2. 3. Luis Moya (1904-1990)

LUIS MOYA BLANCO (1904-1990)

Luis Moya nació en 1904 en una familia con larga tradición en el ejercicio y enseñanza de la arquitectura y de las matemáticas; por su madre, descendía de de una familia mexicana.

Don Luis era toda una personalidad, que se enriqueció con sus lecturas, viajes, el contacto con muchos artistas y pensadores, el ejercicio de la profesión, y una dedicación entregada a la enseñanza; lo que acabó configurando una persona entrañablemente amable y asombrosamente culta.

El ambiente familiar le influyó fuertemente de manera que se sentía arquitecto por entero; pero poseía una mentalidad abierta e interesada por cualquier tema relacionado aunque fuera lejanamente con la arquitectura. Las circunstancias familiares y su afición por encima de toda medida le convirtieron en una figura muy completa: arquitecto notable, técnico ingenioso, profesor y académico estimulante, y desde luego un gran dibujante.

Como arquitecto. Ya en la Escuela de Arquitectura de Madrid, fue un alumno brillante, y se tituló en 1927, con un proyecto fin de carrera que obtuvo el premio Manuel Aníbal Álvarez.

Participó en varios concursos internacionales, destacando el que redactó junto a Joaquín Vaquero, para el concurso internacional de Faro a la Memoria de Cristóbal Colón en la República Dominicana, en 1932. Por familia, estaba relacionado con algunas obras madrileñas, destacando el Teatro Real de Madrid, en el que tuvo varias intervenciones, junto a otros arquitectos.

Durante la guerra civil, también por la condición de su familia, fue una figura perseguida, permaneciendo escondido en Madrid hasta que la ciudad fue ocupada por las tropas nacionales; un retiro forzoso que aprovechó para dibujar algunas célebres fantasías arquitectónicas.

En 1943 se le encargó el proyecto del Museo de América, junto al arquitectos Luis Moya y Luis Martínez Feduchi, cuya construcción duró hasta 1954. La construcción debería sugerir la apariencia de un convento latinoamericano; pero Moya introdujo en su diseño muchos temas eruditos; y para sus grandes salas interiores, construyó unas magníficas bóvedas parabólicas de ladrillo tabicado.

Su obra más completa es la grandiosa Universidad Laboral de Gijón, que inició el estado español en 1946, con el propósito de crear un centro de formación obrera, en una zona especialmente castigada por las difíciles condiciones de trabajo, y que reunió a un amplio equipo de profesionales del mayor rango.

El edificio duplicaba la superfice de El Escorial, y se realizó, al menos en sus partes más públicas, con buenos materiales. Allí Luis Moya se comportó como el último arquitecto clasicista español, pues a pesar del ambiente de posguerra, y la fuerte influencia que pesaba todavía en España de la arquitectura alemana, compuso algo original, con alardes que hoy parecerían post-clásicos, con aportes tradicionales españoles, y con una planificación enteramente moderna.

La Universidad Laboral de Zamora continuó en tono menor esta tendencia.

Luis Moya tuvo como clientes habituales órdenes religiosas, y por lo general hubo de atenerse a presupuestos muy moderados. Pero destacan las soluciones formales y constructivas de las iglesias de estos proyectos, especialmente el Escolasticado de los Padres Marianistas en Carabanchel y la iglesia de San Agustín.

  • González Capitel, Antonio, La arquitectura de Luis Moya Blanco, Madrid: Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, 1982.
  • González-Capitel, Antonio y García-Gutiérrez Mosteiro, Javier (eds.), Luis Moya, arquitecto, 1904-1990, Barcelona, Electa España, 2000.

Como técnico. Luis Moya tenía un gran sentido constructivo; y por las circunstancias de su obra, realizada a veces en tiempos de penuria, hubo de atenerse a la economía de medios más estricta. Y sus obras mayores, con grandes ámbitos, ofrecen soluciones cuidadas e ingeniosas.

Uno de sus temas predilectos fueron las bóvedas tabicadas, realizadas con ladrillo "de plano", que prácticó con una gran audacia en casi todos sus grandes interiores, usando con frecuencia, como refuerzo y decoración, de nervios cruzados. Sobre este tema publicó un libro, que está entre lo mejor del tema.

  • Moya Blanco, Luis, Cuaderno de apuntes de construcción de Luis Moya: (1924-1925), Madrid: Instituto Juan de Herrera, 1993.
  • Moya Blanco, Luis, Bóvedas tabicadas, Madrid: Dirección General de Arquitectura: Ministerio de la Gobernación, 1947 (existe edición reciente: Madrid 1993).

Como profesor y académico. Sucediendo en el sillón a miembros de su familia de varias generaciones, Luis Moya fue académico de número de la Real de Bellas Artes de San Fernando, desde 1953, y presentó su discurso de ingreso sobre La geometría de los arquitectos griegos pre-euclidianos, contestado por otro eminente estudioso, y genial personaje, Eugenio D'0rs.

Desde 1936, ocupaba por oposición la Cátedra de Composición I de la Escuela de Arquitectura de Madrid, que pudo ejercer después de la guerra civil, desde 1939. Desde entonces nunca cesó de impartir clases, convocar seminarios y dirigir tesis doctorales, labores que constituían para él un incentivo vital.

Pasó también a la Cátedra de Proyectos. Fue Director de la Escuela de Madrid entre 1963 y 1966, en momentos difíciles. Y cuando en 1970 se jubiló, se dedicó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, donde se ocupó de Estética y Composición y de cursos de doctorado.

