IV Jornadas "Peirce en Argentina"
26-27 de agosto del 2010

Primeridad, segundidad y terceridad según Charles Hartshorne


Roberto J. Walton


         Charles Hartshorne se refiere como "hecho básico" de su desarrollo intelectual a la "exposición intensiva virtualmente simultánea al pensamiento de Peirce y al de Whitehead"1. En un escrito dedicado a la revisión de las categorías de Peirce2, ofrece una interpretación de las categorías en que lo significativo no reside ya en el número de los elementos de los que depende un fenómeno o de los que es independiente. Lo que se debe tener en cuenta son los tipos de relaciones de dependencia e independencia. Y esto da lugar a una transformación de las tres categorías. La primeridad no es caracterizada como una no cualificada dependencia cero respecto de lo otro sino como una pura independencia respecto de eventos futuros. La segundidad no es interpretada como la dependencia de otra cosa sino como una dependencia unilateral respecto de al menos algunos eventos independientes y previos. Y la terceridad no es presentada como una dependencia respecto de dos otros sino como una no dependencia respecto de particulares sucesores y una dependencia respecto de algunos rasgos generales, establecidos de antemano, de estos sucesores. Hartshorne concluye: "He argumentado que las categorías peirceanas de la primeridad, la segundidad y la terceridad, revisadas para eliminar ciertos defectos, coinciden en gran medida con la idea whiteheadiana de la entidad actual como (1) un unidad de sentir independiente de entidades actuales particulares posteriores pero (2) prehensora de y, por tanto, dependiente de anteriores, y también (3) anticipatoria de, implicando, y dependiente del futuro, no en los aspectos particulares, sino en sus probabilidades o caracteres aproximados"3. Por tanto, la clave de cada una de las categorías cenopitagóricas no reside en un modelo numérico sino en la temporalidad4. Hartshorne señala que sus acuerdos con la filosofía de Peirce giran en torno de la prioridad otorgada a los fenómenos, el examen de la relaciones como fenómenos cruciales, la consideración de las relaciones de dependencia e independencia como formas igualmente básicas de relaciones, y del descubrimiento en el proceso de contar de algunas claves formales para la dependencia y la independencia: "Decir ‘primero’ no es implicar un segundo definido o actual, pero decir ‘segundo’ es implicar un primero definido. La primera persona en pronunciar un cierto enunciado podría ser la última y única persona, pero la segunda persona no podría ser la única. Así la primeridad modela la independencia y la segundidad la dependencia"5.

1. La primeridad

La primeridad es presentada por Peirce como modo de ser de lo irrespectivo, es decir, de la prescindencia de toda remisión a lo otro y distinto. Y Hartshorne interpreta esta independencia como autonomía respecto de los eventos futuros. Si tomamos, por ejemplo, nuestra experiencia presente, advertimos que está condicionada por innumerables estímulos que provienen del pasado cercano e inmediato, pero no del futuro.

         Whitehead defiende el principio subjetivista al que define como el descubrimiento cartesiano de que la experiencia subjetiva es la situación metafísica primaria que se presenta para el análisis. Pero entiende que se debe adoptar una versión reformada y compensarlo con un principio objetivista referido a la pluralidad de los datos de experiencia, que, en tanto objetos que lo trascienden o influyen causalmente en él, se incluyen en la unitaria experiencia de un sujeto. Así, mi unidad que es el "yo soy" es el proceso de configurar en el presente inmediato el material múltiple y disperso de los datos que provienen del pasado mediante una creación que se orienta de acuerdo con una meta futura. La relación cognoscitiva entre el sujeto y el objeto no es más que la expresión derivada de una relación de preocupación en virtud de la cual el objeto se convierte en un componente de la experiencia del sujeto. El conocimiento como acto de aprehensión por el cual un sujeto cognoscente capta u objeto conocido es un caso particular de una actividad  que está presente en todo lo real y que Whitehead llama prehensión para conectarla y a la vez diferenciarla de la aprehensión. Esta relación se convierte en la clave para la comprensión del universo concebido como una acumulación de ocasiones de experiencia. Así como Leibniz considera que sabemos a partir de nosotros mismos lo que es una mónada y descubrimos como sus determinaciones la percepción y la apetición, Whitehead descubre en el análisis de la propia experiencia las características fundamentales de las entidades actuales como los elementos reales últimos de los que se compone el universo. Estas entidades son centros o gotas de experiencia que se caracterizan por el modo en que sienten o prehenden las entidades precedentes. Se trata de instancias en un devenir que carece de continuidad y se resuelve en una serie sucesiva de unidades definidas de actualidad que se originan y perecen. Toda entidad actual es un crecimiento conjunto o concrescencia de estos modos de sentir la pluralidad infinita de entidades actuales que la han precedido. Cada uno de estos eventos prehende un mundo de actualidades antecedentes, es decir, es un sujeto cuyo objeto es un universo de sujetos antecedentes. Es una concrescencia de prehensiones por las que otras entidades actuales u ocasiones de experiencia son objetivadas como datos e incorporadas a su constitución. Así se suma a la creciente totalidad de lo real a la vez que se convierte en un objeto para sujetos ulteriores. Y en este proceso, que es una síntesis creadora, implica una perspectiva irrepetible sobre el universo al que prehende desde su punto de vista del mismo modo que la mónada de Leibniz expresa todas las demás. Mientras que la apetición leibniziana se convierte en la meta subjetiva que coordina la multiplicidad de prehensiones en una unidad orgánica, la percepción se transforma en la prehensión que convierte esta unidad emergente en un espejo del universo. 

