UNA CONJETURA PARA EL ACERTIJO


Charles S. Peirce (1887)

Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia



Alrededor de 1890. Uno de los borradores de esta obra se titula: "Notas para un libro, que se llamará 'Una conjetura para el acertijo' con una viñeta de la esfinge bajo el título". Este encabezado va seguido de la observación: "Y este libro, si alguna vez es escrito, y estará tan pronto como yo esté en situación de escribirlo, será uno de los partos de la época". (N. del T.) Reproducido con el permiso de Fernando C. Vevia. Esta traducción se publicó en Charles S. Peirce. Escritos filosóficos, F. Vevia (tr., intr. y notas), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 201-243. (N. del E.)




PLAN DE LA OBRA

354. Sección 1. Uno, dos tres. Ya escrito.

Sección 2. La tríada en el razonamiento. No tocado; debe hacerse como sigue:

  1. Tres tipos de signos; como queda mejor demostrado en mi último artículo para el Am. Jour. Mart. (3.359 ss.).
  2. Término, proposición y argumento, mencionado en mi artículo sobre una nueva lista de categorías (cap. 6).
  3. Tres tipos de argumentos, deducción, inducción, hipótesis, como se muestra en mi trabajo en Studies in Logic (vol. 2, libro III, cap. 8), por tanto, tres figuras de silogismo, como muestro allí y en mi trabajo sobre la clasificación de argumentos (vol. 2, libro III, cap. 2).
  4. Tres tipos de términos, absoluto, relativo, y conjugativo, como muestro en mi primer artículo sobre lógica de relativos.

Hay otras varias tríadas a las que se puede aludir. Las divisiones duales de lógica resultan de un falso modo de mirar las cosas absolutamente. Así, más allá de afirmativas y negativas, hay enunciaciones realmente probables, que son intermedias. Así, además de proposiciones particulares y universales, hay todo tipo de proposiciones de cantidad numeral. Por ejemplo, la proposición particular: algún A es B significa "por lo menos algún A es B". Pero podemos también decir: "por lo menos dos A son B". Por lo tanto, todas las A menos una son B, etc., etc., ad infinitum.

Pasamos de la cantidad dual o un sistema de cantidad tal como el del álgebra de Boole, donde solamente hay dos valores, a la cantidad plural.

Sección 3. La tríada en metafísica. Este capítulo, uno de los mejores, ha de tratarse en la teoría del conocimiento.

Sección 4. La tríada en psicología. La mayor parte ya está escrito.

Sección 5. La tríada en fisiología. La mayor parte está escrita.

Sección 6. La tríada en biología. Esto es para mostrar la verdadera naturaleza de la hipótesis de Darwin.

Sección 7. La tríada en física. La sección germinal. 1. La necesidad de una historia natural de las leyes de la naturaleza, de tal manera que podamos conseguir alguna noción de qué se puede esperar. 2. El postulado lógico de la explicación prohíbe la suposición de cualquier absoluto. Es decir, exige la introducción de la terciedad. 3. La metafísica es una imitación de la geometría, y habiéndose manifestado los matemáticos en contra de los axiomas, los axiomas metafísicos están destinados a caer también. 4. Oportunidad absoluta. 5. La universalidad del principio del hábito. 6. Instauración de toda la teoría. 7. Consecuencias.

Sección 8. La tríada en sociología o, debería decir, en pneumatología. Que la conciencia es una especie de "espíritu público" (public spirit) entre las células nerviosas. El hombre es una comunidad de células; animales compuestos y plantas compuestas: sociedad, naturaleza. El sentimiento implícito es la primeridad.

Sección 9. La tríada en teología. La fe nos pide ser materialistas sin vacilaciones (las dos últimas secciones parece que no fueron escritas).


TRICOTOMÍA1

355. Quizá pueda empezar comentando cuántos números diferentes han encontrado sus campeones defensores. El dos fue exaltado por Pedro Ramus, el cuatro por Pitágoras, el cinco por Sir Thomas Brown, y así sucesivamente. Por mi parte, soy un decidido enemigo del número no inocente; los respeto y estimo en todos sus modos; pero me veo obligado a confesar que me inclino al número tres en filosofía. De hecho, hago tal uso de las divisiones tripartitas en mis especulaciones, que me parece lo mejor comenzar por hacer un ligero estudio preliminar de las concepciones sobre las que tales divisiones deben descansar. No quiero significar otra cosa sino las ideas de primero, segundo y tercero -ideas tan amplias que pueden ser miradas más como modos (moods) o tonos (tones) del pensamiento, como nociones definidas, pero que tienen gran significación para todo esto. Vistos como numerales, para ser aplicados a los objetos que queramos, son delgados esqueletos del pensamiento, si es que no son meras palabras. Si solamente necesitáramos hacer enumeraciones, estaría fuera de lugar preguntar por las significaciones de los números que fuéramos a usar; pero, por otra parte, se supone que las distinciones de la filosofía son para alcanzar mucho más que eso; se pretende con ellas llegar a la verdadera esencia de las cosas, y si vamos a hacer una distinción filosófica tripartita sencilla, nos incumbe a nosotros preguntarnos de antemano cuáles son los tipos de objetos que son primero, segundo y tercero, no para ser contados así, sino en sus propios y verdaderos caracteres. Debemos al presente encontrar razones para admitir que hay tales ideas de lo realmente primero, segundo y tercero.

356. Lo primero es aquello cuyo ser es simplemente él mismo, no refiriéndose a ninguna cosa ni situándose tras alguna cosa. Lo segundo es aquello que es por fuerza de algo para lo cual es segundo. Lo tercero es aquello que es lo que es debido a las cosas entre las que media y que él pone en relación la una con la otra.

357. La idea de lo absolutamente primero debe ser por completo separada de toda concepción -o referencia- a cualquier otra cosa; pues lo que implica un segundo es segundo él mismo para eso segundo. Lo primero debe, por lo tanto, estar/ser presente de inmediato, de modo que no sea segundo para una representación. Debe ser/estar fresco y nuevo pues, si es antiguo, es segundo para su estado primero. Debe ser iniciativo, original, espontáneo y libre; de otro modo no es segundo para una causa determinada. Es también algo vívido y consciente; así, solamente confiesa ser el objeto de alguna sensación. Precede toda síntesis y diferenciación; no tiene unidad ni partes. No puede ser pensamiento articulado: si afirma, ya casi ha perdido toda su inocencia característica; pues la aserción siempre implica la negación de alguna otra cosa. Deja de pensar en él y ¡ya ha volado!. Lo que el mundo fue para Adán el día en que abrió los ojos, antes de que hubiera esbozado cualquier distinción, o se hubiera hecho consciencia de su propia existencia -eso es lo primero, presente, inmediato, fresco, nuevo, lleno de iniciativa, original, espontáneo, fresco, vívido, consciente y evanescente. Sólo recordemos que cualquier descripción de él tiene que falsearlo.

