IV Jornadas "Peirce en Argentina"
26-27 de agosto del 2010

Ni filosofía analítica ni criticismo de Frankfurt:
el pragmatismo peirceano de la escuela de Erlangen*


María Gabriela Fulugonio


Resumen

En mi trabajo, partiendo de una breve consideración de los usos del adjetivo "pragmático" en el lenguaje corriente, pretendo analizar cuáles son las líneas de influencia que convergen en el constructivismo metódico de Erlangen con el objetivo de defender la tesis según la cual el pragmatismo que defienden los teóricos de Erlangen es más acorde con el que casi un siglo antes postulara C. S. Peirce que con cualquier otro que se desarrollara posteriormente. Y ello fundamentalmente dadas las siguientes tres razones: la concepción consensual compartida de la verdad1 , el hincapié en el aspecto esencialmente pragmático del lenguaje y, partiendo de este entendimiento de la estructura lingüística, la confianza en los recursos formales que el lenguaje puede ofrecer a la ciencia para que ésta sirva al progreso humano.


I. Introducción

En el lenguaje ordinario el adjetivo "pragmático" tiene –como mínimo– un uso doble. Normalmente aplicado a agentes o a decisiones, con "pragmático" se pretende significar que la motivación del accionar de un agente, o la motivación de una decisión, está orientada a favorecer de modo más o menos inmediato la posición unilateral desde la que se actúa sin mayores consideraciones ulteriores que podrían acarrear costos varios. Aquí "pragmático" es uno de los sentidos del adjetivo "práctico".A este uso se agrega en ocasiones un matiz peyorativo que hace que se asimile "pragmático" a "oportunista". Así, se efectúa una crítica seria a una persona cuando al decir que es pragmático se desliza que se trata de alguien que sistemáticamente apoya las opiniones dominantes y se comporta acorde a ellas, no importa cuál sea su naturaleza, con el único fin de alcanzar sus objetivos en términos de políticas de poder. En cualquier caso, "pragmático" describe la cualidad de poder actuar sin dilaciones ocasionadas por una reflexión que acaso puede ser excesiva o infructuosa. Así, pragmático será quien actúe supeditando toda valoración ética a su propia conveniencia: éste es el caso que da a la palabra su matiz peyorativo, desde ya. Por el contrario, no le cabe tal matiz cuando se la utiliza simplemente para calificar a quien actúa siguiendo algún método de decisión preestablecido menospreciando el valor de la reflexión (dada la excepcionalidad manifiesta con la que ésta ofrece resultados positivos), como tampoco le cabe tal matiz, y también desde ya, cuando se la utiliza para designar a aquél que a conciencia y mediante un método racional de decisión (expreso o no) se vuelca a actuar en el momento que juzga conveniente, pese a no haber llegado a una conclusión definitiva respecto de sus reflexiones o discusiones.

  Paralelamente a estas distinciones, hacia fines del siglo XIX y durante todo el siglo XX los distintos desarrollos teóricos de la llamada filosofía de la acción tenderán, en última instancia, o bien hacia una justificación del estado de cosas vía su naturalización, o bien hacia una posición normativista de inspiración (neo)kantiana. En lo que sigue pretendo mostrar que el pragmatismo propio de la escuela constructivista de Erlangen, nacida en los años 60´ como consecuencia de los desarrollos de Paul Lorenzen (1915, Kiel-1994, Göttingen) en el área de los fundamentos de la matemática, es justamente del segundo tipo, al igual que el de C. S. Peirce. Para ello en el siguiente apartado me referiré al lugar que frente al "giro lingüístico" tuvo en Filosofía el "giro pragmatista", para luego, en III ofrecer una caracterización general del constructivismo de Erlangen. Indicaré los puntos de controversia con escuelas filosóficas rivales, a saber, la filosofía analítica y la escuela de Frankfurt, y mostraré, en contraposición, la coincidencia que mantiene con el pensamiento de Peirce, en particular, a propósito de la noción de verdad. Ello me permitirá en IV comparar la noción tradicional de ciencia, mantenida a grandes rasgos por la filosofía analítica, con la noción pragmatista que defiende Lorenzen. En las conclusiones buscaré poner de relieve los tres aspectos críticos en que el pragmatismo de Erlangen y el de Peirce coinciden.

