Informe de Zina Fay Peirce sobre el eclipse de sol


(Appendix No. 16. Reports of Observations upon the Total Solar Eclipse of December 22, 1870.
From United States Coast Survey Report for 1870
, pp. 11-13)



 
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Informe de Mrs. Charles S. Peirce

Estimado señor: mi deber como miembro de la expedición de la United States Coast Survey al Mediterráneo para observar el eclipse de 1870 era hacer un esbozo de la corona, y debo comenzar diciendo que mis conocimientos de dibujo alcanzan meramente para delinear y sombrear objetos aislados. Esto es, no puedo trazar un paisaje en conjunto de forma rápida y efectiva, pero creo que puedo copiar con gran precisión cualquier objeto singular del paisaje.

Después de que llegáramos a Catania, el Sr. Lockyer, de la expedición inglesa, me prestó amablemente una copia de las doce observaciones, más o menos, que él había considerado importantes para que los dibujantes las realizaran, y yo las seguí diligentemente. También supe, a través del Prof. Peirce, que el Sr. Lockyer estaba aconsejando a sus dibujantes que practicaran a partir de imágenes de anteriores coronas, sujetas en la pared, y vieran cuántos bocetos podían hacer deprisa en un tiempo dado.

Inmediatamente seguí esa indicación, pero sucedió que la única copia de una corona que podía usar era una del anterior eclipse hecha por el Padre Secchi1 con, creo yo, rayos exagerados y líneas serpenteantes que salían de ella en todas direcciones. La coloqué muy arriba sobre el dosel de mi cama y la copié innumerables veces, dibujando primero círculos en mi papel y dividiéndolos en cuatro partes,

 

y después, comenzando siempre en el cuadrante superior izquierdo, recorrí la mitad superior de la corona dibujada; después, comenzando por el cuadrante inferior izquierdo, hice que la mitad inferior se encontrara con la superior. También practiqué esbozando lo más rápido posible el contorno de algún objeto sobre el que mi ojo cayera casualmente, y dibujé con frecuencia la siempre cambiante nube de lava que sale continuamente del Etna.

Sin embargo, como la imagen de Secchi consistía principalmente de rayos muy fuertemente marcados, mi atención llegó a estar fija en la idea de los rayos, o líneas serpenteantes, y estaba determinada a ver eso, si es que había algo que ver.

El puesto de observación de nuestro grupo estaba en la villa del Marqués de San Giuliano, aproximadamente a dos millas de Catania. El camino hasta allí era el mismo que al Etna, y por lo tanto todo el tiempo cuesta arriba. La villa se asomaba al valle en el que están Catania y su puerto, y que, situados en un amplio conjunto de montañas que los rodeaban por el este y el oeste, y por el mar abierto que se extendía por el centro, el horizonte, formaban el paisaje más encantador posible para contemplar. Yo estaba situada en una ventana de una habitación del segundo piso disponiendo de esta vista, y con el sol un poco a mi derecha.

Sin duda, otros informes describirán el súbito cambio en el tiempo que, después de que el eclipse hubiera comenzado, convirtió el más azul y brillante de los cielos en uno cubierto de nubes. A medida que el eclipse progresaba esas nubes se hicieron más densas, y cuando el sol estaba casi cubierto se apretaron bastante en una pared negra y quitaron el fenómeno completamente de la vista, cayendo lluvia y granizo al mismo tiempo, y soplando unas frías ráfagas. Ni la señora que estaba conmigo ni yo teníamos ninguna vista y yo estaba convencida, tan largos parecían los minutos, que la totalidad y la lluvia eran simultáneas, cuando de repente se abrieron las nubes y dejaron un pequeño lago de cielo claro en el que el sol, entonces casi extinguido por la negra luna, se exhibía como en un marco.

