Borrador de carta de Charles S. Peirce a J. H. Kehler
(Milford, 22.06.1911)



Este extenso borrador de carta de Charles S. Peirce a J. H. Kehler incluye tres cuadernillos en los que relata las circunstancias de su segundo viaje por Europa cuarenta años después.

El original se conserva entre los Charles S. Peirce Papers en la Houghton Library (MS Am 1632, L 231) de la Universidad de Harvard. La reproducción digital de la carta ha sido hecha a partir del microfilm adquirido en el Harvard Photographic Service. Para la transcripción se ha tenido en cuenta la que preparó Max Fisch, accesible también en Indianapolis, y la de Carolyn Eisele en New Elements of Mathematics, III, 207-209.
Letter transcription

 

[Extracto de la carta de Charles S. Peirce a J. H. Kehler, desde Milford, Pa, el 22 de junio 19111]

Bien, en cuanto obtuve mi grado académico2 fui nombrado ayudante en el Coast Survey por 15 dólares al mes. Fue una oportunidad para aprender la lección en una ciencia. Me las arreglé para obtener un grado en química tres años después, y fui el primero en Harvard en obtener un grado summa cum laude en esa ciencia3. En el Coast Survey me convertí especialmente en maestro en la cuestión de pesos y medidas. Más tarde me pusieron al cargo de todas las investigaciones del Survey sobre la gravedad. Conseguí permiso

 

 

para viajar a Europa y estudiar allí los métodos para investigar la gravedad. Mientras estaba en París sucedió que hubo allí un congreso de todos los Surveys europeos. Tenía lugar en el Palais des affaires étrangères. Recibí una invitación para asistir a los encuentros. En el primero al que asistí se discutía el tema de la gravedad, y me tomó completamente por sorpresa cuando el presidente, General Ibáñez, me preguntó mi opinión acerca del trabajo que había estado haciendo. Por supuesto, estaba obligado a expresar mi verdadera opinión. Ellos pensaban que estaban midiendo la gravedad con errores que no excedían en 1 millonésima parte, o como mucho en 2. Pero se hacía oscilar el péndulo sobre un

 

 

trípode de bronce y yo expresé mi opinión muy decididamente a causa del examen que había hecho de ese trípode en Ginebra, que se bamboleaba a causa del péndulo hasta un punto que, aunque no era directamente observable, yo había sido capaz de calcular, midiendo cuánto se movía la parte sobre la que se apoyaba el péndulo mediante una tracción horizontal de un kilo. De donde concluí que todos los valores de la gravedad que habían estado publicando durante los últimos diez años eran demasiado pequeños en aproximadamente 1/10.000 de su valor, o cien veces el error que ellos pensaban que estaban excluyendo.

 

Ahora bien, se puede pensar que normalmente se requiere unas cien veces más de trabajo de todas clases para reducir un error a 1/10 de su valor anterior. Es decir, si en un mes hubieran logrado medir algo hasta un milímetro, entonces podría esperarse que se necesitarían cien meses de trabajo mental y físico para medir una cosa de forma exacta hasta la décima parte de un milímetro. Si recuerda esto, ¡podrá ver cómo sonó mi afirmación de que su error era cien veces más grande de lo que ellos suponían! Bien, la idea evidentemente era completamente nueva para ellos, y no se atrevieron a decir mucho sobre ello. Sin embargo,

 

al año siguiente tuvieron otro encuentro en Bruselas donde tres de los miembros que supuestamente eran más competentes informaron de ciertos experimentos, en mi opinión de la naturaleza más ridícula. Por ejemplo, uno de ellos había puesto un delicado nivel sobre el soporte de un péndulo de medio segundo, y el nivel no se había movido. Esto se parecía mucho realmente a un avestruz escondiendo su cabeza bajo la arena. (¡Esos niveles delicados requieren casi un minuto para oscilar!). De todos modos informaron de que lo que había encontrado "nuestro colega americano", era, en breve, un fraude. Yo no recibí el informe

 

de ese encuentro hasta casi un año después, aproximadamente entre una quincena y tres semanas antes de un tercer encuentro. Mientras, con el aparato que había conseguido en el extranjero, un duplicado de su modelo más probado hecho para mí con el mayor cuidado por el primer mecánico de Europa, había hecho un montón de trabajo y estaba para ese momento perfectamente seguro de que la magnitud del error que había sostenido en París era tan exactamente correcta como había afirmado. También había mandado que me hicieran un soporte rígido y había probado que el péndulo oscilaba más rápido en ese soporte en la cantidad calculada.

 

De modo que solicité de forma inmediata permiso para ausentarme. Bueno, la gente en Washington estaba impresionada por la fama de los caballeros que habían informado en contra de mí en Bruselas. Además, estaban esos celos que revuelven el estómago —¡agh!— hacia un hombre de ciencia que considera el trabajo científico como un acto humilde de adoración a su Dios y a su Creador, ¡no hay palabras! De modo que el permiso para ausentarme me fue denegado. Yo estaba en Nueva York, detenido allí por una orden oficial. Sucedió

 

que en el mismo momento estaba en el Brooklyn Navy Yard o en algún lugar (estoy seguro de que he olvidado dónde, pero en algún lugar cercano) otro compañero del Coast Survey que pensaba que de algún modo estaba en deuda conmigo, y que era un perfecto maestro del inglés de los periódicos. Le envié recado para que se reuniera conmigo a la mañana siguiente en el Century Club (la vieja casa de la 15th St.). Y él y yo preparamos allí media docena de párrafos que mi amigo copió con su exquisita caligrafía después de que haber unido nuestras cabezas en su redacción. Entonces, tomé un coche para estar en Park Row cerca de medianoche —apenas un poco más tarde— y corrí

