SOBRE UNA NUEVA LISTA DE CATEGORÍAS


Charles S. Peirce (1865)

Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia (1997)*





Declaración original1

545. El presente trabajo está basado sobre la teoría ya establecida, de que la función de las concepciones es reducir la multitud de impresiones de los sentidos a la unidad y que la validez de una concepción consiste en la imposibilidad de reducir el contenido de la conciencia a la unidad sin la introducción de ella.

546. Esta teoría hace surgir una concepción de la gradación entre las concepciones que son universales. Pues una de tales concepciones puede unir la multiplicidad de los sentidos y otra puede ser requerida para unir la concepción y la multiplicidad a la que es aplicada, y así sucesivamente.

547. Esa concepción universal que está tan próxima al sentido es la del presente, en general. Es una concepción, porque es universal. Pero en cuanto acto de atención no tiene ninguna connotación, sino que es el puro poder denotativo de la mente, es decir, el poder que dirige la mente hacia un objeto, en contradistinción al poder de pensar un predicado de ese objeto -así, la concepción de lo que está presente en general, que no es sino el reconocimiento general de lo que está contenido en la atención, no tiene connotación y, por consiguiente, no tiene unidad propiamente dicha. Esta concepción del presente en general, del ello (it) en general, se manifiesta en el lenguaje filosófico por la palabra "sustancia" en uno de sus significados. Antes de que cualquier comparación o discriminación pueda ser hecha entre lo que es presente, lo que es presente tiene que haber sido reconocido como tal, como ello, y subsecuentemente las partes metafísicas que son reconocidos por abstracción son atribuidas a ese ello, pero el ello no puede ser hecho un predicado. Ese ello no es, pues, predicado de un sujeto, ni está en un sujeto, y de acuerdo con eso, es idéntico con la concepción de sustancia.

548. La unidad a la cual el entendimiento reduce las impresiones es la unidad de una proposición. Esta consiste en la conexión del predicado con el sujeto, y por consiguiente, lo que está implicado en la cópula, o la concepción del ser, es lo que completa la obra de las concepciones de reducir la multiplicidad a la unidad. La cópula (o más bien, el verbo que es cópula en uno de sus sentidos) significa o actualmente es, o será, como en las dos proposiciones: "no es grifo" (no hay grifos-animales mitológicos) y "un grifo es un cuadrúpedo alado". La concepción del ser contiene solamente esa unión del predicado con el sujeto, en donde esos dos verbos concuerdan. La concepción del ser, por consiguiente, no tiene contenido.

Si decimos: "La estufa es negra", la estufa es la sustancia, de la que su negrura no ha sido diferenciada, y el es, al dejar la sustancia precisamente como fue vista, explica o desarrolla su confusión, al aplicar la negrura como predicado.

Aunque ser no afecta al sujeto, implica una indeterminabilidad indefinida del predicado. Pues si uno conociera que la cópula y el predicado de cualquier proposición, como "... es un hombre-con-rabo", conocería que el predicado es aplicable a algo que se puede suponer, por lo menos. De acuerdo con eso, tenemos proposiciones cuyos sujetos son enteramente indefinidos, como "es una hermosa elipse" (hay una hermosa elipse), donde el sujeto es meramente algo actual o potencial; pero no tenemos proposiciones cuyo predicado sea totalmente indeterminado, pues carecería totalmente de sentido decir: "Uno tiene los caracteres comunes de todas las cosas", comoquiera que no hay tales caracteres comunes.

Así, sustancia y ser son el comienzo y el fin de toda concepción. Sustancia es inaplicable a un predicado, y ser lo es a un sujeto.

549. Los términos "precisión"2 y "abstracción", que fueron antiguamente aplicados a todo tipo de separación, están ahora limitados, no meramente a la separación mental, sino a la que surge del prestar atención a un elemento y no prestarla a otro. La atención exclusiva consiste en una concepción definida o suposición de una parte de un objeto, sin ninguna suposición de la otra. La abstracción o precisión debe ser cuidadosamente diferenciada de otros dos modos mentales de separación, que pueden ser llamados discernimiento y disociación. El discernimiento tiene que ver meramente con los sentidos de los términos, y solamente traza una distinción en el significado. Disociación es la separación que, en ausencia de una asociación constante, es permitida por la ley de asociación de imágenes. Es la conciencia de una cosa, sin la conciencia necesaria simultánea de la otra. La abstracción o precisión por consiguiente, supone una separación mayor que el discernimiento, pero una separación menor que la disociación. Así, puedo discernir el rojo del azul, el espacio del color y el color del espacio, pero no el rojo del color. Puedo prescindir (separar) rojo de azul y espacio de color (como es manifiesto del hecho de que yo actualmente creo que hay un espacio incoloro entre mi cara y la pared); pero no puedo prescindir (escindir) el color del espacio ni el rojo del color. Puedo disociar rojo de azul, pero no el espacio del color, el color del espacio, ni rojo del color.

