IV Jornadas "Peirce en Argentina"
26-27 de agosto del 2010

El origen y el desarrollo de la ética de Peirce*


Rachel Herdy**


En su conferencia de apertura de las III Jornadas Peirce en Argentina, titulada "Peirce y Los Ideales Democráticos"1, Rosa María Mayorga analizó críticamente el intento por parte de Robert Talisse de acomodar el desacuerdo inevitable y permanente del pluralismo razonable en el abordaje pragmatista de Charles S. Peirce. Talisse considera el abordaje de Peirce más apropriado, en comparación con la filosofía de John Dewey, porque es menos "denso" normativamente. Efectivamente, Mayorga sostuvo que el intento de Talisse era equivocado: si la filosofía de Dewey es demasiado densa normativamente, la propuesta de Peirce lo es aún más. Mi objetivo en este trabajo es seguir el camino abierto por Mayorga en 2008, en el sentido de que las observaciones de Peirce sobre la ética han sido mal-entendidas. Mi propósito es describir el origen y el desarrollo del pensamiento de Peirce acerca de la ética, y para ilustrar mi argumento voy a mostrar, como Mayorga (2007) señaló, cómo sus posiciones distintas están en correlación con su teoría de las categorías. Pienso que es necesario un enfoque diacrónico para corregir algunos esfuerzos comunes por resolver las inconsistencias en la teoría moral de Peirce2, y que una explicación categorial es esencial para percibir su coherencia interna y sustentar la opinión de que Peirce fue al fin un realista moral.

Empezaré con una nota breve sobre el origen del interés de Peirce por la ética en la década de 1880, y sobre las razones que podrían haber conducido a su cambio radical de posición a partir de 1900. Enseguida, trazaré las tres etapas que identifico en el crecimiento de su concepción acerca de la ética, y mostraré cómo sus diversas posiciones parecen correlacionarse con sus categorías3. Si bien quedarán más claras las correspondencias entre las nociones peirceanas de "moral" y " ética pura", por un lado, y las categorías de Segundidad y Terceridad, por otro, encontrar un lugar para la estética en su esquema categorial será una tarea complicada. Esta dificultad ha llevado incluso a algunos comentaristas a proponer la existencia de una cuarta categoría ("Cuarteidad"4). Para aclarar todo esto, voy a explorar en la última parte de este trabajo las formas degeneradas de Terceridad. Mi objetivo final es proponer una concepción realista más amplia, triádica, acerca del ideal normativo – llamaré a esta concepción realismo normativo.

1. El origen de la ética de Peirce

Peirce nos dijo que en 1883 empezó a leer las obras de los grandes moralistas y que en este momento el tema de la ética comenzó a impresionarlo (CP 5.111, 1903)5. Lo que parece haber estimulado el interés de Peirce en la ética en la década de 1880 fue un curso que ofreció en los años de 1883-84 en la Universidad Johns Hopkins, dedicado al estudio de la psicología de los grandes hombres. Su Study of Great Men (W5: 26-106, 1883-1884) contaba con un análisis de cerca de 300 personas distinguidas6. Curiosamente, Peirce identificó tres tipos de grandeza en los hombres: el "sentimiento", la "acción" y el "pensamiento" (W5: 35-8, 1883-4). Estos tres tipos de grandeza se parecen no sólo a las tres categorías, sino también a las tres ciencias normativas que más tarde Peirce identificaría: la estética, la ética y la lógica.

Una versión distinta acerca del origen del interés de Peirce por la ética ha sido sugerida por los editores del Peirce Edition Project: "Esto fue en el marco de su investigación para el Century Dictionary, para el que Peirce escribió [...] los textos correspondientes a "ética" y "moral" (EP2: 252, nota 21). De hecho, con el diccionario en mente, Peirce comenzó a enseñar en la Universidad Johns Hopkins un nuevo curso sobre terminología filosófica en el otoño de 1883, y es casi seguro que tanto el proyecto del diccionario como el curso de terminología filosófica influyeron en sus investigaciones posteriores sobre la "ética de la terminología" (CP 2.220ff, 1903) –que, como sugiere Max Fisch, "probablemente tuvo algo que ver con el interés cada vez mayor de Peirce por la ética" (1981: 30). Pero si bien parece que hay una coincidencia cronológica entre las opiniones positivas de Peirce acerca de la ética en la década de 1900 y su ética de la terminología, creo que fue su interés en la ética lo que lo llevó a una consideración ética de la terminología filosófica, y no el revés. Por otra parte, a pesar de que en 1883 Peirce había comenzado a trabajar en muchas definiciones para el Dictionary, sólo escribe los textos correspondientes a la letra "E", como "Ética" y "Estética", en 1886 (W5: 388ff, 1884-86).

