Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO    
(ABC, 22-VII-1927)

O'HIGGINS.— Reconózcase con lealtad: el resultado de los experimentos que, en aplicación del principio de las nacionalidades, ha multiplicado la Europa de tras-guerra está muy lejos de lo satisfactorio. Tenemos hoy una Polonia libre, una Hungría libre, una Irlanda libre. Pues bien —como ya en estas glosas se dijo—, Polonia es sueño. Y Hungría —según acaba de manifestar, al volver de ella, Jules Romains—, el país más desalentado de Europa. En cuanto a Irlanda, su actual situación bien se adivina, a través de las informaciones y comentos, provocados por el asesinato del ministro O'Higgins.
Hace unos siete años, quien esto escribe tuvo ocasión de conversar, sin demasiada prisa, con el filósofo Bertrand Rusell. Asuntos de política británica ocuparon algunos giros de esta conversación.
—Y, de la cuestión irlandesa, ¿qué opina usted? — le fue, en tal coyuntura, preguntado al ilustre maestro de la Logística.
—Opino —contestó— que se les debería dar la independencia a los irlandeses, siquiera para ver si, una vez independientes, hablaban de otra cosa, pensaban en otra cosa…
Pues bien, aquello ha acontecido. Sin embargo, los irlandeses no piensan en otra cosa… Piensan en lo mismo. Todavía con más encono. Con el encono que nos revelan estas cuatro balas en un minuto contra un hombre; estas setenta y siete ejecuciones por año, que el hombre ordenó…

DAUDET.— Me gusta esta idea de León Daudet, acerca del origen del cáncer. Podrá no ser adoptada; pero creo que no convendría echarla en saco roto… Yo, en términos generales, jamás me cierro a la posibilidad de acierto y valor ante las hipótesis científicas de los no profesionales de la ciencia, cuando éstos son muy inteligentes. Darwin, después de todo, estaba, cuando empezó, lo más lejos posible de la cuadratura profesional.
Ni parecen la teoría de la visión extrarretiniana, cara a Jules Romains, la teoría del cáncer hijo de un polirritmo que Daudet preconiza, situarse demasiado lejos de la teoría de la metamorfosis de las plantas, gloria de Goethe. Cierto, desde el punto de vista de la jerarquía, ni Knox es Egmont ni los Morticoles una Walpurgisnacht. Pero, si aquellas invenciones se aproximan, por lo de fábulas, estas fantasías se allegan, por lo de sátiras. ¿Quién nos dice, pues, que aquellas tesis no acaban equivaliéndose, en lo de descubrimientos?
A Daudet se le conoce bastante mal; por culpa suya, es claro. Pero yo he tropezado, en un volumen suyo reciente (Etudes et milieux litteraires), y entre ciertas bagatelas y gratuitas ultranzas, con una página filosófica y pedagógicamente muy importante, donde se atribuye el hecho de la energía espiritual, en un hombre o un grupo, a la capacidad que el mismo posea de vivificar continuadamente las raíces del lenguaje. «Es el verbo —escribe Daudet— quien produce la determinación. Cuando un hombre opera, en una circunstancia grave, es bajo el impulso de una sentencia interior. Esta sentencia, si la busca analíticamente, la encontrará siempre cifrada en la reviviscencia, en él, de una raíz etimológica. He aquí lo que llamo intensidad.»
Doctrina de origen alemán, por cierto. Viene de Fichte… Pero las intenciones de Daudet en filosofía del lenguaje —acaso, también, en biología del cáncer— son lo bastante fuertes para poder pasarse de nacionalismo.

FRANCFORT.— Semana internacional de Música moderna. Este año, en Francfort. Otra vez —Weltgeist durch Violinen— el espíritu del mundo actual, la unidad de Europa, revelándose sin palabras.
A los poderosos gobernantes debería serles obligada la asistencia a estas fiestas. A la de Venecia, en 1925, Mussolini —que estaba, sin embargo, anunciado— no pudo venir. Yo lo sentí mucho, porque precisamente por aquellos días el fascismo italiano estaba en un tris de echar por la borda su lastre de prejuicios nacionalistas, para entrar francamente en la zona de las corrientes imperiales. Zona llena, indudablemente, de peligros; pero donde se respira un poco mejor. Sobre todo cuando los aires traen, sobre oxígeno, música.
Bendita la ayuda que Inglaterra presta a la causa de Roma, con estos festivales de música moderna. Bendito el esfuerzo de unidad, en quien tantas veces pecó contra la unidad… Últimamente, quien, en materia de música, manifestaba, por cierto, alguna veleidad separatista, eran los alemanes; codiciosos de no sé qué extraños privilegios… Pero tal vez la celebración de esta semana en Francfort ha arreglado las cosas. Ya se entenderá que todos debemos ponernos a coro, en lo de cantar.
¡A ver cuándo la celebración de la Semana Internacional de Música caerá en Rusia, en Inglaterra o en España…! Nos conviene. Nos conviene, como en una aglomeración urbana le conviene al arrabal el establecimiento de alguna nueva línea de comunicaciones con el centro de la población.


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Última actualización: 18 de julio de 2008