II Jornadas "Peirce en Argentina"
7-8 de septiembre del 2006

Las tres categorías peirceanas y los tres registros lacanianos.
La estructura triádica del acto de semiosis como nudo
de convergencia entre ambas teorizaciones


Oscar Zelis
oscarzelis@uolsinectis.com.ar
Gabriel Pulice
nbpulice@intramed.net.ar
Federico Manson
federicomanson@hotmail.com



Introducción

Ya no resulta novedoso establecer una comparación entre las categorías de Primeridad, Segundidad y Terceridad planteadas por C. S. Peirce y los registros Real, Simbólico e Imaginario establecidos por J. Lacan. En varios trabajos se han señalado similitudes entre ambas tríadas.

Es tentador, aunque no sea nuestro propósito aquí, mostrar hasta qué punto las categorías fundamentales de la semiótica vuelven a mezclarse, entran en resonancia con las del psicoanálisis extraídas del texto freudiano por Lacan: lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico (Peirce, 1987)1.

Hay entre los críticos coincidencia en marcar que ambas concepciones comparten la idea principal de una relación triádica genuina y de semejanzas parciales en sus componentes (Balat; 2000). Pero pese a esto, es preciso recordar y tener bien presente que ambas tríadas han sido concebidas con finalidades diferentes, y en la investigación de campos distintos. Peirce, en busca de esclarecer la estructura básica de los elementos que llegan a nuestra conciencia y las condiciones por las cuales el sujeto puede llegar a "conocer". Lacan, en busca de esclarecer la estructura de la clínica psicoanalítica en transferencia, de la palabra y del sujeto psíquico en dicho marco, y sus registros en sentido estricto, solo es lícito referirlos a dicho campo de experiencia.

Primeridad, Segundidad y Terceridad

Es en su investigación fenomenológica, o más precisamente, en su faneroscopía, que Peirce llegará a darle forma acabada a sus tres categorías. Su investigación parte del análisis del fenómeno tal como se nos presenta a la conciencia, y definirá:

Propongo emplear el término Faneron como nombre propio para denotar el contenido total de cualquier conciencia (...) la suma de todo lo que tenemos en la mente, de algún modo cualquiera, sin tener en cuenta su valor cognitivo (Peirce, 1905).

Peirce llega a la conclusión de que se pueden distinguir tres y solo tres elementos indescomponibles del faneron. Estos constituirán entonces las 3 categorías faneroscópicas: Primeridad, Segundidad y Terceridad.

La categoría lo Primero es la idea de aquello que es tal como es sin consideración a ninguna otra cosa, es decir, es la Cualidad de Sentimiento. La categoría lo Segundo es la idea de aquello que es tal como es en tanto que Segundo respecto de algún Primero, sin consideración a ninguna otra cosa, y en particular, sin consideración a ninguna Ley, aunque pueda ajustarse a una ley. Es decir, es la Reacción como elemento del Fenómeno. La categoría lo Tercero, es la idea de aquello que es tal como es en tanto que Tercero, o Medio, entre un Segundo y su Primero. Es decir, es la Representación como elemento del fenómeno (Peirce, 1978. CP 5.66-92).

En el año 1888 Peirce describía su tricotomía de la siguiente manera:

Primero es el comienzo, aquello que es fresco, original, espontáneo, libre. Segundo es aquello que está determinado, terminado, acabado, que es correlativo, objeto, necesitado, reacción. Tercero es el medio, lo que llega a ser, lo que se desarrolla, lo que se produce. (…) La terceridad genuina es donde, de los tres términos A, B, C, cada uno está relacionado con cada uno de los otros, pero con una relación que subsiste solamente en virtud de un tercer término, y cada uno tiene un carácter que le pertenece solamente en tanto que los otros realmente lo influencian.

