Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO    
(ABC, 25-X-1930)

IMPIEDAD DE HERRIOT.— A tiempo de corregir las pruebas de un texto, añejo ya, relativo a La amistad y el diálogo —una oración ofrecida a los estudiantes—, tropiezan mis ojos con unas palabras referidas a Edouard Herriot sobre problemas del Instituto de Cooperación Intelectual. Parece que el ex presidente francés cree y ha dicho que la idea de una actitud cooperativa para el ejercicio del pensamiento encierra algún absurdo. Porque el pensamiento, asegura, sólo se produce en la soledad.
Opino y he opinado siempre exactamente lo contrario. Que el hombre solo, cuando se figura pensar, no piensa. Que cualquier actividad espiritual creadora debe hundir sus raíces en la dualidad, si no en la pluralidad. Que no hay pensamiento, en suma, donde no hay —por lo menos implícitamente— diálogo… En el texto referido se demuestra cumplidamente, si no me engaño, esta verdad, tanto como psicológica, metafísica.
Y también histórica. Porque otra demostración nos la traen las horas intelectualmente más fecundas que la Humanidad haya conocido. Aquella en que los filósofos investigaban cooperativamente en los simposios los principios capitales sobre la Belleza o el Amor. Aquella en que la luz, que no era humana, de unos ojos se hundía en la de otros ojos humanos, en los altozanos o junto a los lagos de Judea. Aquella en que los príncipes entraban a los talleres de los escultores a departir sobre la perfección formal. Aquella, hace dos siglos, cuando las damas, centro de los salones, abrían en torno suyo y del fuego la rueda mágica de la conversación…

EL CANTO DEL DURO.— Decíale un día Renoir a Ángel Zárraga, cuando éste hacía su retrato, hoy en un Museo de los Estados Unidos: "Entre la mejor de mis obras y un cromo, la diferencia, fíjese usted, es apenas de un canto de duro…"
Algo por el orden le oí decir en cierta ocasión a un sastre excelente, con referencia a la distancia entre sus creaciones y las confecciones de bazar.
Pues, ¿y en el capítulo de los chistes? De nuestro patrio astrakán a Bernard Shaw, ¡cuántas veces sólo un canto de duro!… O, como escribían Cervantes y —con menos excusa en las costumbres contemporáneas— doña Emilia Pardo Bazán, "un negro de uña".
Lo más curioso es que también se cifraba en un pequeño detalle así —en pequeño, archidifícil decisivo detalle— el paso que hay que dar, según Octavio de Romeu, para llegar a poder llamarse un buen cristiano. No un santo, desde luego, que esto ya son palabras mayores, pero sí alguien en posesión y disfrute de la cristiandad justita para ir tirando.
Aun dentro de estos límites modestos, cuesta un triunfo el paso de un nivel a otro nivel, cuya discontinuidad, vistas las cosas desde fuera, apenas se nota.

EL MONUMENTO A "CLARÍN".— En un momento dado, el monumento a don Juan Valera fue reclamado para Cabra. Personalidades dignas de respeto querían que fuese erigido en Cabra, no en Madrid. Su opinión no fue aceptada.
Sin embargo, la consagración monumental de Clarín, en Oviedo, no aquí, la vemos realizada estos días. ¿Tiene la gloria de este escritor notas más específicamente locales que la de aquél?
Tal vez; pero a Madrid no le conviene que así sea. Ni a Madrid ni a la urgente España futura. Recordemos que la misma Roma, que, después de todo, era algo más que una Corte, no vacilaba en incluir en su Panteón hasta a los dioses de los países vencidos.
Esculpe Madrid también su icono de Leopoldo Alas, monitor, no sólo literario, sino espiritual, de unas horas de España entera. Y —con el del poeta Rubén Darío— el del poeta Juan Maragall.
Habría riesgos harto graves en dejar que se acotasen ciertos altos recuerdos en el círculo de los contertulios de un Casino o de los discípulos de una cátedra.

LA CONSISTIDURA.— El mejor florecimiento de Clarín —y aquí está acaso la razón inconsciente y profunda de la diferencia del ulterior comportamiento con él y con Valera— coincidió con un momento de la historia de nuestra cultura, en que tal cual núcleo escogido de alguna provincia española pudo estar intelectualmente más cerca de Europa que la misma capital.
La aparición de ciertos caracteres en la llamada "cuestión catalana" corresponde también a este período.
Hay un grupo de problemas embarazosos de estructura política, cuya normalización, ya que no solución, no puede tener otro instrumento que la consumación de la europeidad de Madrid.

ANTIGUO Y MODERNO.— "Le temps était beau comme la prunelle d'une anglaise", escribió Téophile Gautier un día en que se sentía Giraudoux.
Pero La Fontaine, ¿no había escrito, con bastante anterioridad, que l'onde était transparente ainsi qu'an plus beau jour"?
Esto, por otra parte, es de la más pura tradición homérica; calificar una cosa, comparándola consigo misma, en su instante de excelencia mayor.
¡Cuán antiguo es todo lo verdaderamente exquisito! ¡Cuán moderno todo lo auténticamente bello!

CHARLATANERÍA Y TECNICISMO.— Los curanderos más temibles son los que poseen el título de médico en regla. Y el peor charlatán el que tiene a su disposición —doble trampa— un vocabulario técnico.
Lo digo a cuento de la salud de la peseta.


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Última actualización: 10 de junio de 2008