LAS LEYES DE LA NATURALEZA


Charles S. Peirce (1901)

Traducción castellana de Marinés Bayas, revisada y corregida por Fabrizio Perotti (2005)


MS y TS del Smithsonian Institution Library (doc. 3804.10). [Publicado en Philip P. Wiener, Charles S. Peirce: Selected Writtings, pp. 289-321. Este texto forma parte del ensayo "Acerca de los milagros y leyes de la naturaleza en Hume", y fue finalmente retitulado "Las leyes de la naturaleza y el argumento de Hume contra los milagros". Fue escrito a fines de Mayo de 1901 en respuesta a la invitación de Samuel P. Langley, Secretario de la Smithsonian Institution. Después de muchas revisiones, Langley rechazó publicarlo]. Peirce aspira aquí a explicar a los no-especialistas qué son las leyes de la naturaleza y cómo han sido concebidas –contraponiendo la cuestión a la concepción nominalista típica del pensamiento de Hume y del empirismo moderno-. Toda verdadera ley de la naturaleza es una generalización objetiva a partir de observaciones y debe proporcionar predicciones verificables sobre futuras observaciones. Las generalizaciones subjetivas propuestas como leyes de la naturaleza no pueden pasar la prueba de la predecibilidad. Al explicar cómo es posible la predecibilidad, Peirce introduce un tema que vendrá a dominar su pensamiento posterior: "¿Acaso no deberíamos decir que (…) existe una razonabilidad energizante que configura los fenómenos en cierto sentido, y que esa misma razonabilidad operativa ha moldeado la razón del hombre en algo como a su propia imagen?". Peirce señala que su concepción evolutiva de la ley es aquella del hombre científico, afirmando que la fiabilidad de las leyes de la naturaleza lleva a los científicos a aceptarlas como hechos, "casi hasta el punto de llamarlas [cosas] de poder", aunque con la advertencia de que cualquiera de estas leyes podría ser falseada.




I. ¿Qué es una Ley de la Naturaleza?

Los físicos usan esta frase de forma bastante vaga y caprichosa, en varios aspectos. Se considera que es particularmente apropiada como designación de una verdad física de una clase ampliamente general, exacta en su definición y que ha resultado ser verdadera sin excepción, con un alto grado de precisión. Aun así, hay verdades de esta descripción a las que se les ha negado ese título; mientras que a otras, especiales, imprecisas en su definición, meramente aproximativas en su verdad, e incluso expuestas a continuas excepciones, no obstante, se las llama así.

Sin embargo hay dos caracteres comunes a todas las verdades llamadas leyes de la naturaleza. El primero de estos caracteres es que cada una de estas leyes es una generalización de una colección de resultados de observaciones recopiladas a partir del principio de que la observación se ha hecho tan bien como para que se conforme a las condiciones externas; pero son seleccionadas sin consideración a lo que los resultados mismos terminaron siendo: una cosecha o recopilación de la fruta de la semilla conocida, no elegida ni seleccionada, pero suficientemente representativa.

El segundo carácter es que una ley de la naturaleza no es ni una mera coincidencia azarosa entre las observaciones en las que está basada, ni una generalización subjetiva, sino que es de tal naturaleza que de ella puede extraerse una serie interminable de profecías, o predicciones, respecto a otras observaciones que no están entre aquellas sobre las que se basó la ley; y un experimento verificará tales profecías, aunque tal vez no absolutamente (lo que sería el ideal de una ley de la naturaleza), pero al menos en lo principal. Una proposición tampoco se denomina "ley de la naturaleza" hasta que su poder predictivo se haya probado y verificado tan completamente que no quede ninguna duda real acerca de ella. Pero la expresión "generalización subjetiva" demanda una explicación. Augustus De Morgan demostró1 muy sencillamente que, tomando cualquier selección de observaciones, pueden encontrarse siempre innumerables proposiciones que serían estrictamente verdaderas acerca de tales observaciones (y puede añadirse que pueden ser proposiciones que no vayan más allá de la materia de las observaciones), y aún así es probable que ninguna de ellas fuera verdadera acerca de cualquier otra observación que el mismo principio de selección pudiera añadir a la colección. Esta generalización, una mera invención de la ingenuidad, que yo llamo una generalización subjetiva, es propuesta frecuentemente por aficionados a la ciencia como inducción. La "ley de Bode" fue una generalización subjetiva2. Dejemos que los artífices de esas falsas inducciones se atrevan a elaborar predicciones sobre ellas, y la primera explosión de la veracidad de la naturaleza las derribará, al no ser nada más que construcciones de naipes.

