Carta de Charles S. Peirce a su madre Sarah Mills
(El Hâvre, 02.11.1877)



Esta carta fue escrita por C. S. Peirce a su madre el 2 de noviembre de 1877, desde El Hâvre, justo antes de comenzar el viaje de regreso narrándole con detenimiento las principales incidencias de su viaje y estancia en Europa.

El original se conserva entre los Charles S. Peirce Papers en la Houghton Library (MS Am 1632, L 341) de la Universidad de Harvard. La reproducción digital de la carta ha sido hecha a partir del original. Para la transcripción se ha tenido en cuenta la que preparó Max Fisch [VBla(4)#6], accesible en el Peirce Edition Project de Indianapolis.
Letter transcription
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El Hâvre, 2 noviembre 1877

 

Muy querida Madre,

Escribo esto para decir que parto hacia América en el Herder mañana por la mañana, de modo que si me pierdo en el mar sabrás qué ha sido de mí1. Por la misma razón añadiré algunos detalles sobre mi viaje. Te escribí una larga e interesante carta desde Leipzig, pero por hacerlo llegué tarde al tren y lo perdí. Eché la carta en mi bolsa y en Berlín se volcó un tintero y la carta quedó del todo ilegible.

En el viaje a Europa2 solo estábamos cinco pasajeros de primera clase. Dos señoras solas y tres señores solos. Uno de los caballeros estuvo mareado todo el camino. El otro se dedicó a las

señoras, y por lo tanto tuve la sala de fumar para mí solo y la convertí en mi estudio. Tuvimos un tiempo muy agradable y escribí la mayor parte de mi segundo artículo, "How to make our ideas clear"; como mis ideas en el mar siempre distan mucho de ser claras, me temo que el estilo resulta algo confuso. La comida me pareció extremadamente buena, y pienso que esa única razón ya es bastante para tomar el barco de la Hamburg. El barco era lento y me parece que era lunes por la noche cuando llegamos a Plymouth. Tomé un tren especial a Londres que llegaba por la mañana. La ciudad me pareció más fea que nunca. Fui a ver al editor del XIX Century, que combina los oficios de banquero y editor. No me gustó mucho, aunque trató de ser civilizado. No creo que mis artículos vayan a aparecer allí3. Le compré a Padre su manta de viaje, que es muy bonita, pero me engañaron con el precio. La compré en la City, pensando que allí sería mejor, y después me encontré con que en el West End podría haber conseguido una mejor y más bonita por menos dinero. A pesar de todo puedo asegurar que es extremadamente cómoda y prefiero quedármela. Costó tres libras4. También reemplacé el cepillo de uñas que esa madre mía me robó.

 

 

 



No sé dónde aprendió ella esas maneras: desde luego no de mí5. También compré media docena de calcetines6 e hice que me imprimieran cien tarjetas con mis datos7. Esa misma noche salí para Dover-Ostende-Bruselas, a donde llegué la mañana siguiente. Pasé el día visitando la ciudad, que no conocía. Resultó que era el día de la independencia de Bélgica8 y había muchas cosas que hacer. Por la tarde fui al teatro y vi una obra muy divertida9, y después del teatro tomé un tren para Stuttgart. Llegué al día siguiente por la tarde, después de contemplar desde las ventanas del vagón un poco del paisaje del Rin, que nunca había visto antes. No tenía ni idea de a qué hotel ir en Stuttgart, pero por casualidad fui al correcto, el Hotel Marquardt, uno de los mejores de Europa. Para cuando terminé de asearme y vestirme la cena casi había acabado en el comedor, así que decidí encontrar un rincón apartado y no buscar a mis amigos hasta después de cenar. Sin embargo, Oppolzer me vio en la otra mesa y él y algunos otros se acercaron, me hablaron y me dieron la bienvenida. Me recibieron de una manera muy cordial. El viejo General Baeyer me abrazó y me pareció que la Srta. Baeyer estaba casi a punto de hacerlo también10. No me esperaban en absoluto y parece que habían estado diciendo que era una pena

 

que no me hubieran enviado una invitación formal a tiempo, de manera que mi repentina aparición tuvo un efecto casi sobrenatural, como dijo la Srta. Baeyer. Resultó que todos estaban en el mismo hotel, de modo que fue muy agradable. Ya habían tenido un día de sesión, pero había sido solo una formalidad. En cuanto a las ideas que yo deseaba exponer, resultaron un completo triunfo y todo el mundo reconoció la extrema importancia de la cuestión, así que me convertí de alguna manera en el héroe del momento11. Hablé ante la audiencia cuatro veces, e hice también un discurso después de una cena y brindé con el Sr. Zech12, a quien detesto particularmente. Los franceses fueron esta vez especialmente amables conmigo, y el Sr. Faye vino a mi habitación la noche antes de marcharse y dijo de una manera muy significativa que supiera que si él aceptaba el observatorio todos sus recursos estarían a mi disposición para cualquier experimento que yo deseara hacer13.

