4. 2. Stately Architecture

Toda arquitectura es representativa de su propietario, y contribuye de algún modo a su imagen social; esa imagen puede prepararse conscientemente, procurando que posea determinadas cualidades. La arquitectura clásica es un tratamiento arquitectónico específico para dignificar edificios importantes, componiendo en ellos una imagen positiva, como representación pública de un individuo o una corporación. A principios del siglo XX, los defensores de la arquitectura clásica, como Reginald Blomfield, Trystan Edwards y Geoffrey Scott 41, se esforzaron en hacer ver que el clasicismo no era un "estilo" o una moda arquitectónica, sino los modos occidentales para presentar en publico a los edificios importantes.

La noción de lo público y privado ha cambiado a lo largo de la historia 42, y los modos de dignificar han debido adaptarse a esos cambios. Resulta ilustrativo observar su evolución, desde este punto de vista, pero no es posible ofrecer más que un tosco resumen, con el ejemplo de la columnata, el ingrediente más efectivo de la Gran Manera : las columnatas han acompañado casi toda historia de la vida pública en la sociedad occidental; entendida esa "publicidad" de un modo amplio, la presentación solemne ante el público, o bien, la presentación ante el gran público, es decir, ante la gente importante, ante la gente que cuenta, ante las personas públicas.

La vida política del ciudadano griego (selecto : no pobre, no esclavo y no extranjero) se mostraba en toda su potencialidad en los espacios públicos; que estuvieron habitualmente enmarcados por columnatas. El templo -griego y romano- las tenía en su exterior, y en su interior, como sucedía en el Parthenon; y el ágora, lugar público por excelencia, se delimitaba con columnatas, lo mismo que otros lugares 43. Por eso aseguraba Sócrates, tras una brillante discusión, que "poco faltó para que las columnas del Liceo se pusieran a saludar a nuestros dos personajes con sus aplausos" 44.

Con el cambio de formas políticas, en el helenismo, los palacios reales, más que el ágora, se convirtieron en el centro de la actividad, y lucían fachadas con columnatas y patios con peristilos; lo mismo que sucedió luego con los romanos 45. La vida pública de los ciudadanos romanos fue progresivamente asumida por el aparato imperial; y los grandes conjuntos imperiales ya no se distinguían "por cientos de columnas, sino por tantas como requeriría el sostener los cielos, si Atlas se olvidara de esa tarea" 46. Sin embargo, creció la vida social; y, en las ciudades romanas, las columnatas enmarcarían las actividades de la vida común : Arrancaban desde la misma puerta de la ciudad, y formaban las calles porticadas y los foros; lo mismo que se introducirían en los espacios colectivos, a cubierto -las basílicas-, que presentarían, dentro y fuera, rangos de columnas 47 (fig 1).

Por contraste, la vida privada de los ciudadanos griegos y romanos tenía una presentación arquitectónica discreta. La calle que daba acceso a la vivienda privada no revestía importancia 48; en ella, la casa griega se presentaba como un muro cerrado, franqueable a través de una puerta sencilla 49; y la casa romana apenas se señalaba por una portada, que se abría muchas veces entre tiendas 50. Aunque no faltarían excepciones 51, sólo las grandes villas lucirían pórticos, a modo de verandas en fachada. Pero la columnata aparecía en los peristilos interiores de las viviendas importantes, e incluso en el adorno de algunas de sus habitaciones. La columnata del peristilo, más pequeña, más abierta y menos imponente que la pública, que se impuso con alguna resistencia en Roma 52, dignificaría los espacios de recepción, precisamente donde la casa privada participaba de lo público.

Se ha dicho que, durante la edad media, la iglesia fue un substitutivo de la vida pública 53. Y las basílicas cristianas estuvieron dotadas inicialmente de columnatas; (fig 2) pero se acuñaron nuevos elementos de dignificación : el más sobresaliente fue la bóveda, que expresaría los lugares más dignos; y luego el arco y las arquerías para dividir espacios, enriquecer muros y adornar ventanas

El descubrimiento de los pilares cruciformes en el románico 54, conjuntó los varios elementos creando lo que llamamos gótico, un sistema para dignificar interiores de templos. Esos elementos eran escasamente aplicables a la arquitectura civil, que contaba con el modelo de castillo feudal, y sus propios elementos distintivos : las torres y los almenados. Al principio, almenas y torres servían para una indudable y apremiante función práctica; pero, con el paso del tiempo, se convirtieron en símbolos, y símbolos muy ilustrativos 55 : las almenas funcionaban como la corona del edificio 56, que se asociaba inmediatamente a la fuerza y poder de los arreos guerreros (fig. 3).

