Eugenio d'Ors
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INICIATIVAS EDITORIALES
 
PRIMAVERA PORTÁTIL (1)
(Arenal de Sevilla, n.º 2, Sevilla, 1939, pp. 2-6)
(Publicado originalmente en: «Folletón de El DEBATE. Monitor de la Cultura»,
El Debate, 10-IX-1933, Suplemento, p. 2)
Nunca, a nuestro saber, una sociedad de bibliófilos ha dado primicia como la que «A.L.A.» va a dar a sus amigos, primicia tan sabrosa. A un poeta nuevo, a un ilustrador nuevo, sólo por excepción singularísima, las ediciones de esta clase se pueden arriesgar. En la coyuntura, el poeta nuevo es ya en España famoso, y famoso desde años, por su fantasía, por su imaginería, por su alegría, aunque no haya publicado hasta ahora libro alguno. Famoso, porque con él, como mientras vivió, con Ramón de Basterra, alguien ha velado porque no fueran eficaces las conjuras de postergación, decretadas y conducidas en grupitos de monopolio, y cuya injusticia, aunque no prevalga finalmente, dificulta, a veces durante toda la vida, la legítima recompensa en gloria del postergado, y otras veces, caso peor aún, su labor. Primavera portátil lleva como título la colección de poemas de Adriano del Valle, que «A.L.A.» va a publicar, y ya se imprimen regiamente en una de las mejores prensas bibliofílicas del mundo. Portátil tenía que ser para que su autor pudiera llevar la frescura de su inspiración y la integridad de su gracia, tan enteras y sin deterioro, a lo largo de veinte años de vida y al punto en que ésta anda ya promediada. Milagro por ventura de cierto entronque, que en el libro se muestra deliciosamente, entre un tesoro inicial de donaires, fortuna usual en lo andaluz, y una manera minuciosa, candorosa y, por decirlo así, «higiénica», de administrarlos, que recuerdan ciertas virtudes germánicas, como las de los cachazudos constructores de relojes y de juguetes, y que, lejos de consentir la ardiente dilapidación de aquel caudal, lo conservan y acrecen y dejan a la misma edad madura la gracia y capacidad de alborozos de la niñez. Polícromo altar andaluz de la Cruz mayera, ingenioso juguete de Nuremberg, con mucha cuerda de música, la Primavera de Adriano del Valle no va a salir menos estilizada que la «Primavera» de Botticelli. Los primores de aquélla, menos elegantes, sin duda, que los de ésta, parecerán quizá más vivos. Pocas veces, poeta o artista, se habrá tomado con la Naturaleza libertades más irreverentes, ni que hayan sido con más facilidad, no ya perdonadas, sino recompensadas. Mundo sin tranvías se llama una de las partes del libro (y las otras: Primavera portátil, Homenaje a Debussy, Toros en Sevilla); sin tranvías de ingeniero, es verdad; pero no sin tranvías de juguete, al lado de otros juguetes que salen también de la caja, unos hidroplanos, un piloto observador, un país de Liliput, un Pío Nono de confitería, un arcoiris, unos toritos, unas banderillas, un pastorcito, unas campanas, unos elefantes, un San Cristobalón y la Divina Pastora, para no acordarnos más que de los títulos de los poemas, cada uno de los cuales es como una de esas muñecas rusas que, abiertas, van regalando a nuestros ojos tres, diez, veinte muñequillas más pequeñas… ¡Ah, y un cuclillo! El cuclillo de La Divina Pastora. El cuclillo tartamudo que canta:
—Pastora, tora, tú tienes
rebaños, baños, de ovejas…
Yo taño, taño, mi trébol
roto, roto, en la arboleda.
Dedales, dales, de plata,
y, en raso rosa con perlas,
pespuntes, puntes, de agujas
con sartas, sartas, de estrellas.
Bastidores, dores, tienes
y tienes, tienes, tijeras
que abiertas, biertas, parecen,
volando, lando, cigüeñas.
Tijeras, jeras, que cortan
los vientos, vientos, que vuelan,
bordados, dados, los vientos
de blancas, blancas, cigüeñas.

Primavera portátil saldrá y será repartido antes de Navidad. Claro, para que pueda ser puesto colgado de un árbol de Nochebuena o deslizada su punta en un zapato.
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(1) Adriano del Valle, cuya obra poética se registra con permanente sucesión desde 1916 en las más diversas publicaciones de España y Sur-América (en Estados Unidos, The Hispanic Society of America, incluye recientemente una representación de su poesía en «Translations from hispanic poets», última antología publicada por esta meritísima Sociedad), es hoy, a pesar de su continua presencia en tanta página dispersa, el autor sin libros. Cuando menos así lo parece, pues apenas se da con biblioteca o librero que puedan ofrecernos ese buscado volumen de Adriano del Valle. Pero existen, aunque ya no pueda creerse, los libros de Adriano, con parte de su extensa obra recopilada en dos colecciones orgánicas. Uno de ellos es el libro sin mezcla de impresión alguna, el libro non-nato, pero, al fin y al cabo, el libro premiado en el Concurso Nacional de Literatura de 1933, que mal hubiera podido alcanzar el altísimo galardón sin ser libro, aunque continúa conservándose en el cuerpo manuscrito, difundido únicamente por la palabra del poeta, sin mancillarse en imprenta y mercado. Tal libro, «Mundo sin tranvías», nunca, naturalmente, lo hemos podido encontrar.
Otra obra de Adriano, «Primavera portátil», tampoco está al alcance de todos los clientes de este género de mercancía inefable. Pero logra, en cambio, «Primavera portátil», la más exquisita impresión, y un número de ejemplares tan aquilatado, qua ya estaban suscritos en su totalidad recién salidos de la prensa parisina de León Pichón, y vedados, desde entonces, para el gusto de muchos ojos curiosos, que sólo saben, como de una fábula, del libro finísimo, ilustrado excepcionalmente por Octavio de Romeu, uno de cuyos ejemplares fue ofrecido, en calidad de presente nupcial, a la nueva Duquesa de Kent. Libro de notable estirpe literaria, que los «Amigos del Libro de Arte» seleccionan para el primor de su colección con «La Mojiganga de la Muerte», de Calderón de la Barca «La Vie Breve», de Eugenio d'Ors; «Tres mitos», de Jules Supervielle; «La ética de la elegancia», de Nicolás Faret; «El Cementerio Marino», de Paul Valery, traducido por Jorge Guillén; y el «Journal d'Alicante», de Valéry Larbaud. Al cabo de los años, aún se mantiene la curiosidad, y no falta quién pregunte con frecuencia por «ese» libro de Adriano del Valle. Mediodía quiere recabar para sus lectores una parte del gozo frustrado, y no pudiendo hacerse vitrina para mostrar el único ejemplar que Andalucía se asigna, exhuma del libro muerto para la publicidad algún que otro vestigio como prueba de su existencia. Por ejemplo: un poema del libro —La Divina Pastora—; una ilustración del libro —Homenaje a Debussy—, por Octavio de Romeu; una crítica y cartel del libro —de 1934—, por Eugenio d'Ors. Señales sucintas y casi fabulosas para los bibliófilos y los historiadores. — E. [Eduardo] Ll. [Llosent] M.

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Última actualización: 18 de septiembre de 2007