I Jornada "Peirce en la Argentina"
10 de septiembre de 2004



LA NOCIÓN DE INTERPRETANTE COMO FUNDAMENTO
DEL REALISMO FILOSÓFICO DE CHARLES SANDERS PEIRCE



Ignacio Pérez Constanzó
(cperez6@cponline.org.ar)





Charles Sanders Peirce (a partir de ahora lo llamaré CSP) es un pensador cuyo nombre ha pasado un poco por el olvido después de la fama que tuvo en el ambiente en el que vivió. La selección de sus Collected Papers no fue publicada inmediatamente después, y fue una tarea que llevó muchos años. Recién desde 1981 se está publicando lentamente, en orden cronológico, su obra completa. De seguir este ritmo, es de esperar que falten varios años más para poder disponer de ella. Sin embargo, algo similar ocurre con Leibniz o con Husserl que, siendo ambos de fama mayor, no cuentan aún con una edición completa de sus obras. En los últimos años, gracias al impulso recibido por William Morris en un principio y luego por el auge de la semiótica, el nombre de Peirce recobra un puesto que sin duda merece.

Mi intención, además del desarrollo del tema expuesto en el título, es mostrar dos cosas que a veces parecen ser un poco olvidadas. En primer lugar que Peirce es un autor que, como todos los grandes pensadores, reelabora con mucha creatividad o, si se prefiere, crea con mucha reelaboración1. Es decir, que en su pensamiento no sólo encontramos muchos elementos novedosos e ingeniosos, sino que éstos y el conjunto que conforman están ubicados en la historia del pensamiento en una gran continuidad con la historia. Por ello para comprender bien a Peirce no basta con leer sus escritos, aunque sean un excelente ejemplo de claridad expositiva; además, es conveniente, y en algunos casos ineludible, tener en cuenta la tradición de pensamiento de la que nace, y que tiene mayor grosor en la antigua Grecia, en la escolástica y en la modernidad posterior a Descartes, tanto en su línea continental como isleña. Además, por cierto, del mundo científico (y literario) al que conocía de ida y vuelta, desde sus comienzos históricos hasta los últimos devenires.

El segundo aspecto que quisiera mostrar en esta ponencia, y que tal vez sea demasiada pretensión para este formato, es que Peirce es todo un filósofo, en el más riguroso sentido de la palabra. Su obra suele ser conocida parcialmente. Hay quienes descubrieron a este autor en su obra semiótica, otros lo han hecho en su obra lógica (no en el sentido de la lógica según el mismo CSP, más amplio que lo que habitualmente se entiende por este término), o en su obra científica o de ciencias experimentales. Pero en general no se relacionan mucho diversos aspectos de su pensamiento, puntos que en la mente de CSP sí tienen diversas y asombrosas conexiones con otros asuntos tratados por él. Por esto el considerar a Peirce de modo parcial atenta contra su filosofía, construida con una gran armonía interna y en constantes reelaboraciones con correcciones donde lo considerara conveniente; y no permite ver qué tan magnífica es la obra completa de este autor.

Analizaré brevemente en esta ponencia las consideraciones que CSP hace del signo a través de la noción de réplica2. Un signo puede, en la mayoría de los casos, existir en varias copias. En algunos casos no es posible que la réplica sea exacta, satisfactoria en términos de semejanza. Tal sería el caso de una réplica de arias de una ópera, que aún con grandes intentos no se consiguen registros tan perfectos como los que hiciera María Callas. Pero en estos casos el impedimento para lograr la réplica no viene por parte del signo, sino por incapacidades en quienes cantan estas arias. De todos modos en estos casos el inconveniente dificulta la perfección en la réplica, pero no la impide. Una flecha, un poema o una letra pueden repetirse muchas veces:

Un signo está conectado con la "Verdad", es decir, todo el Universo del ser, o, como algunos dicen, el Absoluto, en tres modos diferentes. En primer lugar, un signo no es algo real. Es de naturaleza tal que existe en réplicas. Mire una página impresa, y cada el que vea es la misma palabra, cada e la misma letra. Una cosa real no existe en réplicas. El ser de un signo es meramente siendo representado. Pero siendo realmente y siendo representado son cosas muy diferentes. [...] Cada signo suficientemente completo refiere a diversos objetos reales. Todos estos objetos, incluso si hablamos de la locura de Hamlet, son parte del mismo Universo del ser, la "Verdad". Pero así como la "Verdad" es meramente el objeto de un signo, es meramente la Materia aristotélica de aquello que es [...] Pero extendemos esta categoría a innumerables caracteres de los que no tenemos conciencia directa. Todos estos caracteres son elementos de la "Verdad". Cada signo significa la "Verdad". Pero es sólo la Forma aristotélica del universo lo que significa. [...] Usamos sustantivos como "humanidad ", "variedad ", etc., y hablamos de ellos como si fueran sustancias, en el sentido metafísico.(Peirce 1998: 303-304)3

Una cosa real no existe en réplicas; las cosas reales son ellas mismas y no otras, constituyen aquello mismo que son. Por ello es que los signos no son cosas reales. O, mejor dicho, no son entes reales, según la terminología metafísica clásica, sino entes de razón. Son cosas, si se quiere utilizar esta palabra, que sólo existen en nuestra mente. Las letras que conforman este discurso son, por supuesto, reales; pero no podemos decir que sean, realmente y en sí mismas, letras. Antes son manchas de tinta dispuestas en un orden determinado sobre un papel blanco que sirve de soporte para que puedan leerse fácilmente por contraste. Las letras no son sustancias fácticas, sino construcciones mentales propias de una cultura (o de varias, si se prefiere).

Esta concepción por la cual un signo tiene una base sensible, y que es la que puede existir en réplicas, es muy importante para CSP, quien consideraba que nada de lo que estaba presente en la mente del hombre es una idea innata4. El empirismo de CPS es lo que lo aleja de la noción de los universales en acto separados, del platonismo en cuanto a los universales.

A través de la noción de réplica de los signos Peirce elabora una noción central que es la del interpretante. Ignoro si Peirce desarrolló este concepto partiendo de la característica de los signos de poder existir en réplicas, pero es una hipótesis probable el que haya encontrado aquí la raíz o génesis explicativa del signo. El interpretante es lo que produce la unión entre el signo y su objeto: ‘el interpretante es el signo equivalente o más desarrollado que el signo original, causado por ese signo original en la mente de quien lo interpreta.’ (Conesa y Nubiola 1999: 70-71) La noción de interpretante es central en Peirce, gracias a ella su planteo semiótico es radicalmente distinto de los planteos que explican el proceso semiótico desde una estructura bipolar. En esto CSP hizo un quiebre en las corrientes más populares de esta disciplina, gracias a la divulgación de este concepto realizada más adelante por Umberto Eco (Eco 1986: especialmente 62-64).

El mismo Eco nos dice que "la noción de interpretante es más rica y problemática (y precisamente por ello, más fecunda) que la noción de 'sinónimo'"’ (Eco 1986: 64). Esto es cierto porque tiene, en el camino de la explicación semiótica, mucho más alcance que la noción de sinónimo y que las explicaciones teóricas bipolares. El alcance de la noción de interpretante es mucho mayor. Mi intención es mostrar que su mayor alcance no se limita al del campo semiótico, sino que llega al plano filosófico o metafísico.

Como ya han indicado varios estudiosos (Beuchot 2002: 41-49), la función del interpretante -no confundir con el intérprete- es igual a la que en representantes tardíos de la escolástica española como Juan Poinsot y Pedro de Fonseca ocupó el llamado verbum mentis (palabra interior), verbum intellectus (palabra mental o espiritual) o verbum interius (palabra interior).

No quisiera reducir o simplificar la noción de interpretante, lo suficientemente compleja como para no desarrollarla aquí con detalle (Cf. Marafioti 2004: 73-88); pero en tal concepto une lo significado con el signo presente en la realidad extramental, llamado representamen (Peirce 1998: 272-273).