Hartshorne subraya que Whitehead trata de "explicar tanto la dependencia (en un sentido que escapaba a Hume y Russell) y la independencia (en un sentido que escapaba a Spinoza y Bradley) como verdaderos aspectos de la realidad"6. Cuando se habla de relaciones externas, se alude a relaciones que son externas a los términos relacionados. Análogamente, cuando se habla de relaciones internas, se alude al carácter determinante de la relación para los términos relacionados. Pero en el caso simétricamente externo,  las relaciones no tienen ningún asiento en la realidad, y, por tanto, se convierten en realidades adicionales que exigen nuevas relaciones con las otras. Y en el caso simétricamente interno, ningún término puede realmente distinguirse del otro en la medida en que cada uno incluye al otro y por esa vía a la totalidad de la realidad. En el debate se ha supuesto la simetría. A la afirmación de Bradley de que las relaciones internas (simétricamente) constituyen el verdadero tipo de relación, Russell ha opuesto la visión de que las relaciones externas (también simétricamente) son las relaciones básicas. Se puede suponer, en una posición intermedia, que las relaciones son externas en un extremo e internas en el otro. En este caso tienen una sustentación real en el extremo para el cual son relaciones internas. Y además se establece una distinción entre los términos relacionados en virtud del contraste entre la dependencia del término internamente relacionado y la dependencia del término externamente relacionado7.

La primeridad concierne a las relaciones externas que no pueden ser negadas completamente. Si bien una experiencia es esencialmente relativa a aquello de lo que depende, el dato que ella objetiva no puede ser relativo a ella. Por ejemplo, tener una experiencia de X no implica para la filosofía del organismo una constitución de X. Así, cuando se lo recuerda, un acto pasado no se altera. Por tanto, la experiencia de X implica una dependencia unilateral. Requiere a la vez la relatividad del sujeto al objeto y la no-relatividad del objeto al sujeto de la experiencia. Esta no-relatividad o independencia de algo respecto de una experiencia futura que lo tendrá como objeto define la categoría de primeridad. 

Este análisis explica cómo la cualidad en tanto simple posibilidad de ser-así puede ser apta para la actualización. Recordemos una afirmación de Peirce: "La mera cualidad, o talidad, no es en sí misma un acaecimiento como lo es ver un objeto rojo, sino un mero poder ser. Su único ser consiste en el hecho de que podría ser esa peculiar, positiva, talidad en un fáneron. Cuando digo que es una cualidad, no quiero decir que ‘es inherente’ a un sujeto" (CP 1.304). Para Hartshorne, la primeridad deja de ser una no cualificada dependencia cero para convertirse en una pura independencia respecto de eventos futuros. Es la no-inclusividad de la actualidad respecto de sus sucesores. Hartshorne subraya que la visión de Peirce sobre el tiempo "como por cierto lo hace toda su filosofía básica excepto cuando está explicando sus categorías"8. Y remite a la siguiente afirmación peirceana: "El futuro indeterminado se convierte en el pasado irrevocable" (CP 6.191). 

