Eugenio d'Ors
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INICIATIVAS EDITORIALES
 
REGALOS DE BODA DE LA PRINCESA MARINA
(El Debate, 5-XII-34, p. 3).
La mañana del día mismo en que la princesa Marina se iba a embarcar para Inglaterra, donde le esperaba himeneo, la encontrábamos nosotros entre dos puertas a la entrada de una galería parisina de pintura vanguardista. Porque, en arte, los gustos de la princesa Marina no son los mismos con que se ornó el benéfico espíritu de nuestra Infanta Isabel. Más bien diríamos que recuerdan aquéllos, «hic et nunc», los de Felipe II; cuyas predilecciones escogían —según es sabido, pero sin que se pare a bastanza mientes en el asunto— la producción artística contemporánea y extranjera.

En Madrid, por desdicha —lo mismo cuando la villa es Corte que cuando es Patio— la tabla de valores de la Infanta Isabel alcanzó más difusión que la de Felipe II y de la princesa Marina. No es en Madrid donde se le ocurriría a una novia, consultada por algún obsequiante el regalo que preferiría, optar, como ésta ha hecho, por un cuadro de Raoul Dufy, o de otro pintor por el estilo de Raoul Dufy… Muy hueco con tamaña distinción, Dufy anda a estas horas pintando, no el cuadrito del convenio, sino un cuadrazo. Más grande en tamaño, si no menor en truculencia, que cualquiera de los Jerónimos Boscos con que se regalaba el fundador del Escorial.

Tampoco sé si tendría entre nosotros muchos partidarios, otro de los presentes por la princesa Marina recibidos. Que es —y de eso, por carambola (¿pero, se dice todavía: «por carambola»?), algo le toca a España— un volumen, el último publicado, de la biblioteca de A. L. A.; es decir, de los «Amigos del Libro de Arte»… Se trata de la «Primavera portátil», del poeta Adriano del Valle. Portátil, hasta donde alcance la tirada reducida a 300 ejemplares, en su estuche rosa-vino, con los lazos azul-acero. Cuando la nueva duquesa de Kent abre en Londres este libro andaluz, lo encuentra, como un patricio jerez, con el aroma fortalecido por el viaje.

El libro de A. L. A. hará muy bien en su biblioteca. Quizá sea algo más difícil encontrar, en las paredes de la principesca residencia, que ya deben de ostentar los inevitables retratos de aparato y tal cual obra de sir No-sé-cuantos, R. A., con sendos marcos, sino en peluche, en super-peluche, lugar a propósito para el Raoul Dufy… Pero la recién casada tiene en el rostro demasiado resplandor de ironías dulces e inteligentes, para no encontrar —como buena ama de casa moderna, a la vez que como hija respetuosa de una muy tradicionalista familia real— solución a todo.

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 27 de mayo de 2008