II Jornadas "Peirce en Argentina"
7-8 de septiembre del 2006

Sentido, argumentación y comprensión
Recorridos pragmáticos


María Elena Bitonte
mariabitonte@hotmail.com



Forma parte de nuestros deberes el duro rechazo
de principios inmorales, y la lógica es sólo
una aplicación de la moral. ¿No lo cree usted así?
Charles Peirce, 1987, p.141 (LW 23/12/1908)

"Si interpreto, avanzo peldaño a peldaño
por el camino del pensamiento"
Wittgenstein, Z 234, v Gr 99 en Brand 1987, p 41, I, 41.

Quisiera situar la problemática del sentido desde una perspectiva contemporánea, siguiendo a Richard Rorty (1993), quien afirma que la producción filosófica post-nietzcheana se encuadra en el marco del pragmatismo. Este punto de vista parte por un lado, de la sugerencia de Nietzche (1844-1900) en cuanto a que las categorías de la razón encuentran su única verdad en su utilidad y por otro, en el enconado anti-cartesianismo, anti-representacionalismo y antiesencialismo que signó gran parte de la filosofía posterior a Nietzche, particularmente, la de dos teóricos que me interesa tomar en consideración en este trabajo: Charles Peirce (Estados Unidos, 1839-1914) y Ludwig Wittenstein (Austria 1899-1954)1 .

El giro lingüístico en el s. XX permitió instalar un nuevo ámbito de reflexión, alrededor de los nociones de "lenguaje" y "significado", desplazando las nociones de "conciencia" y "experiencia" ya naturalizadas por la biología y la psicología, a lo largo del s. XIX. Fue precisamente esta nueva aproximación al lenguaje, no como un conjunto de representaciones sino como un conjunto de instrumentos, lo que permitió encausar a la reflexión filosófica desde el pragmatismo hacia una perspectiva ética.

Desde este marco, entonces, el objetivo principal que persigue mi indagación es explorar la relación entre argumentación y conocimiento en los sistemas de pensamiento de Wittgenstein y Peirce, así como sus proyecciones en las teorías de Nelson Goodman, Gilles Fauconnier, las que revitalizaron el encuadre socio-semiótico de Eliseo Verón. Para ello, es preciso atravesar la relación sentido, acción y experiencia, que surge de la misma aproximación pragmática.

Peirce. El precursor

Peirce se define a sí mismo como "un pragmatista convencido en materia semiótica" (Peirce, 1987, p. 137 -LW 23/12/ 1908). En este sentido, Deledalle afirma "Peirce no es solamente el padre del pragmatismo. La influencia que ejerció sobre James, Royce y Dewey repercutió a través de ellos en toda la filosofía norteamericana y puede decirse que su espíritu acompaña todos los movimientos del pensamiento norteamericano; en definitiva, en Wittgenstein, Husserl y Kierdegaard el filósofo norteamericano de hoy intenta leer a Peirce" (Deledalle, 1996 p. 53).

Para Peirce, los signos de cualquier lenguaje no se reducen a su función denotativa (mostrar el mundo) sino que tienen un rol eminentemente cognitivo (conocer el mundo). La representación, desde su perspectiva, no es un re-presentar de nuevo el objeto sino recoger en la red semiótica algunos de sus fragmentos. El objeto no es una totalidad. Por lo demás, la lógica triádica peirceana expresa una visión anti-positivista de la verdad. Desde el punto de vista retórico2, esta perspectiva, distingue términos, proposiciones y argumentos (ver Cuadro 1, Clasificación de las relaciones entre signos). Los términos o remas (P), son elementos primeros que se refieren al signo mismo, de modo que sólo se puede afirmar su adecuación o inadecuación. Los términos por sí solos son insuficientes para dar lugar a los procesos lógicos más complejos. Dos términos en relación componen una proposición o dicente (P es Q). De la proposición (o juicio) se puede afirmar su verdad o falsedad. Como se puede observar, la verdad en el esquema lógico semiótico de Peirce, ocupa un lugar de secundidad conectando el lenguaje con la realidad (en tanto índice)3 y a la vez, ocupa un lugar de terceridad de manera que compromete ciertas convenciones o hábitos sociales, en tanto relación del signo con su interpretante. Entonces, la proposición, como toda secundidad, supone una conexión dinámica con el objeto, de modo que la verdad (y la falsedad) se establece en relación con la experiencia ["Sostengo que la 'experimentación' es la única prueba lógica de cualquier cuestión relativa de los objetos Reales" (Peirce 1987, p.130 - LW 14/12/ 1908)]. Pero el carácter comunitario (público) de la verdad, proviene del hecho de que una proposición es también una terceridad (ver cuadro), y en ese sentido, está sujeta a leyes y convenciones sociales. En conclusión, para producir conocimiento genuino es necesario poner en juego los tres registros de la semiosis: "sería necesario un ícono para explicar cuál era la relación de Caín, Abel, en la medida en que esta relación fuera imaginable o suceptible de ser convertida en imágenes. Se requeriría un índce para dar el conocimiento necesario de cualquier cosa particular. Se requeriría un signo general para transmitir la idea de causar la muerte en general de acuerdo con el funcionamiento de una ley general; es decir, un símbolo. Pues los símbolos se basan en hábitos, que son, desde luego, generales, o bien en convenciones o acuerdos que son igualmente generales" (Peirce 1987, p. 131 - LW 14/12/1908). Finalmente, todo pensamiento se da por signos y la forma más compleja del signo es la argumentación.