II. Los "giros" posmodernos 

   Esta acentuación de la acción como una posibilidad específicamente humana, decía, ha dado lugar a lo que en filosofía se  conoce como "el giro pragmatista", cuyo desafío más caro, a mi entender, es precisamente la fundamentación de la acción, si acaso hay algo como la acción humana, que no sea motivada por el más puro interés egoísta o egocéntrico, a diferencia de lo que prima en el reino animal. Ya el llamado "giro lingüístico" habría logrado dar un sólido fundamento a lo que se llamó "filosofía científica" al concentrarse no en el sujeto cognoscente sino en el lenguaje por éste empleado, lenguaje que no le es privativo sino que pertenece a la comunidad toda. De la capacidad psíquica del sujeto moderno se pasa a la capacidad lingüística de todo el grupo al que éste pertenece. Este giro habría sido el núcleo de la constantemente subrayada tesis antipsicologista de Frege respecto de la lógica, que se desarrollará con Russell y Wittgenstein (y Husserl y Carnap) con el análisis lógico del lenguaje natural y la teoría analítica de la ciencia que reinara en Oxford en los años 50’. Pero el análisis lógico del lenguaje, el método por excelencia de la filosofía analítica, si bien ha dado a la filosofía una pretendida y, tal vez, última edad de oro a propósito de la comprensión de viejos problemas lógicos y metafísicos, se ha mostrado muy limitado frente a los problemas técnicos y políticos del hombre contemporáneo.

Por su parte, tal como afirma Lorenzen (1988, p. 289), la tesis común a todas las escuelas de orientación pragmatista –desde el pragmatismo norteamericano nacido con C. S. Peirce, y pasando por W. James y J. Dewey, hasta la filosofía de la vida (desde Nietzsche a Heidegger)2 y el marxismo todo–, a saber, que el hombre es un ser actuante, deja abiertas demasiadas preguntas. Por lo pronto, ¿cómo se define "actuar"? ¿Actúa el hombre, porque es un animal pensante o piensa porque debe actuar, sin saber cómo? ¿Actúa porque vive socialmente en instituciones o tiene instituciones porque debe actuar socialmente? O sea, ¿la noción de acción se aclara a través de la del pensar y la de institución o es una categoría irreductible a través de la cual se explican las demás? Para peor, la filosofía analítica complica el panorama al introducir la categoría de discurso (o del lenguaje). Aunque la mayor parte de las veces ha venido a reemplazar la categoría del pensamiento, la frecuente asimilación por parte de los pragmatistas del discurso con la acción complica dicho reemplazo.

III. El constructivismo metódico

  Comprometido con el llamado a la acción que claramente se hiciera presente entre los filósofos a partir, muy en particular, de la resonante Tesis XI de Karl Marx acerca de la filosofía de Feuerbach, el constructivismo metódico de la escuela de Erlangen critica tanto el déficit pragmático de la teoría analítica, como la deficiente terminología y claridad metodológica de la escuela de Frankfurt. Su fundador, Paul Lorenzen3, había estudiado en Kiel, Berlín y Gotinga Matemática, Física, Química y Filosofía. Hacia 1951 Lorenzen desarrolla una fundamentación constructiva de la matemática4 y en 1955 presenta en los Kant-Studien una fundamentación constructiva de la lógica que llamará "Protologik". Sus trabajos metamatemáticos alcanzarán su madurez en (1962) Metamathematik y en (1965) Differential und Integral. Eine konstruktive Einführung in die klassische Analysis.