Torres y almenas se comportaban como motivos heráldicos 57 : de una gran eficacia gráfica -claros y distintos-, señalaban la nobleza y, hasta cierto punto, la independencia del dueño 58. Se puede decir que, de hecho, torres y almenados eran motivos heráldicos, pues sus representaciones figuraban en los escudos. Muy tempranamente, las almenas se encuentran con frecuencia en iglesias, donde no siempre se justifican por razones defensivas 59; y, al fin de la edad media, almenas y garitones son una constante como terminación de muebles, objetos de todo tipo, rejas, y no faltan en los bordados.

Al crecer la vida urbana, y por tanto la vida pública, las nuevas élites ciudadanas necesitaban manifestar su función; y las residencias de patricios y palacios municipales adoptaron en un primer momento los elementos del castillo, logrando siluetas encrespadas, atractivas para edificios singulares, pero difícilmente digestibles en el entorno urbano 60. Las nuevas formas italianas -una moda y un movimiento en su comienzo 61-, triunfaron porque ofrecieron recursos de dignificación que poseían cualidades netamente urbanas, resultaban elegantes, civiles, humanistas : por eso se adoptaron y se han mantenido tanto tiempo. Entre los siglos XVI y XVIII, las residencias de los soberanos se conformaron progresivamente con columnatas, o más bien con medias columnas o pilastras, sobre zócalos, que expresan el piano nobile (fig. 4).

Las calles y plazas, escenario de la vida social, surgieron como suma de las contribuciones arquitectónicas de los ciudadanos; incluso en aquellos diseños unificados, como las plazas parisinas des Vosgues, du Dauphin, Vendome, y des Victoires, en los que tuvo algún papel la iniciativa real. En ellas, las sucesivas élites urbanas, desde los cortesanos de la Italia del XV a los burgueses parisinos del XIX, se esforzaron en manifestar su rango, con una arquitectura de representación que afectaba a las fachadas, en primer lugar; y luego a las zonas de recepción en el interior. Esas zonas, lo mismo que los edificios públicos (ayuntamientos, mercados, bolsas, teatros, museos, bibliotecas, etc.) que proliferaron durante el siglo XIX, se pueden considerar ampliaciones del escenario social, de las calles y plazas, y también acabaron conformándose, según su importancia, en fachadas e interiores con columnatas.

Las columnatas abiertas griegas habían expresado la vida política, y las romanas, la vida pública; las nuevas columnatas, ni abiertas ni trasponibles, hablaban principalmente de la vida social, con sus vertientes de publicidad e intimidad. Desde el siglo XVI al XIX, los diseñadores y sus patronos advirtieron que columnas y pilastras expresaban gradualmente la publicidad del edificio, que eran apropiadas para grandes ocasiones, y necesitaban escalas considerables. De modo, que, con el tiempo, se reservarían las columnas o pilastras enteras a los espacios de mayor publicidad : exteriores monumentales, interiores de iglesias, grandes salones, patios visitables, y a veces vestíbulos y escaleras; mientras que los espacios más pequeños, más privados o menos importantes, se dignificarían con versiones reducidas de los órdenes : como, por ejemplo, sin capitel rico o sin base 62 (fig. 5).

La columna desapareció progresivamente de los interiores no monumentales, siendo sustituida por empanelados moldurados, o por unas simples molduras de techo. La gradación en la "publicidad" de la vida, necesitaba modos para acompañar y dignificar las presentaciones sociales, en situaciones menos públicas. Merece la pena adentrarse un poco en esos espacios menos públicos. Ordinariamente, se suele explicar la evolución de la vivienda entre los siglos XII y XIX como un crecimiento de la intimidad, que cobra un ritmo creciente a partir del siglo XV, al multiplicarse, especificarse y separarse los espacios dedicados a la vida privada y a la pública 63. El espacio común inicial era indiferenciado y multifuncional 64; de él se segregarían las actividades que requerían privacidad, por discreción o pudor 65; y las que necesitaban silencio y quietud, para lograr propiamente intimidad 66.

No obstante, no se puede olvidar que los ámbitos característicos que surgieron de ese proceso, como la galería, el estudio, la biblioteca, el boudoir, incluso los dormitorios de gala, formaban parte habitualmente de la secuencia de habitaciones de recepción; y a esa publicidad se debió principalmente el que recibieran una importante formalización. La habitación más recóndita de los dueños (no de los criados) se vestiría de alguna manera 67; pues unas habitaciones privadas, bien instaladas, manifestaban rango social; y podrían "publicarse" al ser visitadas, aunque fuera por las más cercanas amistades. En la vivienda importante moderna (XVI-XIX) casi todo estaba preparado para "recibir" y "enseñar", hasta el punto de que, según aseguraba La Bruyére -con un poco de exageración-, resultaba inhabitable, y al final "todos esperan ver la casa, y nadie al dueño" 68. Se podría argumentar que el adorno proporcionaba también un goce a su usuario, y es verdad (fig. 6).