Al seguir acumulando elementos, se encontraría que toda comparación exige, además de la cosa referida, el fundamento, el correlato, es decir: una representación mediadora que representa que el relato es una representación del mismo correlato que esa misma representación mediadora representa. Tal representación mediadora puede ser llamada interpretante, porque satisface el oficio del intérprete, quien dice que un extranjero dice la misma cosa que él está diciendo. El término ‘representación’ ha de ser entendido aquí en un sentido muy lato, puede ser explicado mediante ejemplos mejor que por una definición. En este sentido, una palabra representa una cosa para la concepción en la mente del oyente; un retrato representa a la persona a quien se ha pretendido retratar para la concepción del reconocimiento; una veleta representa la dirección del viento para la concepción del que lo entienda; un abogado representa a su cliente ante el juez y el jurado a quien influye (Peirce 1992: 5)5.

El interpretante está determinado por el objeto a través del signo. Esto implica que en cierto modo se vuelve en un signo del objeto por la misma razón que el signo. El interpretante es, en sentido propio, un signo6 ya que su contenido, sus notas distintivas, provienen del objeto. Si el signo a interpretar (representamen) es emitido intencionalmente entonces en la mente de quien lo profiere ya se encuentra el interpretante. Por esto Eco ha llamado unidad cultural al interpretante: es en definitiva el fundamento semiótico de la comunicabilidad. Sin interpretantes, no habría comunicación posible.

Sin embargo aún falta un elemento importante: la nota distintiva de este signo mental es que no se percibe en primera instancia como signo. Es decir, que sólo mediante un segundo proceso semiótico es posible percibir su existencia, que se conoce por sus efectos. Gracias a la determinación dada por el objeto es factible descubrir este signo mental. Pero para ello elaboramos en nuestra mente un nuevo interpretante, y otro más cuando conocemos a este último, y así sucesivamente. El proceso de interpretación de los representámenes puede volverse indefinido, lo que ha incomodado mucho a algunos analistas de este proceso. Pero, en realidad, esta intranquilidad de un proceso que remite a una fábula intelectual similar a la del mundo platónico se debe a una falta de comprensión del pensamiento de CSP. En primer lugar, esta infinitud de signos es sólo posible: el número de interpretantes por representámenes siempre es uno, y su multiplicación queda reducida a cuantas veces queramos pensar en ellos. Además, no puede compararse a un castillo construido en las nubes, ya que el empirismo de Peirce indica que siempre hay un signo original de esta cadena de interpretantes, y es sensible7.

El pragmatismo propuesto por CSP no sólo es empirismo, sino una postura declaradamente realista8. El realismo en el tema de los universales es una cuestión central en CSP desde sus primeros años de estudio, y según varios autores es el origen de su pragmatismo (Moore 1952: 406; Houser 1992: xxiv). Es la noción de interpretante la que explica la posibilidad del mismo conocimiento en diversos sujetos. Igual en cuanto al contenido esencial o contenido, pero diverso en matices propios de la subjetividad de cada uno de aquellos que interprete el mismo signo. CSP no pone el acento sobre este último aspecto, el de la subjetividad en el conocimiento, pero poco después lo hará la hermenéutica como reacción al positivismo gnoseológico.

Ahora bien, ¿porqué es tan importante el realismo moderado en la cuestión de los universales para CSP? En la teoría del conocimiento debe buscarse la respuesta a esto. Peirce conocía muy bien la filosofía moderna, había leído en profundidad a Descartes, Berkley, Kant y Hegel. El problema de conocimiento no se había resuelto, y el intento de encontrar respuesta a estos temas durante la modernidad había escindido el conocimiento sensible del intelectual, en un comienzo, y luego había acrecentado el dilema con la separación del objeto y el sujeto. El planteo de CSP se presenta como alternativa de pensamiento en un momento de encasillamiento. Estos callejones sin salida no están presentes en la obra peirceana. Para él los términos abstractos no son más que una expresión de lo que se encuentra en la realidad extramental, en las cosas (CP 6.620). Además, el planteo de Peirce tiene el mérito de ser anterior a otros intentos de solución de los mismos problemas, que predominaron después en el siglo XX tales como la hermenéutica o la fenomenología.

Es a través de la noción de interpretante que su realismo frente al problema de los universales puede justificarse desde una perspectiva de filosofía del conocimiento. Así la postura filosófica de CSP no sólo es una respuesta original, sino también un puente entre una cuestión típicamente medieval –la cuestión de los universales- y otra típicamente moderna –la del conocimiento-.


