UN ESBOZO DE CRÍTICA LÓGICA


Charles S. Peirce (1911)


Traducción castellana de Sara Barrena (2002)


Este texto corresponde al MS 675. Ha sido publicado en EP 2, 451-462. En la primavera de 1909, J. W. Slaughter y G. F. Stout, dos amigos de Victoria Lady Welby, decidieron homenajearla con una colección de ensayos sobre el "significado", y solicitaron una colaboración de Peirce. Éste aceptó gustosamente, pero la mala salud le frenó hasta que un recordatorio de Slaughter, en abril de 1911, reavivó su ímpetu. El MS 675, escrito probablemente en agosto de 1911, es una de las versiones más pulidas del intento finalmente infructuoso de Peirce de completar su cometido. La colección de ensayos nunca fue publicada. Aunque este escrito es sólo un fragmento del ensayo que Peirce tenía en la mente, contiene aclaraciones importantes y arroja mucha luz sobre la trayectoria final del pensamiento de Peirce. Por "crítica lógica" Peirce entiende "la teoría de las clases y grados de confianza que pueden proporcionar las diferentes formas de razonamiento". Peirce explica qué entiende por "razonamiento" y señala que es sólo una de las dos formas de las que se adquiere conocimiento, siendo la otra la experiencia. La creencia adquirida a través de razonamiento debe justificarse por lo que la precede en nuestras mentes. Concluye con un llamamiento a la tarea científica cooperativa frente a los "problemas de la naturaleza, las propiedades y las variedades de los Signos".




Un1 americano que vuelve a visitar Londres después de una ausencia de veinte o treinta años se impresiona con tantos modos de hablar que está seguro de no haber oído antes en ningún lado del Atlántico, que en su diario, si pudiéramos buscarlo y encontrarlo lleno y escrito con regularidad, estaríamos bastante seguros de encontrar que alguna noche se había visto movido a consignar la afectación como uno de los rasgos de John Bull2. Sería una inferencia natural y falaz por igual; lo cual, por supuesto, no es decir que los ingleses sean absolutamente inmunes a esa variedad particular de pedantería o a cualquier otra clase de esnobismo que pueda haber. Como ejemplo, pregunte a nuestro americano como llamaría a estas cinco cosas: en primer lugar, al examen de algún comportamiento con vistas a evaluar las peculiares cualidades y grados de sus excelencias y carencias; en segundo lugar, a un escrito que exponga el juicio que resulta de tal examen; tercero, a la teoría general o ciencia de los principios sobre los que tal examen debería fundamentarse y desarrollarse; cuarto, a un tratado que exponga esa doctrina; y en quinto lugar al autor del examen, de la explicación, de la teoría o del tratado mencionados. Si el americano hablara "buen Estados-Unidos", mi impresión es que llamaría al primero, esto es, al acto de examinar, "criticismo" [criticism]; al segundo, esto es, a la expresión de ese juicio, "una crítica" [a critique] o "un criticismo" [a criticism], llevando el nombre un artículo u otro; al tercero —la ciencia— "crítica" [critics] más que "crítica" [critic], acentuando la primera sílaba; al cuarto —el tratado— "una crítica" [a critics], distinguiéndolo del tercero sólo por añadir un artículo al sustantivo; al quinto —el autor— "un crítico" [a critic], distinguiéndolo del cuarto por la ausencia de la "s" final. Por otro lado, como infiero de un pequeño número de observaciones, sería más probable que un inglés llamara al cuarto, como al segundo, "una crítica" [a critique], y al tercero "crítica" [critique], sin el artículo, imitando al francés en la pronunciación y en la ortografía (tanto como pensaría que corresponde hacer a la dignidad de un inglés). Sin duda es un hábito relativamente antiguo en Inglaterra, tan viejo por lo menos como el Diccionario de Johnson3, que fue publicado en 1755, aunque Locke escribió "critick" para la teoría (tercer sentido)4. Nuestro americano, sin embargo, estaría casi preparado para jurar que cuando estuvo antes en Londres todo el mundo hablaba como él. Probablemente la verdad es que nunca le hubiera sucedido en ese tiempo que tropezara con esa palabra al escuchar. Probablemente había algo en él que sugería que era de la clase "científica", y que repelía a los littérateurs5, o que impedía que le hablaran acerca de la doctrina de la crítica literaria. Su cronología hubiera estado ciertamente pasada por más de un siglo. Hubiera estado en terreno más seguro si se hubiera contentado con insistir en que su propio uso era mucho más conveniente, distinguiendo como hace las cinco cosas que necesitan ser distinguidas, aunque sólo sea por la razón de que nuestro vocabulario, señalando tales distinciones en todos los demás casos, le da a uno el derecho de esperar que sean señaladas aquí, y convierte en un obstáculo para el americano el interpretar el habla del inglés. Aquellos que mantienen, como algunos lexicógrafos parecen hacer, que si la escritura cuya intención es discutir el mérito literario de un libro particular debe llamarse "una crítica" [a critique] entonces se sigue inmediatamente que una discusión de los principios del criticismo literario en general puede con la misma propiedad llamarse así—aquellos que toman esta postura, digo, no deberían tener ninguna duda, precisamente por el mismo principio (y no meramente por un principio contrario, como un razonador apresurado podría al principio pensar), para llamar a un almanaque "una astronomía", al libro mayor de una casa comercial "una aritmética", o a la oración que brota del corazón de un marinero que naufraga "una teología". Algunos nos acusarán, quizás justamente, a nosotros los americanos de inconsistentes al recurrir a la forma francesa, después de todo, para expresar el sentido dos, o a la escritura especial, para la que "un criticismo" [a criticism] serviría igual de bien que "una crítica" [a critique]; pero apenas merece la pena detenerse en nimiedades filológicas para adaptar nuestros usos vernáculos a los científicos. Hay una cuestión igual de microscópica respecto a si preferimos "crítica" [critics] o "crítica" [critic]. A todo lo que podría alegarse en forma de defensa racional para nuestras tradicionales formas plurales de los nombres de las ciencias en –ica [-ic], en general, puede añadirse aquí la conveniencia de tener formas distintas para denotar al sentido cuarto, el tratado, y al sentido quinto, su autor.