Entonces, no pienso que pueda darse mejor definición de ley de la naturaleza que ésta: es una generalización pronosticadora de observaciones.

Dicho esto, se formula inmediatamente la siguiente pregunta: ¿Cómo puede la razón del hombre llegar a pronosticar?

¿Cómo responderemos? ¿Acaso no deberíamos decir que el hecho de que pueda llegar a eso prueba que existe una razonabilidad energizante que configura los fenómenos en cierto sentido, y que esta misma razonabilidad operativa ha moldeado la razón del hombre en algo como a su propia imagen? Estas preguntas deben quedar para que el lector decida según su propia satisfacción.

II. ¿Qué concepción de una Ley de la Naturaleza fue contemplada en Inglaterra en los días de Hume, no por aquellos que escribieron sobre el tema, sino por la masa silenciosa de hombres educados?

En los días de Hume, más que en otros tiempos, la gran masa de ingleses educados eran burdamente "prácticos". No gastaban tiempo en pensar en nada que no concerniera de forma bastante directa a su propia comodidad, seguridad o diversión. Iban a la iglesia porque haciéndolo daban buen ejemplo a la gente, y por lo tanto tendían a mantener la supremacía de las clases altas. Esa era considerada comúnmente por los graduados universitarios como la función principal de la Iglesia; y consecuentemente, todo lo que tendía a debilitar a la Iglesia despertaba en tales hombres horror y miedo3.

Los pocos hombres restantes que realmente tenían alguna opinión filosófica, y que sin embargo no escribieron, estaban divididos en tres modos diferentes de pensar. La opinión Escolástica, que había regido las universidades antes de la Reforma, prácticamente había desaparecido en los días de Hume. Esa opinión, es necesario recordar, había sido que, además de la Existencia Actual, existen varios modos de Ser Imperfecto, todos ellos variedades del Ser in futuro, -del que hablamos cuando decimos que "La Navidad está realmente viniendo"-, y se sostenía que en uno de esos modos de ser había realmente algo, que ahora llamaríamos una "ley de la naturaleza", pero que en latín es simplemente llamado una "naturaleza"; y se sostenía que el Ser in futuro de esa ley de la naturaleza consistía en que los eventos futuros se conformarían a ella. El elemento teorético en esa opinión descansa precisamente en la suposición de que aquello que el curso ordinario de las cosas está determinado a traer (si no es limitado), ya tiene un Ser Germinal. Ésta no fue una invención escolástica: estaba en el corazón mismo de la filosofía de Aristóteles. Pero en los días de Hume nadie creía ya en una cosa como esa.

La opinión más vieja extendida en ese tiempo era la de los Ockhamistas, que fue desarrollada en la primera mitad del siglo catorce, y que ha tenido un seguimiento muy fuerte en Inglaterra desde ese tiempo hasta el nuestro, sin mostrar todavía ningún signo grande de debilitamiento. Esta opinión es aquella de que sólo existe un modo de Ser, aquel de los objetos o hechos individuales; y que éste es suficiente para explicar todo, siempre y cuando se tenga en mente que entre tales objetos están incluidos los signos, que entre los signos hay signos generales, esto es, signos que individualmente pueden aplicarse a más de un solo objeto, y que entre tales signos generales están incluidas las diferentes concepciones individuales de la mente. Esta teoría abre una controversia laberíntica, llena de abismos, que noventa y nueve de cada cien lectores no tendrán paciencia para seguir hasta el final, por lo que finalmente saltarán la barrera y decidirán la cuestión de acuerdo con sus preferencias personales. Yo simplemente afirmaré, habiendo analizado todo el argumento, que los Ockhamistas están forzados a decir que la ley de la naturaleza es una similitud entre fenómenos, y que esa similitud consiste en el hecho de que alguien piensa los fenómenos como similares. Pero cuando se les pregunta por qué los fenómenos futuros se conforman a la ley, están preparados para evadir la cuestión tanto tiempo como puedan. Ante esto, tienen tres respuestas entre las cuales elegir.

