EL SENTIDO DE LA BELLEZA NUNCA PROMOVIÓ LA
REALIZACIÓN DE UN SOLO ACTO DE DEBER


Charles S. Peirce (1857)


Traducción castellana de Hedy Boero (2011)


Este texto corresponde al MS 12, escrito por Peirce el 26 de marzo de 1857. Ha sido traducido a partir de la transcripción que puede encontrarse en W 1.10-12. Se trata de un escrito de juventud de Peirce –tenía 17 años cuando lo escribió–1, en el que se encuentra un claro antecedente de lo que desarrollará años más tarde acerca de las ciencias normativas y la relación entre ellas. Asimismo, es uno de los primeros episodios en la búsqueda peirceana de las categorías2.

"Schiller, en sus Cartas Estéticas, observa que el sentido de la belleza nunca promovió la realización de un solo acto de deber"3(Ruskin)4.

¿Es posible que el gran poeta filosófico de la época se haya contentado con una "observación" sobre semejante tema –una observación, por otra parte, tan contraria a la experiencia cotidiana? Ruskin es uno de esos que, sin la pretensión de entender lo que ellos llaman la "Filosofía Alemana", se atreven, sin embargo, a censurarla5. Si hubiese leído la carta que sigue a la que él remite, habría encontrado las palabras: "La belleza es fructífera en el más alto grado con respecto al conocimiento y la moralidad"6. Tenemos que ir lo más cerca de la fuente principal, entonces, si buscamos la opinión de Schiller sobre la cuestión, y creo que no puedo hacer nada mejor que dedicar este Tema a una exposición lo más breve de la doctrina de las Cartas Estéticas, hasta donde se relaciona con el tema que nos ocupa.

Lo primero que hay que hacer es definir la belleza. Esta es la definición de Schiller:

Todas las cosas que alguna vez pueden ser objetos de la percepción pueden considerarse bajo cuatro relaciones diferentes. Un hecho puede relacionarse directamente con nuestra condición sensual (nuestra existencia y bienestar), que es su cualidad física. O puede relacionarse con el entendimiento y proporcionarnos conocimiento; que es su cualidad lógica. O puede relacionarse con nuestra voluntad, y ser considerado como un objeto de elección por un ser racional; que es su cualidad moral. O, por último, puede relacionarse con la totalidad de nuestras diferentes capacidades, sin ser un objeto definido para cualquiera de ellas; que es su cualidad estética. Un hombre se nos puede recomendar por su carácter servicial; lo consideramos por medio de su conversación; puede inspirarnos respeto por su carácter, pero al final, independientemente de todo esto, y sin tener en cuenta en nuestro juicio ninguna ley ni plan alguno, puede agradarnos, en la pura contemplación, a través de su expresión empírica7.

 

La experiencia proporciona argumentos irrefutables, tanto para la utilidad moral como para el mal moral de un gusto cultivado; parece, entonces, que hay una belleza falsa que a veces confunde la experiencia. Debemos buscar, entonces, una idea pura de belleza, mediante la cual podamos probar [test] la experiencia. Tal idea de belleza, si es que existe, se infiere de lo que nuestra naturaleza hace que sea posible, y la belleza descubrirá de sí misma que es una condición necesaria de la humanidad. Será necesario, entonces, en primer lugar, desarrollar una idea puramente a priori de la humanidad8.

El hombre consiste en la Persona y la Condición: el análisis no puede ir más allá. Ahora, a partir de estos elementos de la humanidad surgen dos impulsos: de la Persona, el impulso que produce la forma, que insiste en la formalidad absoluta y podría resolver todo lo que es el simple mundo9 en sí mismo, y traer la armonía a todas sus mutaciones; de la Condición, el impulso sensual, que insiste en la realidad absoluta, y podría convertir a todas las ideas puras en realidades múltiples, y hacer evidentes todas las disposiciones. El primer impulso da las leyes, el segundo crea los casos10.

A primera vista, [solo hay] estos impulsos, porque lo contrario parece contradictorio, pero esto no es el caso. Es cierto que no es posible un tercer impulso fundamental que concilie a los dos, pero ya que no están en conflicto sobre los mismos objetos, pueden coexistir fácilmente y en perfecta armonía, de donde surge un tercer impulso, el resultado del equilibrio perfecto entre los otros dos que, puesto que es la condición de la humanidad completa y se relaciona con la totalidad de nuestras diferentes capacidades, coincidiendo así con nuestra definición original, se puede considerar como el impulso que crea belleza. Schiller lo llama el impulso-de-juego [play-impulse]11, ya que el juego, que no está constreñido ni interna ni externamente y, mientras estamos en el estado estético, el equilibrio de los dos impulsos fundamentales, produce la libertad perfecta12.

Después de haber analizado de este modo la belleza, sólo nos queda aplicar nuestra idea sobre ella para responder a la pregunta, "¿cuáles son sus resultados con respecto a la moralidad?".

