Charles Sanders Peirce. Razón e invención del pensamiento pragmatista
Anthropos, nº 212 (2006), pp. 168-178

Peirce en España y anotaciones de Peirce sobre España


Jaime Nubiola


Desde que hace doce años comencé a interesarme por el pensamiento de Charles S. Peirce presté cierta atención a su biografía y en particular a sus relaciones con España. En todos estos años he rastreado muchos archivos y documentos y poco a poco he ido reuniendo una cierta cantidad de testimonios de los que querría dar noticia sumaria aquí. En esta tarea conté desde el principio no sólo con la valiosísima ayuda de Christian Kloesel, Nathan Houser y José Vericat que me facilitaron el acceso a muchos materiales disponibles en el Peirce Edition Project de Indianapolis, sino también de muchas otras personas que me ayudaron en los Harvard University Archives, la Widener y la Houghton Libraries de Harvard, los National Archives en College Park, Maryland, o en diversos archivos en España. De entre estas últimas debo una gratitud muy especial a mi colega y buen amigo Joaquín Lorda que encontró la firma de C. S. Peirce en el libro de visitantes de la Alhambra e identificó la estatua de la ninfa Eurídice que tanto gustó a Peirce en Madrid1.

He organizado mi exposición en tres partes: en la primera doy cuenta de los datos principales que disponemos en la actualidad sobre la breve visita de Peirce a España en otoño de 1870; la segunda está destinada a dar noticia de las principales anotaciones de Peirce relacionadas con España o con los españoles y, finalmente en la tercera parte, se abordan brevemente dos enigmas peirceanos: el origen del "Santiago" que Peirce añadió a su nombre y la nacionalidad de Juliette, su segunda esposa. En todo caso, se trata de una presentación muy resumida, que requerirá más adelante una publicación in extenso con todos los detalles.

1. Peirce en España

Las circunstancias de la visita de Peirce a España en otoño de 1870 expresan bien sus intereses y su perfil intelectual. En 1861 —contaba entonces Peirce con veintiún años— había entrado a trabajar como ayudante de su padre Benjamin en el United States Coast and Geodetic Survey, el principal organismo científico del gobierno americano en aquella época, mientras completaba sus estudios en Harvard. En 1869 formó parte de uno de los equipos que estudiaron en Kentucky el eclipse total de sol del 7 de agosto. "De todos los fenómenos de la naturaleza —escribirá Peirce veinticinco años más tarde (CTN 2, 59)2 — el eclipse total de sol es incomparablemente el más sublime". La observación mediante el telescopio de la corona solar y de sus protuberancias y la detección de helio con el espectroscopio habían llevado a los astrónomos americanos a formular nuevas teorías sobre la composición del sol que fueron recibidas con cierto escepticismo entre sus colegas europeos.

Como no iba a haber otra ocasión tan favorable en el siglo XIX, Benjamin Peirce, superintendente entonces del Coast Survey, obtuvo una dotación del Congreso para organizar una expedición para observar el siguiente eclipse que habría de tener lugar al mediodía del 22 de diciembre de 1870 sobre el Mediterráneo. Para asegurar el éxito de la expedición envió a su hijo Charles a Europa con seis meses de antelación para que organizara los preparativos. Este pasó por Londres, Rotterdam, Berlín, Praga, Viena, Pest y llegó a Constantinopla, para recorrer luego de Este a Oeste la zona de totalidad del eclipse en busca de los emplazamientos más adecuados como observatorios. En Italia seleccionó algunos asentamientos en Sicilia y el 28 de octubre abandonaba Florencia para iniciar la que calificó como su correría española ("Spanish hurry skurry").

Los datos disponibles de la estancia de Peirce en España no son todavía muchos: se trata de un viaje de apenas dos semanas, pues el 15 de noviembre se encuentra ya en Grenoble. Seguramente llega por barco al sur de Andalucía, muy probablemente a Málaga, en los primeros días del mes de noviembre. Desde Málaga escribe a su padre Benjamin —que está ya en Munich— comunicándole que Marbella es a su juicio el lugar más adecuado para la observación del eclipse en España: está a 32 millas de Málaga, esto es, a diez horas a caballo, puede alquilarse un remolcador para trasladar el instrumental si no fuera posible llevarlo a lomo de mulas, y lo que es más importante "hay menos días lluviosos que en el Atlántico y los días claros son más claros". Curiosamente la única dificultad que planteaba Marbella entonces era la falta de alojamiento para el equipo de observadores, pero afortunadamente el cónsul americano Geary se había ofrecido a solucionar el problema. Peirce recuerda en su carta que la expedición no podrá hacer el viaje hasta Marbella por la ruta de Barcelona —esta ciudad estaba aislada por una epidemia de fiebre amarilla— y anuncia que hará un viaje rápido por Granada, Sevilla y Cádiz tal como había convenido inicialmente con su padre Benjamin3.

