IV Jornadas "Peirce en Argentina"
26-27 de agosto del 2010

Charles Santiago Peirce e Iberoamérica: Algunos pensamientos
sobre la ceguera cultural, y algunos apuntes sobre Key West1


Rosa María Mayorga
Miami Dade College
(rmayorga@mdc.edu)


En "Three Blind Gringos"2, una conferencia leída en el primer congreso pragmatista hispanoamericano celebrado en la Texas A&M University el pasado febrero, Doug Anderson caracteriza a los tres pragmatistas clásicos, Charles Peirce, William James y John Dewey como "gringos ciegos"3. Un "gringo", afirma, no sólo se identifica por su incapacidad para hablar bien el castellano, sino que una de sus características constitutivas es la "ceguera cultural". Esto es, un gringo "no está al tanto de los diversos escenarios culturales que son parte de la lengua española". Dentro de este contexto de ceguera cultural, haré algunas observaciones acerca de lo que Peirce dijo sobre los españoles y acerca de lo que los españoles han dicho sobre Peirce; lo que dijo Peirce acerca de los cubanos y lo que han dicho los cubanos sobre Peirce; lo que han dicho otros hispanoamericanos sobre Peirce, así como algunos norteamericanos y anglosajones, y si puede decirse algo en defensa de Peirce. Me esforzaré todo lo que pueda por tratar de evitar, por mi parte, la carga de la ceguera cultural. Por el camino, proporcionaré alguna información sobre la breve estancia de Peirce en Key West (Cayo Hueso), Florida4.

Ceguera cultural

Anderson considera a Peirce el más ciego culturalmente de todos los pragmatistas clásicos, más que William James y John Dewey. Quizá a causa del tiempo que pasó en Brasil James estaba, aparentemente, más abierto a otras culturas o, por lo menos, como reconoce en su "On a Certain Blindness in Human Beings"5, era consciente del problema de la ceguera cultural como aquella “que nos aqueja a todos respecto a los sentimientos de (…) gente diferente a nosotros". Por tanto, afirma James, esta ceguera:

prohíbe absolutamente que nos atrevamos a juzgar la insignificancia de formas de existencia distintas a las nuestras; y nos ordena que toleremos, respetemos y seamos indulgentes con aquellos a los que vemos inofensivamente entretenidos y felices a su modo, por muy ininteligible que ese modo nos resulte6.

Dewey va más allá de la mera tolerancia y respeto de James al tratar de curar esa ceguera, según Anderson. Dewey pasó un tiempo considerable en México estudiando sus prácticas educativas y políticas, y como resultado llegó a familiarizarse con los modos mexicanos de ver el mundo. Dewey afirmaba que no sólo los individuos sino culturas enteras pueden mostrar ceguera cultural. Consideraba la Doctrina Monroe, la política americana establecida en 1823 que advertía a las potencias europeas que no interfirieran en los asuntos del hemisferio occidental, como un caso de “cultura” con ceguera cultural. Dewey señala:

El ciudadano americano medio de los Estados Unidos tiene poco conocimiento del alcance de los intereses financieros y los asuntos americanos en México … Pensamos en la doctrina Monroe como en una medida benévola por la que toda América Central y del Sur está, o debería estarnos, agradecida … lo más prometedor, casi, que podría suceder sería que nuestra gente se diera cuenta, con claridad, de la visión hispano-americana de la Doctrina Monroe7.



Figura 1: Monroe Doctrine8


En efecto, muchas naciones latinoamericanas vieron esas intervenciones en México, Santo Domingo, Nicaragua, Haití, Cuba, por nombrar unas pocas, con recelo, tensando las relaciones entre "el gran coloso del Norte" y sus vecinos del sur9. La sugerencia de Dewey al público norteamericano de que se enteren con "claridad" es vista por Anderson como un paso más proactivo hacia la cura de la ceguera cultural. Con respecto al mundo hispano/latino esto significaría aprender por lo menos español y portugués, sugiere Anderson, y leer "una variedad de textos que tratan con la historia y la multiplicidad de las culturas en Latinoamérica (…) como primer paso para abrir una calle de doble vía para tomar parte de la discusión filosófica" entre las culturas anglo e hispano-americanas10. El fracaso de Dewey y James en hacer esto los califica como gringos ciegos.

Siguiendo el ejemplo de Dewey, Anderson considera el comienzo de la filosofía analítica en la década de 1950 como otro caso de cultura con ceguera cultural. Como resultado, los filósofos de Estados Unidos dejaron de estudiar la filosofía continental, así como la historia de la filosofía. El nuevo lenguaje de la filosofía se convirtió en "un inglés oxoniense, anglo-americano propio, estrechamente construido, que esperaban que el resto del mundo filosófico adoptara"11. Desafortunadamente, como señala Anderson, la corriente principal de la filosofía norteamericana permanece centrada en "una cría y pedigrí puros –la idea de que la filosofía podría beneficiarse de la variedad y el cruce de razas se deja fuera"; en efecto, las categorías del pensamiento latinoamericano, así como la filosofía asiática, el feminismo, la teoría de razas, etc. todavía operan como "satélites" de la American Philosophical Association.

Lo que Peirce dijo sobre los españoles y lo que los españoles han dicho sobre Peirce

Comencemos con lo que algunos españoles han dicho sobre Peirce. En la primera parte de Peirce y el mundo hispánico de Jaime Nubiola y Fernando Zalamea, Nubiola (un español) proporciona amplia evidencia acerca de por qué Peirce podría ser diagnosticado como extremadamente ciego culturalmente. Peirce no viajó a México ni a Sudamérica (aunque, como mostraré más abajo, podría haber viajado a Cuba si las circunstancias hubieran sido diferentes), pero estuvo cerca de dos semanas en España en 1870 (cuando tenía 31 años de edad) como parte de una expedición de la U. S Coast Survey para estudiar el próximo eclipse solar sobre el Mediterráneo. Aunque Peirce hablaba con fluidez francés, alemán, latín y griego, no hablaba español ni portugués, pero, como cuenta Nubiola, parece que más adelante adquirió algunos conocimientos de español; entre sus manuscritos hay seis páginas de "Principles of Spanish Grammar" (MS 1236) donde hay notas manuscritas acerca de la pronunciación, los acentos, etc.12. También hay algunos comentarios dispersos en recensiones, escritos matemáticos y lógicos y cartas personales sobre la pronunciación, el origen de los nombres de los números cardinales e incluso evidencias de algún estudio de la lengua vasca13; sin embargo, sus intereses parecen más enfocados hacia la ciencia que hacia la cultura, esto es, a descubrir relaciones lógicas entre lenguas más que a aprender la lengua con el propósito de comunicarse con otros.

