Esta carta desde Sicilia, fechada en el encabezamiento el 22 de septiembre, fue escrita por C. S. Peirce a su esposa Zina en dos partes: en la primera, del día 22, describe su salida de Mesina y su visita a Taormina, Catania, Lentini y Siracusa; escribe la segunda parte en Siracusa, el domingo 25 de septiembre, enfermo de fiebre y deseoso de regresar a casa para restablecerse.
El original se conserva entre los Charles S. Peirce Papers en la Houghton Library (MS Am 1632, L 337) de la Universidad de Harvard. La reproducción digital de la carta ha sido hecha a partir de la fotocopia disponible en el Peirce Edition Project. Para la transcripción se ha tenido en cuenta la que preparó Max Fisch [VBla(4)#3], accesible también en Indianapolis.
Letter transcription |
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sino
un cicerone. Me acordé entonces del enfático consejo de tía Sarah1 de contratar siempre a estos hombres, y me devané
la cabeza todo el camino pensando qué ventaja podría suponer
para mí. Le dije que me llevara al Locanda Timeo2.
Cuando llegamos allí, un asunto muy breve porque Taormina es un
lugar pequeño como un punto, me enseñaron un pequeño
aposento, decente pero con apariencia melancólica. Aquí
en Italia uno siempre empieza regateando sobre el precio de la habitación,
de modo que comencé diciendo que el hotel me había sido
recomendado no por el guía sino por el manual
de Bädeker3. ¡Ah! En ese
caso, dice el hombre, le mostraré otro aposento. De ese modo me
llevó a una habitación del todo adorable con dos camas (lo
que me hizo pensar en qué encantador sería tenerte allí.
Ya sabes que aquí no hay camas dobles), una habitación con
una vista encantadoramente exquisita desde su balcón —con
una habitación separada para lavarse y una tercera para otros menesteres,
todo en perfecto orden4. Y el precio era
de 2 francos por día. Ese es el mínimo ahora. Me dije entonces
que la ayuda interesada y oficiosa de ese infernal cicerone me hubiera
impedido conseguir esa habitación. Cené bien en la habitación
con un buen vino (el vino siempre se sirve gratis y así ha sido
en todas partes desde que dejé Viena —incluso lo fue allí
y en Pest), después
de lo cual busqué lo que puede denominarse eufemísticamente
lo blando (ya que las camas en este país están formadas
por un par de colchones de algodón tendidos sobre tablas), donde
yací despierto toda la noche (como
siempre hago ahora) |
pensando qué lugar tan encantador sería
este para que pasáramos un mes aquí. A las cinco de la mañana
estaba despierto y me levanté para ir al Teatro
Griego a ver el amanecer. Fue en algunos aspectos bastante
desfavorable. Estaba nublado. Sin embargo el sol salió por fin
y los efectos de la luz en las nubes y el mar fueron maravillosos. Nunca
había visto algo ni siquiera parecido. Pero, ¿cómo
puedo darte alguna clase de noción de la encantadora, encantadora
vista? Yo estaba en un promontorio muy elevado mirando
el mar a la luz pura y clara de la mañana. Justo debajo de
mí, a 50 pies o así, estaba el antiguo
teatro. En ruinas, pero queda lo suficiente para mostrar adecuadamente
cómo era, con sus bellas
columnas, círculos y arcos, lo bastante para ser todavía
muy bello. Lo suficiente para hacerte pensar que la gente que eligió
este encantador
lugar para esto no habría tenido que ir muy lejos. No estaba
en la cumbre del promontorio, aunque bastante arriba. Por encima de mí
había una terrible cima rocosa, la antigua acrópolis, coronada
por una fortaleza de apariencia formidable. A lo largo de muchas millas
se extendían en las orillas colinas como las que había visto
el día anterior, con valles soleados por debajo de ellas y el mar
entrando en la playa. Podía ver muchos pueblos tanto en los valles
como en las colinas —más cerca por supuesto la pequeña
y curiosa ciudad de Taormina y mucho
verdor. A través del mar, las
orillas de Calabria en un lado eran muy prominentes y en
dirección opuesta, |
tierra adentro,
se
alzaba el Etna, majestuoso y terrible. Merece la pena viajar al
extranjero por ver cosas como esa, cosas que ningún arte puede
reproducir5. Hay mucho más de interés en Taormina, pero
no tenía tiempo y me apresuré a desayunar y a descender.