La respuesta que el Ockhamista más riguroso da usualmente es que la conformidad de las observaciones futuras a las predicciones inductivas es un "hecho último" [ultimate fact]. En su mayor parte se empeñan en generalizar esta respuesta de tal modo que, de la manera como la expresan, sea la "uniformidad de la naturaleza" o algo por el estilo lo que constituya el hecho último. Esta generalización es inherentemente vaga; y además, un hecho general no tiene para ellos ningún ser en absoluto excepto como pensamiento de alguien acerca de los particulares; de tal modo que parece que no exista ninguna inexactitud en decir que ellos convierten cada realización de un pronóstico, en un hecho "último", es decir, completamente inexplicable. Pero ellos no pueden mantener, y de hecho no lo hacen, que la realización de una profecía sea evidentemente en sí misma un hecho último. En efecto, los Ockhamistas son precisamente muy cautelosos para admitir la "evidencia en sí misma". No, ellos admiten que la "ultimidad" [ultimacy] del pronóstico es su teoría sobre él. Pero en este punto la lógica ofrece una objeción, porque la única justificación lógica posible que puede tener una teoría debe ser que proporcione una explicación racional de la relación entre los hechos observados, mientras que decir que una relación entre observaciones es un "hecho último" no es más que otro modo de decir que no es susceptible de explicación racional. Eso, pensaría uno, debería de inmediato dejar esta primera respuesta fuera de discusión.

Quedan otras dos posibles respuestas, aunque ninguna de ellas tiene mucho sabor Ockhamista. A la pregunta acerca de cómo es posible el pronóstico verdadero, una respuesta dada a veces en el tiempo de Hume era que estaba ofrecida "por las corteses revelaciones de los espíritus". Si estos eran espíritus finitos, como algunos de los hombres de Cambridge pensaban, uno no ve cómo podían pronosticar mejor que su superior: el hombre redimido.

Finalmente, una respuesta bastante común era que los pronósticos se realizan porque Dios elige gobernar el universo de tal modo que puedan resultar verdaderos. Yo llamo a este estilo de explicación, al que las cosas ocurran como ocurren porque Dios elige que así sucedan, "explicación 'à la turque'". Es una estratagema muy conveniente para explicar todos los fenómenos pasados, presentes y futuros sin movernos de nuestro sofá, a través de una breve frase que ningún monoteísta puede negar. Algunos pueden pensar que es una desventaja de esta teoría el que rehúse a prestarse para cualquier predicción concreta, por hacer de la predicción una cuestión tan simple. Pero así, también escapa a todo peligro de refutación. No es común que los Ockhamistas atribuyan mucha importancia a la predicción, de todos modos, y frecuentemente parecen odiar que se hable de ella.

Bajo el título de Ockhamistas quisiera incluir primero a Hobbes, más extremo que el mismo Ockham; también a Berkeley, Hume, los Mills, etc; luego a Locke y a muchos otros, de manera menos decidida, de este viraje del pensamiento. Pero la verdad es que toda la filosofía moderna está más o menos teñida de esta enfermedad.

Otra filosofía que tuvo alguna vigencia en Inglaterra en el tiempo de Hume fue la teoría de la "naturaleza plástica", esto es, un agente ligeramente inteligente, intermedio entre el Creador y el universo, un factótum de Dios, que se encargaba de la rutina ordinaria de administración del universo4. Esta teoría estaba tan en desuso que no la mencionaría, a no ser porque sospecho que ayudó considerablemente a poner de moda en Inglaterra la frase "ley de la naturaleza", una expresión que los sectarios de la naturaleza plástica emplearían de forma muy natural, y que de hecho emplearon tempranamente. Uno de ellos por ejemplo, Lord Brooke, en una obra publicada en 1633, pero "escrita en su juventud y en un ejercicio familiar con Sir Philip Sydney" dice lo siguiente5:

Y cuando el progreso encontrase la causa
Primero por los efectos, ahora su retroceso debería
Formar Arte directamente bajo "leyes de la naturaleza"
Y así todos los efectos en sus causas se amoldan
Como vívidamente un hombre frágil, sin Escuela de intelectualidad
Podría ver Éxitos venir en un Arte.


[And where the progresse was to finde the cause
First by effects out, now her regresse should
Forme Art directly under Natures Lawes,
And all effects so in their causes mould
As fraile Man lively, without Schoole or smart,
Might see Successes comming in an Art.]