Esto no quiere decir, sin embargo, que Peirce no tuviera alguna comunicación con los españoles. La investigación de Nubiola identifica tres hombres que figuraron, de una manera u otra, en la vida de Peirce. El primero es el General Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero, presidente de la Asociación Geodésica Internacional, a quien Peirce vio al menos en dos ocasiones, en París (1875) y en Stuttgart (1877). Fue durante ese tiempo cuando se refrendó la reputación internacional de Peirce como científico. En un encuentro en París, el General Ibáñez le pidió públicamente que expresara su opinión sobre las investigaciones que se estaban llevando a cabo sobre las medidas de la gravedad. La respuesta de Peirce de que había errores en los cálculos europeos sorprendió a la audiencia, pero él fue capaz de defender con éxito su opinión dos años más tarde en el congreso geodésico internacional en Stuttgart, donde fue el primer representante oficial de los Estados Unidos en una sociedad científica14.

Mientras sabemos que Peirce tuvo correspondencia con el matemático Ventura Reyes y Prósper, que obviamente tenía a Peirce en alta estima y le pidió copias de sus trabajos de lógica, se sabe poco sobre la relación con el tercer español, el médico Santiago Ramón y Cajal. Lo que se sabe es que Peirce asistió a sus conferencias en la celebración del décimo aniversario de la Clark University, y que escribió muy favorablemente sobre ellas en su reseña del volumen conmemorativo del evento para la revista Science15.

Peirce parecía tener también opiniones favorables sobre algunos españoles  a lo largo de la historia (o al menos él los consideraba influyentes de alguna manera). En varias listas que él compuso, tales como "Mi lista de grandes hombres" y "Los grandes hombres de la historia", Peirce menciona a Colón, Calderón, Cervantes, El Cid, Carlos V, Cortés, Loyola, Lope de Vega, Velázquez, Francisco Xavier, Garcilaso de la Vega, Ramón Llull, Pizarro, Jiménez de Quesada, Miguel de Servet; el único hispanoamericano mencionado es Simón Bolívar. En otros varios escritos se menciona a Séneca, Quintiliano, Isidoro de Sevilla, Pedro Hispano, Francisco Suárez, Averroes y Juan Luis Vives16.

Pero en contraste con estas relaciones aparentemente positivas y estas opiniones favorables sobre individuos españoles, Peirce parece tener una opinión muy adversa sobre los españoles en general. Parecen encontrarse pruebas de la aguda ceguera cultural de Peirce en varias observaciones despectivas, algunas implícitas y otras, en su correspondencia personal, bastante explícitas. En un cuaderno sobre gramática francesa, en un intento de ilustrar el uso de la palabra "de", Peirce usa un ejemplo de connotaciones negativas: "Los españoles, desesperados por conservar la fidelidad de las naciones vencidas, tomaron la opción de exterminarlas" (traducción mía)17. Y en un cuaderno sobre gramática española, el único ejemplo que usa de adjetivos que toman la "a" para el femenino son: "hombre haragan [sic]: homme paresseux // muger [sic] haragana: femme paresseuse"18.

Pero es en una carta sin fecha a su primo, el famoso político de Massachusetts Henry Cabot Lodge, escrita probablemente en 1898 al borde de la guerra hispano-estadounidense, cuando Peirce realiza la siguiente afirmación bastante chocante: "No creo que los españoles luchen bien, pues los he estudiado en España y todo el pueblo ha sido corrompido por siglos de crueldad, injusticia y rapiña a las que se han entregado, y les queda poca hombría"19.

En una carta escrita a su hermano James (Jem) ese mismo año, Peirce expresa el mismo sentimiento, añadiendo "traición" a la lista de desafortunados rasgos españoles.




Figura 2 Carta a Cabot Lodge20




Figura 3 Carta a James Peirce (Jem)


Nubiola atribuye las opiniones negativas de Peirce a dos posibles razones: el hecho de que España y Estados Unidos eran enemigos, compitiendo por el control del comercio del azúcar con base en el Caribe, y más probablemente la influencia excesiva de su esposa Juliette que, como muchos franceses de esa época, nos dice Nubiola, abrigaba sentimientos profundamente anti-españoles. Pienso, sin embargo, que hacía mucho que Peirce había adquirido esa opinión, incluso antes de encontrarse con Juliette —parece que era una opinión popular entre muchos americanos contemporáneos de Peirce. Nubiola anota los recuerdos de Ramón y Cajal del tiempo que pasó en la Clark University para su conferencia:

Por desgracia, este juicio despectivo hacia los españoles no puede considerarse como chuscada de comensal amable y chancero. Traduce un sentimiento real, sumamente generalizado entre los pueblos anglosajones (…) De mis conversaciones con yanquis, ingleses y alemanes he sacado la convicción de que, a juicio de los enérgicos y laboriosos hijos del Norte, las naciones mediterráneas, y singularmente la portuguesa y la española, están formadas por razas decadentes, degeneradas moral y físicamente, a quienes debe tratarse sin ninguna contemplación21.

En su recensión del libro de Nubiola y Zalamea en las Transactions of the Charles S. Peirce Society, Daniel Campos (nacido en Costa Rica), reprocha a Nubiola que no critica a Peirce "de forma completa, sobre las bases de su propia filosofía, por sus prejuicios culturales al comentar el carácter y la cultura hispánica". Campos alega que aquel que desarrolló la doctrina del sentido común crítico debería haber visto que esas opiniones parciales contra los españoles eran "hábitos afectivos" acríticamente "interiorizados a partir de su [propio] contexto socio-cultural"22. Peirce usa esas opiniones parciales, afirma Campos, como "guías prácticas para la acción y no identifica, critica y modifica esos hábitos a pesar de su filosofía"23. Comentaré la afirmación de Campos en otra sección más adelante.

Lo que Peirce dijo sobre los cubanos y lo que los cubanos han dicho sobre Peirce

Resulta una sorpresa descubrir que Peirce, que tenía una opinión tan mala de los españoles, parecía al mismo tiempo tener en gran consideración a los cubanos.  En las mismas cartas donde difama a los primeros, alaba a los segundos:

(...) Pero respecto a los cubanos, han pasado por el horno purificador de la adversidad, y aquellos que habitaban en Key West, en su mayor parte refugiados, el invierno que estuve allí, eran mucho mejores que los negros, la gente de Bahamas, o los americanos de allí, y muy superiores a lo que hubiese imaginado que eran los fabricantes de zapatos Lynn24. Todas las mañanas un hombre, contratado por los fabricantes de cigarros montaba un púlpito en la fábrica y les leía durante todo el día. El único crimen violento durante ese invierno fue cometido por un americano25.

(...) y lo que he visto de los cubanos me hace pensar que son muy superiores a los españoles (...)26.

