6. 2. A powerful talisman

the opportunity to say something

Mi amigo, el escultor Faustino Aizkorbe, me pidió un texto que acompañara a la presentación de la escultura que le encargó la University of Purdue, por donación de la Purdue's Class 1952. Se trataba de una estela gigantesca, que quiso llamar una Columna en transformación, que se reduce a Transformation. No era el primer texto que me había pedido, y lo redacté con mucho gusto.

Me gustaría dejar constancia de que las fotografías de la escultura están tomadas de la página web de la Purdue University : Thomas K. Eismin Chairperson, University Visual Arts Committee, Purdue University. Aviation Technology

igualmente, la imagen del "Errolán-Arriya" (piedra de Roldán) está sacada de la Gran Enciclopedia Navarra y creo que corresponde a una acuarela de Iturralde y Suit. Las fotografías de arte románico son de archivo y las fotografías de Pamplona son mías.

Para esta ocasión, redacté lo que creía que sugeriría un monumento : cualquier monumento y, muy en especial, una columna. No se trataba propiamente de una columna clásica, pero se mantenía erguida, desafiante frente a las inclemencias que trataran de allanarla. Hice las concesiones indispensables, en la elección de ejemplos y citas, para que este texto se publicara originalmente en inglés. Es un poco florido, pero quizá presenta el tema con cierta amplitud.

“ONE RING TO BRING THEM”

La vida real teje sin cesar a nuestro alrededor una red de hábitos y rutinas que determinan nuestro presente, de un modo tan eficaz que a veces sentimos la necesidad de interrumpir, de romper. Freud y sus seguidores nos acostumbraron a pensar en términos de salidas y escapatorias, que van desde la diversión ordinaria y esperada, hasta la esquizofrenia.

La necesidad de evasión –una evasión razonable- está reconocida. Puede lograrse de muchos modos, y existen algunos establecidos, como la “literatura de evasión”. La expresión no tiene el mismo valor según los países, y a veces se refiere a un subgénero, que se considera de baja calidad : a la literatura fantástica. Quizá exista, no obstante, una perfecta continuidad entre obras clásicas como the Odysey y la reciente literatura del ocio, como The Lord of the Rings, The Neverending Story, 2001 : A Space Odysey, e incluso sus numerosas y peores secuelas. Algo puede quedar de Ulysses “the man of many turns” en Conan “The Barbarian”. Al menos, un historiador del arte percibe continuidad entre las metopas del Parthenon y las viñetas de Flash Gordon, Batman o Superman.

La eficacia de la evasión –y que la distingue de la esquizofrenia- procede de tomar conciencia de la cesión que hace nuestro raciocinio y experiencia para entrar en el mundo de la Fantasía. Comentó una vez Platón que el arte es “una especie de sueño para los que están despiertos”. Los lectores son conscientes de su irrealidad, pero no desean romper el embrujo : realizan, ahora en palabras Coleridge “a willing suspension of disbelief”. Quizá a los niños les es más fácil entrar en un mundo irreal (aunque sea con ayuda de un tornado, como Dorothy en Oz), pero el disfrute de un adulto es mayor, pues es consciente de su cesión, y de la habilidad que se despliega para invitarlo a ceder.

La literatura fantástica de todas las épocas nos ha acostumbrado a la idea de substancias, de objetos, que están dotados de capacidades extraordinarias. Es lo que llamamos un “talisman”. El término es bastante moderno, más que su sinónimo “amuleto”, y posee un aura de exotismo (the tales-man). Al aclimatarse en nuestra cultura casi ha perdido su relación con la religión. Walter Scott lo consagró como título de una de sus novelas más famosas; y el mismo título, The talisman, ha servido -y muy recientemente- para una docena de relatos de otros autores. En cualquier caso, se denomine talismán o no, muchos protagonistas normales de los relatos fantásticos –en todo lo demás, parecidos al lector- deben procurarse un objeto así cuando realmente se empeñan en conseguir sus ambiciosos e inalcanzables propósitos.