La escisión no es un proceso recíproco. Es frecuentemente el caso de que, mientras A no puede ser escindida (prescindir de) B, B puede ser escindido de A. Esta circunstancia es explicada como sigue. Las concepciones elementales solamente surgen con ocasión de la experiencia; es decir, son producidas por primera vez de acuerdo con una ley general, cuya condición es la existencia de ciertas impresiones. Ahora bien, si una concepción no reduce las impresiones de las que se sigue a la unidad, es una mera suma arbitraria a esta última, y las concepciones elementales no surgen así de este modo arbitrario. Pero si las impresiones pudieran ser definitivamente comprehendidas sin la concepción, esta última no las reduciría a la unidad. De aquí que las impresiones (o concepciones más inmediatas) no pueden ser definitivamente concebidas o atendidas, para descuidar una concepción elemental que las reduce a la unidad. Por otro lado, cuando ya se ha obtenido una vez tal concepción, no hay en general razón por la cual las premisas que la han ocasionado no deban ser desatendidas, y por consiguiente la concepción explicatoria pueda desentenderse de la más inmediata y de las impresiones.

550. Los hechos ahora recogidos proporcionan las bases para un método sistemático de búsqueda de cualesquiera concepciones elementales universales que puedan ser intermediarias entre la multiplicidad de la sustancia y la unidad del ser. Se ha mostrado que la ocasión de la introducción de una concepción elemental universal es o bien la reducción de la multiplicidad de la sustancia a la unidad, o bien la unión a la sustancia de otra concepción. Y además ha sido mostrado, que los elementos reunidos no pueden ser supuestos sin la concepción, siendo así que la concepción generalmente puede ser supuesta sin esos elementos. Ahora bien, la psicología descubre la ocasión de la introducción de una concepción, y sólo tenemos que averiguar qué concepción hay ya en los datos que son unidos al de la sustancia en la primera concepción, pero que no pueden ser supuestos sin la primera concepción, tener la siguiente concepción para pasar al ser de la sustancia.

Puede hacerse notar que a través de este proceso no hemos acudido a la introspección. Nada ha sido dado por supuesto con respecto a los elementos subjetivos de la conciencia, que no pueden ser inferidos con seguridad de los elementos objetivos.

551. La concepción del ser surge de la formación de una proposición. Una proposición siempre tiene, además de un término para expresar la sustancia, otro para expresar la cualidad de esa sustancia, y la función de la concepción del ser es unir la cualidad a la sustancia. Cualidad, por consiguiente, en su sentido más amplio, es la primera concepción para pasar del ser a la sustancia.

Al principio la cualidad parece ser dad en la impresión. Pero tales resultados de la introspección son indignos de confianza. Una proposición afirma la aplicabilidad de una concepción mediata a una más inmediata. Después que esto es aseverado, la concepción más mediata es mirada claramente como independiente de su circunstancia, pues de otro modo las dos concepciones no se distinguirían, sino que una sería pensada a través de la otra, sin ser esta última en modo alguno un objeto del pensamiento. La concepción mediata, pues, para ser aseverado de ella que es aplicable a la otra, tiene que ser considerada primero sin mirar a esta circunstancia, y tomada de inmediato. Pero, tomada inmediatamente, trasciende lo que es dado (la concepción más inmediata) y su aplicabilidad a la última es hipotética. Tomemos, por ejemplo, la proposición: "Esta estufa es negra". Aquí la concepción de esta estufa es la más inmediata, la de negra la más mediata, la cual, para ser predicada de aquella primera, debe ser discernida de ella y considerada en sí misma, no en cuanto aplicada a un objeto, sino simplemente en cuanto encorporeizando una cualidad, negrura. Ahora bien, esa negrura es una especie pura de abstracción y su aplicación a esta estufa es puramente hipotética. La misma cosa se quiere decir con "la estufa es negra" que con "hay negrura en la estufa". Corporeizado negrura es el equivalente de negro3. La prueba es esta. Esas concepciones son aplicables indiferentemente a los mismos hechos. Si, por consiguiente, fueran diferentes, la que fuera primeramente aplicada llenaría cada función de la otra; de tal manera que una de ellas sería superflua. Ahora bien, una concepción superflua es una ficción arbitraria, puesto que las concepciones elementales surgen solamente de los requerimientos de la experiencia; de tal manera que una concepción elemental superflua es imposible. Por otra parte, la concepción de una pura abstracción es indispensable, porque no podemos comprehender un acuerdo de dos cosas, excepto como un acuerdo en algún respecto, y este respecto es una pura abstracción tal como negrura. Tal abstracción pura, la referencia a la cual constituye una cualidad o atributo general, puede ser llamada un fundamento o base.

La referencia a un fundamento no puede prescindir del ser, pero el ser puede prescindir de ella.

522. La psicología empírica ha establecido el hecho de que podemos conocer una cualidad solamente por medio de su contraste con o semejanza con otra. Por contraste y concordancia una cosa es referida a un correlato, si este término puede ser usado en un sentido más amplio que el usual. La ocasión de la introducción de la concepción de la referencia a un fundamento, es la referencia a un correlato, y esa es, por consiguiente, la siguiente concepción en el orden.

La referencia a un correlato no puede ser separada de la referencia a un fundamento; pero la referencia a un fundamento puede ser separada (puede prescindir de) la referencia a un correlato.

