DEFENSA DEL INGLÉS MODERNO


Charles S. Peirce (C. 1902)

Traducción castellana de Rocío Rodríguez-Tapia (2013)


Manuscript transcription

II (17-27)

III.

¿Qué es lo siguiente? Que nuestro lenguaje escrito, incluyendo la ortografía, que es la única cuestión por la que se le atribuye existencia, siendo un dialecto separado, es algo

 

que debe estudiar el lingüista, y cuando lo haga, amarla, como todo auténtico hombre o mujer de ciencia ama la naturaleza que es el alimento de su ciencia.

El lingüista dirá que es precisamente porque nuestra ortografía no es un producto de la naturaleza por lo que la odia, ya que, en lugar de ser una consecuencia involuntaria del subconsciente humano, se trata en gran medida de la invención de un paquete de ignorantes pretenciosos. Y hay que reconocer que ese sentimiento, si se reduce desde las proporciones gigantescas de un ave roc1, tal y como aparece a través de la lente de un lingüista, al tamaño natural de un saltaparedes2, es lo suficientemente normal. Solo pertenece exclusivamente al ámbito del buen gusto lo que el lingüista moderno determina ignorar. Un hombre de ciencia estricto, como él, debería aprender a superar aversiones como esas. El hecho de que la ortografía sea

 

incomparable3, impide su pertenencia a la naturaleza, en sentido científico; si por nature (naturaleza) se entiende simplemente aquello que observamos y lo que le buscamos orden en conclusión. La ortografía no escapa del gobierno de la ley lingüística simplemente por ser pedante y vulgar. Es la [il.?] resultante de un gran grupo de hombres, no el producto de un capricho individual; y algún amigo del Dr. Ellis tuvo ocasión de aprender que los esfuerzos individuales no pueden moverlo como ellos mueven el eje de la tierra. La política de un lingüista sensato deberá permitir que la ortografía del inglés pase por un proceso de lenta mejora, no tanto en lo referente al dialecto hablado como en el interés por su propia legibilidad, -tal y como debe favorecer la política que permite que la tierra gire alrededor de su

 

propio eje una vez cada 23 horas, 56 minutos y  4 segundos.

El que el inglés literario, incluyendo su ortografía, se funda en un molde diferente al del común de los dialectos debería otorgarle un reclamo adicional para el culto asiduo de un lingüista; y resulta extraño ver a un hombre que asume la responsabilidad de ejercer la presidencia de la Sociedad Filológica de Londres enfadado porque no puede eliminar una de las formas del lenguaje con el estudio de lo que está en su deber presidir4.

Todos solemos utilizar volúmenes de hace doscientos años. La escritura de las baratas reimpresiones se ha modernizado necesariamente pero aquél que desee entrar en el discurso de nuestros clásicos en ingles deberá ahorrar sus peniques para conseguir facsímiles literales

 

de las obras y poemas de Shakespeare, de "la Biblia del Rey Jaime5", del "Paraíso perdido6", del "Progreso del peregrino", del "Ensayo sobre el entendimiento humano7" de Locke, de "La vida y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, marinero de York", de "Los viajes de Gulliver8", del "Tratado sobre los principios del conocimiento humano9" de Berkeley, etc. Mientras tanto, las librerías familiares y de libros antiguos son eficaces para retener nuestra ortografía muy poco modificada tal como conviene a los propósitos de la vida moderna.

Ocurre bastante diferente con el dialecto oral. La verdad es que la gente ya empieza a pedirles a sus abuelos y abuelas que les hablen en fonógrafos para que sus nietos, a cuyas manos los cilindros.