De acuerdo con ese plan, viaja a Granada, en donde el 7 de noviembre visita el palacio de la Alhambra acompañado de un anciano guía que habla un buen inglés y deja su firma en el libro de visitantes. En 1898 —casi treinta años después— comparará las hipótesis matemáticas con los dibujos de la decoración de la Alhambra: las hipótesis son inferiores, pero le recuerdan aquella decoración porque son "igualmente bellas, aunque sin alma" (CP 5.587) . En Granada se aloja en el Hotel Siete Suelos, en donde es estafado, pues le pasan a sabiendas moneda falsa. Por este motivo, cuando el 29 de noviembre escribe a Joseph Winlock, el director del Observatorio Astronómico de Harvard que va a dirigir al equipo de observadores que se situará en España, Peirce le recomienda que no deje de visitar Granada, pero que se aloje en otro hotel, concretamente en el Washington Irving, que se encontraba justo enfrente. En Granada le llama la atención ver cómo un eminente artista adquiere un bellísimo manuscrito bajomedieval con abundantes miniaturas a un precio irrisorio (125 dólares), mientras que estima que podría venderse en Londres por 700. Este artista era probablemente el pintor Mariano Fortuny que vivía por entonces con su familia en el Hotel Siete Suelos y tenía gran afición al coleccionismo de piezas artísticas, incluidos los manuscritos miniados4.

Apenas disponemos de datos del paso de Peirce por Sevilla, Jerez y Cádiz. Dos meses después, menciona en una carta a su hermana Helen que los miembros del cabildo de la catedral de Sevilla "cuando determinaron construir la catedral (la más grande jamás construida después de San Pedro), aprobaron la siguiente resolución: Se acuerda que este cabildo proceda a construir una catedral de tal magnificencia que las sucesivas generaciones digan que estábamos locos por haber hecho tal cosa"5. No es rigurosamente exacta la literalidad de ese acuerdo, pero así debió la escuchar Peirce de su cicerone cuando visitó la catedral, y sigue repitiéndose lo mismo hoy en día a los visitantes. Probablemente en Jerez visitó el lugar que finalmente se eligió para la observación del eclipse, teniendo en cuenta los datos estadísticos meteorológicos y sobre todo la proximidad de Cádiz para el transporte en tren del material. También influyó en aquella decisión la cercanía del Observatorio de San Fernando que colaboró eficazmente en algunas determinaciones.

El día 12 de noviembre de 1870 Peirce está en Madrid, según figura en el pasaporte expedido en la legación de los Estados Unidos. Muy probablemente hace en tren casi todo el viaje por España, pues Málaga, Sevilla, Cádiz, Madrid e Irún están ya conectadas por la red de ferrocarriles de vía ancha. El paso por Irún es una conjetura muy probable, pues cuando desde Chambéry (Saboya) escribe a su madre dándole noticias enumera las dieciocho lenguas diferentes que ha oído hablar a lo largo de su prolongado viaje europeo, es precisamente el vascuence la decimoctava que enumera después del gitano ("gypsy") y del español6. Peirce indica expresamente que ha escuchado todas las lenguas que enumera —excepto el malayo— en lugares en los que se hablaban habitualmente. De todas maneras, Peirce no sabía español y de poco se enteraría, pues añade en esa misma carta: "Los españoles hablan como si tuvieran piedras en la boca, lo que hace muy difícil captar la distinción de sus sonidos". Y unas pocas líneas después explica que "viajar solo es bueno para enseñar al hombre el don del silencio".

En esta carta de 16 de noviembre cuenta además a su madre lo mucho que le ha gustado una estatua de un artista madrileño de la época —se trata probablemente de La ninfa Eurídice de Sabino Medina—, "que es una de las cosas más bellas que he visto"; describe las tres compras que ha hecho en España: una manta fea, pero muy confortable, de lana española con bordados gitanos, para abrigarse en los viajes en tren; un hermoso abanico con varillas de madreperla y una docena de fotografías de los mejores cuadros cuyos originales ha visto. Con toda probabilidad Peirce visitó en Madrid el Museo del Prado, pero lamentablemente no se conserva el libro de visitantes de aquel otoño para poder confirmarlo de manera fehaciente como en el caso de la Alhambra. "He visto algunas cosas en España que casi han partido mi corazón", escribe Peirce al final de esa carta, explicando a su madre que nuestro país era un lugar maravilloso para la adquisición de hermosas antigüedades a muy buen precio. A Peirce lo que le partía el corazón era no contar con dinero para adquirirlas, pues —según afirma— se podría estar durante horas contemplando unos manuscritos medievales tan exquisitamente decorados: "El gusto por la decoración a finales del siglo trece y a principios del catorce era ciertamente maravilloso", concluye aquella carta.