 

Cuadro 1
Clasificación de las relaciones entre signos

 
 
signo
objeto
interpretante
SIGNO
cualisigno
sinsigno
legisigno
 
cualidad
relación
ley
 
(signo posible)
(signo existente)
(signo codificado)
       
 
icono
índice
símbolo
OBJETO
marca
señal
tipo
 
(se le parece)
(lo indica)
(toma su lugar)
INTEPRETANTE
rema
término o concepto
dicente
o proposición
argumento
o razonamiento
 
(representado)
(dicho)
(inferido)

 

 

Resumo ahora cuáles son los atributos de la verdad, según se los expone Peirce a Lady Welby en su correspondencia:

Basada en la experiencia: "de lo que sería verdadero bajo una hipótesis pura, la única prueba lógica posible es el experimento" (Peirce, 1987, p. 129-130 -LW 14/12/ 1908). Eso la distingue de la opinión que no se basa en la experiencia sino en una mera posibilidad o en otra opinión.

No infalible (conjetural): "Vuelvo ahora a manifestar mi aborrecimiento por la doctrina según la cual una proposición cualquiera es infaliblemente verdadera" (Peirce, 1987, p. 134 -LW 23/12/ 1908).

Pública (convencional): "Vuelvo ahora a manifestar mi aborrecimiento por la doctrina según la cual una proposición cualquiera es infaliblemente verdadera. A menos que la verdad sea reconocida como pública" (Peirce, 1987, p. 134 -LW 14/12/ 1908).

Compulsiva: Dada su fuerza indical, "la verdad tiene esa naturaleza compulsiva que tan bien expresó Pope: la eternidad de Dios le pertenece" (Peirce, 1987, p. 134 - LW 23/12/ 1908).

Depende de un conocimiento previo: "Así, la afirmación 'Caín mató a Abel' no puede ser entendida totalmente por una persona que no tenga otro conocimiento de Caín y Abel que el que la propia proposición le da (...) Pero además, la afirmación no puede ser entendida por una persona que no tenga un conocimiento colateral del acto de matar" (Peirce, 1987, p. 131 - LW 14/12/1908). Así, la verdad se distingue de la fe, que no necesita un conocimiento previo.

No inmanente: "El sujeto de cualquier juicio debe haber sido conocido por conocimiento colateral. No puede haber juicio del propio juicio. Las viejas insolubilia tales como la 'esta proposición es falsa', son ejemplos" (Peirce, 1987, p. 133 - LW 14/12/1908). Es también el caso de la paradoja del cretense "todos los cretenses mienten". Tiene que haber un contexto que rebase ese enunciado para definir su verdad o falsedad.

Eficiente, útil: "Corre Usted algún peligro de sumarse a las filas de aquellos desequilibrados que insisten en llamar 'lógico' al razonamiento que puede conducir de premisas verdaderas a conclusiones falsas, y así se colocan ellos mismos fuera de los límites de la cordura; gentes que, por ejemplo, sostienen que el razonamiento de 'Aquiles' (y la tortuga) es 'lógico' (...) la despreciable caza de Aquiles es 'Lógica'. La verdad es que una inferencia es 'lógica' sí y sólo si está gobernada por un hábito que, a la larga ha de conducir a la verdad" (Peirce, 1987, p. 141 -LW 23/12/1908).

Guía la acción: "llegará, al final, a aceptarla como punto de partida de su conducta; y esto es válido para cualquier ser racional" (Peirce, 1987, p. 134 -LW 14/12/ 1908). De ahí el carácter ético de la verdad.

Wittgenstein. Siguiendo las huellas de Peirce

La filosofía analítica, en la que se inscribe la producción de Wittgenstein, fue una corriente de pensamiento filosófico en auge en los años '50 en Inglaterra, los países escandinavos, Estados Unidos y Canadá. Este movimiento, conformado por un grupo bastante heterogéneo de filósofos, no alcanzó a formar un cuerpo doctrinal coherente, sin embargo, promovió una actividad reconstruccionista de la lógica en tres niveles: una crítica de la filosofía, una crítica del conocimiento y una crítica del lenguaje, que posibilitó la apertura hacia un análisis empírico del nivel proposicional. Su filosofía analítica o puntualmente, de análisis del lenguaje ordinario fue continuada en Oxford por las corrientes del llamado giro pragmático (Escuela de Oxford: Strawson, Austin y Searle)4.