En el tercer sentido, el nombre "crítica" [critic] o "crítica" [critics] parece haber sido introducido en el inglés por Hobbes6, quien sustancialmente lo escribió en ese sentido, si no bastante en la generalidad de la definición anterior, en el año 15677. Algunas importantes autoridades, tan lejanas como de la época de Johnson, han supuesto que el término, en ese tercer sentido, ha sido tomado prestado del francés. Posiblemente fue así en realidad; pero la pronunciación y la ortografía francesa no fueron históricamente la causa sino el efecto de la adhesión a esa hipótesis. La causa real, creo yo, fue una admiración sincera por la elegancia francesa. Pero, considerando que Hobbes era un helenista, un entusiasta de Tucídides y traductor de su difícil prosa; más aún, considerando que usó la forma plural, "criticks", en inglés -como "ethicks" y otros nombres de ciencias que en griego son adjetivos que coinciden con bibgiwn -mientras que sólo la forma singular estuvo alguna vez de moda en francés; considerando también que Hobbes habría recordado el pasaje del Politicus de Platón donde el término aparece sustancialmente en el mismo sentido8, ¿puede uno abstenerse de pensar que aquellos que adoptaron la hipótesis de que Hobbes había seguido una supuesta moda de París al usarlo, hacen una concesión demasiado liberal a un postulado miserable? No estoy enterado de ninguna evidencia de que existiera en 1657 ninguna moda en París de expresar el sentido tres como "la critique". Aquellos que parecen pensar que existe tal evidencia nos refieren de forma un poco vaga a Moliere y a Boileau Despréaux9. Éste último era en la fecha en cuestión un joven enfermizo, de menos de veintiún años, cuyo catálogo entero de obras literarias más de tres años más tarde era el que sigue: Canciones, 2; Sonetos, 1; Odas, 1. No soy capaz de afirmar que "la critique" en el sentido tres no se encuentre entre esas obras. Encontrar el término en una de esas cinco piezas corresponde a aquellos que hablan de que Boileau sostiene la hipótesis de que el inglés está aquí en deuda con el francés. Respecto a Molière no soy tan ignorante. En sus producciones no posteriores a 1657, entre las que están dos farsas además de la verdaderamente cómica Étourdi y la no poco interesante Dépit amoreux, la palabra "critique" no aparece en ningún sentido. Tan poco conocimiento como tengo de la literatura francesa apenas me autoriza ni siquiera a una opinión privada. Si lo hiciera, debería opinar que el uso de "la critique" en el sentido tres fue considerablemente posterior. No tengo a mano medios para informarme más.

Por "crítica lógica" [logical critics] entiendo la teoría de las clases y grados de confianza que pueden proporcionar las diferentes formas de razonamiento.

Pero10, ¿qué tomaremos aquí como significado de "razonamiento" de forma precisa? Y, ¿qué significará "confianza"? Para contestar tales cuestiones de manera que nuestras críticas sean tan útiles como sea posible, tenemos que conformar nuestros pensamientos a los hechos generales de la vida humana. Hay un momento en que el niño despierta al asunto del auto-gobierno, y en el que tiene muchas cuestiones que preguntarse acerca de sí mismo. Es él quien tiene que entrenarse a sí mismo, después de llegar este momento; y después, durante un tiempo, el mejor maestro que puede tener es el que tiene la habilidad de insinuar sospecha de sinsentidos y frases equivocadas, de sugerir aquellas cuestiones que tienen un significado real y de ponerle en el camino de su solución práctica. Aunque esto no es en absoluto lo que debemos hacer aquí, donde debemos ocuparnos de la pura teoría, estaría bien sin embargo que ajustáramos nuestras definiciones de modo que puedan adecuarse a aquellos hechos principales de la naturaleza y de la vida humanas que cada uno de nosotros ha aprendido.

La11 La definición y la utilidad de una definición requiere que especifique todo lo esencial a su definitum, y que omita todo lo que no es esencial: aunque puede perdonarse que llame especial atención sobre una omisión para mostrar que no fue desconsiderada. Por "Razonamiento" se entenderá aquí cualquier cambio en el pensamiento que resulte en una petición de alguna clase y cantidad de asentimiento a la verdad de una proposición llamada la "Conclusión" del razonamiento, que se considera "Razonable" por una cognición ya existente (normalmente compleja) cuya formulación proposicional será denominada la "Premisa copulativa" del razonamiento. El lector señalará, como el punto donde esta definición rompe más marcadamente con el uso real, el que niegue el nombre de razonamiento a la síntesis de las premisas mayor y menor de un silogismo en un reconocimiento. Las consideraciones que me mueven a esta herejía son estas: la diferencia esencial entre los dos modos en que obtenemos conocimiento —como sabemos no por ninguna investigación psicológica sino por un sentido común irrechazable— es que, al aprender por razonamiento, cada nuevo acrecentamiento de nuestra creencia está justificado, a nuestros ojos por lo que justo antes estaba en nuestras mentes, mientras que lo que nos es enseñado por experiencia no está justificado en absoluto: por el contrario, cuanto menos se parece al conocimiento previo, siendo iguales otras cosas, más valiosa es una información. Simplemente estamos obligados a admitirlo. Ahora bien, si en un momento determinado un hecho es traído ante la propia mente, y en otro momento otro, entonces en la primera ocasión en la que los dos hechos son traídos ante la mente en su relación el uno con el otro, en el caso de que uno haya sugerido el otro, este reconocimiento complejo no está justificado por nada que alguna vez estuviera en la propia mente, y debe más bien considerarse como un tipo intermedio de adquisición, aunque más como una adquisición por experiencia que como una adquisición por razonamiento; y cuanto más considera uno el inmenso poder iluminador que hay a menudo en tal co-reconocimiento12, más estará dispuesto a admitir la intermediación de este modo de adquisición, que no debe confundirse con la memoria. Es fácil ver qué es psicológicamente; es una variedad de sugerencia un poco más complicada debido a la asociación por semejanza13 —que, debe señalarse, no es una asociación real en absoluto. De este modo, desde el punto de vista puramente psicológico, debería pertenecer a la clase de los sueños. Desde el punto de vista lógico, no es ciertamente un razonamiento verdadero, ya que el hecho primero en la mente no hace razonable el pensamiento del hecho sugerido, ni nos inclina a admitir la realidad de éste último. Pero como al tratar del razonamiento uno tiene ocasión de referirse a este proceso mental, será conveniente adoptar una designación para él; y puede llamarse muy propiamente "recuerdo silogístico" [syllogistic recollection].

