Eugenio d'Ors
SERIES TEMÁTICAS    
ver índice
ENTRADA AL MUSEO SECETO
OBRA POÉTICA

De ser un hombre, yo, la verdad, no estoy siempre seguro, a menos de que me contente con los pobres guarismos de la historia natural. Muchas veces me siento más que un hombre, ora la gracia de ciertas elevaciones celestiales me asista, ora me pinche y encabrite el endemoniado orgullo. Otras veces, la aprensión me atosiga de no alcanzar el nivel exigido por la dignidad de aquel término.

De lo que estoy plena y constantemente persuadido, es de ser un Ángel. ¿De dónde, si no, esa no interrumpida asunción de una realidad más extensa, esa identificación, en mí, de individuo y especie, el sentido simbólico inherente a mi existencia y a cada una de sus horas? Si no gusto de repetir el verso del Heautontimorúmenos sobre la solidaridad con todo lo humano (verso que, según testimonio de San Agustín, tanto aplaudía el público al oírse en la escena), digo, en cambio, de buena gana: «Angelus sum: nihil angelici a me alienum puto».

Por lo cual, y por lo que ello tiene de angélico, no he creido jamás que los menesteres del filósofo me obligasen a apartarme de cualquier ejercicio de poesía.

***

Un veterano y gracioso recuerdo es conmigo, al reflexionar acerca del título conveniente a estas páginas, con que la amenidad de unos amigos quiere abrir una colección, colocada cabalmente bajo el signo de la amistad y atenta a los límites de su contorno.

Era en Roma y yo, un estudiante. Cierto domingo, y como yo paseara por una de las alturas de la ciudad, divisé un lejano jardín, donde pronto distinguía la agitada pululación de un partido de fútbol. Al ver a los jugadores ensotanados de púrpura, mi primera, pasmosa y desatinada impresión fue la de que allí se deportaba nada menos que un equipo del Sacro Romano Colegio… Sólo más tarde llegué a saber que se trataba de los seminaristas de una fundación austriaca, a quienes no sé qué privilegios visten precozmente en guisa de cardenales.

Probablemente no existe precepto canónico alguno que rehuse a los cardenales de veras el ejercicio del fútbol. Nadie juzgará con todo fuera de orden que, de practicarlo, lo hicieran en concluso y sellado jardín. Tampoco S. M. el Rey de Suecia, al jugar al tenis, lo hace a los ojos de todo el mundo, sino ante algunos íntimos privilegiados, a los cuales agrega, por ventura, algún fotógrafo.

Yo, para este mi jardín y deporte de poesía, no deseo fotógrafo siquiera. Que en él se entre con abrigo de intimidad y casi con aire de clandestinidad tolerada. Como los visitantes de ciertos Museos, cuando, con una vaga sonrisa, se escurren hacia aquellas sus oblicuas secciones, capillas de Priapo y Libidine. Ligeramente corrido el lector aquí, para evitar al autor que tal se sienta.

***

Ahora bien, allí donde se acota la difusión y se excusa la crítica, puede encontrar, después de todo, cierto pasto la historia.

No será tal vez indiferente a la de nuestras letras el saber que, hace tres lustros, cuando toda la producción poética tendía a lo blandengue, si no a lo amorfo, al lirismo inconsciente y a la anarquía suave, hubo quien se adelantara a la reacción que debía venir después y (no por apego a rutinas ni por regüeldos de un pasado, sino con ímpetu de polémica modernidad) regresara a la santa retórica, a la sacra métrica, al modo heroico y broncíneo. A la vez que, en el tratamiento de nuestra historia, a inspiraciones imperiales y ecuménicas valoraciones.

Tampoco la historia de nuestras costumbres se dejará de interesar en el hecho de que, pasado el 1936 y cancelado el armatoste de parlamentos, elecciones, etc., se inaugurase en España la posibilidad de servir a los pueblos con más espiritual y etéreo modo. Según lo revelado aquí por un soneto a Écija y, fuera de aquí, por su suerte. Servicio del cual se cantó un día.

«Desde que no hay elecciones,
No se habrá visto cortejo,
Que le ronde a una ciudad
Tanto y con tanto salero».

y que hoy recompensa, no un acta vil, sino, oro sobre mármol, la fachada de la astigitana Casa municipal.

Ni, finalmente, la historia política y moral, en otro acontecimiento, con visos de transformación profunda. El cambio por virtud del cual pudo la reciente Cruzada de España, a la vez que sacar denodados guerreros entre los señoritos de los bares, dictar, a filósofos quintaesenciados, desgarrados romances de ciego, en comunión con lo más tosco, y también lo más puro, del alma popular.
***

Otros momentos poéticos o, por lo menos, líricos o, por lo menos rimados, del autor, han sido recogidos en distintas obras suyas, particularmente por la coleción titulada GNÓMICA. Llevan en ella generalmente la previa mención «N. S.», que quiere decir «nota secreta».
El contenido del presente MUSEO SECRETO no es copioso. Pero la pasión coleccionista no ciega a sus editores hasta el punto de hacerles lamentar que tal o cual muestra, que hubiese encontrado lugar aquí, se halle en otra parte o se reserve todavía.

seguir    

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 23 de enero de 2007