En realidad los talismanes actúan antes que nada sobre los lectores, pues ellos deben aceptar sus virtudes extraordinarias; y, cuando las admiten, rompen con la coherencia del pensamiento común, y sueñan despiertos. Para seguir a Superman, el lector ha de estar dispuesto a tragarse una dosis de “Kryptonita”, y para seguir a Dorothy, hay que colocarse los “Ruby Slippers”.

Por supuesto, cuando se plantean los problemas cotidianos de la vida nunca encontramos a mano un talismán para resolverlos. Los Ruby Slippers se conservan en el National Museum of American History, en The Smithsonian Institution y no son demasiado asequibles; y los demás zapatos (salvo los del Puts in boots) tienen escaso poder. En fin, ningún talismán sustituye un trabajo tenaz y bien hecho.

Sin embargo, a veces necesitamos talismanes para descansar de ese trabajo. La “Kryptonita” que ofrece el mercado suele ser de muy baja calidad. Pero existen relatos que son talismanes auténticos del mundo real. Con su ayuda, la persona menos imaginativa ingresa en el mundo de la Fantasía. Creo que The Lord of the Rings es un talismán muy bueno : quizás the one ring de este género que verdaderamente funciona.

“FACT, FACT, FACT”

“But you mustn’t fancy... You are never to fancy”. Aconseja el implacable Mr. Gradgrind en Hard Times : “Fact, fact, fact”.

Dickens dedicó mucho esfuerzo a denunciar la penosa vida de la clase trabajadora inglesa. Pero antes que nada, se consideraba un escritor, y creía que la imaginación era un derecho de todos, y por eso dedicó su vida intencionadamente a incitar la imaginación de sus lectores.

No es fácil distinguir netamente entre términos como fancy, fantasy and imagination. Dickens se refiere a cosas tan distintas como adivinar en la noche las figuras de las constelaciones, pintar flores, decir poesías, o asistir al espectáculo de un circo. Lo seguro es que en Coketown, la ciudad capitalista creada por gentes como Gradgrind, no hay nada de imagination, fancy, fantasy : era todo “fact, fact, fact”. En unos párrafos antológicos Dickens mostró la monotonía que, como consecuencia, rige (o tiraniza) sus calles, casas, habitantes y actividades. Desde luego, ni el mismo Dickens podría imaginar las Coketown prefabricadas, que levantarían después los sistemas comunistas. En esas ciudades, la rutina diaria se ha consolidado como una gruesa capa de polvo que acobarda la expresión de todas las cosas, haciéndolas grises y romas.

Sin embargo, incluso la más anodina Coketown sufre una lenta transformación conforme sus habitantes viven en ellas; se cuela un poquito de imaginación –se levanta un poco el polvo-, por mucho que intenten impedirlo gentes como Gradgrin. Para un ciudadano habitual, las calles y casas dejan de ser grises e iguales, y se colorean : porque conoce a los vecinos de ese lado, porque compra aquí, porque sabe qué asunto sucedió allá. Y lo importante es que esa coloratura afecta no solo a un individuo aislado, sino que, en alguna medida, se transmite a otros, y es asumida poco a poco por el grupo social.

Un indicio revelador del proceso de caracterización son los nombres que se dan, de modo espontáneo, a algunos lugares de cualquier ciudad. Todos conocemos el famoso “tridente” de Roma, las tres calles que surgen de la Piazza del Popolo. Una, que está junto al río, se denomina Via della Ripetta (la riberita); otra, Via del Corso (la carrera) porque ahí tenía lugar la famosa carrera de caballos anual; y la tercera se denomina Via del Babuino (el mono), por un animal que servía al parecer de insignia a un comercio. Las tres referencias son incongruentes, pero expresivas. El nombre aglutina a su vez otras referencias de todo género. El fenómeno afecta tanto a ciudades milenarias como a improvisados campos de refugiados. Calles y casas, lo mismo que los objetos singulares, quedan imbricados en una red de referencias.