Sin embargo, tal vez el acontecimiento más importante de 1883 fue la publicación del libro Studies in Logic, editado por Peirce y producido por sus estudiantes de Johns Hopkins. Este libro fue el resultado del intenso trabajo de Peirce en lógica, como investigador y docente. Peirce ya vislumbraba la importancia de la ética para la lógica en un manuscrito con sesenta clases de lógica, escrito en el verano de 1883, donde explícitamente se refiere a "una estrecha relación entre la lógica y la ética" (W4: 476, 1883). Vale la pena mencionar dos peculiaridades en los escritos de Peirce acerca de la lógica en ese momento: primero, su énfasis en el objetivo práctico de la lógica; segundo, su caracterización del raciocinio como una operación voluntaria, de modo que "podemos decir que [la lógica] es el arte de razonar correctamente, o que es una ciencia que se centra en ese arte" (W 4: 400-1, 1883).

Pero Peirce estaba lejos de alcanzar su posición madura. Esto queda claro en una carta que escribió a su discípula Christine Ladd-Franklin en 1902, cuando ésta vino a dar una conferencia sobre lógica en la Johns Hopkins:

Me da alegría saber que usted dará una conferencia sobre lógica en la Johns Hopkins. [...] En aquellos días [...] ni siquiera entendía bien en qué lógica se basaba. Yo no estaba en posesión de la prueba de que la ciencia de la lógica debe basarse en la ciencia de la ética, aunque más o menos percibía que el razonamiento sólido depende más de la moral sólida que de otra cosa (Apud Ladd-Franklin, 1916: 715-722).

Los estudiosos de Peirce están en desacuerdo sobre cuándo y por qué él cambió de opinión acerca de la ética. De hecho, es difícil estar seguro, ya que sus propias observaciones biográficas fluctuaron7. Richard Robin (1964: 271) considera que el examen de los valores por parte de Peirce es una extensión de su teoría de la investigación. Manley Thompson parece estar de acuerdo: "La verdad como el objetivo de la investigación científica es, pues, una fase del summum bonum, una fase del fin último de toda acción humana" (1963: 195). En una dirección similar, Christopher Hookway (1997: 202) sugiere que uno podría ver la insistencia de Peirce sobre la ética como consecuencia de su intento de "ofrecer un modelo unificado de autocontrol, y por lo tanto de la racionalidad". Murray Murphey (1993 [1961]: 361) señala que ya en 1893 Peirce había afirmado que el razonamiento lógico era una operación de control del pensamiento, y de ahí en adelante, el reconocimiento de que la lógica era una ciencia normativa era sólo un paso. Sin embargo, como añade Murphey, en este punto Peirce también había sido influenciado por su trabajo psicológico realizado en colaboración con Joseph Jastrow en la década de 1880, así como por la publicación del libro de William James, The Principles of Psychology (1890): "fue también la doctrina de James de que la verdad es una especie de lo bueno lo que sugirió a Peirce la idea de la dependencia de la lógica de la ética".

David Elmer Pfeifer (1971: 66) sugiere que los elementos para una discusión de la ética ya estaban presentes en sus escritos para The Monist, publicados en 1892-3, donde Peirce introdujo las ideas de azar absoluto (tiquismo), de continuidad (sinequismo), y de amor evolutivo (agapismo). En estos escritos, Peirce discute la noción de un fin, lo que consecuentemente planteó la cuestión del valor. "Otra posible fuente de re-evaluación de Peirce acerca de la Ética", sugiere Edward Petry (1992: 681), "es su estudio de los escritos de Johann Friedrich Herbart, a cuya división de las ciencias normativas se hace referencia en un manuscrito poco antes de su reevaluación (MS 400)". Fisch (1981: 30) sostiene que un "acontecimiento más decisivo" fue la aplicación de Peirce del método de estilometría de Wicenty Lutoslawski a la ética de Platón. Lutoslawski (1897) aplicó el análisis estadístico a sus observaciones de las peculiaridades en el estilo de los escritos de Platón, y Peirce decidió aplicar el método de Lutoslawski a su estudio de la ética de Platón. En su Minute Logic, Peirce dedicó alrededor de 125 páginas a discutir los diálogos de Platón, y esta empresa parece estar relacionada con su interés por la ética (CP 1.584, nota 1).