358. Al igual que el primero no es absolutamente primero si es pensado al lado de un segundo, así del mismo modo pensar lo segundo en su perfección debe desterrar todo tercero. Lo segundo es por tanto lo absolutamente último. Pero no necesitamos, ni debemos, borrar la idea de lo primero de lo segundo; por el contrario, lo segundo es precisamente aquello que no puede ser sin lo primero. Sale a nuestro encuentro en hechos tales como otro, relación, compulsión, efecto, dependencia, independencia, negación, ocurrencia, realidad, resultado. Una cosa no puede ser otra, negativa o independiente, sin un primero para el que o del cual será otra, negativa o independiente. No obstante eso, no es todavía un tipo muy intenso de secundidad; pues lo primero, en esos casos, puede ser destruido dejando absolutamente sin cambio de la acción de lo primero, y es dependiente de ello, la alteridad es más genuina. Pero la dependencia no debe ir tan lejos que lo segundo sea un mero accidente o incidente de lo primero; de otro modo, una vez más, la alteridad degeneraría. Lo segundo genuino sufre y sin embargo resiste, como materia muerta, cuya existencia consiste en su inercia. Nótese, también, que para que lo segundo tenga la finalidad que hemos visto que le pertenece, tiene que ser determinado por lo primero inamovible, y a partir de ahí ser fijado; de tal manera que la fijeza inalterable venga a ser uno de sus atributos. Encontramos alteridad en la "ocurrencia"2, porque una "ocurrencia" es algo cuya existencia consiste en nuestros golpes contra ella. Un hecho penoso (hard fact) es del mismo tipo; es decir: es algo que está ahí, y que no puedo dejar de pensar, sino que estoy forzado a reconocerlo como un objeto o segundo junto a mí mismo, el sujeto o número uno, y que es parte constituyente del ejercicio de mi voluntad.

La idea de segundo debe ser considerada como fácil de comprender. La de primero es tan delicada, que no puede usted tocarla sin echarla a perder; pero la de segundo es especialmente dura y tangible. También es muy familiar; se nos impone diariamente, es la lección principal de la vida. En la juventud el mundo es fresco y parecemos libres; pero las limitaciones, los conflictos, los impedimentos y la alteridad en general constituyen la enseñanza de la experiencia.

Pero a pesar de ser familiar la noción y compelidos como estamos a reconocerla a cada momento, nunca la podemos realizar; nunca podemos ser inmediatamente conscientes de la finitud o de cualquier otra cosa, si no es la libertad divina que en su primeridad original propia no conoce límites.

359. Primero y segundo, agente y paciente, sí y no, son categorías que nos hacen capaces toscamente de descubrir los hechos de la experiencia, y satisfacen la mente por un tiempo muy largo. Pero en último término aparecen inadecuadas y lo tercero es la concepción a la que se acude. Lo tercero es lo que sirve de puente sobre el abismo entre lo primero absoluto y lo último, y los pone en relación. Hemos dicho que cada ciencia tiene sus escenarios cualitativo y cuantitativo; ahora bien, su escenario cualitativo es cuando las distinciones duales -ya sea que un sujeto dado tenga un predicado dado o no lo tenga- bastan; el escenario cuantitativo se presenta cuando ya no contamos con tales distinciones toscas, requerimos insertar una posible vía media entre cada dos condiciones posibles del sujeto con respecto a su posesión de la cualidad indicada por el predicado. La mecánica antigua reconocía las fuerzas como causas que producían movimientos como sus efectos inmediatos, no viendo más que la relación dual esencial de causa y efecto. Por eso no pudo hacer progresos en la dinámica. La obra de Galileo y sus sucesores muestra que las fuerzas son aceleraciones en las cuales [un] estado de velocidad es realizado gradualmente. Las palabras "causa" y "efecto" persisten todavía, pero las viejas concepciones se habían apartado de la filosofía mecánica; pues el hecho ahora conocido es que en ciertas posiciones relativas los cuerpos sufren ciertas aceleraciones. Ahora bien, una aceleración, en lugar de ser -como la velocidad- una relación entre dos posiciones sucesivas, es una relación entre tres; de tal manera que la nueva doctrina consistió en la introducción, deseable, de la concepción de terciedad. Sobre esta idea está construida toda la física moderna. También la superioridad de la geometría moderna se ha debido ciertamente a nada más ni nada menos que el servir de puente de los innumerables casos distintos con los que la ciencia antigua estaba embarazada, y podemos ir tan lejos como para decir que todos estos grandes pasos en el método de la ciencia en cada departamento han consistido en poner en relación casos que antes estaban separados.

360. Podemos reconocer al hombre cuyo pensamiento se halla principalmente en el escenario dual por su uso inmoderado del lenguaje. En tiempos pasados, cuando él era natural, todas las cosas con él eran sin mitigaciones, absolutas, inefables, perentorias, sin igual, supremas, incondicionadas, raíz y rama3; pero ahora que la moda es ser despectivo, se ve plenamente marcado por la total y ridícula falta de adecuación de sus expresiones. El principio de contradicción es un lema o santo y seña para esas mentes; refutar una proposición que ellos quieren siempre intentar probar que esconde una contradicción, no obstante que pueda ser tan clara y comprensible como el día. Note usted para su regocijo la gran indiferencia con que las matemáticas, desde la invención del cálculo, han proseguido su camino, no cuidándose más de las críticas de los traficantes de la contradicción, que un acorazado se preocupa de un fuerte americano.

361. Hemos visto que la conciencia inmediata es lo primero; la cosa externa (the external dead thing) es lo segundo. De la misma manera, es evidente que la representación que media entre ellas dos es preeminentemente lo tercero. Otros ejemplos, sin embargo, no deben ser despreciados. Lo primero es agente, lo segundo paciente, lo tercio es la acción por la cual aquel influye a éste. Entre el comienzo como primero y el final como último se da el proceso que conduce de lo primero a lo último.