La opinión de Peirce sobre los cubanos, sin embargo, estaba en un marcado contraste con la opinión de muchos de sus contemporáneos americanos, que veían a los cubanos bajo la misma luz desfavorable que veían a los españoles:

Muchos de ellos poseen el mismo encanto superficial de los niños listos, echados a perder por la naturaleza y la geografía, pero bajo la superficie combinan las peores características de la desafortunada mezcla e interpenetración de las culturas negra y española, la pereza, la crueldad, la inconstancia, la irresponsabilidad y la falsedad innata27.

Resultaría razonable citar la política y la economía de la época como al menos parte de la razón de esta negatividad hacia los españoles y sus descendientes28. La guerra hispano-estadounidense de tres meses que estalló después del hundimiento del Maine en la Bahía de la Habana en 1898 fue el último capítulo de una larga serie de hostilidades. Las viejas rivalidades entre España e Inglaterra se reflejaron en el nuevo mundo en cuanto los ingleses llegaron al continente casi sesenta años después que los españoles; había por ambos lados espionaje, piratería, escaramuzas y en breve toda clase de hostilidades29. Las relaciones entre España y la nueva nación de los Estados Unidos continuaron en su mayor parte por el mismo camino. A principios de la década de 1800, cuando los piratas se establecieron en el pueblo de Regla en la bahía de la Habana para revender el botín de los barcos de los Estados Unidos, se produjo la primera de muchas incursiones de la marina norteamericana a lo largo de la costa cubana para "acabar con ese mercado"30.

Tanto España como Estados Unidos eran bien conscientes de la localización estratégica y de las riquezas de la isla; desde que Cristóbal Colón desembarcó allí en su primer viaje, se convirtió también en uno de los centros administrativos más importantes de las colonias españolas. Las expediciones para la exploración de México, América Central y del Sur, así como una gran parte de Norteamérica, embarcaban desde Cuba. En 1524 los barcos españoles llegaron tan al norte como hasta Canadá; aparentemente no estuvieron mucho tiempo, y la leyenda dice que dieron la razón en el nombre: "acá-nada"31. Para 1535 los españoles habían alcanzado el Río de la Plata. San Agustín, Florida, la ciudad más antigua de los Estados Unidos, fue fundada en 156532.

Tanto John Quincy Adams como Thomas Jefferson eran conscientes de la importancia de Cuba; Adams escribió que Cuba y Puerto Rico eran "apéndices naturales del continente de Norte América"33. Un anciano Thomas Jefferson  expresaba el mismo sentimiento al entonces presidente James Monroe: "la adición de Cuba a nuestra confederación es exactamente lo que hace falta para redondear nuestro poder como nación". Unos pocos meses más tarde escribía:

Siempre he visto a Cuba como la más interesante adición que podría hacerse alguna vez a nuestro sistema de Estados. El control que junto con Florida Point nos daría esa isla sobre el Golfo de México y los países y el istmo que limitan con él, así como aquellos cuyas aguas fluyen en él, colmaría la medida de nuestro bienestar político34 .

Además de la ventaja geoestratégica, estaba también la cuestión de los recursos naturales de la isla. Su fértil suelo producía para ese momento una considerable porción del suministro mundial de azúcar, y quien la controlara podría controlar el mercado mundial35. Se extraían también cantidades significativas de hierro: en un momento dado 50.000 toneladas al mes36.

Sin embargo, en tanto que Cuba seguía siendo una posesión española, las generaciones de Jefferson y Adams respetaban oficialmente la soberanía española, aunque había personas que apoyaban directamente a los cubanos separatistas37. Cuando estalló la infructuosa lucha de diez años por la independencia de Cuba en 1868, justo cuando la guerra civil americana llegó a su fin, algunos miembros del Congreso vieron de nuevo una oportunidad para anexionar la isla38. Pero otros se oponían completamente a la anexión: muchos argumentaron contra "una mayor introducción del elemento africano", contra el convertir en ciudadanos americanos "a los nativos desnudos de los trópicos", y además "tenemos ya suficiente de las razas inferiores entre nosotros sin (…) los criollos y los negros de Cuba"39. Un senador de Kentucky se horrorizaba:

Bien, señor, mi orgullo nacional como americano se rebela ante la idea (…) [de anexionar Cuba] (…) No quiero ver nuestra raza anglosajona (…) nuestra tribu americana, mezclada con ese tipo malo de contacto40.

A un senador de Maryland le repugnaba igualmente el pensamiento de:

una naturalización en masa de quinientos o seiscientos mil cubanos, completamente ignorantes de las instituciones de este país, completamente incompetentes para ejercer los derechos de un gobierno republicano41.

El cónsul estadounidense en ese tiempo coincidía: los cubanos eran "una gente heterogénea y extranjera, no acostumbrados al republicanismo y muchos de ellos no acostumbrados tampoco a la civilización o al cristianismo". Un general del ejército de Estados Unidos coincidía también, considerando que los cubanos eran:

generalmente sin mérito, y no más capaces de autogobierno que los salvajes de África. El cubano medio es de un orden de humanidad muy bajo (…) una mezcla de español, italiano y negro, y hereda las malas cualidades de todos ellos42.

La idea de la anexión fue finalmente rechazada.

Mientras tanto, España hizo algunas reformas conciliadoras, pero a pesar de todo continuó la insurgencia, y los intelectuales y hombres de negocios cubanos viajaron a Estados Unidos pidiendo apoyo. Con base en Nueva York, el partido revolucionario cubano estableció importantes relaciones con periódicos, que habían cubierto diariamente la rebelión; la opinión pública comenzó a oscilar, y creció la simpatía por los insurgentes. Cuando el cónsul general Fitzhugh Lee informó de que multitudes, dirigidas por oficiales españoles, estaban creando alborotos en las calles y envió un mensaje de que "deben enviarse barcos", la respuesta del presidente McKinley fue mover el acorazado Maine a la Bahía de la Habana, donde echó el ancla hasta la noche del 15 de febrero de 1898, cuando una explosión rompió el casco del barco y lo hundió, matando a 260 marineros estadounidenses43.

Peirce no viajó a Cuba ni a ningún otro lugar en Latinoamérica, pero entró en contacto con la comunidad cubana a principios de 1885, cuando estuvo destinado en Key West durante aproximadamente dos meses por su trabajo en la U. S. Coast and Geodetic Survey. El año anterior, en una carta a J. E. Hilgard, superintendente de la Coast Survey, había recomendado que se tomaran las futuras medidas de la gravedad y se establecieran los asentamientos "donde hay diversidad geográfica y geológica"44. Peirce proporcionó a Hilgard una lista de 114 asentamientos (pasados y propuestos) que iban desde Reikiavik a la Patagonia, a Sydney o Halifax45. En esa lista se incluían, además de Key West, las ciudades cubanas de La Habana y Cienfuegos46. Sin embargo, en el mapa que proporcionó con los asentamientos sólo se señala Cienfuegos. Quizá si las circunstancias hubieran sido diferentes (durante ese tiempo la Coast Survey estaba inmersa en una investigación por mala administración y como resultado muchas investigaciones científicas fueron finalmente restringidas), Peirce podría haber viajado a algún punto de Cuba para continuar allí las medidas de la gravedad.



