DEFENSA DEL INGLÉS MODERNO


Charles S. Peirce (C. 1902)

Traducción castellana de Rocío Rodríguez-Tapia (2013)


Manuscript translation

III (28-32)

Ahora permítanos acercarnos al lado práctico de la cuestión y veamos cómo se ve desde ese punto de vista. A un tipógrafo se le paga demasiado por miles de emes una escasa suma por la que no está obligado a fijar la letra, ni tampoco a corregirla hasta que el editor confirme que "la copia es fiel al original". Las correcciones posteriores son trabajo y tiempo y un tipógrafo estaría avergonzado si no se lo tomara pausadamente, y por ello, estas correcciones pasan a ser poderosamente caras. Con diferencia es el editor el que las paga; pero si, como rara vez ocurre, se triplica o cuadruplica el coste de la redacción, es el autor el que asume el pago. Ya he dicho que el editor tiene que encargarse de que su contenido "sea una copia fiel del original"1. Pero, si no

 

pudo hacerlo a la tarifa que cobra, simplemente toma nota de cómo el autor ha escrito cada palabra. Esto tampoco es deseable, como no, para el autor con una ortografía mediocre. El tipógrafo lee una cláusula y luego procede a fijarla, deletreando cada palabra correctamente de acuerdo con el criterio adoptado por esa oficina. El autor, si es sabio, discretamente cederá porque, de otra forma, tendría una trifulca entre sus manos con una factura por el tiempo del trabajo en el caso de que se siga su idea.

Imaginemos que, ahora con estas circunstancias, se hubiese acordado que la ortografía debería ser fonética2. Aun y todo, no representaría a la pronunciación del autor sino la del editor, -un tipo de hombre diferente, tanto social como educativamente, una precisión impregnada en aceite frío con una capa fina y transparente de información variada.

 

Si permaneces a su lado, en la mesa donde se sienta verás un libro de griego abierto, su pluma saldrá automáticamente de su bolsillo y corregirá un acento, aunque él no conozca el significado de ninguna palabra de esa lengua. Probablemente nada podría ser más vergonzoso para el autor que la pronunciación de este hombre; pero para insistir por sí mismo, se tragará todos los beneficios de su libro. Además, él mismo tendrá que rectificar las correcciones, algo para lo que no tendrá tiempo, siendo un asunto para el que no está formado y que no haría bien. Por tanto es inevitable que cada oficina tenga su propia ortografía estándar, como ocurre ahora; y aunque eso ha podido tolerarse desde el principio, dejaría de hacerlo en una o dos generaciones, mucho después de que los volúmenes estén desgastados como ahora. Estas consideraciones se hacen patentes a todo aquel en conexión con

 

el negocio de la tipografía; así que su decisiva influencia sobre esas personas influirá por completo ante tal idea.

La Asociación Filológica propuso su lista de nuevas palabras "para adopción general". Me pregunto lo que esos sabios querían decir con eso. El público general no tiene nada que ver con la "adopción" de cualquier escritura de los libros, excepto que compra lo que le gusta y dejan lo que no. Los autores aún tienen menos que decir. La clave de la cuestión está en las manos de los editores y correctores. Por si la imaginación del lector no fuera no lo suficientemente poderosa, supongamos que un editor considere seriamente si publicar un libro fonéticamente o no. Una pequeña cifra le haría ver que así podría triplicar el coste del volumen cuando, en lugar de

 

atraer a los lectores, los llenara de molestia y resentimiento.

¿Se necesita decir algo más para demostrar que lo más que puede afectarles será reformar la ortografía de unas cuantas palabras de una época? Sin embargo, la pronunciación ha cambiado completamente en mi época, tanto aquí como en Inglaterra, y la prueba es concluyente que desde los tiempos de Shakespeare se ha modificado mucho más rápido que la ortografía (como esperaríamos naturalmente que hicieran las palabras aladas); así la tendencia es aumentar la discrepancia entre la ortografía y la pronunciación. La única fuerza que puede contrarrestar es la influencia de los recién llegados que inducen a que la gente pronuncie tal y como escriben.

 

 


Notas

1. Puede verse ejemplo de una versión digital de un libro redactado en lengua inglesa que data de 1714 donde aparece la mención "A true copy of" [Fuente: Google Books].

2. Puede consultarse un texto comparativo de la fonética y fonología inglesa versus la lengua castellana en "English Phonetics and Phonology" [Fuente: English Teaching Personal Blog].


Traducción de Rocío Rodríguez-Tapia (2013)
Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a rrtapia@alumni.unav.es

Fecha del documento:29 de enero 2014
Última actualización: 12 de junio 2014

[Página Principal]