362. De acuerdo con los matemáticos, cuando medimos a lo largo de una línea, en la que nuestro patrón4 es reemplazado por una yarda marcada sobre una barra rígida infinitamente larga, entonces en todos los cambios de ella que hacemos con el propósito de aplicarla a sucesivas porciones de la línea que va a ser medida, dos puntos de esa barra permanecerán fijos e inamovibles. A ese par de puntos lo matemáticos les dan el título de absolutos; son los puntos que están a una distancia infinita por un lado y, por otro, en cuanto medidos por esta yarda. Esos puntos son o realmente distintos, coincidentes o imaginarios (en cuyo caso no hay más que una distancia finita a lo largo de la línea) según la reacción del modo de la medida con la naturaleza de la línea sobre la cual se ha hecho la medición. Esos dos puntos son el absolutamente primero y el absolutamente último o segundo, mientras cada punto medible sobre la línea es de la naturaleza de un tercero. Hemos visto que la concepción de lo absolutamente primero elude todo intento de asirlo, y así en otro sentido, hace el absoluto segundo; pero no hay absoluto tercero, pues éste es por su propia naturaleza relativo, y esto es lo que siempre estamos pensando, incluso cuando apuntamos a lo primero o segundo. El punto de partida del universo, Dios el Creador, es lo absoluto segundo; cada estado del universo como punto medible del tiempo es lo tercero. Si usted piensa que lo mensurable es todo lo que hay, y le niega toda tendencia desde dónde o adónde, entonces está usted considerando el par de puntos que hacen lo absoluto como imaginario y es usted un epicúreo. Si sostiene que hay un objeto definido del curso de la naturaleza como un todo, pero cree que su fin absoluto no es más que el nirvana del cual surge, entonces hace que los dos puntos del absoluto coincidan y es usted un pesimista. Pero si su creencia es que todo el universo se va aproximando en el futuro infinitamente distante a un estado que tendrá un carácter general diferente del que miramos hacia atrás en el pasado infinitamente distante, hace que el absoluto consista en dos puntos realmente distintos y es usted un evolucionista5. Esta es una de las materias en torno a las cuales un hombre sólo puede aprender de sus propias reflexiones, pero creo que si mis sugerencias han sido seguidas, el lector concederá que uno, dos y tres son más que meras palabras-contadoras como "eeny, meeny, miny, mo", y conllevan vastas, aunque vagas, ideas.

363. Pero alguien puede preguntar: ¿por qué detenerse en el tres? ¿Por qué no seguir para encontrar una nueva concepción en cuatro, cinco y así indefinidamente? La razón es que mientras es imposible formar un tres genuino por una modificación del par, sin introducir algo de naturaleza diferente a la unidad y el par, cuatro, cinco y cualquier otro número más alto puede ser formado por meras complicaciones de tres. Para hacer esto más claro, quiero mostrarlo en un ejemplo. El hecho de que A obsequie a B un regalo C, es una relación triple, y como tal no puede ser resuelta en una combinación de relaciones duales. En efecto, la idea de una combinación implica la de terciedad, pues una combinación es algo que es debido a las partes que pone en relación mutua. Pero podríamos renunciar a esta consideración, y entonces no podríamos reconstruir el hecho de que A regale C a B, mediante cualquier mezcla de relaciones duales entre A y B, B y C, y C y A. A puede enriquecer a B, B puede recibir C y A puede deshacerse de C y todavía A no necesariamente necesita dar C a B. Por eso, sería necesario que esas tres relaciones duales no solamente coexistieran, sino que fueran soldadas en un hecho. Vemos así que una tríada no puede ser analizada o descompuesta en díadas. Pero ahora quiero mostrar con un ejemplo que un cuatro puede ser analizado por medio de tres. Tomemos el hecho cuádruple de que A vende C a B por el precio D. Es este un compuesto de dos hechos: primero, que A hace con C una cierta transacción, que podemos llamar E, y segundo, que esa transacción E es una venta de B por el precio D. Cada uno de esos dos hechos es un hecho triple, y su combinación lleva a cabo un genuino acto cuádruple. La explicación de esta llamativa diferencia no hay que ir a buscarla muy lejos. Un término relativamente dual, como "amante" o "sirviente", es una especie de forma vacía, donde hay dos lugares dejados en blanco. Quiero decir que al construir una frase en torno a "amante", como palabra principal del predicado, estamos en libertad de hacer cualquier cosa que juzguemos conveniente el sujeto, y luego, además de esto, cualquier cosa que gustemos el objeto de la acción de amar. Pero un término relativo triple como "dador" tiene dos correlatos, y es así un formulario con tres lugares en blanco. Por consecuencia, podemos tomar dos de esos relativos triples y llenar un lugar vacío en cada uno con las mismas letras, X, que tiene solamente la fuerza de un pronombre o índice identificativo, y así los dos tomados juntos formarán una totalidad que tiene cuatro lugares en blanco, y de ahí podemos proceder de modo similar a cualquier número más alto. Pero cuando intentamos imitar este procedimiento con correlaciones duales, y combinamos dos de ellos por medio de una X, encontraremos que tenemos solamente dos lugares vacíos en la combinación, tal como los tendríamos en cualquiera de los correlacionados tomados en sí mismos. Una carretera con sólo bifurcaciones triples puede tener cualquier número de términos, pero ningún número de carreteras rectas, puestas una tras otra, darán más de dos términos. Así, cualquier número, aunque sea grande, puede ser construido de tríadas, y por consiguiente ninguna idea puede ser implicada en tal número, radicalmente diferente de la idea de tres. No quiero negar que los grandes números pueden presentar configuraciones especiales interesantes de las que pueden derivarse nociones de aplicabilidad más o menos general; pero eso no puede elevarse a la altura de categorías filosóficas tan fundamentales como las que han sido consideradas.

364. El argumento de este libro ha sido desarrollado en la mente del autor, sustancialmente como es presentado, como un llevar hasta el fin esas tres concepciones, en una especie de juego de "sigamos al líder" de un campo del pensamiento a otro. Su importancia me pareció patente en el estudio de la lógica, donde juegan un papel tan importante que fui llevado a buscarlas en psicología. Habiéndolas encontrado de nuevo allí, no podía dejar de preguntarme a mí mismo si no entrarían en la fisiología del sistema nervioso. Esbozando una pequeña hipótesis, tuve éxito al detectarlas allí; entonces la cuestión naturalmente era cómo aparecerían en la teoría del protoplasma en general. Aquí parece que abrí brecha, por una interesante ruta de reflexiones que proporcionaban puntos de vista tanto sobre la naturaleza del protoplasma como de las concepciones mismas; aunque no fue hasta más tarde que cartografié mis pensamientos sobre el tema, tal y como están presentados en la sección 4. No tuve ninguna dificultad en seguir al líder al terreno de la selección natural, y una vez llegado a ese punto fui irresistiblemente llevado a la especulación concerniente a la física. Un valiente salto me hizo aterrizar en un jardín de sugestiones fructíferas y hermosas, cuya exploración me impidió por mucho tiempo seguir investigando. Sin embargo, tan pronto como fui inducido a seguir buscando y a examinar la aplicación de las ideas relativas al tres a los problemas más profundos del alma, naturaleza y Dios, vi de una vez que me conducirían muy lejos, al corazón de los misterios primigenios. De este modo creció el libro en mi mente; éste es por tanto el orden en que lo escribí, y sólo el primer capítulo es más o menos un pensamiento subsiguiente, dado que en un estado anterior de mis estudios habría considerado la materia aquí expuesta como demasiado vaga para tener algún valor. Habría discernido en ella un parecido demasiado fuerte con un libro mentecato del que me hubiera reído. Un estudio más profundo me enseñó que incluso de la boca de infantes y lactantes puede salir la fuerza, y que la débil basura metafísica ha contenido a veces los gérmenes de concepciones capaces de crecer hasta llegar a ser doctrinas importantes y positivas.

