Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO    
(ABC, 7-I-1927)
OCASIÓN DE AÑO NUEVO.— Ocasión de meditaciones y remembranzas la del Año Nuevo es aquella en que cada cual tiende a convertirse en historiador de sí mismo; tenida como ella está por la mejor, para convertir hacia el propio pasado aquella reflexiva mirada que conturba y a la vez despeja y vuelve limpia la conciencia de una responsabilidad.
Mirada limpia, digo, de la embriaguez del presente; conturbada, empero, en la sensación de lo definitivo. Mirada de historiador, ya se sabe. Pero de historiador a quien pueden sobrecoger todavía las angustias del remordimiento.
Si este remordimiento exige, por un lado la existencia de una libertad —sin la cual no existiría culpa en nosotros—, presupone, por otro lado, la existencia de una necesidad, de una fatalidad —sin las cuales la reparación y la compensación del mal quedarían siempre abiertas y posibles—. Libertad, necesidad… ¿En qué proporción se combinan estos dos elementos —ya que los dos son indispensables— en la viva trama de los hechos, cuyo cómputo constituye una biografía, o la Historia?

HISTORIA, REPORTAJE, ESTADÍSTICA.— Imaginemos una colección completa de los relatos que, sobre los varios sucesos acaecidos en un determinado lugar y por un tiempo dado —un lustro, verbigracia—, ha escrito un periodista de información, un reportero verídico, aunque despreocupado. Imaginemos, para contraste, en el otro término de la serie, las tablas y cuadros que, sobre la misma materia y en referencia al mismo período, ha establecido un técnico de la estadística. Para fijar más claramente la hipótesis, supongamos que se trata de la criminalidad en una población. El reportero habrá contado, en su detalle, dos mil crímenes. El estadístico habrá fijado esta cifra con exactitud, y, dentro de ella, habrá establecido la proporción entre los delitos de sangre, los dirigidos contra la propiedad, los de otro orden; entre los cometidos por hombres o por mujeres; o por adultos o niños; y tal vez los porcentajes de la criminalidad respecto del total de la población; y la relación de esta negra cosecha, en el quinquenio de que se trata, con la de los anteriores; y otros elementos de representación numérica por el estilo.
Ahora, ¿cuál de estos dos trabajadores sobre el pasado habrá cumplido, en realidad, una tarea de historiador, quien concreta aquél en forma de «sucesos» o quien lo abstrae hasta la representación en «guarismos»? ¿El periodista o el estadístico? Ninguno de los dos.
Ninguno de los dos, porque los verdaderos región y dominio de la Historia caen más allá que el frívolo Reportaje; pero más acá que la seca Estadística.

PREGUNTA.— En la materia propia del Reportaje es donde alcanza el máximo de participación el elemento libertad. Para no creerlo así hay que negar la libertad en absoluto. Yo puedo ser determinista o fatalista y pensar que el robo de anoche y el asesinato de esta mañana hallábanse anunciados, desde hace tiempo, por las estrellas, o decididos, según razón suficiente, por el ciego funcionar de ciertas fuerzas naturales, Pero, si no opino de este modo, si concedo algún lugar a la producción de los actos humanos (y, sin tal creencia, no puede hablarse, claro está, de crímenes ni delitos), he de reconocer que, en !a producción de cada suceso concreto, de cada particularísima anécdota, es donde el elemento de indeterminación tiene su papel. El ladrón de anoche pudo no robar; y por eso, precisamente, es culpable de robo. El asesino de esta mañana pudo no matar… La crónica en que han venido a referirse sendas hazañas tenía, un día atrás, tantas razones para escribirse como para no escribirse.
Pero, ¡oh, maravilla!, aun creyendo literalmente en la contingencia de estos casos particulares, no puede desconocerse que, si, con la acumulación de los mismos, se penetra en la región de los grandes números; si, en la suma de una muchedumbre de concreciones, se abstrae la desnuda generalidad de una estadística, la contingencia va sucesivamente aminorándose, la libertad llega a desaparecer, hasta la completa eliminación de cualquier azar; por lo que, en un sentido más o menos riguroso, puede ya hablarse de una ley; es decir, de una predeterminación, aproximadamente establecida según promedios.
El ladrón de anoche pudo dejar de robar. El asesino de esta mañana podía no asesinar. Pero el número de robos y el número de asesinatos que, por quincena, se cometen en una ciudad no varía demasiado. El número de los que se cometen por mes varía menos. El de los que se cometen por año, menos aún. El número de los que se cometen por lustro es casi fijo. O bien, si varía, el hecho es debido a causas que puede el sociólogo estudiar, y respecto de las cuales se cumple, en relación con los efectos que originan, el principio lógico que se llama «principio de razón suficiente».
Si a la región del Reportaje corresponde, pues, el máximo de azar, a la región de la Estadística debe adjudicarse el máximum de ley. La primera corresponde, casi totalmente, a la concreción de la poesía. La segunda, casi puramente, a la abstracción, a la ciencia.
Pero si la vida de la Humanidad, pero si mi vida no es azar ni es ley, no es poesía ni ciencia, ¿qué es…? En términos fríos: ¿En qué consiste esa Historia que no consiste en un poema ni en una deducción tampoco? O, tomándolo por donde quema: ¿De qué se arrepentirá el pecador si, en el jardín de su biografía, si las raíces fueron lo fatal, las flores lo imprevisto?

RESPUESTA.— Se arrepentirá de los tallos, contesta la lógica de la figura. Y, antes que entrar en la consideración del enigma, nosotros —porque ya es más de medianoche, y hemos entrado en el Año Nuevo— cortamos el hilo de la meditación.

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Última actualización: 18 de julio de 2008