A todo lo anterior, quiero añadir otra explicación. Sospecho que el reconocimiento de las posibilidades reales llevó al crecimiento de la concepción de Peirce acerca de la ética8. El estudio reciente de Robert Lane (2007) ha demostrado que hasta 1896-97 Peirce tenía la idea de que lo "posible" sólo podía ser identificado en términos de un "estado de información" concreto, es decir, en términos del estado de la información existente para un hablante actual, efectivo. Por lo tanto, "es posible que p" significa que "en el estado actual de la información, no se sabe que es falso que p". Sin embargo, al final de 1896 Peirce empezó a ver que lo "posible" también podría ser definido en términos de un "mundo ideal", una especie de universo platónico. Como Peirce escribió: "una posibilidad aún es posible aunque no sea actual", ya que la posible no es "lo que lo existente obliga que sea" (CP 1.422, 1896). Este es el gran error de las escuelas nominalistas, sostiene Peirce, a saber, "que la calidad de rojo depende de que alguien la vea actualmente [concretamente]". El universo de posibilidades reales no se determina por el mundo existente, sino que pertenece a un mundo ideal, es decir, un mundo que debería ser. Ésta explicación parece plausible cronológicamente a la vista de la evolución del esfuerzo de Peirce para establecer una clasificación de las ciencias en la última década del siglo XIX. El lugar marginal que atribuyó a la ética en su esquema clasificatorio empezó a someterse a severas revisiones en 1896-97, un período en el cual hizo importantes cambios en su clasificación. De 1892 a 1898, Peirce trató de sacar por lo menos diez esquemas clasificatorios diferentes, y en los manuscritos de fecha 1896 en adelante, como Kent (1987: 100) señala, se aventuró a incorporar la ética como una clase de ciencia normativa entre las divisiones de la Filosofía.

Por supuesto, las explicaciones propuestas anteriormente no agotan el tema; además, no me parece que haya sólo una explicación, sino un conjunto de hechos para tener en cuenta el interés de Peirce en la ética y su cambio radical de mentalidad. Paso ahora a un análisis categórico del desarrollo de sus diferentes concepciones acerca de la ética.

2. El desarrollo de la ética de Peirce

Fase 1: La singularidad de la moral concreta

En un manuscrito de 1896, "Lecciones de Historia de la Ciencia", Peirce declaró que la moralidad es esencialmente conservadora, y que "el conservadurismo sobre la moral conduce al conservadurismo sobre las maneras y, por fin, al conservadurismo sobre las opiniones de tipo especulativo" (CP 1.50, 1896) . Por lo tanto,  para el buen razonamiento, para evitar lo que Peirce llama razonamiento "simulado", la ética y la filosofía tenían que ser consideradas como dos disciplinas distintas. Peirce dijo en 1896:

En resumen, como la moralidad supone el auto-control, los hombres aprenden que no deben entregarse sin reservas a cualquier método sin tener en cuenta a qué conclusiones los llevará. Pero esto es totalmente contrario a la singularidad de la mente que se requiere en la ciencia (CP 1.57, 1896).

Resulta sorprendente que en ese momento Peirce rechace la ética con fundamento en la idea de auto-control, pues este concepto influirá en su conclusión de que la lógica tiene su base en la ética, así como sus dudas sobre la inclusión de la estética entre las ciencias normativas.

El argumento de Peirce en 1896 y 1898 fue doble: no sólo es "un aprecio exagerado por la moralidad desfavorable al progreso científico" y al razonamiento (CP 1.50, 1896), sino que también el recurso al razonamiento en los asuntos morales es arriesgado para la moral. En el primer caso, ya que la moral implica el conservadurismo, y que el conservadurismo, a su vez, es perjudicial para la libre investigación, la moral debe ser "puesta fuera de la vista por el investigador" (CP 1.640, 1898). En el segundo caso, el rechazo del razonamiento en los asuntos prácticos o morales tuvo que ver con la teoría de Peirce acerca de la creencia, como se establece en su ensayo de 1877, "The Fixation of Belief". La investigación científica, afirma Peirce, sólo puede progresar a través de la duda, pero la duda no puede dar dirección a la conducta humana. Recordemos las palabras de Peirce en 1877: "El sentimiento de creer es una indicación más o menos segura de que se ha establecido en nuestra naturaleza algún hábito que determinará nuestras acciones. La duda nunca tiene tal efecto" (CP 5.371, 1877). Por lo tanto, cuando se trata de asuntos prácticos, en contraposición a la ciencia, uno debe ser capaz de actuar, y "el principio sobre el cual estamos dispuestos a actuar es una creencia" (CP 1.636, 1898). Pero si el razonamiento requiere que un hombre pueda abandonar sus creencias, se deduce que el razonamiento va en detrimento de conducta.