Su presencia en la Escuela de Pamplona fue constante, viajando periódicamente desde Madrid, aun cuando al fin de su vida los achaques de la edad le suponían un serio desafío.

  • Moya Blanco, Luis, Consideraciones para una teoría de la estética, Pamplona: Universidad de Navarra. Servicio de Publicaciones, 1991.
  • Moya Blanco, Luis, Madrid: Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, 1993.
  • Moya Blanco, Luis, Felicitaciones navideñas, Madrid: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1988 (presentación de Frías Sagardoy, Mª Antonia).

Murió el 25 de enero de 1990.

top

 

Luis Moya Blanco. El Académico

texto de Luis Cervera Vera

Testimonio BIOGRÁFICO

hasta su ingreso en la Real Academia

Lo primero que sugiere la irrepetible personalidad del excelentísimo señor don Luis Moya Blanco, doctor arquitecto, es hacer una valoración de su intachable, consciente y virtuosa conducta cristiana.

Durante los más de cuarenta años que mantuvimos con él y con su inseparable esposa, Conchita, entrañable y continuada amistad, jamás pronunció juicios adversos o insidiosos acerca de persona alguna o sobre actuaciones de grupos o entidades. En sus conversaciones, cuando se mencionaban opiniones dudosas, no admisibles o actuaciones incorrectas de quien fuera, las disculpaba todas, sonriente y tranquilo, pues lo comprendía o justificaba con elegante discreción : Son cosas divertidas, tienen cierta originalidad o carecen de importancia.

familia y primera formación

Luis Moya Blanco, hijo del prestigioso ingeniero de caminos don Luis Moya Idígoras y de su mujer, doña Esther Blanco Jaureguiberri, de ascendencia vasca y mexicana, nació en Madrid el 10 de junio de 1904 y fue el primogénito, al que siguieron cuatro hermanos : Manuel, Carlos y Juan, ingenieros de distintas ramas, y Ramiro, también arquitecto. Además, perteneció a una estirpe de prestigiosos arquitectos : así, su tío, don Juan Moya Idígoras, catedrático en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid y académico de Bellas Artes de San Fernando, y su primo hermano, Emilio Moya, también destacado arquitecto. Este entorno familiar propició, sin duda, el desarrollo de su natural talento científico y sus dotes artísticas, siempre alentadas por su tío Juan.

Nuestro Luis Moya, luego de estudiar con los padres Marianistas, ingresó con dieciocho años -1922- en la madrileña Escuela Superior de Arquitectura, donde obtiene brillantemente su título de arquitecto y conquista el premio Aníbal Álvarez, de fin de carrera, en 1927.

joven profesional

Apenas terminada ésta, le requiere Muguruza para colaborar con él; pero no se limita Luis Moya a trabajar con su antiguo maestro, sino que también interviene en la estructura del madrileño edificio Capitol y presenta su proyecto para un Dispensario en Palencia, que obtiene el segundo premio, en 1928.

En el año siguiente, 1929, redacta junto con Joaquín Vaquero un proyecto de mayor envergadura : el del Faro Colón, en Santo Domingo, para el curso mundial que convocó la Unión Panamericana. Diseñado el anteproyecto, fue seleccionado con otros nueve -entre más de cuatrocientos- para desarrollar un proyecto definitivo. Este fue presentado en la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro y obtuvo el tercer premio; era el año 1932, cuando Luis Moya sólo alcanzaba veintiocho años de edad, y el galardón supuso para ambos merecida fama internacional.

En 1936, con treinta y dos años, consigue en reñida oposición la Cátedra de Composición I en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, pero pronto comienza la guerra civil : lo detienen y encarcelan en la siniestra Checa de Santa Isabel, de la que sale en libertad por carecer de antecedentes políticos. Se encuadra entonces en el Sindicato Metalúrgico y dedica su actividad a conservar edificios y a protegerlos; además, diseña el Sueño arquitectónico para una Exaltación Nacional y estructura la interesante colección de Grandes Conjuntos Urbanos.

Director general de arquitectura

Finalizada la guerra, ocupa su cátedra, ingresa en la Dirección General de Arquitectura y es repuesto en su cargo de arquitecto conservador de la Biblioteca Nacional, para el que había sido designado en 1930.

Siguen años en los que crea grandes proyectos con la colaboración de prestigiosos arquitectos : en 1943, gana el primer premio de la Cruz de los Caídos; luego proyecta, entre 1945 a 1947, la madrileña iglesia parroquial de San Agustín, la majestuosa Universidad Laboral de Gijón, concebida como un templo al trabajo, la Fundación de San José en Zamora y el Escolasticado para los Marianistas en Carabanchel Alto (Madrid). La relación de sus numerosos proyectos hasta 1982 ha sido recopilada por nuestro compañero Antón Capitel en su magnífico trabajo La arquitectura de Luis Moya Blanco (Madrid, 1982).

La escasez de materiales para la construcción, en años difíciles, indujo a Luis Moya a desarrollar su teoría para conseguir estructuras resistentes de bajo coste, expuesta en su tratado de Bóvedas tabicadas (Madrid, 1947).

ingresa en la Real Academia

El 25 de enero de 1953 fallece don Juan Moya Idígoras, miembro de la Real Academia durante treinta años. Para sucederle, el 2 de febrero de 1953, Luis Bellido, Eugenio d'0rs y Enrique Lafuente propusieron al Arquitecto y Catedrático de la Escuela de Arquitectura don Luis Moya Blanco.