553. La coyuntura de la referencia a un correlato es obviamente por comparación. Este acto no ha sido suficientemente estudiado por los psicólogos, y sería necesario, por lo tanto, aducir algunos ejemplos para mostrar en qué consiste. Supongamos que deseamos comparar las letras (p) y (b). Podemos imaginar que una de ellas es volteada sobre la línea de escritura, luego colocada sobre la otra, y finalmente se hace transparente de tal manera que la otra puede verse a través. De este modo, formaríamos una nueva imagen que media entre las imágenes de las dos letras, en cuanto que representa que una de ellas es (cuando fue volteada) la semejanza de la otra. Más todavía, supongamos que pensamos que un asesino está en relación con una persona asesinada; en este caso, concebimos el acto del asesinato, y en esta concepción está representado que en correspondencia a cada asesino (así como a cada asesinato) hay una persona asesinada, y así pasamos de nuevo a una representación mediadora que representa al relativo como estando frente a un correlativo, con el cual también está en relación la representación mediadora. Más todavía, supongamos que miramos la palabra homme (hombre) en un diccionario francés-inglés; encontraremos, opuesta a ella, la palabra man (hombre), la cual, colocada así, representa homme como representando la misma criatura bípeda que representa man. Al seguir acumulando elementos, se encontraría que toda comparación exige, además de la cosa referida, el fundamento, el correlato, es decir: una representación mediadora que representa que el relato es una representación del mismo correlato que esa misma representación mediadora representa. Tal representación mediadora puede ser llamada interpretant, porque satisface el oficio del intérprete, quien dice que un extranjero dice la misma cosa que él está diciendo. El término representación ha de ser entendido aquí en un sentido muy lato, puede ser explicado mediante ejemplos mejor que por una definición. En este sentido, una palabra representa una cosa para la concepción en la mente del oyente; un retrato representa a la persona a quien se ha pretendido retratar para la concepción del reconocimiento; una veleta representa la dirección del viento para la concepción del que lo entienda; un abogado representa a su cliente ante el juez y el jurado a quien influye.

Toda referencia a un correlato, pues, asocia a la sustancia la concepción de una referencia a un interpretant, y éste es, por tanto, la concepción siguiente para pasar del ser a la sustancia.

La referencia a un interpretant no puede prescindir de la referencia a un correlato; pero este último puede prescindir de aquél.

554. La referencia a un interpretant se hace posible y se justifica por aquello que hace posible y justifica la comparación. Pero eso es claramente la diversidad de impresiones. Si no tuviéramos más que una impresión, no se requeriría reducirlas a la unidad, y no se necesitaría por lo tanto ser pensadas como referidas a un interpretante, y la concepción de la referencia a un interpretant no surgiría. Pero dado que hay una multiplicidad de impresiones, tenemos un sentimiento de complicación o confusión, que nos lleva a diferenciar esta impresión de aquélla, y luego, habiendo sido diferenciadas, requieren ser llevadas a la unidad. Ahora bien, no son llevadas a la unidad hasta que no las concebimos juntas, como nuestras, es decir, hasta que no las referimos a una concepción como su interpretant. Así, la referencia a un interpretant surge del reunir las diversas impresiones, y por consiguiente, no une la concepción a la sustancia, como las otras dos referencias lo hacen, sino que une directamente la multiplicidad de la sustancia misma. Es por consiguiente la última concepción para pasar del ser a la sustancia.

555. Las cinco concepciones así obtenidas, por razones que son suficientemente obvias, pueden ser llamadas categorías, es decir:

Las tres concepciones intermedias o medianeras pueden ser llamadas accidentes.

556. Ese paso de lo múltiple al uno es numérico. La concepción de un tercero es la de un objeto que está relacionado de tal manera con otros dos, que uno de ellos tiene que ser relacionado al otro del mismo modo en que el tercero está relacionado con ese otro. Ahora bien, esto coincide con la concepción de un interpretant. Un otro es plenamente equivalente a un correlato. La concepción del segundo difiere de la del otro, al implicar la posibilidad de un tercero. Del mismo modo, la concepción del mismo implica la posibilidad de un otro. El fundamento es el mismo, abstraído de la concretez que implica la posibilidad de otro.

557. Dado que ninguna de las categorías puede prescindir de las anteriores, la lista de los objetos supuestos a que ellas convienen es:

558. Una cualidad puede tener una determinación especial, la cual previene a su ser prescindida de la referencia a un correlato. De aquí que haya dos tipos de relación.

En el primer caso, la relación es una mera concurrencia de los correlatos en un carácter, y el "relato" y el correlato no se distinguen. En el segundo caso, el correlato es colocado contra el "relato", y hay en algún sentido una oposición.

Los ",relatos", en el primer sentido son puestos en relación simplemente por su acuerdo. Pero el mero desacuerdo no constituye relación, y por consiguiente, los "relatos" del segundo tipo son solamente puestos en relación por correspondencia en el hecho.

Una referencia a un fundamento puede por tanto ser tal que no pueda prescindir de una referencia a un interpretant. En ese caso puede ser llamada cualidad imputada. Si la referencia de un "relato" a su fundamento puede prescindir de la referencia a un interpretant, su relación a su correlato será una mera concurrencia o comunidad en la posesión de una cualidad, y por consiguiente la referencia a un correlato puede prescindir de la referencia a un interpretant. Se sigue que hay tres tipos de representaciones.

