La inmortalidad a la luz del Sinejismo


Charles S. Peirce (1893)

Traducción castellana de Marta Revuelta (2001)


MS 886 [Primera publicación en CP 7.565-78. Este artículo, presentado en mayo de 1893, se escribió para la revista semanal The Open Court y fue considerado favorablemente por The Monist, pero no se publicó por un desacuerdo entre Peirce y su editor Paul Carus. Publicado también en EP 2, 1-3, de donde se toma el texto para esta traducción]. En este breve y provocador ensayo Peirce examina el sinejismo, su doctrina de que todo es continuo, y caracteriza la postura del sinejismo a través de varias cuestiones filosóficas. Aplica esta doctrina a la cuestión de la inmortalidad y encuentra precipitado asumir que solo tenemos vida corporal. Peirce mantiene que el sinejismo es una filosofía puramente científica y predice que ayudará a reconciliar la ciencia con la religión.




La palabra sinejismo es la forma castellana del griego sunecismox de sunechx, continuidad. Durante dos siglos hemos añadido -ista e -ismo a las palabras para señalar las doctrinas que exaltan la importancia de aquellos elementos que la palabra raíz significa. Así, materialismo es la doctrina de que la materia lo es todo, idealismo la doctrina de que las ideas lo son todo, dualismo la filosofía que separa todo en dos. De alguna manera, propongo que sinejismo significa la tendencia a considerar todo como un continuo1,2.

Durante muchos años he estado esforzándome por desarrollar esta idea y finalmente he ofrecido algunos de mis resultados en The Monist3. Llevo la doctrina tan lejos como para mantener que la continuidad gobierna todo el dominio de la experiencia en cada uno de sus elementos. Según eso cada proposición, excepto cuando se relaciona con un límite inalcanzable de la experiencia (que yo llamo el Absoluto), debe tomarse como una cualificación indefinida; pues una proposición que no tenga relación alguna con la experiencia está desprovista de todo significado4.

Me propongo aquí, sin llegar a la cuestión extremadamente difícil de las evidencias de esta doctrina, ofrecer una muestra de la manera en que esto puede aplicarse a las cuestiones religiosas. No puedo tratar aquí por completo del método de esta aplicación. Esto produce consecuencias que parecen en un principio altamente enigmáticas, pero cuyo significado se clarifica con una aplicación más cabal del principio. Este principio, por supuesto, ha de ser entendido por sí mismo en un sentido sinejético; y así entendido no se contradice a sí mismo de ningún modo. En consecuencia, si las deducciones se realizan cuidadosamente, deben conducirnos a resultados definitivos.

El sinejismo cabal no nos permitiría decir que la suma de los ángulos de un triángulo equivale exactamente a dos ángulos rectos, sino sólo que equivale a una cantidad mayor o menor que una cantidad excesivamente pequeña para todos los triángulos que podemos medir. No debemos aceptar la proposición de que el espacio tiene tres dimensiones como estrictamente correcta, sino sólo que su grado de regularidad es efectivamente alto.

Hay un famoso dicho de Parménides, esti gar einai mhden d ouk estin, "el ser es y el no-ser no es"5. Esto suena plausible; sin embargo el sinejismo lo niega terminantemente, declarando que el ser es un asunto de más o de menos, hasta fundirse insensiblemente en la nada. Cómo pueda ser esto se descubre cuando consideramos que decir que una cosa es, es decir que, al fin y al cabo, el progreso intelectual alcanzará una posición permanente en el reino de las ideas. Ahora, así como ninguna cuestión experiencial puede ser respondida con absoluta certeza, nunca podremos, tampoco, tener razón para pensar que cualquier idea dada será establecida inquebrantablemente o refutada para siempre. Pero decir que ninguno de estos dos eventos sucederá definitivamente es decir que el objeto tiene una existencia imperfecta y limitada. Seguramente ningún lector supondrá que este principio tiene como fin aplicarse sólo a unos fenómenos y no a otros: por ejemplo, sólo a la pequeña provincia de la materia y no al resto del gran imperio de las ideas. Tampoco debe entenderse esto para los fenómenos con la exclusión de sus sustratos subyacentes. El sinejismo, ciertamente, no tiene que ver con nada incognoscible, pero no admitiría una división neta entre fenómenos y sustratos. Aquello que subyace al fenómeno y lo determina es, en alguna medida, un fenómeno en sí mismo.