365. Así, no siendo todo el libro más que la ejemplificación de la tríada de ideas, no necesitamos dilatarnos más en esta exposición preliminar.

Hay, sin embargo, un rasgo sobre el que es totalmente indispensable extenderse. Hay dos grados distintos de alteridad y tres grados de terciedad. Hay una analogía muy cercana en la geometría. Las secciones cónicas son las curvas así llamadas usualmente, o son pares de líneas.

Un par de líneas rectas es llamado una cónica degenerada. Así, las curvas cúbicas planas son o las curvas genuinas de tercer orden, o son cónicas igualadas con líneas rectas o consisten en tres líneas rectas; de tal manera que hay dos órdenes de cúbicas degeneradas. Casi en el mismo camino, además de genuina alteridad, hay un tipo degenerado, que no existe como tal, sino que solamente se concibe así. Los lógicos medievales (siguiendo una insinuación de Aristóteles) distinguían entre relaciones reales y relaciones de razón. Una relación real subsiste en virtud de un hecho que sería totalmente imposible si uno u otro de los objetos fuera destruido, mientras que una relación de razón subsiste en virtud de dos hechos, uno solamente de los cuales desaparecería con la aniquilación de cualquiera de los correlatos. Así son todas las semejanzas, pues dos objetos cualquiera en la naturaleza se asemejan uno al otro, en ellos mismos lo mismo que en cualquier otro par; es solamente con referencia a nuestros sentidos y es necesario que una semejanza cuente más que otra. Rumford y Franklin se parecen el uno al otro en virtud de que ambos son americanos; pero cada uno de ellos hubiera sido tan americano, aunque el otro no hubiera jamás vivido. Por otro lado, el hecho de que Caín matase a Abel no puede considerarse meramente como un agregado de dos hechos, uno que concierne a Caín y otro a Abel. Las semejanzas no son las únicas relaciones de razón, aunque tienen ese carácter en un grado eminente. Contrastes y comparaciones son del mismo tipo. La semejanza es una identidad de caracteres, y esto es como decir que la mente recoge las ideas que se parecen dentro de una misma concepción. Otras relaciones de razón surgen de ideas conectadas por la mente de otros modos: consisten en la relación entre dos partes de un concepto complejo, o, como podríamos decir, en la relación de un concepto complejo consigo mismo, con respecto a dos de sus partes. Esto nos lleva a considerar una especie de alteridad degenerada que no llena la definición de una relación de razón.

Identidad es la relación que cada uno tiene consigo mismo: Lucullus cena con Lucullus. Más todavía, hablamos de tentaciones y motivos en el lenguaje de fuerzas, como si un hombre sufriera compulsión de adentro. Así sucede con la voz de la conciencia; y observamos nuestros propios sentimientos con un sentido reflexivo. Un eco es mi propia voz que regresa para responderse a sí misma. Por lo tanto, hablamos de la cualidad abstracta de una cosa como si fuera una segunda cosa que posee la primera cosa. Pero las relaciones de razón y esas autorelaciones son semejantes en cuanto que surgen de la mente que coloca una parte de una noción en relación con otra. Todos los segundos degenerados pueden justamente ser llamados internos, en contraste con los segundos externos, constituidos por un hecho externo, y son acciones verdaderas de una cosa sobre otras.

366. Entre los terceros hay dos grados de degeneración. El primero es cuando en el hecho mismo no hay terciedad o mediación, sino que hay verdadera dualidad; el segundo es cuando no hay ni verdadera alteridad en el hecho mismo. Consideremos, en primer lugar, que lo tercero degenera en el grado primero. Un prendedor o un alfiler que sujeta dos cosas juntas prendiendo a través de una y también, por tanto, a través de la otra; cualquiera de las dos puede ser aniquilada, y el alfiler continuaría sujetando al que quedara. Una mezcla junta sus ingredientes al contenerlos. Podemos calificar a estos de terceros accidentales. "¿Cómo maté a tu hijo?", preguntó el comerciante, y el genio replicó: "Cuando arrojaste la piedra golpeó a mi hijo, que iba pasando en ese momento, en el pecho, y murió inmediatamente". Aquí hay dos hechos independientes: primero, que el mercader arrojó la piedra, y segundo, que la piedra golpeó y mató al hijo del genio. Si hubiera tenido la intención de hacerlo el caso sería diferente, pues entonces hubiera habido una relación intencional, que hubiera conectado al que lo intentó, la cosa intentada y el objeto al que se refería en un solo hecho. ¡Qué injusticia e inhumanidad tan monstruosa la del genio en hacer al pobre mercader responsable de tal accidente! Recuerdo cómo lloré con ello, cuando estaba en brazos de mi padre y él contaba la historia. Es justo que un hombre, incluso aunque no tuviera mala intención, resulte responsable inmediato de los efectos inmediatos de sus acciones, pero no por lo que pueda resultar en un caso esporádico de vez en cuando, sino sólo de aquellos que puedan ser prevenidos por una regla de prudencia razonable. La naturaleza mismo a menudo suple el lugar de la intención de un agente racional haciendo a un tercero genuino y no meramente accidental; como cuando una chispa, como tercero, cae dentro de un barril de pólvora, como primero, causa una explosión, como segundo. Pero, ¿cómo hace la naturaleza esto? En virtud de una ley inteligible, según la cual actúa. Si dos fuerzas están combinadas conforme al paralelogramo de fuerzas, su resultado es un tercero real. Con todo, cualquier fuerza, en el paralelogramo de fuerzas, puede ser resuelta matemáticamente en la suma de otras dos, en una infinidad de caminos o modos diferentes. Tales componentes, sin embargo, son meras creaciones de la mente. ¿Cuál es la diferencia? En lo que concierne al acontecimiento de un evento aislado, ahí no hay nada; las fuerzas reales no están más presentes en la resultante que cualquier otro componente que el matemático pueda imaginar. Pero lo que hace reales a las fuerzas es la ley general de la naturaleza que las llama, y no otros componentes de la resultante. Así, la inteligibilidad, o la razón objetivada, es lo que hace a la terciedad genuina.

367. Ahora llegamos a lo tercero, degenerado al grado segundo. El dramaturgo Marlow tiene algo del carácter de la dicción en que concuerdan Shakespeare y Bacon. Es un ejemplo trivial, pero el modo de la relación es importante. En la historia natural los tipos intermedios sirven para hacer aparecer la semejanza entre formas cuya similitud podría de otro modo escapar a la atención, o no ser debidamente apreciada. En los retratos, el fotógrafo media entre el original y la semejanza. En la ciencia, un diagrama o análogo del hecho observado conduce a posteriores analogías. Las relaciones de razón que llevan a la formación de esa triple relación necesitan todas ser semejanzas. Washington estaba eminentemente libre de las faltas en las que muchos grandes soldados se parecen unos a otros. Un centauro es una mezcla de hombre y caballo. Filadelfia está situada entre Nueva York y Washington. Tales terceros pueden ser llamados terceros intermedios o tercios de comparación.