Una mujer bajó mis cosas sobre su cabeza. Tomé el tren
a Catania y a medida
que nos aproximábamos al Etna y vi la terrible extensión
de sus campos
de lava y su profundidad, y cómo ese enorme
Etna estaba todo lleno de cráteres, cada uno de ellos una
montaña,
me entró mucho
respeto hacia él. Tú dices que adoro el éxito, bien,
este viejo muchacho puede haber tenido malas intenciones pero ciertamente
ha desarrollado sus opiniones lo más cuidadosamente posible. Cuando
la lava tiene muchos siglos de antigüedad llega a ser el suelo más
fértil. Al principio, no crece nada en ella, después la chumbera, una cosa sin jugo de aspecto tropical, después
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Catania —un lugar infame donde mi factura por un día era de ¡28 francos y 70 céntimos! Lo peor es que debo volver allí porque envié gran cantidad de ropa a la lavandería. Las antigüedades de Catania son muchas e insignificantes, y por tanto del todo calculadas para aburrir al visitante. La única cosa que me interesó fue un bello busto de Faustina6, que no podía cansarme de mirar. Marco Aurelio y yo somos quizá las únicas personas que hemos apreciado alguna vez a esta gran criatura. He ahí otra cosa que no puede ser reproducida. La memoria misma no puede hacer justicia a ese bello trabajo. Además de eso vi un gran monasterio: uno de los más grandes en Europa. Regocijó mi corazón ver esa enorme y silenciosa casa para el estudio7, ver ese semillero para la castidad, verla, digo, ocupada por soldados y saber que ahora no quedan más que dos monjes. Desafortunadamente, los italianos están tan abrumados por su historia y sus reliquias y se han convertido de la gente más severa y seria en tan poéticos y poco prácticos que nunca podrán llegar a nada. Es una pena, pues podrían llegar a ser una buena raza si no fuera por eso. Vi una cosa muy singular en ese monasterio. En la gran erupción de 1669 una monstruosa pared de lava, que después de un lapso de dos siglos es terrible de ver, iba bajando hacia Catania y de hecho aniquiló una parte de la ciudad. De modo que cuando estaba llegando inquietantemente cerca del monasterio los santos hermanos salieron con el velo |
de
Santa Ágata
o algo similar con la consecuencia de que se desvió, y ahora se
ve justo rozando el edificio, llegando a estar a diez pies de él
en dos lugares.
Esto me impresionó como maravilloso y sin lugar a dudas como un argumento a favor de que el monacato tiene un amparo especial del cielo. Encontré sin embargo que el terremoto de 1693 no había sido tan considerado sino que había destruido totalmente el edificio, como consecuencia de lo cual se construyó otro, el actual, y por supuesto se puso tan maravillosamente cerca de la lava como se creyó necesario. La mañana posterior a mi llegada a Catania parecía bastante prometedora para ver el Etna a la mañana siguiente, así que decidí ir, pero el cochero fue tan extorsionador pidiendo 35 francos por ir a Nicolosi y volver al día siguiente, que lo dejé. Resultó que habría tenido un amanecer perfecto. Lo sentí, pues es sin duda una de las mejores vistas del mundo. De modo que partí con mucha prisa hacia Siracusa, dejando atrás la mayor parte de mi equipaje. Tomé el tren para Lentini, y desde allí por diligencia (¡10 francos!) a Siracusa. Llegué por la noche y me hospedé en el Albergo della Sole. Nadie habla francés y no tengo ni siquiera un libro de expresiones italianas, y no puedo entender ni una palabra de italiano ni la gente aquí una palabra de francés. Por supuesto el inglés y el alemán están simplemente fuera de consideración. |
Por la mañana me levanté temprano después de mis
habituales vueltas en la cama y me fui al museo.
Había allí una Venus sobre la que tenía muchas expectativas. Es ciertamente una gran obra, pero bastante distinta de lo que me había
imaginado. No tiene cabeza. Es muy pura, pero excesivamente deliciosa.