El segundo carácter que debe señalarse en la definición de razonamiento aquí adoptada —y aquí el escritor tiene un amplio apoyo de otros— es que ninguna debilidad en la recomendación que un razonamiento ofrece para confiar en su conclusión impedirá que sea llamado un "razonamiento" por cualquiera que adopte esta definición. Si un hecho reconocido sólo hace que una conclusión se piense como un poco menos inadmisible racionalmente de lo que hubiera sido a no ser por ese hecho, el paso de ese hecho a este reconocimiento es un "razonamiento", de acuerdo a esta definición.

Hay un tercer punto que no podría inocentemente dejar del todo inexpresado, aunque no me ocuparé en este ensayo de hacer ver a los lectores toda su importancia. A saber, me he referido al razonamiento como un proceso, o cambio, "de pensamiento" [thought]14. No he dicho "del pensar" [thinking], ya que si, por ejemplo, hubiera un cierto fósil de pez, sobre el que ciertas observaciones hechas por un paleontólogo cualificado, [y] tomadas en conexión con análisis químicos de los huesos y de la roca en la que están incrustados, proporcionaran un día al paleontólogo la piedra angular de un arco argumentativo sobre el que se erigiría de forma segura una prueba sólida de una conclusión de gran importancia, entonces, en mi opinión, en el sentido lógico verdadero, ese pensamiento tiene ya toda la realidad que tendrá alguna vez, aunque todavía no se hayan abierto las canteras que permitirán a las mentes humanas desarrollar ese razonamiento. Porque el pez está ahí, y la composición real de la piedra determina ya de hecho lo que el químico y el paleontólogo leerán un día en ellos; y no leerán en ellos nada que no esté ya ahí registrado, aunque nadie haya estado todavía en condiciones de traducirlo. Es por tanto verdad, en el sentido de las palabras del lógico, aunque no en el sentido del psicólogo, que el pensamiento ya está expresado ahí. Ciertamente es así, si Dios dejó a propósito que las cosas se entendieran así. Permanece por tanto incondicionalmente verdadero —a propósito o no a propósito: este último punto requerirá meditación.

Para hacer el significado de la palabra "Razonamiento" completamente claro hay una o dos concepciones que necesitan ser analizadas; y especialmente estas dos: Creencia y Realidad. En una etapa temprana de mis estudios de lógica —aunque es humillante por supuesto reflexionar sobre la cantidad de trabajo que ya había dedicado a la materia cuando estaba todavía sujeto a tales errores manifiestos como el que estoy a punto de consignar— publiqué en el Popular Science Monthly de noviembre de 1877 y enero de 1878 un ensayo sobre esas cuestiones (sustancialmente escrito cinco años antes)15 que al menos define "Creencia" tolerablemente, con tal de que se corrijan dos grandes erratas. La primera de estas16, aunque revela una obstinación ilógica, se corrige fácilmente. A saber, en el primer fascículo del ensayo, en la página 5, dije de la creencia que es "un estado calmado y satisfactorio que no deseamos evitar, o cambiar a una creencia en alguna otra cosa"17; y después, al haberme encontrado con personas que expresaban un deseo de que pudieran creer de forma diferente a lo que estaban forzadas a creer (una lamentación inútil que no prueba que cambiarían su creencia si en realidad pudieran), añadí una nota a pie de página, "no estoy hablando de los efectos secundarios producidos ocasionalmente por la interferencia de otros impulsos". Pero ésta no es la cuestión. O bien hay personas tan débiles e inconsistentes que cambiarían su creencia si pudieran, o no las hay. Si no las hay, eso es suficiente. Si las hay, prueba que una resistencia a cambiar la propia creencia no es una característica esencial de la creencia, y no debería haberse afirmado así. Ahora debería contentarme con la siguiente afirmación: la creencia, una vez obtenida, disipa todo el descontento inherente a la duda; y más aún, el que cree sabe bien que no hay creencia diferente que pudiera mantenerse mucho tiempo en su mente, mientras permanezca en su sano juicio, a menos por supuesto que descubra que el estado real de los hechos es muy contrario a su creencia. Se sigue que ningún hombre del todo en su sano juicio deseará que la materia de su creencia sea cambiada a no ser por algún descubrimiento tal. Encontramos, sin embargo, algunas almas medio-alocadas que, al encontrar que no pueden hacer nada para remediar un estado de cosas que les produce gran desdicha, expresan un anhelo de creer que saben que es falso; en otras palabras, piensan que desearían llegar a no estar en su sano juicio en ese aspecto. A ese yo le diría, “al expresar un deseo tan infame y vergonzoso ya estás tan cerca de ser sujeto para un psiquiatra que apenas tengo ninguna duda de que, si te pusieras a trabajar con voluntad inteligente, pronto serías capaz de inducir en ti mismo la misma clase de locura que tanto deseas; y quizás serás incluso capaz de ocultar a otros tu idiosincrasia. Si de verdad lo deseas, ciertamente harás todo lo que esté en tu poder para realizar lo que deseas; y déjame asegurarte que será una tarea mucho más fácil de lo que imaginas; pues todo el mundo menos tú percibe que sólo te falta un poco para estar en posesión de la bienaventuranza que tanto añoras. No tendrás necesidad de alcohol o cocaína o de alguna otra cosa que pudiera hacer de ti un loco más completo de lo que te encargas de ser".