De hecho, Charles S. Peirce se uniría al grupo de científicos americanos —entre los que se encontraba su esposa Zina y su padre Benjamin— que siguieron el eclipse en las cercanías de Catania (Sicilia), aunque su espectroscopio fue enviado por error a Jerez, donde se situó el segundo grupo del Coast Survey. Este grupo, dirigido por Winlock, estaba formado por once americanos, dos ingleses y un observador español que se les unió. Contaron con la colaboración del capitán de navío Cecilio Pujazón, director del Observatorio de San Fernando. El emplazamiento principal se situó en un olivar, a una milla al nordeste de Jerez. A pesar de que salió un día nublado y con alguna lluvia, las observaciones del 22 de diciembre de las dos expediciones tuvieron éxito y confirmaron las conclusiones obtenidas por los americanos a raíz del eclipse anterior.

Después de aquel breve viaje exploratorio Peirce no volvió de nuevo a nuestro país. Su impresión general de España no debió de ser demasiado positiva. Treinta años después, con ocasión de la guerra entre los Estados Unidos y España a propósito de Cuba y Puerto Rico, Peirce escribirá a su primo Henry Cabot Lodge ofreciendo su colaboración en la guerra, mediante una máquina inventada por él para cifrar y descifrar mensajes. En esa carta augura que los españoles apenas ofrecerán resistencia en la guerra: "los he estudiado en España; es un pueblo corrompido por los siglos de crueldad, injusticia y rapiña a que se han dado, y les ha quedado poca hombría efectiva" (L 254). Ese comentario refleja bien la mentalidad de Nueva Inglaterra y la enorme distancia que mediaba entre el mundo hispánico y la cultura norteamericana de su tiempo. En un sentido semejante, puede leerse la carta de Peirce a su hermano Jem del 7 de mayo de 1898:

Estoy enteramente a favor de la guerra. Hace dos años pensaba que los Estados Unidos en vez de reconocer a Cuba, para lo que no había justificación, debían de haber intervenido [en Cuba] en nombre de la civilización. Además, siempre he pensado que necesitamos Cuba, y que lo que he visto de los cubanos me hace pensar que son muy superiores a los españoles de España que han sido completamente corrompidos por siglos de entrega a la crueldad, injusticia, trapacería y rapiña. Que Cuba caerá finalmente en nuestras manos no lo dudo. Además, pienso, en fin, que es claro que los españoles volaron el Maine, y que no debemos dejar pasar esto simplemente porque no podamos aportar una prueba formal de ese hecho. Hicimos bien en no convertirlo en un casus belli formal, pero, sin embargo, ir a la guerra por ello. Además, pienso que es una cosa muy afortunada tener una guerra con España, pues no podríamos seguir por siempre sin una guerra. Podría haber sido Alemania, con la que deberemos probablemente luchar antes o después; ciertamente debemos prepararnos, si no estamos [todavía] preparados para ello. En efecto, nada nos despertaría sino una guerra efectiva.

2. Anotaciones de Peirce sobre España

Alemania, Escocia, Inglaterra, Francia y, quizá en menor medida, Italia son los países europeos que más frecuentemente aparecen mencionados en los escritos de Peirce. Las referencias a España —en consonancia con el escaso papel de nuestro país en la comunidad científica y cultural europea del último cuarto del siglo XIX— son muy raras y más bien negativas. Es probable que la influencia francesa —marcadamente antiespañola en esa etapa— hiciera efecto en Peirce.

