III Jornadas "Peirce en Argentina"
11-12 de septiembre del 2008

¿Quién resiste a la clasificación

Oscar Zelis y Gabriel Pulice
oscarzelis@uolsinectis.com.ar, nbpulice@intramed.net.ar

 

Introducción

Nos proponemos examinar aquí la tensión entre las nociones peirceanas de clasificación y abducción, entendiendo a ésta última como la más original herramienta lógica formulada por Peirce para dar cuenta de aquello que irrumpe desde lo real, a contramano de lo clasificado. En ese contexto, es de nuestro particular interés analizar el problema lógico del que nacen las dificultades observadas en las diversas disciplinas dedicadas al abordaje clínico de los trastornos subjetivos para alcanzar una acabada clasificación de los mismos que posibilite, a su vez, elucidar la especificidad del bagaje técnico con el cual afrontar cada una de las categorías resultantes de la misma.

¿Cómo entra en la cuenta el sujeto? ¿Es posible establecer alguna nosografía que no implique una reducción de su singularidad?

Abordaremos, en función de ello, el proceso lógico que subyace a las primeras clasificaciones desarrolladas por Freud en los orígenes del psicoanálisis y sus sucesivas reformulaciones, a la luz de la dialéctica planteada a partir de la confrontación con los "resultados" extraídos de la experiencia clínica. Tomando como guía metodológica la concepción de clasificación desplegada por Peirce —y en particular, la relevancia que le otorga a la idea de propósito, entendido como el basamento a partir del cual toda clasificación tiene lugar—, nos remitiremos a uno de los ejes esenciales en el ordenamiento freudiano: la discriminación de lo analizable y lo no analizable. Lo cual implica un giro esencial en el propósito clasificatorio de Freud respecto a la nosografía psiquiátrica de la época: no se trata ya de clasificar síntomas sino al sujeto, en tanto abordable o no por el psicoanálisis.

1. Algunos elementos de lógica peirceana

Según sostiene Peirce1, toda clasificación se basa en un propósito. Señala sobre este aspecto su coincidencia con Agassiz, al afirmar que cualquier clasificación, aún cuando sólo consista en ordenar palabras según el alfabeto, hace referencia a algún propósito o a alguna tendencia a un fin. Si ese propósito es la idea que gobierna la producción de los objetos clasificados, entonces tendremos una Clasificación Natural. A partir de la operación de clasificación, nuestro universo lógico estará dividido en clases. A su vez, cada clase encarna una determinada información —algo, de todos y cada uno de sus miembros, es verdadero más allá de lo implicado en la definición de la clase.

Una clase se forma a partir de determinar un carácter común a varios individuos. Ahora bien, ¿cómo se discrimina qué carácter tiene el peso suficiente como para conformar, a partir de él, una clase? Peirce señala que los naturalistas han sostenido que un carácter importante es aquel que implica a ciertos otros caracteres —que pueden ser tendencias—, indicando sin embargo que es preciso corregir dicha concepción. En su opinión, un carácter importante, además de implicar otros caracteres —relación tri-relativa—, debe involucrar determinado rasgo decisivo respecto del propósito en perspectiva. Podemos aproximarnos a la formalización de esta idea apoyándonos en el esquema semiótico: el primer carácter del objeto en cuestión oficiaría de representamen, en tanto aquellos con cuya conexión se plantea tal propósito en perspectiva, podrían situarse en el lugar de interpretantes, en la medida que nos posibilitan interpretar aquellos caracteres en función de la idea que motiva tal clasificación.

No obstante, dadas las cuestiones que nos proponemos abordar aquí, se hará evidente que necesitaremos de otros operadores lógicos para dar cuenta de la evolución que irán teniendo las clasificaciones freudianas a partir de su confrontación con la experiencia clínica psicoanalítica. Es allí entonces donde plantearemos la articulación de la clasificación con la inferencia abductiva. Un primer paso conceptual podemos darlo siguiendo a Umberto Eco, quien destaca la íntima relación entre la definición y la abducción: "No hay diferencia entre lo que Peirce llamaba hipótesis o abducción y el esfuerzo con que, según Aristóteles, se formula una definición, que expresa lo que es una cosa, explicando tentativamente por qué la cosa es lo que es; desplegando así todos los elementos capaces de establecer una deducción según la cual, si la regla es correcta, todo Resultado demostrará que una cosa es2".