Esto me lleva a mi pregunta central. La primera concepción de Peirce acerca de la ética parece estar relacionada con su categoría de la segundidad; y esto explica por qué no consideró la ética un tema importante (Mayorga, 2009: 69). Como Peirce nos dice, la categoría de la segundidad consiste en los hechos reales que están presentes aquí y ahora (hic et nunc), en el mundo concreto. Las experiencias que constituyen la categoría de la segundidad son individuales, y un elemento importante que esta individualidad implica es que el individuo "es determinante en lo que respecta a todas las posibilidades" (CP 1.435, 1896). Por lo tanto, las distinciones que se aplican a un segundo son siempre de naturaleza dual (CP 1.330, 1894), y como Peirce escribió en 1896, "uno de los peores efectos de la influencia del razonamiento moral y religioso en la ciencia radica en esto, en que las distinciones sobre las que insisten como fundamentales son distinciones duales, y que su tendencia es ignorar todas las distinciones que no son duales y, especialmente, la concepción de la continuidad" (CP 1.61, 1896). La concepción de Peirce acerca de la moral como una ciencia práctica pone énfasis en los ideales concretos de la conducta, en las normas morales acordadas por una convención en una comunidad. Y, como resalta Mayorga, sería un error nominalista atribuir cualquier importancia filosófica a tales reacciones morales concretas.

Las Conferencias de Cambridge de 1898 representarán la última vez en que Peirce expresara públicamente su desprecio hacia la ética. Las palabras de Peirce fueron fuertes, y su tono sarcástico probablemente tenía que ver con sus desacuerdos con William James sobre la vitalidad del tema trabajado. Pero creo que es simplemente erróneo despreciar sus argumentos como irónicos, o incluso tratar de reconciliar estos pasajes con su posición más madura. De hecho, Peirce mismo confesó su crudo punto de vista sobre la ética en una carta a James escrita en el 25 de noviembre de 1902:

[C]uando dicté mis conferencias de Cambridge no había llegado realmente a la parte más inferior ni había visto la unidad de todo el tema. No fue sino hasta después de esto cuando obtuve la prueba de que la lógica debe fundarse en la ética (CP 8.256, 1902).

Fase 2: La universalidad de la ética pura

La actitud positiva de Peirce con relación a la ética fue enunciada en una reseña de 1901 de un libro sobre ética escrito por Edward Mezes. Peirce describió el trabajo de Mezes como una especie de "antropología ética", el estudio de lo que los hombres consideran como moral; e insistió en que ese no es el tipo de estudio representativo de lo que entonces decidió llamar "ética pura". Peirce insistió en favorecer un punto de vista conservador en lo que respecta a la moral, como lo hizo en sus Conferencias de Cambridge de 1898, pero en este momento sostuvo que "en teoría pura, sobre todo en una teoría de los objetivos, el conservadurismo es irracional y fuera de lugar" (CP 8.158 , 1901). Escribió específicamente que "la lógica se basa en la ética en un grado que pocos conocen" (CP 8.158, 1901).

Peirce supone que la ética pura es un tema teórico, y no debe confundirse con la disciplina práctica de la moralidad. Como resultado, la ética pura no tiene ninguna aspiración a guiar la conducta humana. Es el estudio de lo que debería considerarse la naturaleza de la conducta correcta, el summum bonum. Su objetivo no es proporcionar un catálogo de los ideales para la clasificación de la conducta humana en las categorías del bien y del mal, una especie de "ética casuística". Detrás de este problema está la tarea de establecer las categorías del bien y del mal (CP 2.198, 1902). La ética pura puede ser identificada con lo que hoy consideramos ser la "meta-ética". En su trabajo seminal, Vincent Potter (1997 [1967]: 32) escribe que Peirce considera la ética pura el estudio de que lo hace el "mal mal y lo justo justo".

