Eugenio d'Ors
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EL SILENCIO POR MALLARMÉ
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14-X-1923. Madrid, Jardín Botánico, El silencio por Mallarmé. De izquierda a derecha, en pie: Mauricio Bacarisse, José Bergamín, Antonio de Marichalar, José María Chacón y Calvo, y Enrique Díez-Canedo; sentados: Eugenio d'Ors, José Moreno Villa y José Ortega y Gasset — fotografía de Alfonso Reyes, publicada en Revista de revistas (México), núm. 706, 2-XII-1923; agradecemos al prof. Roberto Narváez su colaboración en la localización y reproducción de esta fotografía.

 

 
 

Aunque en la Revista de Occidente (año I, tomo II, núm. 5, noviembre 1923) se dio como fecha de celebración de este homenaje a Mallarmé el 11 de septiembre de 1923, como ya señaló Alfonso Reyes, promotor del mismo, el homenaje se celebró el 14 de octubre de 1923. De ese acto, según el testimonio de Enrique Díez-Canedo, quedó constancia en dos fotografías, una realizada por Alfonso Reyes, que es la aquí reproducida, y otra por José María Chacón, que ha permanecido inédita.

 

GLOSAS
(ABC, 18-X-1923, pp. 3-4; recogido en E. d’Ors, Cinco minutos de silencio, Sempere, Valencia, 1925, pp. 9-14 y en E. d’Ors, Nuevo Glosario, vol. I, Aguilar, Madrid, 1947, pp. 737-740)

 
 
 
La Época, 19-X-1923
“El silencio por Mallarmé (respuesta)"
(Revista de Occidente, año I, tomo II, núm. 5, noviembre 1923, pp. 244-246; recogido en E. d’Ors, Cinco minutos de silencio, Sempere, Valencia, 1925, pp. 15-17  y en E. d’Ors, Nuevo Glosario, vol. I, Aguilar, Madrid, 1947, pp. 740-741).

(En ocasión del pequeño funeral literario referido en las glosas anteriores, y probablemente como secuencia de las sugestiones contenidas en la titulada El rito, circuló la Revista de Occidente, de Madrid, en la disposición periodísticamente clásica de una encuesta, la siguiente pregunta entre los entonces reunidos: “¿Qué ha pensado usted en los cinco minutos dedicados a Mallarmé?”. He aquí la contestación del autor de este libro.)

Espero que no se tache de cinismo mi declaración de que pensar, lo que se llama pensar, no pensé nada en la coyuntura. Yo sólo pienso cuando hablo o escribo, es decir, cuando articulo y redacto. Incapaz de encontrar el menor sentido a la antigua y desacreditada separación entre “fondo” y “forma”, no he logrado jamás pensar sino con y por las palabras (u otras formas, como las líneas, puesto que con frecuencia dibujo también)… He conducido, además, algunos esfuerzos de teorización filosófica a fortificar mi sospecha de que a todo el mundo le ocurre lo mismo.
A falta de pensamientos, puedo traer aquí algunas larvas. Puedo referirme al resumen —esquematizado, naturalmente, con cierta arbitrariedad— en que ya quedó fijada, para una de mis glosas, referencia sucinta de cuáles fueron mis pálidos contenidos de conciencia, durante los píos cinco minutos dedicados a la conmemoración a Mallarmé:
[…]
Aquel desfile de imágenes frágiles no es probablemente muy lucido. Mi sinceridad no me permite ofrecer otra cosa.
Antes de terminar, una observación extraña al asunto, aunque marginalmente traída por su desarrollo. He escrito más arriba “píos cinco minutos”, y lo he escrito con alguna repugnancia. ¿Por qué no convendríamos en una palabra, por qué no inventaríamos un término singular y sintético, para designar los “cinco minutos” como unidad, al modo como el sou francés y nuestra perra chica designan, también como unidad, a los cinco céntimos? “Cinco minutos”, “diez minutos” nos aparecen en nuestra vida práctica, muy frecuentemente, como entidades vivaces y dotadas de imperio, que están pidiendo a gritos un símbolo propio, con el mismo derecho, o más derecho, que el “cuarto de hora” —expresión que, por otra parte, tiene, en su carácter analítico, la razón de cierta debilidad—… El hijo de Darwin dice de su padre, en la biografía: “Una de las razones de la superioridad de Carlos Darwin para el trabajo era que sabía distinguit, con nitidez, diez minutos de un cuarto de hora.


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Última actualización: 1 de febrero de 2010