368. Nadie supondrá que deseo reclamar alguna originalidad al enumerar la tríada importante en filosofía. Desde Hegel, casi todo pensador imaginativo ha dado la misma. La originalidad es la última de las recomendaciones cuando se trata de concepciones fundamentales. Por el contrario, el hecho de que las mentes de los hombres se hayan inclinado siempre a las divisiones tripartitas es una de las consideraciones que hablan a favor de aquel filósofo, pero tres ha sido siempre preferente en todos los tiempos y épocas. Todo mi método -se verá- está en profundo contraste con el de Hegel; rechazo su filosofía in toto. Sin embargo, tengo una cierta simpatía hacia él, e imagino que si autor solamente hubiera tenido noticia de algunas poquísimas circunstancias, hubiera sido llevado a revolucionar todo su sistema. Una de ellas es la doble división o dicotomía de la segunda idea de la tríada. Siempre acostumbró pasar por alto la alteridad externa, por completo. En otras palabras, ha perpetrado la pequeña inadvertencia al olvidar que hay un mundo real con acciones y reacciones reales. Para decirlo mejor, es una seria inadvertencia. Hegel tiene la desgracia de ser inusualmente deficiente en matemáticas; lo demuestra en el carácter muy elemental de su razonamiento. Peor todavía, porque todo el bordón o estribillo de su canción es que los filósofos habían descuidado tomar en cuenta la terciedad, lo cual es una verdad de tipo teológico, que es con lo que él estaba familiarizado (pues yo no llamo familiaridad mirar un libro sin comprenderlo); desafortunadamente, él no conoció -lo que hubiera sido de máxima importancia- que los análisis matemáticos han escapado en gran medida a esa falta, y que la prosecución minuciosa de las ideas y métodos del cálculo diferencial lo hubieran curado por completo con seguridad. El método dialéctico de Hegel es solamente una débil y rudimentaria aplicación de los principios del cálculo de la metafísica. Finalmente, el plan de Hegel de desarrollar todo desde la más alta concepción por medio de un procedimiento dialéctico, aunque muy lejos de ser tan absurdo como piensa el empirista, siendo por el contrario representante de una parte del curso de la ciencia, pasa por alto la debilidad del hombre individual, que necesita la fuerza para mantener un arma como ésta.


LA TRÍADA EN EL RAZONAMIENTO6

369. Kant, el rey del pensamiento moderno, fue el primero que hizo observar la frecuencia en la lógica analítica de tricotomías o distinciones tripartitas. Realmente es así; he intentado con larga insistencia persuadirme a mí mismo de que esto es solamente imaginario, pero los hechos no permitirán ese modo de disponer del fenómeno. Tomemos un silogismo ordinario:

Hay ahí tres proposiciones, a saber: dos premisas y una conclusión; hay por tanto tres términos: hombre, mortal y Elijah. Si intercambiamos una de las premisas con la conclusión, negando ambas, obtenemos lo que se llama figuras indirectas del silogismo; por ejemplo:

Así, hay tres figuras del silogismo ordinario. Es verdad que hay otros modos de inferencia que entran dentro de estos tres; pero eso no anula el hecho de que tenemos ahí una tricotomía. En efecto, si examinamos lo que los lógicos llaman la cuarta figura, encontraremos que tiene también las tres variedades relativas a otro, como las tres figuras de silogismo ordinario. Hay un modo totalmente diferente de concebir las relaciones de las figuras del silogismo: por medio de la conversión de proposiciones. Pero también desde ese punto de vista perseveran las mismas clases. De Morgan7 ha añadido un buen número de modos silogísticos que no encuentran lugar en esta clasificación. El razonamiento en éste es de carácter peculiar e introduce el principio del dilema. Con todo, mirando esos razonamientos dilemáticos en sí mismos, caen dentro de las tres clases en forma similar. Más aún: he mostrado8 que las inferencias probables y aproximadas de la ciencia tienen que ser clasificadas por los mismos principios, siendo o bien deducciones, inducciones o hipótesis. Otros ejemplos del tres en la lógica son los estados de lo que es real, lo que es posible y lo que es necesario; los tres tipos de formas, nombres9, proposiciones e inferencias10; respuestas afirmativas, e inciertas a una cuestión. Una tríada muy importante es esta: se ha encontrado que hay tres tipos de signos indispensables en todo razonamiento; el primero es el signo diagramático o icono, que exhibe una similitud o analogía con el tema del discurso; el segundo es el índice, que como pronombre demostrativo o relativo fuerza a la atención sobre el objeto particular pretendido sin describirlo; el tercero (o símbolo) es el nombre general o descripción que significa su objeto por medio de una asociación de ideas o conexión habitual entre el nombre y el carácter significado.

370. Pero hay una tríada en particular que arroja una fuerte luz sobre la naturaleza de todas las demás. A saber, encontramos necesario reconocer en la lógica tres tipos de caracteres, tres tipos de hechos. En primer lugar, hay características singulares que son predicables de objetos simples, como cuando decimos que algo es blanco, extenso, etcétera. En segundo lugar, hay características duales que pertenecen a pares de objetos; están implícitos en todos los términos relativos como "amante", "semejante", "otro", etcétera. En tercer lugar, hay características plurales que pueden ser reducidas a características triples, pero no duales. Así, no podemos expresar el hecho de que A es benefactor de B mediante una descripción de A y B separadamente; hemos de introducir un término relacional. Es un requisito no solamente en inglés, sino en cualquier otro idioma que pueda ser inventado. Esto es verdad incluso en hechos tales como si A es más alto que B. Si dijéramos: "A es alto, pero B es pequeño", la conjunción "pero" tiene una fuerza relacional, y si omitiéramos esa palabra, la mera colocación de las dos frases es un modo relacional o dual de significar...

371. Consideremos ahora una característica triple, digamos por ejemplo que A da B a C. Esto no es una mera reunión de dos características duales. No es bastante con decir que A reparte con C, y que B recibe C. Ha de realizarse una síntesis de esos dos hechos para reunirlos en un solo hecho; debemos expresar que C, al ser compartido por A, es recibido por B. Si, por otro lado, tomamos un hecho cuádruple, es fácil expresarlo como un compuesto de dos hechos triples... Seremos capaces en este caso de expresar la síntesis de los dos hechos en uno, porque una característica triple implica la concepción de una síntesis. El análisis implica la misma relación que la síntesis; de tal manera que podemos explicar el hecho de que todos los hechos plurales pueden ser reducidos a hechos triples por esta vía. Una carretera con una bifurcación es el análogo de un hecho triple, porque pone en relación a tres términos el uno con el otro. Un hecho dual es como una carretera sin bifurcaciones; solamente conecta dos términos. Ahora bien, ninguna combinación de caminos sin bifurcación puede tener más de dos términos; pero cualquier número de términos puede ser conectado por caminos que en ninguna parte tenga un nudo de más de tres caminos.