En esta cita el planteo es eminentemente lógico (y como señalará Lacan más adelante, una Lógica de Relaciones) pero unos párrafos más adelante dará la conexión de esta lógica con los fenómenos de conciencia:

La conciencia tiene tres elementos: la conciencia Singular, la conciencia Dual y la conciencia Plural. La conciencia Singular o Simple es la conciencia tal como puede existir en un instante singular, la conciencia de todo lo que está inmediatamente presente (…) Esto es la Sensación pura que forma la urdimbre y la trama de la conciencia o en palabras de Kant, su materia. En esta clase de conciencia el sujeto y el objeto no son discriminados de ninguna manera, de hecho no hay discriminación, ni partes, ni análisis (…) Es precisamente la cualidad de lo inmediatamente presente, que fluye por nosotros continuamente, siempre aquí pero que nunca se detiene para ser examinada. (…) La conciencia dual es un sentido de otro, no presente, un sentido de golpear y de ser golpeado, de acción y de reacción recíproca, de energía. Esta es la clase de conciencia más despierta; enfrenta enérgicamente al objeto contra el sujeto (…) La fuerza implica resistencia y el poder, limitación. Hay siempre un opuesto, siempre un pero, siempre un segundo en la conciencia dual. (…) La conciencia Plural o sintética no es la mera sensación de lo que está inmediatamente presente, ni siquiera el mero sentido de carencia de algo, sino que es el darse cuenta del puente que une lo presente y lo ausente, de un Proceso como tal… (Peirce, 1888).

Hacia 1903, en "Principios de Filosofía", aborda el tema desde un análisis que podríamos denominar ontológico, y a partir de esta perspectiva llega a una conclusión que para algunos pudiera ser sorpresiva: en efecto, ubicará a la actualidad de un acontecer en el registro de la Segundidad, que como rebote llevará a situar de una manera más peculiar la categoría de Primeridad.

(...) La actualidad del acontecimiento parece estar en sus relaciones con el universo de existentes. (…) Tenemos un estado de conciencia de dos caras, de esfuerzo y de resistencia, que me parece llegar tolerablemente cerca de un sentido puro de actualidad. En general, pienso que tenemos aquí un modo de ser de una cosa que consiste en cómo es un segundo objeto. Lo llamo alteridad (secondness).

El análisis iniciado desde esta perspectiva lo llevará a plantear que la "Primeridad es el modo de ser que consiste en el ser del sujeto positivamente tal como es sin respecto a cualquier otra cosa. Esto puede ser solamente una posibilidad." O sea, la Primeridad pura podría existir solo como posibilidad. Luego agregará:

(...) naturalmente, atribuimos primeridad a los objetos visibles, externos; es decir: suponemos que tienen capacidades en ellos mismos que pudieron ser o no actualizadas (…) aunque no podemos conocer nada de tales posibilidades (excepto) en cuanto que son actualizadas.

Por último, para abordar la Terceridad toma el ejemplo de las predicciones, que son de naturaleza general, pero que intentan referirse a los hechos:

Decir que una predicción tiene una tendencia decidida a realizarse, es decir que los acontecimientos futuros están en cierta medida realmente gobernados por una ley. (…) Ese modo de ser que consiste (valga la palabra) en que hechos futuros de alteridad asuman un carácter general determinado lo llamo terceridad (Peirce, 1903).

En las "Lecciones de Harvard sobre el pragmatismo" (Lección II), el análisis faneroscópico parece llevar a Peirce a una conclusión que refutaría la tesis sobre el estado de posibilidad pura de la Primeridad:

Cuando algo está presente en la mente, ¿cuál es el carácter primerísimo y más simple que se advierte en ello, en cualquier caso, por poco elevado que sea el objeto? Ciertamente, su presencialidad. (…) La primera categoría, por lo tanto, es la Cualidad de Sentimiento, o sea, lo que es tal cual es positivamente y sin consideración a ninguna otra cosa (Peirce, 1978).