El otro fallo de ese ensayo [que] es infinitamente más serio que el primero, aunque quizás no es una estupidez tan grande, es que al parecer permití que la concepción de fuerzas mecánicas como componentes incesantemente reales de las aceleraciones, incluso cuando están compensadas por componentes iguales y opuestos, me llevara a la generalización de que no hay realidad en ningún hábito, o estado duradero en el que algo sucedería en caso de que se cumpliera una cierta condición, a menos que esa condición se cumpla realmente alguna vez, en lugar de leer en el fenómeno del equilibrio mecánico la lección de que una "posibilidad" [would-be] verdadera es tan real como una actualidad. Porque, ¿qué significa para una cosa ser Real? El concepto se analiza correctamente en la segunda parte de ese mismo ensayo. Decir que una cosa es Real es meramente decir que los predicados que son verdaderos de ella, o algunos de ellos, son verdaderos de ella independientemente de lo que cualquier persona o personas reales pudieran pensar respecto a esa verdad. La incondicionalidad en ese único aspecto constituye lo que llamamos Realidad. En consecuencia cualquier hábito o estado duradero que consista en el hecho de que su sujeto se comportaría de un cierto modo bajo ciertas condiciones, es Real, siempre que esto sea verdadero lo piensen personas reales o no; y debe admitirse que es un Hábito Real incluso aunque esas condiciones nunca lleguen a cumplirse en la realidad. En esa segunda parte, llamo "verdad" a la opinión predestinada18, por la que debería haber entendido aquella que prevalecería finalmente si la investigación se llevara lo suficientemente lejos en esa dirección particular. Sin embargo, aunque debería haber sido suficientemente obvio que cuanto más lejos se empujara la investigación, mayor sería la multiplicación de cuestiones pendientes, hablé a pesar de todo —excepto quizás en una única frase— como si, por ejemplo, fuera al menos cuestionable que una flor Real alguna vez "naciera para enrojecer sin ser vista, y desperdiciar su dulzura en el aire desierto"19. Pero hay tales cuestiones, más allá de dudas, que se habrían encontrado si la investigación pudiese haber sido, y hubiera sido, lo suficientemente desarrollada en la dirección adecuada, aunque, en realidad, no lo haya sido; y de las cosas en las que creemos correcta pero vagamente, la inmensa mayoría son desconocidas de forma similar; y esta mayoría crece relativamente (y no sólo numéricamente) cuanto más allá se lleva la investigación, y no podemos, en ningún sentido, esperar un estado de cosas en el que tales creencias como la de que una piedra que se suelte de la mano caerá al suelo vayan a reemplazarse por un conocimiento tal de que cada piedra que haya sido soltada haya caído.

El propósito de ese ensayo, por cuyas sugerencias puede ser útil para el lector incluso ahora, era mostrar que el significado real de una afirmación o palabra puramente teorética, aunque sin duda no reside en ninguna posible aplicación práctica, reside precisamente sin embargo en la capacidad de concebir tales aplicaciones, independientemente de su practicabilidad. Esta doctrina con sus corolarios es lo que estuve predicando a mis compañeros miembros de un pequeño "Club Metafísico" en Cambridge, Massachusetts, desde los últimos meses del año 1871 bajo el nombre de "pragmatismo"20. He tenido la buena señal de la fortuna de nacer en una fecha y en un círculo donde podía seguir con atención cada incidente importante de ese desarrollo científico, del que lo primero que recuerdo es el artículo de Helmholtz Ueber die Erhaltung der Kraft21; y fue aproximadamente cinco años después de la aparición de El origen de las especies22 y de la introducción del espectroscopio cuando todos nosotros, estudiantes de filosofía, fuimos profundamente conmovidos por la Examination of Sir William Hamilton23 de Mill, como ninguna elocuencia metafísica nos había conmovido antes o nos ha conmovido desde entonces. Siempre he atribuido mi "pragmaticismo" (como lo he llamado desde que James y Schiller hicieran que la palabra implicara "la voluntad de creer", la mutabilidad de la verdad, la firmeza de la refutación del movimiento de Zenón y el pluralismo en general)24 a Kant, Berkeley y Leibniz, y he estimado a J. S. Mill como decididamente inferior a su padre por la fatal inexactitud de su razonamiento. Pero esas opiniones sólo me obligan más a reconocer el gran poder de su Examination, y la probabilidad de que me ayudara a discernir la deuda total de nuestras funciones cognitivas a las conativas.

Si alguna vez hubo un pensador auténtico y concienzudo ese fue Auguste Comte; y detestable como es para nosotros su excéntrico romanismo, encuentro difícil estimar a un escritor a quien ningún placer le parezca mayor que descubrir plagio en Comte, ya que cualquier mente original parecerá que plagia desde el punto de vista de lo infinitamente pequeño. Después de que un centenar de escritores hubieran tratado de clasificar las ciencias sin ningún provecho, Comte tuvo éxito al hacer que todo el mundo apreciara un principio muy simple para organizarlas; a saber, ese que sitúa por encima de una ciencia dada a aquellas que le prestan principios, y que sitúa por debajo de ella a aquellas que le prestan nuevas aplicaciones.

Daré ahora una explicación tan buena como sumariamente pueda del lugar de la Crítica Lógica entre las ciencias. Se requiere algún conocimiento tal para comprender la doctrina de la Crítica Lógica en sí misma. Implica un esquema general u organización de las ciencias, y encuentro el que voy a proponer aquí suficientemente satisfactorio. Visto desde un punto de vista superior —quiero decir, de un modo más general— confieso que no estoy del todo satisfecho con él, sin estar seguro de que sea posible mejorarlo mucho. Lo presento al lector porque, sin ocupar mucho espacio, servirá para dirigir su atención sobre algunas verdades útiles, y me ayudará a mí a explicarme.

