2. 1. A history for

Los hombres producimos ideas, instituciones, y objetos, que nos sobreviven, y condicionan la vida de quienes nos suceden. Esas ideas, constituciones y objetos son de una manera determinada, y en la mayor parte de los casos podrían haber sido de cualquier otra manera.

Sucede que los españoles comen un chocolate habitualmente más espeso que los mexicanos. Los monumentos españoles son distintos de los mexicanos. Pero también se parecen algo entre sí. No es posible deducir razonablemente el por qué del chocolate espeso, ni las coincidencias de los monumentos españoles y mexicanos; para explicarlo necesitamos reconstruir su trayectoria, necesitamos algunos datos.

A veces se habla de la Historia como la reunión de  todas las vivencias humanas: el conjunto de referencias que se conservan en todas las bibliotecas y archivos. Esa Historia no existe: las bibliotecas no saben. Solo saben las personas individuales. Y cualquiera de  nosotros no conoce la Historia, sino simplemente "historias", de algunas ideas, de algunas instituciones, de algunos objetos.

Se trata de componer "historias de" del chocolate, de la cocina mexicana, de la arquitectura española y mexicana entre los siglos XVI y XVIII. No es necesario saberlas todas: algunas de esas historias tienen  relación entre sí, y otras muy poco o nada. Algunas de esas  historias son más interesantes que otras: son más interesantes para nosotros.

Por eso, no sólo existen  "historias de", sino "historias para". La historia "de" (del chocolate)  es una historia "para": para unos lectores. Una historia del chocolate para niños es distinta de una historia del chocolate para gourmets, para economistas, o para investigadores de la nutrición. Aunque siempre se hable de chocolate.

Esta es una historia de la arquitectura clásica, española y mexicana (de algunas tradiciones arquitectónicas comunes en España y México, de la tradición común en Europa de la gran arqutiectura pública, "para" alumnos de arquitectura.

NARRAR UNA TRADICIÓN

Una historia es una "narración", algo que se cuenta: una sucesión de acontecimientos, cuya aparición, duración y cambio se explican razonablemente.

Propiamente solo puede hacerse historia de una tradición: de algo que se ha transmitido, que ha cambiado, y habitualmente ha crecido. Se podría pensar incluso que el principal cometido de una historia del chocolate es acumular experiencia, para conseguir un chocolate cada vez mejor.

El chocolate es un invento transmitido por los aztecas. Es posible hacer una historia del chocolate, de su difusión y cambios en tierras diferentes. Es posible una historia de la arquitectura de España y México, es decir de las tradiciones compartidas.

Lo mismo que sucede con el chocolate, hay muchas "Historias de la arquitectura": los monumentos más famosos, la distribución de viviendas, la ornamentación de  interiores; de la progresión de comodidades, la mejora de las técnicas constructivas. Son tradiciones distintas.

Se pretende una historia del diseño arquitectónico. Es una historia de los grandes diseños de edificios; y no de grandes edificios realmente construidos. Incluye los edificios construidos o no; y en alguna medida los objetos o los proyectos de objetos que se resuelven con formas arquitectónicas.

Diseñar un edificio y construirlo no es es como dibujar una acuarela: una tarea que se haga repentinamente, ni en solitario. El diseñador no domina el proceso; y durante la construcción el diseño se altera. En una historia del diseño no preocupan demasiado las vicisitudes de la edificación; ni  la supervivencia mineral del monumento ante las inclemencias del tiempo, o del hombre, que suelen ser peores. Interesan sólo los grandes éxitos del diseño, los grandes aciertos.

Una historia muy superficial

En las historias de la arquitectura o del arte de generaciones anteriores no era posible transmitir demasiadas imágenes, y se pretendía que el arte servía de mera ilustración para entender algo mayor o más profundo: era el reflejo, síntoma, epítome, síntesis de una sociedad, de una cultura, de una mentalidad, cuya revelación y comprensión eran el fin de todo el esfuerzo académico. Versailles era el reflejo del Rey Sol. Y se podía hablar largamente del palacio sin presentar una sola imagen: no era necesario.

Y por tanto, también, la tarea de explicar historia de la arquitectura a futuros arquitectos, en las escuelas de arquitectura, pasó de manos de los arquitectos a las de historiadores profesionales, que no poseían experiencia de diseñar, ni de construir, ni estaban acostumbrados a memorizar detalles y conjuntos (como si tuviesen que repetirlos): no era necesario.

En una época light, como la nuestra estas seguridades se han acabado. Ideas como: el renacimiento es el descubrimiento del hombre, el barroco es el descubimiento de la complejidad del Universo, son tan llamativas como fáciles de recordar, pero no dejan de ser una tontería. Podría hablarse de algo de ello en los reducidos ámbitos de la filosofía culta italiana (es un decir) de inicios del XVI o de la ciencia experimental alemana (es un decir) de fines del XVII. Pero no se pueden extrapolar a otros ámbitos, ni desde luego a los edificios; es estúpido pretender que colorean una etapa.

Hemos aprendido que una etapa es una división arbitraria europea, en la que cabe "todo", y por tanto no posee un contenido específico: es una etiqueta aplicable a "todo" lo que sucedió entre 1500 y 1600 (renacimiento) o entre 1600 y 1800 (barroco). Hemos aprendido algo extremadamente obvio, progresivamente desfigurado por algunos brillantes expertos en historia: "las cosas" no son complejas; son variadas: suceden muchísimas "cosas"; unas están relacionadas entre sí, otra no tanto, otras nada. Los diseños del palacio de Versailles pueden relacionarse algo con el uso del tenedor en la vajilla europea, menos con el chocolate, difícilmente con la filosofía alemana, a pesar de que Leibnitz estuvo varias veces con Louis XIV.