Fue el nuevo enfoque de Peirce acerca de la lógica lo que precipitó su reevaluación de la ética. Hasta este período, Peirce no consideraba el razonamiento lógico como una operación controlada del pensamiento. Pero ahora cree que la operación de elaborar una inferencia es una acción deliberada e intencional, ya que implica la aprobación de la inferencia elaborada. Cada razonador tiene el propósito de alcanzar la verdad, y, en consecuencia, siempre es consciente de proceder de acuerdo a " standards de razonamiento correcto" (CP 1.606, 1903). El razonador generalmente compara su inferencia con las normas generales del razonamiento justo en una actitud deliberada, crítica y auto-controlada. "La lógica es la teoría del pensamiento auto-controlado, deliberado; y como tal, debe apelar a la ética para sus principios" (CP 1.191, 1903). Existe un paralelismo perfecto entre el razonamiento y la conducta moral, y esto resulta así en virtud del elemento de auto-control.

La segunda concepción de Peirce acerca de la ética parece estar relacionada con su categoría de la terceridad. Evidentemente, la ética pura está relacionada con la categoría de terceridad porque es un general. El ideal último no consiste en la singularidad de la acción en sí, en los valores de una comunidad concreta, presente aquí y ahora, algo que pertenece al dominio de la segundidad, sino en aquello que es de la Terceridad, en aquello que ofrece dirección a los elementos de la segundidad: "[El] pragmaticista no hace que el summum bonum venga a consistir en la acción, pero lo hace consistir en ese proceso de evolución mediante el cual el ente llega cada vez más a encarnar esos generales [...]" (CP 5.433, 1905), explicó Peirce. Efectivamente, el ideal último se encuentra en la evolución del auto-control (que pertenece a la Segundidad), esto es, en el desarrollo de lo que Peirce llamó "razonabilidad concreta" (CP 5.3, 1902)9.

En resumen, quiero recordar una vez más las palabras de Peirce:

Mi comprensión de estas categorías ha avanzado mucho desde los días de Cambridge, y ahora puedo ponerlas en una luz mucho más clara y más convincente. La verdadera naturaleza del pragmatismo no puede entenderse sin ellas. Ellas no toman, como yo parezco haber pensado en un primer momento, la Reacción como si fuera todo el ser, pero se toma el fin-todo como el ser-todo, y el fin es algo que da su sanción a la acción. Él es de la tercera categoría (CP 8.256, 1902 – la cursiva es mía).

Fase 3: La introducción de la Estética10

Como he dicho, fue también en referencia a la naturaleza controlada de la lógica y de la ética que Peirce inicialmente se opondría a la inclusión de la estética entre las ciencias normativas: "lo que hace que la lógica y la ética sean peculiarmente normativas es que nada puede ser lógicamente verdadero o moralmente bueno sin un propósito para ello", mientras que "una cosa es bella o fea independientemente de cualquier propósito" (CP 1.575, 1902). Pero, en contrapartida, lo que provocó su reconsideración de la estética fue la respuesta a la cuestión del fin último de la conducta, el summum bonum. Peirce pensaba que el fin último de la conducta en cuestión tiene que ser un ideal que tenga una cualidad deseable en sí misma.

Ahora, "a la luz de la doctrina de las categorías", escribió Peirce, "un objeto, para ser estéticamente bueno, debe tener una multitud de partes de tal forma relacionadas entre sí que impartan una calidad inmediata simple a la totalidad" (CP 5,131, 1903). Pero una cualidad de sensación es específicamente lo que mejor describe la categoría de la Primeridad. ¿Deberíamos entonces interpretar la afirmación de Peirce de que la estética es "la ciencia normativa básica sobre la que la doctrina de la ética tiene que erigirse como sobre un fundamento" (CP 5.37, 1903) como una indicación de que por fin comprendió la ética como un tema que pertenecía a la categoría de Primeridad? ¿Habría Peirce aprobado finalmente una especie de emotivismo ético?

Peirce se inquietó bastante con esta posible objeción. La suposición de que la lógica se basa en la ética y la ética en la estética podría finalmente conducir a la conclusión de que el razonamiento se reduciría a una cuestión de gusto; pero más que todo esta suposición podría significar que la verdad, que es un asunto de la tercera categoría, se reduciría a las sensaciones, a una calidad de sentimiento, que es un asunto de la primera categoría –una reducibilidad que la teoría de Peirce acerca de las categorías universales no estaba dispuesta a admitir. Así, en el curso de su argumento a favor del pragmatismo en las Conferencias de Harvard de 1903, Peirce fue llevado a discutir la idea de reducir una categoría a otra. El principal objetivo de la objeción de Peirce era la noción de Gefühl, el sentimiento de logicidad, en la forma propuesta por el lógico alemán Christopher Sigwart en la década de 1870. Sostener esta opinión es "referir la verdad a la categoría de Calidad de Sentimiento" (EP 2: 166, 1903).