Si vemos la figura, donde he trazado los términos como caminos que retornan sobre sí mismos, para no introducir nada más que el camino mismo. De ese modo los tres elementos esenciales de una red de caminos son camino con relación a un término, conexiones de caminos y ramificaciones; de la misma manera las tres categorías fundamentales del hecho son: hecho acerca de un objeto, hecho acerca de dos objetos (relación), hecho acerca de varios objetos (hecho sintético).

372. Hemos visto que la mera coexistencia de dos hechos singulares constituye una forma degenerada del hecho dual; y de manera semejante, hay dos órdenes de degeneración en hechos plurales, ya que o puede consistir en una mera síntesis de hechos de los cuales el más alto es dual, o pueden consistir en una mera síntesis de hechos singulares. Esto explica por qué debe haber tres clases de signos; pues hay una triple conexión de signo, cosa significada, conocimiento producido por la mente. Puede haber una mera relación de razón entre el signo y la cosa significada, en ese caso el signo es un icono. O puede haber una conexión física directa, en ese caso el signo es un índice. O puede haber una relación que consiste en el hecho de que la mente asocia el signo con su objeto; en ese caso el signo es un nombre11 o símbolo. Ahora consideremos la diferencia entre un término lógico, una proposición y una inferencia. Un término es meramente una descripción general, y en cuanto no es icono ni índice posee generalidad, tiene que ser un nombre; no es nada más. Una proposición es por tanto una descripción general, pero difiere de un término en que pretende tener una relación real con el hecho, ser determinada realmente por él; así, una proposición sólo puede ser formada por la conjunción de un nombre y un índice. Una inferencia, también, contiene una descripción general...


LA TRÍADA EN METAFÍSICA

373. Quiero recorrer todas las concepciones que jugaron un papel importante en la filosofía presocrática y ver hasta que punto pueden ser expresadas en términos de uno, dos y tres.

1. La primera de todas las concepciones de la filosofía es la de una materia prima a partir de la cual el mundo ha sido hecho. Tales y los primeros filósofos jonios se ocuparon principalmente de eso. Lo llamaron el arch, el principio; de tal manera que la concepción de lo primero es su quintaesencia. La naturaleza era una maravilla para ellos, y se preguntaron por su explicación, ¿de dónde venía? Se trataba de una buena pregunta, pero era más bien estúpido suponer que fueran a aprender mucho, aun si hubieran encontrado de qué tipo de materia estaba hecha. Pero preguntar cómo había sido formada, como sin duda lo hicieron, no era una cuestión exhaustiva; solamente los hubiera conducido un corto trecho. Ellos desearon ir al verdadero comienzo de una vez, y en el comienzo tuvo que haber un algo homogéneo, pues donde había variedad, ellos suponían que tenía que haber siempre una explicación que debía ser buscada. Lo primero tenía que ser indeterminado, y lo primero indeterminado de cualquier cosa es el material de que está formado. Además, su idea era que no podría decir de qué material estaba formado el mundo, mientras no conocieran de dónde tuvo su comienzo. El método inductivo de explicar los fenómenos haciéndolos derivar paso a paso de sus causas era no sólo para ellos, sino para toda la filosofía antigua y medieval; es la idea de Bacon. La indeterminación es realmente una característica de lo primero. Pero no la indeterminación de la homogeneidad. Lo primero está lleno de vida y variedad. Ahora bien esa variedad es sólo potencial; no está de un modo definido allí. Sin embargo, la noción de explicar la variedad del mundo, que era lo que les admiraba, pues la no variedad era totalmente absurda. Cómo surgió la variedad del seno de la homogeneidad: solamente por un principio de espontaneidad, que es variedad virtual, que es lo primero12.


LA TRÍADA EN PSICOLOGÍA13

374. La línea de razonamiento que propongo seguir es peculiar y necesitará de cuidadoso estudio para estimar su fuerza. La revisaré críticamente en la última sección, pero mientras tanto deseo hacer notar que el paso que voy a dar, que es análogo a otros que seguirán, no es tan puramente de la naturaleza de una conjetura como puede ser supuesto por personas expertas en juzgar las evidencias científicas. Hemos visto que las ideas de uno, dos y tres nos han sido impuestas en lógica y no podíamos renunciar a ellas. Nos salían al encuentro no una sola vez, sino a cada instante. Y hemos encontrado razones para pensar que son igualmente importantes en metafísica. ¿Cómo puede ser explicada la extraordinaria importancia de estas concepciones? ¿No será que tienen su origen en la naturaleza de la mente? Esta es la forma kantiana de inferencia, fundamentada tan convincentemente en manos de ese héroe de la filosofía; yo no sé que modernos estudios le hayan dado algún descrédito. Es verdad que nosotros ya no vemos que tal explicación psicológica de una concepción sea tan final como Kant pensaba. Dejó otras cuestiones pendientes, pero hasta donde llega parece ser satisfactorio. Encontramos que las ideas de primero, segundo y tercero son ingredientes constantes de nuestro conocimiento. Tiene que ser o que nos son dadas constantemente en las "presentaciones" aquello que nos presentan los sentidos, o que la naturaleza peculiar de nuestra mente es mezclarlas con nuestros pensamientos. Ahora bien, no podemos pensar que estas ideas sean dadas en los sentidos. Primero, segundo y tercero no son sensaciones. Únicamente les pueden dar sentido cosas que aparecen rotuladas como primero, segundo y tercero, y tales cosas etiquetadas por lo general no se muestran. Por lo tanto, deben tener un origen psicológico. Hay que ser un partidario verdaderamente intransigente de la teoría de la tabula rasa para negar que las ideas de primero, segundo y tercero se deben a tendencias congénitas de la mente. En esa medida no hay nada en mi argumento que lo distinga de muchos kantianos. Lo notable es que no me quedaré aquí, sino que trataré de llevar la conclusión hasta la prueba, mediante un examen independiente de los hechos de la psicología, para ver si podemos hallar huellas de la existencia de las tres partes o facultades del alma o modos de conciencia, que puedan confirmar el resultado.

375. Ahora bien, desde Kant se reconocen por lo general tres departamentos de la mente: sensación (placer o dolor), conocimiento y voluntad.

La unanimidad con la que ha sido aceptada esa tridisección de la mente es, por cierto, muy sorprendente. La división no tuvo su génesis en ideas peculiares de Kant. Por el contrario, él la tomó en préstamo de filósofos dogmáticos, y su aceptación, como ha sido mostrado, fue su concesión al dogmatismo. Fue admitido incluso por psicólogos a los que las doctrinas generales les eran positivamente hostiles14.

376. La doctrina ordinaria está abierta a una variedad de objeciones desde el punto de vista con el que fue primeramente delineada. En primer lugar, el deseo incluye un elemento de placer tanto como de voluntad. Desear no es querer; es una variación especulativa y anticipatoria de placer.