En la sesión extraordinaria celebrada por la Real Academia el día 6 de abril de 1953, fue elegido por votación académico de número don Luis Moya Blanco en atención y deber de justicia a sus positivos méritos y a lo admirable de su obra, realizada a lo largo de una vida fecunda y entusiasta. La Real Academia admitía en su seno a una personalidad excepcional. Luis Moya era un hombre de los que, según Ortega, disparan hacia lo alto su existencia, y ésto disciplina automáticamente todos su actos y ennoblece hasta su régimen cotidiano. El hombre superior no lo es tanto por sus dotes como por sus aspiraciones, si por sus aspiraciones se entiende el efectivo esfuerzo de ascensión y no el creer que se ha llegado.

discurso de ingreso

Luis Moya dedicó los seis meses siguientes a redactar su genial discurso de ingreso, y don Eugenio d'0rs el día 26 de octubre de 1953, lo entregó a la Academia, la cual designó el 15 de noviembre siguiente para su recepción.

En el Salón de Actos del antiguo edificio de nuestra Real Academia, en la tribuna frente a la de don Eugenio d'0rs, inició don Luis la lectura de su magistral discurso, titulado La geometría de los arquitectos griegos pre-euclidianos, metódica revisión de las obras concebidas por aquellos arquitectos. A continuación, le contestó con el suyo don Eugenio d'0rs, quien consideraba a Luis Moya auténtico arquitecto creador, pues en sus obras configura para lo eterno lo desordenado, por manera que, como fruto de su esfuerzo, un organismo formal se impone a la humana contemplación y la nutre con sustanciales esencias. La forma, crear la forma conscientemente : ahí está la función definitoria del artista.

Al día siguiente de su recepción, don Luis acudió por primera vez al Pleno académico y un mes más tarde, el 23 de diciembre, recibía un homenaje de sus compañeros.

su labor académica

Comenzaba el año 1954 con su nombramiento como secretario de la Sección de Arquitectura, cargo que recaía, por tradición, en el académico de menor antigüedad; además, participó en la presentación de la candidatura de Carlos Blanco Soler, quien finalmente se retiró, y como miembro de la Comisión Central de Monumentos redactó un informe sobre el estado del Real oratorio del Caballero de Gracia.

Pero los meses de septiembre y noviembre de 1954 debieron de ser dolorosos para don Luis, pues fallecieron tres de sus compañeros : don Manuel Escrivá de Romaní, el inolvidable Eugenio d'0rs y don Manuel de Cárdenas.

Un año después, el 26 de diciembre de 1955, dimitía de su cargo de director el Sr. Sotomayor. Don Luis participa en la consiguiente votación para elegir nuevo Director, labor que asume don Modesto López Otero, bajo cuyos auspicios continúa la fecunda vida académica. Entre los años 1958 y 1964, don Luis desempeña importantes cargos académicos y despliega las más variadas actividades. Así, en 1962, asume una vocalía en el Jurado de la Exposición Nacional de Bellas Artes e interviene en monumentos como el Colegio Mayor Santa María de los Ángeles, de la Universidad de Salamanca, y en el meritísimo de la Comisión Central de Monumentos relativo a la Plaza Mayor de Bañólas, en Gerona. En junio de aquel año publica un ejemplar estudio sobre la conservación de las obras en arquitectura, fruto de sus observaciones y conocimientos e informa con sus acostumbrados detalle, amplitud y agudeza sobre el madrileño Palacio de Altamira.

Tras el fallecimiento de don Modesto López Otero, el 23 de diciembre de 1962, ocupa su vacante don Francisco Íñiguez Almech, elegido en la sesión extraordinaria del 8 de abril de 1963, la misma en que don Luis Moya vota en la elección de los pintores Rafael Pellicer y Luis Mosquera.

En mayo de 1963, a petición del Ayuntamiento de Madrid, la Academia lo designa para formar parte del Jurado del concurso para el monumento a Juan Maragall, y a principios del siguiente, 1964, don Luis continúa perteneciendo a las Comisiones de Monumentos, del Taller de Reproducciones y del Museo y Panteón de Goya.

Durante este año de 1963 que finalizaba, don Luis había resultado elegido por el claustro de profesores director de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid y ascendían a trescientas sesenta y una sus asistencias a sesiones académicas.

A principios de 1964, don Luis sintió una gran alegría al recibir como nuevo compañero en la Academia a su antiguo y querido amigo don Enrique Segura, que, recordemos, lo había retratado once años antes.

De la activa participación de don Luis Moya en la vida académica del año 1964 son pruebas su propuesta como académicos correspondientes en Guatemala de don Ernesto Aguilar y don Roberto Aycinena, su solicitud para que los alumnos de la Escuela Superior de Arquitectura pudieran estudiar la arquitectura de San Antonio de la Florida, su propuesta para académico correspondiente en Buenos Aires del arquitecto Ricardo Braun y su asistencia a los actos conmemorativos del IX Centenario de la llegada de San Isidoro a León en representación de la Real Academia, y junto con don Luis Menéndez Pidal.

En aquel mismo año, don Luis expone sus ideas sobre la colección de diseños de arquitectura de la Real Academia y propone a siete académicos como correspondientes en distintas provincias españolas. El 10 de septiembre de 1964 fallece don José Francés, secretario general, y ocupa su vacante, a finales de aquel año, don Francisco de Cossío, elegido en la sesión extraordinaria del 21 de diciembre de 1964, a la que asistió don Luis Moya.

