España, Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona, Barcelona, 1997, 423-427



C. S. PEIRCE Y LA FILOSOFÍA HISPÁNICA DEL S. XX



Jaime Nubiola
Universidad de Navarra
jnubiola@unav.es



Un hecho sorprendente en la historiografía filosófica hispánica de nuestro siglo es su casi total opacidad hacia la tradición filosófica norteamericana. Esta desconexión resulta todavía más llamativa cuando se advierte el casi completo olvido de un pensador hispano-norteamericano tan excepcional como Santayana o se comprueba la peculiar sintonía entre los temas y problemas de los más relevantes pensadores hispánicos (Unamuno, Ortega, d'Ors, Vaz Ferreira, Ferrater Mora, Xirau) y las cuestiones centrales del pragmatismo norteamericano.

En este amplio marco de referencia, el objetivo de la comunicación es describir esa situación, haciendo especial referencia a la figura y al pensamiento del fundador del pragmatismo, Charles S. Peirce (1839-1914). Para ello, en primer lugar se justifica el empleo de la terminología "filosofía hispánica", acuñada por Eduardo Nicol y Jorge J. Gracia, destacando su valor heurístico y práctico. En segundo lugar, se presentan de forma concisa los hitos principales de la recepción textual de Peirce en el mundo hispánico. Finalmente, se identifican algunas de las conexiones que subyacen al mutuo desconocimiento de ambas tradiciones y se avanza, a modo de conclusión, una evaluación de la posible repercusión a este respecto del reciente resurgimiento del pragmatismo.

1. La noción de filosofía hispánica

La acuñación del término "filosofía hispánica" para referirse a la filosofía desarrollada en España e Hispanoamérica se debe originalmente al filósofo catalán en el exilio Eduardo Nicol1. Sin embargo, corresponde al filósofo de origen cubano Jorge J. Gracia el mérito de haber presentado hace poco tiempo una propuesta completa en favor de esta noción para tratar de comprender mejor el conjunto del pensamiento filosófico desarrollado en los últimos siglos en la península, en las colonias españolas en el Nuevo Mundo y en los países que aquellas colonias llegaron finalmente a constituir2. La noción de filosofía hispánica resulta particularmente acertada porque resalta la estrecha relación entre los filósofos de esas áreas geográficas y porque las otras denominaciones geográficas que se han propuesto (filosofía española, filosofía portuguesa, filosofía catalana, filosofía latinoamericana, filosofía hispanoamericana y filosofía iberoamericana) no hacen justicia o llevan a ignorar la realidad histórica de sus interrelaciones. Sin embargo, el uso de una categoría como ésta no implica —como pensó Nicol y muchísimos otros autores de nuestro siglo, entre ellos recientemente Ignacio Sotelo3— que haya un rasgo idiosincrático peculiar que caracterice a todos los que se han dedicado a la filosofía en el ámbito hispánico. Esta denominación lleva más bien a destacar el fenómeno de la efectiva interrelación histórica entre la filosofía desarrollada en la Península Ibérica y la desarrollada en América Latina que las otras denominaciones tienden a pasar por alto. Sus autores no comparten ni una lengua, ni una raza, ni una nacionalidad, sino una historia: son los sucesos de la historia, la realidad histórica que comparten, la que proporciona la clave que los aúna y les confiere un cierto aire de familia4.

Como es bien conocido, uno de los rasgos de la filosofía hispánica moderna es su aislamiento de la corriente central del pensamiento europeo. En este proceso por el que la Escolástica hispana tardía —Domingo de Soto, Francisco Suárez, Francisco Araújo, Juan de Santo Tomás— se desgaja de Europa intervienen muchos factores. Una de sus consecuencias más lamentables es el consiguiente desconocimiento en Europa del "rico fermento creativo y la profundidad especulativa" de esta tradición en lo que se refiere a los problemas centrales de la naturaleza y acción de los signos. John Deely ha destacado con énfasis que frente a la tradición cartesiana moderna es en estos filósofos hispánicos donde se encuentra "la primera genuina agitación de una conciencia semiótica, es decir, la primera comprensión temática de la diferencia entre utilizar signos y comprender su fundamento, y de la ubicuidad y naturaleza de un fenómeno tal como la semiosis"5. En este horizonte resulta de singular interés el esfuerzo desarrollado en los últimos años por Deely, Beuchot y otros para identificar los vínculos entre aquella filosofía escolástica tardía —"morada original de la conciencia semiótica entre los habitantes de este planeta"— y el pensamiento vigorosamente anticartesiano del fundador del pragmatismo Charles S. Peirce y sus seguidores.