 

llegarán como reliquias, puedan decir, "Escucha cómo pronunciaba mi tátara-tátara-abuelo". Mientras que estas cuestiones estén revolucionadas, las expresiones de la lengua serán aladas palabras adaptadas al propósito del momento y cambiarán de moda con cada generación. La fuerza del discurso parece que radica en la frescura de sus formas. Los sentimientos modernos se expresan por ellos mismos en sonidos modernos. Son bastante tabú en la alta sociedad todas las conversaciones librescas; mientras que la inteligente jerga y las modernas innovaciones en pronunciación proclaman la propia intimidad con aquello que es más vago y elegante. Cada comunidad, cada clase social, cada camarilla, cada familia comparte su propia forma de hablar, y mientras que el curso de los acontecimientos resalta su importancia, esas formas son imitadas por sus admiradores.

 

Muchas razones como estas convierten el dialecto oral, incluyendo su pronunciación, en lo más fluctuante e impresionable que hay; y por ser así se ha adaptado mejor para su finalidad,  justo como el lenguaje escrito necesita que suya sea la estabilidad10.

La conversación más rara y excepcional, la más elegante, la más viva, la más ponderosa, la más flexible y adaptable a las bellas artes, depende para su desarrollo de la plasticidad del dialecto oral, y de que se mantenga libre e independiente de los dialectos impresos más masculinos. Este último es el de las palabras sin alas, el de las cosas que se van a decir de una vez por todas. Por su naturaleza, es fuerte y brusco. Toda la gracia y el encanto de conversar se evapora en el instante en el que se recurre a los libros, o

 

lo que es más espantoso, se convierte en papel impreso.

Aquí radica el gran peligro contra el que todos los que valoran nuestra lengua vernácula y el arte de utilizarla deben combatir constantemente. Anfitriones de extranjeros cultos adoptan nuestra lengua todos los años y se mezclan con nuestras gentes. Se ven obligados a estar gobernados mucho más por como hablan que por lo que ven impreso. En sus respectivas lenguas nativas, además de agradables y acogedores dialectos de habla común, existen dialectos cortos, ceremoniosos y corteses, que para la aprehensión popular son poco más que dialectos literarios pronunciados. Así, impregnados de la idea de que el discurso más elegante es el que se parece a la escritura, estas gentes lo aplican al inglés. Inculcan esta noción a sus hijos y de ellos tomamos el mismo mal hábito. Ahí justamente es donde está la nube más amenazante del horizonte de la lengua inglesa.

 

Nunca podría adivinar lo que el profundo plan de la Asociación Filológica Americana11 pudo perseguir cuando propusieron una larga lista de palabras mal escritas para aprobación general. Esos señores están profundamente versados sobre cómo crecen y se transforman los dialectos. Consecuentemente, ni por un instante habría esperado que el pueblo adoptara su extraordinaria ortografía. ¿Qué motivos podrían tener? Con su inmensa sabiduría y sagacidad en todas las materias pertenecientes al lenguaje, deberían haber sido bien conscientes de que el lado más vulnerable de la lengua inglesa yace en la incipiente tendencia de la lengua vernácula a convertirse en poco más que una copia del dialecto de la imprenta. Ni tampoco lograron reflexionar, tan mal no actúa un cuerpo sin una madura deliberación, sobre que su lista animaría a la gente a pensar que ellos, los más grandes

 

 

 

eruditos, mantendrían incluso que los dialectos oral y escrito no se asimilan mucho el uno al otro. Los lingüistas profesan un gran afecto al dialecto escrito. Pero si a mí me encanta un jarrón de porcelana y está a salvo al lado de un tarro de metal, trataría de mantenerlos en estrecho contacto. Ciertamente yo no las golpearía.