559. Mostraré ahora cómo las tres concepciones de referencia a un fundamento, referencia a un objeto y referencia a un interpretant, son las fundamentales, al menos de una ciencia universal, la lógica, que se dice trata de segundas intenciones en cuanto aplicadas a las primeras6. Discutir la verdad de esa declaración me llevaría muy lejos de la materia que estamos tratando; simplemente la adoptaré como una afirmación que me parece proporciona una buena definición del género de tema de esta ciencia. Ahora bien, segundas intenciones son los objetos del entendimiento consideradas como representaciones, y las primeras intenciones a las que aquellas se aplican son los objetos de esas representaciones. Los objetos del entendimiento, considerados como representaciones, son símbolos, es decir, signos que son, al menos potencialmente, generales. Pero las reglas de la lógica toman muchos signos escritos o hablados, así como pensados. No tienen aplicación inmediata a las semejanzas o índices, porque no se pueden construir argumentos de ellas solas, sino que se aplican a todos los símbolos. Todos los símbolos, ciertamente, son en un sentido relativos al entendimiento, pero solamente en el sentido en el que todas las cosas son relativas al entendimiento. Por consiguiente, la relación al entendimiento no necesita ser expresada en la definición de la esfera de la lógica, dado que no determina ninguna limitación de esa esfera. Pero se puede hacer una distinción entre conceptos que se supone no tienen existencia, salvo en la medida en que están actualmente presentes al entendimiento, y símbolos externos, que retienen su carácter de símbolos mientras que son solamente capaces de ser entendidos.

Y en cuanto las reglas de la lógica se aplican a éstas últimas tanto como a las primeras (y aunque solamente a través de las primeras, todavía esta carácter, dado que atañe a todas las cosas, no es limitación), se sigue que la lógica tiene por tema todos los símbolos y no meramente conceptos7. Vemos, por consiguiente, a esto, que la lógica trata de la referencia de los símbolos en general a sus objetos. Desde este punto de vista es una de un "trivio" de ciencias concebibles. La primera trataría de las condiciones formales de los símbolos que tienen significado, es decir: de la referencia de los símbolos en general a sus fundamentos o caracteres imputados, ésta puede ser llamada gramática formal8; la segunda lógica9 trataría de las condiciones formales de la verdad de los símbolos, y la tercera trataría de las condiciones formales de la fuerza de los símbolos o su poder de apelar a una mente, es decir: de su referencia en general a interpretantes, y ésta podría llamarse retórica formal10.

Habría una división general de los símbolos, común a todas esas ciencias:

  1. Símbolos que directamente determinan sólo sus fundamentos o cualidades imputadas, y no son más que sumas de marcas o términos.
  2. Símbolos que también determinan independientemente sus objetos por medio de otro término o términos, y así, expresando su propia validez objetiva, se hacen capaces de verdad o falsedad, es decir, son proposiciones.
  3. Símbolos que también determinan independientemente sus interpretantes, y por tanto las mentes de aquellos a los que apelan, y establecen como premisa una proposición o proposiciones, que ha de admitir esa mente. Estos son argumentos.

Y es digno de notar que, entre todas las definiciones de proposición, por ejemplo: oratio indicativa; como la subsunción de un objeto dentro de un concepto; como expresión de la relación de dos conceptos, y como el indicio del fundamento mutable de la apariencia, no hay quizás una en la que la concepción de la referencia a un objeto o correlato no sea la importante. Del mismo modo, la concepción de referencia a un interpretante o tercero es siempre importante en las definiciones de argumento.

En una proposición el término que indica por separado el objeto del símbolo es llamado sujeto, y el que indica el fundamento, predicado.

Los objetos indicados por el sujeto (que son siempre potencialmente una pluralidad, al menos, de aspectos, fases o apariencia) son por consiguiente colocados por la proposición para ser referidos a otro, sobre la base del carácter indicado por el predicado. Ahora bien, esa relación puede ser una concurrencia o una oposición. Proposiciones de concurrencia son aquellas que son consideradas usualmente en lógica; pero he mostrado en un trabajo sobre la clasificación de los argumentos11 que es necesario considerar separadamente proposiciones de oposición, si hemos de tomar en cuenta tales argumentos como sigue:

El sujeto de tal proposición está separado en dos términos. Un "sujeto nominativo" y un "objeto acusativo".

En un argumento, las premisas forman una representación de la conclusión, porque indican el interpretante del argumento, o representación que lo representa para representar su objeto. Las premisas pueden proporcionar una semejanza, índice o símbolo de la conclusión. En el argumento deductivo, la conclusión está representada por las premisas como un signo general dentro del cual está contenida. En las hipótesis, algo como la conclusión es probado, es decir, las premisas forman una semejanza de la conclusión. Tomemos por ejemplo el siguiente argumento:

Aquí la primera premisa afirma que "p1, p2, p3 y p4 es una semejanza de M", y así las premisas son o representan una semejanza de la conclusión. Esto es diferente en la inducción, como muestra el ejemplo siguiente:

De aquí que la primera premisa viene a decir que s1, s2, s3 y s4 "es un índice de M". De aquí que las premisas sean un índice de la conclusión.

La otra división de los términos, proposición y argumentos surge de la distinción de la extensión y comprehensión. Me propongo tratar este tema en otro trabajo12. Pero quisiera ya anticipar que hay, primero, la referencia directa de un símbolo a sus objetos, o su denotación; segundo, la referencia del símbolo a su fundamento o base, a través de su objeto, es decir, su referencia a los caracteres comunes de sus objetos, o su connotación, y tercero, su referencia a su interpretante a través de su objeto, es decir, su referencia a todas las proposiciones sintéticas en las cuales sus objetos en común son sujeto o predicado, y esto lo llamo la información que encorporeiza. Y como cada suma a lo que denota, o a lo que connota, es efectuada por medio de una proposición distinta de este tipo, se sigue que la extensión y comprehensión de un término están en una relación inversa, mientras la información queda la misma, y que todo aumento de información es acompañado por un aumento de una u otra de esas dos cantidades. Puede ser observado que la extensión y la comprehensión son a menudo tomadas en otros sentidos en los que esta última proposición no es verdadera.