Intentaré describir a algunos de los miembros de la asociación. El presidente del Comité permanente es el General Ibáñez de Madrid. Tiene mucho mérito como geodesta, pero es más un hombre de mundo que un hombre de ciencia. Sus maneras son muy dignas y perfectas, siempre sabe qué hacer y, todavía más, qué no hacer. Pero el verdadero rey de la geodesia europea, ante el cual todos los demás tiemblan, al que nunca se oponen abiertamente sino que refunfuñan en susurros a su alrededor, es el General Baeyer. Tiene ahora 83 años. Desde la última vez que le vi

 

ha aprendido francés, que ahora habla muy bien. Todas las noches se aprendía una lista de 50 palabras de memoria. Está muy orgulloso de su nuevo logro. Es un teniente-general del ejército alemán pero no creo que haya estado nunca envuelto en operaciones militares. Era amigo de Bessel. Su trato es muy cálido y nada te recuerda que es una "Excelencia". Es cariñoso y genial, y su gran pasión son los indicadores de mareas. La Srta. Baeyer dice que "los mareógrafos son los péndulos de papá". A pesar de todo eso, el que tiene una opinión opuesta a la del General Baeyer lo pasa mal, ya que tiene una tremenda voluntad y siempre se sale con la suya. Me aprecia mucho y parece tener buena opinión de mí.

La Srta. Baeyer, que está en la treintena, es gorda y no es guapa. Es extremadamente inteligente y tiene lo que los berlineses llaman ingenio de Berlín, que está adaptado a las percepciones de los alemanes.

La Asociación tiene dos Secretarios, Hirsch y Bruhns. Hirsch me recuerda mucho a Hilgard; tiene la misma envergadura, la misma agudeza general, habla inglés, francés y alemán igualmente bien, es igualmente diestro, es hasta el mismo grado un caballero y persigue la ciencia con el mismo objetivo. Al principio despreció mis investigaciones sobre la flexión porque quería agradar a Plantamour, y

 

se expresó de una manera muy fuerte. Al ver que eso no funcionaba admitió con franqueza que se había equivocado y dijo que mi investigación había hecho época en la historia de esta cuestión. Ahora quiere hacer que parezca que yo había omitido la consideración de la flexión de la base. Omití medirla en Berlín, pero siempre he reconocido ese elemento, que sin embargo es de poca importancia en general. Hirsch apoya al que es fuerte y combate al débil.

Bruhns es el secretario de la oposición. Conspira para derrocar a Baeyer, a Ibáñez, a Hirsch, etc. y para poner a Bauernfeind y ponerse él mismo. Sus esfuerzos en esa dirección tienen toda la habilité del burro imitando a un perrito faldero.

Plantamour es un hombre encantador. Tiene unos setenta años. Es muy rico, pero tiene una perfecta pasión por el trabajo y nunca está contento cuando no está trabajando. Está muy descontento con el gobierno de Ginebra desde la revolución, porque sus amigos han perdido su influencia y piensa que el lugar se ha echado a perder, aunque nosotros en América pensaríamos que es un modelo de buen gobierno. Sus ideas sobre el manejo de su propiedad son extremadamente conservadoras. Tiene mucha desconfianza hacia los grandes beneficios. Es muy generoso, eso no lo dudo. Su forma de ser es

 

encantadora y alegre. Era discípulo de Bessel.

El coronel Ferrero es un diputado italiano y un hombre muy listo. Es matemático y acaba de publicar un trabajo muy interesante sobre los mínimos cuadrados. Es joven y guapo y lleva un impresionante uniforme. Se puso en contra de Baeyer en un pequeño punto sobre el cálculo de la triangulación, e incluso llegó tan lejos en su terquedad como para decir que las diferentes investigaciones son responsables de la opinión del mundo científico y que no necesitan someterse a la voluntad de ningún individuo. No hace falta decir que fue completamente barrido por las fuerzas de Baeyer. Está profundamente enamorado de una dama cuyo linaje pertenece al Inferno de Dante, y recibía diariamente una carta suya y generalmente también un telegrama. Solía venir a leérmelos y a hablar sobre ellos conmigo. Es muy afable y también extremadamente listo. Le gusta mucho hablar y no evita ninguna cuestión por personal que le resulte. Llama la atención la brillantez de sus demostraciones, etc.