Desde el crecimiento de la Semiótica, se ha difundido en las Humanidades una obsesión por significados explícitos e implícitos. Se nos dice : “significados, significados, significados” : no importan los hechos, edificios, objetos, imágenes : importa el significado. Sin embargo, además de significado –si es que lo adquieren- los objetos que comparten la vida humana se cargan con más intensidad de evocaciones imprecisas. Los distintos elementos que un viandante encuentra en la vía del Corso despiertan en él muchas sugerencias vagas. No se trata tanto de sensaciones arquitectónicas o espaciales, sino de otras tan vaporosas, que se resisten a ser expresadas con palabras : están como contenidas, en la mención y recuerdo de esas calles, las impregnan de aroma y sabor.

Son sensaciones del mismo género, por ejemplo, que el leve, difuso, pero confortante sentimiento de seguridad que experimentamos al comprobar el sabor tierno y olor acogedor del panecillo cotidiano. El panecillo es un símbolo importante en la cultura cristiana. Pero posee además un fuerte poder de evocación, de convocar sugerencias, que no es capaz de recoger ningún diccionario. Ahí cabe desde el inocente y familiar sentido al que se refiere el rótulo de Bread and Cheese Club, que fundó Fenimore Cooper, hasta el reivindicativo título de To make my bread, la novela del New South, de Grace Lumpkin.

Es difícil encontrar algo tan evocador como el pan común. Pero, como decía, incluso las casas y calles de Coketown adquieren la posibilidad de evocar, aunque no experimenten el menor cambio físico. ¿Cómo lo consiguen? : sencillamente, hablamos de ellas. En las conversaciones, como nos enseñó el sociólogo francés Gabriel Tarde, se crea la opinión pública, y se establecen asociaciones de ideas. Y lo que realmente distingue a las calles de Roma -tan sugerentes-, de las de Coketown es que hemos hablado mucho de ellas. Su aroma y sabor se debe a la charla informal de sucesivos peregrinos, curiosos, viajeros y turistas, que se ha vertido de cuando en cuando sobre un papel, y se ha multiplicado por la imprenta. Los rumores se posan sobre las cosas como si fueran copos de nieve : y conforman desde una levísima película hasta una gruesa corteza, que las transfigura bellamente. Los objetos cobran unas siluetas insospechadas y un intenso brillo : se convierten en metáforas. Este proceso se llama probablemente poesía.

El mundo de la Poesía es todavía más evasivo que el de la Fantasía. Se diferencia de él en que no supone una escapatoria del mundo real. Entrar en el mundo de la Poesía consiste en sacar el máximo partido de las cosas que nos rodean : desempolvarlas y verlas con afecto. Se precisa un poco de imaginación, y un poco de contemplación : contener la prisa, sacudir la rutina, concentrar la atención : un poco. Por fortuna, como sucede en el mundo de la Fantasía, existen talismanes para facilitar la visión poética de las cosas : unos elementos tan sugerentes que introducen en la existencia gris y roma una corriente refrescante de sentido y de belleza.

TALISMANs to recall poetic memories

Una de las personas que mejor captó esa necesidad fue el historiador Ernst Hans Gombrich; y sus ideas inspiran estos párrafos. Gombrich definía las artes precisamente como fuentes de metáfora. La música, la pintura, la escultura, proporcionan objetos maravillosos que aglutinan cada uno de ellos particulares sugerencias, que las convierten en metáforas únicas : la delicadeza poderosa de la Pieta, o el ambiguo distanciamiento de la Mona Lisa son proverbiales en nuestra cultura, y solo se encuentran plenamente allí. El mismo Gombrich, en el mejor libro que se haya escrito sobre ornamento, The Sense of Order, prevenía de las interpretaciones exageradas, y apuntaba que algunas formas arquitectónicas y ornamentales no tienen un significado propio, pero son tan atractivas que parecen atraerlos.

Es una idea interesante. No es fácil adivinar qué objeto actuará como talismán de la fantasía : la más vulgar lámpara de aceite (cuando esas lámparas eran absolutamente vulgares) podría esconder un poder insospechado. Los talismanes de la poesía se revelan con más facilidad. Aunque la más anodina casa de Coketown puede suscitar rumores, hay formas predispuestas a sugerirlos. A lo largo de la historia se han sucedido los descubrimientos, y contamos con un excelente catálogo de talismanes.