Aquí, las "Leyes de la Naturaleza" no son más que generalizaciones pronosticadoras de observaciones. Sin embargo, un ejemplo poético suelto no sirve mucho de argumento.

Otra filosofía, famosa incluso en Inglaterra, fue la de Descartes, quien hizo que todas las conexiones entre eventos se debieran solamente a la intervención directa de la Deidad. En suma, mantuvo que la explicación à la turque era la única verdadera. Se seguiría de esto que si podemos lograr algún pronóstico es porque la Deidad ha elegido de algún modo hacer que el orden de los eventos sea en alguna medida comprensible para nosotros. Pero la conclusión que Descartes mantuvo como deducible -porque fue él quien impuso esa moda del razonamiento poco preciso al que todos los metafísicos posteriores se conformaron religiosamente-, fue bastante más lejos, porque a partir del pensamiento desnudo "Pienso, luego existo", pretendió demostrar que cualquier cosa que aparece ante nosotros clara y distintamente debe ser verdadera -¡otra de esas conveniencias modernas por las que Descartes convirtió el filosofar en algo tan reposado!- Mientras tanto, uno podría esperar que la opinión de Descartes le llevaría a llamar a las generalizaciones pronosticadoras de observaciones por el nombre de "leyes de la naturaleza", y entonces, tal como leemos en sus Principia Philosophiae, publicados en 1644: "Más aún, a partir de esta misma inmutabilidad de Dios, pueden conocerse ciertas reglas, o Leyes de la Naturaleza que son las causas secundarias y particulares de los diferentes movimientos que observamos en los cuerpos"6. Se observará que Descartes no admite que sus leyes de la naturaleza sean generalizaciones a partir de la experiencia, aunque sean pronosticadoras. Fue tan extremo en atribuir casi todo el logro de la ciencia a la luz de la razón, como lo son los Ockhamistas en negarle completamente parte alguna en ese logro.

La rama de la filosofía en la que los británicos de la época de Hume tuvieron realmente un lugar distinguido fue la ética. La gran luz en la época en que se publicó el argumento de Hume, fue Hutcheson7. Hume consideraba que su mejor obra propia era su Principles of Morals (1751), que meramente modificaba la doctrina de Hutcheson. El libro sobre el que los lectores ingleses más hablaban cuando apareció el argumento de Hume era Religion of Nature de Wollaston8. Había tenido, según creo, siete ediciones. Su principal doctrina era que todo vicio es, en el fondo, la mentira, y la única virtud, la verdad. Pero hasta donde sé, hay muy poco en toda esa literatura que ilumine el problema que tenemos delante.

Al preguntarme qué especulaciones tenían lugar en las mentes de los hombres que vivieron hace casi dos siglos, y que nunca pusieron algo por escrito, me encontré ante un bonito enigma. Sin embargo, habiendo realizado mi pequeña investigación (confieso que demasiado rápidamente) debería, al menos, saber más acerca de la cuestión que el hombre medio. Ahora, sin embargo, debo tomar una cuestión en la que sólo cuento con observaciones personales dentro de un área de conocimiento que muy probablemente no es más amplio que el de mi lector, tal vez menor. La cuestión se presenta en mi camino, sin embargo, para no ser evitada. Debo considerarla brevemente.

III. ¿Qué concepción de leyes de la naturaleza se contempla hoy en día por la generalidad de los hombres educados?

Debería decir que, en su mayor parte, es la misma concepción Ockhamista que era la más común en el tiempo de Hume, pues la mayoría de los hombres que conozco, cuando se refieren a tales cuestiones, hablan el lenguaje de la Lógica de Mill. En particular, la explicación más común del pronóstico es que la uniformidad de la naturaleza, que es un "hecho último", es la que lo hace posible. Esto se adapta bien a la opinión atea que siempre ha sido común entre los Ockhamistas, quizá alrededor de 1870 más aún que en cualquier otra época.