2. Freud y la lógica de sus clasificaciones

Sigmund Freud partió de los síntomas "inclasificables" para las ciencias médicas de su época. Un ejemplo claro de esto fue la distinción, por parte de Charcot, de las parálisis histéricas. Hasta entonces, este tipo de parálisis quedaban fuera de las clasificaciones nosográficas, o eran nominadas simplemente como "simulaciones", ya que sólo se entendía una parálisis como efecto de una lesión orgánica. Podemos situar allí una primera abducción3 —por parte de Charcot— al postular que su causa no es una lesión orgánica, sino que tiene una etiología psíquica. De esta manera, la parálisis histérica entra en el grupo de los llamados por aquel entonces síntomas nerviosos, o neurosis.

La segunda abducción —ahora freudiana— será la idea de relacionar estos síntomas neuróticos con los estudios sobre los estados hipnoides y la disociación de conciencia emprendidos por Janet. Y la tercera abducción será romper con la clasificación de Janet y postular que la disociación de conciencia de la histeria no es primaria, ni debida a una debilidad congénita de la capacidad de síntesis del yo. En efecto, Freud y Breuer establecen en ese momento una nueva hipótesis: la disociación de conciencia es motivada en el enfermo cuando surge "…en su vida de representación un caso de incompatibilidad; esto es, hasta que llegó a su yo una experiencia, una representación o una sensación, que al despertar un afecto penosísimo movieron al sujeto a decidir olvidarlo, no juzgándose con fuerzas suficientes para resolver por medio de una labor mental la contradicción entre su yo y la representación intolerable4". Por lo tanto, desde ese momento, la disociación, pasa a ser una defensa.

Observemos el peso de este cambio: la etiología del síntoma pasa a la categoría de una defensa —lo que significa que a partir de aquí avanzaremos de una noción descriptiva, a la idea de síntoma como aquello que tiene en su génesis una causa final que lo configura. Bisagra fundante de un abordaje de la subjetividad a partir del cual entra en juego el sentido, la terceridad semiótica5 como elemento esencial. El giro epistémico de Freud toma mayor relevancia si advertimos que aún hoy proliferan planteos de las perturbaciones psíquicas donde se excluye de raíz toda relación a una causa final, a un sentido, a una etiología; y aún más, incluso el manual más difundido y oficializado de los trastornos mentales —el DSM IV6— queda también en ese nivel, pudiéndose delinear como un compendio de descripciones de perturbaciones psíquicas —a lo más vinculadas con una causa eficiente (fisiológica u orgánica)—, que en el mejor de los casos armará su clasificación con el propósito de relacionar dichas perturbaciones con la acción de algún fármaco efectivo para suprimir el síntoma afligente, pero no hay lugar para un planteo causal o etiológico a nivel psíquico. De esta manera, podemos decir que en dicho caso se retrocedió otra vez al nivel de ciencia clasificatoria, cuando Freud ya había llegado a integrar las distintas clases de síntomas psíquicos en una ley, tal como lo plantea Peirce en su trabajo "On Science and Natural Classes7" .

En efecto, vemos que Freud, a partir de la observación clínica de otros tipos de neurosis —además de la histeria— irá reconsiderando y modificando sus hipótesis teóricas iniciales. Ante enfermos nerviosos aquejados de fobias y representaciones obsesivas surge el propósito de explicar sus síntomas. Es así que construye su "teoría psicológica de las fobias y representaciones obsesivas". Y, de esta observación de los enfermos, se obtuvo "una aportación a la teoría de la histeria, o más bien una modificación de tal teoría. Modificación que responde a un importante carácter común a la histeria y a la neurosis mencionada"8. Configura entonces a partir de aquí su clasificación. El rasgo o carácter común principal que surge es la existencia de un mecanismo psíquico de defensa; este mecanismo define al conjunto de las neurosis de defensa. Deja afuera de esta clase o conjunto a los cuadros neuróticos cuyos síntomas no son efecto de una defensa psíquica; obtenemos así el otro conjunto o clase de las neurosis: las neurosis simples. El cuadro completo era el siguiente:

Neuropsicosis de defensa
Histeria de defensa
Representaciones obsesivas/ Fobias
Neurosis simples
Psicosis alucinatorias
Psicosis alucinatorias
 
Neurosis de angustia

Las neurosis simples serán aquellas que no impliquen un conflicto psíquico en su etiología, la cual consistiría entonces en una derivación sexual inadecuada. La idea operante para Freud en ese momento es que hay un intento voluntario de rechazar una representación intolerable al yo. Como fracasa, se produce —fuera del control conciente—, el debilitamiento de la representación al despojarla de su afecto concomitante. Se produce una separación entre representación y montante afectivo. Este mecanismo defensivo es inconciente y común para todas las neurosis de defensa. A partir de las distintas variantes que tome ahora el mecanismo psíquico —o en palabras de Peirce, a partir de los distintos caminos que tome el propósito principal para realizarse—, tendremos la división de las subclases siguientes, cada una correspondiente a cada propósito subsidiario: histeria, obsesión y psicosis.