Figura 4
Lista de estaciones propuestas y actuales47



Figura 5
Mapa de estaciones propuestas y actuales48

Tenía sentido para Peirce empezar las investigaciones planificadas en el Caribe en Key West. En ese tiempo, Key West era la ciudad más grande de Florida con 18.000 habitantes. Antes de convertirse en parte del territorio americano en 1821, Key West estaba en su mayor parte ocupada por bahameños, dedicados al lucrativo comercio de los naufragios (había una ligera diferencia entre los naufragios y la piratería; en el primero estabas obligado a salvar vidas antes de salvar y subastar los restos de los barcos naufragados al chocar con la gran barrera de arrecifes enfrente de la isla). Para principios de 1831 se habían construido dos faros, y los cuarteles de la armada estadounidense se habían establecido oficialmente en Fort Taylor, Key West. Para cuando Peirce llegó de visita, la ciudad estaba en alza: tenía grandes almacenes llenos de bienes de los naufragios esperando ser subastados, un animado muelle con muchos barcos cargados de productos para el comercio, y una gran Aduana, junto con una variada población de comerciantes y profesionales. En una nota a Hilgard el 11 de marzo, Peirce escribe: "Llegué aquí el primero de marzo. Los demás vinieron el siguiente jueves. Siento decir que todo el transporte ha costado mucho más de lo que yo esperaba"49.



Figura 6
Fort Taylor50

Aunque todavía no he sido capaz de encontrar ningún registro del viaje de Peirce a Key West (hubo un gran incendio al año siguiente, que destruyó el 80% de la ciudad), llegó muy probablemente en un vapor comercial de la línea Mallory; el Lampassas y su buque hermano, el Álamo, botado en 1883, eran dos de los muchos vapores Mallory que hacían semanalmente el viaje desde Nueva York a Key West en cinco o seis días. Es también probable que se quedara en el alojamiento de uno de los ingenieros de Fort Taylor51.


Figura 7
Vapor de la Mallory Line52


Figura 8
Alojamientos de los ingenieros53

Había una considerable población cubana en Key West, principalmente emigrantes y exiliados, que eran dueños de la industria del tabaco o trabajaban en ella. Junto al comercio de los naufragios, la industria del tabaco producía las mayores ganancias. Peirce se reunió muy probablemente con varios cubanos ricos que vivían en Key West, incluyendo a Eduardo Hidalgo Gato, un rico propietario de la industria cubana del tabaco que dio lugar a Gatoville, una exitosa comunidad industrial que abarcaba casas, parques y colegios adyacentes a la fábrica de tabaco. Pienso que Gatoville es lo que le recordaba a Peirce al famoso centro de producción de zapatos Lynn en Massachusetts que menciona en su carta a Cabot Lodge.


Figura 9
Eduardo Hidalgo Gato54

Me parece probable que la opinión favorable de Peirce sobre los cubanos, expresada algunos años más tarde, se formara durante ese tiempo. También me gustaría proponer que fue probablemente entonces cuando comenzó por primera vez a pensar en adoptar el nombre de "Santiago". Se dice55 que la primera evidencia de su uso del nombre es alrededor de 1890, de modo que el tiempo coincidiría. Peirce debió de escuchar español por todas partes, y quizás incluso referencias a la ciudad de Santiago de Cuba donde nací (llamada así por la ciudad española de Santiago de Compostela). El tener Santiago como segundo nombre no sólo serviría como tributo a su amigo William James (como se ha propuesto)56, sino que también emularía el segundo nombre de su compañero del Metaphysical Club, Nicholas St. John (San Juan) Green, cuya "inteligencia maravillosamente poderosa" Peirce admiraba, y quien aparentemente le sirvió como inspiración para el principio del pragmatismo57. En "El pragmatismo hecho fácil" Peirce habla de los días del Metaphysical Club:

Green estaba especialmente impresionado con las doctrinas de [Alexander] Bain, y nos impresionó con ellas al resto de nosotros; y finalmente el escritor de esto propuso lo que llamó el principio del pragmatismo (…) El punto particular que había sido sostenido por Bain y que más había impresionado a Green y a través de él al resto de nosotros es la insistencia en que aquello en lo que un hombre realmente cree es aquello conforme a lo cual estaría listo para actuar y arriesgar mucho58 .

Me gustaría pasar ahora a la segunda parte de esta sección, lo que los cubanos han dicho sobre Peirce.

Hace aproximadamente tres años, un colega pragmatista, al enterarse de que yo soy nacida en Cuba y hablo español, me dio copias de las páginas de un libro que había recibido como regalo de un autor cubano que había conocido al asistir a un congreso en Cuba. Ya que él no hablaba español, me pidió que le contara lo que me parecía el libro. Al final escribí un artículo sobre el libro El pragmatismo en Cuba, de Antonio Armas Vásquez, publicado en La Habana en el 2004, que me pareció adecuado para presentar en la Primera Conferencia Internacional de la Texas A&M sobre Pragmatismo en el Mundo Hispánico en febrero del 2010. Casualmente, el autor fue a la Conferencia y presentamos nuestros textos en la misma mesa. Lo que sigue son algunos aspectos de lo que este cubano ha dicho sobre el pragmatismo (y sobre Peirce).

En su artículo "Introducción al pragmatismo en Cuba" para la Revista Cubana de Ciencias Sociales59 y en su libro de 2004 El pragmatismo en Cuba, Antonio Armas Vásquez sostiene la teoría de que los acontecimientos cruciales en la historia de Cuba entre 1895 (el comienzo de la guerra de la independencia de España) y 1959 (el principio oficial de la rebelión de Castro) están directamente relacionados con la promulgación del pragmatismo como filosofía en Cuba por los Estados Unidos. A través de una reforma social y pedagógica, así como de publicidad y campañas de marketing, afirma Armas, los Estados Unidos buscaban ejercer de forma encubierta su control absoluto sobre la joven nación para completar su programa imperialista60.

Armas expone la siguiente tesis básica tanto en su artículo como en su libro:

No es posible entender la diversidad de los problemas filosóficos de la época (…) si no nos atenemos a que el carácter determinante de las relaciones de producción capitalista exigieron en Cuba una "adecuación" de la superestructura política acorde con las nuevas necesidades de desarrollo y las características de los lazos de dependencia con respecto a E.E.U.U. (…) Pudiéramos afirmar, por lo tanto, que el pragmatismo se difundió en Cuba no con una carta de presentación propia, sino por medio de variadas corrientes coincidentes, escuelas, teorías y la propaganda siempre presente del imperialismo norteamericano61.