Esta es una ojeada imperfecta de la aplicación que las concepciones, que de acuerdo con nuestro análisis son las más fundamentales que se encuentran en la esfera de la lógica. Creemos, sin embargo, que es suficiente para mostrar que al menos algo puede ser útilmente sugerido al considerar esta ciencia a esta luz.

Notas sobre lo precedente13

560. Antes de llegar a ser un hombre adulto, estando muy impresionado por la Crítica de la razón pura de Kant, mi padre, que fue un matemático eminente, me hizo notar lagunas en el razonamiento de éste, que yo probablemente no hubiera descubierto. Desde Kant, fui conducido a un estudio admirativo de Locke, Berkeley y Hume, y al Organon de Aristóteles, la Metafísica, y los tratados psicológicos; y algo más tarde obtuve gran provecho de una lectura cuidadosa y profundamente ponderada de los pensadores medievales San Agustín, Abelardo y Juan de Salisbury, con fragmentos relacionados con Tomás de Aquino, más especialmente de John de Duns, el llamado Scotus (Duns era el nombre de un lugar no sin importancia en East Lothian) y de Guillermo de Occam. En la medida en que un moderno hombre de ciencia puede compartir las ideas de esos teólogos medievales, finalmente vine a aprobar las opiniones de Duns, aunque pienso que se inclina demasiado hacia el nominalismo. En mis estudios de la gran Crítica de Kant, que casi supe de memoria, me impresionó muchísimo el hecho de que, aunque de acuerdo con su propia presentación de la materia, toda su filosofía se apoya sobre sus "funciones del juicio" o división lógica de las proposiciones, y sobre la relación de sus "categorías" con ellos; sin embargo, su examen de ellos es por lo general apresurado, superficial, trivial e incluso frívolo; mientras a través de sus obras, repletas como están de evidencias de su genio lógico, es manifiesta la más asombrosa ignorancia de la lógica tradicional, incluso de las Summulae Logicales, el libro escolar elemental de la era Plantagenet. Ahora bien, aunque una superficialidad bestial y la carencia de un pensamiento generalizante se desparrama como un paño mortuorio sobre los escritos de los maestros escolásticos de la lógica, y además la minuciosa escrupulosidad con la que examinaban cada problema incluido en su modo de ver las cosas hace difícil pensar en este siglo XX cómo un estudioso realmente serio, incitado al estudio de la lógica por la importancia trascendental que Kant otorga a sus detalles, podría reconciliarse consigo mismo para tratarla en el modo complaciente y dégagé (desenfadado) que lo hace. Yo fui así estimulado a la búsqueda independiente en apoyo de los conceptos fundamentales llamados categorías.

561. La primera cuestión, y era una cuestión de importancia suprema que exigía no solamente un total abandono de toda parcialidad, sino también una investigación sumamente cautelosa y todavía más vigorosamente activa, era si las categorías fundamentales del pensamiento realmente tienen el tipo de dependencia de la lógica formal que Kant aseguraba. Llegué a estar plenamente convencido de que tal relación realmente existe y debe existir. Tras una serie de investigaciones llegué a ver que Kant no debió confinarse él mismo a la división de las proposiciones o "juicios", como los alemanes los llaman, produciendo confusiones en el tema, sino que debió haber tomado en cuenta todas las diferencias de forma, elementales y significantes, entre signos de todo tipo y, por encima de todo, no debió haber dejado de prestar atención a formas fundamentales del razonamiento. Por último, después de los dos años más duros de esfuerzo mental que yo haya hecho jamás, me encontré a mí mismo nada más que con un resultado simple confirmado de cierta importancia positiva. Era que no hay más que tres formas elementales de predicación o significación, las cuales como yo originalmente las llamé (pero con adiciones hechas para hacer los términos más inteligibles) eran cualidades (de la sensación), relaciones (diádicas) y (predicaciones de) representaciones.