Son detalles anecdóticos, pero, por ejemplo, en un cuaderno de gramática francesa anota Peirce como ejemplo de subordinación: "Les espagnols desesperant de retenir les nations vaincues dans la fidelité prirent le parti de les exterminer" (MS 1237) ["Los españoles, desesperando de mantener la fidelidad de las naciones vencidas, tomaron el partido de exterminarlas"]. Entre sus manuscritos se conserva también un cuaderno de rudimentos de gramática española escrito por Peirce en francés: en ese cuaderno como único ejemplo de que los adjetivos toman una "-a" para formar el femenino escribe: "hombre haragán: homme paresseux // muger (sic) haragana: femme paresseuse" (MS 1236). Quizá refleje bien la casi total ausencia de España en el horizonte cultural de Peirce que la única mención directa de nuestro país que hay en sus Collected Papers sea la del galicismo: "construir castillos en España". Esta expresión aparece en su explicación de la noción de musement en su famoso artículo de 1908 "A Neglected Argument for the Reality of God"7. Peirce da el nombre de musement a aquella especulación libre e irreprimida en la que la mente se divierte sin propósito definido alguno, en puro juego con las ideas: "esta particular ocupación —escribe Peirce— puede tomar la forma de contemplación estética, o bien la de construir distantes castillos (ya sea en España o en el propio adiestramiento moral) ..." (CP 6.458, 1908). Efectivamente, la expresión "construir castillos en España" es en francés y en inglés del todo equivalente a la expresión española "construir castillos en el aire".

En lo que sigue voy a tratar de espigar algunas de las referencias españolas que aparecen dispersas en los textos de Peirce, sin pretensión de exhaustividad. Para ello me he servido de los índices detallados de las obras publicadas, de búsquedas en los textos disponibles actualmente en formato electrónico (CP y CTN), así como de los descubrimientos más o menos fortuitos en los textos manuscritos que constituyen una parte muy valiosa del legado peirceano, así como en los textos publicados no digitalizados todavía. Esta tarea deberá proseguirse para llegar a ofrecer una imagen realmente completa de las referencias de Peirce a España y a la cultura hispánica.

De conformidad con su condición de lógico, la cita española más frecuente —en una veintena de lugares de los Collected Papers y de los primeros volúmenes de la Chronological Edition— es la de Pedro Hispano (c.1210-1277), "la más alta autoridad en terminología lógica" (CP 2.323n, 1903). Para Peirce se trata de "un noble portugués" a causa de su muy probable nacimiento en Lisboa, y sus famosas Summulae logicales, que pervivieron como manual de Lógica hasta principios del siglo XVII, son citadas por él frecuentemente: "Si [Pedro Hispano] hubiera vivido más tiempo seguramente habría sido contado entre los más grandes hombres del mundo" (CP 4.26, 1893). En segundo lugar Peirce menciona a Raimundo Lulio (1233-1316), "uno de los lógicos más perspicaces" (CP 4.465, c.1903), si bien califica como loco a Lulio y como nonsensical a su Ars magna (CTN 1:130, 1892 y CP 5.392n, 1893). Valora positivamente a Juan Luis Vives (1492-1540), en quien reconoce un notable precedente de los diagramas lógicos de Euler (CP 4.353, c.1903, y 2.390, 1906). En los Collected Papers se refiere a Séneca en dos ocasiones (CP 1.576, c.1902 y 1.618, 1898), a la definición de número abstracto de Isidoro de Sevilla (CP 2.428, 1893) y a la posición del teólogo Suárez sobre la unión de alma y cuerpo (CP 6.362, 1901). Estas referencias podrían multiplicarse buscando en otros textos suyos, pero quizá son ya suficientes para sugerir que el mundo hispánico en el que Peirce está interesado principalmente es el que afecta al ámbito filosófico y de historia de la lógica en el que se mueve su investigación. De hecho, las dos únicas veces que aparece Spaniard en los Collected Papers es para ilustrar la falacia de la ambigüedad que se encierra en la proposición "Todo español adora a una mujer" (CP 2.324 y 330, 1903).

En las colaboraciones de Peirce en The Nation hay también unas pocas referencias españolas, que reflejan que España es a sus ojos un país ignorante (CTN 1:47, 2:122 y 2:196). Sin embargo, España está bien presente en el horizonte político y comercial de la vida norteamericana de la época. Por ejemplo, el propio Peirce escribe en The Nation, en diciembre de 1884, dos cartas discutiendo el "tratado de reciprocidad" entre Estados Unidos y España de febrero de aquel año, que regulaba las importaciones de azúcar cubano y puertorriqueño (CTN 1:65-67). Como es bien sabido, el expansionismo norteamericano y sus intereses comerciales terminarían con el estallido de la guerra entre España y los Estados Unidos de 1898, en la que España perdería Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

El vascuence que oyó hablar Peirce en su viaje de 1870 y que le pareció una lengua sin relación con ninguna otra, aparece en diversas ocasiones en los escritos de Peirce identificado como una lengua no indoeuropea. Concretamente en dos cartas a Lady Welby de 12.10.1904 y 31.1.1909 (CP 8.337, 1909) y al menos en cuatro diferentes listados de los nombres de los diez primeros números en diferentes lenguas que se conservan entre sus manuscritos (MS 1248, 1249, 1251 y 1590). Con aquellos listados aspiraba Peirce a dilucidar el origen y la evolución de los numerales: "Las palabras, por supuesto, son diferentes en las diferentes lenguas, pero no sé de otra clase de palabras en las que diferentes lenguajes se traduzcan unos a otros con tanta precisión".