Pero hay una última razón, no menos importante. En la concepción de las sociedades que nos han precedido, la compostura de la habitación, lo mismo que la del atuendo o del cuerpo, estaba exigida por el respeto que el propietario se debería a sí mismo 69; un respeto que, a su vez, le era exigido por la misma presión social, que le exigiría respeto por los demás. Se suponía de un caballero conservaría su fachada social en las situaciones más extremas, como la que cuenta Kipling de un gentleman, que dirigía la explotación de unos inmensos bosques indios, alejados de toda civilización : "Gisborne había sabido mantener el respeto por sí mismo dentro de su aislamiento, y todas las noches se vestía de etiqueta para cenar; la blanca pechera almidonada producía un leve crujido al compás de la respiración" 70. El respeto de sí mismo de Gisborne exigiría también que el comedor se vistiera de etiqueta con algunos recursos del diseño clásico.

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FIGURAS

  1. Una visión del foro romano. Aunque exagerada, expresa bien la imponente grandeza del tratamiento arquitectónico. Walcot, William, Architectural water-colours & etchings.
  2. Coro de San Clemente en Roma. La iglesia, varias veces reconstruida, conserva las columnas antiguas como elementos ornamentales. Wey, Francis, Roma : descripción y recuerdos.
  3. Casa de Wittingau, siglo XV. A pesar de estar completamente abierta e indefensa, muestra su categoría con almenas y torres decorativas. Stiehl, Otto, Die romanische und die gotische Baukunst.
  4. Fachada oriental del Louvre. Luce su famosa columnata abierta, sobre podium y foso, que le da un porte verdaderamente regio. Clarac, De, Description historique et graphique du Louvre et des Tuileries.
  5. Salón del siglo XVIII. Su tamaño y uso principal recomiendan las pilastras, que estarían fuera de lugar en otro sitio. De un cuadro de Saint-Aubin, en Pougin, Arthur, Dictionnaire historique et pittoresque du Théatre et des arts qui s'y rattachent.
  6. Interior holandés del siglo XVIII. La habitación de un burgués rico está bien decorada con molduras revestimientos y muebles. De un cuadro de Houbraken en Pougin, Arthur, Dictionnaire historique et pittoresque du Théatre et des arts qui s'y rattachent.
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NOTAS

41. WATKIN, David, The rise of architectural history, Eastview Editions, Westfield, 1980, 115-134.

42. ARENDT, Hannah, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1993, 37-95; HABERMAS, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública : la transformación estructural de la vida pública, Gili, Barcelona, 1994, 41-64, especialmente 43-44; relacionado con el anterior; algunas de sus conclusiones están forzadas.

43. WYCHERLEY, Richard Ernest, How the Greeks built cities, Norton & Company, New York, 1976, 110.

44. PLATÓN, Eutidemo, o el discutidor, 302a-303b. Sócrates cree percibirlo tras una discusión con Eutidemo y Dionisodoro, tras hablar ellos.

45. NIELSEN, Inge, Hellenistic palaces, tradition and renewal, Aarhus University Press, Aarhus, 1994, 211-216.

46. STATIUS, Silvae IV, 2, líneas 18-31, en POLLITT, Jerome Jordan, The art of Rome : c.753 B.C.-A.D. 337. Sources and documents, University Press, Cambridge, 1983, 161.

47. SEGAL, Arthur, "Colonnaded streets", en From function to monument : urban landscapes of Roman Palestine, Syria and Provincia Arabia, Oxbow Books, Oxford, 1997, 5-54. MACDONALD, William, "Connective architecture" en The architecture of the roman empire, II, Yale University Press, New Haven, 1986, 32-66, 183-210.

48. RIDER, Bertha Carr, Ancient greek houses : their history and development from the neolithic period to the hellenistic age, Argonaut, Chicago, 1964, 212; OWENS, E. J., "Residencial districts" en BARTON, Ian M. (ed. lit.), Roman domestic buildings, University of Exeter Press, Exeter, 1996, 17-18.

