, Barcelona, 1926.

123. EMERSON, Ralph Waldo, "Essay XII : Art" (1841), en Essays and lectures, Literary Classics of the U.S., New York, 1983, 413-440.

124. GARBETT, Edward Lacy, Rudimentary treatise on ... design in Architecture, London, 1850, en BLANC, Charles, Gramática de las artes del dibujo, Víctor Lerú, Buenos Aires, 1951, 69.

125. HEGEMANN, Werner / PEETS, Elbert, The American Vitrubius : an architects' handbook of civic art (1922), Princeton Architectural Press, New York, 1988; también véase, "What civic art is" en ROBINSON, Charles Mulford, Modern civic art or the city made beautiful (1904), Routledge, London, 1998, 24-36.

126. EDWARDS, A. Trystan, Good & bad manners in architecture (1924), Tiranti, London, 1944, ix.

127. EDWARDS, A. Trystan, Good & bad manners in architecture, ix.

128. ATKINSON, Robert / BAGENAL, Harold, Theory and elements of architecture I. 1, Benn, London, 1926, 8-9.

129. MIENSION-RIGAU, Éric, "La distinción en las élites" en DHOQUOIS, Regine (ed. lit), La cortesía : la virtud de las apariencias, Catedra, Madrid, 1993, 163-171; y el famoso análisis de BOURDIEU, Pierre, La distinción : criterios y bases sociales del gusto, Taurus, Madrid, 1998, 169-222.

130. RATTNER, Donald M., "Introduction" en NORMAND, Charles Pierre Joseph, Parallel of the classical orders of architecture, Acanthus Press, New York, 1998, XXXV.

131. MOYA BLANCO, Luis, La arquitectura cortés y otros escritos, COAM, Madrid, 1993.

 
Joaquin Lorda. CLASSICAL ARCHITECTURE

I. Sense of Order

4. Formality

4. 1. The Grand Manner
4. 2. Stately Architecture
4. 3. Typical, symbolical, beautiful form
4. 4. Good Manners in Architecture
  1. Rafel ante Julio II
 
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