La noción de "bondad estética" constituye quizá la idea más enigmática en las ciencias normativas de Peirce. Se trata de una noción muy compleja, pues Peirce no la identifica con una mera calidad de sentimiento. El "goce estético" debe ser considerado como una especie de "sentimiento razonable", es decir, un sentimiento que se puede comprender, una especie de "simpatía intelectual" (CP 5.113, 1903). Peirce reconoció la complejidad de su concepción: "no tengo éxito en decir exactamente lo que es, pero es una consciencia que pertenece a la categoría de la representación, a pesar de representar algo en la Categoría de Calidad de Sentimiento" (CP 5.1113, 1903). Como explicaré, la afirmación de que la bondad estética está arriba en la jerarquía de las ciencias normativas tiene que ser entendida como un requisito lógico requerido por la teoría de las categorías peirceanas – la Primeridad es el elemento fundamental de la experiencia, el único elemento que puede separarse de todas las demás categorías. En un pasaje relativamente desconocido, Peirce escribió:

[La estética es] un sentimiento puro, pero un sentimiento que es la impresión de una razonabilidad que Crea. Es la Primeridad que realmente pertenece a una Terceridad en su consecución de la Segundidad (MS 310,9, 1903)11.

3. El triple ideal normativo y las formas degeneradas de Terceridad

Y así llego a mis observaciones finales. Creo que la degeneración de las categorías puede esclarecer la comprensión madura de Peirce acerca de la ética, donde propone que la bondad lógica y moral, que son de la categoría de la terceridad, dependen de alguna manera de la bondad estética, que se limita a "aparecer" como una categoria de la primeridad. En pocas palabras, las categorías de segundidad y terceridad pueden asumir formas degeneradas, en las que sus elementos parecen débiles y desfigurados (CP 5.70, 1903); y la debilidad a veces puede llevarnos a confundir una categoría con la otra.

Segundidad y terceridad son concepciones complejas (CP 1.526, 1903). Esto significa que la concepción de la categoría de segundidad requiere la existencia de dos objetos diferentes: un primero y un segundo –se trata de una relación diádica. Lo mismo se aplica a la concepción de la categoría de terceridad, ya que implica la presencia de tres elementos diferentes: un primero y un segundo que actúan en virtud de un tercero –se trata de una relación triádica. Por el contrario, la concepción de la categoría de Primeridad no implica ningún otro elemento más allá de sí mismo, es como una monada que tiene un carácter "extremadamente rudimentario" (CP 5.68, 1903). Por lo tanto, la degeneración de las categorías de segundidad y terceridad, en contraposición a la no degeneración de la categoría de Primeridad, se deriva específicamente de la complejidad lógica implicada en las relaciones diádicas y triádicas (CP 1.530, 1903).

Me centraré en la Terceridad. Peirce explica que el auto-desarrollo de la categoría de terceridad resulta en una tricotomía que da lugar a tres sub-clases: una Terceridad Genuina; una Terceridad Reaccional, o terceridad en el menor grado de degeneración; y una Terceridad Cualitativa, o terceridad en el mayor grado de degeneración (CP 5.72, 1903). Las divisiones posteriores, sin embargo, no seguirán una tricotomía, sino que se dividirán de diferentes maneras. Por ejemplo, la Terceridad Reaccional seguirá la forma de las divisiones de la categoría de a Segundidad, y la Terceridad Cualitativa no se dividirá en absoluto. Para ilustrar estas tres divisiones de la Terceridad y sus subdivisiones, Peirce formuló el siguiente diagrama (EP 2, 162, 1903):



Dos conclusiones pueden extraerse del diagrama anterior. En primer lugar, que la tríada comprende las tres categorías de experiencia12, de modo que siempre hay una pierna del triplete en que la categoría de la Terceridad es genuina; otra en que la Terceridad se degenera en menor grado, revelando su Segundidad (Terceridad Reaccional); y una tercera donde la Terceridad se degenera en un grado mayor, revelando su Primeridad (Terceridad Cualitativa). Esta primera conclusión es coherente con la afirmación de Peirce de que las categorías de Primeridad, Segundidad y Terceridad deben estar todas presentes en todo fenómeno, "una de ellas tal vez más preponderante en un aspecto del fenómeno que otra" (CP 5.43, 1903). La segunda conclusión es que las subdivisiones que se pueden llevar hasta el infinito son aquellas de la Terceridad Genuina. Estas subdivisiones hasta el infinito desvelan una serie interminable de representaciones que indican la idea de continuidady crecimiento de los significados normativos (CP 1.337, 1875).