El sinejismo, incluso en su forma más moderada, no puede aceptar el dualismo propiamente dicho. No desea eliminar la concepción de dualidad, ni ninguna de estas excentricidades filosóficas que se predican en defensa de tal o cual concepción fundamental puede encontrar el más ligero consuelo en esta doctrina. Pero, en su más amplio sentido legítimo, como la filosofía que realiza su análisis por medio de una reducción, dejando como elementos últimos pedazos inconexos de ser, el dualismo es lo más hostil al sinejismo. En particular, ningún sinejista admitiría que los fenómenos físicos sean completamente distintos de los psíquicos (tanto si pertenecen a categorías diferentes de sustancia, como si son dos lados completamente separados de una misma moneda), pero insistiría en que todos los fenómenos son de un carácter, aunque algunos sean más mentales y espontáneos y otros más materiales y regulares. En fin, todo esto muestra que tal mezcla de libertad y coacción les permite ser, mejor aún, les hace ser teleológicos o intencionados.

Un sinejista no debe decir "yo soy todo yo mismo y en absoluto tú". Si aceptas el sinejismo debes renunciar a esa malvada metafísica. En primer lugar, tus vecinos son, en cierta manera, tú mismo, y de una manera mucho más amplia de lo que, sin profundos estudios de psicología, hubieras creído. Realmente la identidad que quieres atribuirte a ti mismo es en gran medida el más vulgar engaño de la vanidad. En segundo lugar todos los hombres que se parecen a ti y están en circunstancias similares son, de alguna forma, tú mismo, aunque no de la misma manera en que tus vecinos son tú.

Todavía existe otra dirección por la que debe ampliarse la bárbara concepción de la identidad personal. Un himno brahmán empieza de la siguiente manera: "Yo soy ese Yo puro e infinito, que es dichoso, eterno, evidente, que se extiende por todo y que es el sustrato de todo lo que posee nombre y forma"6. Esto expresa, más que humillación, la total disolución del pobre yo individual en el espíritu de la oración. Toda comunicación de mente a mente es a través de la continuidad del ser. Un hombre puede tener asignado un rol en el drama de la creación, y en la medida en que su propio yo se confunde con ese rol, no importa qué humilde sea, así se identifica a sí mismo con su Autor.

El sinejismo rechaza que haya diferencias inconmensurables entre fenómenos; y por eso mismo no puede haber diferencias inconmensurables entre velar y dormir. Cuando tú duermes no estás tan profundamente dormido como crees que estás.

El sinejismo se niega a creer que cuando llega la muerte incluso la conciencia de tener cuerpo cesa rápidamente. Es difícil de explicar cómo puede ser esto por la falta completa de datos observacionales. Aquí, como en otro lugar, el oráculo sinejista es enigmático. Es posible que sea cierta la sugerencia de la poderosa obra de ficción Dreams of the Dead, recientemente publicada7.

Pero, yendo más lejos aún, el sinejismo reconoce que la conciencia carnal no es más que una pequeña parte del hombre. En segundo lugar, está la conciencia social, por la que el espíritu del hombre se incorpora a los otros, que continúa viviendo y respirando y mantiene su ser mucho más allá de lo que creen los observadores superficiales. Nuestros lectores no necesitan que diga lo maravillosamente expuesto que está esto en el Lost Manuscript de Freytag8.

De ninguna manera esto es todo. El hombre es capaz de una consciencia espiritual, que le constituye como una de las verdades eternas, que se inserta en el universo como un todo. Como idea arquetípica no puede fallar y en el mundo futuro está destinada a una especial encarnación espiritual.