En ese sentido supera con mucho a cualquier Venus
de Tiziano y a todas las que he visto alguna vez, mientras que es
mucho menos voluptuosa. Pienso que algunas sicilianas podrían ser
de ese tipo. Habría hecho un dibujo de ella, pero [mis dibujos] fallaban tan
miserablemente al captar la esencia del original que pensé que
eran mucho peores que nada: difamaciones positivas. Me fui de allí
y vi otras tantas antigüedades, algunas absurdamente poco interesantes: por ejemplo, la
fuente de Aretusa. Quería reírme cuando la vi, pues
está tan completamente distinta a lo que debería ser; con
su barandilla de hierro y todo. Me cansé terriblemente por el paseo,
ya que llevaba mucho tiempo sin dormir bien y el sol calentaba mucho.
Es extraño, a propósito, como en cada paso hacia el sur
he encontrado más fresco. En Londres
y Berlín hacía
un calor sofocante. En Dresde
estaba más agradable. En Pest,
bastante. En Viena un poco fresco por la noche. En Constantinopla decididamente
fresco, y me resfrié. En Larisa
se agradecía por la noche un buen abrigo forrado de piel. Aquí,
cuando llegué de Catania vestido |
con mis ropas más gruesas
para el Etna, no las encontré incómodas y hoy de nuevo he
cerrado la ventana y me he puesto un abrigo de invierno para mantenerme
caliente. Se siente el otoño. Sospecho que el verano es el momento
para Italia. Durante la cosecha está bien, es verdad. Pero me parece que venir
en verano y tomar quinina todo el tiempo es lo mejor.
Sin embargo, ayer quedé agotado al estar expuesto directamente
al sol durante un buen rato, y porque estaba bastante cansado cuando
empecé y creo que había bebido demasiado vino siciliano
fuerte para desayunar. Las
cosas más interesantes que vi fueron el teatro griego y sus
alrededores, el anfiteatro romano y la llamada oreja
de Dionisio. Domingo 25 sept. No te molestaré con un intento de describir esas cosas. Baste decir que el teatro y el anfiteatro están bien conservados, excepto el escenario del teatro, la parte mejor conservada en Taormina. La situación del teatro es magnífica y uno puede ver que las plazas y las calles adyacentes eran muy ricas y bellas. La oreja de Dionisio es una de las inmensas canteras antiguas de aquí. Es una gran cámara que tiene una sección vertical como esta: |
de modo
que pudiera escuchar cada palabra que se dijera en ella. Pienso que
probablemente esa es la explicación verdadera. Regresé
de mi excursión para ver esas cosas sintiéndome completamente
agotado y por la noche tenía lo que ahora me doy cuenta que fue
un pequeño ataque de fiebre y temblores, que se ha repetido de una forma
algo más acusada las dos noches siguientes. Me deja incapaz de
hacer casi nada durante el día8. Siracusa es un lugar asqueroso.
En la otra cara de esta hoja hay un dibujo de mi mano tal y como estaba
ayer por la mañana, mostrando las picaduras. Los
chinches también abundan. Pero los peores de todos son los piojos,
de los que es mejor no hablar. Solo diré que parecen estar
en todas las almohadas. Para añadir más a mi incomodidad
se me ha salido una gran pieza de oro de uno de mis dientes, y me duele.
Considerando que no puedo hablar una palabra con nadie, pienso que tiene
bastante mérito no haberme deprimido. Estoy bastante mal de salud
y estoy tentado de dejar lo de ir a España y regresar directamente
a casa. Cuando llegue a Nápoles me tomaré una semana para
restablecerme y ver cómo me siento entonces.
Pretendía haberme marchado de aquí anteayer. Pero al escuchar que habría un vapor por la mañana, y como no me apetecía un viaje nocturno en diligencia, decidí esperar. Por la mañana no llegó el barco. Parece que debido al mal tiempo no pudo salir de Malta. Se le espera esta mañana alrededor del mediodía. Qué gran cosa es para los colegiales de Siracusa leer ese relato de Tucidides del asedio de su propia ciudad y ser capaces de entender y ver justo dónde fue desplegada la línea de barcos a través de la bahía, y dónde fue construida la doble muralla, etc.9 C. S. P. |
Notas
1. Se trata de Sarah Peirce Nichols (1804-1879) que vivió siempre en Salem, Massachusetts. En el Peabody Essex Museum de Salem se conserva bajo su nombre la colección con los papeles de cinco generaciones de las familias Peirce y Nichols.
