Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO    
(ABC, 6-VII-1928)

BIOGRAFÍA.— Apenas sobrepasa los límites del puro documento pedagógico, toda biografía se vuelve, inevitablemente, una obra en colaboración. A medias, del biógrafo y de su héroe, de un Autor y de una Sombra.
Así he podido advertirlo yo, al escribir un libro, que ha salido —ahora lo advierto— redactado, página tras página, por Goya y por mí.
De los dos, empero, era, y con mucho, Goya el más fuerte. No podía evitarse que, en este caso, la Sombra arrastrase al Autor con quien se le emparejaba.
La vida del gran artista barroco, ha debido, desde luego, contarla a lo barroco. Con aquel desorden en la sensibilidad, que a mí no me gusta. (Que no me gusta, es decir, que, secretamente, tengo miedo de amar demasiado).
Con desorden, con profusión, con desigualdad. Con humores diversos y graves contradicciones internas. Muy lejos de aquel dominio, donde, un día, hubo de dictarse la normativa lección de Teresa, dicha la Bien Plantada.
De todo lo goyesco, la narración que ha terminado tiene la manera característicamente profusa, pero deshilvanada, mezcla de digresión y apresuramiento. De impresionismo y tendencia a la caricatura. De licencia, y de chiste. De indecencia y de filosofismo.
Historia varia como la vida, opulenta como la vida, trivial y trascendental como la vida, la vida está allí casi en crudo. He aquí lo que en la narración.—como en Goya mismo— me repugna.
¡Si ya que tiene el modo goyesco, tuviera sus gracias!

IRONÍA.— No obstante, si la vida arrastra su corriente, fuera de los cauces de la razón, no quiere esto decir que, dentro mismo de la vida, falte pensamiento. «Cuanto acontece no es más que un símbolo» —leemos en el Fausto.
La narración más hormigueante en acontecimientos puede, con todo, contener una idea. A la narración que digo ha presidido una idea, relativa a las posibilidades de definición de una existencia humana.
Sobre este punto, y en honor de Goya precisamente, pude, hace poco, expresar en el Instituto Francés, de Madrid, ciertas opiniones. Nacidas de la observación de cuanto obedece, consciente o inconscientemente, cualquier biógrafo a las tesis biológicas vigentes en su época… ¿No es natural, por otra parte, en quien narra una vida, presuponer las nociones que juzga verdaderas sobre la vida?
Las del evolucionismo han regido el mundo, durante una centuria. En este tiempo, todo biógrafo las ha profesado, a no ser que, nuevo monsieur Jourdain, haya escrito en darwiniano sin saberlo. ¿Qué «Vida», redactada en esta época, ha dejado de tener en cuenta las famosas grandes tesis de la herencia, del medio, de lucha por la existencia?
Pero el mismo evolucionismo ya no es hoy lo que ayer. «Plasma somático» y «plasma germinativo», separa Weissman. «Caracteres dominantes» y «caracteres recesivos» distingue Mendel. La multiplicidad, pues, la dualidad, por lo menos, donde creyó tal vez encontrarse la unidad. La vida—y, en consecuencia, cada vida concreta de hombre— no se podrá ya representar por el esquema del círculo, que tiene un solo centro, sino, por ventura, con el de la elipse, que tiene dos centros… El carácter adquirido y el fondo intacto. Un impulso hacia el progreso y una gravitación hacia la constancia… Una ironía, en toda realidad viviente, que se burla de las exclusiones alternativas del principio de contradicción.

SIEMPRE COMO GOYA.— Añadiré que la obra a que me refiero, escrita, por la fuerza de las circunstancias, en un español ya preparado a lo francés, ha sido vertida también, necesariamente, a un francés muy vecino del español.
Siempre, como Goya.


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Última actualización: 21 de julio de 2008