El profesor Sadebeck no es un hombre que se dé importancia. Es desaliñado hasta el extremo, cada centímetro cuadrado de su persona visible está cubierto

 

de pelo negro, y ningún pelo crece en la misma dirección que algún otro en su cercanía. Tiene unas enormes manos y pies y se inclina y se rasca un montón. Si no entiendes lo que está diciendo en alemán lo dice inmediatamente en francés, que es el más increíble que he oído nunca. Una noche, en una cena de gala que tuvimos, Ferrero, que estaba sentado a mi lado, me anunció su intención de hacer un brindis con las damas en cuanto un alemán de mucha palabrería terminara un discurso que estaba haciendo. "Tengo el sentido de la oportunidad en muy alto grado", dijo, "y siento que ahora es el momento". Mientras lo estaba diciendo, el de la palabrería terminó y el Sr. Sadebeck había empezado a hablar, y nos dimos cuenta de que era él el que había tenido el sentido de la oportunidad de un brindis a las damas, que estaba llevando a cabo con muchas citas de Schiller, etc. para deleite de los invitados y de su prometida, que estaba sentada al lado suyo y a quien él ya había besado, creo, justo antes del brindis.

M. Henri St. Claire Deville no es miembro de la Asociación, pero estaba presente por una particular razón. Es un

 

químico muy distinguido. Ha averiguado cómo producir suficiente calor para fundir el platino y ha revolucionado su producción. Ha inventado también una aleación de iridio y platino que tiene algunas propiedades valiosas. Pues bien, la Comisión Internacional de Pesos y Medidas decidió hacer con esa aleación los nuevos metros para todos los países. La rama francesa del comité quedó encargada de hacer las barras, pero los franceses y los alemanes estaban siempre como el perro y el gato, lo que se debía en un grado considerable al hecho de que Le Verrier estaba en la comisión. Los alemanes propusieron que los franceses sometieran el metal con el que se proponían hacer las barras a la comisión general, que diría si era suficientemente puro. Los franceses se resintieron mucho con esto y no iban a hacer tal cosa, así que continuaron e hicieron las barras. Pero M. Deville, que era uno de los miembros, dijo que el metal no era lo suficientemente puro y que debía ser purificado. Los franceses entonces lo expulsaron de la comisión. La cuestión se ha decidido desde entonces contra los franceses, ya que las barras han cambiado

 

de color. Pero antes de esto, cuando la disputa estaba en su apogeo, el General Baeyer decidió que se hiciera un metro expresamente para la Asociación  Geodésica y puso por completo su construcción en las manos de Deville, que por lo tanto sigue adelante con un plan enteramente suyo. De modo que él estaba presente para informar sobre los progresos y explicar lo que está haciendo. Deville es un hombre muy pequeño, con una cabeza rapada en forma de bala, excesivamente vivaz y jocoso. En Stuttgart estaba bastante fuera de su elemento y comenzó burlándose de las matemáticas. Vosotros, matemáticos, dijo, cubrís una gran cantidad de papel con símbolos misteriosos, con largas serpientes ∫, a veces dos o tres juntas, y cuando uno pregunta qué significa todo eso es muy probable que uno encuentre que es algo que el buen sentido natural habría descubierto sin todas esas serpientes. Ante esto Hirsch exclamó que era una herejía y parecía estar preocupado por si Deville se había vuelto loco. Me preguntó qué decía yo a eso. Bien, dije yo, creo que tiene bastante sentido. La mecánica de Kirchhof

 

sobre la que justo has estado hablando con admiración es un ejemplo de llevar el amor por los métodos analíticos hasta el punto de preferirlos incluso cuando el mismo resultado se alcanza mucho más fácilmente de otra manera. De modo que Hirsch tuvo ocasión poco después de dejar la mesa y Deville dijo "he escandalizado a nuestro buen Secretario menospreciando aquello que él respeta más, es decir, aquello que comprende menos".

Tengo muchas ganas de quemar esta carta y no enviarla, pues veo que al tratar de describir a toda esta gente solo he mencionado sus debilidades, que a menudo son los puntos que más sobresalen. Sin embargo la dejaré ir con la advertencia de que no llegue a ser vista por todos.

Stuttgart es una pequeña ciudad bonita y alegre; sus calles están muy limpias y su arquitectura es muy pintoresca. Mientras estuve allí tuvo lugar la fiesta anual de Cannstatt y hubo una fiesta campestre, etc.