El resto del libro intenta sostener, con ejemplos específicos, cómo la vida cubana fue guiada y controlada por Estados Unidos, a veces de forma patente, a veces de maneras más sutiles, mediante un constante y continuo bombardeo de ideas, técnicas, organizaciones, proyectos sociales, manifestaciones culturales y políticas (tanto científicas como económicas), con la intención de reestructurar la base de un nuevo sistema social y de consolidar una nueva cultura basada en la anglosajona. El pragmatismo como filosofía proporcionaba la metodología para esto, afirma Armas, ya que sus grandes progresos en psicología, educación y sociología servían para convertirse en "una influencia notoria" para una mejor integración de las aspiraciones de Estados Unidos de expandir su sistema de ideas.

Antes de dedicar el resto del libro a ejemplos históricos de cómo los cubanos fueron afectados por el pragmatismo, Armas explica la teoría pragmatista en la primera parte del libro para relacionarla con sus afirmaciones respecto a su influencia durante este periodo en la historia de Cuba. Identifica correctamente los orígenes del pragmatismo con Charles Peirce y William James. Sin embargo, Peirce sólo se menciona de pasada. Lo más que se dice sobre él es que una de sus contribuciones fue centrarse en la semiótica; en efecto, en la bibliografía no se lista ninguna de las obras de Peirce,  ni ninguna obra de los estudiosos de Peirce. Por otra parte, Armas tiene más que decir acerca de James, Dewey y Mead (en la bibliografía aparecen cinco obras de Dewey, dos de James y Self and Society de Mead). Con dos o tres excepciones en el caso de Dewey, sin embargo, tampoco hay mención a fuentes secundarias de filosofía para esos otros pragmatistas.

Según Armas, "John Dewey planteó asumir la prueba de la verdad de una proposición de acuerdo con su utilidad practica, lo que se explica por el propósito del pensamiento de guiar la acción. De tal modo que el efecto de una idea es más importante que su origen"62. El punto de Armas, que sostendrá a lo largo del libro, es que es más fácil manipular la conducta de la gente si se hace que la verdad sea relativa a la función, la practicidad, la acción. Los valores tradicionales, las grandes ideas, las creencias largamente sostenidas tienen que ser sometidas a prueba; si no son útiles han de descartarse, independientemente de su origen. Armas usa entonces su interpretación del pragmatismo de Dewey para aseverar que es el origen de las peores políticas conservadoras norteamericanas, asociadas a la falta de valores morales del comportamiento político de ese Estado en la arena internacional63.

El instrumentalismo de Dewey se explica de la siguiente manera: "los instrumentalistas consideran el pensamiento como un método de enfrentarse a las dificultades"64. Desde este punto de vista, las ideas y el conocimiento sólo son "procesos funcionales, es decir, sólo tienen importancia en la medida en que sean elementos útiles durante el desarrollo de la experiencia"65. Armas ve que esos intentos reduccionistas socavan a propósito las concepciones existentes del conocimiento y los valores, preparan el terreno para un relativismo general y mejoran las probabilidades de aceptar nuevas normas y valores en sintonía con los intereses capitalistas.

El interés de Dewey por reformar la teoría y la práctica de la educación es interpretado por Armas como proporcionando la metodología para lograr ese objetivo capitalista. Ese instrumentalismo y funcionalismo no sólo influyó directamente en la pedagogía, sino también en la sociología y la psicología de su tiempo, afirma Armas. La psicología experimental, por ejemplo, "se manifestaba con gran fuerza dirigida hacia la conducta del estudiante y su control".

La conexión entre pragmatismo, política, psicología y sociología puede verse, de acuerdo con Armas, en una teoría social específica que sirve para definir la conducta social, su esencia y su control y dirección, valorando:

• El éxito personal

• El valor del trabajo individual

• La economía de los medios (incluyendo los intelectuales)

• Una supuesta naturaleza humana hedonista

• La iniciativa emprendedora privada (…) que son consustanciales al proceso de producción capitalista66.

William James y George Herbert Mead son vistos como co-colaboradores con la reconstrucción de la psicología y la sociología con propósitos capitalistas. Con James, afirma Armas, se desarrolló dentro del pragmatismo "cada vez con mayor fuerza un movimiento abiertamente irracionalista, que por distintas vías representa una tendencia subjetivista aun mayor"67. De modo que el pragmatismo asume desde sus antecedentes una variante "irracionalista (…) la verdad es lo que le parece a cualquier persona"68. De nuevo, Armas afirma que todo esto fue usado para socavar valores existentes en orden a crear nuevas normas y valores a través de la educación en sintonía con los intereses capitalistas.

"Se implantaron numerosas técnicas que se presentaban como ciencias, cubiertas con una base estadística, donde cierta pseudo-concreción se esforzaba por reflejar una imagen objetiva mediante un análisis cuantitativo riguroso"69. Después de todo, concluye Armas, "para ellos la cuestión decisiva no era siempre el contenido del saber, sino para qué fines se utilizaba y quiénes lo controlaban"70.

La razón detrás de toda esta intriga, afirma Armas, es que los Estados Unidos vieron una oportunidad en la nueva nación subdesarrollada que acababa de salir de la colonización española en 1898. La conexión entre filosofía, psicología y sociología resultó ser valiosa para esta empresa, señala Armas. Dado el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de Cuba, las necesidades del capitalismo pedían "desde muy arriba un proceso controlado de modernización sustentado en una superestructura política sujeta al imperialismo norteamericano con el propósito de controlar al individuo"71.

Armas dedica el resto de su trabajo a proporcionar pruebas históricas para su tesis. Relata que en 1900 Harvard financió el viaje a más de 1.200 profesores cubanos de todas las clases sociales, incluyendo a negros, para un seminario. Interpreta esto exactamente como un intento de "americanizar" a los profesores enseñándoles inglés, así como inculcándoles los estereotipos más frecuentes en ese momento de la superioridad de los anglosajones y del carácter inferior de las "razas" latinas, así como fingiendo la solidaridad hacia Cuba de la mayoría de la población norteamericana72. Para 1916, cita, había una continua multitud de profesionales siendo formados en Harvard y otras universidades.