Se tratará de un síntoma histérico si la representación —símbolo mnémico— rechazada forma el nódulo de un segundo grupo psíquico, no accesible directamente a la conciencia. De esta manera, "la representación así debilitada no aspirará ya a la asociación. Mas la magnitud de estímulo de ella separada habrá de encontrar un distinto empleo: la transformación de su magnitud de estímulo en excitaciones somáticas"9, proceso que será llamado conversión. En cambio, la característica particular de los síntomas obsesivos consistirá en que el afecto libre va a adherirse a otra representación —se mantiene a nivel del pensamiento— formando un falso enlace. Este nuevo proceso será llamado: mecanismo de transposición del afecto. La representación rechazada también formará un segundo grupo psíquico pero esta vez accesible a la conciencia.

Por último, una defensa más radical, es la que produce el síntoma de la locura alucinatoria donde se rechaza tanto la representación como el afecto, rechazando el yo de manera radical aquel fragmento de realidad ligado a la representación excluida.

Ahora bien, en su estudio sobre las nosografías freudianas David Laznik10 señala que podemos distinguir un nuevo paso conceptual a partir del momento en que la angustia pasa a formar parte del marco teórico del psicoanálisis. La experiencia psicoanalítica clínica da cuenta de que aparece la angustia muchas veces articulada a síntomas, o conviviendo con ellos, y que puede ir ligándose en palabras, en el dispositivo analítico entendido como dispositivo de lenguaje.

En efecto, dos años después Freud escribe su artículo "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa" (1896) donde se modifican o se agregan algunos conceptos. Adquieren más importancia nuevos aspectos que darán una modulación y modificación a la anterior clasificación. Toma protagonismo lo que luego se llamará el concepto de retracción o resignificación. Hay un corrimiento de la importancia etiológica; ahora el acento no está tanto en lo traumático del evento, sino en el "recuerdo". Esto también juega como nuevo rasgo diferencial entre las neurosis de defensa y las neurosis simples: en aquellas un suceso actual reanima un recuerdo de la experiencia infantil, en éstas, el suceso actual es una disfunción sexual que por si misma ocasiona el trastorno, de allí que se denominarán neurosis actuales.

Hay ahora una precisión mayor en la definición o concepción del mecanismo psíquico que se definirá en términos de "represión de recuerdos penosos".

Aparece como paso siguiente en la conceptualización freudiana un cambio o profundización del propósito clasificatorio. Esto tendrá como consecuencia una nueva división. Freud acentúa su objetivo de discernir entre lo que es factible de ser abordado por el psicoanálisis como tratamiento, y lo que no lo es. En este momento, ya tiene una elaboración de un concepto que será central: la transferencia.

Entonces, cambia el referente conceptual que dividirá el universo lógico. El propósito se especifica en poder diferenciar si es posible o no la transferencia. De esta manera, la división será entre los sujetos que pueden entrar en transferencia y los que no.

Siguiendo a Peirce, el nuevo carácter que define la división clasificatoria debe implicar otros caracteres que tengan relación con el propósito en perspectiva —el propósito general sigue siendo definir el campo de acción válida del psicoanálisis—, y vemos que efectivamente, la transferencia implica por ejemplo al concepto de libido, según el sujeto tenga libido disponible para ser transferida o sólo esté retenida, encerrada en el yo y no pueda catectizar objetos exteriores (narcisismo). Queda entonces establecida la nueva clasificación en:

1. neurosis de transferencia
2. neurosis narcisistas.

El avance en los descubrimientos de nuevos mecanismos psíquicos de los analizantes implicará otra vez la introducción de nuevos referentes conceptuales, que obligarán a una nueva clasificación. De esta manera, entrarán como referentes conceptuales el Complejo de Edipo y de Castración.