Wittgenstein remarca las falencias de las posiciónes hegemónicas en la época, que consideraban al lenguaje primordialmente por su función descriptiva o referencial. La relación entre lenguaje y mundo para este filósofo, es una relación dinámica y creativa. De modo que, desde su punto de vista, la representación de la realidad no es una transposición especular, sino una labor cognitiva que supone reponer la estructura lógica de ese mundo. Su lógica es una lógica del lenguaje (el arameo o las matemáticas) y entiende que todo lenguaje tiene límites que coinciden con los límites del mundo: los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo (citado por Deledalle, 1996 p. 56).

Los estudiosos de Wittgenstein suelen distinguir dos etapas de este filósofo: la del joven, más místico (Tractatus logico-philosophicus: 1921)5, y el segundo (Investigaciones filosóficas: 1953)6, más pragmático asumiendo ya el carácter social del lenguaje. El segundo Wittgenstein "Desechó la idea de ver hasta el extremo del lenguaje"–dice Rorty 1993 p 96- y pasó de la distinción del Tractatus entre decir y mostrar a la distinción entre proposiciones y prácticas sociales que dan sentido a dichas proposiciones. "Con ello –afirma Rorty 1993, p. 88- llegó a reconciliarse con la idea de que el que un enunciado tuviese sentido dependía realmente de si otro enunciado era verdadero –un enunciado acerca de la práctica social de las personas que utilizaban las marcas y ruidos que componían ese enunciado". Con esto afianzó su apreciación lenguaje como práctica social. Un enunciado tiene sentido únicamente con respecto a una verdad social de referencia7.

De esta manera, en su devenir pragmático, Wittgenstein se encaminó a una concepción del sentido como uso8. Deledalle (1996 p. 57) afirma que las Investigaciones filosóficas tienen un tono sorprendentemente peirceano dada esta afirmación instrumental de la significación9. En esta dirección –explica- una palabra es análoga a una pieza de ajedrez o una herramienta, no importan sus propiedades físicas sino a qué reglas de juego se ajusta o con qué técnica se usa. Par entender esta idea, conviene distinguir significado, de sentido. El significado, es atinente a las palabras (términos), el sentido, en cambio, atañe a las proposiciones. Las palabras –ya lo vimos- por sí solas no bastan para la comprensión. Para que haya comprensión debe haber un sentido. Este se da en la proposición.

Pero una proposición no se define solamente como algo que tiene sentido, sino fundamentalmente como aquello que puede ser verdadero o falso. Wittgenstein diferencia claramente verdad y sentido. Una proposición puede tener sentido, independientemente de su verdad o falsedad10. Pero para saber si es verdadera, ya tengo que haberle asignado un sentido, en tanto que, como vimos, su estatuto de verdad depende de sus sentidos (usos) sociales. Entonces, lo que define a una proposición es su relación con la realidad, y su verdad o falsedad son determinadas por la experiencia (Brand, 1987, p 48, VII, 49-50). Es en este punto que Wittgenstein recurre a la idea de duplicación de la realidad: "la proposición figura la realidad, por eso se diferencia de la realidad" (Brand, 1987, p 49, VIII, 52).

La postulación de una concordancia entre la realidad duplicada y la realidad misma le permite a Wittgenstein introducir la noción de figuratividad (Brand, 1987, p 48, VIII, 51). Así, el sentido se produce en el marco de un sistema de proposiciones que, necesariamente implica una figurativización: "Duplicamos la realidad consigo misma, por el hecho mismo de enunciarla" (Brand 1987, p. 46, IV, 47). A las distintas formas de figuración de la realidad corresponden los diferentes lenguajes (lingüístico, musical, etc.). De acuerdo con esta perspectiva, "no hay una proposición aislada. Ella está incluida en un sistema que creamos con nuestra representación que determina a su modo cómo vemos la realidad y lo que distinguimos en ella. Si aquello común a la proposición y a la realidad es la forma lógica, el sistema que determina la proposición es el espacio lógico. El espacio lógico es lo común entre un sistema proposicional y la realidad" (Brand, 1987, p. 51, IX, 54).

Recapitulando, para Wittgenstein, como para Peirce, el sentido es independiente de la verdad o falsedad de las proposiciones mismas. El sentido de una proposición es apuntar a la realidad. Ahora bien, su carácter de verdad es a la vez, una cuestión de experiencia y una cuestión social. En este punto, quiero enfatizar dos aspectos fundamentales, con respecto a la apreciación del carácter social del lenguaje y a su carácter creativo, necesario para la comprensión: 1) Por un lado, que como adelanté, la verdad de una proposición no es inmanente a ella sino que depende de que se sostenga sobre otra proposición verdadera. 2) el sentido de una proposición es relacional: se alcanza cuando se conecta una proposición con el espacio lógico o sistema de proposiciones al que pertenece: "El signo (la proposición) recibe su significado del sistema de signos, del lenguaje al que pertenece. En pocas palabras: Comprender una proposición significa comprender un lenguaje". (Bl p 21 en Brand 1987, p43, IV, 44). De este encuadre se deriva la idea de configuración de la realidad ya sea en tanto juegos de lenguaje en Ludwig Wittgenstein, de mundos posibles en Nelson Goodman y de espacios mentales en Gilles Fauconnier y Eliseo Verón.