2. La segundidad

Con la segundidad se introduce el tema de la dependencia. Según, Peirce un "esto" existe cuando tiene como propiedad una cualidad que sale de la potencialidad cualitativa y se actualiza. Sin una relación con otra cualidad, una cualidad es un mero poder-ser-así irrealizado. Por medio de la relación, ambas potencialidades cualitativas se actualizan. Según la filosofía del organismo, la comunidad con el universo se realiza mediante prehensiones positivas que incluyen las otras entidades como datos de la propia constitución, y por prehensiones negativas, que, no obstante excluir tal incorporación, contribuyen también a la formación de la nueva entidad en su naturaleza efectiva. Este tono afectivo o forma subjetiva de la experiencia se añade a las nociones leibnizianas de apetición y percepción como determinaciones fundamentales de las entidades actuales.

Toda ocasión de experiencia se relaciona directamente con las que la han precedido y de las que emergen, e indirectamente con las entidades actuales contemporáneas que también se originan a partir de ese pasado común. La separación leibniziana de las mónadas solo se mantiene en el sentido de que las entidades contemporáneas no pueden influir unas sobre otras. Así, el mundo puede describirse como una solidaridad de entidades. Es un complejo nexo de ocasiones de experiencia análogas a nuestras propias ocasiones de experiencia. Entre la experiencia consciente y la experiencia de las ocasiones que componen una entidad física hay una enorme diferencia de complejidad, pero en ambos casos se presenta una misma estructura formal, es decir, un modo de reacción subjetiva ante un entorno objetivo. Las cosas que observamos y manipulamos son sociedades de estas ocasiones de experiencia que comparten ciertas formas de comportamiento mediante las cuales se diferencian en el conjunto de la realidad.

Cada entidad actual en la fase final de su proceso de concrescencia es un sentir plenamente determinado en cuanto a su prehensión positiva o negativa de cada elemento previo del universo. De este modo, en distintos grados de relevancia, y aun de relevancia insignificante en el caso de la prehensión negativa, toda entidad actual pasada está presente en las entidades actuales presentes. Las prehensiones negativas contribuyen tan solo con sus formas subjetivas en tanto que las prehensiones positivas contribuyen tanto los datos como las formas subjetivas. Por eso todas las entidades actuales previas son elementos constituyentes en la constitución de cualquier entidad actual. La potencialidad está constituida por las entidades actuales que ya se han completado y perecido con sus respectivas formas de determinación posibles para la nueva entidad que surge y debe efectuar una decisión entre ellas. Y esta decisión que determina las prehensiones o sentires de datos antecedentes responde siempre a una meta subjetiva que desempeña el papel de una causa final y está presente desde el comienzo en el devenir de la entidad actual.

La causa final está representada por la meta subjetiva, y la causa eficiente por los datos objetivados en función de la meta subjetiva, Así se establece la subordinación de la causa eficiente a la causa final en cualquier tipo de entidad actual. Cualquier entidad es causa sui y autónoma en el sentido de que su propia meta subjetiva es reponsable de la selección y uso de los datos de tal modo que las diversas prehensiones que se componen en una concrescencia lo hacen en virtud de la guía que esa meta ofrece en cuanto causa final. Desde el punto de vista causal hay dos tipos de procesos: la concrescencia de una entidad actual que avanza según la causa final, y la transición de una entidad actual a otra como vehículo de la causa eficiente.

Hartshorne subraya que la completa negación de las relaciones internas tampoco es posible porque de ese modo se ignora un rasgo esencial de la experiencia. En razón de que la experiencia es siempre experiencia de algo, no se puede afirmar que todas las relaciones son extrínsecas o no constitutivas de los elementos relacionados. La experiencia de X incluye a X porque de lo contrario sería simplemente "experiencia de …". Los sujetos no pueden existir sin los objetos y por ende son dependientes de ellos. Y si dependen de ellos deben incluirlos en su propia naturaleza. Si una entidad actual tiene un efecto en otra y se hace sentir en ella, tenemos una relación que es interna para esta última porque ella sería distinta de lo que es si faltara la relación. Así como se requieren relaciones externas porque los datos antecedentes de una síntesis creadora son independientes de la síntesis, también se  requieren relaciones internas porque cualquier acto creador requiere sus datos antecedentes.

Las anteriores consideraciones se extienden a Dios, Dios tiene una naturaleza primordial como reino de la potencialidad general del universo en tanto implica un sistema de determinaciones que pueden realizarse en el mundo efectivo a través de las metas subjetivas de las entidades actuales que lo componen. El despliegue de las entidades finitas está orientado por las metas así originadas. Por su parte, la naturaleza consecuente de Dios incorpora, a través de las prehensiones que le corresponden como entidad actual, los resultados de la exteriorización de su naturaleza primordial en cada una de las ocasiones finitas de experiencia. La relación de la naturaleza consecuente de Dios con el mundo es una relación interna, es decir, una relación constitutiva de la naturaleza consecuente. Y la relación de la naturaleza primordial con el mundo es externa porque no incluye el mundo efectivo y no es relativa a él9.