Como puede observarse, este año de 1964 fue muy fructífero para don Luis Moya en lo que se refiere a vida académica. Pero quedan dos planos más : así, su intervención en monumentos, en la que destacamos su informe sobre edificaciones en Santiago de Compostela, otro acerca del madrileño Palacio de Altamira, monumento del que se había ocupado con anterioridad, un estudio del palacio de Medinaceli, en Madrid, y una ponencia, redactada con don José Yárnoz, sobre la terminación del ala Norte del Monasterio de San Pedro de Cárdena (Burgos), lista que se completa con un informe acerca de los restos de la muralla de Madrid emplazada en la calle Mayor, Cuesta de la Vega y Pretil de los Consejos.

En cuanto a sus actividades, estrictamente profesionales durante los anteriores siete años, podemos citar creaciones arquitectónicas como la iglesia parroquial de Torrelavega (Santander); el nuevo pabellón para el colegio de Nuestra Señora de Santa María del Pilar, en el madrileño barrio del Niño Jesús; pabellones escolares para los marianistas en Carabanchel Alto (Madrid) y el colegio Mayor Chaminade, en la Ciudad Universitaria de Madrid, además de los anteproyectos para el conjunto religioso-docente de los marianistas en Carabanchel Alto (Madrid) y para el concurso del Pabellón de España, en la Feria de Nueva York.

desde 1960 a 1969

Entre 1960 y 1963 fue redactor-jefe de la revista Arquitectura. Órgano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, cargo al que renunció cuando resulta elegido director de la Escuela Superior de Arquitectura a la que dedica gran actividad. Asimismo, pronunció conferencias, e intervino en coloquios profesionales.

En 1965, continúa perteneciendo a varias Comisiones -Monumentos, Taller de Vaciados, Museo y Panteón de Goya- y entra a formar parte de la Comisión de la Medalla de Honor. Entre sus intervenciones de aquel año, destacan su dictamen sobre la madrileña iglesia de Santa Bárbara, un acertado informe acerca de la Casa de las siete Chimeneas, también en Madrid, y su anteproyecto de Conjunto Turístico en la Alameda de Osuna.

Además, siempre bien informado de creaciones de numerosos arquitectos hispanoamericanos, propone académicos correspondientes en Méjico y Argentina a Víctor Manuel Villegas y a Mario J. Buschiazzo, respectivamente, los cuales son elegidos por unanimidad.

En la última Sesión extraordinaria del año 1965, renovaron a don Luis en sus cargos de las Comisiones de Monumentos, Taller de Vaciados y Museo y Panteón de Goya; además, fue incluido en la comisión de Administración, pero cesó en la de la Medalla de Honor.

A principio de 1966, lo designan vocal propietario del Jurado de la Exposición Nacional de Bellas Artes y forma parte del Tribunal que ha de juzgar los ejercicios en las oposiciones para cubrir dos plazas de Arquitectura vacantes en la Academia Española de Bellas Artes en Roma.

Pero la activa vida académica se vio interrumpida por un doloroso suceso : el fallecimiento de S.A.R. el Infante Don José Eugenio de Baviera y Borbón, director de la Academia, cuyo cargo ocupó, tras la pertinente votación, don Francisco Javier Sánchez Cantón. Don Luis estuvo presente en esta Sesión y en la anterior, necrológica.

Todavía aquel 1966 que terminaba había de traer consigo otro doloroso fallecimiento : el del prestigioso arquitecto y ejemplar caballero don José Yárnoz Larrosa. Por esta triste circunstancia, la sesión ordinaria prevista para el día 6 de enero de 1967, a la que asistió don Luis Moya, se convirtió en necrológica dedicada a su memoria y la relación de cargos académicos fue leída en la siguiente sesión. En aquel 1967 que comenzaba, don Luis Moya continuó en las Comisiones de Monumentos, Taller de Vaciados y Museo y Panteón de Goya, pero cesó en la Comisión de Administración. Despliega una gran actividad durante el curso académico : así, forma parte del Jurado para el Monumento al Caballo en Jerez de la Frontera y propone académicos correspondientes para tres provincias, los cuales resultan elegidos. No ocurrió lo mismo con la candidatura del arquitecto Blanco Soler para académico numerario, que fue vencido en votación por José Luis Arrese. Suponemos que esto debió de desilusionar a don Luis, pues él era uno de los firmantes de la candidatura.

Mención aparte merece su interés por el Madrid histórico, del cual es prueba su condición de fundador, junto con otros, del prestigioso Instituto de Estudios Madrileños, que nacía en 1951. En todo momento estuvo don Luis al corriente de los hechos que se producían en su conjunto urbano, como demostró en la sesión ordinaria del 8 de mayo de 1967 al preocuparse por el inminente derribo de una casa de la calle de Sacramento que, por su época, tenía un interés urbanístico en el viejo Madrid. Además, presentó un documentado informe sobre el Museo y Panteón de Goya, al cual se sentía muy unido por su condición de miembro de la Comisión. Pero no sólo Madrid suscitaba su interés : también denunció el lamentable estado de la bóveda de la catedral de Cádiz y expuso sus consideraciones en torno a la restauración del acueducto de Segovia.

En este mismo año de 1967, ofrece a los académicos una admirable y documentada conferencia sobre el genial Borromini. En el acta de aquel día, se menciona que la disertación del señor Moya, desde los aspectos profesionales, estéticos e históricos, fue perfecta.

Curiosamente, en la última sesión del año, hubo de actuar como secretario general accidental por ausencia del titular, don Francisco de Cossío.

El año académico de 1968 comenzó su andadura con la sesión ordinaria del 8 de enero, en la que se hallaba presente don Luis Moya. Una semana más tarde lo confirmaban en sus vocalías de Monumentos, Museo y Panteón de Goya, y Vaciados : en esta última, como secretario. Entró, además en la reforma del Reglamento y fue designado vocal suplente para el Jurado de la Exposición Nacional de Bellas Artes de aquel año.

