Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO    
(ABC, 15-VI-1927)

DIANA.— Continúo mis notas previas a la teoría completa del Barroquismo. Estas de hoy van a ser muy breves.
Que se oigan, en la primera, clarines militares —con más precisión: trompetas cuarteleras—, como desde el Jardín Botánico de Coimbra… Ahora es en Vizeu, y las trompetas de una diana se mezclan con tambores.
La trompeta, en la música, es un instrumento, por excelencia, barroco. El paso del barroquismo al romanticismo va traducido, en la música de los siglos XVIII y XIX por esta gradación: trompeta, violín, piano.
Aquí, me siento aún, por el instante, en el XVIII. Todavía no he abierto el libro de ningún poeta. Ni he querido saber de ese Debussy del Tamega, que se llama Teixeira de Pascoaes.
Trompetas. Trompetas (adivino su color amarillo, su negro agujero, al sol) de los cuarteles de Vizeu. Trompetas y tambores. Siempre el principio y el fin, el Paraíso perdido, el Paraíso esperado, alfa y omega, la saudade o la ruina. Nunca me he podido avenir a la idea de que la destrucción y desdoro del gran convento de Nuestra Señora de la Sierra del Pilar, a la otra parte del Duero, no fueran, para no decir voluntarios, consentidos. Una hermosa cúpula pudo erigirse aquí. Y demasiado sabemos nosotros lo que significa, dentro de la morfología de la cultura, la Cúpula, en oposición al Campanile. Cualquier conato de sublimación, que sale fallido, se paga caro. He aquí en qué paró éste. He aquí la iglesia vacía, desgarrada, leprosa y colmado de estiércol lo que queda del claustro circular de las treinta y seis columnas jónicas.
Pero la humillación más grave, la afrenta más cruel contra la razón, la he visto allá, en el mediodía del país, en la vieja Évora. ¿No hallábamos en el esqueleto, en la estructura sencilla y económica, estática y constante, del esqueleto, una institución arquetípica de lo clásico? Pues bien, estos frailes de Évora han descoyuntado y esparcido la profecía… Tambores, como en Milton, y trompetas, como en el Apocalipsis.

LAS TRES AFRENTAS.— Cuento, en pocos días, tres grandes humillaciones para la razón, para el Clasicismo, en tierra barroca.
Una, en Porto. Iglesia de San Francisco, iglesia toda decorada por dentro, como una pagoda. Y en un rincón, tan pequeño, tan modesto, tan desnudo, un túmulo pequeño, de un Renacimiento muy puro. Aquí está enterrado —aplastado—, el fundador, Francisco Brandao Pereira. Este pedacito de piedra clásica, en la barroca flora de oro del interior del templo, me produce una impresión así como la de la hoja impresa de un edicto municipal fijada en un cuadro, en medio de la frondosa arboleda de un parque.
Otra vez, también en Porto. Ahora el castigo del Clasicismo es más grave. Ya no consiste en un apagamiento, sino en unos huesos de miles de esqueletos humanos, para decorar en intento artístico doblado de lección ascética, la Casa dos Ossos, una capilla de la iglesia conventual de San Francisco. Una capilla barroca, naturalmente.
Miles de tibias dan la decoración del entrepaño de una puerta. Miles de rótulas, la del arco de una ventana. En el medio punto de un arco, dos omóplatos, en disposición invertida, en corbata de un cráneo, repiten a su modo el tema ornamental de la cabecita de ángel con dos alas.
Me figuro que lo más horrible no es aquí la materia, sino la disposición. Esa dispersión, ese agrupamiento por conjuntos municionados… Por encima de la profanación de lo que fue persona, turba aquí la profanación de lo que podía ser aún estructura.
Tres humillaciones, tres humillaciones y la revelación de una sola venganza.

SÁTIROS.— Os esperaba. Sin vosotros, el cuadro no estaba completo. Por fin habéis comparecido a la fiesta.
El coro de la iglesia de Santa Cruz, en Braga, se finge sostenido por figuras doradas de sátiros. Sus muslos peludos dibujan un hermoso tema ornamental.
Comparecidos vosotros, todo está claro. Barroquismo es siempre paganismo, religión de las selvas. El Desierto contra Roma. La Naturaleza contra la Razón. Pan contra el Logos.
Frente al coro, en el fondo de la iglesia, el altar mayor ha entrado en la misma hendidura del camarín, entre cortinas azules como de alcoba.
Dicen que ésta es una iglesia poco importante. En las guías no suele obtener más que un par de líneas de mención, consagradas exclusivamente al elogio de su fachada… ¿Qué me importa, si aquí mi sinopsis espiritual ha quedado completa? ¿Qué me importa, si aquí los sátiros esperados han hecho acto de presencia, por fin?

PECES Y LANGOSTAS.— Me acuerdo de aquel pueblecito de la costa de mi país, cuya parroquia tiene la advocación de San Pedro. Los hombres (hablo de veinte años atrás; tal vez hoy quiera Dios que hayan cambiado un poco las cosas) no iban allí a la iglesia más que dos días por año: el del Viernes Santo, en que cantaban, por cierto, con gran devoción, y el mismo día de San Pedro, su Patrón, como pescadores que eran.
Pero ésta sí que es fiesta grande. El altar (dorado, barroco; el resto del interior, simplemente encalado) reluce en tal día como una ascua de oro. Arden, ante la imagen del Santo, multitud de velas. Pero no son las llamas de las velas lo que allí se mueve más. Docenas de langostas vivas han venido a adornar las molduras del retablo. Platos y bandejas de varios y grandes peces brillan en la sagrada mesa. Lucen escamas, tanto como patas y podúnculos se agitan.
El altar de San Pedro, el día de San Pedro, en este pueblecito costero de mi país, representa la lección acabada, la consumación suprema del arte barroco…
Lástima que los sátiros del coro, en la iglesia de la Santa Cruz, de Braga, no estén igualmente vivos… (O que no puedan, por lo menos, moverse automáticamente, como las figuras de los llamados «Secretos» en uno de los dos órganos de la Catedral, en Braga también; el que sólo se puede manejar los días que repican gordo).

DEL «MANUELINO».— Yo he podido conocer el arte que llaman aquí «manuelino» en lugares de aquí distantes y en obras que no corresponden precisamente al reinado del buen Rey Manuel.
—Y, ¿dónde ha podido verlo Su Excelencia?
—En las cuevas de Manacor, para no ir más lejos.


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Última actualización: 18 de julio de 2008