  La segunda gran fase de su obra comienza con la aceptación de la propuesta de Wilhelm Kamlah de hacerse cargo de una segunda cátedra de Filosofía en la Universidad de Erlangen en 1962, invitación que Lorenzen acepta “por el único motivo de poder trabajar con Kamlah” (Lorenzen 1976, p. 5, traducción mía), según él mismo expresa en un discurso de homenaje por la muerte de Kamlah que luego fuera publicado. Fruto de este trabajo en conjunto, aparece publicado en Ratio (1965) “Methodisches Denken”, según Ch. Thiel, un “auténtico escrito programático de la teoría constructiva de la ciencia” (Thiel 1995, p. 14). Allí Lorenzen defiende que el método del pensamiento no ha de ser el método deductivo que dominara el pensamiento de la modernidad, sino el que guiara a Georg Misch5 por un lado y a Heidegger por el otro, en conexión con Dilthey y Husserl respectivamente. Tales autores sostenían, como es sabido, que el pensamiento debe partir de la situación práctica de la vida cotidiana. "El filósofo –dice Lorenzen (1965, p. 2)– ya no se confunde más (…) con una conciencia que recién a través de sensaciones, percepciones e inferencias del entendimiento ha de tomar conocimiento del mundo. El mundo es para él más bien lo inmediato a la mano. (…) La filosofía ha ganado una nueva inmediatez".

  Lorenzen está convencido de que, partiendo del mundo de la vida cotidiana, el pensamiento puede encontrar en el lenguaje un medio de ayuda metódica de excelencia, o sea: los medios de ayuda metódicos del pensamiento son medios lingüísticos. Pero no se trata simplemente de usar el lenguaje tal como nos es dado, sino que con él han de construirse herramientas que permitan la investigación y la argumentación. A tal punto estaba Lorenzen comprometido con la idea de que la fundamentación teórica debía partir de las condiciones de la vida humana en sociedad para asimismo poder mejorarla que ello quedaba plasmado no sólo en sus teorizaciones sino en su práctica diaria como docente, tanto en sus clases teóricas como en sus seminarios, de donde surgiera, así bautizada por sus oponentes, la "escuela de Erlangen". Entre sus colaboradores y discípulos más salientes debemos nombrar a O. Schwemmer, F. Kambartel, K. Lorenz, J. Mittelstrass, P. Janich, C. F. Gethmann y Ch. Thiel, entre otros.

  Comprometidos, decía, con este llamado a la acción que acaso pretendiera "despertar del sueño dogmático" a los filósofos, los teóricos de Erlangen tomaron de la filosofía analítica el método del análisis del lenguaje ordinario y de los lenguajes científicos corrientes como un primer paso, útil y necesario en tanto nos permite tomar distancia de nuestros hábitos lingüísticos. Partiendo entonces de la estructura básica del lenguaje, se construirían lenguajes para las ciencias especiales, que sean accesibles prima facie a cualquier hablante. Pero todo proceso de construcción que tenga en vista la fundamentación de cierta disciplina requeriría de puntos de partida que estén fundamentados ya de alguna manera, dado que la mera arbitrariedad en estos puntos de partida se trasladaría a toda la construcción. Saber de dónde han de extraerse con fundamento tales puntos de partida requiere de un consenso resuelto previamente en la filosofía de la ciencia respecto de para qué las ciencias deberían fundamentarse. Los objetivos del discurso científico en tanto tal –es decir, considerado como anterior lógicamente a cualquier diferenciación suya a propósito de las diversas ciencias especiales– deben ser determinados a partir del mundo pre-científico de la vida. En esto, y en su última fundamentación –dialógica– de la lógica, radica el pragmatismo de Lorenzen.