Argumentar para comprender

Ahora recorramos la relación sentido, acción y experiencia. En Wittgenstein, esta relación es insoslayable: "hay que considerar como indubitable un hecho de experiencia, al menos, para que se dé una acción con sentido" (Brand, 1987, p 20, I 18).

Acción y sentido se articulan fundamentalmente sobre lo que Peirce llamó la secundidad. Esto es lo que caracteriza, precisamente, una aproximación pragmática. Para Peirce, como vimos, la Secundidad es una categoría del conocer que relaciona el signo con su objeto de manera que lo indica y que en tanto interpretante, consiste en una proposición. Pero como vimos, ni para Peirce ni para Wittgenstein, una proposición aislada es suficiente para la comprensión. Para ambos pensadores la consumación del pensamiento se da a través del argumento: Para Wittgenstein "El creer siquiera algo no es un hecho aislado ni una proposición aislada, sino todo un sistema de proposiciones (v. G 141, 142). Por ejemplo, al argumentar nos introducimos en el marco de un sistema. El sistema está implícito, entonces, en cada argumento" (Brand, 1987, p 28, I 18). Atendamos ahora a esta afirmación de Wittgenstein: "Todo examen, toda validación o invalidación de una hipótesis, se da ya dentro de un sistema. Y, ciertamente, tal sistema no es un punto inicial más o menos arbitrario y dudoso de todos nuestros argumentos, sino que pertenece a la esencia de aquello que llamamos un argumento. El sistema no es tanto el punto de partida de los argumentos, cuanto su elemento vital" (G 105 en Brand 1987, p 28, I 18). Entonces, el sentido cobra un carácter eminentemente argumentativo en tanto que se ajusta a la coherencia de un sistema de relaciones. Si bien en Peirce la semiosis no tiene forma de sistema sino, antes bien, de red, la concepción relacional del conocimiento se da en ambos autores y es de ahí de donde parte la teoría de los mundos posibles de Goodman, como un sistema organizado de proposiciones especificables según diversos marcos de referencia, lo que dará lugar luego, al desarrollo de la teoría de los espacios mentales.

He aquí en Wittgenstein, la idea de mundo como "sistema total": "Al trasfondo sobrevenido de lo verdadero y lo falso, en cuanto sistema total indubitable, en cuanto algo seguro, lo llamamos mundo. El mundo sobrevenido es un mundo que tengo en común con otros. Por eso no dudo, porque concuerdo con los demás" (v G280-281, en Brand 1987, p 29, I 19). Recordemos la diferencia que aparece en el Tractatus entre decir y mostrar, reelaborada como la diferencia entre las proposiciones y las prácticas sociales que les dan sentido (cfr. Rorty: 1993, 97). Así, la capacidad del mundo de darse a conocer en tanto "sistema total", o sistema de referencias incluidas en dicho mundo, se vincula directamente con la postulación de una comunidad, una cierta concordancia entre mi percepción del mundo y la de los otros, un consenso público. Lo que Peirce llama un acuerdo de mentes, es decir el registro de la Terceridad. Este punto es clave porque a diferencia de la duda existencial de Descartes, el conocimiento del mundo no se resuelve por vía de la Razón sino de una instancia cultural de referencia11. De este modo el mundo se hace accesible al sujeto como mundo configurado12. Vale aclarar que así como la idea de conflicto es inherente a la de pacto social, del mismo modo, la posibilidad del conflicto es inherente a la posibilidad de alcanzar la comprensión mediante ciertos consensos. La configuración del mundo como una experiencia semiótica pública supone tanto la posibilidad de pensar el conflicto como la posibilidad de resolverlo simbólicamente. Lo mismo cabe para la argumentación: La argumentación es una situación originalmente conflictiva, a diferencia de lo que quisieran los lógicos, que ven en el argumento únicamente un procedimiento de definiciones y cálculos (Plantin, 1990).

De este enfoque deriva, en Wittgenstein, la noción de formación conceptual. Esto es, cuando se afirma que una proposición p es demostrable, no basta con afirmarlo, sino que se debe especificar con respecto a qué sistema de referencia p es demostrable. De ahí que la comprensión del mundo tenga para Wittgenstein (tanto como para Peirce) un fundamento eminentemente argumentativo: "Al demostrar p comprendo el sistema que está a su base. Al comprender el sistema que está a su base, comprendo p" (Brand 1987, p 30, II 23). Goodman compartirá con Wittgenstein dos postulados fundamentales: 1) que un enunciado tiene un valor determinado por su marco de referencia y 2) que un mundo es un sistema, así como un sistema es un mundo13. A tal punto que no se puede –según Wittgenstein- hablar de sistemas, sino en sistemas. De modo que la operación de atribuir a una proposición un marco de referencia para posibilitar su comprensión resulta una operación de contextualización que consiste en remitirla a una formación conceptual. Captar un dato de la experiencia (relacionar un signo con un objeto) supone, entonces restituirle una formación conceptual a partir de la cual pueda resultar interpretable. Este planteo supone que si cambiamos el contexto, cambia el signo: "veo de otro modo el contexto, formo un nuevo concepto (...) La frontera de la empiria es la formación conceptual" (Brand 1987, p. 31, III 26). Es así que la formación conceptual deviene en horizonte de la relación sentido-acción-experiencia.