Dividamos toda ciencia en, primero, Ciencia Heurética; segundo, Ciencia de Revisión [Science of Review], o Ciencia de la Ciencia; y tercero, Ciencia Práctica, que abarca cualquier investigación científica que se realice con vistas a algún fin ulterior. Dejemos que la ciencia de revisión incluya todos los manuales y resúmenes, todos aquellos trabajos como los de Comte, Whewell y Spencer, todas las clasificaciones y todas las historias de la ciencia, etc.

Dividamos la Ciencia Heurética en, primero, Matemáticas, que no asume ninguna responsabilidad sobre la verdad de sus premisas, sino sólo sobre las conclusiones que se siguen necesariamente de esas premisas; segundo, Filosofía, o, como Bentham la llama, Cenoscopia25, que no hace nuevas observaciones, sino que simplemente saca las conclusiones que puede a partir de las verdades universalmente indudables y de los fenómenos universalmente admitidos; y en tercer lugar, Ciencia Especial, la Idioscopia de Bentham, que se ocupa principalmente de sacar a la luz fenómenos hasta entonces inadvertidos. En la idioscopia deben reconocerse dos alas; una Psíquica o Humanística, la otra Física. En cada ala encontramos así mismo tres órdenes de ciencias: primero, la Nomológica, o Ciencias de las Leyes; segundo, la Clasificatoria, o Ciencias de las Clases; tercero, la Descriptiva y Explicativa, o Ciencias de los Objetos Individuales. Hay más o menos paralelismo en las subdivisiones de estos órdenes en las dos alas. Así como debajo de la Física Nomológica, encontramos la ciencia general de la Dinámica y las ramas especiales de la Física, Molar [Molar], Molecular y Etérea [Etheric], éstas otra vez subdivididas de acuerdo con las diferentes clases de preparación y ocasión que requieren, así bajo la Psíquica Nomológica encontramos la Psicología General como claramente distinguida de la Política General, la Economía, la ciencia general de la Ley, etc., y estas subdivididas por causas similares a las de la subdivisión de la Física. Observamos además, en las dos alas, que las Ciencias Descriptivas, tales como la Biografía en el ala Psíquica, la Astronomía en la Física, como los objetos estudiados se multiplican, tienden a ser, o más bien a procrear, Ciencias Clasificatorias. Las ciencias clasificatorias luchan por llegar a ser nomológicas; mientras que la ciencias nomológicas han mostrado aspiraciones ocasionales hacia un carácter metafísico. Bajo la filosofía, nos encontraremos una vez más forzados —a menos que arranquemos materias— a hacer una tricotomía; identificando primero a la Fenomenología; segundo, a las Ciencias Críticas o Normativas, y tercero, a la Metafísica, la ciencia de la Realidad. De las Ciencias Normativas, se reconocen generalmente tres, relacionadas respectivamente con cómo deberían auto-dirigirse nuestros Sentimientos, nuestras Energías y nuestros Pensamientos. Pero de estas tres ideas de ciencias, sólo una puede decirse que ya ha nacido realmente en el mundo, si entendemos por "ciencia" lo que los mismos científicos entienden cuando hablan unos con otros; a saber, si entendemos por ciencia la actividad total de un grupo social cuyos miembros dedican todo su ser a averiguar y a ayudarse unos a otros a averiguar la verdad en una cierta especialidad en la que están peculiarmente dotados para investigar; y no hacen esto por ningún objeto ulterior más allá que el de hacer conocida la sagrada verdad; y quienes están en un acuerdo sustancial respecto al método general apropiado para proseguir tales investigaciones, y respecto a lo que de hecho ya ha sido descubierto en su campo —digo, si tuviéramos que tomar la palabra "ciencia" en este sentido profesional, un sentido evidentemente demasiado restringido para el uso ordinario (y particularmente penoso para mí), entonces la Ética es la única de las Ciencias Críticas o Normativas que puede decirse, con propiedad, que ha nacido ya en el mundo de las actualidades; e incluso esa, loable como es su historia, no está todavía lo suficientemente madura del todo para comprender sus propios propósitos. Todavía se pega a la pretensión obsoleta de enseñar a los hombres qué "deben" hacer. De una estantería que mide cinco pies, llena exclusivamente con tratados sobre esta materia, la mayoría de ellos obras de importancia del siglo diecinueve, escogí la tercera en orden de información, para asegurarme de que todavía prevalece esta concepción; y efectivamente, en la página 5 encontré esta misma afirmación sin reservas. ¡No me extraña que los jóvenes sean salvajes! Qué vergüenza si no se ofendieran ante tal pretensión. Dios ha creado a cada hombre libre, y no "sujeto" a ninguna clase de conducta sino a la que él libremente elige. Es verdad que no puede estar contento sin un gobierno firme y rígido sobre sus impulsos; pero se trata de un auto-gobierno, instituido por él mismo para ajustarse a él mismo; copiado en su mayor parte, es verdad, del gobierno que sus padres ejercieron cuando era un niño, pero sólo continuado porque encuentra que responde a SUS PROPIOS propósitos y no en lo más mínimo porque esté "sujeto" en ningún sentido propio cualquiera; a menos que, por supuesto, sea uno de esos individuos imbéciles que se asustan ante la idea de aventurarse abiertamente a sostener opiniones acerca de la conducta personal que difieran de aquellas del estimable esposo de la buena diaconisa Grundy26. En algunas comunidades habrá más de unos pocos de tales jóvenes; pero aquellos que forman la mayoría, y la parte mejor también, pagarán tal impuesto a la señora como sea conveniente pagar, sin estar sujetos o fingir que están sujetos en ningún aspecto —en tanto que viven en un país donde pueden ser libres. Las madres de clase media impedirán por supuesto a sus hijas que vean mucho a jóvenes de mala vida; y esto influirá fuertemente en cualquier joven cuya mente no esté desquiciada. Sin embargo, esto no le obliga; ni es, directamente, de la naturaleza de una influencia moral en absoluto. Cualquier pretensión de "obligar moralmente" a los hombres es, sin embargo, una influencia moral, y uno se lanza de lleno en dirección a la mala vida. Sin embargo no es tan fuerte como se supone. Lo que más influye a los hombres para el auto-gobierno es la aversión intensa frente a una clase de vida y la sincera admiración por otra. La observación cuidadosa de los hombres mostrará esto; y aquellos que deseen fomentar la práctica del auto-gobierno deberían conformar sus enseñanzas de acuerdo con eso.