En consecuencia se habrían equivocado por igual Bradley con su negación universal de las relaciones externas y Hume con su negación universal de las relaciones internas: "La afirmación metafísica válida o no restrictiva es que ocurren universalmente casos de relación interna, a saber, experiencias que tienen objetos particulares, pero que cada caso semejante es también un caso de relación externa, a saber, un objeto en cuanto tenido por sujetos particulares"10.

         La segundidad es, en consecuencia, la dependencia unilateral respecto de algunos eventos independientes y previos. En este punto Hartshorne introduce una interpretación que lo aleja de Whitehead y lo acerca a Peirce en la consideración de que cada entidad actual es un potencial para la objetivación de futuras entidades actuales. La entidad ha de ser actualizada de alguna manera, y esto significa que no tiene que ser actualizada de una manera determinada. Esta potencialidad es o produce un universal porque innumerables actualidades pueden objetivar una actualidad previa. Debe haber una posibilidad a partir de la cual se actualiza una cualidad, pero esa posibilidad no necesita ser tan definida como la cualidad que la actualiza. Hartshorne niega lo que Whitehead había afirmado, esto es, que toda cualidad o sensación que ocurre en la experiencia tiene un duplicado eterno. Whitehead se refería a objetos eternos en lugar de universales. Si la posibilidad es tan definida como la cualidad que la actualiza, el proceso de actualización se asemejaría al proceso de barajar cartas y no habría creación. El carácter definido de los objetos eternos, y la selección entre ellos según Whitehead, pone en peligro una genuina novedad. La misma cualidad determinable y vaga puede alcanzar determinaciones que son cualitativamente diferentes en diferentes entidades actuales. Las actualidades son determinadas de acuerdo con determinables que les anteceden. Esto significa que la naturaleza cualitativa de una entidad actual no consiste en el agregado de objetos eternos que ingresan en ella sino que surgen de una más definida determinación de los determinables. Hartshorne resume su punto de vista de la siguiente manera: "Acepto la noción de Peirce sobre la evolución de cualidades definidas desde un continuo primordial de posibles cualidades en las cuales no hay nada tan definido como las cualidades que emergen del continuo. Esta es mi parcial o calificado rechazo de los objetos eternos de Whitehead"11.

Aquí se debe recordar que, para Peirce, el universo existente es el resultado de un proceso de derivación que comienza en una potencialidad indeterminada: "Debe ser por una contracción de la vaguedad de esa potencialidad de todo en general, pero de nada en particular, que el mundo de formas emerge. No podemos sino suponer que esas cualidades sensibles que ahora experienciamos –colores, aromas, sonidos, sentimientos de cualquier descripción, amores, pesares, sorpresa– no son sino las reliquias de un antiguo y ruinoso continuo de cualidades, como unas pocas columnas que se elevan aquí y allá en testimonio de que en este lugar algún foro del viejo mundo con su basílica y sus templos había compuesto alguna vez un magnífico ensamble. Y así como ese foro, antes de que fuera actualmente construido, había tenido una vaga infraexistencia en la mente de aquel que planeó su construcción, así también el cosmos de cualidades sensibles, que yo quisiera que supusieran en algún estadio temprano del ser, fue tan real como vuestra vida personal en este minuto, y, tuvo, en un estadio antecedente de desarrollo, un ser más vago, antes de que las relaciones de sus dimensiones llegaran a ser definidas y contraídas" (CP 6.196/7). 

3. La terceridad

La terceridad se define para Hartshorne como una independencia respecto de particulares determinados y una dependencia respecto de lineamientos más o menos generales. Ciertos rasgos abstractos de los eventos futuros están establecidos de antemano. Hay dos ejemplos importantes de esta situación.