La idea de formación conceptual remite a la noción de contextualización. Esta característica sustancial de todo lenguaje es lo que Derrida (otro lector de Peirce) expresaba en términos de differance e iterabilidad, es decir, lo que permite que siempre algo pueda repetirse en y por el lenguaje pero a condición de que cada vez que se repite, cambie. En palabras de Deledalle: "Una palabra, una frase no tienen una sola significación; tienen tantas significaciones como usos en los diversos contextos donde son empleadas" (Deledalle, 1996 p. 57). En definitiva, para concluir, la posibilidad de una serie infinita de re-contextualizaciones sintetiza la convicción anticartesiana de los autores aludidos: "El reconocimiento del significado es simplemente la capacidad de sustituir signos sensibles (es decir, marcas y ruidos) por otros signos, y aún estos últimos por otros, y así indefinidamente. Esta última doctrina se encuentra, por ejemplo, en Peirce, Wittgenstein y Davidson así como en Derrida. De acuerdo con esta interpretación, Derrida simplemente está reformulando el ataque de Peirce a la idea de que un regreso de interpretación de un signo pueda detenerse mediante una intuición cartesiana autoconvalidante –un ataque que dice 'va muy lejos en la dirección que he llamado la desconstrucción del significado trascendental, que en un momento u otro colocaría un asegurador punto final a la referencia de signo a signo'." (Rorty: 1993, 164).

Derivaciones teóricas

Voy a hacer ahora una breve reseña de las proyecciones que tuvieron las líneas teóricas planteadas por Peirce y Wittgenstein en las especulaciones de Nelson Goodman, Gilles Fauconnier y Eliseo Verón.

Nelson Goodman. Crear mundos para conocer

Goodman tiene como referentes teóricos, tanto a Ernst Cassirer como a Ludwic Wittgenstein con quienes comparte el énfasis puesto en el orden simbólico, como capacidad del entendimiento para crear mundos. El interés del trabajo de Goodman (1990) reside, según sus propias palabras en "el proceso por el cual construimos un mundo a partir de otros" (p. 24). Esta idea será reelaborada en la teoría de los espacios mentales de Eliseo Verón (2002) cuando recurre para describirlos, a la metáfora de los racimos.

Su concepción de la verdad no se define por la correspondencia con un mundo dado previamente. Observemos cómo plantea la cuestión a partir de los siguientes enunciados (Goodman 1990 p. 19 y ss.):

El sol se mueve siempre (V) según el marco de referencia A

El sol no se mueve nunca (V) según el marco de referencia B

Como se ve en el ejemplo, ambos enunciados pueden ser verdaderos, inclusive en el mismo mundo. Sin embargo, su carácter de verdad depende del marco de referencia. La noción de marco de referencia alude a los diversos sistemas de descripción a partir de los cuales cobran sentido los enunciados. Es a esto a lo que se denomina una operación de relativización. "Cabe, ciertamente, relativizar aquellas versiones del mundo que se contrapongan de manera muy drástica y evidente y podrá, así decirse que cada una de ellas es correcta dado un sistema determinado, según una ciencia, un artista, según una cierta persona que las percibe o dada una circunstancia determinada" (Goodman, 1990 p. 20). La importancia de esta perspectiva es el desarrollo de una línea teórica en las antípodas del pensamiento unidimensional y condición para el desarrollo de un pensamiento plural y crítico14.

La de Goodman es una teoría acerca de cómo los sistemas simbólicos construyen mundos: "La construcción de mundos, tal como la conocemos, parte siempre de mundos preexistentes de manera que hacer es, así, rehacer" (Goodman, 1990 p. 24). Goodman describe varias maneras de hacer mundos. Se trata de operaciones simbólicas a partir de las cuales, se derivan mundos a partir de otros. Así, mundos compuestos por los mismos elementos pueden ser distintos en tanto que producen operaciones distintas. A saber:

- Composición - descomposición: consiste en conjuntar y separar los elementos. Es una forma de clasificar y designar.

- Ponderación: Acento, énfasis, relevancia que cobran los distintos elementos.

- Ordenación: Colocar los elementos en determinada secuencia de orden.

- Supresión y complementación: Dos mundos pueden diferenciarse por la ausencia o complementariedad de algunos de los elementos.

- Deformación: Son las distintas formas de reconfiguración de mundos (variación, distorción, etc).

En conclusión, según este planteo, el conocimiento no consiste en referir sino en rehacer (Goodman, 1990, p. 43).