Hoy en día, la idea más en auge en la mayoría de mentes es la Evolución. En su naturaleza genuina, no hay dos cosas que puedan ser más hostiles entre sí que la idea de evolución y ese individualismo sobre el que Ockham erigió su filosofía. Pero esa hostilidad no se ha hecho todavía patente a sí misma, de manera que el cachorro de león y el cordero todavía están juntos en una mente, hasta que uno de ellos se haga más maduro. Haya lo que haya en las filosofías de nuestros días (hasta donde necesitemos considerarlas), no es Ockhamismo, es evolucionismo, de un tipo o de otro; y todo evolucionismo debe restaurar finalmente en su evolución esa idea rechazada de la ley como una razonabilidad energizante en el mundo (no importa a través de qué mecanismo de selección natural, o de otra manera), que perteneció a la metafísica esencialmente evolutiva de Aristóteles, así como a sus modificaciones escolásticas, hechas por Aquino y por Escoto9. A esta rama de la filosofía pertenece también aquella teoría de Gassendi que el presente escritor se esforzó pocos años atrás por volver a despertar (en una forma perfeccionada)10. Para beneficio de la concepción evolutiva de ley que ilustra, puede insertarse aquí una descripción de un oponente de ella, publicada en 1678:

Pero ya que los hombres pueden estar todavía perplejos por la universalidad y constancia de esta regularidad, y por su larga continuidad a través de tantas épocas, hasta tal punto que no hay en absoluto registros de lo contrario en ningún lugar, el atomista ateo añade además que los átomos insensibles, jugando y moviéndose de arriba abajo, sin ninguna preocupación o pensamiento y probando desde la eternidad todo tipo de trucos, conclusiones y experimentos, fueron finalmente (no saben cómo) enseñados, y por la necesidad de las cosas mismas, como si dijéramos, llevados a determinados modos de intercambio de artificialidad y metodicidad; de tal modo que, aunque sus movimientos fueron al comienzo casuales y fortuitos, a lo largo del tiempo llegaron a ser ordenados y artificiales, y gobernados por una cierta ley, como si éstos se contrajeran sobre sí mismos, por una larga práctica y experiencia, un tipo de hábito de moverse regularmente (True Intellectual System of the Universe de Cudworth)11

IV. ¿Cuál es la concepción de ley contemplada en nuestros días por el típico hombre científico?

No pertenece a la función del hombre científico descubrir la esencia metafísica de las leyes de la naturaleza. Al contrario, esa tarea exige talentos considerablemente diferentes de aquellos que éste necesita. Aún así, la descripción de ley del metafísico debe estar en armonía con la práctica del hombre científico en el descubrimiento de las leyes; y en la mente del típico hombre científico, despreocupado de entretenerse con teorías metafísicas, se desarrollará una noción de ley enraizada en su propia práctica.

El hombre científico se encuentra a sí mismo enfrentado a fenómenos que trata de generalizar o de explicar. Sus primeros intentos de hacerlo, aunque serán sugeridos por los fenómenos, pueden todavía, después de todo, considerarse solamente como meras conjeturas. Sin embargo, a menos que exista algo así como la inspiración en ellos, nunca podrá dar un paso exitoso. A partir de esas conjeturas –para hacer corta una larga cuestión- selecciona una para probarla. En esta elección, debería regirse únicamente por consideraciones de economía. Si, por ejemplo, la perspectiva es que un gran número de hipótesis den cuenta de algún conjunto de hechos, probablemente serán aceptadas y rechazadas sucesivamente, y si sucede que, entre esas hipótesis, una que es improbable que sea verdadera puede desecharse por un solo experimento fácil, sería de excelente economía empezar por aceptar eso. En esta parte de su trabajo el científico puede aprender algo de la sabiduría del hombre de negocios.

De todos modos, finalmente una hipótesis se adoptará provisionalmente una hipótesis, todavía a prueba; y entonces, el esfuerzo debería ser buscar la consecuencia necesaria de ella más improbable que pueda pensarse, y que esté entre aquellas que sean capaces de ser llevadas fácilmente a la prueba de la experimentación. Se realiza el experimento. Si la predicción de la hipótesis falla, su fracaso puede ser tan completo como para ser conclusivo, o tal vez, no se necesite nada más que llevar a cabo una alteración de la teoría defectuosa. Si a pesar de su poca probabilidad la predicción se verifica, y si esto mismo sucede una y otra vez, aunque se pruebe cada vez la más improbable de las predicciones (convenientes), uno empieza a quitarse el sombrero ante la naciente estrella que la naturaleza misma parece favorecer.