2. La recepción de Peirce en el mundo hispánico

Como ha señalado Vericat la recepción de Peirce en España ha sido hasta ahora un tanto fantasmagórica en el sentido de reconocerse abiertamente su importancia, pero sin que apenas se conozcan sus contenidos6. Algo totalmente similar podría decirse de Hispanoamérica. Que esto comienza a cambiar lo sugieren tanto las traducciones que hacen más accesible una parte relevante de la vasta producción peirceana, como la celebración en 1991 en Segovia de un Seminario Internacional de Literatura y Semiótica bajo el título general "Ch. S. Peirce y la Literatura", o la creación en 1994 con base en Navarra de un Grupo de Estudios Peirceanos que aglutina los esfuerzos de investigadores españoles y de buena parte de los países hispanoamericanos.

La primera traducción de Peirce al castellano es un artículo breve "Irregularidades en las oscilaciones del péndulo", que publica la revista barcelonesa Crónica Científica el 25 de octubre de 1883, traduciendo las observaciones de Peirce del año precedente en The American Journal of Science. La segunda referencia en la bibliografía española es un artículo sobre Peirce del matemático Ventura Reyes Prósper, quien había tenido correspondencia con él, publicado en El Progreso matemático de Zaragoza en 1892. Resulta bien significativo que las primeras noticias de Peirce correspondan a su trabajo como científico. En el ámbito de la filosofía las primeras referencias españolas a Peirce aparecen en 1907-08 en el glosario de Eugenio d'Ors, quien había conocido el pragmatismo americano de James y Peirce en su estancia en París. En Hispanoamérica es también a través de William James —por ejemplo, en el filósofo uruguayo Vaz Ferreira— como se reciben las primeras noticias de Peirce. Es preciso esperar hasta 1933 para encontrar una primera exposición sistemática de su pensamiento: se trata de la breve presentación de la lógica de Peirce que ofrece Juan David García Bacca en la voz "Simbólica (Lógica)" del Apéndice a la Enciclopedia Espasa, en la que resumía la información proporcionada por el libro de C. I. Lewis A Survey of Symbolic Logic de 19187.

Las primeras ediciones en castellano de escritos de Peirce son de principios de los años 70, pero hay que esperar hasta finales de los 80 para contar con traducciones españolas adecuadas. Se trata de la edición de Armando Sercovich Obra lógico-semiótica (Taurus, Madrid, 1987, 431 págs.), que compila algunos escritos de Peirce sobre semiótica, diez cartas de entre las más relevantes a Lady Welby en las que Peirce explicaba la teoría del signo, y diez secciones de los Collected Papers sobre estas materias; la traducción de Pilar Castrillo bajo el título Escritos lógicos (Alianza, Madrid, 1988, 264 págs.), en la que reúne once trabajos de Peirce representativos de sus aportaciones en lógica; y la edición de José Vericat titulada El hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce), (Crítica, Barcelona, 1988, 428 págs.), que cuenta con una relativamente amplia introducción y abundantes notas e información bibliográfica. En los últimos meses se han publicado la traducción de Sara F. Barrena de Un argumento olvidado en favor de la realidad de Dios (Cuadernos de Anuario Filosófico, Pamplona, 1996, 102 págs.) y bajo el título Leer a Peirce hoy (Gedisa, Barcelona, 1996, 239 págs.) una selección de textos peirceanos preparada hace años por Gerard Deledalle8.

Más que a estas traducciones, el creciente interés en el mundo hispanohablante por la obra de Peirce se debe probablemente al influjo de Umberto Eco, Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel, y quizá muy en particular a la paulatina aproximación en los últimos años de la filosofía hispánica a la filosofía académica norteamericana, en la que se está produciendo un notorio resurgimiento del pragmatismo9. Se trata de un proceso complejo, en el que inciden factores de muy diverso tipo, pero que se advierte por doquier.

3. Algunas conexiones bajo el desconocimiento

El desconocimiento de Peirce y del pragmatismo en general en la filosofía hispánica y el desconocimiento de la filosofía hispánica en la tradición pragmatista americana se debe probablemente a una recíproca incomprensión cultural en la que los factores sociológicos que las han separado a lo largo del siglo XX han impedido reconocer su singular afinidad. Por otra parte, el dominio abrumador durante las cuatro últimas décadas de la tradición analítica en el ámbito angloamericano llevó consigo una efectiva desatención hacia la historia del pensamiento. En la última década, al surgir el interés por la historia del propio movimiento analítico se ha descubierto que Peirce puede ser considerado como un filósofo analítico avant la lettre o incluso puede ser contado, junto a Frege, Russell y Wittgenstein, como uno de sus padres fundadores10.

