Eugenio d'Ors
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HIMNO A MNÉME (1)
OBRA POÉTICA
I
Ahora celebramos a Mnéme, hija de la Eternidad, esposa del Tiempo:
Esposa, no sierva. Antes, imperativa, triunfante señora.
Ni descastada; que, si acompaña al viejo Tiempo, en su nómada avanzar,
Y yace bajo sus tiendas de una estación o de una noche,
No olvida, no, por eso a su Madre ni las firmes columnas de bronce de la casa materna,
El palacio ideal, cuyos cimientos se hunden en el centro del mundo y cuyas terrazas se tienden encima del éter delgado del Séptimo Cielo.
No olvida a su Madre, Mnéme; no olvida a los suyos, y por la gloria de su familia se afana.
Por la gloria de su familia de(2) Ideas Eternas se afana; y, astuta, por el incremento de la pingüe familiar hacienda(3).
Así ahorra, a hurtadillas, sobre el lucro de los vanos sudores del Tiempo.
Y, avisada, es ella quien tiene, de los cofres, las llaves.
Las llaves que tintinean, siempre atadas a su ancha cintura.
Sobre su redondo vientre, fecundo cada año.
Para crear el linaje de la matriarcal Eternidad.
Por obra de Mnéme, la de los dos juegos de ojos, bajo la frente y en la nuca.
Claros ojos ávidos y, a la vez, impasibles.
Ávidos como tu sangre, impasibles como tu respiración, ¡oh sagrada Mnéme, hija de la Eternidad, esposa del Tiempo!
¡Mnéme, huella, estela, rastro, persistencia, continuidad, inercia viva, recaudo, recuerdo, herencia, memoria!
II
Ni de noche ni de día, puede Mnéme dormir.
También, ¿para qué dormir? No se cansa.
No escamotea su corazón, no escamotea ni apresura latido.
Cuando era niña, su madre, de una vez para siempre, le mostró cuánto la prisa es inútil.
Le enseñó, al contrario, el secreto del ritmo y la sabia lentitud de la medida.
Lo que se mide, se rememora. Lo que se rememora, se perpetúa. Sólo hay una nobleza, que es la medida.
La medida por dos y por tres y por siete y por diez y por doce.
La medida por tres cuartos y cinco séptimos y por el cuadrado de nueve.
La medida y el orden, por primero, segundo y tercero.
La medida y la jerarquía, que da preferencia a los números enteros.
La medida que, sola, detiene el loco fluir de la muchedumbre pululante de los fenómenos.
A pares y a nones y a novenas y a décadas y por cientos y miles y por el Número Perfecto y por el Número de Oro.
Y por el reloj y sus horas.
Y por el calendario y sus estaciones y sus lunas.
Y por el módulo común de templos, estatuas y versos.
Todos medidos según Número de Oro.
De oro, como las joyas que Mnéme guarda en sus cofres, cuyas llaves le tintinean sobre el flanco.
Y que reviste cuando se cubre con su manto real. Su resplandeciente manto opulento, en ese tejido sutil que se llama Cultura.
Mnéme lo reviste, majestuosa, en las bellas solemnidades. Cuando, hasta el mismo Tiempo, enojado de la vanidad de su avanzar, hace viajes de ida y vuelta, como el perro, a las tiendas de una estación o de una noche.
Mientras Mnéme, revestida y enjoyada, alumbra para el linaje de la Eternidad, un vástago nuevo(4), una Idea.
III
Gravedad en la piedra, somática herencia en la planta, reminiscencia en la bestia, memoria en el hombre, penate(5) en la familia, patrimonio en la tierra, propiedad en el trabajo, sangre en la estirpe, tótem en la tribu, tradición en la ciudad, honor para el nombre(6), patria para el pueblo, raza para las muchedumbres, firme Civilización para el movedizo Acontecer, Historia sobre la Naturaleza, Cultura sobre la Historia, ¡alma Diosa del Persistir, Mnéme!
Tranquila llevas al mañana el ayer. Tranquila te acuerdas. La historia, la naturaleza, el acontecer, las muchedumbres, el pueblo, los nombres, las ciudades, las tribus, las estirpes, los trabajos, la tierra, la familia, el hombre, la bestia, la planta, la piedra gracias a tí se acuerdan y tienden a inmortalizar el recuerdo.