En el caso de la Terceridad Reaccional, la tercera categoría parece pertenecer al mundo concreto. "La Terceridad trae consigo una Segundidad" (CP 1.538, 1903). Del mismo modo, en el caso de la Terceridad Cualitativa, se transmite la apariencia de que la Terceridad es la del mundo de las sensaciones. Peirce llama a esto una "instigación del pensamiento", un "ser embrionario":

La Terceridad más degenerada es donde concebimos una mera cualidad de la sensación, o Primeridad, que se represente a sí misma como una representación. Tales son, por ejemplo, la Pura Conciencia de Sí Mismo, que podría ser más o menos descrita como un mero sentimiento que tiene un instinto oscuro de ser un germen de pensamiento (CP 5.71, 1903)13 .

Y ahora podemos ver que en el ideal normativo tiene una triple dimensión. En la línea de las divisiones de la Terceridad Genuina, uno puede relacionarlo con la idea de continuidad (lógica), y así comprender su carácter evolutivo, incipiente, nunca perfecto (CP 5.3, 1902) –lo que se crea como bien supremo será definido por un interpretante futuro del ideal, que demandará otro interpretante futuro, y así indefinidamente hasta que la opinión final sea alcanzada. Peirce describe este proceso como "crecimiento de la razonabilidad concreta". Del mismo modo, en la línea de las divisiones de la Terceridad Reaccional, uno puede relacionar el ideal normativo con el elemento de la dualidad (ética), una vez que el crecimiento de la razonabilidad se lleva a cabo en la cognición a través del ejercicio del autocontrol, o de la inhibición consciente en el campo de la conducta, y así cae en una cadena, donde figuran dos maneras opuestas de pensar: lo verdadero y lo falso; lo correcto y lo errado; lo bello y lo feo. Y visualizando la concepción del ideal normativo en la línea unitaria de la Terceridad Cualitativa, uno sentirá una simple atracción, o instigación del pensamiento (estética)14.

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En conclusión, si antes Peirce consideraba la moralidad concreta como algo existente, pero irreal (nominalismo moral), es decir, como algo que pertenece a la categoría de Segundidad, a partir de su "giro normativo", su posición se invirtió: pasó a considerar la moralidad pura como algo que es real, pero inexistente (realismo moral), es decir, como algo que pertenece a la categoría de Terceridad. La existencia de la moralidad solamente se manifiesta cuando el auto-control es ejercido en una dada consciencia razonable; y así mismo siempre en un estado incipiente, de crecimiento, de continuidad, nunca en el estado de perfección. Además, cuando Peirce afirma que en ultima instancia el problema de las ciencias normativas se reduce a la estética, no se comprometió con ningún tipo de hedonismo, emotivismo o subjetivismo en el campo de la moral – si así fuera, el interpretante normativo carecería de objetividad, y Peirce suscribiría una vez más algún tipo de nominalismo ético. Sin embargo, Peirce tampoco se comprometió con una forma absoluta de realismo moral – como Mayorga (2007) propone, Peirce es un "realicista moral". Pero esto es otra historia...


Bibliografía



Notas

* El título de este trabajo es una alusión a la sugerencia de Max Fisch sobre el nombre que Peirce daría a su estudio acerca del desarrollo de la ética de Platón (Fisch, 1981: 30).

** Profesora Agregada de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio) y candidata al título de doctorado en Sociología en el Instituto Universitario de Investigaciones de Rio de Janeiro (IUPERJ). Este texto fue escrito originalmente en inglés, durante un período como Research Scholar en la Universidad de Miami (2008-2009) con el apoyo financiero del Programa Brasileño de Doctorado en el Exterior del Consejo para la Mejora de Personal de Nivel Superior (CAPES-PDEE), Ministerio de Educación, Gobierno Federal. Expreso mi gratitud a Rosa Mayorga, por compartir sus ideas, y a la Profesora Susan Haack, por su cuidadosa lectura y comentarios. Agradezco a Lucas Luoni por las soluciones gráficas.