Una rápida ojeada nos llevaría desde lo alto de “The Pyramids” hasta los pies de “The Monument” en London. Probablemente, muchas otras ciudades, además de London, tienen The monument. Los monumentos poseen una especial capacidad de evocación. Se levantan para perpetuar el recuerdo de un acontecimiento o un personaje. Son talismanes de la memoria colectiva, con tal capacidad que sobreviven al recuerdo de ese personaje o acontecimiento, y se convierten en una Invitation to the Dance, una invitación a la pura evocación. La evocación es más poderosa que el significado explícito. Un poeta español, Gabriel Miró, dijo en varias ocasiones que “Nada atrae más que un lugar que recuerde una memoria, y nada importa menos que la memoria recordada”.

Desde “The Great Pyramid” (un nombre que significa el “panecillo”, porque a los antiguos historiadores griegos recordaba la figura de un pan, por cierto), la forma más inmediata para un monumento ha sido un hito, una estela, un obelisco, una torre : algo que se levanta sobre la tierra, y permanece como un guardián de los recuerdos. De una estela puede hablarse, efectivamente, como de un ser humano : está erguido y vigila. Por eso también, con tanta frecuencia "The monument" (y, desde luego, “The Monument”) es una columna. En todas las épocas históricas se han empleado columnas aisladas como monumentos, pero incluso cuando están juntas, sosteniendo edificios, las columnas añaden un porte monumental.

Precisamente, la tradición de la arquitectura occidental consiste en gran medida en la evolución de columnas primitivas hasta lograr formas que expresan majestad y voluntad de permanencia. Y la relación de la columna con el cuerpo humano fue señalada desde la Grecia Antigua : efectivamente, con frecuencia la columna es substituida por la representación de un hombre o de una mujer. Son equivalentes para algunos efectos : pero no iguales. El cuerpo humano es más que una columna (y la columna es más que un cuerpo humano).

Hasta el siglo XVIII, la tradición arquitectónica usó las formas aisladas, esbeltas, rotundas y regulares de las columnas clásicas, pero luego se descubrió que la capacidad de evocar se potenciaba cuando no se empleaban formas tan acabadas; cuando se dejaba algo a la imaginación. Las columnas arruinadas y rugosas, maltratadas por el tiempo, poseían más atractivo que las convencionales. La capacidad de evocación de las cosas se potencia con la indeterminación de su forma. Y los monumentos son más sugerentes cuando no se atan a un significado concreto, no se reducen a recordar un hecho, ni –hay que añadir- se conforman con las fórmulas fáciles de la geometría.

La ambigüedad de la forma suscita eficazmente evocaciones borrosas, sugerencias insospechadas : la ambigüedad de la forma convierte a los monumentos en metáforas intraducibles, no verbalizables : convierte a los hitos de la memoria colectiva en talismanes de la evocación poética.

THE PILLARS OF THE SMALL KINGDOM

Mi propósito sería presentar una columna nueva como lieux de la memoire, un lugar de la memoria de la Universidad de Purdue. Tiene la forma apropiada y se coloca en el lugar apropiado para convertirse en un talismán de evocación poética de la Universidad. Aunque necesitará algo de tiempo para que su presencia introduzca las suficientes fibras en las rutinas de profesores y alumnos. Por eso quisiera añadir una reververación, un eco sobre su origen. Desearía favorecer los murmullos, que serán el caldo de cultivo donde crecerán las referencias.