  Fundamentar es para Lorenzen, en última instancia, mostrar cómo una ciencia está comprometida con las prácticas que tienden a mejorar nuestra vida comunitaria y ello sólo puede hacerse siguiendo un método, que no tendrá por qué ser el axiomático, tan caro al positivismo lógico. El método que propone Lorenzen parte de un uso lo más básico posible del lenguaje natural de modo tal de evitar sus usos más ambiguos y refinados. En él se han fijar las reglas para la argumentación, por un lado, y, por el otro, se construirá un nuevo lenguaje apropiado para la discusión de temas científicos; en términos de Lorenzen, un ortolenguaje. Para su construcción se comienza con la introducción de predicados a través de ejemplos (bajo mi manera de ver, al modo en que vulgarmente es introducido un adulto en el aprendizaje de una segunda lengua, según Lorenzen, al modo en que cualquiera de nosotros aprende a hablar) y  con la fijación de las reglas de uso de las partículas lógicas. Como resultado se tendrá una base de sentencias elementales y reglas para organizar el diálogo entre un proponente y un oponente. La argumentación se inicia cuando el proponente introduce una tesis; cada participante puede atacar la sentencia de otro o defenderse de un ataque; si el oponente no consigue defender su propuesta ganará el proponente. Son éstas reglas muy generales que, tal como afirma Roetti en "Fundamentos de la Lógica: estilos matemáticos y estilos filosóficos", manuscrito, p. 13, deben estar presentes en todo diálogo cooperativo. Así, se considera "verdadera" aquella proposición que no puede ser refutada en el transcurso argumentativo y sobre la cual debe considerarse que hay, entonces, un acuerdo al menos provisional de la comunidad involucrada. La acumulación de estos consensos va conformando el conocimiento considerado científico, que, en tanto tal, siempre es propiedad de una comunidad. Ya en 1869 Peirce había afirmado que el verdadero conocimiento "comprende la noción de Comunidad, sin límites definidos y capaz de un aumento seguro del conocimiento" (Peirce 1933, §5.312).

  Tal como afirma Apel hacia el final de la primera parte de su artículo "Ch. S. Peirce and the Post-Tarskian Problem of an adequate Explication of the Meaning of Truth" (…), publicada en 1989, la posición de Peirce en este contexto "es la de que la 'cosa-en-sí' kantiana, es decir, lo real, que de hecho no puede ser nunca 'conocida' por una única conciencia en ninguna de las fases del proceso científico (…), sin embargo, debe ser concebida como lo 'cognoscible' in the long run, en relación con la comunidad ilimitada de intérpretes" (Apel 1980/82, p. 25, cf. también 5.256, 5.265, 5.275 y 5.310). Siguiendo a Peirce, la idea kantiana de una incognoscible cosa-en-sí se disuelve en favor de la idea regulativa de lo real como correlato de un consenso último a ser alcanzado en la comunidad ilimitada de investigadores (cf. Peirce 1933, § 5.312). Peirce y Lorenzen coinciden entonces en que el diálogo acerca de una proposición a cargo una comunidad de actores competentes ofrece las condiciones de verdad de la misma, diálogo cuyas reglas deben estar pautadas de modo tal de que su finitud sea posible, sin desmedro de que cada tesis que allí se defienda pueda ser objeto de nuevos ataques.