Para que no me resultara demasiado oscuro para dibujar me habían proporcionado un farol, pero en la desesperación de los momentos anteriores había apagado mecánicamente la vela, ya que no era necesaria. De inmediato me puse ansiosamente a encenderla de nuevo, pero el viento que entraba por la ventana abierta era tan fuerte que resultó una operación difícil y, mientras estaba luchando para realizarla con los ojos bajos sobre la mesa, de repente una luz carmesí, casi rojo sangre, cayó sobre mi papel arrojando sombras negras, y alcé mis ojos al sol justo a tiempo para ver lo que supongo que fueron "las perlas de Baily"2, y para captar en la parte superior de mi mirada una visión muy tentadora de la transformación de color en las nubes, que se alineaban en el horizonte sobre el mar y las montañas y que, en la luz tenebrosa, parecían tan sobrenaturales como brujas bailando.

Hasta ese momento yo había mirado continuamente el paisaje, pero no había visto en los cambios de la luz nada más notable que las comunes apariencias de una tormenta negro-verdosa. De hecho, había visto efectos de ese tipo mucho más impresionantes que los de esa ocasión. Los matices de color en el instante de las perlas de Baily, o en el punto de evanescencia, sin embargo –si una hubiera podido tener pensamiento y ojos tan solo para eso- deben de haber sido del todo excepcionales y peculiares para un eclipse. Yo, al menos, nunca vi nada que se aproximara a los extraños y raros efectos que esa parte superior de la mirada dejó impresos en passant en mi visión.

Se me había dicho que tomase una vista de la corona como un todo antes de empezar a dibujar, y eso hice. Pero como nunca me arriesgaría a dibujar de memoria, solo estoy segura de una cosa si la copio directamente del objeto. No me atreví a prolongar esa mirada. solo fue un segundo, y muy decepcionante. El halo brillante de la corona que rodeaba inmediatamente al sol era mucho más estrecho de lo que había supuesto y, según yo lo recuerdo, no era de un blanco puro sino ligeramente amarillento, aunque apenas puedo creer que esta última impresión no sea sino un recuerdo imperfecto y agitado. El halo se perdió de repente en un confuso brillo circundante que me pareció una bruma dorada, de modo que mi creencia era, y todavía es, que estaba mirando todo el asunto a través de una nube. Esto, sin embargo, puede que no llegue a ninguna parte, ya que era demasiado momentáneo para ser correcto.

Comencé a dibujar, y tal y como había practicado a partir de mi corona dibujada comencé por la parte inferior del cuarto superior izquierdo y fui girando hacia el cuarto superior derecho. Pero no pude ver ningún rayo brillante como los que había estado copiando, solo una radiación de líneas oscuras por encima del halo brillante, unas pocas de las cuales puse como se ve en mi dibujo, justo para mostrar sus características, y no como retrato de las líneas individuales. En efecto, me dije a mí misma que no tenía sentido tratar de dibujarlas, ya que había, o yo pensaba que había, una nube sobre la corona que las comprendía. Pronto volví


mis ojos y mi lápiz, por tanto, hacia el cuarto inferior izquierdo. Cuál fue mi asombro al encontrar aquí, no un rayo brillante largo y ancho, ancho en la base y estrechándose hasta un punto como en la corona de Secchi, sino un rayo largo, oscuro, o más bien de un gris delicado o del color del acero, más estrecho en el sol y ensanchándose a medida que avanzaba, que cruzaba enteramente el halo brillante y cesaba o se perdía solo en los mismos bordes de la vaga envoltura más allá. Lo puse en su lugar exactamente como aparece en el dibujo y, yendo más allá alrededor del diámetro, encontré uno más delicado y corto aproximadamente a medio camino entre los dos cuartos superiores, y, todavía más allá, uno aún más pequeño en la parte superior del cuarto superior derecho, y entonces el eclipse terminó, y yo no había tenido tiempo para verificar mi observación de la mitad inferior, o para escudriñar una vez más la mitad superior, para ver si no había allí algunos rayos oscuros que yo hubiera pasado por alto.