El deseo, por lo tanto, debe ser sacado de la definición de la tercera facultad, dejando la mera volición. Pero la volición sin deseo no es voluntariedad, es mera actividad. Por consecuencia, toda actividad, voluntaria o no, ha de ser colocada dentro de la tercera facultad. Así, la atención es un tipo de actividad a veces voluntaria y a veces no. Segundo, el placer y el dolor sólo pueden ser reconocidos como tales en un juicio; son predicados generales que están unidos a sensaciones, más que verdaderas sensaciones. Pero sensación meramente pasiva, que no actúa y no juzga, que tiene todo tipo de cualidades que no reconoce ella misma esas cualidades, porque no analiza ni compara, esto es un elemento de toda conciencia al cual hay que poner un título distinto. Tercero, todo fenómeno de nuestra vida mental es más o menos como conocimiento.

Toda emoción, toda erupción de pasión, todo ejercicio de voluntad, es como conocimiento. Pero las modificaciones de la conciencia que son semejantes tienen algún elemento en común. El conocimiento, por lo tanto, no tiene nada distintivo y no puede ser considerado como una facultad fundamental. Si, sin embargo, si no hay un elemento en el conocimiento que no sea sensación, sentido, ni actividad, encontraremos algo, la facultad de aprender, adquisición, memoria e inferencia, síntesis. Cuarto, mirando una vez más la actividad, observamos que la única conciencia que tenemos en ella es el sentido de resistencia. Somos conscientes de dar-con, o de procurar dar o encontrarse con un hecho. Pero solamente por signos secundarios sabemos si hay actividad o no, y no por nuestra facultad original de reconocer un hecho.

377. Parece, pues, que las verdaderas categorías de la conciencia son: primero, la sensación, la conciencia que puede ser incluida en un instante de tiempo, pasiva conciencia de cualidad, sin reconocimiento o análisis; segundo, conciencia de una interrupción en el campo de la conciencia, sentido de resistencia, de un hecho externo, de algo distinto; tercero, conciencia sintética, que vincula el tiempo, sentido de aprendizaje, pensamiento.

378. Si aceptamos éstos como los modos fundamentales de conciencia, nos proporcionan una explicación psicológica de las tres concepciones lógicas de cualidad, relación y síntesis o mediación. La concepción de cualidad, absolutamente simple en sí misma, vista en sus relaciones aparece llena de variedad; se suscitaría dondequiera la sensación y la conciencia singular llega a ser predominante. La concepción de la relación proviene de la conciencia dual o sentido de acción y reacción. La concepción de la mediación surge de la conciencia plural o sentido de aprender.

379. ...Nosotros la recordamos [la sensación]; es decir, tenemos otro conocimiento que profesa reproducirlo; pero sabemos que no hay semejanza entre la memoria y la sensación porque, en primer lugar, nada puede semejarse a una sensación inmediata, pues la semejanza supone un desmembramiento y recomposición, totalmente extraño a lo inmediato y, en segundo lugar, la memoria es producto articulado, complejo y alterado que difiere infinita e inconmensurablemente de la sensación. Mire usted una superficie roja y trate de sentir qué es la sensación, y luego cierre los ojos y recuérdela. No hay duda de que diferentes personas serán diferentes a este respecto; para algunos, el experimento parecerá producir el resultado contrario; pero me he convencido a mí mismo de que no hay nada en mi memoria que sea de ninguna manera como la visión del rojo. Cuando el rojo no está delante de mis ojos, yo no lo veo en absoluto. Algunos me dicen que lo ven evanescente -un tipo muy inconveniente de memoria, que conduciría a recordar el rojo brillante como pálido o deslucido. Yo recuerdo los colores con precisión no usual, porque me he entrenado mucho en observarlos, pero mi memoria no puede consistir en una visión, sino en un hábito en virtud del cual puedo reconocer un color presentado ahora como semejante o desemejante a otro visto antes. Pero incluso si la memoria de algunas personas es de la naturaleza de una alucinación, quedan suficientes argumentos para mostrar que la conciencia inmediata de la sensación es absolutamente desemejante a cualquier otra.

380. Hay graves objeciones contra el hacer una totalidad tercera de la mente a partir sólo de la voluntad. Un gran psicólogo ha dicho que la voluntad no es otra cosa que un deseo fuerte. No puedo conceder eso; me parece que se descuida el hecho de que todo lo que nosotros observamos es realmente lo que más resalta, especialmente, la diferencia entre soñar y hacer. No es una cuestión de definir, sino de dar cuenta de lo experimentamos, y con seguridad el que pueda confundir desear con hacer tiene que ser un soñador. La evidencia, sin embargo, parece ser muy fuerte de que la conciencia de querer no difiere, al menos no mucho, de una sensación. El sentido de golpear o llegar a golpear es aproximadamente el mismo, y han de ser clasificados juntamente. El elemento común es el sentido de algo real que nos sale al encuentro, de acción y reacción reales. Hay una realidad intensa en torno a ese tipo de experiencia, una separación aguda de sujeto y objeto. Mientras estoy sentado en plena calma en la oscuridad, se encienden las luces repentinamente, y en ese instante soy consciente, no de un proceso de cambio, sino de algo más que puede ser contenido en un instante. Tengo sentido de un salto, de que hay dos lados en ese instante. La conciencia de una polaridad sería una fase tolerablemente buena para describir lo que ocurre. Para la voluntad, pues, como uno de los grandes tipos de conciencia, debemos sustituir el sentido polar.

381. Pero, con mucho, el más confuso de los tres miembros de la división, en su estado ordinario, es la cognición. En primer lugar, todo tipo de conciencia entra dentro de la cognición. Las sensaciones, en el sentido en que solamente pueden ser admitidas como una gran rama de los fenómenos mentales, forman una urdimbre y la trama de la cognición, e incluso en el sentido discutible de placer y dolor, son constituyentes de la cognición. La voluntad, en la forma de atención, entra constantemente, y el sentido de realidad u objetividad, que es lo que hemos encontrado que debe tomar el lugar de la voluntad, de la división de la conciencia, es todavía más esencial, si fuera posible. Pero ese elemento de la cognición, que no es ni sensación ni sentido polar, es la conciencia de un proceso y esto en la forma de un sentido de aprendizaje, de adquisición, de crecimiento mental es eminentemente característico de la cognición. Este es un tipo de conciencia que no puede ser inmediato, porque cubre un tiempo, y eso no meramente porque continúa a través de cada instante de ese tiempo, sino porque no puede ser contraído a un instante. Difiere de la conciencia inmediata como una melodía difiere de una nota prolongada. Ni siquiera puede la conciencia de los dos lados de un instante, de una "ocurrencia" repentina, en su realidad individual, posiblemente abarcar la conciencia de un proceso. Esa es la conciencia que ata nuestra vida. Es la conciencia de síntesis.

382. Aquí, pues, tenemos sin duda tres elementos de conciencia radicalmente diferentes; esos y no más. Y están conectados con las ideas de uno, dos y tres. Sensación inmediata es la conciencia de lo primero, el sentido polar es la conciencia de lo segundo y la conciencia sintética es la conciencia de un tercero o medio.