Es posible hacer una selección y en alguna medida un resúmen (si poseemos un criterio que nos permita distinguir qué es importante o menos importante): es posible relatar las formas desde los edificios hasta los tenedores, los rituales desde la ceremonia del Lever real a las recetas de cocina para un buen chocolate (que Louis XV, sucesor de Louis XIV preparaba él mismo, algunas veces), desde los sermones en Versailles de Bossuet a los temas de conversación de los pequeños salones (donde se murmuraba sobre el gusto del chocolate, del gusto por la decoración, y del gusto por la filosofía de Leibnitz), pero no es posible hacer una síntesis: no hay nada que sintetizar. No existe un núcleo al que se refieran todos los fenómentos, y del que supuestamente derivan.

Para entender la arquitectura de Versailles hay que conocer algo de las instituciones francesas de gobierno en el siglo XVII; apenas nada del chocolate, nada de Leibnitz. Es seguro que la forma expansiva de los jardines de Versailles no se relaciona con las teorías sobre el movimiento de Leibnitz; como era de preveer es más bien heredera de los diseños de jardines de Francia (e Italia) del siglo XVI.

En definitiva, en una asignatura de historia de la composición arquitectónica no hay mucho que "descubrir": no hay dónde profundizar o qué desvelar; lo más importante es descaradamente superficial: está a la vista (pero hay que percibirlo).

UNA HISTORIA exclusiva y EXCLUyente

1. Es preferible no integrar la historia de la arquitectura en la historia del arte

Es una tradición distinta, que tiene peculiaridades, que no pueden aplicarse a la historia de la figuración, a la pintura y a la escultura.

En cambio, responde a lo que llamamos "diseño", que comprende interiores, mobiliario y objetos; y por tanto también al ornamento. Por tanto, aquí no distinguimos entre arquitectura, diseño, artes decorativas y ornamentación; e incluso, no distinguimos, o mejor tratamos de mostrar la profunda relación entre el decoro de las costumbres y la decoración de los lugares.

2. Es inviable una historia de la arquitectura que abarque también la arquitectura contemporánea

Los dos modos más comunes son:

a) Presentar la arquitectura como el arte del espacio. En un relato así no hay lugar para los órdenes clásicos, para su empleo cuidadoso e imaginativo, ni para los distintos niveles de la ornamentación. Un ejemplo de este género de historia es la que compuso, con tanto éxito, Bruno Zevi, Saber ver la arquitectura, un libro deliberadamente polémico y -puede decirse hoy- desorientador. Bruno Zevi era un excelente escritor, pero había adoptado una postura beligerante al defender la arquitectura moderna. Esa actitud tenía sentido treinta años antes de su publicación, en la generación de los grandes iniciadores que lucharon por imponer una concepción renovadora de la arquitectura; pero resultaba una pose en una persona de la llamada "tercera generación". Y es bastante absurdo escribir una historia defendiendo cualquier cosa.

b) Recurrir a los invariantes de la arquitectura: una arquitectura atemporal. Las disposiciones radiales, los ritos, la cabaña, etc., véase: ALEXANDER, Christopher, El modo intemporal de construir y también El lenguaje de patrones, que contienen sugerencias de gran valor, pero que no alcanzan (ni pretenden) las tradiciones propias de la arquitectura occidental. También se podrían citar algunas obras de NORBERG-SCHULZ, Christian, Arquitectura occidental: La arquitectura como historia de formas significativas, y otros, muy atractivo y con muchas ideas felices, pero cuyo planteamiento no puede llevarse hasta el fondo, pues dejaría sin explicar la arquitectura occidental hasta el siglo XIX.

Los fundadores de la arquitectura contemporánea desearon y consiguieron plenamente una ruptura con la concepción de la arquitectura anterior. Por tanto, no se puede estudiar con los mismos presupuestos la arquitectura de los siglos XVI-XIX y la arquitectura del siglo XX. Las nociones de decoro y ornamento fueron esenciales en la tradición antigua. Su peso se ha disuelto; se ha evaporado por entero el repertorio ornamental, y la misma idea de organización que conllevaba.

una historia triunfal

Los historiadores, generalmente desde principios del siglo XX pero más acusadamente desde mediados de ese siglo, han intentado escribir una historia disitinta de la dejada por los historiadores anteriores: ya no valía la simple crónica, y menos todavía la crónica encargada por el poder, que justificaría y ensalzaría sus acciones.

Hemos olvidado la historia de los reyes y de las batallas, y hemos aprendido a escribir la historia del hombre común. Y está muy bien.

Pero una historia de la arquitectura -del diseño arquitectónico: de la composición- sigue siendo, según mi manera de ver, una historia de las batallas: de las grandes batallas; es más es una historia donde solo importan las grandes victorias; no es posible detenerse en las batallas perdidas.

Es una historia de los logros; no de todos los edificios grandes, menos todavía de los edificios pequeños; ni de los representativos de cada país. Intervienen solo los grandes proyectos; los edificios que se han construido generalmente con muchísimo dinero; y, finalmente, los edificios que han salido bien (el dinero y el tamaño son un requisito pero no una garantía).

 
Joaquin Lorda. CLASSICAL ARCHITECTURE

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2. Attitudes

2. 1. A history for
2. 2. Personal response
2. 3. An entire life
 
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