Un amigo mío, como consecuencia de la fiebre, perdió completamente el sentido del oído. Había tenido un gran amor a la música antes de esta desgracia; y, resulta extraño contarlo, incluso después de esto le encantaba estar junto al piano cuando un buen intérprete tocaba. "Entonces", le dije, "después de todo sigues oyendo un poco". "En absoluto", replicó; "pero puedo sentir la música por todo mi cuerpo". "¡Pero!", exclamé, "¡cómo es posible que se desarrolle un nuevo sentido en unos pocos meses!" "No es un nuevo sentido", contestó. "Ahora que no tengo oído, puedo reconocer que siempre he poseído este modo de conciencia, que antiguamente, con otra gente, confundía con el oído". De la misma manera cuando la conciencia carnal desaparezca con la muerte, percibiremos inmediatamente que siempre hemos tenido una viva conciencia espiritual, que hemos estado confundiendo con algo diferente.

Creo que he dicho lo suficiente como para mostrar que, aunque el sinejismo no es una religión, al contrario, es una filosofía puramente científica, podría llegar a aceptarse con carácter general que, como confiadamente anticipé, puede jugar un papel en la reconciliación entre religión y ciencia.


Traducción de Marta Revuelta



Notas

1. La palabra griega significa continuidad de las partes, causadas por cirugía (Nota de Peirce).

2. El verbo raíz de sunecismox es sunecv, sostener o mantener juntos, continuar, preservar. La etimología quirúrgica de Peirce no aparece en el Liddell y Scott Greek-English Lexicon, que da muchos ejemplos relacionados con la continuidad del espacio, el tiempo, los números y los argumentos. La edición del Lexicon que Peirce muy probablemente utilizó, sólo indica que o sunecismox es una forma de h suneceia, encontrada en los escritores médicos (una edición más reciente identifica a dos autores, pero sin especificar el contexto). Aparentemente esta es la única base de la afirmación de Peirce de que la palabra significa, tal como escribió en un borrador, "el 'establecimiento de la continuidad' en un sentido quirúrgico" (MS 946:5).

3. "The Law of Mind", The Monist 2 (Julio 1892): 533-59; EP 1:312-33.

4. Esto es una paráfrasis de la máxima pragmática de Peirce, que expresó en prensa por primera vez en su artículo de 1878 "How to Make Our Ideas Clear" (EP 1: 132), pero que anticipó en publicaciones anteriores, incluido el artículo de 1868 "Cognition Series" (EP 1: 11ss). Se encuentran otras expresiones a lo largo de todo el volumen EP 2.

5. Del poema de Parménides Peri jusevx, Fragmento 6, líneas 1-2. Peirce confundió la última palabra como einai; aquí se corrige como estin.

6. El himno, según el MS S70: 7, es del principio de La metafísica de los Upanishads, o Vichar Sagar, una obra de Niscaladasa (+ c.1863), titulada originalmente Vicarasagara; traducida por Lala Sreeram (Calcuta: Heeralal Dhole, 1885).

7. Edward Stanton Huntington (1841-1895) escribió, bajo el seudónimo de Edward Stanton, Dreams of the Dead (Boston 1892). La Nation publicó una recensión de Peirce el 8 de Septiembre de 1892; ver CN 1:165-66 (hay un borrador parcial en MS 1513).

8. Gustav Freytag (1816-1895), escritor alemán, publicó Die verlorene Handschrift, una novela de la vida universitaria en 1864. La novela fue traducida y publicada en sucesivas entregas en The Open Court a finales de la década de 1880, y se publicó en forma de libro como The Lost Manuscript: A Novel (Chicago: Open Court, 1890).




Fin de: "La inmortalidad a la luz del Sinejismo". Traducción castellana de Marta Revuelta, 2001. Original en: CP 7. 565-578.

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Fecha del documento: 5 de septiembre 2001
Ultima actualización: 14 de septiembre 2021


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