En los volúmenes de escritos de Peirce sobre matemáticas e historia de la ciencia, publicados por Carolyn Eisele, hay también referencias ocasionales a personajes y lugares hispánicos. Sirvan como ejemplo, las altitudes de los picos Mulhacén (3.554 m.) y Aneto (3.405 m.), tomadas del Annuaire des Longitudes (1888), que figuran en el MS 168 "Practical Arithmetic"8. En particular, en sus "Garrulities of a Vulgar Arithmetician" (MS 1262, 1892-4 )9, dedica una considerable atención al monje Gerberto, que llegaría a ser el papa Silvestre II en el año 999, y que según algunos había aprendido la numeración arábiga y el empleo del ábaco árabe en la Universidad de Córdoba. Peirce presta una notable atención a los incidentes que recogen varias crónicas medievales —que transcribe en latín y traduce parcialmente— sobre los viajes del monje Gerberto por la España medieval y su aprendizaje de los sistemas de computación en el califato de Córdoba.

A lo largo de su vida, Peirce tuvo pocas relaciones con personalidades de nuestro país, pero hay al menos tres personas con las que se relacionó y que merecen nuestra atención. El primero de ellos es el matemático Ventura Reyes y Prósper (1863-1922), con el que Peirce tuvo correspondencia y al que envió algunas de sus publicaciones, tal como da noticia detallada Jesús Cobo en otro artículo de este volumen. El segundo personaje es el General Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero (1825-1891), Marqués de Mulhacén, cofundador en 1866, y luego presidente hasta su fallecimiento, de la Asociación Geodésica Internacional con sede en París10. Charles Peirce tuvo trato con Ibáñez de Ibero con ocasión de sus viajes europeos, primero en París en 1875 y luego en Stuttgart, donde en 1877 se celebró un Congreso Internacional de Geodesia, en el que Peirce fue el representante de los Estados Unidos. De Ibáñez de Ibero escribe Peirce a su madre que, aunque reconoce sus méritos como geodesta, le parece "más un hombre de mundo que un hombre de ciencia. Sus maneras son dignas y perfectas; siempre sabe lo que hay que hacer, y todavía más lo que no hay que hacer"11. Lamentablemente no ha sido posible localizar por ahora el archivo de la correspondencia del general Ibáñez de Ibero. Quizá se encuentre en los sótanos del Bureau des Longitudes de París donde se guardan los archivos de la Asociación Geodésica Internacional extinguida hace ya algunos años.

El tercer personaje español de relieve que tuvo alguna relación con Charles S. Peirce es Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). La información disponible al respecto no es mucha, pero sabemos a ciencia cierta que Peirce asistió a las conferencias que impartió Cajal en julio de 1899 en la Clark University, en Worcester, Massachusetts, con ocasión de la celebración del décimo aniversario de su fundación. Cajal dedicó el capítulo XVII de Recuerdos de mi vida a su visita americana:

Los días 4 de julio y siguientes hasta el 10, fueron consagrados a las fiestas de la Decennial Celebration. Consistieron en recepciones oficiales, banquetes, giras a los Establecimientos docentes y a los alrededores pintorescos de la ciudad y, en fin, en las Conferencias científicas a cargo de profesores americanos y extranjeros. Un público selecto, llegado de todos los Estados de la Unión, congregóse en la Clark University, asistiendo asiduamente a las lecciones.
Las mías, en número de tres, versaron sobre la Estructura de la corteza cerebral del hombre y mamíferos superiores, tema que (…) había sido objeto de mis investigaciones durante los años 1898 y 1899. En mi público figuraban principalmente médicos, naturalistas y psicólogos. Deseando demostrar gráficamente mis recientes hallazgos en tan difícil dominio, ayudéme, según costumbre, de grandes cuadros murales policromados. Para los iniciados en la técnica neurológica reservé algunas sesiones de exhibición de preparaciones micrográficas. Creo que acerté a satisfacer la expectación de mis oyentes; en todo caso, fui bastante aplaudido12.