Imaginario, Simbólico y Real

Decíamos que el origen, la motivación que llevó a Lacan a plantear sus tres registros fue tratar de esclarecer lo que ocurre en la sesión psicoanalítica. Cómo es su estructura para que, utilizando solo la palabra, se desencadene el fenómeno de la transferencia y a partir de ella, los diferentes efectos subjetivos que se dan en la cura analítica. Hay todo un primer momento en lo obra de Lacan donde investiga los efectos imaginarios y, por ejemplo, situará la sugestión como un fenómeno que puede producirse en una psicoterapia si solo vemos a la transferencia desde el eje imaginario (Lacan, 1988). En la búsqueda de la estructura que sustenta la situación analítica el eje simbólico adquirirá toda su importancia hasta formalizar la transferencia desde el Sujeto Supuesto Saber, motor simbólico de la misma (Lacan,Proposición del 9 de octubre de 1967, 1981). El análisis de la presencia del analista y su efecto en el sujeto, al situarse como semblante del objeto a, del objeto causa del deseo, llevará a "observar" la transferencia desde el registro de lo real. Aclaremos nuevamente aquí que el real del que se trata es el real del sujeto que se analiza, y que en la cura transfiere a la figura del analista.

En referencia al registro imaginario, podemos señalar varios aspectos aparentemente diferentes que lo constituyen tal y como lo trabaja Lacan. Por un lado, todo lo que para el psiquismo, para la subjetividad, es del orden de la imagen, no solo de lo visual, sino también de las imágenes auditivas y táctiles, de la imagen en sentido de forma completa, que tiende a ser reconocida o subrogada a una imagen ya instituida. Los desarrollos de la Teoría de la Gestald se centran en el estudio del registro imaginario en el psiquismo humano, pero también se encuentra en el mundo animal, en los estudios etológicos, como cuando se describen los efectos que la imagen tiene en distintas especies animales para la reproducción, para su defensa, etc. El segundo sesgo que comparta el registro imaginario es el de las llamadas "relaciones duales". La intersubjetividad planteada en una lógica binaria, el sujeto y el otro, sin mediación, donde entonces aparece la rivalidad, incluso hasta "la lucha a muerte", siguiendo en esto último los desarrollos hegelianos. Está articulado a partir de la teorización del "Estadio del Espejo" (Lacan, 1985). El niño pequeño logra su unificación corporal solo a través de la imagen del otro. Es la imagen la que le dará una consistencia al yo; aquí pueden situarse los fenómenos enmarcados en el concepto de narcisismo. En esta etapa del desarrollo subjetivo, el otro semejante es un potencial rival. Este estadio es superado por el advenimiento de una legalidad, que instaura una "terceridad", una mediación entre el sujeto y los otros, pero entonces ya entramos en el registro Simbolico. En efecto, solo gracias a la Terceridad el sujeto puede diferenciarse y concebir una existencia independiente del otro. Finalmente, el registro imaginario, a nivel de la palabra, se sitúa en el significado, cuando la palabra queda agotada en un significado determinado, perdiendo su dimensión significante, o cuando todo queda "comprendido" en un saber-sabido. Lo imaginario ha sido trabajado desde el psicoanálisis muchas veces desde su función de ocultamiento, ya que pertenecen a su ámbito la ilusión de completud, de unidad, de saber acabado, con el cual el sujeto hablante enmascara, oculta, tapona su falta constitutiva. Pero por otro lado tiene una función vital para el sujeto ya que es fundador del yo, le otorga su consistencia, le da cuerpo al sujeto y su posibilidad de vinculación con otros.

En relación a las etapas de subjetivación, destacábamos que lo Simbólico es lo que viene a poner límites al registro Imaginario, a las relaciones planteadas como duales, para instalar la terceridad, esto es, la mediación o la legalidad. Desde el punto de vista estructural, lo simbólico es la matriz de relaciones y de legalidades que determinará al sujeto. El sujeto viene a ocupar un lugar dentro de su familia, dentro de los deseos de sus padres o subrogados aún antes de nacer. Esta localización topológica pertenece al registro simbólico, y producirá a partir de ahí múltiples efectos imaginarios (Lacan, 1985; 445-6). La otra sobre-determinación simbólica tomada por el psicoanálisis es el lenguaje, que como estructura significante pre-establecida, atravesará al ser viviente por medio del Otro que lo introducirá como sujeto del habla y lo marcará con la intromisión del significante en su cuerpo, y desde entonces, trastocará y llevará el orden de la necesidad a la órbita de la Demanda articulada en significantes. Apoyándose en los desarrollos de F. de Saussure, Lacan identificará casi completamente al registro simbólico con el nivel del significante y al significado lo adscribirá al registro de lo imaginario.