Durante el primer semestre, don Luis acudió a veinticuatro sesiones, lo que nos da idea de la constante labor que desempeñaba en la Academia. Propone, junto con otros compañeros, académicos correspondientes para provincias y presenta una minuciosa ponencia sobre dos proyectos redactados por el arquitecto Anselmo Arenillas, que desestimó por confusos : había comprobado que éste utilizaba planos anteriores, en los que aparecía borrada la fecha, y además, no se ajustaban a las obras proyectadas.

Cuando concluía el año, don Luis Moya hubo de presenciar con desagrado las manifestaciones de don Francisco de Cossío en relación con ciertas observaciones de don Enrique Lafuente. Este enfrentamiento, al que don Luis, por su carácter discreto y cortés, era contrario, trajo consigo la dimisión de Cossío, por lo cual actuó como secretario interino Monseñor Sopeña al comenzar el nuevo año, 1969.

En los primeros meses del nuevo curso académico, don Luis -que pertenecía, una vez más, a las Comisiones de Monumentos, Vaciados y Museo y Panteón de Goya- centra su atención en un asunto muy cercano a él por su condición de profesor : la reforma de las enseñanzas de Ingeniería y Arquitectura que pretendía llevar a cabo el Ministerio de Educación y Ciencia.

Redacta un detallado informe que refleja su preocupación por una enseñanza rigurosa, que hunda sus raíces en la tradición humanística, según se resume en el siguiente extracto : La Academia expresa su disconformidad con un plan de estudios que reduce hasta extremos increíbles la formación artística, sociológica y humanística, fundamental para el arquitecto. Meses después volvería a afirmarse en sus consideraciones cuando la Academia analiza los asuntos contenidos en el Libro Blanco sobre la enseñanza, lo cual es altamente reconocido por sus compañeros, que redactan un acta especial de felicitación a don Luis.

Curiosamente, y a pesar de su vocación docente y de su preocupación por los asuntos educativos, decide jubilarse de su cátedra en la madrileña Escuela Superior de Arquitectura, aunque un año después volvería a retomar la enseñanza.

Siempre atento al patrimonio de la Academia, propone la compra de un paquete de folios acerca del proyecto que había redactado el arquitecto y académico Francisco Enríquez Ferrer, en 1861, por orden de Isabel II. El proyecto se refería al edificio madrileño de Biblioteca y Museos, y debió de suscitar el interés de don Luis por su condición de arquitecto conservador de dicho edificio.

Cuando casi concluía el año, el 10 de noviembre, don Luis recibe un duro golpe : el fallecimiento de su hermano Juan. Por este motivo, no acudió a la sesión de aquel día, en la que se leyó su propuesta de la Medalla de Honor para la Fundación Rodríguez Acosta, galardón que le fue concedido.

En este año, sus informes sobre monumentos fueron numerosos : uno sobre el palacio de Villahermosa se publicó en el Boletín Academia; en este mismo Boletín incluyeron su agudo dictamen arquitectónico titulado El Hospital General de Atocha en Madrid; también presentó ante sus compañeros un estudio acerca de lo ocurrido con motivo del terremoto sufrido por Sevilla, que causó serios daños en sus monumentos, e informó del acuerdo del Pleno con la comisión Provincial de Monumentos de La Coruña, sobre el castillo de San Antón.

Uno de los más sugerentes dictámenes de don Luis fue el que leyó en la sesión ordinaria del 6 de junio sobre el Palacio y jardines de Boadilla del Campo (Madrid), creados por Ventura Rodríguez. Y aún habría de volver sobre temas matritenses aquel año con motivo de la posible desaparición de los palacios del Retiro, obras de Ricardo Velázquez y Alberto del Palacio. Así, en la sesión ordinaria del 17 de noviembre, interviene para manifestar que los dos palacios del Retiro deben conservarse por el prestigio internacional de sus autores, por su prodigiosa selección de armaduras metálicas y porque, hoy, se valora con justicia y entusiasmo la típica arquitectura del novecientos.

desde 1970 a 1979

Al comenzar el año 1970, don Luis ocupaba el séptimo lugar del escalafón con quinientas setenta y siete asistencias a las sesiones.

En aquel nuevo curso, entró a formar parte de la Academia don Ramón González de Amezúa, cuya candidatura había firmado don Luis junto con don Enrique Lafuente y don Joaquín Rodrigo.

Meses más tarde, la Institución contaría con un nuevo y conocido miembro, don Femando Chueca Goitia.

En esta época, a pesar de ser director Sánchez Cantón, solía presidir las sesiones el maestro Moreno Torroba, ya que el primero se hallaba enfermo. En el 18 de mayo y el 15 de junio, por ausencia del secretario, hubo de actuar don Luis como secretario general accidental, cargo que asumió por disciplina académica, ya que nunca había sentido inclinación por los cargos burocráticos.

En la necrológica celebrada el lunes 8 de junio, don Luis dio cuenta a la Academia de la muerte de uno de los maestros de nuestra generación, don Manuel Gómez Moreno, ocurrida el domingo 7 de junio.

En aquel mismo año hubo, desgraciadamente, una sesión necrológica más, la dedicada al arquitecto Secundino Zuazo, que había fallecido durante el verano.

Aunque don Luis sintió profundamente la pérdida de aquel genial arquitecto, no pudo asistir a la mencionada sesión necrológica, pues acababa de incorporarse como profesor en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra.