De hecho, siete años después Peirce recordará vivamente "las maravillosas preparaciones que Ramón y Cajal puso ante nuestros ojos en la Clark University en 1899" (MS 298, p. 11bis, c.1906). Tanto las tres conferencias de Cajal como sus ilustraciones fueron después publicadas en el volumen conmemorativo del décimo aniversario de la Universidad, que Peirce recensionaría para Science13. Quizá merece la pena también registrar que, entre los recuerdos de Clark University, Cajal anota los comentarios de Stephen Salisbury, en cuya casa se alojaba, poco positivos hacia los españoles. Merece la pena transcribir in extenso lo que Cajal explica en nota a pie de página, pues ilustra bien los comentarios negativos de Peirce en la carta a su hermano Jem citada más arriba:

Por desgracia, este juicio despectivo hacia los españoles no puede considerarse como chuscada de comensal amable y chancero. Traduce un sentimiento real, sumamente generalizado entre los pueblos anglosajones, sobre el cual debieran meditar muchos peninsulares e hispanoamericanos. De mis conversaciones con yanquis, ingleses y alemanes he sacado la convicción -no descubro ningún secreto- de que, a juicio de los enérgicos y laboriosos hijos del Norte, las naciones mediterráneas, y singularmente la portuguesa y la española, están formadas por razas decadentes, degeneradas moral y físicamente, a quienes debe tratarse sin ninguna contemplación.
Creo sinceramente que somos calumniados; pero creo también que españoles, portugueses e hispanoamericanos, con nuestras grotescas asonadas y pronunciamientos, nuestro desdén por la ciencia y las grandes iniciativas industriales -que sólo prosperan cuando se apoyan en descubrimientos científicos originales-, nuestra secular ausencia de solidaridad política (…) hacemos cuanto es posible para justificar el desprecio y la codicia de las grandes nacionalidades14.

3. Dos enigmas españoles: el origen del nombre "Santiago" y el de Juliette

Un dato que sorprende —en especial al lector hispano— es el hecho de que en los últimos años de su vida Peirce añadiera el nombre castellano "Santiago", antes del "Sanders", al parecer como homenaje a su gran amigo y benefactor William James. Así lo explica su primer biógrafo Paul Weiss en 193415; lo mismo escribe Ralph Barton Perry en 193516 y los editores de los Collected Papers incluyen esa misma explicación en el volumen 517 Efectivamente, en su artículo "Mr. Peterson's Proposed Discussion" en The Monist, de enero de 1906, figura ya su nombre como "Charles Santiago Sanders Peirce", sin que explique en ningún lugar la razón de esa adición en castellano. Sin embargo, en estos últimos años se ha cuestionado tanto la fecha de la adición del Santiago como la explicación en boga. Por una parte, el nombre "Peirce, Charles S(antiago)" figura ya en la bibliografía del primer volumen de Ernst Schröder, Vorlessungen ueber die Algebra der Logik de 189018. Por otra, contamos con el testimonio de Reyes Prósper en su artículo "Charles Santiago Peirce y Oscar Howard Mitchell", publicado en El Progreso Matemático de Zaragoza en 1892. En aquel artículo expresa Reyes Prósper su sorpresa ante el nombre "Santiago": "Aunque parezca estraño [sic], el primer nombre está en inglés y el segundo en español, ignoro por qué"19. Esta anotación de Reyes sugiere que en el sobre o en la carta con la que Peirce le había enviado sus separatas, Peirce había empleado ese nombre español.

Kelly Parker ha sugerido que quizá la entrada "Santiago" en lugar de "Sanders" fuera simplemente un error de Schroeder, pero que le gustara a Peirce y le resultara inspirador20. Es posible que Peirce usara ese nombre en el trato con William James como un reconocimiento particular hacia él, pues se conserva una carta del 13 de junio de 1907 en la que Peirce agradece a James el volumen Pragmatism que acaba de recibir y le dice que ha mirado en el índice "Peirce, C. Santiago S.": sin embargo, en el índice figura sólo su apellido sin iniciales, como en los demás autores. De hecho, las tribulaciones económicas en las que William James comenzó a ayudar a Peirce creando un fondo entre sus amigos y conocidos no se produjeron hasta 1898. En agosto del año 2000 tuve ocasión de reunirme en Washington con Paul Weiss, ya centenario, y de evocar algunos de los recuerdos que conservaba de sus trabajos para la edición de los Collected Papers en los años treinta y de la visita que hizo entonces a la segunda esposa, Juliette Peirce, que vivía en Milford, Pennsylvania. En septiembre escribí a su hijo Jonathan para que preguntara a su anciano padre cuál era la fuente de aquella afirmación suya de que la adición del "Santiago" en el nombre era una manera que tenía Peirce de tributar gratitud a su amigo William James: "Mi padre tiene una muy viva memoria de haber descubierto ese hecho, pero él no recuerda dónde; debe de estar en algún lugar en los papeles", me contestó por correo electrónico Jonathan Weiss.