Finalmente, ¿qué podemos decir sobre lo Real? La mejor definición de real sería quizás decir que es aquello que resta de lo imaginario y lo simbólico. Pertenece al registro de lo real el objeto perdido de la satisfacción inicial; "la cosa" o Das Ding freudiana; el hecho traumático no tramitado; lo psíquico no ligado… Otras veces Lacan lo caracteriza como "lo que vuelve siempre al mismo lugar"; "lo imposible"; "lo no simbolizado"; el objeto a. En la última parte de este trabajo volveremos sobre la articulación de lo Real con los otros dos registros, ya que los tres registros no pueden considerarse como elementos aislados, sino que siempre están en interrelación. Esto se hará completamente evidente en la última formalización con el llamado nudo borromeo donde los tres son figurados como redondeles de cuerda que se anudan de tal modo que al romperse uno de ellos, deja libre a los otros dos, cualquiera sea el redondel que se corte. Del mismo modo, cada uno de los registros es el encargado de poner límites y estabilizar a los otros. La estructura subjetiva deviene del anudamiento de ellos tres.

Similitudes y diferencias

Una primera tentación es hacer una equivalencia entre el registro real y la primeridad peirciana. En este punto, reiteramos la aclaración de que el real lacaniano se refiere específicamente al real en juego en la sesión analítica. Para poder extrapolarlo del "consultorio" habrá que situarlo como aquello que resta a la operación de simbolización, que está fuera del universo de representaciones que disponemos. Veíamos que la primeridad a veces parece algo intangible, como también lo real lacaniano. Sin embargo, Peirce plantea también a la primeridad en forma positiva, como cuando la situaba como Sensación pura, o como Cualidad de Sentimiento. Lo real tampoco es intangible, al contrario, produce siempre efectos, solo que mientras se mantiene en su categoría, no sabemos nade de él, no tenemos palabras para él. Solo tenemos noticias "indicialdes" sobre el mismo o, peirceanamente hablando, nos anoticiamos de lo real por la segundidad, en la forma de "aquello que reacciona", como Peirce definía lo singular. En otro trabajo hemos situado que esto era un índice de lo real del sujeto. Lo real comparte con la primeridad el no ser determinado, el estar fuera de una legalidad.

¿Lo imaginario se asemeja a la segundidad? Aquí notamos mayores diferencias. Por un lado, la segundidad nos acerca a ese aspecto de lo imaginario que situábamos en las relaciones duales, caracterizadas por no estar mediadas ni adscriptas a una legalidad. Lo imaginario sin embargo, se interna sin permiso en la terceridad, en las distintas formas que una imagen puede representar a algo (por ejemplo, en los signos icónicos), y en los significados que "explican" y que anulan el lado significante de una palabra o un signo cualquiera.

La terceridad, por un lado incluye, como decíamos recién, objetos del registro imaginario, y también incluye objetos del registro simbólico. Los significantes son por excelencia material de la terceridad y, como señalábamos en el punto anterior, una de las funciones fundamentales de lo simbólico es la mediación por medio de la terceridad.

Pero ahora que ya estamos inmersos en la investigación, nos empezamos a percatar que este estudio comparativo puede tomar un sesgo más preciso y productivo, si buscamos un punto en común entre ambos campos de investigación. Y la posibilidad de llegar a dicha intersección es proseguir avanzando: con Peirce, en la continuidad de las categorías a su aplicación al signo; y con Lacan, de la descripción de los registros a su anudamiento en la estructura subjetiva.