562. Debió ser en 1866 cuando el profesor De Morgan honró al desconocido principiante de filosofía que yo era entonces (pues no la había estudiado seriamente más que por más de diez años, que es un breve aprendizaje en esta que es la más difícil de las materias), enviándome una copia de su memoria: "Sobre la lógica de relaciones, etcétera"14. Al instante me precipité sobre ella, y antes de muchas semanas me di cuenta cómo De Morgan había visto ya una iluminación brillante y asombrosa de cada rincón y cada punto de vista de la lógica. Permítaseme una pausa para decir que ni la más remota justicia ha sido hecha a De Morgan, debido a que no la llevó hasta su forma final. Incluso sus estudiantes, reverentes como lo fueron por fuerza, nunca entendieron lo suficiente su obra exploradora que cada día tropieza con nuevas formas, para cuyo estudio no había sosiego por el momento, porque surgían novedades adicionales que exigían ser notadas. Estaba como Aladino (o quienquiera que fuese) contemplando con atención las abrumadoras riquezas de la cueva de Alí Babá, apenas capaz de hacer un inventario imperfecto de ellas. Pero lo que De Morgan, con su método estrictamente matemático e indiscutible, llevó a cabo por el camino del examen de todas las extrañas formas con las que ha enriquecido la ciencia de la lógica, no fue poco y fue realizado con un auténtico espíritu científico animado por un verdadero genio. Pasaron unos veinticinco años antes de que mis estudios sobre él alcanzaran lo que podría llamarse un acercamiento hacia un resultado final provisional (nunca puede uno presumir de haber llegado a un final absoluto en ninguna ciencia); pero bastó un breve tiempo para abastecerme con matemática demostración de que los predicados indescomponibles son de tres clases: primero, los que como los verbos neutros no se aplican más que a un sujeto simple; segundo, los que como los verbos transitivos simples tiene dos sujetos cada uno, llamados en la nomenclatura tradicional de la gramática (generalmente menos filosófica que la de la lógica) el "sujeto nominativo" y el "objeto acusativo" aunque la perfecta equivalencia de significado entre "A afecta a B" y "B es afectado por A" demuestra de modo pleno que las dos cosas que denotan están de igual manera referidas mutuamente en la afirmación, y tercero, los predicados que tienen tres sujetos o correlatos. Estos últimos (aunque el método puramente formal, matemático de de Morgan, hasta donde veo, no lo garantiza) nunca expresan meros hechos brutos, sino siempre alguna relación de naturaleza intelectual, siendo constituidos por una acción de tipo mental o cumpliendo alguna ley general.

563. Tan tempranamente como en 1860, cuando yo no conocía ningún filósofo alemán más que a Kant, quien había sido mi reverenciado maestro por tres o cuatro años, me pareció que la lista de categorías de Kant podía ser parte de un sistema más amplio de concepciones. Por ejemplo, las categorías de relación -reacción, causalidad y subsistencia- son diferentes modos de necesidad, la cual es una categoría de modalidad, y de la misma manera, las categorías de cualidad -negación, cualificación, grado y atribución intrínseca- son relaciones de inherencia, la cual es una categoría de relación. Así, de la misma manera que las categorías del grupo tercero son las del cuarto, así son las del segundo para las del tercero; e imaginé, al menos, que las categorías de cantidad, unidad, pluralidad, totalidad eran, de la misma manera, diferentes atribuciones intrínsecas de la cualidad. Por otra parte, si me pregunté cuál era la diferencia entre las tres categorías de cualidad, la respuesta que me di fue que la negación era una inherencia meramente posible; la cualidad en grados: una inherencia contingente, y la atribución intrínseca, una inherencia necesaria. De tal modo que las categorías del grupo segundo se distinguen por medio de las del cuarto, de la misma manera, me pareció que, a propósito de la cuestión de cómo difieren las categorías de cantidad -unidad, pluralidad, totalidad-, la respuesta había de ser que totalidad o sistema es la atribución intrínseca que resulta de reacciones; pluralidad la que resulta de la causalidad, y unidad la que resulta de inherencia. Esto me condujo a preguntarme: ¿cuáles son las concepciones que son distinguidas por unidad negativa, unidad cualitativa y unidad intrínseca? Preguntaba por tanto ¿cuáles son los diferentes tipos de necesidad por medio de los cuales se distinguen reacción, causalidad e inherencia? No quiero perturbar al lector con mis respuestas a esas y otras cuestiones similares. Baste con decir que me pareció que andaba a tientas entre un sistema desordenado de concepciones, y después de intentar resolver el acertijo en una manera directamente especulativa, física, histórica y psicológica, finalmente concluí que el único camino era atacarlas como Kant lo había hecho por la vía de la lógica formal.

564. Debo reconocer algunos errores que cometí al explicar mi división de los signos en iconos, índices y símbolos. En el tiempo en que publiqué por primera vez esta división en 1867, había estado estudiando la lógica de los relativos por un tiempo tan corto, que no fue hasta tres años más tarde que estuve listo para dar a la imprenta mi primera memoria sobre este tema. Había comenzado penosamente el cultivo de ese terreno que De Morgan clarificó. Sin embargo, ya me había dado cuenta lo que había escapado a ese eminente maestro, que además de los caracteres no-relativos y de las relaciones entre pares y objetos, había una tercera categoría de caracteres y sólo esta tercera. Esta tercera clase consiste en relaciones plurales, todas las cuales pueden ser consideradas como compuestas de relaciones triádicas, es decir, de relaciones entre tríadas de objetos. Una clase muy amplia e importante de caracteres triádicos [consiste en] representaciones. Una representación es ese carácter de la cosa en virtud de la cual, para la producción de un cierto efecto mental, puede estar en lugar de otra cosa. La cosa que tiene ese carácter la llamo yo representamen, el efecto mental o pensamiento, su interpretante, la cosa por la cual está, su objeto.