Mientras tanto, en lugar de una tonta ciencia de la Estética, que trata de traernos el disfrute de la belleza sensual —por la que entiendo toda belleza que apele a nuestros cinco sentidos— lo que debería fomentarse es la meditación, las reflexiones, el soñar despierto (bajo el debido control) respecto a los ideales —¡oh no, no, no! ¡Ideales es una palabra demasiado fría! Me refiero a admirar de forma bastante apasionada aspiraciones de un estado interior que todo el mundo puede esperar alcanzar o aproximarse, pero del que cualquier aspecto más específico puede encantar al soñador. Nuestra duda religiosa contemporánea confirmará así mismo una terrible calamidad, si la clase de meditaciones a las que me refiero han de debilitarse, yaciendo como están en el mismo fondo, la bodega más baja del barco que lleva todas las esperanzas de la humanidad. Uno debería tener cuidado de no reprimir el soñar despierto demasiado absolutamente. Gobiérnalo —¡à la bonne heure!27— quiero decir, cuida de que se ejerza el auto-gobierno; pero ten cuidado de que no se haga violencia a ninguna parte de la anatomía del alma28.

Me he permitido esta desenfrenada expresión de mis sentimientos (contrastando en este aspecto, pero no de otro modo, con una comparación de los motivos en el Popular Science Monthly de enero de 1901)29 porque el espacio para una discusión era más de lo que podía dar, mientras que los sentimientos mismos están demasiado íntimamente relacionados con mis opiniones lógicas para permitir algo como su ocultamiento.

Ahora bien, ¿qué es Lógica? Señalé anteriormente que es bastante indiferente si se la considera como teniendo que ver con el pensamiento o con el lenguaje, la envoltura del pensamiento, ya que el pensamiento, como una cebolla, no está compuesto de nada sino de envolturas. Eso me llevó a pensar que la lógica tiene que ver con alguna clase de signos. Pero, había observado que la división útil más frecuente de los signos es a través de una tricotomía en, primero, Probabilidades [Likenesses] o, como prefiero decir, Iconos, que sirven para representar a sus objetos sólo en tanto que se parecen a ellos en sí mismos; en segundo lugar, Índices, que representan a sus objetos independientemente de cualquier parecido con ellos, sólo en virtud de conexiones reales con ellos, y en tercer lugar Símbolos, que representan a sus objetos independientemente tanto de algún parecido como de alguna conexión real, porque disposiciones o hábitos facticios de sus intérpretes aseguran que sean comprendidos de ese modo. Los Iconos son los únicos signos últimos posibles, de cualidades sensibles y, por supuesto, de sentimientos en general. Pero una barra ordinaria de una yarda, que no es sino un representante de la yarda que se supone que está encerrada en el Palacio de Westminster, no es en sí misma una mera Posibilidad [Likeness] de ese prototipo, ya que todas las longitudes, hasta donde sabemos, son precisamente iguales en sí mismas —y esto ilustra por qué prefiero llamar "Iconos" a los signos de esta clase. La barra de una yarda representa a la yarda modelo, no en lo más mínimo porque sea como ese modelo, sino porque si se pusiera en una cierta relación física real con el modelo, llamada comparison30 —como de hecho debe haber sido puesta, de forma mediada, si no sin mediación— ninguno de los dos únicos resultados apreciables positivos que pueden concebirse ocurrirían, esto es, no resultaría ni apreciablemente demasiado larga ni apreciablemente demasiado corta. Podemos ver fácilmente que esta verdad es general, y que la presencia o ausencia de falsedad sólo puede asegurarse de forma final y directa por un Índice, y sólo puede traerse a la mente de forma final y directa por un Icono de un Índice. Pero lo que es aún más claro es que si el deseo de uno no es ni provocar una idea ni registrar un hecho sino hacer un llamamiento racional, la única clase de signo que puede posiblemente responder a ese propósito es el que representa a su objeto en virtud de la disposición del intérprete, es decir, un Símbolo. Por lo tanto, ya que la dirección del razonamiento es el propósito último del lógico, como tal, yo solía pensar que debería reconocer al Símbolo como el objeto de su estudio, y éste sólo en cuanto a su relación con el objeto que representa. Pero ahora he llegado a opinar que mientras que es posible que de aquí a unos miles de años los hombres puedan saber mucho más de lo que nosotros hoy en día sabemos, y con ese incremento de conocimiento los problemas puedan multiplicarse —de algún modo parecido a como un número se incrementa como consecuencia de un incremento de su logaritmo— de modo que el estudio de las relaciones necesarias de los símbolos a sus objetos en general puede proporcionar ocupación suficiente para un grupo científico, sin embargo no pienso que hoy la investigación completa de los signos en general sea mucha. Además, este estudio general debe ser hecho por alguien; y no veo qué otro grupo hay que pueda hacerlo. Por supuesto, los psicólogos deberían hacer, como de hecho ya están haciendo, sus propios estudios inestimables de las funciones de la elaboración y uso de signos —los llamo inestimables a pesar del hecho de que posiblemente no puedan llegar a sus conclusiones finales hasta que otros estudios más elementales hayan llegado a sus primeras cosechas—, estudios que para el psicólogo es natural considerar (lo que no equivale a decir que cada psicólogo los considere) con algo del mismo desdén que puede otorgar de forma natural a los estudios aún más vacíos del matemático puro —o que otorgaría si las matemáticas no fueran una ciencia tan antigua que sus ricos graneros ordenaran respeto. Se dice también que la lógica es una ciencia antigua. Sí, pero deja que se le pregunte a un diligente estudiante de su inmensa literatura una cuestión premeditada para revelar su grado de respeto por la forma en que sus devotos han usado su tiempo, si antes de que se plantee la cuestión algún compromiso apremiante no le ha obligado a despedirse con auténtico disgusto en su rostro.