Reiteradas veces se ha dicho que el problema central de la filosofía hispánica a lo largo de este siglo ha sido el de la conexión entre el pensamiento y la vida. Esa es —dicho de un modo muy general también— la cuestión central del pragmatismo americano. O mejor, el pragmatismo es una respuesta desde la experiencia, tanto científica como vital, al problema típico del cartesianismo moderno acerca de la escisión entre pensamiento racional y vitalidad creativa. Los filósofos españoles Unamuno, Ortega y d'Ors, de modo por entero análogo a los italianos Papini, Vailati y Calderoni11, estaban respondiendo de una forma llamativamente parecida a los norteamericanos ante una problemática común. El reconocimiento de esa 'comunidad' está siendo muy lento quizá sobre todo por el ocultamiento del pragmatismo en las últimas décadas, así como por la permanente pretensión de originalidad típica de la tradición hispánica y por el provincialismo característico de la tradición norteamericana. Esta peculiar afinidad entre el pensamiento norteamericano y el mundo hispánico da razón de la notable difusión editorial que tuvieron en las primeras décadas de nuestro siglo los textos de Ralph W. Emerson y de William James.

Por lo que se refiere a España, Pelayo H. Fernández estudió en 1961 con detalle la lectura por parte de Unamuno de los libros de William James, sus frecuentes citas de James y sus anotaciones marginales en los libros Su conclusión venía a ser que el pragmatismo de Unamuno era "original con relación al del norteamericano, de quien asimila tan sólo aspectos complementarios". Sin embargo, los abundantes datos que aporta muestran bien el notable influjo y gran similaridad en muchos temas y problemas entre ambos pensadores12. En el caso de Ortega, John Graham ha llevado a cabo un concienzudo estudio en el que descubre "numerosas conexiones, similaridades e identidades básicas, de forma que parece más plausible una influencia y dependencia concretas que la mera 'coincidencia' entre Ortega y James"13. Graham atestigua la temprana lectura de James por parte de Ortega y su conocimiento de la anticipación por parte de James de la noción central orteguiana de "razón vital"14. En contraste con Ortega, Eugenio d'Ors es la figura más consciente de su conexión personal con el pragmatismo americano. Ya en 1907 se había definido a sí mismo como un pragmatista, movido por los mismos afanes de los norteamericanos, a los que aspiraba superar mediante el reconocimiento de una dimensión estética de la acción humana no reductible a la meramente utilitaria15. Cuarenta años después cuando en 1947 en El secreto de la filosofía da cumbre a su trabajo filosófico reconoce generosamente su relación con la tradición norteamericana16.

En Hispanoamérica, puede rastrearse la conexión con el pragmatismo americano en la reacción del uruguayo Vaz Ferreira contra James17, y de forma más positiva y amplia en Ferrater Mora como atestigua su Diccionario y su excelente artículo sobre Peirce de 195518. También en el pensamiento de Joaquín Xirau puede advertirse afinidad con el pragmatismo19.

En 1898, Peirce escribe a su pariente Henry Cabot Lodge, a propósito de la guerra de Cuba ofreciéndole una máquina inventada por él para cifrar y descifrar mensajes y le augura que los españoles apenas ofrecerán resistencia: "los he estudiado en España —visitó brevemente nuestro país en noviembre de 1870—; es un pueblo corrompido por los siglos de crueldad, injusticia y rapiña a que se han entregado, y les ha quedado poca hombría efectiva" (L 254). Sin duda, Peirce es hijo de la cultura de Nueva Inglaterra y de su tiempo, de modo semejante a como el antiamericanismo sistemático ha sido uno de los factores dominantes —y todavía presente— en la cultura hispánica a lo largo de todo el siglo XX tanto en España como en Hispanoamérica.

4. Conclusión

En los últimos años, asistimos a un resurgir de la filosofía pragmatista en la cultura angloamericana que está generando una honda renovación y transformación de la filosofía analítica. Uno de los hitos de ese proceso es la recuperación y la mejor comprensión del pensamiento de C. S. Peirce. El redescubrimiento en ese horizonte de la conexión entre la tradición filosófica hispánica y la norteamericana —hasta ahora aparentemente tan distantes— parece ofrecer una perspectiva más certera para valorar mejor la producción filosófica de nuestro siglo.