Tan delicado era el matiz de esos rayos, tan perdido en el halo general, y tan corto fue el tiempo, que dudo, si no hubiera sucedido que tenía mi atención fija solo en la idea de los rayos, que yo los hubiera descubierto en absoluto. Ninguna de las otras doce cuestiones del Sr. Lockyer, por cierto, cruzó mi mente ni por un momento; ni habrían podido ser contestadas si hubieran pasado. El tiempo es demasiado breve, la novedad demasiado completa y la agitación demasiado grande, estoy convencida, para que una persona que observa un eclipse por primera vez vea verdaderamente más de una cuestión en él. No tuve tiempo para permitirme mirar ninguno de los fenómenos acompañantes, las estrellas, la luz sobre el paisaje, la anchura de la corona comparada con el diámetro de la luna oscura, el carácter esférico de esta última, nada. Como un todo, el fenómeno se me escapó completamente, y todo lo que me llevé conmigo, y todo aquello por lo que puedo responder en lo que vi son mis tres rayos oscuros. Me recordaron algo de la manera en que un haz oscuro se ve a través del aire cuando el sol está detrás de una nube, lo que la gente del campo llama “drawing water”. Mi primer pensamiento respecto a ellos fue que eran sombras de montañas en la parte de atrás de la luna, y por tanto el lector percibirá que los rayos oscuros tenían algo del aspecto de una sombra arrojada a través  de un objeto luminoso. Recordaba que todas las fotografías (no dibujos) que había visto de eclipses tenían un corte definido en el contorno de la corona, en las cercanías de mi primer rayo oscuro, lo que me llevó a pensar que su aparición podría ser algo permanente. El profesor Peirce pensó que las observaciones de los rayos oscuros era nueva y podría ser importante. Se lo mencioné a uno o dos de los caballeros científicos que estaban entonces en Catania, pero escucharon como si pensaran que mi imaginación tuviera tanto que ver con mi impresión como los hechos, y hasta que llegamos a Londres y oí hablar acerca de la comparación de las fotografías del Profesor Winlock y las del Sr. Brothers en relación a la posición de estas mismas fisuras, no estuve segura de que había visto algo que mereciera la pena.

El Sr. Lockyer, en uno de sus comentarios publicados sobre el eclipse en Nature, dijo, creo, que "ninguno de los dibujantes en Sicilia había visto la fisura". Yo estaba en el hotel con el Sr. Lockyer, pero él no pensó que mereciera la pena preguntarme qué había observado, y yo no quise ofrecer la información, especialmente porque los grupos ingleses en Catania y sobre el Etna no habían podido ver nada del eclipse por la lluvia.

En futuros eclipses estaría bien, quizás, que cada dos dibujantes tomasen una cuestión entre ellos. De ese modo tendrán tiempo para hacer una observación definida de valor, y para corregirse entre los dos comparando notas. Si no hubiera sido por las fotografías, apenas se hubiera dado crédito a mi observación. Sin embargo, la fotografía del Profesor Winlock confirma de forma tan cercana mi observación de la posición de los rayos oscuros en la mitad inferior de la corona, que no me cabe ninguna duda de que realmente vi lo que he tratado de dibujar y describir aquí.

El dibujo representa el eclipse como apareció ante el ojo desnudo, y la dirección vertical es de arriba a abajo en el boceto.

Suya, muy sinceramente,

ZINA FAY PEIRCE


Notas

1. Puede leerse la memoria del P. Angelo Secchi "Progresso delle cognizioni solari ottenuto in occasione dell'Ecclisse Solare del 22 dicembre 1870", en Atti dell'Accademia Pontificia de'Nuovi Lincei, sessione 1ª del 5 marzo 1871 (XXIV, año XXIV (1871), 1-15).

2. Conforme la luna se mueve para cubrir completamente el sol en un eclipse total solar, unas perlas de brillante luz aparecen alrededor del borde de la Luna. Este efecto, conocido como las perlas de Baily (también llamados glóbulos o diamantes), debe su nombre a Francis Baily, al que le llamó la atención este fenómeno en 1836 [Fuente: Observatorio: una imagen diaria del universo].


Traducción de Sara Barrena (2011)
Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a sbarrena@unav.es
Proyecto de investigación "La correspondencia europea de C. S. Peirce: creatividad y cooperación científica (Universidad de Navarra 2007-09)

Fecha del documento: 27 de septiembre 2011
Última actualización: 25 de abril 2022
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