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Adiós, Reina castellana,
Adiós, me lleva el destino.
Si vuelvo, seré tan grande,
Que, para mirar mis ojos,
Levantarás tú los tuyos.
Pobre y oscuro nací,
Oscuro, en la luz de Córdoba;
Pero, de muy rica sangre
Y con este corazón
Que no me cabe en el pecho.
Potro entre potros, un día
En Córdoba me escogiste,
Tú me dabas en la grupa,
Como hacen reinas y damas,
La palmadita ligera.
Sentí la mano y salté,
Yo, favorito alazán,
Mi sangre hervía en tumulto,
Mis ojos cuajaban sangre
Y se erizaba mi crin.
Ahora el destino me lleva,
Caballo marino soy;
A la tierra infiel, no al sol.
Al sol de esa latitud
Donde me hierve la sangre.
Fiel al sol y fiel a tí.
Adiós, Reina castellana.
Si en Italia me hacen rey,
Corona pondré en la mano
A cuyo tocar, salté.
Caballo andaluz, salté.
Y no me declina el salto,
Rumbo a las estrellas voy,
Rumbo de que tú me mires
Con unos ojos de premio.
Mi sol se acuesta en el mar,
Yo no me acuesto con nadie,
Aquí estoy, junto a un volcán,
Junto a un volcán de Sicilia,
Con unos cientos de hidalgos
Y unos millares de pícaros.
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