La estructura triádica del acto de semiosis como nudo de convergencia conceptual entre ambas teorizaciones

Lacan y Peirce coinciden en afirmar (Zelis, 2004) que el ser humano está atravesado por el lenguaje, que él mismo también es un signo y que "vive" inmerso en la semiosis. Si partimos de aquí, entonces la representación de la estructura subjetiva debería mostrar esta articulación con el signo. En un trabajo anterior ya vimos como Lacan mismo planteaba la equivalencia entre el "triángulo semiótico peirceano" como él lo denominó, y su esquema del acto analítico (Zelis, 2004). Ahora, si al signo lo presentamos no como "triángulo" sino como nudo entre el Representamen, el Objeto y el Interpretante, ahí sí, podemos plantear una equivalencia con el entrelazamiento de los 3 registros lacanianos en el nudo borromeo de RSI en tanto esquema de la estructura subjetiva. Tenemos en ambos casos un anudamiento triádico genuino, que nos lleva a pensar el acto de semiosis como equivalente a la emergencia de la subjetividad2. La concordancia lógica de ambos planteos es explicitada por Lacan en el Seminario 233:

Todo objeto, salvo el objeto por mí llamado a, que es un absoluto, todo objeto se sostiene en una relación (...) Un llamado Charles Sanders Peirce ha construido al respecto su lógica, la de él, que, por el hecho del acento que pone sobre la relación, lo lleva a hacer una lógica trinitaria. Es completamente la misma vía que yo sigo, salvo que yo llamo a las cosas de las que se trata por su nombre -simbólico, imaginario y real, en el buen orden... (Lacan, 1976; 76).

Aplicación de las categorías faneroscópicas al caso clínico

Llega un paciente a un consultorio, se queja de su dolencia o padecimiento – un sufrimiento singular - . No sabe porqué le pasa o siente "eso4"displacentero. Eso que siente puede ser un sentimiento de sufrimiento, un dolor que irrumpe como sensación, o puede ser una compulsión, una acción no premeditada ni pensada pero que le sale impulsivamente. Desde esta perspectiva, podemos considerarlo una primeridad para el sujeto. Ante este sin-sentido inicial, el analista hará una primera operación. Consiste en plantear:

- "Eso que siente es por algo"-. O, en términos semiológicos: "eso" es un síntoma, un efecto, reacción de algo. Se instaura así el espacio para darle a "eso" un estatuto de segundidad, ya que se instala la idea de causa-efecto hipotética.

Este movimiento de ningún modo es privativo del psicoanalista, sino que pertenece a la intervención de la clínica médica en general, como cuando ante un paciente con un padecimiento corporal, se diagnostica que se trata de un síntoma que tiene una causa física o fisiológica (mecánica, química, etc.). Pero la operación médica se queda en este nivel de segundidad en la consideración del síntoma patológico. Hay una causa física, material, que produce la dolencia (por ejemplo, ante un dolor de garganta, se diagnostica una "angina" causada por la bacteria de nombre tal... o ante un dolor de estomago, se ubica que se debe a una úlcera... etc.).

Ahora bien, la especificidad de la intervención del psicólogo o del psicoanalista es que hará una operación más, al plantear, al enunciar, que el síntoma del que se trata no tiene una causalidad dual, del tipo acción-reacción, mecánica, sino que pertenece a una nueva categoría. Ese síntoma no es reacción de..., sino que está en lugar de otra cosa. O sea, instala la posibilidad de una terceridad genuina; instala una causa semiótica, y a estas alturas, podemos agregar, una causalidad propia de la subjetividad. A partir de aquí, la operación diferencial del analista consistirá en considerar que el síntoma está en lugar de un real para el sujeto. Real que en el primer momento, al llegar como padecer, es un real no anudado, y de esa manera jugaba como primeridad. Sin embargo, hasta que no opere el acto psicoanalítico, ese síntoma no logrará acceder, entrar como terceridad para dicho sujeto.

Llegar a instalar el síntoma como terceridad es poder anudar ese real con los otros dos registros, imaginario y simbólico. El anudamiento de los tres registros es vital para el sujeto, ya que anudados, cada uno hace resistencia y límite a los otros, lo que permite entre otras cosas el acotamiento de los goces en juego.