El hombre científico ciertamente considera una ley, si realmente es una ley, como un hecho tan objetivo como puede serlo un hecho. El único modo en el que, para la percepción del científico, una ley recientemente reconocida difiere de un hecho directamente observado es que él, quizá, no está tan seguro de que sea una ley. Finalmente, la ley llega a ser para él mucho más fiable que cualquier observación individual. Comienza ahora a presentarse ante el hombre científico -el más duro de los hechos duros-, no de ningún modo como una fabricación suya, sino más bien como su exhumación, casi como para ser llamada una cosa de poder; aunque, incluso ahora, podría concebiblemente ser reducida a nada por una colección suficiente de nuevas observaciones; y de hecho, la presunción es que llegará el momento en el que tendrá que ser reformada, o tal vez incluso sustituida.

Traducción castellana de Marinés Bayas, revisada y corregida por Fabrizio Perotti (2005)



Notas

1.August De Morgan (1806-1871). Ver el artículo "Logic" en la English Cyclopaedia (1860), Essay on Probabilities (1838), Formal Logic, or the Calculus of Inference, Necessary and Probable (1847). [Nota de EP]

2.También llamada la Ley de Titius-Bode, de los astrónomos alemanes Johann Daniel Titius (quien la anunció en 1766) y Johann Elert Bode (quien la popularizó en 1772). Es una fórmula que da las distancias aproximadas entre los planetas y el sol. Tiene la forma d = 0.4 + 0.3 X 2n donde d es la distancia (en unidades astronómicas) entre un planeta y el sol, y n toma los valores - , 0, 1, 2, 3, etc. Aunque es aproximadamente correcta para los primeros siete planetas la ley falla para el octavo planeta, Neptuno, dando un resultado que más o menos iguala la distancia de Plutón. [Nota de EP]

3. Para una foto de Oxford en 1721 ver Terrae Filius de Amhurst*. [Nota de CSP]
*Nicholas Amhurst (1697-1742), poeta y publicista inglés, fue expulsado de Oxford por simpatías de Whig. Terrae Filius (1721-26) es una serie de ensayos satíricos acerca de la universidad. [Nota de EP]

4.En MS 870:43 Peirce atribuye este punto de vista a Ralph Cudworth (1617-1688): "Cudworth en particular abogó por esta doctrina [de la naturaleza plástica] en su True Intellectual System of the Universe publicado en 1678." Peirce puede también estar aludiendo a Essay of Man de Alexander Pope, cuya tercera epístola contiene el verso "Naturaleza Plástica trabajando para este fin". [Nota de EP]

5. La frase citada sigue el título entero del libro de Fulke Greville Certaine Learned and Elegant Workes of the Right Honorable Fulke Lord Brook (London: Henry Seyle, 1633), y los versos vienen de la stanza 74 del "Treatie of Humane Learning." Philip Sydney (1554-1586) era un poeta y político inglés. [Nota de EP]

6.Atque ex eadem inmmutabilitate Dei, regulae quaedam, sive leges naturae cognosci possunt, quae sunt causae secudariae et particulares diversorum motuum, quos in singulis corporibus advertimus. Pars II, XXXVII. [Nota de CSP]

7.Francis Hutcheson (1694-1746), filósofo escocés, autor de Inquiry into the Original Ideas of Beauty and Virtue (1725) y System of Moral Philosophy (1755). [Nota de EP]

8.William Wollaston (1659-1724), filósofo inglés, autor de The Religion of Nature Delineated (1722), del cual habían existido ocho ediciones hasta 1750. [Nota de EP]