Sin embargo, en estos últimos tiempos, Kenneth L. Ketner, uno de los mayores expertos en la biografía de Peirce, ha publicado una "autobiografía novelada" de Charles Peirce, bajo el título His Glassy Essence: An Autobiography of Charles Sanders Peirce en la que Ketner sugiere que Juliette era de origen gitano, por ser hija de una gitana española, Agustina de López, famosa 'bailaora' de flamenco, y de un noble diplomático francés, Adolphe de Bacourt, que murieron antes de que su hija cumpliera seis años. Ketner pone en boca de uno de sus personajes el origen siguiente para el nombre "Santiago":

Quizás no sepáis que Saint James es el santo patrón de España, que en español denominan Santiago. Podéis recordar que esta palabra era el grito de guerra de los españoles que conquistaron grandes extensiones en el nuevo mundo. Se dice que los restos de Saint James yacen en Santiago de Compostela, en España, que era uno de los tres grandes centros de peregrinaje a finales de la época medieval. (…) Mi pensamiento entonces, y ahora, es que cuando Peirce se añadió este nombre en 1890 estaba rindiendo informalmente un tributo a su esposa, a quien amó tiernamente, y a su origen cultural como mujer española gitana que era, o gitana española de Andalucía. Otro punto añadido que es importante aquí es el hecho de que en 1890 Mrs. Peirce estaba viajando por barco a Gibraltar. El añadido de Santiago entonces era un tributo de Peirce a su querida esposa gitana, que estaría en España cuando el libro de Schröder apareciera. Podría también haber estado diciendo, desde la perspectiva del Nuevo Mundo, que 'ella me conquistó', igual que los conquistadores consiguieron el dominio de las nuevas tierras en las Américas21.

La hipótesis de Ketner parece muy forzada, tal como señaló Joseph Brent en su recensión de este libro22. Por mi parte, tengo dos datos en contra de esa supuesta españolidad de Juliette Peirce. Por un lado, la carta que escribe Juliette a su vecina Madame Bour en la que cuando afirma "habiendo nacido en un Palacio y acostumbrada al más tierno cariño, no muy lejos de tu lugar de nacimiento…" (L 535, n. 2, 1921?), parece estar dando la razón a quienes sostienen que Juliette nació en el norte de Francia, en Nancy o en algún lugar cercano. Por otro, a un lector que conozca las costumbres de los gitanos españoles no puede caberle en la cabeza que una gitana española haga —tal como hizo Juliette— incinerar el cadáver de su marido para conservar sus cenizas en una urna. En su día escribí a Ketner dándole noticia de estos reparos y está en la actualidad preparando un segundo volumen de esta novela biográfica con nuevos datos a favor del origen gitano de Juliette.

4. Conclusión

En los últimos años, asistimos a un resurgir de la filosofía pragmatista en la cultura contemporánea que está generando una honda renovación y transformación. Uno de los hitos de ese proceso es la recuperación y la mejor comprensión del pensamiento de Charles S. Peirce. En ese horizonte el descubrimiento y la explicitación de las conexiones entre Peirce y España —hasta ahora aparentemente tan distantes— puede ofrecer una perspectiva más certera para enfocar esa renovación pragmatista de la cultura del siglo XXI. Queda mucho por hacer todavía para completar el estudio de las relaciones entre Peirce y España, pero los datos presentados aquí sugieren ya que, aunque pertenezcan a dos mundos distintos, hay muchas más conexiones de las que cabría inicialmente esperar.

 


Notas

1. Una primera versión de esta investigación vio la luz bajo el título "Peirce en España y España en Peirce" en la revista Signa I (1992), 225-231. Debo gratitud a Gloria Balderas, Adriana Gallego, Gonzalo Génova y Fernando Zalamea por sus correcciones al borrador de este texto.