Ganoso de perseverar en el ser todo ser está.
Pero también ganoso de Sobreser.
Las vidas son sombras, pero los recuerdos pueden volverse Ángeles. Tocada por la mnémica virtud, toda existencia podría alcanzar el(7) Ángel.
Pero tú escoges, Mnéme, tú escoges.
Ni al loco Tiempo aceptas cada noche bajo la tienda.
¡Que duerma fuera, cuando, en altas horas, te regresa embriagado!
El alba siguiente a la tarde en que te ha suplicado, tras la fatiga de una grande labor: «¡Dame para vino!».
El vino de la contingencia, que se lo duerma él sólo entre oscuras blasfemias y soeces canciones.
Ni cuando está demasiado colérico y, con ojos y manos y palabras, pide guerra.
IV
Nunca la guerra trabajó para la Eternidad. Así vemos presto envejecer y caer los llamados Tratados de paz, que prolongan las guerras.
Obras no son del lecho de Mnéme.
Tú, Mnéme, dices al Tiempo las noches en que le domina el otro vino, la ira: «No nacen ideas de los puños».
Y en vano(8) el loco esposo trae(9) a cantarte serenatas sus compinches de orgía.
En vano trae(10) poetas y memorialistas, contadores y cantadores de(11) hazañas de guerra.
Tú, que no duermes, estás despierta. Empero, no abres.
Alrededor de la alborotadora compañía, se agolpan quizá los vagabundos, engolosinados.
Los que no tienen que hacer la mañana siguiente prolongan la noche, escuchando el relato ruidoso de las mentiras de las guerras.
Y los aventureros, que vienen de la nada y todo se lo han de ganar.
Porque no conocen abuelos. Pero tú, sagrada Mnéme, eres noble.
Con esta nobleza, con la fuerza que te da cuanto(12) se ha reflejado y refleja en los ojos de tu nuca, ¡oh Diosa!
Te haces respetar y el guerrero tumulto se aleja al fin de la tienda. Parte de fuera. junto a su hendidura implacablemente cerrada, ronca el Tiempo y babea hasta que el sol está alto.
V
Entonces, apareces de nuevo tú, y tu resplandor sólo ya le(13) despierta.
Se incorpora, se restriega con las torpes manos los ojos y empieza de nuevo a trabajar sin palabra.
De nuevo trabaja el Tiempo, hasta que el mucho trabajo le hace otra vez digno de tí.
Hasta que te entrega los nuevos salarios que tú guardas bajo tus llaves.
La tienda se levanta entonces y el camino sigue más allá.
Mas, todos los caminos llevan a la casa de tu Madre.
El que tú escoges no pasa, no, por el campo de la muerte.
Así, alguna palabra nuestra se viese salvada de la muerte, al verse escogida por tí, rica Mnéme, resplandeciente de joyas, para acrecer tu tesoro.
Acuérdate de nosotros, la Tranquila: nosotros también nos acordaremos de tí en otro canto.
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(1) Publicado originalmente en El Debate, 29-IV-1934, Suplemento, p. 10 (2); recogido también en «El católico errante», Nuevo Glosario, vol. III, Madrid, 1949, pp. 441-446.
(2)
ad. las El Debate; Nuevo Glosario.
(3) familiar hacienda] hacienda de la familia El Debate; Nuevo Glosario.

(4)
vástago nuevo] nuevo nieto El Debate; Nuevo Glosario.
(5)
penate] penates El Debate; Nuevo Glosario.
(6)
nombre] hombre Museo Secreto.
(7)
el] al El Debate; Nuevo Glosario.
(8)
en vano] es en vano que El Debate.
(9)
trae] traiga El Debate.
(10)
En vano] Que traiga El Debate; Nuevo Glosario.
(11)
contadores y cantadores de] que cuentan y cantan El Debate; Nuevo Glosario.
(12) cuanto] todo lo que El Debate; Nuevo Glosario.
(13) resplandor sólo ya le] sólo tu resplandor ya lo El Debate; Nuevo Glosario.

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Última actualización: 11 de enero de 2007