Gilles Fauconnier. Pensar, luego, crear espacios mentales

En el contexto de un renovado interés por las construcciones mentales, sostenido tanto desde la biología del sistema nervioso y la psicología cognitiva como desde las ciencias del lenguaje y la filosofía, Fauconier crea el concepto de espacios mentales, advirtiendo que no se enmarca en una teoría de la referencia (en el sentido de la filosofía del lenguaje). Antes bien, los espacios mentales constituyen construcciones asociadas al discurso. Si se refieren al mundo real o a mundos posibles, esa ya no es una cuestión pertinente en su encuadre lingüístico-pragmático-cognitivo.

Para despejar la cuestión, Fauconier opone dos concepciones del lenguaje. Una que se puede ilustrar con la metáfora de un tren, donde las palabras son los vagones que componen frases y estas, a su vez, discursos. La otra concepción, contraria a toda linealidad y estratificación jerárquica, es la que permite concebir una idea dinámica del lenguaje, productora de relaciones y estrategias y por lo tanto, de conocimiento. En efecto, se trata de comprender la producción de sentido en el marco de una "construcción mental permanente, relativamente abstracta, de espacios de elementos, de roles y de relaciones en el interior de estos espacios, de correspondencias entre ellos y de estrategias para construirlos a partir de índices tanto gramaticales como pragmáticos" (Fauconnier, 1984 p. 9). Fauconnier enmarca su propuesta dentro de los estudios procedurales del lenguaje. Su concepción de la comunicación está fundamentada, no desde el orden analógico de la representación, que en sí mismo es estático, sino desde la capacidad de dinamizar relaciones. En este sentido, es notable la especial relevancia que adquieren en esta teoría los elementos indiciales, que son, precisamente, los que permiten tanto la movilidad en el interior de un espacio mental como los desplazamientos y reenvíos entre ellos. Cito: "comunicar es llegar a partir de índices lingüísticos y pragmáticos semejantes, a operar sobre las mismas construcciones de espacios e incluso, sobre las construcciones vecinas" (Fauconnier, 1984 p 10).

Una expresión será generadora de sentido cuando sus índices posibiliten nuevas configuraciones, obteniendo una nueva etapa: "Es posible, en esta perspectiva, ver el desarrollo del discurso como una serie de configuraciones cognitivas producidas sucesivamente unas a partir de otras" (Fauconnier, 1991). Estas configuraciones colocan una serie de restricciones sobre la nueva configuración producida, por ejemplo, subdividir la información, entre los diferentes dominios (los "espacios") construidos durante el hilo del discurso. Estos dominios están parcialmente ordenados por una relación de subordinación: cada vez que un nuevo espacio M’ aparece, esta introducción se hace a partir de un espacio similar15. Se dirá entonces que M' está subordinado a M. Además, la serie de espacios construidos en el transcurso del discurso están estructurados en redes (Fauconnier, 1991).

Eliseo Verón. Siento, luego existo, luego pienso.

De las categoría peirceanas a la configuración de espacios mentales.

Verón orienta en Efectos de agenda II. Espacios mentales (2002), su visión de la semiosis social, hacia la teoría de los espacios mentales, conciliando así sus referentes teóricos tradicionales (Peirce y Wittgenstein), con las teorías de, Goodman y Fauconnier. Esto le permite aproximar algunas hipótesis sobre el plano cognitivo. El planteo general es el de un sujeto que se mueve en un espacio y tiempo semiotizados, dibujando trayectos ramificados (como racimos). Cada punto de este trayecto combina sensación, acción y pensamiento (los tres registros semióticos de Peirce). Y cada racimo constituye un espacio mental. "Para un ET16, un punto de cualquier trayectoria se define de manera semióticamente completa, con sus tres componentes: ET puede experimentar sentimientos asociados a imágenes (alegría, enojo, tristeza, asombro, indignación, placer, son algunas de las denominaciones usadas [componente 1]; puede también recordar cosas, reconstruirlas en su memoria, relatarlas [componente 2]; ET puede en fin tomar en cuenta ciertas reglas y aplicarlas o enunciarlas para sí mismo o para otro espécimen [componente 3]. Es capaz de combinar los tres componentes, con lo cual manifiesta las nueve operaciones habituales en los sapiens. Los componentes de un punto dado (operador y operando) tienen contenidos semánticos específicos. El aparato cognitivo de ET es esencialmente semántico" (Verón 2002, p. 12). De este modo, la red de sentido deviene una red de espacios mentales, que conforman diversos mundos posibles y cuyos desplazamientos se deben a operaciones primeras, segundas o terceras. Así, estos tres tipos de operaciones no se reducen al orden simbólico sino que dan lugar a tres estados cognitivos: sólidos (reglas, p.e. las leyes científicas) líquidos (secuenciales, narrativos, p.e. los relatos, la acción, la práctica,) y gaseosos (desestructurados, contingentes, afectivos, p.e. imágenes).