  Finalmente, y a propósito de la comparación entre Lorenzen y Peirce en cuanto a sus puntos de vista, ahora, sobre el modo preferencial de presentación de la lógica, observemos que en sus presentaciones, ya desde Einführung in die operative Logik und Mathematik de 1955 hasta su fundamentación en términos dialógicos, Lorenzen defiende más bien los sistemas de deducción mediante reglas, pese a haber trabajado previamente en la construcción de sistemas axiomáticos alternativos al de Principia Mathematica que no hicieran uso del axioma de reductibilidad. Del mismo modo, según sugiere Brady (2000), lo habría hecho Peirce tanto en (1880) "On the algebra of logic" como en (1885) "On the algebra of logic: a contribution to the philosophy of logic", su último artículo técnico sobre lógica a ser publicado en una revista de primer nivel, la American Journal of Mathematics (cf. Brady 2000, pp. 5-6, 51-2, 124, 207, i. a.). Aunque, de todos modos, es interesar recalar aquí en la anterior interpretación tal vez más certera de Dipert, para quien los íconos de Peirce describen un sistema que se ubicaría "en algún lugar intermedio entre un sistema axiomático y un sistema puro de deducción natural. Todo ícono define tanto un axioma como una regla" (Dipert 1981, p. 584, mi traducción). Dicha interpretación ubicaría a Peirce a tono con la opinión hoy muy extendida de que no hay diferencia sustantiva entre la presentación de un sistema lógico axiomáticamente o exclusivamente a través reglas, dado que los axiomas puede ser leídos como involucrando reglas. La preferencia entre un modo de presentación u otro tendrá que ver entonces con consideraciones, justamente, de tipo pragmáticas.

IV. La precomprensión clásica y la precomprensión pragmatista de la ciencia

   En el artículo de 1988 "Das praktizistische Wende der Wissenschaftstheorie" Lorenzen caracteriza dicho giro pragmatista en virtud de su precomprensión de la ciencia, claramente opuesta a la clásica, presente asimismo en la filosofía analítica. Según la precomprensión clásica de ciencia, recién cuando en una sociedad la paz está básicamente asegurada y por lo menos ciertos estratos sociales viven sin la amenaza inminente del hambre, pueden entonces florecer allí el arte y las ciencias puras. Bajo esta comprensión clásica de las ciencias puras, sería escandaloso determinar como tarea primordial para las ciencias la de asegurar la paz, o incluso, sencillamente, la de mejorar la vida en sociedad, ya que, bajo esta concepción, las ciencias puras no pueden estar condicionadas más que por las condiciones impuestas por su objeto de estudio (cf. Lorenzen 1988, 287-8). Las ciencias que tuviesen el objetivo práctico de mejorar nuestra calidad de vida serían ciencias aplicadas, ciencias de la necesidad.

  Por lo tanto, y lejos pues de las ilusiones racionalistas sobre el alcance de un principio metódico sin relevancia práctica, el constructivismo pretende profundizar los imperativos de la Ilustración tales como la confianza en la investigación científica, la secularización, la necesidad de reformas políticas republicanas y pluralistas, demostrando que el círculo de Viena y el consabido positivismo lógico sólo habían explorado parcialmente dicho programa. En particular, frente a las enormes dificultades presentadas en los distintos programas de fundamentación de la matemática, Lorenzen insiste en su viabilidad a través de una respuesta sustantiva al  problema sobre el sentido de tales programas de investigación. Lorenzen está convencido de que avanzar en un programa tal tiene un "propósito final" que trasciende a la propia disciplina, a saber, implica avanzar en el desarrollo de herramientas para el entendimiento mutuo que luego la comunidad científica podrá ofrecer al resto de la comunidad.

  No caben dudas de que, en este sentido, la matemática y la lógica son ciencias de la necesidad, o sea, pragmáticas, según la caracterización peirceana de pragmatismo a juzgar por lo que se lee en Peirce 1933, § 5.135: "Con el fin de comprender el pragmatismo, por lo tanto, de forma adecuada para someterlo al criticismo inteligente, es pertinente investigar el que pueda darse un propósito final". Frente a la acuciante pregunta acerca de la finalidad de la investigación sobre los fundamentos de la matemática, hoy podemos contestar a partir de Lorenzen que en tal disciplina se estudian los resortes últimos del diálogo racional.