 

Fueron todos excepto yo. Estaba muy ocupado con mi escritura. Los habitantes de Stuttgart no se tomaron el asunto del encuentro au sérieux. Me parece que no se tomaban nada realmente en serio excepto la etiqueta, que aquí es más que alemana.

Desde Stuttgart fui a Leipzig, donde intenté sin éxito que mis artículos fueran incluidos en una revista. El libro será traducido y debo contentarme con eso. 

De Leipzig a Berlín. Plantamour había llegado antes que yo y estaba llevando a cabo sus experimentos. Comparé de nuevo mi estándar con el del péndulo prusiano y encontré un ligero cambio desde 1875 de 1/12000 de una pulgada. No mucho, pero algo.

Encontré Berlín muy parecida. Están construyendo sin embargo un observatorio impresionante en Potsdam, que fui a  ver con Förster y Plantamour. Es algo inmenso. Cada observador tiene una casa separada.

 

Mi tiempo se está acabando y debo terminar. De Berlín a París. Aquí he arreglado que mis artículos aparezcan en la Revue Philosophique, y el libro aparecerá también en francés14. Este acuerdo me gusta mucho. También tuve varias sesiones largas con los Brunners y vi algunos instrumentos que ellos tenían. También visité el observatorio y tomé algunas notas sobre el viejo aparato del péndulo de Biot y Arago. También pasé un día con Deville en su laboratorio y vi su manera de hacer lo que yo hago, comparando el metro con la longitud de onda. También asistí al encuentro anual de las cinco academias del Instituto, donde Breguet exhibió el teléfono. El nuevo palacio para exhibiciones es muy bonito y grandioso. Volví a hacer el Louvre-Luxembourg-Versalles. Fui a varios teatros, pero

 

no vi nada que merezca la pena mencionar excepto la ópera cómica "Las campanas de Corneville",15 que es bonita y está muy bien representada.

Ayer, que era Todos los santos, tomé el tren y me fui a Ruan, donde me quedé hasta esta noche, y luego he venido aquí. Me admiraron mucho las iglesias de Ruan y escuché parte del servicio en la catedral16. El órgano es grande y lo tocaron maravillosamente. El sermón fue también muy impresionante. Había un cardenal con sus vestiduras y su solideo rojos. Por la tarde el boulevard estaba lleno de casetas con toda clase de cosas. Teatros de los que salían actores con sus trajes para invitar a la gente a entrar y atraerlos con gestos, bailes, música, etc. Toda clase de lugares para juegos diversos, pequeñas cosas para vender, etc. Había tal multitud que era difícil avanzar. Muy divertido.

No he visto nada de esta ciudad más que el acuario. Espero verte pronto a ti y a Padre en Nueva York. Aunque he intentado economizar todo lo que he podido, he gastado más dinero del que debería. No volveré a menos que me den tanto dinero para los gastos como dan los gobiernos europeos.

C.S.P.

 


Notas

1. Charles S. Peirce debió de enviar esta carta en un barco distinto al Herder en el que regresaba a los Estados Unidos. Por ese motivo dice "que si me pierdo en el mar sabrás qué ha sido de mí". No sabemos si lo dice en broma o en serio, pero el naufragio de los barcos no era algo infrecuente.

2. Había salido de Nueva York en el vapor Suevia el jueves 13 de septiembre y llegó a Plymouth, Inglaterra, el lunes 24 de septiembre. Dice que el vapor es lento porque el viaje había costado 11 días. En el viaje anterior, Charles S. Peirce había regresado a Estados Unidos en el vapor Adriatic de la línea White Star que había ostentado la "Blue Riband of the Atlantic", esto es, el barco que más rápidamente había hecho la travesía [Fuente: Trans-Atlantic Passenger Ships, Past and Present, p. 6].

3. Se trata de James Thomas Knowles (1831-1908), arquitecto y editor, fundador de la Metaphysical Society cuyo objeto era acercar la religión y la ciencia. Había fundado la revista The XIX Century en ese mismo año como una revista literaria mensual en la que colaboraron intelectuales muy distinguidos.

4. Como curiosidad puede añadirse que, seis años antes en su viaje por España, Peirce había comprado "una manta horrible, pero muy cómoda, de lana española con bordados gitanos feos y vulgares. Buena para calentarme en los trenes". No deja de llamar la atención que la familia Peirce, como probablemente muchas otras familias distinguidas de Boston, realicen tantas compras de ropa y complementos en las tiendas de Londres.

5. Llama también la atención el humor chispeante e inteligente con el que frecuentemente Charles S. Peirce trata a su madre.