La fuerte vocación docente de don Luis no le había permitido permanecer ocioso, pero su actividad en la Real Academia le atraía : en ella desarrollaba una inteligente labor, tanto en los Plenos académicos como en las Comisiones a las que pertenecía; en unos y en otras sus conocimientos, sumados a su sensibilidad y al rigor que desplegaba en sus intervenciones, le convertían en un miembro estimado y valioso de la Corporación, y su conciencia le obligaba a no abandonar sus tareas.

Por eso, desde aquel curso 1970-71, don Luis, con sesenta y seis años de edad, acude a Pamplona y alterna las semanas entre la Escuela Navarra y la Academia.

Don Luis sí asiste a la primera sesión ordinaria de 1971, el día 11 de enero, y, leído el escalafón, ocupa el sexto lugar con seiscientas treinta y una asistencias.

En enero, don Luis había propuesto, junto con Lafuente Ferrari y el pintor Vaquero, a Rafael Leoz de la Fuente, eminente arquitecto inventor del famoso módulo Hele, para cubrir la vacante de don Secundino Zuazo. Sin embargo, ésta fue ocupada por Luis-Blanco Soler, a quien don Luis ya había presentado en el año 1967, pero que no resultó elegido entonces.

Lo cierto es que, hasta octubre de 1971, su participación en las sesiones académicas es escasa. Continuó presidiendo éstas el maestro Moreno Torroba, por enfermedad del director, don Francisco Javier Sánchez Cantón. En su mayoría, los Plenos se limitaron a despachar asuntos de trámite.

Sí estuvo presente don Luis en la recepción de don José Hernández Díaz, el domingo 13 de junio, y a la sesión siguiente del lunes 14, en la que el director dio la bienvenida al nuevo académico y varios compañeros le dedicaron elogios.

También con la asistencia de don Luis se aprobó, en la sesión del 14 de junio, el dictamen para la declaración de Monumento Histórico Artístico a favor del edificio madrileño del Instituto de Valencia de Don Juan.

El 11 de octubre de aquel año, don Luis hubo de asumir accidentalmente la presidencia de la sesión, pues se encontraba enfermo Moreno Torroba y el Marqués de Lozoya, miembro de mayor antigüedad académica, no acudió a la misma. En ella se dio cuenta de varios asuntos de trámite, y don Luis presentó su Lección inaugural leída en la Escuela de Pamplona el lunes de la semana anterior, lección que constituye un magistral recorrido por el pasado, presente y futuro de nuestra arquitectura, expuestos con la habitual maestría de don Luis.

Dos semanas después, en sesión ordinaria, don Luis informó de los temas tratados en el congreso de arquitectura que había tenido lugar en Segovia. Por su amor a los monumentos destacó el peligro que supone para la arquitectura civil la inexorabilidad de la política fiscal. Hubo, además, una sesión extraordinaria en la que se procedió a votar la propuesta para elegir Académico de Honor a Pablo Ruiz Picasso, que firmaba don Luis, junto con Lafuente Ferrari y el arquitecto Bravo Sanfeliú.

El profesor Moya dejó constancia en las dos sesiones de su sensibilidad y entusiasmo tanto por el arte antiguo como por el moderno.

En noviembre, el día 27, fallece don Francisco Javier Sánchez Cantón y poco antes de terminar el año, el 6 de diciembre, eligen al duque de Alba director de la Real Academia en sesión extraordinaria. Previamente, se había celebrado otra ordinaria, en la que don Luis también estuvo presente.

En el nuevo año de 1972, don Luis es designado vocal de las Comisiones de Publicaciones y de la del Museo y Panteón de Goya.

Días antes se había leído el escalafón, a 31 de diciembre de 1971, y en él se puede comprobar que, desde su ingreso, don Luis estuvo presente en seiscientas setenta y ocho sesiones.

En este curso académico, comprobamos, una vez más, la gran devoción que sentía don Luis Moya por los temas madrileños : interviene en la reforma de la sede de la Real Academia, antiguo edificio de Churriguera que había reformado Diego de Víllanueva, y defiende la necesidad de proteger la casa de Moratín, defensa que lleva a la Academia a considerar su declaración de monumentalidad.

La sesión del 30 de octubre constituye una prueba más de la atención que dedicaba don Luis a los edificios madrileños : así, el arquitecto Pascual Bravo, en su nombre, solicitó que se oficie al Ayuntamiento pidiendo informe en la plaza de la Independencia, frente al Retiro, petición que aprobó el Pleno académico.

No debemos tampoco olvidar su continuada relación con el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, como lo demuestra la lectura que hizo don Luis de una petición de aquél para la creación de una nueva categoría de edificios : los de interés arquitectónico.

Como puede comprobarse, ningún tema le era ajeno a don Luis, que durante este año, además, propuso felicitar al marqués de Lozoya, quien fue investido doctor "Honoris Causa" por la Universidad de Navarra.

Un suceso doloroso vino a perturbar la vida académica : el fallecimiento del duque de Alba, acaecido el 7 de septiembre de aquel año. Fue precisamente el marqués de Lozoya quien sucedió al difunto director en su cargo, ya a punto de terminar el año 1972.

El período comprendido entre 1973 y 1975, ambos inclusive, la actividad académica de don Luis es muy similar a la de los años anteriores. Por ello omitimos, para no resultar reiterativos, estos años, y retomamos su vida académica al comenzar 1976, en que, leído el escalafón, ocupa el cuarto lugar con ochocientas cincuenta sesiones. En los años sucesivos, sus asistencias irán decreciendo paulatinamente, como veremos, debido a sus ocupaciones universitarias.

El 1 de marzo de este año se le encarga la contestación al discurso de ingreso de quien esto escribe y tres semanas más tarde tiene lugar el acto de recepción.