Tomando el diagrama del signo, podemos leer lo acontecido diciendo que el analista instala al padecimiento como el representamen de una potencial estructura sígnica. Al recortarlo y pedirle asociaciones al sujeto, lleva al síntoma a la categoría de significante; con la interpretación y las ocurrencias del analizante, entra en cadena con otros significantes (interpretantes). Estas cadenas significantes van delineando o apuntando a un objeto, al real en cuestión, que antes no estaba ligado a las cadenas significantes. Ahora, al darle un sentido a su síntoma, se anuda lo imaginario y lo simbólico:

El sentido resulta de un campo entre lo imaginario y lo simbólico. Y si pensamos que no hay Otro del Otro, al menos no goce del Otro del Otro, es preciso que hagamos una sutura, un empalme entre lo imaginario y lo simbólico, el saber inconsciente. Todo esto para obtener un sentido - lo que es el objeto de la respuesta del analista a lo expuesto por el analizante a todo lo largo de su síntoma. Cuando nosotros hacemos este empalme, al mismo tiempo hacemos otro, enseñamos al analizante a hacer empalme entre su síntoma y lo real parásito del goce. Esto es lo que caracteriza nuestra operación (Lacan, 1976).

Sin embargo, si el sujeto le asigna a su síntoma un significado definido, si lo transforma en un signo cerrado, completo, se clausura ahí la vía hacia el inconsciente. Predominaría entonces el efecto imaginario de saber cerrado, cumpliendo en realidad una función de obturación, de desconexión con el real del que se trata. Por eso es importante tener presente la distinción entre sentido y significado. El sentido lo hemos ubicado en la intersección de lo imaginario con lo simbólico; al significado, podemos ubicarlo en el registro imaginario. Para romper la solidificación imaginaria del síntoma hay que hacerlo entrar en conexión con el registro simbólico, esto es, transformarlo en significante, para que abra la cadena de sus interpretantes.

¿Qué es el sentido? En la práctica analítica, es con el sentido que operamos. Pero por otro lado, ustedes no operan más que para reducirlo, puesto que es con el equívoco que siempre operan (...) el equívoco no es el sentido. El equívoco es fundamental en lo simbólico, o sea en eso de lo que se soporta el inconsciente tal como yo lo estructuro (Lacan, 1975).

Y un avance en pos de la dilucidación del párrafo anterior lo encontramos más adelante:

(...) el efecto de sentido exigible del discurso analítico no es imaginario. Tampoco es simbólico. Es preciso que sea real (Lacan, 1975).

Sobre las Leyes de la Subjetividad

Hemos apuntado que la operación psicoanalítica implica hacer entrar al síntoma en una legalidad particular, la legalidad semiótica, y que esta no es, por ejemplo, la legalidad de la física, ni de la mecánica, ni siquiera de la energética a la que Freud en algunos pasajes intentó acercarse o postular alguna analogía para la comprensión de los procesos psíquicos. Esto es señalado por Lacan:

La energética no es otra cosa que la manipulación de un cierto número de números. Freud refiriéndose a la ciencia tal como se la concebía en su tiempo, sólo hacía con ella una metáfora (...) la idea de una constante, por ejemplo, ligando el estimulo a la respuesta, es completamente insostenible. También la idea de una energética psíquica, no la ha fundado verdaderamente jamás.

Y situará como más pertinente la metáfora de la cadena borromea, afirmando que con ella ha podido llegar a enunciar bajo la forma de una escritura lo real en cuestión. También Lacan criticará la idea de apoyarse en un sustrato neurológico. En efecto, comentando el "Proyecto de una psicología para neurólogos", de Freud, se pregunta:

(...) él (Freud) suponía que unas cosas se imprimían en el sistema nervioso. ¿Porqué proveerlas de letras? No hay ninguna razón para que una impresión se figure como una letra. Hay un mundo entre una letra y un símbolo fonológico (...) (Lacan, 1976).

Es que Lacan plantea con énfasis que la legalidad, las leyes de los fenómenos psíquicos, de la vida psíquica y en particular de los movimientos y operaciones que se dan en un psicoanálisis, no pueden remitirse a las leyes de otros campos - como la física, la mecánica, la energética o la neurología- , sino a una legalidad particular que tiene mucho más que ver con lo que Peirce sitúa como la terceridad semiótica5, desde la vitalidad del acto de semiosis.