Ahora bien, es importante destacar que el encuadre cognitivo que presenta Verón (2002) implica la afirmación de un conocimiento socializado, tal como lo expone retomando a Harry Collins17: "Lo que diferencia a la especie humana tanto de sus parientes animales más cercanos cuanto de la computadora, es lo que Collins caracteriza como conocimiento ligado a la socialidad, el encultured knowledge. Collins no excluye por principio que una computadora pueda ser capaz algún día de este tipo de conocimiento porque, dice, "la socialidad no tiene nada de sagrado". La define así: "La socialidad es simplemente la capacidad que nos permite (1) adquirir todas las habilidades y el saber-hacer cuyas reglas no podemos formular y (2) utilizar esas habilidades y ese saber-hacer de manera creativa y siguiendo nuevos caminos, sin violar por ello las reglas de uso. No conocemos explícitamente esas reglas. Sabemos sin embargo que esas habilidades y capacidades están gobernadas por reglas, puesto que somos capaces de transgredirlas". El ejemplo más claro es el discurso natural" (Verón, 2002, p. 174).

Para terminar, pueden existir cambios en los niveles de descripción, o de percepción, de un espacio mental. Estas modificaciones conllevan lo que Verón denomina cambios o rupturas de escala (las operaciones primeras producen cambios, las segundas y terceras, rupturas): una foto satelital es un ejemplo fenomenal de un cambio de escala, el susurro pasional del amado en el oído de la amada visto y oído en primer plano por millones de personas es una ruptura de escala, las itálicas y demás subrayados gráficos suponen cambios de escala, los cambios de soporte textual (pantalla, libro, etc.) son rupturas de escala. Lo sugestivo de este planteo es que "todo cambio de escala implica un cambio de espacio mental" (Verón 2002, p. 26), y esto tiene implicancias cognitivas, en la medida en que los cambios de escala activan procesos cognitivos incluso "microscópicos" (Verón, 2002, p. 20). De modo similar, los cambios de marco de referencia en la teoría de Goodman y las operaciones de relativización en la teoría de Fauconnier, al contextualizar y re-contextualizar los datos permitían conferirles sentido, activando modos de reflexión crítica. En el siguiente ejemplo, Verón muestra la necesidad de especificar marcos referenciales para analizar un estado de situación (su enunciación constituye ya una ruptura de escala, al hablar de sí mismo en tercera persona pronominal): "En su trabajo sobre la prostitución en Buenos Aires, por ejemplo, para determinar cuál es el mundo de referencia que "encuadra" el discurso de una entrevistada acerca de su actividad de prostituta, hay que analizar la articulación de las dimensiones identitarias de la entrevistada en relación con sus propios valores y con los que le atribuye al destinatario-entrevistador. En este caso, es por lo general el mundo no-prostibulario el que aparece como mundo "normal" de referencia. Pero no es siempre fácil determinar en qué mundo se sitúa el enunciador en el momento en que dice algo" (Verón, 2002 p. 88-89).

Conclusión

Podría pensarse, con cierta comodidad intelectual, que las categorías peirceanas estructuran el mundo, sin embargo, desde su pragmatismo, las categorías tienen un carácter regulativo y no metafísico. Las categorías no son grillas de clasificación de las cosas, sino antes bien, son pautas procedurales para la aprehención del mundo. Entonces, desde el punto de vista de la lógica peirceana, la relación entre sentido18 y realidad, también se ajusta a cierto espacio lógico pautado por las categorías (primeridad, secundidad y terceridad). De manera concordante, Wittgenstein afirmaba que "un sistema proposicional determina un espacio lógico" (Brand, 1987, p. 51, IX, 54).

Por otra parte, lo que para Rorty es "la conocida tesis anticartesiana de Peirce y Wittgenstein de que el significado está en función del contexto y de que no existe obstáculo teórico a una secuencia interminable de recontextualizaciones" (Rorty 1993, 177) culmina en Verón en una teoría de los espacios mentales. La teoría de los espacios mentales explica de qué modo se provoca un corte pragmático que acota la deriva infinita de la semiosis, proporcionando marcos adecuados de comprensión. Comprendo algo cuando lo relativizo, es decir, cuando lo pongo en relación con cierto marco de referencia.

Fauconnier y Verón reconocen entre sus precursores a Nelson Goodman, con quien comparten esta idea central, a saber, que el sentido siempre se construye en el marco de un espacio mental, por relativización con respecto a otros, estableciendo con ellos diversas relaciones (identidad, contrafactualidad, comparación, etc.). En consecuencia, tal como afirmé en otra parte (Bitonte-Grigüelo 2002), la noción de espacios mentales renueva el sentido de la semiosis infinita: el sentido plural, aunque lógicamente ilimitado, se acota pragmáticamente. Así se cierra el círculo que reunía sentido, acción y experiencia.

Podemos ver que en todos los teóricos analizados, el conocimiento del mundo coincide con la configuración del mundo. Los teóricos estudiados, además, sostienen el carácter social de la argumentación y de la comprensión, concebible como una operación de contextualización. Podemos también afirmar que esta visión trae aparejada una reformulación de la concepción cientifisista de la verdad. Y podemos concluir desde esta perspectiva, que el conocimiento del mundo resulta de una actividad argumentativa y que como tal, no es individual sino comunitaria.