2. Como es habitual, uso la abreviatura CP seguida del número de volumen, de parágrafo y el año de redacción original para referirme a los textos compilados en los Collected Papers de Peirce [C. Hartshorne, P. Weiss y A. W. Burks (eds.), vols. 1-8, Cambridge, MA: Harvard University Press 1931-1958], y CTN para sus Contributions to The Nation [K. L. Ketner y J. E. Cook (eds.), vols. 1-4, Lubbock, TX: Texas Tech Press 1975-79]. Para identificar los manuscritos de Peirce empleo la numeración de R. Robin, Annotated Catalogue of the Papers of Charles S. Peirce Amherst: University of Massachusetts Press, 1967 [MS seguido del número para los manuscritos y L para las cartas]

3. Carta de Benjamin Peirce a Joseph Winlock, 16 noviembre 1870, Harvard University Archives (UAV 630.12, Observatory Letters Received 1870-75, nº 48)

4. Cf. M. Nicolás: "La estancia en Granada de la familia Fortuny-Madrazo (1870-72)", Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, 21 (1990), 123-134; A. Moreno Garrido: "La Alhambra de Fortuny. Itinerario por los lugares dibujados y pintados", Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, 22 (1991), 87-99; M. Doñate, C. Mendoza y F. M. Quílez: Fortuny (1838-1874), Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona, 2003.

5. Carta de Charles S. Peirce a su hermana Helen P. Ellis, Leipzig, 22 enero 1871, L 129.

6. Carta de Charles S. Peirce a su madre Sarah Mills Peirce, Chambéry, 16 noviembre 1870, L 341.

7. Hay traducción castellana de Sara Barrena: Charles S. Peirce, Un argumento olvidado en favor de la realidad de Dios, Cuadernos de Anuario Filosófico, nº 34, Pamplona, 1996, 9-65.

8. C. Eisele (ed.): The New Elements of Mathematics, Mouton, The Hague, 1976, I, 119.

9. C. Eisele (ed.): Historical Perspectives on Peirce's Logic of Science, Mouton, Berlín, 1985, 375-391.

10. Cf. M. Carmen Martínez Utesa, Ciencia y milicia en el siglo XIX en España: El general Ibáñez e Ibáñez de Ibero, Instituto Geográfico Nacional, Monografía nº 16, Madrid, 1995.

11. Carta de Charles S. Peirce a su madre Sarah Mills Peirce, Le Havre, 2 noviembre 1877, L 341.

12. S. Ramón y Cajal, Recuerdos de mi vida: Historia de mi labor científica, Alianza, Madrid, 1984, 219-220. Debo gratitud a Belén Pascual por la exploración de esta conexión peirceana.

13. "Recensión de Clark University, 1889-1899, Decennial Celebration", Science New Series 11, 20 abril 1900, 620-622. Traducción castellana de Marta Revuelta en http://www.unav.es/gep/ClarkUniversity89-99.html

14. S. Ramón y Cajal, Recuerdos de mi vida, 218-9, n. 2.

15. "William James, Peirce's lifelong friend and benefactor, in whose honor he seems later to have adopted the middle name 'Santiago' ('St. James' in Spanish)". P. Weiss, "Charles Sanders Peirce" en D. Malone (ed.), Dictionary of American Biography, New York, Scribner, vol. 14, 400.

16. "Santiago: A name adopted by Peirce, presumably in honor of James". R. B. Perry, Thought and Character of William James, Little, Brown & Co, Boston, 1935, vol. II, 436.

17. CP 5.614: "The additional name Santiago, St. James in Spanish, was adopted by Peirce about this time [1906], apparently in honor of his life-long friend, William James".

18. Teubner, Leipzig, vol. I, 710.

19. Ventura Reyes y Prósper, "Charles Santiago Peirce y Oscar Howard Mitchell", El Progreso Matemático, 2 (1892), 173.

20. K. Parker, The Continuity of Peirce's Thought, Vanderbilt University Press, Nashville, TN, 1998, 231, n. 2.

21. K. L. Ketner, His Glassy Essence: An Autobiography of Charles Sanders Peirce, Vanderbilt University Press, Nashville, TN, 1998, 279-292. Toda esta sección del libro ha sido traducida al castellano por Sara Barrena y publicada en la web del Grupo de Estudios Peirceanos en http://www.unav.es/gep/Ketner.html

22. J. Brent, "Review of Kenneth Laine Ketner's His Glassy Essence", Transactions of the Charles S. Peirce Society, XXXV/1 (1999), 182-183.

 



Fecha de la página: 12 de noviembre 2007
Última actualización: 12 de noviembre 2007

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