2. Ese alojamiento parece ser en la actualidad el Grand Hotel Timeo de Taormina. Puede verse a la derecha una hermosa fotografía de una fuente de Taormina hecha por Giorgio Sommer hacia 1886. 3. Está accesible on-line una copia de la guía turística que menciona Peirce al hotelero de Taormina. Concretamente en la página 306 dice lo siguiente de esta localidad: "Taormina (Tauromenium) es uno de los lugares de Sicilia de más bellas vistas. Para disfrutar de su magnífica vista los viajeros estaban antes obligados a pasar la noche en Giardini pues no existía posada allí, y ascender la montaña antes de la salida del sol. El Locanda Timeo recientemente establecido en Taormina permite ahora una buen alojamiento (los precios según se convengan); han de reservarse, si es posible, las habitaciones hacia el Este, con vistas en dirección al jardín). Si esta posada está llena puede intentarse el lugar adyacente de Giuseppe Scory". 4. Peirce utiliza la expresión —habitual en la época— "pimlico order" que equivale a un orden perfecto. Pimlico es una pequeña zona del centro de Londres con arquitectura y jardines muy cuidados. Agradecemos a Andrew Breeze su ayuda. |
Fuente de Taormina, c. 1870 [Fuente: Giorgio Sommer in Italien, p. 171] |
5. El pintor clasicista inglés Arthur Hacker (1858-1919) pintó precisamente el Monte Etna desde Taormina (agradecemos al profesor Christopher Martin esta referencia). También pintó un hermoso cuadro de ese paraje Thomas Cole en 1843 y fue un motivo frecuente de grabados. Una imagen semejante [color] fue pintada por John Brett (1831-1902), miembro de la expedición británica de observación del eclipse.
Panorámica de Catania, c. 1886 [Fuente: Giorgio Sommer in Italien, p. 173] |
6. No hemos podido identificar hasta ahora ese busto. Probablemente se transfirió a otro lugar. 7. En la actualidad aquel enorme monasterio de benedictinos es la sede de las Facultades de Letras y de Lenguas de la Universidad de Catania. Puede verse a la izquierda una hermosa panorámica de Catania hacia 1886, con el monasterio de benedictinos al fondo.
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8. La fiebre que contrajo en aquella excursión a Lentini le duraría varios meses. Treinta años después recordará: "Estaba una vez más o menos (más más que menos, aunque puedo volver a recordar algo de mis visiones) fuera de mí mismo y así por varios meses debido a haber contraído en agosto [sic] la fiebre de Lentini en Sicilia" (MS de 1907 o posterior). De hecho, estuvo en cama en Nápoles según cuenta Amy Fay en una carta del 13 de octubre de 1870 desde Berlín: "He recibido carta de Charlie ayer fechada en Nápoles, donde al parecer ha sido atacado de escalofríos y fiebre. Confío en que se recuperará sin problemas". Semanas después en Roma dice que no está todavía bien (Carta del 14 de octubre de 1870). David E. Pfeifer ha identificado la fiebre de Lentini como malaria. Basa esta identificación en el hecho de que esta fiebre estaba comúnmente asociada con Lentini en la segunda mitad del siglo XIX. Una temprana referencia a la malaria en Lentini se encuentra en Karl Baedeker, Italy: Handbook for Travelers, Coblenz: Karl Baedeker, 1869, vol. 3, p. 288. Agradecemos a David E. Pfeifer esta colaboración.
Traducción de Sara Barrena (2008)
Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a sbarrena@unav.es Proyecto de investigación "La correspondencia europea de C. S. Peirce: creatividad y cooperación científica (Universidad de Navarra 2007-09)
Fecha del documento: 16 de diciembre 2008
Última actualización: 30 de mayo 2022