A finales de junio, el 28, don Luis contaba con veintiocho sesiones; en la de este día propone, junto con los académicos Vaquero y Blanco Soler, a don Armando Sol como correspondiente en El Salvador, el cual resulta elegido. También había sido elegido Carlos Fernández Casado para cubrir una vacante en la Academia, y don Luis, en octubre de este año, escribe la contestación a su discurso de ingreso, que se celebra el 21 de noviembre.

Empieza 1977 y, leído el escalafón, don Luis se halla en el quinto puesto. Sus tareas docentes en Pamplona hacen que las asistencias a la Academia sean menos frecuentes, pero sigue participando activamente en la vida académica : el 30 de enero está presente, como académico de mayor antigüedad, en la mesa presidencial durante la recepción de Diez del Corral, y el 7 de febrero, con motivo del fallecimiento de Gutiérrez Soto, Luis Moya pronuncia una larga necrología, pulcramente redactada, en la que glosa la figura del gran arquitecto.

En el segundo semestre del año (11 de noviembre) se le encarga la supervisión del edificio de la Academia, ante el riesgo de goteras en las dependencias del Museo, y los trámites de las reparaciones lo tienen ocupado casi hasta diciembre, aunque también encuentra tiempo para presentar un informe de petición de monumento histórico-artístico a favor del madrileño edificio de La Aurora y para redactar el discurso de contestación al electo Domínguez Salazar. Además, leída la composición de las Comisiones para el siguiente 1978, encontramos a don Luis en la de Relaciones Nacionales e Internacionales.

En 1978, sus asistencias decrecen y, en muchas ocasiones, se producen de forma alterna, pues no descuidaba su vocación docente. No obstante, al comenzar el año ocupaba el quinto lugar en el escalafón con novecientas veintiuna asistencias.

Entrado ya el mes de febrero, el día 19, don Luis lee su discurso de contestación al de Domínguez Salazar, en una exposición que permite apreciar la gran sensibilidad de que estaba dotado.

Precisamente por ese rasgo tan sensible de su personalidad hubo de sentir inmensamente dos pérdidas que se sucedieron en el seno de la Academia durante este curso : las del Marqués de Lozoya y don César Cort, acaecidas en abril y octubre respectivamente.

Siempre atento a las fechas relevantes para la Academia, recuerda a sus compañeros, en noviembre, la proximidad del centenario de la muerte de Piranessi, para cuya conmemoración se preveían diversos actos. También quien esto escribe recordó que el 15 de ese mismo mes se cumplían sus primeros veinticinco años de vida académica, y al tiempo se acordó, con este motivo, que la Comisión de Publicaciones corriera a cargo de la edición de un manuscrito sobre Diego de Villanueva propiedad de don Luis. El agradece cariñosamente a sus compañeros estas muestras de afecto, pero declina, con su habitual modestia, toda suerte de homenaje que pudiera tributársele

No aparece en ninguna Comisión de las previstas para 1979, año que comienza en la Academia con la elección de García Mercadal, a quien había presentado, el 22 de enero.

Unos días más tarde, el 5 de febrero, Lafuente Ferrari entrega a la Biblioteca un Catálogo de la Exposición Homenaje a Piranessi, con una bellísima presentación a cargo de don Luis.

Casi hasta el final del curso académico sus asistencias se producen de forma irregular, cada vez más espaciadas. Ni siquiera pudo estar presente en la entrega de la Medalla de Honor a la Fundación Arrese el 16 de diciembre, institución a la que había apoyado para esta distinción.

desde 1980 hasta 1989

Tampoco integra ninguna Comisión en 1980 y su presencia en las sesiones va decreciendo; el 20 de abril, asiste a la recepción de García Mercadal y en diciembre de este año, el 15, acude a la sesión extraordinaria convocada para elegir los nuevos censor, director y bibliotecario.

Nada relevante podemos incluir del año 1981, en que don Luis consumió gran parte de su tiempo dedicado a las labores universitarias.

Durante el siguiente año, 1982, retorna a la vida académica con más intensidad. Interviene en diversas sesiones por distintos motivos : en la necrológica del 11 de octubre dedicada a Íñiguez, de cuya enfermedad había venido informando a la Academia desde que comenzara el curso; en asuntos propios de la vida académica (debates, reglamento interno, funcionamiento...), en varias sesiones a lo largo del año; una, la de 15 de noviembre, vuelve a poner de manifiesto su gran cariño y dilatado interés por los temas de arquitectura madrileña, pues en esta sesión solicita que se declare monumento histórico-artístico a la Biblioteca Nacional de Madrid.

Al concluir el año, el 6 de diciembre, es propuesto para el premio Feltrinelli de Arquitectura, lo cual debió de suponer una gran alegría para él.

Durante el año 1983, las actas reflejan sus numerosas ocupaciones, pues son bastantes aquellas en las que excusa su asistencia. No obstante, encuentra tiempo para colaborar con los demás compañeros en la vida académica : el 21 de febrero propone a Andrada Pfeiffer para cubrir la vacante de Íñiguez; el 18 de abril firma la presentación de don Gratiniano Nieto y el 2 de mayo adhiere su rúbrica a las de Domínguez Salazar y Femández-Cid en la propuesta de Medalla de Honor para el Orfeón Donostiarra, petición que prosperaría meses más tarde. Antes de terminar el año, apoya la candidatura de García de Paredes como nuevo académico y participa en el debate sobre la creación de una sección de cinematografía.