 

a cada uno de la media docena de periódicos matutinos importantes y le dije al muchacho de recepción con aire de gran autoridad: "Suba esto al editor nocturno y dígale que lo publique sin dudarlo", y después me volví a marchar con la misma prisa. A la mañana siguiente, por supuesto, tres de los mejores periódicos tenían nuestros párrafos, y entre ellos el Tribune4. Cuando lo vi me reí de verdad, pues el párrafo tenía casi el tono de una orden imperativa que debía ejecutarse de inmediato, y sentí que la cosa estaba hecha. Temprano —pienso que era alrededor del mediodía— tenía no un permiso para ausentarme sino una orden para irme y representar al

 

Survey. Puede creerse que subí a bordo del primer vapor. Llegué a Plymouth y viajé derecho, noche y día, a Stuttgart, donde era el encuentro. Llegué al hotel por la tarde durante la cena. Sabía que había dos hombres que creían en mí, o más bien uno y un tercio. El uno era el General Baeyer, el líder de la geodesia europea. El tercio era una fracción de Mr. Emile Plantamour, que me había visto trabajar en Ginebra. Me encontré con el General Baeyer y su hija en el pasillo del hotel cuando me iban a mostrar la habitación, y el viejo general, que había estado luchando por mí todo el día pero que realmente no sabía mucho acerca de la cuestión, estaba tan encantado de verme que ¡me rodeó con los brazos y me besó en las dos mejillas! A la mañana siguiente

 

fui al encuentro, que era una reunión particularmente distinguida, ya que había allí varios hombres que no eran geodestas regulares, como Henry St. Claire Deville, M. Faye, etc. Comencé con la teoría matemática a la que —al encontrarla— había logrado dar una forma en la que cualquiera de aquellos hombres podría ver que era correcta. Después describí el instrumento mediante el que había registrado automáticamente los instantes del paso del péndulo por la vertical, mientras estaba oscilando sobre el trípode de bronce y cuando estaba oscilando sobre un soporte apropiadamente rígido. Tenía las hojas del cronógrafo

 

conmigo y toda la demostración estaba completa, y cuando me senté los tres antagonistas de Bruselas se levantaron uno detrás de otro y admitieron muy generosamente que tenía toda la razón. Desde ese momento se me reconoció como la cabeza de esa pequeña rama o ramita de la ciencia.

 

 

 


Notas

1. En el archivo de la correspondencia de Charles S. Peirce se encuentra un extenso borrador de carta, fechada el 22 de junio de 1911, dirigido a James Howard Kehler. Kehler había tenido amplia correspondencia con Lady Welby, y esta le había pedido a Charles S. Peirce que escribiera a Kehler explicándole quién era y lo que había hecho.

James Howard Kehler (1876-1923) era un periodista interesado en la publicidad, campo en el que fue un pionero. Tuvo abundante trato con escritores y artistas, y una cierta influencia social. Se había casado en 1899 con Elizabeth Osgood. Puede leerse su perfil biográfico en Who's Who in Advertising, Detroit, Business Service Corporation, 1916, p. 40, que se reproduce debajo, y un breve obituario suyo en una publicación de Cliff Dwellers.

Fue el autor de An Open Letter to the Nation with Regard to a Peace Plan (Mitchell Kennerley, Nueva York, 1915). En el libro que reúne las cartas de su hija Betty hay alguna información sobre él (pp. 1, 2, 10-12, 14-16, 20, 180-81), además de la fotografía que se reproduce a la derecha (p. 2).


[Fuente: Dear Bob, Dear Betty:
Love and Marriage During the Great Depression
]



2. 3. En 1859 Charles S. Peirce se gradúa (Bachelor of Arts) y en 1863 se gradúa con summa cum laude en Química (Bachelor of Scicence) en la Universidad de Harvard. Puede verse a la derecha ambos títulos que se conservan en los Charles S. Peirce Papers en la Houghton Library.




4. Hemos localizado estas notas escritas por Peirce con su amigo del Coast Survey publicadas en Tribune de Nueva York el 21 de agosto de 1877, p. 4 y en el New York Times del 25. Reproducimos ambas a la derecha.

Traducimos de la nota del New York Tribune: "En la lista de delegados no vemos el nombre de ningún representante de los Estados Unidos y esto lo consideramos un grave error. No podemos consentir quedarnos atrás en una representación así, mas aún cuando nuestro Coast Survey está universalmente reconocido como en modo alguno no inferior a las mejores de las organizaciones similares de Europa. El próximo encuentro de la Asociación tendrá lugar en octubre de este año en Stuttgart, Alemania. ¿No podrían los Estados Unidos tener un representante acreditado en el congreso? Seguramente el activo y dinámico superintendente del Coast Survey sería capaz de proporcionar un delegado a esa asociación internacional de entre su cuerpo de hábiles geodestas, y no tenemos duda de que su selección honraría tanto a ese cuerpo como a este país".

 


New York Tribune,
21 agosto 1877, p. 4

 


Traducción de Sara Barrena (2015)
Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a sbarrena@unav.es
Proyecto de investigación "Charles S. Peirce en Europa (1875-76): comunidad científica y correspondencia" (PIUNA 2012-15)

Fecha del documento: 1 de junio 2015
Última actualización: 23 de agosto 2022

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