Este texto fue publicado originalmente como la voz “Pragmatic (2), Pragmatism” en J. M. Baldwin, Dictionary of Philosophy and Psychology, Smith, Gloucester, MA, 1901, 1925 (reimpresión en 1960),vol. 2, pp. 321-322. Fue incluido en CP 5.2-4. Esta traducción ha sido tomada del libro de P. Kurtz, Filosofía norteamericana en el siglo veinte, México, Fondo de Cultura Económica, 1972, pp. 88-89.
(2) La opinión de que la metafísica debe ser eliminada en gran parte por la aplicación de la siguiente máxima para lograr la claridad de aprehensión: "Considérese qué efectos que pudieran tener concebiblemente alcance práctico concebimos que tenga el objeto de nuestra concepción; pues bien, nuestra concepción de esos efectos es nuestra concepción integral del objeto".
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C. S. Peirce propuso por primera vez esta máxima en el Popular Science Monthly de enero de 1878 (xii, 287); y explicó cómo debía aplicarse a la doctrina de la realidad. El escritor llego a la máxima reflexionando sobre la Crítica de la Razón Pura de Kant. Los estoicos parecen haber seguido sustancialmente la misma conducta con la ontología. Después, el autor vio que su principio podía aplicarse, erróneamente, a fin de barrer con toda la doctrina de los inconmensurables y, por tanto, con toda la visión weiserstrassiana del cálculo.
En 1896, William James publicó su Voluntad de creer y, posteriormente, Concepciones filosóficas y resultados prácticos, que llevaron este método a extremos tales que obligan a detenerse. La doctrina parece dar por hecho que el fin del hombre es la acción: axioma estoico que hoy en día, a los sesenta años de edad, no se impone a este escritor con la fuerza con que se le presentó a los treinta. En cambio, si se admitiera que la acción requiere un fin, y que ese fin debe ser algo que pueda describirse en forma general, en tal caso el espíritu mismo de la máxima, que pide que vayamos en busca del resultado final de nuestros conceptos para aprehenderlos correctamente, nos llevaría hacia algo diferente de los hechos prácticos, a saber, a las ideas generales, como verdaderos intérpretes de nuestro pensamiento.
Sin embargo, después de muchos años de ensayo, la máxima probó al escritor su valor como algo de gran utilidad para llegar a un grado relativamente elevado de claridad de pensamiento. Se aventuró a proponer que se la pusiera siempre en práctica, en forma conscientemente exhaustiva, sabiendo que una vez hecho esto, y no antes, puede lograrse un grado aún mayor de claridad de pensamiento, recordando que el único bien supremo que los hechos hacia los que dirige la atención pueden proporcionar, es propiciar el desarrollo de la razonabilidad concreta; en tal forma, que el significado del concepto no descanse en absoluto en reacción individual alguna, sino en la manera en que estas reacciones contribuyen a ese desarrollo.
Efectivamente, en el artículo de 1878 antes citado, el autor lo practicó mejor de lo que lo predicaba, pues aplicó la máxima estoica en la forma más antiestoica, en el sentido de insistir en la realidad de los objetos de ideas generales, en su generalidad.
Una opinión ampliamente difundida durante los últimos veinticinco años ha sido que la razonabilidad no es un bien en sí misma, sino sólo por razón de algo más. El dilema de si ello es así o no, parece una cuestión sintética, que no puede resolverse apelando al principio de contradicción: como si fuera absurda una razón para la razonabilidad. Hoy, casi todos están de acuerdo en que el bien último consiste de alguna manera en el proceso evolutivo. De ser así, no radica en reacciones individuales por separado, sino en algo general o continuo. El sinequismo se funda en la noción de que la coalescencia, el devenir continuo, el devenir regido por leyes, el devenir impulsado por ideas generales, no son más que fases del único e idéntico proceso de desarrollo de la razonabilidad o inteligibilidad.
La verdad de esto se demuestra en primer lugar, con exactitud matemática, en el campo de la lógica, y de ahí se infiere su validez metafísica. No se opone al pragmatismo en la forma en que C. S. Peirce lo aplica, sino que incluye ese procedimiento como un paso.
Fin de "Lo pragmático y el pragmatismo", C. S. Peirce (1902). Traducción castellana de Francisco J. Perea. "Pragmatic (2), Pragmatism" corresponde a DPP vol. 2, pp. 321-322.
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Fecha del documento: 10 de noviembre 2008
Ultima actualización: 11 de noviembre 2008