De todas formas, ¿no sería en el presente estado de la ciencia una buena política científica, para aquellos que tienen tanto talento como pasión por sacar la verdad sobre tales cuestiones, instituir un ataque cenoscópico cooperativo sobre los problemas de la naturaleza, propiedades y variedades de los Signos, en el espíritu del siglo veinte? Por mi parte, aunque he tenido diversas proposiciones universales respecto a los Signos bajo inquieta deliberación durante muchos años, no he sido capaz de quedar satisfecho respecto a una sola de ellas. (Nótese bien que habiendo hecho esta declaración explícita no será necesario que exprese mis dudas otra vez). Esto no es a causa de alguna razón definida para la duda, sino que simplemente al haber sido incapaz de recomendar mi argumento a alguna mente excepto a mi yo cauteloso, no puedo evitar cuestionarme vagamente si una inteligencia fresca, no restringida por el insistir siempre en las mismas cuestiones, no podría comenzar objeciones que han escapado a mi propio entendimiento fatigado a causa de su misma obviedad, del mismo modo que en mi fatiga pienso que he extraviado algún instrumento o utensilio familiar y pierdo la mayor parte de una hora buscándolo y lo descubro finalmente situado muy a la vista justo donde siempre está y debería estar, pero donde la misma ausencia de alguna característica a la que no esté acostumbrado ha impedido que llamara mi atención. Considero muy probable que mis dudas acerca de todas las predicaciones universales relativas a los signos sean en su mayor parte bastante gratuitas, pero aun así el no tener una segunda persona a la que apelar respecto a la razonabilidad de mis dudas impide que las deje descansar31.

Traducción de Sara Barrena (2002)




Notas

1. En diversos lugares de la primera mitad del manuscrito, y comenzando justo encima de esta primera línea Peirce intercaló subtítulos generales en tinta marrón. El primero dice "Discusión del término 'crítica'"[critics]. Estos subtítulos no se han incorporado en el texto, de acuerdo con una indicación de Peirce encontrada en un texto variante (MS 674: 2): "Escribiré todas las instrucciones para el editor en verde y todo lo que no debe aparecer en prensa en otros colores". [Nota de EP]

2. John Bull es el nombre usado tradicionalmente para personificar o caricaturizar al típico inglés. [Nota de EP]

3. Samuel Johnson (1709-1784), A Dictionary of the English Language, Strahan, Londres, 1755. [Nota de EP]

4. Ver por ejemplo John Locke, An Essay Concerning Humane Understanding, (Londres: Thomas Basset, 1690), libro 4, capítulo 21, parágrafo 4. [Nota de EP]

5. "Literatos", en francés en el original. [Nota del T.]

6. Esta impresión parece ser consistente con las citas del Oxford Dictionary, aunque me atrevo a realizar en un punto una inferencia diferente a esa de una autoridad tan alta como el Dr. Murray. [Nota de CSP]

7. Thomas Hobbes, Stigmai ageometrias… (publicado por primera vez en 1657), en The English Works of Thomas Hobbes of Malmesbury (Londres: J. Bohn, 1839-45), 7:389. [Nota de EP]

8. Statesman 260c: "y ahora, ¿en cuál de estas divisiones situaremos al rey? ¿Es él un juez y una especie de espectador?". [Nota de EP]

9. Nicolas Boileau Despréaux (1636-1711), poeta y crítico literario francés, famoso por su Art poétique (1674), que influyó fuertemente a Samuel Johnson. [Nota de EP]

10. Peirce intercaló encima de este párrafo el subtítulo "El florecer de la razón".[Nota de EP]

11. Peirce intercaló encima de este párrafo el subtítulo "Sentido en el que 'razonamiento' se usa aquí". [Nota de EP]

12. Peirce insertó el subtítulo "Recuerdo Silogístico" sobre esta línea. [Nota de EP]

13. Sigo el uso de los primeros asociacionistas, Gay, Hartley, etc., que confinan el término "asociación" al guardar ideas en nuestros organismos espirituales o físicos, ideas que, cuando se guardan así, están en el modo de ser potencial, y [sigo el uso de los primeros asociacionistas] en llamar a la acción de las ideas cuando traen a otras desde ese potencial a su ser actual sugestión —una palabra de la que no debería permitirse que los hipnotistas tuvieran el monopolio. [Nota de CSP]

[Nota de EP a la nota de CSP]: Esta nota está precedida por el subtítulo intercalado "La palabra 'sugestión'".

[Nota de EP a la nota de CSP]: El filósofo y psicólogo inglés David Hartley (1705-1757) reconoce a su colega inglés John Gay (1699-1745) por sostener la importancia de la asociación psicológica. En MS 318:37 Peirce escribió:

Los grandes fundadores del asociacionalismo y de la psicología científica (después de Aristóteles), El Rev. Mr. Gay y el Dr. David Hartley, limitaron útilmente el término "asociación" al proceso por el que una idea adquiere el poder de atraer a otra desde las profundidades de la memoria hasta la superficie de la consciencia, y al hábito que resulta de este proceso. Una vez que se ha establecido una asociación, a ese acto por el que de acuerdo con ella una idea llama a otra lo llamaron sugestión.