49. RIDER, Bertha Carr, Ancient greek houses, Op. Cit., 215.

50. BROTHERS, A. J., "Urban housing" en BARTON, Ian M. (ed. lit.), Roman domestic buildings, Op. Cit., 34.

51. CICERÓN, De domo sua, Op. Cit., xxxvii, 100, xxxix, 103.

52. Las referencias son muy numerosas. Por ejemplo, PLINIO, Segundo, Cayo, Naturalis historiae, XXXVI, 113-115.

53. ARENDT, Hannah, La condición humana, Op. Cit., 45-46.

54. Véase CONANT, Kenneth John, Arquitectura carolingia y románica : 800-1200, Cátedra, Madrid, 1991, 151-488.

55. BARTHÉLEMY, Dominique, "Las instalaciones del espacio privado", en ARIÈS, Philippe / DUBY, Georges, Historia de la vida privada, IV : El individuo en la época feudal, Taurus, Madrid, 1989, 96-97 y 108-112.

56. Existe la tradición romana de coronas murales, que ha continuado desde entonces. La corona de Sancho IV de Castilla lleva torres castellanas, MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo, La España del siglo XIII : leída en imágenes, Real Academia de la Historia, Madrid, 1987, 40-41; la corona torreada debió ser una imagen habitual en festivales; de ahí el dibujo de MARTINI, Francesco di Giorgio, Trattati di architettura, ingegneria e arte militare, Edizioni Il Polifilo, Milano, 1967, f3, tav. 1.

57. FUMI CAMBI GADO, Francesca, "Stemmi ed emblemi nella decorazione degli edifici" en RESTUCCI, Amerigo (ed.lit.), L'architettura civile in Toscana : il Medioevo, Silvana, Milano, 1995, 401-441.

58. KEEN, Maurice, La caballería, Ariel, Barcelona, 1986, 169-173.

59. Catedral de Santiago (antes de las transformaciones del barroco), Catedral vieja de Salamanca, etc. Las almenas son muy comunes en Portugal.

60. UBERTI, "I palazzi pubblici" en RESTUCCI, L'architettura civile in Toscana, Op. Cit., 153-223.

61. GOMBRICH, Ernst, H., "The renaissance period or movement" en DICKENS, A. G. (ed. lit.), Background to the english renaissance, Londres 1974, 9-30.

62. LAUGIER, Marc-Antoine, Observations sur l'architecture (1755), Pierre Mardaga, Bruxelles, 1979, 110-118.

63. BARTHELÉMY, Dominique, "Las instalaciones del espacio privado", en ARIÈS, Philippe / DUBY, Georges, Historia de la vida privada, IV : El individuo en la época feudal, Taurus, Madrid, 1989, 93-118.

64. THOMPSON, Michael W., The medieval hall : the basis of secular domestic life, 600-1600 AD, Scolar Press, Aldershot, 1995.

65. Para defecación, GUERRAND, Roger-Henri, Les lieux : histoire des commodités, Découverte, Paris, 1985; para higiene : VIGARELLO, Georges, Le propre et le sale : l'hygiene du corps depuis le Moyen Age, Seuil, Paris, 1985, para vida conyugal, DIBIE, Pascal, Ethnologie de la chambre à coucher, Grasset, Paris, 1987.

66. Hablar, leer, rezar o practicar las aficiones, PARDAILHÉ-GALABRUN, Annik, La naissance de l’intime : 3000 foyers parisiens XVIIe-XVIIIe siecles, Presses Universitaires de France, Paris, 1988, 255-266, 402-450.

67. Por ejemplo : CAMUS DE MEZIÉRES, Nicolas, Le génie de l'architecture ou l'analogie de cet art avec nos sensations (1780), Minkoff Reprint, Geneve, 1972, 97-233. Especifica el carácter y mobiliario que han de tener todas las habitaciones hasta la "Seconde-femme-de-chambre".

68. LA BRUYÉRE, Jean de, Les caracteres, Garnier Freres, Paris, 1962, 397.

69. PICARD, Les rituels du savoir-vivre, Op. Cit., 72. La autora remite a LIPIANSKY, Edmond-Marc, Identité et comumnication, PUF, 1992, del que no he podido disponer.

70. KIPLING, Rudyard, "En el Ruhk", en Obras escogidas, Madrid, 1950, 909.

 
Joaquin Lorda. CLASSICAL ARCHITECTURE

I. Sense of Order

4. Formality

4. 1. The Grand Manner
4. 2. Stately Architecture
4. 3. Typical, symbolical, beautiful form
4. 4. Good Manners in Architecture
  1. Visión del foro romano
  2. Coro de San Clemente. Roma
  3. Casa de Wittingau, siglo XV
  4. Fachada oriental del Louvre. París
  5. Salón del siglo XVIII
  6. Interior holandés del siglo XVIII
 
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