Este "colonialismo cultural" podía verse también en la introducción de libros de texto "deformados2 en las escuelas, propaganda acerca de las virtudes del modo de vida americano, del capitalismo, de la discriminación racial, etc., todo ello parte de un proceso para el control de todos los aspectos de la vida cubana, según Armas. La traducción de Alfredo Aguayo (el famoso educador cubano) de las obras de Dewey y su apoyo a la reforma pedagógica se proporciona como un caso de esta "apología" abierta de la democracia americana. Pronto le siguieron, explica Armas, reformas del curriculum a niveles pre-universitarios y universitarios. Enrique José Varona, otro pionero en reformas educativas, incluía las materias de psicología, lógica y ética para ser enseñadas en los años pre-universitarios, y sustituyó el inglés y el francés por latín y griego. También se introdujeron las versiones subjetivistas e irracionalistas del pragmatismo a la nueva generación en los niveles pre-universitario y universitario, sostiene Armas, especialmente a través del estudio de la filosofía de James: "otras variantes del irracionalismo que recababan la importancia de la intuición, el sentimiento y el instinto, como formas principales del conocimiento"73. Tanto Aguayo y Varona, Roberto Agramonte, un filósofo, como Tomás Estrada Palma, el primer presidente electo de Cuba, y otros famosos exiliados que pasaron algún tiempo en Estados Unidos, son descritos por Armas como contaminados por la influencia corrupta del vecino capitalista del norte: "Se podría apuntar al respecto (…) el rol relevante de las personas emigradas.  Ellas recogieron durante su exilio una carga de influencia del país receptor, en su mayoría de Estados Unidos.  El propio primer presidente Tomas Estrada Palma durante su largo exilio había fundado un colegio en Estados Unidos.  Enrique José Varona por su parte emigró (…) recibiendo un conjunto de influencias aún no estudiadas"74.

En mi opinión, la interpretación de Armas de la historia de Cuba a la luz del pragmatismo es, en el mejor de los casos, imaginativa y en el peor inexacta y tergiversada. No hay duda de que en Estados Unidos había muchos que clamaban por la anexión de Cuba; en efecto, Peirce admite ser uno de esos en las cartas, mencionadas anteriormente, a Cabot Lodge y a su hermano James: "Todos nuestros hombres del estado de Massachusetts me han enseñado desde mi niñez que Estados Unidos debería poseer Cuba". Los Estados Unidos estaban en efecto muy implicados en los asuntos cubanos en ese tiempo: la doctrina Monroe, la guerra hispano-americana, la enmienda de Platt (que permitió que las tropas estadounidenses ocuparan el territorio cubano para la protección de "la vida, de la libertad y la propiedad") son amplias evidencias de eso. Pero es una cuestión muy distinta sugerir que el pragmatismo fue ideado como un plan para apoyar las necesidades capitalistas y mantener, como Armas se esfuerza por sostener, que el pragmatismo fue utilizado a propósito y encubiertamente por los políticos, así como por los sociólogos, los psicólogos, los educadores y los filósofos para controlar todos los aspectos de la vida cubana.

La idea equivocada de Armas de la teoría pragmatista en ningún lugar es más evidente que en su análisis de un comentario hecho por un reconocido estudioso cubano en la década de los cincuenta:

El propio Agramonte al referirse al pragmatismo no como "un sistema de filosofía, sino como un método, un camino", nos sugiere la idea de representarnos el lugar del pragmatismo en Cuba como "teoría social" y con una función sociológica que tendría varias etapas. Lo que fue siguiendo el proceso de continuidad-cambio de la dominación imperial75.

Alguien íntimamente familiarizado con la obra de Charles Peirce reconocería que Roberto Agramonte se estaba refiriendo a la afirmación de Peirce  de que el pragmatismo no debería ser considerado en sí mismo como una filosofía, sino más bien como "un método de obtener concepciones vitalmente distintas (…) de alcanzar una claridad de pensamiento". A Armas sin embargo se le escapa ese punto e interpreta el comentario de Agramonte, como hace en muchos casos a lo largo del libro, como una prueba más que apoya su tesis de la conspiración pragmatista imperialista para el control de Cuba.

Conclusión

Douglas Anderson consideraba a Peirce como el "gringo [pragmatista] más ciego" pues, aunque sus años finales de pobreza le permitieron ver la ceguera de su arrogante juventud, sin embargo, a diferencia de James y de Dewey, ofreció poco en forma de historias de "despertar cultural". Sin embargo, afirma Anderson, nos legó una hipótesis metafísica, el sinejismo, que tiene en cuenta los despertares culturales del tipo que Anderson recomienda como cura para la ceguera cultural, al menos para "filósofos gringos ciegos". Esta cura consiste en aprender "a leer filosofía en nuevas lenguas y a sumergirse en otras culturas e historias filosóficas". Así como Darwin mantuvo la continuidad de las especies biológicas, Anderson afirma que la teoría del sinejismo de Peirce mantiene la continuidad en conjunto de toda la naturaleza. Peirce comenzó mostrando que la continuidad, como concepto matemático y lógico, sostiene que los límites o fronteras entre las cosas, sean especies, ideas o cosas, no son rígidos. El ejemplo de Peirce es el del límite entre una mancha roja y una azul; el límite no es ni rojo ni azul: "el límite es mitad rojo y mitad azul"76. Igual que con las especies biológicas, las culturas humanas son continuas, y como las especies biológicas nuevas, que emergen en los límites de especies relacionadas mediante cruces, Anderson afirma que pueden desarrollarse nuevos hábitos culturales como resultado de cruces en los límites de las culturas. Por tanto, aunque Peirce en sí mismo era culturalmente ciego, lo compensa proporcionando una poderosa historia evolutiva que puede usarse para remediar ese infortunio.

Daniel Campos, también, cree que Peirce era culturalmente ciego. Pero va más allá que Anderson; cree también que Peirce debería ser criticado "abierta y completamente  por sus prejuicios culturales contra los hispánicos" y reprocha a Nubiola que esté "poco dispuesto" a hacerlo77. Más aun, Campos cree que "los prejuicios sin restricción de Peirce son en efecto un fallo a la hora de vivir su filosofía". ¿Puede decirse algo en defensa de Peirce?

La cuestión de la relación de la vida personal de un filósofo con sus opiniones filosóficas es una cuestión controvertida. Todos conocemos la falacia ad hominem, que nos advierte que no juzguemos la valía de un sistema de ideas sobre la base de la vida de su autor. La idea, por supuesto, es que tales sistemas deberían sostenerse y ser juzgados por su propio mérito. Al mismo tiempo, sin embargo, una mirada invasiva en la propia vida de un filósofo puede a veces ser interesante, y quizás incluso puede resultar iluminadora al interpretar sus obras. ¿Pero es justo juzgar a un hombre en base a comentarios descuidados hechos en una carta personal? Quizás Nubiola era reacio a hacerlo.

Pienso sin embargo que Peirce cometió al menos la falacia de la generalización precipitada cuando no dedicó suficiente tiempo y esfuerzo a formar su opinión sobre los españoles, un delito, sin lugar a dudas, para un lógico. Y no pienso que nadie familiarizado con los escritos de Peirce (o con su vida) pueda dejar de detectar un toque, por decirlo cortésmente, de arrogancia en su actitud (aunque menor en sus últimos años). Pero, ¿podemos concluir entonces que no logró vivir su filosofía? Pienso que no; puede argumentarse que Peirce es consistente con sus opiniones a partir de lo que dijo sobre la duda y la fijación de las creencias.