  La diferencia crucial entre la filosofía constructiva de la ciencia y la filosofía analítica, por un lado, y la filosofía pragmatista (en sentido amplio tal como fuera caracterizado al comienzo del trabajo y poniendo énfasis, ahora, en la escuela de Frankfurt), por el otro, puede resumirse del siguiente modo: En consonancia con la filosofía analítica, la exigencia de una fundamentación de las ciencias especiales recién podrá satisfacerse cuando los recursos críticos del lenguaje se empleen consecuentemente. Pero a diferencia de ella, los constructivistas enfatizan que la voluntad desempeña un papel relevante en el campo del conocimiento, pues todo conocimiento es, y en esto se reconocen deudores del legado kantiano, una forma de actividad. En este sentido, los constructivistas están más cerca del pragmatismo en tanto éste permita una construcción gradual y comprensible de las ciencias especiales y se tome en serio el hecho de que la ciencia debe apoyar las prácticas necesarias para mejorar nuestra vida. Sólo que por acentuar este último aspecto –y por oponerse a su escuela pretendidamente rival, a saber, la filosofía analítica de la ciencia– el pragmatismo a menudo se ha distanciado precisamente de una construcción metódica y sistemática de las disciplinas científicas. Sin embargo, ya en 1903, en una de sus Conferencias de Harvard, Peirce afirmaba:

Hace treinta años, cuando, a consecuencia de mi estudio sobre la lógica de las relaciones, indiqué a los filósofos que todas las concepciones [conceptions] debían ser definidas, con la única excepción de las concepciones concretas familiares de la vida cotidiana, mi opinión fue considerada completamente incomprensible6.

Nótese que en consonancia con lo que luego dirán los constructivistas, Peirce deposita en el lenguaje cotidiano la confianza básica para el entendimiento mutuo necesario para poder encarar cualquier teorización. Asimismo, es una tesis fundamental del constructivismo de Erlangen que la exigencia de una "relación con la praxis" de la filosofía postkantiana y del pragmatismo puede y debe combinarse con el uso de los recursos de la crítica del lenguaje.

V. Conclusión

  Resumamos lo que se ha dicho hasta aquí. Frente a la filosofía analítica de la ciencia, el constructivismo hará hincapié en la dimensión pragmática del lenguaje. Asimismo, frente a sus pretendidos abordajes neutros, que harían gala de los resultados multidisciplinares de su método de análisis de los conceptos involucrados en una discusión, el constructivismo metódico resaltará la puesta en acto de las voluntades particulares de los participantes y, pese a ello, la posibilidad de lograr acuerdos racionalmente, posibilidad que ensancha sus límites en la medida en que los hablantes sigan –y se entrenen en– un método adecuado. Tal concepción se ve claramente articulada en la concepción dialógica de la lógica.

  Frente a la escuela de Frankfurt, en cambio, el constructivismo opone con claridad las características que debe tener el discurso filosófico tanto para que in toto sea cooperativo con los problemas que la sociedad afronta en cuanto tal, como para que los participantes de dicho discurso puedan ser cooperativos entre sí y pueda haber criterios objetivos (intersubjetivos, si se prefiere) de progreso. Así, presentará un tipo de teoría no naturalista en la cual el lenguaje establecerá las condiciones de todo discurso racional. Finalmente, la "filosofía de la vida" europea aporta a la escuela de Erlangen el fundamento que la exime del círculo vicioso que sempiternamente amenaza a toda pretensión fundamentalista. Los constructivistas defenderán su programa en tanto el intento de solucionar a través de conceptos pragmáticos que remitan al ámbito de la vida los problemas que el empirismo lógico había dado por irresolubles. Sostendrán que el pensamiento debe estar al servicio de la vida comunitaria y para ello (y aquí, en oposición a la –en este punto cuestionada– "filosofía de la vida") afirmaran junto con los filósofos de la Ilustración que la razón debe conservar toda su capacidad normativa.