El primero recuerda la definición de Peirce: "Tercera es la concepción de mediación, en donde un primero y un segundo son puestos en mediación" (CP 6.32). Nos encontramos con un modo de poner en relación que va más allá de sus instanciaciones. Según, la filosofía del proceso, un nexo de entidades actuales exhibe un orden cuando está dominado por un conjunto de características generales. Y un nexo de entidades actuales ordenado según ciertas pautas generales que dominan a las entidades actuales componentes es una sociedad. El orden es un orden social porque solo existe en una sociedad de entidades actuales que lo encarna, y estas características comunes son compartidas en virtud de que las entidades actuales las heredan unas de otras. Hay una propagación genética del orden de modo que una sociedad debe implicar entidades antecedentes y subsiguientes. Este elemento común de forma surge en cada miembro del nexo de entidades actuales en razón de las condiciones que le son impuestas por sus prehensiones de miembros anteriores del nexo. Las prehensiones imponen una condición de reproducción a través de la inclusión de sentires positivos que implican una forma común como característica definitoria de la sociedad de entidades actuales. Así, se comparte una forma común en virtud de la herencia del pasado, esto es, a través de una derivación genética a partir de otros miembros de la sociedad.

Una sociedad está constituida por las relaciones genéticas de un nexo de entidades actuales que exhiben un "orden" particular, es decir, comparten ciertas características comunes. Podemos tener una continua sucesión de entidades actuales una tras otra de tal modo que la característica común está presente porque una entidad actual precedente es objetivada en la entidad actual inmediatamente sucesiva. Entonces tenemos una sociedad personal u objeto duradero. Un hombre como sujeto perceptor duradero es un caso de sociedad personal. Pero cuando una sociedad no es una simple hilera o fila de entidades actuales sino que es compleja y es analizable en diversas series o hileras de sociedades personales se tiene una sociedad corpuscular. Una sociedad puede ser analizada en sociedades componentes; por ejemplo, un objeto físico es un ejemplo de una sociedad de sociedades. Se compone de una multiplicidad de moléculas, estas se componen de una multiplicidad de átomos, y estos de electrones, protones, etc. 

         Por tanto, si bien la plena particularidad del evento futuro es impredecible, los tipos o clases aproximados de eventos son predecibles. Mientras que el pasado es lo que ha sucedido, el futuro es lo que puede suceder dentro de ciertos límites de probabilidad, Por eso la posibilidad real, la probabilidad o la ley es una tercera relación intermedia entre la simple dependencia y la simple independencia: "Peirce insiste correctamente en que, mientras el pasado es ‘la suma de hechos consumados (es decir, plenamente particularizados’, el futuro solo puede ser concebido en términos más o menos generales a través de leyes o ‘terceros reales’"12 Si bien los eventos ulteriores en su plena concreción no pueden ser anticipados, se conocen de antemano rasgos más o menos generales de esos eventos. Así se contempla la realidad del azar y el carácter abierto del futuro. Ningún evento es un sucesor necesario de sus predecesores, que, por tanto, son primeros, es decir, independientes con respecto a sus sucesores. La terceridad implica una no dependencia respecto de determinados particulares y una dependencia respecto de lineamientos más o menos generales. Si bien un evento no tiene que tener determinados sucesores, tiene que tener sucesores y algunos rasgos de estos sucesores están establecidos de antemano. La tercera categoría no surge del agregado de un elemento más en la dependencia sino del descubrimiento de una tercera relación en la que puede encontrarse un fenómeno en relación con otros fenómenos sin que importe el número de estos. Hartshorne traza aquí un paralelo. Por un lado, las entidades actuales posteriores nos son requeridas por sus predecesoras, pero se encuentran implicadas en ellas. Por el otro, los argumentos abductivos introducen hipótesis que no son requeridas estrictamente por la evidencia disponible, pero están involucradas en ella.

Una cuestión en que Hartshorne se aparta de Peirce es la interpretación del pasaje de un mínimo absoluto de orden causal a un orden total en un futuro infinitamente distante. Frente al punto vista peirceano, acepta la teoría de Whitehead sobre épocas cósmicas que difieren por los tipos de orden y no por los grados de orden, es decir, por el tipo de leyes naturales que se presentan en cada caso: "La asimetría de Peirce en el avance de un orden cero a un orden máximo es demasiado extrema para mí"13.