Porque el nuevo monumento procede de una tierra poblada de rumores milenarios : la que desde el siglo IX ha configurado el small kingdom of Navarre. A los navarros les gusta llamarlo con el enfático nombre de “The Old Kingdom”, pero es posible que se parezca más bien a “La Comarca” de Tolkien. Allí se han levantado repetidamente columnas y estelas conmemorativas, que han suscitado todo género de comentarios. Me gustaría recordar algunas. Varios cientos de ellas son del tercer milenio B. C. Su significado original se perdió mucho antes de que se pudiera dejar constancia de que se había perdido : no se sabía nada de ellas al tiempo de la conquista romana, al inicio de nuestra era; y esos extraños monumentos hicieron nacer incesantemente leyendas, algunas perfectamente absurdas y anacrónicas.

El menhir prehistórico de “Errolán-Arriya” (la piedra de Roland, en vascuence: fig 7), por ejemplo, se explicaba como la venganza de Roland, el supermán medieval que dirigía la retaguardia de Charlemagne, cuando fue destrozada en los desfiladeros de Roncesvalles. La memoria colectiva de los habitantes de Navarre había perpetuado su recuerdo a través canciones como la Chanson de Roland, o representaciones como las de una columna románica del palacete de Estella. Y decidieron imaginar que Roland habría arrojado esa enorme piedra desde lo alto de un monte, en un acceso de furia (habitual en él, según Orlando furioso). La piedra conservaría grabadas las huellas de sus uñas.

Las columnas clásicas que los pacíficos invasores romanos levantaron por todas partes presentaban las formas educadas y contenidas del clasicismo, y hablaban de civilización y orden. Debieron parecer casi relamidas a los adustos habitantes de la vieja Navarre. Les resultarían más familiares las extrañas estelas funerarias o las enormes piedras miliares, que señalaban las calzadas romanas. Su forma esbozada, y sus orgullosas inscripciones latinas, de remotos emperadores paganos, predisponían la imaginación. Y, al diluirse la vida urbana -tras la desaparición de la autoridad romana-, provocaron las explicaciones más inverosímiles. Las viejas columnas y mojones se aprovecharon una y otra vez, y conforme se desportillaban las pulidas aristas, y se mellaban las esmeradas labores ornamentales, ganaban en poder de evocación.

Estos restos progresivamente informes excitaron la imaginación de los constructores de la cripta de Leyre, poco después del año 1000, cuando la orden de Cluny se empezaba a hacerse cargo del ya viejo monasterio. La cripta servía para nivelar el suelo de la nave de la iglesia y nunca tuvo enterramientos. Los monjes tuvieron el capricho de colocar delgadas columnas en lugar de pilares macizos, y decidieron labrar sobre ellas unos tremendos capiteles, que se abren para recoger un peso aparentemente gigantesco (fig 8). Dotaron al conjunto de la forma idónea para convertirse rápidamente en algo casi mágico, con una capacidad de sugerencia que experimentan con particular fuerza sus actuales visitantes.

De esta libertad ganada a las convencionales columnas clásicas se aprovecharon también los claustros románicos de Saint Peter of “La Rúa” en Estella (fig 9). Las arcadas forman una hilera acompasada, como si recordaran a los clérigos que transitaron por ellas; y algunas columnas se enroscan, intentando adornar con un trino –un melisma- el canto gregoriano de la procesión.

Y no siempre se dispusieron en hilera. No muy lejos de allí, en una de las hospederías que mantenían los Cruzados en Navarre, las arquerías sobre columnas rodean una extraña iglesia octogonal. Sobre la iglesia existía una linterna que se encendía para guiar a los peregrinos del Camino de Santiago, y servía también de lámpara de muertos para las sepulturas que rodearían el conjunto. La iglesia hacía de estela y las columnas que la rodean velaban como caballeros guardianes. La estupenda conjunción de cruzados, y peregrinos, y sepulturas, y linternas, y arcos sobre columnas, haría nacer para el lugar el evocador nombre de Eunate; que en vascuence significa “cien puertas”, y dejaba paso a cualquier conjetura (fig 10).

Todavía la imaginación proveería a Navarre de nuevos hitos en la época gótica, cuando se construyó el más sutil de los claustros españoles en la catedral de Pamplona, su capital. Por ese tiempo, en todo el Small Kingdom se renovaron las murallas con esbeltas torres, se plantaron picotas en las plazas, cruceros en las entradas de las ciudades, y humilladeros en lugares cercanos. Todos ellos, al recibir las formas espigadas del gótico internacional, proporcionaban siluetas inconfundibles en el paisaje urbano y rural, y conjuraban fantasías medievales.