Ahora se observará que la belleza no da a la mente ninguna dirección o tendencia particular –por lo tanto, no puede tener ningún resultado ya sea para el intelecto o para la voluntad, y no puede ayudarnos a realizar un solo deber. Por otro lado, pone a la mente en un estado de "determinabilidad infinita" [infinite determinableness], de modo que puede dirigirse hacia cualquier dirección y está en perfecta libertad, por consiguiente, la belleza es fructífera en el más alto grado con respecto al conocimiento y la moralidad.

Puede ser comparado con el sueño. El sueño, como la belleza, nos pone en un estado de aptitud para cumplir con nuestro deber, pero no promueve su realización. El sueño es distinto a la belleza, en la medida en que la última es un estado activo y el primero un estado pasivo.

Así, pues, he presentado la opinión de Schiller sobre la cuestión; no he intentado un análisis de las Cartas Estéticas, sino simplemente presentando argumentos tales como el aplicado a este tema dispuesto de acuerdo a los requerimientos de la materia.

No añadiré nada más. Schiller parece haber dicho todo lo que se puede decir, y es difícil repetir sus reflexiones, sin la lengua espléndida en que las ha vestido apelando a y ocupando la mente.

 




Notas

 

1. En 1857, Peirce se encontraba en el segundo curso de sus estudios en Harvard College. Uno de los temas asignados para las composiciones de ese curso fue la frase de John Ruskin de su obra Modern Painters: "Schiller, en sus Cartas Estéticas, observa que el sentido de la belleza nunca promovió la realización de un solo acto de deber". Las Aesthetische Briefe de Friedrich Schiller eran bien conocidas por Peirce, ya que les había dedicado varios meses de profundo estudio en 1855, junto con su amigo y compañero de clase Horatio Paine. De ahí que estuviese bien preparado para defender sin dificultad el punto de vista de Schiller, contra la interpretación errónea, o fuera de contexto, de Ruskin.

2. Cf. J. Barnouw, "Aesthetic for Schiller and Peirce: A Neglected Origin of Pragmatism", Journal of the History of Ideas, XLIX/4 (1988), p. 607-632. M. Fisch, "Introduction", W 1.xxvii-xxx.

3. "Por eso ha de darse toda la razón a aquéllos que consideran que la belleza y el estado de ánimo en que ésta nos sumerge son completamente indiferentes e inútiles con respecto al conocimiento y al modo de ser y pensar. Tienen toda la razón, pues la belleza no ofrece el más mínimo resultado ni para el entendimiento ni para la voluntad; no realiza ningún fin, ni intelectual ni moral, no es capaz de hallar ninguna verdad, no nos ayuda a cumplir ningún deber y es, en una palabra, tan incapaz para fundamentar el carácter como para instruir a la inteligencia" (F. Schiller, "Vigesimoprimera carta", Kallias. Cartas sobre la educación estética del hombre, Anthropos, Barcelona, 1990, p. 289 y 291).

4. John Ruskin (1819-1900) fue el principal crítico de arte británico de la época victoriana, también fue un escritor polifacético, dibujante, acuarelista, mecenas, filántropo y destacado pensador social. En 1843 apareció el primer volumen de su Modern Painters, en el que sostenía la superioridad de los paisajistas modernos sobre los viejos maestros del período post-renacentista, por cuanto los primeros comprendían mejor la "verdad de la naturaleza", ya que su trabajo consistía en observar la realidad de la naturaleza y plasmarla sobre el lienzo, y no inventarla en un estudio. Cuatro volúmenes más –publicados entre 1846 y 1860– convirtieron la obra en un amplio tratado acerca de los principios que debían constituir los fundamentos del arte, lo que contribuyó a consolidar su prestigio como esteta y crítico de arte.

5. N de CSP: Me temo que puedo caer bajo ese reproche en el caso presente.

6. "Por lo tanto, tampoco puede decirse que estén equivocados quienes afirman que el estado estético es el más productivo en lo que se refiere al conocimiento y a la moralidad. (…) Precisamente porque no defiende exclusivamente ninguna función particular de la humanidad, favorece sin distinción a todas y cada una de esas funciones y no tiene preferencia por ninguna de ellas, porque es el principio que las hace posibles a todas" (F. Schiller, "Vigesimosegunda carta", p. 293 y 295).

7. F. Schiller, "Vigésima carta", p. 285.

8.Cf. F. Schiller, "Décima carta", p. 181-193.

9. N de CSP: El contenido amorfo del tiempo.

10. Cf. F. Schiller, "Undécima y Duodécima carta", p. 193-209.

11.En alemán este impulso de juego del que habla Schiller se dice Spieltrieb.

12.Cf. F. Schiller, "Decimotercera y Decimocuarta carta; Decimonovena y Vigésima carta", p. 209-229; 267-285.

 


Fin de: "El sentido de la belleza nunca promovió la realización de un solo acto de deber". Traducción castellana de Hedy Boero, 2011. Original en: W1, 10-12.

Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a sbarrena@unav.es

Fecha del documento: 23 de abril 2012
Última actualización: 23 de abril 2012


[Página Principal] [Sugerencias]