No sería suficiente decir que la conexión entre los términos es dinámica, ya que la fuerza solo subsiste entre pares de objetos; deberíamos mejor usar la palabra "vital" para expresar el modo de conexión, ya que donde quiera que hay vida, generación, crecimiento, desarrollo, ahí y solo ahí hay una terceridad genuina (Peirce, 1888).



BIBLIOGRAFÍA




Notas

1. François Peraldi: "Prólogo" al libro Obra Lógico-Semiótica; Editado por Armando Sercovich; primera antología de textos lógico-semióticos de Peirce realizada en español.

2. Y en este "concreto" del signo, sí podemos animarnos a efectuar equivalencias entre las dos tríadas: el objeto al que apunta en última instancia la intervención psicoanalítica, es lo real en juego; el representamen de ese objeto surgirá de la batería significante de incumbencia para el sujeto, o sea, del registro simbólico; por último, el interpretante, como efecto de significación, podría adscribirse al registro imaginario funcionando como tercer término que cierra el nudo.

3. Jaques Lacan: Seminario 23 (1975-1976): El Sinthoma. Inédito.

4. El "eso" nos convoca y hace resonancia con al menos dos cadenas temáticas: Por un lado nos remite al Ello, -que podríamos llamarlo la primeridad de la segunda tópica freudiana (que se completa con el Yo y el Super-yo)-, y de ahí a su famosa fórmula: "Donde Ello/Eso estaba, el Yo/Sujeto debe advenir". Por el otro, con el "it" o "eso" como Peirce denotaba a "Lo presente en general" en su "Nueva Lista de Categorías" (1867). Adriana Gallego, en su estudio sobre el tema, refiere: "A este concepto de 'lo presente en general' Peirce también lo llama 'It','eso', y señala que en lenguaje filosófico es expresado por la palabra 'sustancia' en uno de sus significados. Y a continuación, Peirce añade que 'antes de que se pueda llevar a cabo cualquier comparación o distinción en lo que está presente, primeramente lo que está presente ha de ser reconocido como tal, esto es, como 'It'..." (Gallego, 2004)

5. Queremos aclarar, que no se trata en psicoanálisis de postular una operatoria que llevaría a convertir toda primeridad o segundidad en terceridad. Por el contrario, este trabajo pone el acento en el enlace, en el nudo de las tres categorías de modo análogo a lo planteado para los tres registros lacanianos. Aquí un ejemplo clínico nos puede servir: se trata de un tratamiento ya avanzado en el tiempo. La analizante – una señora mayor- hacía varias sesiones que venía manifestando la imposibilidad que sentía de visitar a un hijo, a causa de un gran enojo y malestar con su nuera. Ese "enojo" la inhibía de poder acercarse a su ser querido, incluso aún después de haber comprendido intelectualmente que su actitud ya no encontraba justificación racional y que incluso la estaba perjudicando. Verificamos hasta aquí que el trabajo de reflexión racional había funcionado, ella había podido poner en palabras ese enojo, conceptualizarlo, hacerlo una terceridad; sin embargo, esa terceridad no era suficiente, no era eficiente, y la sujeto caía nuevamente en el enojo imaginario. Hizo falta que ella “transitara” un poco más su "imposibilidad" y que le ocurrieran algunos acontecimientos ligados a la temática, para que en un momento posterior viniera y manifestara: "Hice un 'clic', un cambio positivo...." (narra que pudo finalmente ir a visitar a su hijo y no sintió aquel enojo). Y enseguida agregar: "Esto se modifica recién cuando todo esto que analizamos, lo sentís, cuando sentís que es por ahí". Este ejemplo nos sirve para ver con claridad que no basta llevar un elemento a la categoría de terceridad; que la operación analítica no consiste solo en transformar primeridades en terceridades, sino que se hace patente el entrelazamiento de las tres instancias. En este caso, la paciente da testimonio de que a su convencimiento intelectual (terceridad) necesitó acoplarle un convencimiento afectivo (primeridad) para lograr una elaboración subjetiva plena.


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Fecha del documento: 14 de octubre 2006
Ultima actualización: 14 de octubre 2006

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