Eugenio d'Ors
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CANCIÓN DE MOCEDAD
«ALT HEIDELBERG»(1)
OBRA POÉTICA
 
  Heidelberg viejo, más joven que yo,
Tú eres como yo a los quince años.
Tú bondadoso, como yo inocente,    
¡Tan pedante, yo entonces! Tú, tan sabio.     
    Vell Heidelberg que ets més jove que jo!                  Tu ets com jo quan tenia quinze anys!
Tu ets bondadós tant com jo era innocent,
Tu ets erudit, tant com jo era pedant(2).
  Ya, Heidelberg, fui ganando malicias.     
Latina viveza, ya me ha marchitado.     
Nuestro Mediodía falla en primaveras,   
Tu Norte eterniza abriles y mayos.   
    Vell Heidelberg, ja he guanyat més malicia!
Vivor llatina m'ha tot mustigat.
Nostre Mitjorn no coneix primavera,
Vell Heidelberg, primavera constant(3).
  ¿Anégase el tiempo, en tu Neckar tranquilo?    
¿Luchas ignoras, agobios y cálculos?          
¡A tus hombres, cuán largamente guardan,
Las cervecerías y los seminarios!         
    El temps és mort en ton Neckar d'ensomni? L'aspror ignores de lluites i guanys?
Llargament saben retenir tos homes,
Cerveseria i Universitat(4).
  Y encuentran, en postmeridies calmosos,
Un infinito en libro o en vaso.                             
Y, lentamente, su ensueño persiguen,                   
El docto Windelband, Perkeo el borracho.          
   

I els troben tots, en les tardes calmoses,
Un infinit en el llibre o el vas.
I llargament persegueixen ses deries
El boig Perkeo i el doctor Elsenhans(5).

  Héle aquí al Príncipe, que estudia Farmacia.       
De una camarera se ha enamorado,                     
Cuando ella acude a servirles cerveza,             
Él no le suelta el delantal blanco.                         
    Vetaquí el princep que passa Farmacia.
D'una cambrera s'en és emprendat,
Si ella s'acosta a portar-li cervesa,
Ell la reté pel davantal blanc(6).
  Y le besa el peinado y los ojos,                           
Y ella a él le besa la mano,                                 
Que él es Príncipe y ella, sirvienta.                      
Y sabe amor ser protocolario.                             
    I li besa ells ulls i els cabells,
I ella a ell li besa la má,
Que ell és princep i ella sirventa.
Però amor troba sempre aon besar(7).
  Ante un gran busto del canciller Bismarck,           
De eterno amor juramento han cambiado.           
Por ahí cerca, pasaba el rector                            
Y, cortésmente, les ha saludado.                         
   

D'etern amor han canviat juraments,
Avui, de cara a un bust imperial.
Per aquells volts passava el rector,
Polidament, els ha saludat(8).

  Y yo también. Y les doy el adiós,                        
Con el bastón del camino en la mano.                 
Y del lugar que partía el camino,                        
Yo no sabía despegar mis pasos.                      
    I jo també. I els he dit l'adeu,
Amb el bastó dels camins a la má.
I d'aquell lloc que els camins es partien,

Jo no sabia arrencar-me i marxar(9).
  ¡Adiós! La luna se mira en el río                        
Y los estudiantes andan, ahí abajo,                     
Sus voces siento y las de las muchachas.             
Y, con un poco más, rompo en llanto.                 
    Adéu! La lluna s'espilla en el riu.
I hi ha en l'ombra del riu estudiants
Sento ses veus amb les veus de les noies.
Vell Heidelberg em faríes plorar(10).
  Yo, el infinito no miro, lo llevo.                            
Lejos me aguarda el deber, con el daño.             
Lejos, allí donde no hay primavera.                     
¡Heidelberg viejo, así tú, mis quince años!           
    Jo l'infinit cal que el porti i no el guaiti.
Allá tinc deure aon la gent me vol mal.
Allá tinc deure aon no hi ha primavera.

Vell Heidelberg, o cor meu dels quinze anys!
(11)
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(1) Publicado originalmente en catalán, como undécima de las «Glosas al Congreso de Filosofía de Heidelberg» (recogida en Xenius, Glosari, vol. III, MCMVIII, Barcelona, 1915, pp. 287-288); versión castellana publicada, con el título «Heidelberg», en Glosas. Páginas del Glosari de Xenius (1906-1917), Madrid, 1920, precedida de la siguiente nota: «Rhin arriba, camino de las tierras de Flandes, sube, de vuelta del convite de filósofos, el Glosador peregrino. Después de la orgía de pensamiento, al dejar los suaves paisajes de Alemania, muy dulce melancolía le llena el corazón. Siéntese, empero, muy solo; siéntese, empero, muy viejo. Los veinticinco años hallan demasiado lejana ya la adolescencia. Y he aquí que la antigua vena cancionera súbele del corazón a la boca —el traqueteo del tren es propicio a la inspiración de ritmos— y le dicta una canción. Una canción triste que dice así:», y reproducida, con el título «Viejo Heidelberg», y precedida de la nota: «Esta canción la escribió —la entonó casi— en 1908 un estudiante español maravillado», en Federico de Urrutia, Poemas. La Alemania eterna. Antología, Madrid, 1940, pp. 59-60; la versión recogida en Museo Secreto es una versión reelaborada.
(2) Heidelberg viejo, más joven que yo. —Eres como yo a los quince años. —Tú, bondadoso como yo inocente. —Como yo pedante, tú sabio Glosas (1920).
(3) Heidelberg viejo, ya gané en malicia. — Latina viveza me ha marchitado. —Heidelberg viejo, nuestro Mediodía —De primaveras no sabe el encanto Glosas (1920).
(4) ¿Murióse el tiempo en tu Neckar de ensueño? —¿De luchas y de ganancias no sabes? —Muy largamente a tus hombre retienen —Las cervecerías y las Facultades Glosas (1920).
(5)
Y encuentran todos en tardes calmosas —Un infinito en un vaso o un tomo. —Y largamente persiguen su tema —Pérkeo el bufón y Elsenhans, el docto Glosas (1920).
(6) He aquí el príncipe que estudia Farmacia. —De una camarera está enamorado. —Si ella se acerca a traerle cerveza —Préndela por el delantal blanco Glosas (1920).
(7)
Y le besa los ojos, las trenzas. —Y ella a él le besa la mano. —Príncipe es él, sirvienta es ella. —Y puede el amor ser jerárquico Glosas (1920).
(8) Esta mañana, ante un busto imperial, —Juramento de eterno amor cambiaron. —Pasó el rector entonces por allí, —Y al verles les ha saludado Glosas (1920).
(9) Y yo también, y les dije adiós, —Con el bastón de romero en la mano. —Y del lugar que partía el camino —Yo no sabía arrancar mis pasos Glosas (1920).
(10) ¡Adiós! La luna se mira en el río. —En la sombra del río hay estudiantes. —Oigo sus voces y las de las chicas. —Heidelberg viejo, si por tí llorase… Glosas (1920).
(11) No mirar el infinito debo yo, sino llevarlo conmigo. —Deber tengo donde las gentes no me aman. —Deber tengo donde no hay primavera. —¡Heidelberg viejo, mi corazón de quince años! Glosas (1920).

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Última actualización: 15 de enero de 2007