Notas

1. "[Peirce] seems to view philosophy as something almost concrete, made up of solid blocks of stone that the philosophers of innumerable ages polish, combine and distribute—or redistribute—according to a certain blueprint provided by a man of genius—Aristotle or perhaps Hegel". (Ferrater Mora, 1955: 353)

2. En castellano y en inglés puede entenderse que una réplica (replic) es una respuesta, una defensa, apología o contra argumentación ante una acusación o ataque. No es este sentido del término el que estoy analizando, sino la acepción que indica una copia, una repetición del mismo signo.

3. "A sign is connected with the "Truth", i. e. the entire Universe of being, or, as some say, the Absolute, in three distinct ways. In the first place, a sign is not a real thing. It is of such a nature as to exist in replicas. Look down a printed page, and every the you see is the same word, every e the same letter. A real thing does not so exist in replica. The being of a sign is merely being represented. Now really being and being represented are very different. [...] Every sign is sufficiently complete refers to sundry real objects. All these objects, even if we are talking of Hamlet’s madness, are parts of one and the same Universe of being, the "Truth". But so far as the "Truth" is merely the object of a sign, it is merely the Aristotelian Matter of it that is so. [...] But we extend this category to numberless characters of which we have no immediate consciousness. All these characters are elements of the "Truth". Every sign signifies the "Truth". But it is only the Aristotelian Form of the universe that it signifies. [...] We use substantives such as "humanity", "variety", etc., and speak of them as if they were substances, in the metaphysical sense".

4. "Nihil est in intellectu quin prius fuerit in sensu", según palabras del propio CSP para establecer las bases de su pensamiento. (Peirce, 1998: 226)

5. "By a further accumulation of instances, it would be found that every comparison requires, besides the related thing, the ground, and the correlate, also a mediating representation which represents the relate to be a representation of the same correlate which this mediating representation itself represents. Such a mediating representation may be termed an interpretant, because it fulfils the office of an interpreter, who says that a foreigner says the same thing which he himself says. The term "representation" is here to be understood in a very extended sense, which can be explained by instances better than by a definition. In this sense, a word represents a thing to the conception in the mind of the hearer, a portrait represents the person for whom it is intended to the conception of recognition, a weathercock represents the direction of the wind to the conception of him who understands it, a barrister represents his client to the judge and jury whom he influences".

6. Sin embargo, no debe confundirse nunca con el signo que da origen al proceso de interpretación. El representamen es un tercer elemento mediador entre aquello que significa y aquello que es significado.

7. Es interesante la interpretación de María Uxía Rivas Monroy: "Pues bien, en mi opinión, las categorías de representamen, objeto e interpretante se definen únicamente por su posición lógica en el momento del análisis, esto es, ser un primero, un segundo o un tercero. La afirmación más clara de Peirce sobre este asunto consiste en mantener que el interpretante puede ser a su vez un representamen. Es decir, uno de los elementos de la semiosis que en un determinado momento ocupa el lugar lógico correspondiente al tercero, puede pasar a ser un primero en otro momento de análisis. Y, además, el objeto, que es un segundo, puede pasar a ser también en un determinado momento un primero, o incluso un tercero, esto es, un representamen o un interpretante, respectivamente. Este intercambio de posiciones lógicas permite conjugar los elementos de la semiosis con su lugar lógico, dando lugar a lo que se denomina "semiosis ilimitada", y que explica perfectamente la continua remisión de unos signos a otros y, especialmente, la significatividad de que están impregnados los objetos". (Rivas Monroy 1986: 1211-1224)

8. "Now whoever cares to know what pragmaticism is should understand that on its metaphysical side it is an attempt to solve the problem: In what way can a general be unaffected by any thought about it? Hence, before we treat of the evidences of pragmaticism, it will be needful to weigh the pros and cons of scholastic realism. For pragmaticism could hardly have entered a head that was not already convinced that there are real generals". (CP 5.503)




Bibliografía



Fecha del documento:5 mayo 2005
Ultima actualización: 5 mayo 2005

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