565. En 1867, aunque yo había probado (puntualmente publicado)15 que había solamente una tercera categoría de caracteres además de caracteres no-relativos y relaciones duales, todavía no había yo descubierto que las relaciones plurales (las cuales aún no se me había ocurrido que algunas veces no son reducibles a relaciones duales) constituyen esa tercera clase. Vi que debía haber ahí una concepción de la cual podría formar algunos rasgos, pero no conociéndolo bien en su generalidad, comprendí mal con plena naturalidad por esa concepción de la representación que yo obtuve generalizando para este propósito la idea de signo. No generalicé bastante, forma de error en el que mentes más grandes que la mía pueden caer. Yo daba por supuesto que la tercera clase de caracteres estaba plenamente cubierta por los caracteres representativos. De acuerdo con ello, yo declaraba que todos los caracteres son divisibles en cualidades (caracteres no-relativos), relaciones y representaciones, en lugar de caracteres no-relativos, relaciones duales y relaciones plurales.

566. Yo observaba en 186716 que las relaciones duales son de dos tipos según estén o no constituidas por un relato y un correlato que posea caracteres no-relativos. Dos objetos azules están ipso facto en relación el uno con el otro. Es importante hacer notar que eso no es verdad de los caracteres en la medida en que son disímiles. Así, una naranja y la justicia no son puestos en relación uno con la otra por la disparidad de sus caracteres. Arrastrémosles a una comparación y entonces estarán en la relación de desemejanza, relación de una naturaleza muy compleja. Pero en cuanto la naranja y la justicia existen, sus cualidades no constituyen una relación de desemejanza. No ha de ser pasado por alto que la desemejanza no es simple otredad. Otredad atañe a la haecceitas. Es la esposa inseparable de la identidad: dondequiera que haya identidad hay necesariamente otredad, y en cualquier campo que haya verdadera otredad hay necesariamente identidad. Dado que la identidad atañe exclusivamente a lo que es hic et nunc, así comparativamente debe la otredad. Es, por consiguiente, en un sentido una relación dinámica, aunque sólo una relación de razón. Existe sólo en la medida en que los objetos afectados son o están obligados a ser, forzosamente llevados juntos ante la atención. La desemejanza es una relación entre caracteres, consistente en la otredad de todos los sujetos de esos caracteres. Por consecuencia, siendo una otredad, es una relación lógico-dinámica, existente sólo en la medida en que los caracteres son o son forzados a ser, puestos en comparación por algo más allá de esos caracteres en sí mismos.

567. Por otro lado, la semejanza es de naturaleza por completo diferente. Las formas de las palabras semejanza y desemejanza sugieren que una es negativa de la otra, lo cual es absurdo, dado que cada cosa es semejante y desemejante de cualquier otra. Dos caracteres que son de la naturaleza de las ideas son, en alguna medida, los mismos. Su mera existencia constituye una unidad de dos o, en otras palabras, los empareja. Las cosas son semejantes y desemejantes en la medida en que sus caracteres lo son. Vemos, pues, que la primera categoría de relaciones abraza sólo similitudes, mientras que la segunda, abrazando todas las relaciones dinámicas a su vez se dividen en lógicas, semilógicas y no-lógicas. Por relaciones lógicas entiendo aquellas con respecto a las cuales todos los pares [de] objetos en el universo son semejantes; por relaciones semilógicas, aquellas con respecto a las cuales hay en la referencia a cada objeto en el universo solamente un objeto (quizás el mismo) o alguna multitud definida de objetos que son diferentes de otros; mientras que las relaciones lógicas incluyen todos los casos. Las relaciones lógicas y semilógicas pertenecen a la antigua clase de relaciones de razón, mientras que las relaciones in re (en la cosa) son alógicas. Pero hay unas pocas relaciones de razón no carentes de importancia, que son de modo semejante alógicas. En mi trabajo de 1867, cometí el error de identificar esas relaciones constituidas por caracteres no-relativos con relaciones de equiparancia, es decir, con relaciones necesariamente mutuas, y las relaciones dinámicas con relaciones de disquiparancia, o relaciones posiblemente no-mutuas. Como consecuencia, cayendo de un error en otro, identifiqué las dos clases respectivamente con relaciones de razón y relaciones in re.


Traducción de Fernando C. Vevia



Notas

* (N. del E.) Reproducido con el permiso de Fernando C. Vevia. Esta traducción está publicada en Charles S. Peirce. Escritos filosóficos, El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 303-320.

1. La primera sección de este capítulo fue publicada con este capítulo encabezando los Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences, vol. 7, mayo 1867, pp. 287-298. Se propuso como capítulo 1 de la Grand Logic de 1893 y como Essay II del Search of Method, hacia 1893.

2. Precisión. (1) Un grado alto de aproximación, sólo alcanzable por la aplicación concienzuda de los métodos más refinados de la ciencia. (2) Su significado primitivo, más o menos usado por los lógicos, se deriva de un significado dado a praecisio por Scotus y otros escolásticos: el acto de suponer (ya sea con conciencia de la ficción o no) algo acerca de un elemento de un percepto [representación mental de lo percibido, N. del T.], sobre el que el pensamiento trata, sin prestar atención a otros elementos. La precisión implica más que la mera discriminación, que se refiere meramente a la esencia de un término. Así, yo puedo, por un acto de discernimiento separar el color de la extensión; pero no puedo hacer eso por un acto de precisión, dado que yo no puedo dar por supuesto, que en algún universo posible el color (no la sensación de color o color-sensación, sino el color en cuanto cualidad de un objeto) exista sin extensión. Lo mismo con triangularidad y trilateralidad. Por otro lado, la "precisión" implica mucho menos que disociación, la cual, ciertamente, no es un término de la lógica, sino de psicología. Es dudoso si una persona que no esté exenta del sentido de la vista, podrá separar espacio de color por disociación, o en cualquier caso, no sin gran dificultad; pero puede y lo hace, por precisión, si piensa que un vacío no tiene color. Así es, de modo parecido, con el espacio y la tridimensionalidad.