Otra cosa que mi pobre inteligencia no puede entender es lo que el señor Ellis quiere decir cuando afirma que la ortografía del inglés es una "desgracia para nuestra literatura". Estoy seguro de que una autoridad sobre el lenguaje como él no utilizaría una palabra sin añadirle algún significado preciso. Desgracia12 significa pérdida de favor o respeto. Puedo entender cómo la frase "desgracia para la literatura" podría aplicarse de manera inteligente. Si, por ejemplo, una prominente compañía de literatos fueran a olvidar sus verdaderas responsabilidades, y fueran a emprender una ridícula cruzada y la fueran a emprender con

 

superficialidad y futilidad, puedo entender como una persona inclinada a desaforados juicios podría renunciar al respeto que anteriormente le tenía a los literatos y a su trabajo, y puedo, por tanto, entender lo que querría decir si afirmara que esa compañía ha traído una "desgracia a nuestra literatura". Pero no puedo creer que el señor Ellis opine que cualquier tipo de respeto antes otorgado a la literatura en inglés se le pueda negar con el descubrimiento de que sus cultivadores utilizan la ortografía que el uso determina; ya que él mismo, el señor Ellis lo hace. Ni tampoco puede querer decir que el respeto antes otorgado a nuestra literatura se le debe perder con el descubrimiento de que los editores del siglo dieciséis, son quienes establecieron que la ortografía no estaba lograda por los lingüistas; ya que casi no existían lingüistas en aquella época. Así que lo que quiere decir sigue siendo un enigma. Yo, por mi parte, no creo que la literatura ha sido o debiera ser en absoluto una desgracia.

 

 


Notas

1. Sobre el ave roc, un ave de rapiña y su relación con la mitología, puede verse Wikipedia.

2. Puede consultarse qué es un saltaparedes en la página web del Instituto Nacional de Ecología [Fuente: Instituto Nacional de Ecología].

3. Puede consultarse la etimología en inglés de la palabra Nowise: incomparable [Fuente: Wikipedia].

4. Escribe A. Ellis sobre Peirce: "The first published attempt to gather the pronunciation of Shakespeare from the writings of preceding orthoepists is, so far as I know, an article in the North American Review for April, 1864, pp. 342-369, jointly written by Messrs. John B. Noyes and Charles S. Peirce. Unfortunately these gentlemen were not acquainted with Salesbury, whose works are the key to all the others”. On Early English Pronunciation, Alexander J. Ellis, Cap. VIII, p. 917. Puede verse el artículo de Peirce y Noyes de 1864 "Shakespearian Pronunciation", Writings of Charles S. Peirce: A Chonological Edition, Volume I: 1857-1866, p. 117.

5. Sobre la versión de la Biblia del Rey Jaime puede leerse la voz "King James Version" [Fuente: Wikipedia].

6. Puede verse la imagen de la primera edición del Paradise Lost de John Milton [Fuente: Wikipedia].

7. Puede verse la imagen de la primera impresión del Essay Concerning Human Understanding de John Locke [Fuente: Wikipedia].

8. Puede verse la imagen de la primera edición de Gullivert's Travels de J. Swift [Fuente: Wikipedia].

9. Puede verse la imagen de la primera edición del Treatise Concerning the Principles of Human Knowledge, de G. Berkeley [Fuente: Wikipedia].

10. Escribe Ellis dos condiciones necesarias para leer correctamente el inglés antiguo, es decir, conocer el inglés anglosajón, de donde emerge el dialecto y leer el francés antiguo a partir del cual claramente se ha moldeado la ortografía del inglés antiguo: "Two conditions are necessary for reading old English correctly— first, to read Anglosaxon correctly, whence the dialect arose; secondly, to read old French correctly, on whose orthography the old English was quite unmistakably modelled". On Early English Pronunciation, Alexander J. Ellis, VII, p. 674.

11. Puede consultarse la página web de la American Philological Associationen la actualidad.

12. Puede consultarse la definición actual de disgrace por el tesauro del MacMillan Dictionary Online que se resume en la pérdida de respeto de los otros hacia uno cuando realiza algo mal y en el sentimiento de culpabilidad de alguien por una mala acción realizada. Así, como se puede deducir, Ellis al hablar de la ortografía como una deshonra a la literatura, la personaliza o dota de carácter humano [Fuente: MacMillan Dictionary Online].


Traducción de Rocío Rodríguez-Tapia (2013)
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Fecha del documento:29 de enero 2014
Última actualización: 12 de junio 2014

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