Los tiempos modernos trajeron más columnas y estelas que imitaban las romanas, pero se labraron con el comedimiento y la civilidad que podía esperarse. Quiero recordar algunas de Pamplona. Por ejemplo, las del ayuntamiento barroco (fig 11); pues rodeando esta fachada pasan fugazmente los toros del “encierro” de las fiestas de “San Fermín”, como en la Via del Corso pasaban los caballos. Están siempre vestidas de fiesta, para asistir a ese acontecimiento brutal y rural que dura unos pocos minutos al año. Quizá por ello, la forma de estas columnas es un poco vulgar; y quizá por ello inspiraron a Ernest Hemingway, que transfiguró la ciudad de Pamplona con su pluma mágica. En cambio, las delicadas fuentes que se colocaron poco después en las plazas, en forma de cipos y obeliscos, son tan elegantes, tan encantadoramente urbanas, que han sido incapaces de suscitar leyendas : solo han inspirado algunos sencillos cuentos locales.

Con todo, los navarros de fines del XVIII consideraron que no tenían columnas suficientes, y compusieron una enorme fachada clásica para la catedral gótica de Pamplona (fig 12). El Pantéon de Roma envidiaría la escala y severidad de estas columnas tremendas, que cumplen todos los cánones. Pudieron inspirar una cierta cantidad de odas majestuosas en poetas alemanes. Pero no tuvieron suerte y las visitó el francés Victor Hugo.

Victor Hugo es el mejor promotor y detector y difusor de sugerencias en edificios y objetos que haya existido nunca. Cuando viajó Pamplona, en 1843, hacía doce años que había publicado Notre Dame de Paris, y para entonces había descrito muchas torres y estelas antiguas, y muchas columnas, de un modo provocativamente evocador. Le gustaron las torres medievales de Pamplona; y le gustaron las fuentes barrocas, con su aspecto de obelisco, y las dibujó. Suspiró entre las columnas del claustro gótico; y, naturalmente, le parecieron abominables las columnas clásicas de la fachada de la catedral.

Las anotaciones de su viaje a Pamplona están entre lo más bonito que escribió sobre la capacidad de evocación que poseen edificios y objetos. “Jamás había visto esta ciudad y me parece que reconozco cada calle, cada casa, cada puerta.” Precisamente en esta ocasión, el objeto que mejor despertó su extraordinaria sensibilidad no fueron las torres, ni las columnas, ni las fuentes, ni los cruceros, sino una vieja puerta. Victor Hugo se sirvió de una puertecita como talismán para la evocación poética :

“Este postigo estaba desde hacía treinta años, sin que me lo figurara, en un rincón de mi pensamiento.

¡Qué misterio es el pasado¡ ¡Y qué verdad es que nos damos a nosotros mismos en los objetos que nos rodean! Los creemos inanimados y, no obstante, viven; viven con la vida misteriosa que nosotros les hemos dado!”

metamorphosis of A COLUMN

Desde luego, una abertura puede lograr la misma capacidad de evocación que un hito, que una estela, que una columna : y también puede ser “monumentalizada”. Pero nuestro discurso hablaba hasta ahora de columnas. Y, entonces, ¿puede concebirse algo tan contradictorio como una columna, que sea a la vez una entrada o una salida?

No puede concebirse una columna clásica, que está dominada por las convenciones, atada por su estrecha idea de respetable monumentalidad. Es necesario regresar –a freudian regression- a los estadios primitivos o avanzar a las vanguardias. O las dos cosas. Es necesario fundir en un solo molde la rudeza de los megalitos prehistóricos, el atrevimiento medieval, las melodiosas formas de Boccioni y los esperpentos de Duchamp.