Un segundo ejemplo de terceridad en la filosofía del proceso recuerda esta otra definición de Peirce: "La terceridad, tal como yo uso este término, es solo un sinónimo de representación, frente a la cual prefiero ese término menos teñido, ya que sus connotaciones no son tan estrechas y específicas como aquellas de la palabra representación" (CP 5.105). Según Whitehead, las actualidades del mundo precedente son percibidas por la nueva entidad que emerge en virtud de la agencia causal que ejercen sobre ella. Es la percepción en el modo de la eficacia causal. En un segundo paso, los sentires físicos originados en la eficacia causal del mundo previo son englobados y sumergidos en una presentación de cualidades sensibles ante nuestros sentidos. Un proceso genético parte de la eficacia causal del entorno antecedente y genera la percepción sensible. Es la percepción en el modo de la inmediatez presentativa. Las cualidades sensibles, que engloban los sentires de la eficacia causal, son interpretadas como símbolos de las entidades actuales del mundo exterior que han ejercido la eficacia causal. Hay una referencia simbólica de la percepción sensible al vago sentir la eficacia causal de las entidades actuales precedentes: "Los datos sensibles deben, por tanto, desempeñar un doble papel en la percepción. En el modo de la inmediatez presentativa son proyectados para exhibir el mundo contemporáneo en sus relaciones espaciales. En el modo de la eficacia causal exhiben los casi instantáneamente precedentes órganos corporales como imponiendo sus caracteres sobre la experiencia en cuestión"14.

En suma: si el énfasis de la primeridad está en el presente y el de la segundidad en el pasado, el énfasis de la terceridad se encuentra en un futuro como una posibilidad real, probabilidad o ley que se sitúa entre la pura necesidad y la pura posibilidad. Es la exigencia de que haya adecuados sucesores para cualquier actualidad dada. Hartshorne resume su teoría en los siguientes términos: "Sostengo que mis generalizaciones de la primeridad (pura independencia respecto de al menos algo), la segundidad (dependencia al menos de algo) y la terceridad (dependencia calificada, parcial o probabilística de al menos algo) están en el espíritu de Peirce. […] Con las anteriores revisiones el esquema de Peirce adquiere mucha mayor claridad. Su segundidad es entonces equivalente a la prehensión de Whitehead, o al sentimiento de un sentimiento (previo), o al sentir un sentir (previo). Su primeridad es cualquier sentimiento de esta índole en tanto ha de ser sentido por adecuados sujetos o sentires subsiguientes. La terceridad incluye la ‘referencia simbólica’ de Whitehead o, de un modo más general, la ‘mentalidad’. Whitehead es en algunos aspectos más claro que Peirce, en otros menos claro"15.


Notas

1. Charles Hartshorne, "A Reply to My Critics", en Lewis Edwin Hahn (ed.), The Philosophy of Charles Hartshorne, The Library of Living Philosophers, Vol. XX, Open Court, La Salle, 1991, p. 681.

2. Cf. Charles Hartshorne, "A Revision of Peirce’s Categories", The Monist, vol. 63, n º 3, julio 1980, pp. 269-289.

3. Charles Hartshorne, "Categories, Transcendentals, and Creative Experiencing", The Monist, vol. 66, n º 3, julio, 1983, p. 324.

4. Cf. Nancy Frankenberry, "Hartshorne’s Method in Metaphysics", en L. E. Hahn, op. cit., p. 306 s.

5. C. Hartshorne, "A Revision of Peirce’s Categories", p. 277 y ss.

6. Charles Hartshorne, "Whitehead and Leibniz: A Comparison", en John Howie y Thomas O. Buford (eds.), Contemporary Studies in Philosophical Idealism, Massachusetts, Claude Stark, 1975, p. 107.

7. Cf. Charles Hartshorne, Creative Synthesis & Philosophic Method, La Salle, Open Court, 1970, p. 167 y ss.

8. C. Hartshorne, "A Revision of Peirce’s Categories", p. 279.

9. Cf. Charles Hartshorne, A Natural Theology for Our Time, La Salle, Open Court, 1967, p. 27 y ss.

10. C. Hartshorne, Creative Synthesis & Philosophic Method, p. 168. "Así tenemos tanto relaciones internas como externas. Bradley y Hume (o Russell) son dejados atrás por igual, con todas las paradojas de sus dos posiciones extremas" (Charles Hartshorne, Whitehead’s Philosophy. Selected Essays, 1935-1970, Lincoln/London, University of Nebrasca Press, 1978, p. 162).

11. C. Hartshorne, "A Reply to My Critics", p. 681.

12. C. Hartshorne, "A Revision of Peirce’s Categories", p. 280.

13. C. Hartshorne, "A Reply to My Critics", p. 681.

14. Alfred North Whitehead, Symbolism. Its Meaning and Effect, New York, Capricorn Books, 1959, p. 50.

15. C. Hartshorne, "A Revision of Peirce’s Categories", p. 282.

 


Fecha del documento: 21 de noviembre 2010
Ultima actualización: 26 de noviembre 2010

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