6. En el MS 1560a Charles S. Peirce recomienda adquirir ropa interior en Ludlam 174, Picadilly.

7. Muy probablemente se trataba de tarjetas con sus datos profesionales y personales para distribuir a los científicos y otras personas con las que se iba a reunir en su viaje.

8. Aunque en la actualidad la fiesta nacional de Bélgica se celebra el 21 de julio, originalmente se celebraba el 27 de septiembre para conmemorar la retirada de las tropas holandesas de Bruselas la noche del 26 al 27 de septiembre de 1830 [Fuentes: Wikipedia, La révolution belge a 185 ans].

9. Muy probablemente esta divertida obra a la que se refiere Charles S. Peirce era la comedia vodevil La poudre d'Escampette, que se representaba en el Teatro Real de las Galerías Saint-Hubert, a las 7 y cuarto.

10. En la carta a Kehler de 1911 relata ese encuentro de la siguiente manera: "Llegué al hotel por la tarde durante la cena. Sabía que había dos hombres que creían en mí, o más bien uno y un tercio. El uno era el General Baeyer, el líder de la geodesia europea. El tercio era una fracción de Mr. Emile Plantamour, que me había visto trabajar en Ginebra. Me encontré con el General Baeyer y su hija en el pasillo del hotel cuando me iban a mostrar la habitación, y el viejo general, que había estado luchando por mí todo el día pero que realmente no sabía mucho acerca de la cuestión, estaba tan encantado de verme que ¡me rodeó con los brazos y me besó en las dos mejillas!".

11. En la carta a Kehler de 1911, Charles S. Peirce describirá así la reunión: Era una reunión particularmente distinguida, ya que había allí varios hombres que no eran geodestas regulares, como Henry St. Claire Deville, M. Faye, etc. Comencé con la teoría matemática a la que —al encontrarla— había logrado dar una forma en la que cualquiera de aquellos hombres podría ver que era correcta. Después describí el instrumento mediante el que había registrado automáticamente los instantes del paso del péndulo por la vertical, mientras estaba oscilando sobre el trípode de bronce y cuando estaba oscilando sobre un soporte apropiadamente rígido. Tenía las hojas del cronógrafo conmigo y toda la demostración estaba completa, y cuando me senté los tres antagonistas de Bruselas se levantaron uno detrás de otro y admitieron muy generosamente que tenía toda la razón. Desde ese momento se me reconoció como la cabeza de esa pequeña rama o ramita de la ciencia".

12. Se trata del profesor de física y astronomía de Stuttgart, Paul Heinrich Zech (1828-1893). Cuando Charles S. Peirce dé instrucciones para la distribución de Photometric Researches (1878) indicará expresamente que se le envíe un ejemplar a él (Kepplerstrasse 19, Stuttgart) y al profesor Hugo Schoder (1836-1884) (Kreuerstrasse 8, Stuttgart).

13. Probablemente Hervé Faye esperaba ser nombrado director del Observatorio de París, pero el 23 de noviembre de 1877 sería nombrado ministro de Instrucción Pública.

14. Se trata de los artículos "Comment se fixe la croyance" y "Comment rendre nos idées claires" que Charles S. Peirce había preparado en francés en el viaje de ida. Serán publicados por la Revue Philosophique de la France et de L'Étranger vol. 6 (1878), 553-569 y vol. 7 (enero 1979), 39-57.

 

15. Se trata de la obra más célebre de Robert Planquette (1848-1903). Es una ópera cómica en tres actos estrenada en París en abril de 1877 en el Théâtre des Folies-Dramatiques, donde probablemente seguía representándose cuando C. S. Peirce acudió a París en octubre de 1877. Puede verse a la derecha una reproducción del cartel anunciador.

 

16. Llama la atención el impacto que la catedral de Ruan tiene en la sensibilidad de Charles S. Peirce. Quince años después, en febrero de 1892, el pintor Claude Monet inmortalizará esta catedral pintándola mediante treinta óleos a diferentes horas del día con diferente luz. Pueden verse algunas de estas representaciones en Google y leerse el artículo de Alan Riding, "Monet's Fixation on the Rouen Cathedral", New York Times, 15 de agosto de 1994.

 


Traducción de Sara Barrena (2016)
Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a sbarrena@unav.es
Proyecto de investigación "La correspondencia del tercer viaje europeo de Charles S. Peirce (septiembre-noviembre 1877)" (PIUNA 2016-2018)

Fecha del documento: 9 de noviembre 2016
Última actualización: 23 de marzo 2022
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