Peirce consideró que la empresa cartesiana estaba completamente equivocada en su intento de duda universal. Para Peirce no podía haber tal cosa: uno no puede dudar verdaderamente de todo de una vez. Cada persona tiene un conjunto de creencias, cada una de las cuales puede tomarse para ser probada, pero esto sólo sucederá si hay una razón para cuestionarla.

Cuando despertamos por primera vez al hecho de que somos seres pensantes y podemos ejercer algún control sobre nuestros razonamientos, tenemos que emprender nuestros viajes intelectuales desde la casa en la que nos encontramos78.

La irritación de la duda es el único motivo inmediato para la lucha por obtener creencia (…) con la duda por tanto comienza la lucha, y con el cese de la duda termina. Por tanto el único objeto de la investigación es que se establezca la opinión. Podemos suponer que eso no es suficiente para nosotros, y que no buscamos meramente una opinión sino una opinión verdadera. Pero pongamos a prueba esa suposición, y se demuestra que no tiene fundamento; pues tan pronto como se alcanza una creencia firme estamos del todo satisfechos, ya sea la creencia verdadera o falsa79.

Peirce partió a sus viajes intelectuales (igual que a sus viajes reales) con ciertas creencias de cosecha propia, en apariencia bastante frecuentes entre sus pares, acerca de los españoles en general. Eso es lo que Nubiola tiene en mente cuando dice "sin ninguna duda, Charles Peirce era un hijo de la cultura de Nueva Inglaterra de su tiempo", refiriéndose a la carta a Cabot Lodge80. Desafortunadamente parece que nada de lo que Peirce experimentó en las dos semanas que pasó en España le dio motivo para dudar de su creencia de entonces. En efecto, ser estafado en el Hotel Siete Suelos en Granada probablemente sirvió para proporcionar más fundamento a su creencia81. Su  opinión estaba formada; estaba del todo satisfecho, no había razón para cuestionarla. Incluso aunque se le hubiera ocurrido por su propia cuenta que quizás estaba siendo injusto en su juicio, no habría podido forzarse a sí mismo a cambiar su creencia si no hubiera encontrado de hecho razón para dudarla.

¿Por qué no pueden ver los hombres que aquello que no dudamos, no lo dudamos, de modo que es una falsa pretensión fingir que lo cuestionamos?82.

Si no puedes de ninguna manera dudar una proposición —no puedes llegar deliberadamente a albergar la menor sospecha de su verdad, es evidente que no hay lugar para desear nada más (…) pues aquello de lo que uno no duda no puede hacerse más satisfactorio de lo que ya es83.

Parece que a algunas personas les gusta discutir sobre un punto después de que todo el mundo está completamente convencido de él. Pero no puede hacerse ningún avance. Cuando la duda cesa, la acción mental sobre la cuestión llega a un fin; y, si continuara, sería sin un propósito84.

Pero parece haber evidencia de que en una situación similar reajustó en alguna medida su sistema de creencias. Me parece sensato suponer que Peirce habría sostenido la misma opinión negativa, predominante entre sus contemporáneos, acerca de los cubanos que, al ser descendientes de los españoles, tendrían las mismas características (¡o peores!) que ellos. Pero Peirce al final no compartió esa opinión desfavorable; aparentemente las "intensas" experiencias de los dos meses que pasó en Key West provocaron la irritación de la duda, y formó la opinión de que los cubanos eran trabajadores, honestos y fuertes.

En general, por supuesto, la ceguera cultural no es un mal exclusivo de los norteamericanos y, como sucede en toda enfermedad, algunos casos son mucho más serios o complejos que otros. Como afirma Nubiola, "un profundo anti-americanismo ha sido un factor dominante y conductor, todavía activo hoy en día, en la cultura hispánica a lo largo del siglo veinte, tanto en España como en los países hispanos de América"85. Armas es uno de esos casos. Partiendo de lo que él decía en sus obras en el momento de escribirlas, podemos calificar a Armas también como  culturalmente ciego, y la visión que él propone, que me temo que es la establecida en Cuba86, como un caso de una cultura de ceguera cultural extrema. Afortunadamente, sin embargo, si Anderson tiene razón, hay una cura; la cura de aprender otras lenguas y leer otras historias, la cura que se fundamenta, irónicamente, en esa misma filosofía, el pragmatismo americano clásico, que la generación de Armas tristemente ha malentendido.

(Traducción castellana de Sara Barrena, agosto del 2010)


Notas

1. Uso el término Iberoamérica y no Hispanoamérica en un intento de incluir también a Portugal y Brasil

2. Anderson, Douglas. "Three Blind Gringos", texto presentado en la Primera Conferencia Internacional sobre Pragmatismo y el Mundo Hispano/Latino en Texas A&M, 18-20 febrero, 2010. La referencia por supuesto es al poema infantil "Three Blind Mice". Anderson no pudo asistir en persona a la Conferencia, pero se conectó a través de Internet para la sesión. Se presentó también a sí mismo como "un gringo ciego". Ese texto no está publicado, pero amablemente me proporcionó un borrador.

3. John Mc Dermott se refirió al texto de Anderson en las observaciones finales de la Conferencia. Desafortunadamente, me dijo después, no escribió un texto formal; dijo que sus comentarios fueron en gran medida improvisados. Lo esencial de sus comentarios fue, sin embargo, que él pensaba que Anderson no estaba siendo realista al esperar que Peirce y los demás de su época hubieran sido "políticamente correctos".

4. Me gustaría expresar mi gratitud a Thomas Hambright de la Monroe County Library, a Rebecca Simms del Historical Museum of South Florida, Joseph Knetsch del Florida Department of Environmental Protection, Adam Watson del Florida Department of State Library and Archives, sección de fotografías, James Cusick, encargado de la Florida Historical Society y John Shipley de la Miami Dade Library por su ayuda en mi investigación sobre Peirce en Key West.

5. Anderson, "Three Blind Gringos" (sin publicar).

6. Ibid

7. Ibid. (LW3.159)

8. http://www.ourdocuments.gov

9. http://www.ourdocuments.gov

10. Anderson, "Three Blind Gringos" (sin publicar).

11. Anderson, "Three Blind Gringos" (sin publicar).

12. Nubiola, Jaime y Zalamea, Fernando.  Peirce y el mundo hispánico. Lo que C. S. Peirce dijo sobre España y lo que el mundo hispánico ha dicho sobre Peirce. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 2006, p. 84.

13. Ibid., pp. 86-95.

14. Ibid., pp. 97-103.

15. Ibid., pp.103-113.

16. Ibid., pp. 116-132.

17. "Les espagnols desesperant de retenir les nations vaincues dans la fidelite prirent le parti de les exterminer" (MS 1237).

18. Nubiola, Jaime. "C. S. Peirce and the Hispanic Philosophy of the Twentieth Century", Transactions of the Charles S. Peirce Society 24/1, 1998, pp. 31-49.