Será esta vez Lacan quien sistematizará lo ya planteado de alguna manera por Freud. La pregunta que guiará la división será: ¿Cómo es la salida o resolución del complejo de Edipo? Si es vía la represión: tendremos neurosis; si se produce forclusión: psicosis; si hay renegación: perversión.

1. neurosis (obsesiva, fóbica o histérica)
2. perversión
3. psicosis

Llegados a este punto, estamos en condiciones de describir sucintamente el proceso lógico de la investigación freudiana de la siguiente forma: cada clasificación, arroja un resultado, y nos dice algo sobre aquello que nos preguntamos o nos propusimos abordar. Por ejemplo, el campo de incumbencia de la práctica psicoanalítica. Aparece lo que le hace obstáculo, que será a su vez lo que nos revele qué mecanismos psíquicos se ponen en juego en el sujeto que reacciona ante el dispositivo. Se reformula una nueva clasificación a partir del terreno ganado y se la confronta con la práctica clínica. Los nuevos obstáculos obligan a nuevas clasificaciones que incluirán las invenciones que se generen para solucionarlos.

Pero, ¿qué sucede con el sujeto concreto y singular?

En el transcurso de un psicoanálisis el analista a partir de su escucha hace una primera clasificación al decidir qué es y qué no es analizable. En determinado momento deberá inferir qué de todo lo que profiere el paciente durante la sesión será para interpretar, en el sentido de ubicar los indicios que nos orientarán hacia la verdad amordazada en el síntoma. Para ello formulará una abducción, que podemos esquematizar del siguiente modo. El síntoma singular, será categorizado como el Resultado inesperado o sorprendente, de un Caso de una Regla o hipótesis del corpus teórico psicoanalítico. Por ejemplo, veamos cómo en 1896 lo podía plantear el mismo Freud: "En cada caso, toda una suma de síntomas patológicos, hábitos y fobias sólo es explicable si uno se remonta a aquellas vivencias infantiles, y la ensambladura lógica de las exteriorizaciones neuróticas vuelve imposible desautorizar esos recuerdos que afloran desde el vivenciar infantil y se han conservado fielmente. Desde luego que en vano se pretendería inquirir a un histérico por estos traumas de la infancia fuera del psicoanálisis; su huella nunca se descubre en el recordar conciente, sino sólo en los síntomas de la enfermedad"11.

3. La resistencia del Sujeto

Pero, a medida que avanzamos en el análisis de un sujeto, vamos encontrando mayores resistencias —tanto de los síntomas como del sujeto mismo—, a ser catalogados en una clasificación instituida. Esto requerirá del analista una nueva pericia. Necesitará ahora ubicarse en el nivel de escuchar aquello que reacciona al encasillamiento en la estructura, lo singular dentro de la estructura. La operación de clasificación va diferenciando y dividiendo clases, despejando estructuras… pero ¿qué operación lógica necesitamos para escuchar, para descubrir lo singular? Creemos que otra vez la respuesta es la abducción, pero ahora, solo en su grado de mayor creatividad y menor certeza. Umberto Eco la llama abducción creativa: en ella, la Regla o "ley tiene que ser inventada ex novo". Sobre esta resistencia singular —proveniente del registro de lo real—, nos parece importante discriminar dos vertientes:

a) Lo real del síntoma, como resistente a las palabras, que puede pensarse como el goce concomitante a él; como el circuito de la satisfacción pulsional ante el cual el sujeto queda relegado o imposibilitado de renunciar.

b) Lo real del sujeto, en el sentido de su libertad jugada en su indeterminación, en su imposibilidad de nombrarse en un solo significante, en la afirmación de su singularidad que se manifiesta como aquello que reacciona a ser encasillado y agotado en una nominación o significación única.

