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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
GLOSARIO en La Libertad
Eugenio d'ORS, «Glosario», La Libertad, Madrid (7-I-1920—21-XII-1922)          

 
Las glosas del patín (Natación, aviación, patín / La fiesta mágica del silencio / Escolástica del patín) (30-XI-1922, p. 1)              
Natación, aviación, patín
La natación es la hermana mayorazga de la aviación. Vence el hombre, paralelamente, en las dos, la fatalidad de su condición específica. Adquiere, gracias a aquélla, poderes de pez; gracias a la aviación, calidad de pájaro. Nada de esto ofrece la menor dificultad.
Pero en el deporte del patín, la invención se vuelve más arbitraria. No se copia en ésta ser alguno de aire o de mar; tampoco, de la tierra. Un patinador que tan suavemente resbala, es un ectipo falto de arquetipo en la Naturaleza. Realiza una actitud, un movimiento, un juego, que antes jamás se habían visto, aunque probablemente se hubiesen soñado. Y, en verdad, ver avanzar al patinador rígido, silencioso y rapidísimo, parece todavía, si bien se repara, cosa de sueño, y guarda persistentemente no sé qué sabores sutilísimos de irrealidad. Así puede casar tan perfectamente con el patinaje la luz de la luna. O, a falta de ella, la de los arcos voltaicos, que la imitan en su blancura con tal perfección.
Y ahora se me ocurre pensar que tal vez sí tenga esa invención del patinaje un modelo. Fuera de la naturaleza, es verdad; pero modelo al fin. Por la aviación intenta el hombre copiar a las aves. Por la natación, a los peces… Acaso, al patinar, trate atrevidamente de imitar a los ángeles.
La fiesta mágica del silencio
Y ya, por haber acariciado la idea de que los patinadores copiaban a los ángeles, me acompaña un ensueño maravilloso. Es el de una suprema fiesta al Silencio.
Es un parque; pero ningún árbol. Es una fiesta; pero ninguna música. Es la noche, y la luz lechosa de la luna vuélvese mineral, sobre del hielo refulgente.
Sin música, estos patinadores danzan. Y quién los conduce con tan perfecta medida, no lo sabemos… Otros hay que vienen de una gran lejanía, resbalando, inclinados ligeramente, en parejas que no se hablan. Ni se miran tampoco.
Y la incalculable muchedumbre, reunida para contemplarlos, permanece igualmente sorda, sin rumor. Tan puro es el silencio, que el suspiro de un fatigado se podría percibir desde cualquier parte. Pero nadie se fatiga en la fiesta extraña. Y, a cada punto, brillan los ojos más, encendidos en un tranquilo fulgor.
Hasta que llega la medianoche. Entonces, desde no se sabe qué lugar, un reloj de voz casi humana deja caer, uno tras otro, los doce golpes. Y el ensueño —que conoce bien sus deberes literarios— se desvanece.
La silenciosa fantasmagoría se rompe, como se rompe una copa de cristal.
Escolástica del patín
Escolástica del patín
Este patinador ordena su deslizamiento en raudos silogismos. Éste se abandona elocuentemente a un largo sorites.
Lo que está prohibido en la escolástica del patín, es el entimema.
Y, realmente, cuando se deduce tan de prisa, ¿para qué saltar?

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Última actualización: 3 de abril de 2009