La pragmática, tal como lo entienden reconocidos teóricos contemporáneos, ha sido una de las condiciones que impulsó el renovado interés por la argumentación en las sociedades mediáticas "es con los sistemas característicos de finales del siglo XIX y de este siglo (pragmatismo, historicismo, vitalismo, axiología, existencialismo...) cuando se empiezan a sentar las bases para la rehabilitación de la retórica y la teoría de la argumentación" (Perelman-Olbrecht-Tyteca, 1994, p 7). Derivaciones de los planteos filosóficos de Wittgenstein y Peirce abrieron el desarrollo de encuadres pragmáticos, cognitivos y semióticos en Goodman, Fauconnier y Verón, cuyas propuestas, a partir de nociones como cambio de escala, marco de referencia y relativización, entre otras, permiten una reflexión sobre el pensar y sobre el aprendizaje, así como, desde el punto de vista pedagógico, realizar planteos metodológicos sobre la línea del pensamiento crítico.

El sentido estratégico de estas formulaciones puso de relieve la activación de operaciones cognitivas en la construcción de sentido, tales como crear imágenes mentales, relacionar unas ideas con otras, acudir a ideas previas que sirven como base a las nuevas experiencias de aprendizaje, armar esquemas o redes conceptuales que integran conceptos nuevos con previos, comparar, clasificar, ordenar, transformar, analizar, predecir, conjeturar, probar hipótesis, transferir, etc. Operaciones que definen al pensamiento crítico (cfr. Perkins, 1997) y traen aparejada la posibilidad de un pensar de manera alternativa y de favorecer, en definitiva, la capacidad de argumentar y contraargumentar.

Finalmente, espero haberlo mostrado, no argumentamos tanto para convencer como para comprender.




BIBLIOGRAFÍA




Notas

1. Cfr Rorty: 1993, p 16 y ss.

2. Según la definición aristotélica, la retórica es el arte de la persuación (tiene que ver con la formación de opinión) y en Cicerón se relaciona también con la enseñanza, la acción y el placer (docere, movere, placere). Estos sentidos se perdieron durante los siglos XVII, XVIII y XIX, reduciéndoce a una suerte de cosmética u ornamento del lenguaje. La rehabilitación actual de la retórica pasa por la recuperación de su sentido ético: "la nueva retórica está siendo considerada un importante hallazgo para campos filosóficos como la filosofía del derecho, la lógica, la ética y, en general, para todo aquel saber que dependa de la razón práctica" (Perelman-Olbrechts-Tyteca, 1994 p 11).

3. "El índice apunta hacia el propio evento o la cosa que encontramos" (Peirce 1987, p. 132-LW: 14/12/1908).

4. Cfr. Deledalle, 1996 p. 53.

5. "Hay, efectivamente cosas que no pueden expresarse con palabras, que se manifiestan a sí mismas. Son lo místico" (Tractatus §6.52-6.522 en Rorty 1993 pp. 80,81).

6. Donde aparece la idea de juegos de lenguaje, relacionada con formas de vida concretas (prácticas, acciones, sociales que regulan dichos juegos).

7. Wittgenstein comparte con Peirce, una concepción de la verdad como construcción comunitaria.

8. "Una proposición sin sentido que la anime, es una cosa muerta. Lo que le da vida es el uso que se hace de ella en la referencia viva" (Brand, 1987, p43, IV, 44).

9. Advirtamos esta anotación de Deledalle "No puedo dejar dejar de señalar aquí todo lo que Wittgenstein debe a Peirce por intermedio de Lady Welby" (Deledalle: 1996 p. 148).

10. Algo similar plantea, como veremos, N. Goodman, con la noción de marcos de referencia.

11. Concepción del sujeto: Esta postura es compatible con una concepción del yo no como parte del mundo sino como su frontera: el mundo encuentra sus límites en las fronteras del yo.

12. Ya lo advertía Verón , (1988), que la teoría de Peirce resulta una condición fundamental para pensar la configuración social de lo real.

13. "Un sistema, por así decirlo, es un mundo" (PB 152 en Brand II 23). Está claro que ese sistema es un lenguaje predominantemente pero no exclusivamente lingüístico: "puede suceder que me sea dado implícitamente un sistema en determinados símbolos no escritos" (v PB 152 en Brand II 24).

14. Cfr. Grigüelo-Bitonte 2002.

15. Notemos que la transición de un espacio mental a otro, tal como aparecerá en Verón (2002), supone que entre ambos espacios hay cuanto al menos, un punto en común. En Verón, cada punto de una trayectoria es concebido como una operación que puede corresponder a cualquiera de los tres órdenes de significación, según la semiótica peirceana: 1) afectivas, 2) axiológicas o narrativas y 3) lógicas.

16. ET equivale a Sujeto (Espécimen Terra).

17. Collins y Kush, 1998, The shape of actions: What humans and machinas can do, Cambridge, MIT Press.

18. Sentido, como efecto total que se calcula que un signo habría de producir (cfr. Peirce, 1987, p 145-LW, 14/3/1909).


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Fecha del documento: 22 de septiembre 2006
Ultima actualización: 22 de septiembre 2006

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