14. Peirce insertó el subtítulo "Pensamiento no pensado" sobre esta línea. [Nota de EP]

15. Véase W 2: 14-60, especialmente los capítulos acerca de la creencia y la realidad. Es probablemente esa la conferencia que Peirce leyó en noviembre de 1872 en una reunión del Metaphysical Club y que Thomas Sergeant Perry esperaba publicar en la North American Review. Ver "The Fixation of Belief" en Popular Science Monthly 12 (Nov. 1877): 1-15, Revue Philosophique 6 (Dic. 1878): 553-69, EP 1: 109-23 y W3: 242-57, 338-55. "How to Make Our Ideas Clear" en Popular Science Monthly 12 (enero 1878): 286-302, Revue Philosophique 7 (enero 1879), EP1: 124-41 y W3: 257-76, 355-74. [Nota de EP]

16. Peirce insertó el subtítulo "Creencia esencialmente una satisfacción, pero no necesariamente agradable". [Nota de EP]

17. EP 1:114; W 3:273. [Nota de EP]

18. EP 1:138-39; W 3:273. [Nota de EP]

19. "Muchas flores nacen para enrojecer sin ser vistas, / Y desperdiciar su dulzura en el aire desierto". Thomas Gray, "Elegy Written in a Country Churchyard", stanza 14. Ver W 2, 104 y EP 1, 139 o W 3, 274. [Nota de EP]

A esto respondo que, aunque en ningún estado posible de conocimiento puede algún número ser lo suficientemente grande para expresar la relación entre la cantidad de lo que queda desconocido y la cantidad de lo conocido, aún así no es filosófico suponer que, con respecto a una cuestión dada (que tenga algún significado claro), la investigación no produciría una solución para ella, si se continuara lo suficiente.

20. Acerca de las evidencias que atestiguan la existencia del Metaphysical Club, véase Max Fisch, "Was There a Metaphysical Club?" en Studies in the Philosophy of Charles S. Peirce, segunda serie, Edward C. Moore y Richard S. Robin (eds), Amherst, The University of Massachusetts Press, 1964, 3-23. Fisch concluía que Peirce fundó el Club en algún momento durante la primavera o el otoño de 1871; que contaba entre sus miembros, además de a Peirce y los otros seis miembros mencionados debajo, a William James y Francis G. Peabody; que las reuniones se mantenían quincenalmente durante su periodo más activo (1871-72); y que el Club duró al menos hasta el invierno de 1874-75, antes de que se reorganizara de una nueva forma. Oliver Wendell Holmes (1841-1935), juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos, colaboró con el abogado Joseph Bangs Warner (1848-1923) en un comentario acerca del derecho común. Nicholas St. John Green (1830-1876) enseñó derecho en la Universidad de Harvard. John Fiske (1842-1901), historiador y filósofo era graduado por la Universidad de Harvard. Chauncey Wright (1830-1875) era matemático, zoólogo y filósofo. F. E. Abbot (1836-1903). [Nota de EP]

21. Hermann Ludwig Ferdinand von Helmholtz (1821-1894), físico, anatomista y fisiólogo alemán. Über die Erhaltung der Kraft (Berlín: G. Reimer, 1847) es su ensayo clásico en el que formuló la base filosófica y física del principio de conservación de la energía. [Nota de EP]

22. Respecto a Darwin ver EP 2, selección 11, nota 31. Peirce fue en su trabajo fotométrico en Harvard a principios de 1875 uno de los primeros científicos en Estados Unidos que hicieron frecuente el uso del espectroscopio. [Nota de EP]

23. John Stuart Mill, An Examination of Sir William Hamilton’s Philosophy (Londres, Longman, 1865). Peirce compró este libro nada más ser publicado y lo leyó con gran atención. Aunque rechazaba por completo el psicologísmo de Mill, el libro contribuyó mucho a que clarificara sus propias opiniones. [Nota de EP]

24. Alusión al libro de William James The Will to Believe (Nueva York: Longman, Green & Co., 1897) y a su primer capítulo del mismo título. [Nota de EP]

25. Jeremy Bentham (1748-1832), Chrestomathia; Parte II (Londres, Payne and Foss, 1817), 177-79. Bentham prefería la ortografía "coenoscopic". [Nota de EP]

26. El dramaturgo inglés creó el primero el personaje entre bastidores de la Sra. Grundy en Speed the Plough (producida en 1798). La preocupación por "¿Qué pensaría la Sra. Grundy?" venía a representar la tiranía de la convención social.[Nota de EP]

27. "Magnífico", en francés en el original. [Nota del T.]

28. Tres libros del estudio concerniente a la moralidad de los que me he beneficiado son Substance and Shadow del primer Henry James, The Secret of Swedenborg y Spiritual Creation. El hecho de que haya sido incapaz de coincidir con mucho, por no decir la mayoría, de las opiniones del autor, mientras no confiaba mucho en mí mismo ha incrementado, sin duda, su utilidad para mí. Mucho de lo que contienen me iluminó ampliamente. [Nota de CSP]

[Nota de EP a la nota de CSP]: Henry James Sr. (1811-1882), Substance and Shadow: or, Morality and Religion in Their Relation to Life: An Essay on the Physics of Creation (Boston: Ticknor and Fields, 1863); The Secret of Swedenborg: Being an Elucidation of His Doctrine of the Divine Natural Humanity (Boston: Fields, Osgood & Co., 1869); Spiritual Creation (no terminado) incluido en The Literary Remains of the Late Henry James, William James, ed. (Boston: Houghton Mifflin Co., 1884).

29. Para la reseña de Peirce de Grammar of Science de Pearson ver EP 2, selección 6. [Nota de EP]

30. "Comparación", en francés en el original. [Nota de la T.]

31. El manuscrito continúa aquí durante otras cinco páginas antes de llegar a un final no terminado; esta última porción no se incluye porque no está completo. [Nota de EP]


Fin de "Un esbozo de crítica lógica", C. S. Peirce (1911). Traducción castellana de Sara Barrena (2002). "A Sketch of Logical Critics" corresponde a EP 2. 451-462.

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Fecha del documento: 13 de febrero 2002
Ultima actualización: 27 de febrero 2011

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