En los territorios antiguos de Navarra y el País Vasco se ha desarrollado durante más de un siglo una tradición escultórica empeñada en recuperar raíces viejísimas, sin perder de vista los descubrimientos de las últimas décadas. Sus mejores autores -como Faustino Aizkorbe-, tienen la virtud de obrar de un modo a la vez contemporáneo y atemporal. Perpetúan un sentido artesanal del oficio, que ha sobrevivido en el fondo de los valles del Pirineo, desde que los visitaran los primeros soldados romanos hasta casi nuestros días. Veneran la naturaleza del material : de la piedra, de la madera, del hierro, del bronce; y saben otorgarle una forma austera y firme : sincera. Las piezas laten y respiran, con vida poderosa. No hay lugar para frivolidades : ni un movimiento pasajero, ni una insinuación ingeniosa. Las obras presentan una sólida monumentalidad, incluso cuando se labran en tamaños reducidos.

Además, el bronce despierta resonancias peculiares. El mineral ha sido extraido de las profundidades de la tierra y quizá podría narrar una pequeña y local Odyssey. Cada porción del material pudo ser una punta de flecha vascona, y luego una esculturilla votiva romana, unas monedas o un puñal medieval, un relicario, una verja presumida, y un cañón napoleónico (destino de una buena parte de los bronces españoles), antes de llegar al superior estadio de la escultura. Las leyes españolas del XIX preveían que se cedieran los cañones reventados para fundir monumentos. El bronce guarda memoria de los fuegos atroces y golpeteos despiadados de las sucesivas fraguas que marcan cada paso de esta metempsychosis.

Pues bien, en la última transformación, el metal fundido se ha moldeado con una depurada técnica, y sus superficies se han tratado con una mano fuerte y amable. La columna para la Universidad de Purdue que ha fundido Faustino Aizkorbe es una obra descomunal, épica. Su cuerpo de bronce recuerda muchas cosas viejas; pero el torso se levanta con energía dirigiéndose al futuro; y su capitel se abre hacia el cielo. Parece como si se propusiera una nueva transformación. Constituye una premonición de algo inexpresable, una promesa hecha con conciencia antigua y vigor juvenil. Con su gran escala, su impulso vertical, su sugestivo interior, su perfil cambiante, cumple con todos los requisitos para convertirse inmediatamente en un monumento (quizás en The monument).

Por fortuna, la University of Purdue no se parece nada a Coketown. Posee una vida propia, donde se cruzan muchas memorias -muchas referencias-, con una continua aspiración de transformación y de mejora. La forma esperanzadora de este nuevo personaje sintonizará con ella. Se integrará en las vistas habituales, se hará notar como fondo de idas y venidas, se colará en las conversaciones, se convertirá en un lugar común, y servirá, finalmente, como un augurio, como una metáfora del espíritu que guía la Universidad.

Pues este cíclope de bronce es un poderoso talismán no para huir al reino de la Fantasía, sino para mantener abiertas las rendijas que comunican con la Poesía. La “columna en transformación” favorecerá la mirada contemplativa, y ayudará a soñar despiertos en las cosas hermosas de la vida.

 
Joaquin Lorda. CLASSICAL ARCHITECTURE

I. Sense of Order

6. Expressiveness

6. 1. Memorial and Monument
6. 2. A powerful talisman
6. 3. Classical equilibrium
6. 4. The Petit Trianon
6. 5. The Reichskanzlei. Berlin
  1. Aizkorbe: Transformation
  2. Aizkorbe: Transformation

  3. Aizkorbe: Transformation
  4. Aizkorbe: Transformation

  5. Aizkorbe: Transformation

  6. Aizkorbe: Transformation
    -
    -
    -
    -
    -
    -
    -
    -

  7. Iturralde y Suit (?): Errolán-Arriya

  8. cripta de Leyre: siglo X

  9. claustro de San Pedro, Estella: siglo XII

  10. Eunate, iglesia de la Orden Militar: siglo XII

  11. Ayuntamiento de Pamplona: 1755
    -
  12. Fachada de la Catedral de Pamplona: 1783
 
top
Home Escuela de Arquitectura Home Universidad de Navarra