Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO
RECUERDOS EN UN ANIVERSARIO
(Recuerdos en esta jornada, La Vanguardia, miércoles 26-I-1944, p. 4; recogido con el título «Recuerdos en un aniversario » en Novísimo Glosario, Aguilar, Madrid, 1946, p. 30)

A la vez que llegaba a Vitoria, sede entonces del Ministerio de Educación Nacional, la noticia de haber entrado las tropas nacionales en Barcelona, se supo la salida de los tesoros del Prado y de nuestras máximas colecciones artísticas rumbo a una entonces desconocida, bien que sospechada, pignoración. Tamaño rescate contra tamaño cautiverio, no era poco estremecimiento para una jornada.

Yo tenía entonces en mis servicios a algunos catalanes. Todos quisieron partir, lo más pronto posible, hacia la ganada ciudad. Tres horas bastaron a mi turbación para comprender que un inmediato deber me llamaba a otra parte: allí donde a lo que importaba atender no era a otra urgencia que la de salvar un incomparable patrimonio de España y del Estado.

Poseedor de la mayor y mejor riqueza del mundo iba yo a serlo, de todos modos, siquiera durante unos días en el desarrollo de la empresa recuperadora. El arma, en efecto, que nos decidimos perentoriamente a emplear, apoyábase en la convención de que los Patronatos, puestos a la cabeza de los más importantes Museos españoles, tienen, por su autónoma constitución, calidad de propietarios; y sus bienes, por lo mismo, carácter de propiedad privada. A esto cabía oponer —y ya se había hecho, en ocasión reciente, a propósito de unos grabados de Goya, llevados a Londres, y cuyo dueño era la Academia de San Fernando—, que, en posición legal de comunismo, el Estado español había abolido esta propiedad. Pero un dictamen inglés declaró a favor nuestro, en esta coyuntura, no admisible expropiación semejante, si no la acompañaba indemnización.

Cuando, con tan flaco pertrecho, atravesó la frontera de Francia —otra que aquella por donde nuestros tesoros habían salido, y con designio de cortarles el paso—, el débil mensajero sentía, no obstante, próvidamente multiplicada su fuerza por el supremo y lúcido mandato recibido y por una cartera donde se contenían los poderes autorizados de todos los Museos considerables de España, cuyo derecho de reclamación se iba a ejercitar.

Para el atajo, era tarde. Supimos la expedición entrada en Suiza, llegada a Ginebra. Y, peor, en Ginebra, llevados al recinto extraterritorial de la Sociedad de Naciones. Respecto de la Confederación Helvética, al fin y al cabo, presumíamos fundadamente que, una vez alcanzada por Franco la victoria, su reconocimiento no podía tardar; y, con el reconocimiento, la condigna devolución. Pero, ¿qué podía esperarse de una entidad detentadora, cuyas tendencias hostiles se habían manifestado repetida y claramente, y donde, además, iba a carecerse de instrumento en el orden diplomático como en el legal? Al punto de nuestra llegada y primera visita, a lo más que fuimos invitados fue a presenciar la apertura de las cajas. Presencia rehusada, por lo que tenía de tácita complicidad con lo que entonces reputábamos contenciosamente como un despojo.

La cuestión del derecho vino a entablarse, al llegar las cosas aquí, cerca del secretario general de la Sociedad de Naciones, M. Avenol. M. Avenol me invitó a almorzar; y en Dios y en mi ánima que el almuerzo fue delicado. La respuesta, arrancada cuando el café, lo pareció menos. A la alegación del derecho, él se contentó con prometer vagamente que, si Franco lograba finalmente hacerse con Madrid, la entonces poderosa internacional compañía no iba a oponerse a que la cuestión se ventilara entre las partes. Conjuros y hasta, por ventura, discretas amenazas, resultaron inútiles.

Como en una fábula de Esopo, agotados los recursos del superior derecho, quedó el jugar la carta de la astucia. Multiplicábanse en aquellos días solicitaciones para celebrar, de las emigradas riquezas artísticas españolas —ya se entiende que, en primera línea, las del Prado— una Exposición, cuyo excepcional atractivo engolosinaba a muchas ciudades del mundo. Ni faltó entre aquéllas la de que todo fuera mandado al Certamen universal que a la sazón celebraba Nueva York. París y Ginebra eran las que más apretaban en la petición. Sobre la de París inclusive, nuestros amigos, distraídos del riesgo que ello envolvía. Con apariencia de ceder, excusas de comodidad sirvieron para dar antelación a Ginebra. El todo estaba en que, entre la extraterritorialidad del Quai du Mont-Blanc y la solvencia del palacio que alberga los ginebrinos Museos de Arte y de Historia, se desvaneciese la eventualidad, ante cuyo peligro se nos abrían las carnes.

Al paso de cada camión, que hacía el trayecto, un suspiro de alivio descargaba el peso de nuestra angustia. Cuando, en las salas de la ilustre pinacoteca, ya desguarnecidas de sus cuadros habituales, hicieron su entrada triunfal —plegadas en formidable rollo, porque su tamaño no permitía el paso del cuadro por las puertas— las velazqueñas Meninas, todo se había salvado ya. La causa de España y del Espíritu estaba ganada. Con el derecho a sustentarse, para llegar, corriendo, a París, donde retenía aún los retablos y las pinturas murales del Museo de Barcelona, el castillo de Maisons-Lafitte.

Poco después conocía el mundo, aquella caída de Madrid, condición de la vaga y sin duda inoperante promesa de monsieur Avenol.

De dos o tres episodios de mi vida, nada más, me sentiré siempres plenamente orgulloso: uno, de haber conseguido, siendo todavía estudiante, al fin de la primera década del presente siglo, que el habla de los españoles fuese admitida como oficial, dentro del cuadro de las Hauptsprächen, y sonara, entre respetos, en los Congresos internacionales de Filosofía.

Otro episodio, y mayor ocasión, es el que acabo de contar, y cuya memoria irá perennemente asociada para mí a la fecha que hoy conmemoramos.

Cada 24 de enero se viste de luto mi recordación por razones íntimas. Cada 25 de enero se viste de gloria, por razones que acompañan a la gloria festejada públicamente por nuestras banderas.


Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 1 de marzo de 2007