Si el sujeto se estructura en torno de una falta, si él mismo ha advenido como tal siendo su único soporte el deseo del Otro, deseo respecto de cuya satisfacción el sujeto mismo encarna cierta inadecuación irreductible —de un modo u otro, como objeto del deseo materno, está destinado a fallar—, puede captarse entonces la dificultad que se presenta tanto para establecer una clasificación de deseos, como de faltas, o de inadecuaciones. Qué esperaba una madre de un niño, cuán defraudado se sintió el padre, en fin, los berenjenales propios del drama edípico, y las singulares y equívocas soluciones ensayadas, intentadas y repetidas hasta el hartazgo por cada sujeto... Según Michel Silvestre tenemos, para nombrar la clínica "…demasiadas palabras heredadas de la psiquiatría clásica, anterior al psicoanálisis. Estas palabras bastan para clasificar el conjunto de los fenómenos clínicos. La dificultad es hacer entrar al sujeto en esta clínica taxonómica. Este sujeto es habitualmente rebelde a la clasificación. Sin duda, de cierto sujeto se dirá que se alista bajo la etiqueta 'neurosis obsesiva', pero algunos rasgos, histéricos por ejemplo, harán vacilar. ¿Cual es, al fin y al cabo, su estructura? El sujeto, como singularidad, desentona en el cuadro de la clínica. Por ciertos lados, es siempre imposible ponerle nombre"12.

Ochenta y dos años más tarde de la publicación de Las neuropsicosis de defensa, J. Lacan dicta su seminario 23º bajo el título El Sinthome13. En él termina de delinear con claridad otra división pero ahora, en el interior mismo del concepto de síntoma psicoanalítico. Como se aprecia en el título de dicho seminario, es una diferencia de una letra muda que obligará entonces a distinguir entre síntoma y sinthome. De esta manera, por un lado tendremos los clásicos síntomas, efecto del retorno de lo reprimido inconsciente, factibles de ser clasificados según la estructura particular de la que emanan —histeria, neurosis obsesiva… Pero por el otro lado, tendremos al sinthome: nombre propio del anudamiento singular de los tres registros, real, imaginario y simbólico, tal se configura en la estructura de cada sujeto.

Creemos que este último esfuerzo de Lacan responde a la misma problemática que dio origen a nuestro trabajo: la tensión dialéctica que se presenta al intentar un abordaje racional / positivo de las perturbaciones subjetivas. Y en realidad, en la situación analítica, esta dialéctica se presenta de entrada, por ser correlativa de cierta división estructural, irreductible. El síntoma por el cual consulta inicialmente un sujeto, presenta ambas caras: ciertos rasgos comunes a los síntomas de otros sujetos, con lo cual pueden clasificarse en un grupo nosográfico particular, y de ahí inferir el mecanismo de funcionamiento, su lógica particular, y con ella tener la llave para operar sobre él; pero, y al mismo tiempo, y ya desde el inicio, presenta también rasgos y peculiaridades únicas, exclusivas de ese sujeto. Estos últimos rasgos ya no nos servirán para establecer un tipo dentro de las clasificaciones de que disponemos, sino que deberán ser tomados como indicios que apuntan a la forma única y singular en que se estructuró este sujeto, a la forma singular y única que encontró como respuesta a su falta original.

 



Notas

1. Peirce, C. S.: La lógica considerada como semiótica.; edición y traducción de Sara Barrena; Biblioteca Nueva; Madrid; 2007. Para este apartado nos basamos en lo desarrollado por Peirce en la "Memoria 31".

2. Eco, U.: "Cuernos, cascos y zapatos" en El signo de los tres, Barcelona, Lumen, 1989.

3. "La abducción, que es la adopción provisional de una inferencia explicativa, con el objetivo de someterla a verificaciones ulteriores, y que se propone hallar, conjuntamente con el caso, también la regla". Eco, U; Obra citada.

4. Freud, S. : "Las neuropsicosis de defensa" (1894). Obras Completas, Biblioteca Nueva.

5. Sobre este punto puede consultarse nuestro trabajo presentado en las II Jornadas Peirce en Argentina.

6. DSM VI: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. American Psychiatric Association, EE.UU. 1994.

7. "…hay no obstante una bien marcada tendencia para una ciencia a ser primero descriptiva, después clasificatoria y finalmente para abrazar todas las clases en una ley". Peirce, C. S.: "On Science and Natural Classes" (1902). EP 2.115-132.

8. Freud, S.: Ob. cit.

9. Idem ob. cit.

10. Laznik, D.: "Las nosografías freudianas y lo no analizable". Facultad de Psicología (UBA).

11. Freud, S.: "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa". Obras Completas, Biblioteca Nueva.

12. Sivestre, M.; "Al encuentro con lo real", en Mañana el psicoanálisis, Buenos Aires, Manantial, 1991.

13. Lacan, J.: "Seminario 23", El Sinthome; Buenos Aires, Paidós, 2006.

 


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Fecha del documento: 18 de octubre 2008
Ultima actualización: 18 de octubre 2008

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