9.El lector agudo (y he llegado a saber que los Smithsonian Reports cuentan entre su lista de lectores a hombres que, aunque sean niños en los métodos científicos, sobrepasan el promedio de los grandes científicos en la precisión y vigor de su pensamiento) preguntará qué es lo que quiero decir con "razonabilidad energizante en el mundo". No defino lo razonable como aquello que concuerda con los modos naturales de pensar del hombre, cuando han sido corregidos con cuidadosa consideración, aunque es un hecho que los modos naturales de pensar del hombre son más o menos razonables. Debería mejor explicarme por pasos. Por razonabilidad entiendo, en primer lugar, la unidad tal como la aprehende la razón, digamos, la generalidad. "¡Humph! Por generalidad supongo que quieres decir que diferentes eventos se asimilan el uno al otro" "No exactamente: déjame distinguir. La sombra verde sobre mi lámpara, el follaje que veo a través de la ventana, la esmeralda en el dedo de mi compañera, tienen una similitud. Ésta consiste en una impresión que tengo cuando comparo esas y otras cosas, y que existe en virtud de que son como son. Pero si toda la vida de un hombre está animada por un deseo de ser rico, hay un carácter general en todas sus acciones, que no está causado por su comportamiento, sino que es formativo de él. "¿Quieres decir entonces que hay un propósito en la naturaleza?". Yo no estoy insistiendo en que éste sea un propósito, sino que es la ley que moldea el evento, y no una similitud azarosa entre los eventos lo que constituye la ley. "Pero, ¿eres tan ignorante como para no saber que la generalidad sólo pertenece a los productos de la imaginación?". Esa parecería ser mi condición. Si aceptas que la generalidad tiene su origen sólo en la mente, eso está más allá de toda cuestión. Pero si las cosas sólo pueden entenderse como generalizadas, son generalizadas real y verdaderamente; porque ninguna idea puede adherirse a una realidad esencialmente incognoscible. Sin embargo, la Generalidad, como comúnmente se la entiende, no es el todo de mi "razonabilidad". Ésta incluye Continuidad, de la que en efecto, la Generalidad no es sino una forma más cruda. Tampoco esto es todo. Rehusamos llamar razonable a un propósito, a menos que éste sea factible. Hay ciertas ideas que tienen un carácter que nuestra razón puede en alguna medida comprender, pero que ésta de ninguna manera crea, cuyo carácter asegura su pronta o tardía realización. No pregunto ahora qué mecanismo puede requerirse para esto, pero supongo que las leyes de la naturaleza han sido causadas de alguna manera. Y si es así, parecería que fueran de tal naturaleza como para realizarse a sí mismas inevitablemente. Estos, entonces, son los caracteres abstractos y desnudos que deben reconocerse en la "razonabilidad" de la ley de la naturaleza. Sea o no una presunción legítima que a partir de esos caracteres la naturaleza tenga un autor inteligente, ciertamente no veo cómo la abstracción podría ser vestida, mejor que en esa afirmación, con las formas concretas que muchas mentes requieren, o cómo éstas podrían estar mejor conectadas con sentimientos apropiados. [Nota de CSP]

10. Pierre Gassendi (1592-1655), científico francés, matemático y filósofo epicúreo, autor de Disquisitio Metaphysica (1644), una expansión de sus objeciones escépticas contra Meditations de Descartes, y de Syntagma Philosophicum, póstumamente publicada en su Opera Omnia (1658). La "forma perfeccionada" en la que Peirce revivió la teoría de Gassendi es la metafísica que mezcla el tijismo y el sinejismo que comenzó a concebir en su ponencia sobre "Design and Chance" (EP 1: 215-24) en 1884. Gassendi era un epic6uacute;reo, y la mayor diferencia que Peirce ve entre el punto de vista epic6uacute;reo y el evolucionista acerca del desarrollo del universo está descrito tanto en "A Guess at the Riddle" (EP 1: 251) como en "The Architecture of Theories" (EP 1:294-95). Para el epic6uacute;reo, el desarrollo del universo procede siempre sin tender hacia algo inasequible, mientras que para Peirce floreció de un caos en el pasado infinitamente distante para ir hacia algo diferente en el futuro infinitamente distante. [Nota de EP]

11. Ralph Cudworth The True Intellectual System of the Universe (London: Thomas Tegg, 1845), 2:599. el "ateo atómico" mencionado en la cita es Gassendi. La última oración, acortada por Peirce, termina con las siguientes palabras en el original: "o a menos que sean, por la mera necesidad de las cosas, finalmente forzadas así a moverse, como deberían haber sido, si el arte y las sabiduría las hubieran dirigido". [Nota de EP]


Fin de: "Las leyes de la naturaleza", C. S. Peirce (1901). Fuente textual en MS y TS del Smithsonian Institution Library (doc. 3804.10). Publicado en Philip P. Wiener, Charles S. Peirce: Selected Writtings, pp. 289-321.

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Fecha del documento: 18 de mayo 2005
Ultima actualización: 24 de febrero 2011

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