19. Ibid.

20. Mi agradecimiento a Cornelis de Waal por enviarme copias de las cartas de Cabot Lodge (Figura 2) y de James Peirce (Figura 3). También aparecen en Peirce y el mundo hispánico de Nubiola.

21. Nubiola, 2006, p. 112.

22. Campos, Daniel.  "Peirce y el mundo hispánico: Lo que C. S. Peirce dijo sobre Espana y lo que el mundo hispánico ha dicho sobre Peirce", Transactions of the Charles S. Peirce Society. Vol. 43, no. 4, 2007.

23. Ibid.

24. Lynn había sido un gran centro en Massachusetts para la producción familiar de zapatos hechos a mano; en 1860, con la llegada de la producción industrial, 20.000 trabajadores de la industria zapatera –hombres y mujeres- consiguieron aumentos de salario después de realizar la mayor huelga de los Estados Unidos antes de la Guerra Civil.

25. Nubiola, "C. S. Peirce and the Hispanic Philosophy of the Twentieth Century", Transactions of the Charles S. Peirce Society 24/1, 1998, pp. 31-49.

26. Ibid.

27. Schoultz, Lars.  That Infernal Little Cuban Republic: The United States and the Cuban Revolution. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2009, p. 7.

28. Ramón y Cajal cree sin embargo que parte de la culpa reside en los españoles: "creo también que españoles, portugueses e hispanoamericanos, con nuestras grotescas asonadas y pronunciamientos, nuestro desdén por la ciencia y las grandes iniciativas industriales –que sólo prosperan cuando se apoyan en descubrimientos científicos originales-, nuestra secular ausencia de solidaridad política (…) hacemos cuanto es posible para justificar el desprecio y la codicia de las grandes nacionalidades". Nubiola, 2006, p. 112.

29. Larrua-Guedes, Salvador.  Historia de la Florida Colonial Hispana Tomo I.  Coral Gables: España Florida Foundation 500 Years, 2010, p. 21.

El historiador americano, Charles Lummis, contemporáneo de Peirce, fue uno de los pocos norteamericanos que reconocieron la importancia de los exploradores españoles en su libro The Spanish Pioneers: "Este libro ha sido escrito porque creo que todo anglo-americano joven ama el juego limpio y admira el heroismo tanto como yo. No hemos hecho justicia a los pioneros españoles simplemente porque hemos estado engañados. Consiguieron un logro incomparable, pero nuestros libros de texto no han reconocido ese hecho (…) la colonización española de América fue la mayor y más maravillosa proeza de la humanidad en toda la historia". http://manybooks.net/titles/lummisc3309533095-8.html

30. Schoultz, p. 13.

31. Los canadienses consideran que el nombre viene de "kanata" la expresión para "pueblo" en el idioma de los Huron-Iroquois.

32. Larrua-Guedes, Salvador. Historia de la Florida Colonial Hispana Tomo I.  Coral Gables: España Florida Foundation 500 Years, 2010, p.43.

33. Schoultz, pp. 18-19.

34. Ibid.

35. Peirce escribió dos cartas al editor de The Nation sobre esa cuestión en diciembre de 1884 y en enero del 85 (W:5.144-49, 1884-850).

36. Schoultz, 2009, pp. 18-19.

37. Había casos de contrabando de armas para apoyar a los separatistas, tal como el incidente del Virginius, en el que los británicos y los americanos, así como los cubanos, oficiales y tripulación fueron ejecutados por los españoles después de que lo capturaran el alta mar.

38. Antes de la guerra civil, algunos políticos sureños presionaron para la anexión como parte de un esfuerzo por adquirir más estados de esclavos (Schoultz, p. 19).

39. Schoultz, pp. 20-23.

40. Ibid.

41. Ibid.

42. Ibid.

43. Aunque los Estados Unidos declararon la guerra a España como resultado, hoy en día se considera que la explosión no fue resultado del sabotaje español.

44. W:5.116,1884.

45. La "x" marca las estaciones que ya están ocupadas, explica Peirce.

46. Cienfuegos, uno de los principales puertos de Cuba, era un centro de comercio de azúcar, así como de café y tabaco.

47. W:5.116,1884.

48. W:5.116,1884.

49. Debo agradecimiento a Marta Morgade que, mientras investigaba en Indianapolis, encontró y me envió por correo esta información.

50. Colección "Key West" en el Historical Museum of South Florida.

51. Según Joseph Knetsch, esta habría sido la opción probable.

52. Ibid.

53. "Cleve and Bruce Powell Collection", Florida Department of State Library and Archives of Florida.

54. Colección "Key West" en el Historical Museum of South Florida.

55. El nombre aparece como tal en la bibliografía de Vorlessungen ueber die Algebra der Logik de of Ernst Schroder, 1890. Nubiola, p. 136 (2006).

56. Nubiola relata cómo un anciano Paul Weiss recordaba haber leído eso en algún lugar de sus escritos. Nubiola, 2006, p.138.

57. Brent, Joseph. Charles S. Peirce, A Life.  Bloomington: Indiana University Press, 1993, p.84.

58. Ibid., p. 85.

59. Mi agradecimiento a Jaime Nubiola, que proporcionó información sobre el artículo.

60. Armas Vásquez, Antonio. El pragmatismo en Cuba.  Habana: Sociedad Cubana de Investigaciones Filosóficas, Serie Avances de Investigación No. 3, 2004.

61. Armas, 1987, pp.40, 51.

62. Armas, 2004, p.11.

63. Armas, 2004, p.11.

64. Armas, 2004, p.13.

65. Armas, 2004, p.13.

66. Armas, 2004, p.20.

67. Armas, 2004, p.82-8.

68. Armas, 2004, p.23.

69. Armas, 2004, p.80.

70. Armas, 2004, p.81.

71. Armas, 2004, p.32.

72. Armas, 2004, p.48-49

73. Armas, 2004, p.37

74. Armas, 2004, p.38.

75. Armas, 2004, p. 59.

76. CP 6.126, 1892.

77. Campos, p.797.

78. CP 8.144, 1900.

79. CP 5.375, 1877.

80. Nubiola, 1998.

81. Nubiola, 2006, p.43.

82. CP 2.192, 1902.

83. CP 6.498, 1906.

84. CP 5.376, 1877.

85. Nubiola, 1998.

86. También encontré otro artículo sobre el pragmatismo escrito en Cuba. "El pragmatismo en la bibliotecología cubana de la República" ("Pragmatism in Cuban library science at the time of the Republic") por Maylín Frías Guzmán and Zoia Rivera, en http://bvs.sld.cu/revistas/aci/v17_6_08/aci03608.htm. Este artículo comparte muchas de las opiniones de Armas respecto al papel del pragmatismo en Cuba, específicamente en la formación del sistema de bibliotecas durante el mismo periodo que Armas cubre en su libro.



Fecha del documento: 24 de enero 2011
Ultima actualización: 1 de febrero 2011

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