Notas

1. E. Nicol, El problema de la filosofía hispánica, Tecnos, Madrid, 1961.

2. J. J. Gracia, "Hispanic Philosophy: Its Beginning and Golden Age", Review of Metaphysics 46 (1993), 475.

3. I. Sotelo, "La vida como género literario", Claves de Razón Práctica, nº 42 (1994), 26-38.

4. J. J. Gracia, "Hispanic Philosophy", 482.

5. J. Deely, "Vindicación de la filosofía hispana: La semiótica como restauración de la cultura intelectual ibérica", Revista de Filosofía 27 (1994), 316-319.

6. J. Vericat, "Introducción", en C. S. Peirce, El hombre, un signo: (El pragmatismo de Peirce), Crítica, Barcelona, 1988, 15.

7. V. Muñoz Delgado, "Notas para la historia de la lógica durante la Segunda República Española (1931-39)", Religión y Cultura 26 (1980), 909-911.

8. Para completar esta referencia bibliográfica peirceana en el ámbito hispánico debe mencionarse la traducción de José Miguel Gambra del libro de Pierre Thibaud La logique de Charles Sanders Peirce, Paraninfo, Madrid, 1982, y las monografías originales: Hacia una Semiótica Pragmática. El signo en Ch. S. Peirce de Antonio Tordera, Fernando Torres Editor, Valencia, 1978; El signo: problemas semióticos y filosóficos de Wenceslao Castañares, Universidad Complutense, Madrid, 1985; Los placeres del parecido de Francisca Pérez Carreño, Visor, Madrid, 1988; El pragmatismo americano de Jorge Pérez de Tudela, Cincel, Madrid, 1988; el volumen monográfico de la revista Signa 1 (1992); Entre signos de asombro de Fernando Andacht, Trilce, Montevideo, 1993; Elementos de Semiótica de Mauricio Beuchot, Universidad Veracruzana, Xalapa, 1993; Ser-signo-interpretante. Filosofía de la representación de Charles S. Peirce de Mariluz Restrepo, Significantes de Papel, Bogotá, 1993; y De la interpretación a la lectura de Wenceslao Castañares, Iberediciones, Madrid, 1994.

9. R. Bernstein, "The Resurgence of Pragmatism", Social Research 59 (1992), 813-840.

10. C. Hookway, Peirce, Routledge & Kegan Paul; Londres, 1985, 141; G. H. von Wright, The Tree of Knowledge and Other Essays, Brill, Leiden, 1993, 41.

11. W. James, "G. Papini and the Pragmatist Movement in Italy", Journal of Philosophy 3 (1906), 337-341. Para un balance reciente A. Santucci: "Peirce, il pragmatismo e la filosofia italiana", en M. A. Bonfantini y A. Martone (eds.), Peirce in Italia, Liguori, Nápoles, 1993, 277-315.

12. P. H. Fernández, Miguel de Unamuno y William James. Un paralelo pragmático, CIADA, Salamanca, 1961, 118.

13. J. T. Graham, A Pragmatist Philosophy of Life in Ortega y Gasset, University of Missouri Press, Columbia, Missouri, 1994, 145.

14. J. T. Graham, A Pragmatist Philosophy, 147-152; sobre la afinidad entre James y Ortega J. Barzun, A Stroll with William James, University of Chicago Press, Chicago, 1984, 299, sobre un ejemplo concreto, G. Pappas, "Peirce y Ortega", Anuario Filosófico 29 (1996), en prensa.

15. E. d'Ors, "Pragmatisme", 20 diciembre 1907, en Glosari (Selecció), Edicions 62, Barcelona, 1982, 59.

16. E. d'Ors, El secreto de la filosofía, Iberia, Barcelona, 1947, 12.

17. C. Vaz Ferreira, Conocimiento y acción, Cámara de Representantes, Montevideo, 1957, VIII. Debo gratitud a Fernando Andacht por su amplia información de esta conexión.

18. J. Ferrater Mora, "Peirce's Conception of Architectonic and Related Views", Philosophy and Phenomenological Research 15 (1955), 351-359.

19. J. Xirau, "Lo fugaz y lo eterno", en Obras de Joaquín Xirau, UNAM, México, 1963, 205-214.



Última actualización: 27 de agosto 2009

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