En el curso de 1984 asiste a las recepciones de Pita Andrade y J. Aguirre, y recibe, junto con sus compañeros, la triste noticia del fallecimiento de don Pascual Bravo, la cual les fue comunicada el 24 de septiembre.

Más alegre será la sesión de 15 de octubre, en la que se informa a don Luis de que ha sido propuesto, junto con García Mercadal, para el premio Antonio Camuñas de Arquitectura, 1985.

También en este nuevo año 1985, el 7 de enero, recibe una distinción especialmente significativa : la concesión del premio José González, de la Peña, Barón de Forna, así como diversas gratificaciones de carácter personal. En este curso disminuye su actividad académica, pues tampoco forma parte de ninguna comisión.

En 1986, se entrega en la Comisión de la Medalla de Honor y de dos de Censura. Durante el primer semestre acude regularmente a las sesiones y participa de muchas de ellas con motivo de publicaciones de libros, actos académicos, cuestiones de orden interno y otros, pero en el segundo semestre su asistencia disminuye. Al concluir el año, el 16 de diciembre, presenta a Manzano Martos para cubrir la vacante que dejara García Mercadal.

Un mes más tarde, y ya en el nuevo 1987, el 12 de enero, propone a Blanco Frejeiro como nuevo académico, y en la sesión de la siguiente semana, el día 17, recibe la noticia de su candidatura, por unanimidad, al premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Una triste noticia vino a conmover la vida académica en 1988, pues fallece, el 1 de febrero, Blanco Soler, hasta entonces director de la misma.

Monseñor Sopeña lo sucede como director en funciones. También por estas fechas había fallecido Fernández Casado, en cuya sesión necrológica, celebrada el 9 de mayo, interviene don Luis.

El 13 de octubre, el director da cuenta de la publicación de las Tarjetas navideñas de don Luis, libro coeditado por la Academia y la Universidad de Navarra y que debió de resultar especialmente emotivo par él, según deja constancia una carta que envía a la Academia para agradecer dicha publicación.

En 1989, su asistencia vuelve a ser irregular. Es nombrado presidente de la Comisión de Censura para el discurso de ingreso de Fernández Alba y el de contestación, redactado por quien esto escribe, pero no llega a ejercer su cargo, pues, a causa de su inasistencia -motivada por sus múltiples e ineludibles compromisos y deberes-, la Comisión hubo de reunirse sin él.

Sin embargo, sí está presente en el acto de ingreso de Fernández Alba, el 9 de abril, y al día siguiente, en la primera sesión a la que acude en calidad de académico de número, durante la cual, a ruego del señor director, don Luis le dirige unas cariñosas palabras de bienvenida. En esta misma sesión, don Luis recibe la noticia de que ha sido propuesto para la Medalla de Oro de la Arquitectura.

fallecimiento

Don Luis sólo asistió a tres sesiones en 1990, las de 8, 15 y 21 de enero, esta última, pública. No acudió a la del 22 por hallarse enfermo y, desgraciadamente, falleció tres días después, el 25 de enero. La noticia de su muerte sumió a sus compañeros en una profunda tristeza, pues don Luis era extremadamente querido por cuantos le conocían y trataban. Fueron muchas las necrológicas leídas en la sesión del 5 de febrero, dedicadas a su memoria, de las que se dejó constancia en nuestro Boletín. De estas intervenciones, la nuestra terminaba así : Por estimar que puede resultar divertido, según diría con su elegancia espiritual el propio Luis Moya, mencionamos la coincidencia de fechas que regularon su existencia, cuya expresión puede relacionarse con números esotéricos, considerados por los pitagóricos como perfectos. Estos son : 3, 7 y 10, con sus múltiplos y divisores.

La primera coincidencia se encuentra en el día -25- y el mes -enero- del fallecimiento de Luis Moya con el de su tío Juan Moya -25 de enero de 1953-, con una diferencia de treinta y siete años (10+10+10+7). Por otra parte, don Juan Moya fue académico durante treinta años (10+10+10) y don Luis treinta y siete (10+10+10+7), la misma diferencia que existe entre los años del fallecimiento de ambos (1953 a 1990).

Desde que Luis Moya fue elegido académico -6 de abril de 1953- hasta que leyó su discurso de ingreso -15 de noviembre de 1953- transcurrieron siete meses, y siete años fueron los comprendidos desde su nombramiento como director de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid -1963- hasta que comienza en Pamplona -1970- sus enseñanzas.

Con veintitrés (10+10+3) años de edad terminó Luis Moya la carrera de arquitecto; durante tres años -1963 a 1966- permaneció en la dirección de la Escuela madrileña; y tres años y siete meses tardó don Juan Moya en redactar su discurso, pus los consumió desde que lo eligieron -1 de marzo de 1920- hasta que lo leyó -28 de octubre de 1923- el día de su ingreso. Finalmente, de nuevo aparece la cifra veintitrés (10+10+3) por coincidir los años que distancian el de la incorporación (1953) de don Luis a esta Real Academia y el de su discurso de contestación al de ingreso (1976) en ella de quien esto escribe.

Estamos seguros de que Luis Moya goza de la Paz eterna. Suponemos, además, que en esa eternidad podrá recrearse con las divertidas relaciones numéricas, así como admirar la armonía universal y las proporciones que la rigen y que tanto le interesaron en vida.

 
Joaquin Lorda. CLASSICAL ARCHITECTURE

On this Page

2. Dedicatory

2. 1. San Josemaria Escriva (1902-1975)
2. 2. Francisco Iñiguez (1901-1982)
2. 3. Luis Moya (1904-1990)
2. 4. Other professors
 
top
Home Escuela de Arquitectura Home Universidad de Navarra