El objetivo de tales comparaciones es que haya quedado manifiesto, entonces y al menos de manera preliminar, que el tipo de pragmatismo de los teóricos de Erlangen está más acorde con el que postulara C. S. Peirce que con cualquier otro. En primer lugar, dada la concepción consensual compartida de la verdad. Relacionado con ello pero no dependiente necesariamente, ambas escuelas acentúan el aspecto pragmático del lenguaje, habiendo sido Peirce un pionero en la reflexión sistemática sobre ello y rescatando los teóricos de Erlangen este aspecto frente a los problemas de circularidad que parecían insolubles en el seno del programa de fundamentación de las ciencias. En tercer lugar y, partiendo de este particular entendimiento de la estructura lingüística, tanto los teóricos de Erlangen como el filósofo norteamericano desplegaron una confianza similar en los recursos formales que el lenguaje puede ofrecer a la ciencia para que ésta sirva al progreso humano.   


Bibliografía



Notas

* Agradezco a Ignacio Angelelli, Christian Thiel, Volker Peckhaus y Roy Dyckhoff las discusiones sostenidas alrededor de estos temas. Al Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) la invitación a una estancia posdoctoral de investigación en la Universidad de Paderborn y en la Universidad de Erlangen-Nürnberg y a la Universidad de Buenos Aires la licencia correspondiente. Finalmente, una versión anterior de este artículo fue enviada para su evaluación al Comité Académico de las IV Jornadas Peirce en Argentina y presentada en el Seminario "Lógica y Filosofía" de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF). Agradezco al evaluador anónimo y a Alberto Moretti, Javier Legris, Sandra Lazzer, Gabriela Scataglini y Bernardo Gabarain sus preguntas y comentarios, en este último caso, también escritos.

1. Ello con la debida aclaración, acerca de la cual me alertó el Prof. Jaime Nubiola, y sobre la que se extendió la Prof. Catalina Hynes, de que "consensual" no tiene aquí (ni para Peirce ni para Lorenzen) el sentido aproximado de "común a la mayoría", sino el de (en términos propios) "resultado de una tarea de ponderación mancomunada a cargo de los actores responsables y comprometidos en la cuestión de los argumentos a favor y en contra de la tesis puesta en evaluación". La Prof. Catalina Hynes me recordó que en una conocida conferencia Peirce incluso se "burla" de la noción consensual de la verdad entendida de aquella manera, de ahí la pertinencia y necesidad de hacer esta aclaración. A propósito de la complejidad de dicha noción en el corpus peirciana, cf. la sucinta presentación de Hynes 2006. 

2. Bernardo Gabarain me ha señalado como errónea esta inclusión de filósofos como Nietzsche o Heidegger en un grupo, por amplio que fuese, de filósofos "de orientación pragmatista", muy especialmente dada su confrontación con la ciencia y su irracionalismo, en el marcado caso de Nietzsche. Acepto que el asunto es controversial y sólo me mantengo aquí fiel a Lorenzen 1988 para resaltar que sin –al menos– distinciones adecuadas (a falta de buenas definiciones) las tesis tan generales difícilmente comporten algún significado dilucidatorio.

3. Para la breve información biográfico-intelectual que detallo he seguido Thiel (1995).

4. También en 1951, casi al mismo tiempo que Hao Wang pero independientemente, había logrado mostrar la consistencia de la teoría ramificada de tipos con el axioma de infinitud pero sin el de reductibilidad, lo que implicaba la consistencia del análisis clásico.

5. Georg Misch (1878, Berlín-1965, Gotinga), yerno de Dilthey, fue posiblemente el primero que planteara una aproximación crítica a la fenomenología de Husserl y Heidegger desde una perspectiva diltheyana, plasmada en (1930) Filosofía de la vida y fenomenología. Una exposición de la orientación diltheyana frente a Heidegger y Husserl. Forzado a exiliarse durante el nazismo, se encargó de la obra póstuma de Dilthey a su retorno.

6. Cito la traducción de D. Negro Pavón 1978, también accesible en http://www.unav.es/gep/HarvardLecturesPragmatism/HarvardLecturesPragmatism7.html

 


Fecha del documento: 16 de noviembre 2010
Ultima actualización: 23 de julio 2013

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