Algunos escritores nombran toda la descripción de la abstracción con el nombre de precisión, dividiéndola en real y mental, y esta última en negativa y positiva; pero un mejor uso del lenguaje llama a esta abstracción dividida en rela en intencional, y esta última en negativa (en la cual el carácter del cual se hace abstracción se imagina que es negable del sujeto prescindido) y abstracción positiva o precisión, en la que el sujeto presindido se supone (en algún estado hipotético de las cosas) sin ningún tipo de supuesto, ni afirmativo ni negativo, en relación al carácter abstraído. De aquí que el brocard (dicho malicioso): abstrahentium non est mendacium (la mentira no es de los que abstraen) (generalmente enunciado en conexión con De anima, III, VII, 7.). Scotus (en II Physic., expositio 20 textus 18) dice: Et si aliquis dicat, quod Mathematici tunc faciunt mendacium: quia considerant isat quasi essent abstracta a motu et materia; quae tament sunt coniuncta materiae. Respondet, quod non faciunt mendacium: quita Mathematicus non considerat, utrum id, de quo demonstrat suas passiones, sic coniuctum materiae, vel abstractum a materia [Y si alguno dice que los matemáticos dicen mentiras: porque consideran estas cosas como si fuesen abstraídas del movimiento y la materia; las cuales sin embargo están unidas a la materia. Responde, que no dice mentira: porque el matemático no considera, si eso, de lo que está demostrando sus pasiones, está unido a la materia, sino abstraído de la materia, N. del T.). No es éste el lugar de tratar de las discusiones interesantísimas lógicas y psicológicas, que han tenido lugar con referencia a la precisión, que es uno de los sujetos, que es uno de los temas que los escolásticos trataron de un modo comparativamente moderno, aunque conduce directamente a la cuestión del nominalismo y el realismo. Puede, sin embargo, mencionarse que Scotus en muchos lugares traza una cierta distinción, designada de varias maneras por él y sus seguidores (su naturaleza y aplicaciones está más clara que en otras partes en Opus Oxon, III, XXII, qu. unica: Utrum Christus fuerit hom in triduo [De si Cristo fue hombre en los tres días] es decir, entre la crucifixión y la resurrección), lo cual la mayoría de los tomistas discute. Hay alguna relación de la materia en Chauvinus, Lexicon (2ª ed.) bajo: "praecisio" ... Dictionary of Philosophy and Psichology, vol 2, pp. 323-24, Macmillan Co., Nueva York, Edición de 1911.

3. Esto va de acuerdo con el autor de "De Generibus et Speciebus", Ouvrages inédits d'Abelard, p. 526, editado por V. Cousin, París, 1836.

4. En los escritos posteriores son llamadas "Icons".

5. En escritos posteriores un "index" es considerado siempre como no más que uno entre muchos tipos de signos; se entiende que un signo es en cierto sentido similar al establecido en 540.

6. Véase la definición de Peirce en el Century Dictionary (1889) Intention 8; también Alberto Magno, Meta. I, 1 y Tomás de Aquino, Meta. IV, 4 s. 43 v.a.

7. Herbart dice [Lehrbuch, 2 A, cap. 34]: "Unsre sämmtlichen Gedanken lassen sich von zwei Seiten betrachten: theils als Thätigkeiten unseres Geistes, theils in Hinsicht dessen, was durch sie gedacht wird. In letzterer Beziehung heissen sie Begriffe, welches Wort, im dem es das Begriffene bezeichnet, zu abstrahiren gebietet von der Art und Weise, wie wir den Gedanken empfangen producieren oder reproducieren mögen" [Todos nuestros pensamientos se pueden considerar desde dos lados; en parte como actividades de nuestro espíritu, en parte con respecto a lo que, a través de ellos, es pensado. En última instancia se llaman conceptos, palabra que, al designar lo concebido, invita a abstraer del modo y manera en que recibimos los pensamientos, los producimos o los podemos producir, N. del T.]. Pero toda la diferencia entre un concepto y un signo externo está en esos respectos que la lógica debe, según Herbart, a la forma abstracta.

8. Llamada más tarde gramática especulativa o estequiología.

9. Llamada más tarde lógica crítica o crítica.

10. Más tarde llamada retórica especulativa o metodéutica.

11. Véase vol. 2, libro III cap. 2.

12. Vol. 2, libro II, cap. 5.

13. 560-562 son de "Pragmatism", c. 1905; 563 es de un fragmento de la Conferencia "DI" propuesta, c. 1898; 564-567 son de un fragmento c. 1899.

14. "On the Sillogism IV, and the Logic of Relations". Cambridge Philosophical Transactions, vol 10, pp. 331-358.

15. 393 ss.

16. 558.




Fin de "Sobre una nueva lista de categorías", C. S. Peirce (1903). Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia. En: Charles S. Peirce. Escritos filosóficos, F. Vevia (tr., intr. y notas), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 303-320. "On a New List of Categories" corresponde a CP 1. 545-567.

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Fecha del documento: 12 junio 2001
Ultima actualización: 24 julio 2006

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