1. Cf. Mayorga (2009).

2. Por ejemplo, Cheryl Misak (2004: 174) propone "resolver la tensión entre las estirpes cognitivista y no cognitivista en la obra de Peirce", y procede elucidando los pasajes de 1898 con extractos de 1902 en adelante, cuando él ya había cambiado de idea. Vale la pena observar el creciente interés en la ética de Peirce. Ver los primeros trabajos de Bernstein (1965: 86), y más recientemente Anderson (1999) y Mullin (2007). Para una valiosa colección de ensayos sobre el tema, v. Parret (1989); y para una amplia bibliografía, v. Parker (2002).

3. Hace poco he descubierto el trabajo de James T. King (1969: 113-125), que presenta una concepción "triádica" de la ética basada en la categoría de la Terceridad de Peirce. El trabajo de King, sin embargo, no explora la ética de Peirce, sino que se centra en una crítica a la concepción monádica de Moore acerca del bien. Al comentar el artículo del King, Joseph P. DeMarco apunta cómo el propio Peirce trató de aplicar sus categorías a la ética, y llegó a la conclusión de que la Primeridad de la Terceridad es la clave para entender su ética (1973: 214-216). A pesar de mis desacuerdos con relación a algunos puntos, comparto con estos autores el reconocimiento del valor analítico de las categorías de Peirce para entender su teoría ética; mi objetivo, sin embargo, es avanzar en el análisis sub-categorial para entender el desarrollo de la ética de Peirce.

4. V. Schneider (1952); Hausman (1979) y (1988).

5. Las referencias en este formato son a los Collected Papers of Charles Sanders Peirce, por volumen y número de párrafo, seguido por el año del manuscrito. Otras referencias seguirán la misma notación: EP se refiere al  The Essential Peirce, W se refiere a los Writings of Charles Sanders Peirce; y RLT se refiere a Reasoning and the Logic of Things.

6. Ver la "Introducción" de Houser en W5: xxiv (1993). El artículo de Peirce de 1901, "The Century’s Great Men of Science", estaba relacionado con esta investigación (CP 7.256-66, 1900).

7. En 1903 Peirce supone que hasta alrededor de 1899 no estaba "dispuesto a afirmar que la ética era una ciencia normativa" (CP 5.129, 1903), pero en 1902 declara que esto fue alrededor de 1897 (CP 2198, 1902). Esta última afirmación parece bastante contradictoria con su sospecha acerca de la ética en 1898 (CP 1.618 ss, 1898). Por otra parte, alrededor de 1905, Peirce dice que fue durante las Conferencias de Lowell (pronunciadas a finales de 1903) cuando afirmó por primera vez que la lógica estaba basada en la ética (CP 5.333, c. 1905); pero esta explicación tampoco parece acomodarse, ya que Peirce había escrito extensamente acerca de las ciencias normativas en sus manuscritos para el Minute Logic de 1901-02.

8. He llegado a esta hipótesis de modo independiente mediante la lectura del trabajo de Lane (2007). Después, encontré esta idea en Kent (1987: 194). Ver Fisch (1986 [1971]: 228), para quien Peirce reconoce la realidad de la primeridad en 1899. Está fuera de los límites de este ensayo tener en cuenta las complejidades de la noción de Peirce acerca de las posibilidades reales. Sin embargo, una pregunta interesante, que lleva directamente a mi tema, es cómo las posibilidades se relacionan con sus categorías (Ver Debrock, 2001: 39-57).

9. Krolikowski (194: 267) relaciona el proceso infinito de la evolución con el carácter continuado del auto-control cómo algo que puede ser ejercido sin cesar.

10. Sería interesante contraponer la concepción madura de Peirce acerca de la estética que aquí presentamos con las investigaciones de Sara Barrena y Jaime Nubiola (2010) sobre la experiencia estética de Peirce en Europa en los años de 1870-71, expuestas en esta IV Jornadas Peirce en Argentina. Las afirmaciones de Peirce sobre la ausencia de un motivo o creencia en el arte, como demuestran Barrena y Nubiola, me parecen comprobar que ocurrió un crecimiento en su concepción acerca de la Terceridad, como veremos a seguir.       

11. Confío esta cita al artículo de Beverley Kent, "Peirce’s Esthetic: A New Look" (1976).

12. V. Kent, 1987: 157: "Tal ideal tiene éxito al incorporar las tres categorías de Peirce".

13. Cf. CP 5.535, 1905.

14. Véase  2.34, 1902; 1.615, 1903.



Fecha del documento: 16 de noviembre 2010
Ultima actualización: 26 de noviembre 2010

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