383. Nótese también que, tal como hemos visto, hay dos órdenes de alteridad; así, el sentido polar se divide en dos, pues primero hay un tipo activo y uno pasivo, o voluntad y sentido, y segundo, hay voluntad y sentido externos, en oposición a voluntad interna (autocontrol, voluntad inhibitoria) y sentido interno (introspección). De la misma manera, así como hay tres órdenes de terciedad, así hay aquí tres tipos de conciencia sintética. La forma no degenerada y realmente típica no nos es tan familiar como las otras, que han sido estudiadas más completamente por los psicólogos; por lo tanto la mencionaré al final. La conciencia sintética degenerada en primer grado, que corresponde a terciedad accidental, es donde hay una compulsión externa sobre nosotros para pensar cosas juntas. La asociación por contigüidad es un ejemplo de esto, pero uno todavía mejor está en nuestra primera aprensión de nuestras experiencias; no podemos escoger cómo vamos a acomodar nuestras ideas con referencia al tiempo y al espacio, sino que nos vemos obligados a pensar ciertas cosas como más cercanas que otras. Sería trastocar el orden el decir que nos vemos obligados a pensar ciertas cosas juntas porque están juntas en el tiempo y en el espacio. La verdadera vía para expresar esto es que existe una compulsión exterior a nosotros que nos obliga a ponerlas juntas en nuestra construcción del espacio y del tiempo, en nuestra perspectiva. La conciencia sintética, degenerada en segundo grado, correspondiente al tercero intermedio, es porque pensamos que diferentes sensaciones son semejantes o diferentes, las cuales, dado que las sensaciones en sí mismas no pueden ser comparadas y por lo tanto no pueden ser semejantes -de tal manera que decir que son semejantes es decir meramente que la conciencia sintética las mira así- llega a esto: estamos obligados internamente a sintetizarlas o a separarlas. Este tipo de síntesis aparece en una forma secundaria en la asociación por semejanza. Pero el tipo más alto de síntesis es que la mente se ve obligada a actuar, no por las atracciones internas de las sensaciones o representaciones mismas, no por una fuerza o necesidad trascendental, sino en interés de la inteligibilidad, es decir, en interés del sintetizante "yo pienso", y esto se realiza introduciendo una idea no contenida en los datos, lo que ofrece conexiones que de otra manera nunca hubiera tenido. Este tipo de síntesis no ha sido suficientemente estudiada; en especial la relación íntima de sus diferentes variedades no ha sido considerada debidamente. El trabajo del poeta o del novelista no es tan diferente al del científico. El artista introduce una ficción, pero no es arbitraria; muestra afinidades a las que la mente concede una cierta aprobación llamándolas hermosas, lo cual si no es exactamente lo mismo que decir que la síntesis es verdadera, es algo del mismo tipo general. El geómetra traza un diagrama, que si no es exactamente una ficción, es al menos una creación, y por medio de la observación del diagrama es capaz de sintetizar y mostrar relaciones entre elementos que antes no parecían tener una conexión necesaria. Las realidades nos compelen a colocar algunas cosas en relación muy cercana y otras menos, en una manera sumamente complicada y para el sentido mismo ininteligible; pero es el genio de la mente, que toma todas esas insinuaciones del sentido; les añade inmensamente; los hace precisos, y los muestra en forma inteligible en las intuiciones del espacio y tiempo. Intuición es el mirar lo abstracto en forma concreta, mediante la hipostización realista de las relaciones; tal es el único método valioso de pensamiento. Poco profunda es la noción prevaleciente de que esto es algo para ser evadido. Podría usted decir de la misma manera que el razonamiento ha de ser evitado porque ha conducido a muchos errores; estaría en la misma línea de pensamiento filisteo; asimismo, de acuerdo con el espíritu del nominalismo que yo admiro, de que alguno no lo haya propuesto. El verdadero precepto no es abstenerse de la hipostización, sino hacerlo inteligentemente...15.

384. Kant propone el erróneo punto de vista de que las ideas son presentadas por separado y luego pensadas conjuntamente por la mente. Es la doctrina de que una síntesis mental precede a todo análisis. Lo que sucede es que es presentado algo que en sí mismo no tiene partes, pero que sin embargo es analizado por la mente, es decir, sus partes consisten en que la mente a posteriori reconoce esas partes en ello. Esas ideas parciales no están realmente en la primera idea, en ella misma, aunque son separadas de ella. Es un caso de destilación destructiva. Cuando, habiéndolas separado así, pensamos sobre ellas, somos llevados por el espíritu de nosotros mismos de un pensamiento a otro, y en eso consiste la primera síntesis real. Una síntesis anterior a esa es una ficción. Toda la concepción del tiempo atañe a la síntesis genuina y no ha de ser considerada en este capítulo.


LA TRÍADA EN FISIOLOGÍA

385. Una vez garantizado que hay tres tipos fundamentalmente diferentes de conciencia, se sigue como cosa natural que debe haber algo tripartito en la fisiología del sistema nervioso que dé cuenta de ello. Ningún materialismo está implicado en esto, más que íntima dependencia de la acción de la mente sobre el cuerpo, la cual debe y tiene que reconocer cualquier estudioso del tema. Una vez más una predicción, por decirlo así, es hecha por la teoría; es decir, ciertas consecuencias, no contempladas en la construcción de esto, resultan necesariamente de ello, y son de tal carácter, que su verdad o falsedad puede ser investigada en forma independiente. Donde los encontremos llamativa y ciertamente verdaderos, se habrá producido una notable confirmación de una teoría. Sin embargo, no puedo prometer tanto como eso; sólo puedo decir que no son ciertamente falsos, y tenemos que contentarnos con esbozar esas consecuencias, y vistas cuáles son, dejarlas al juicio futuro de los fisiólogos.

386. Dos de los tres tipos de conciencia, sin duda, la simple y la dual, reciben en un instante explicación psicológica. Sabemos que el contenido protoplasmático de cada célula nerviosa tiene condiciones activas y pasivas, y no son necesarias pruebas para mostrar que la sensación, o conciencia inmediata, surge en un estado activo de las células nerviosas. Experimentos de los efectos de cortar los nervios muestran que no hay sensación después de que es seccionada la comunicación con las células nerviosas centrales, de tal manera que el fenómeno tiene alguna conexión con las células nerviosas, y la sensación es excitada por un estímulo semejante al que sería producido por el protoplasma en condición activa. Así, aunque no podemos decir que cada célula nerviosa en su condición activa tenga sensación (cosa que sin embargo no se puede negar), hay un espacio escaso para dudar de que la actividad de las células nerviosas es el principal requisito para la conciencia. Por otro lado, el sentido de acción y reacción o sentido polar, como nos gusta llamarlo, está plenamente conectado con la descarga de la energía nerviosa a través de las fibras nerviosas. La volición externa, el caso más típico, implica tal descarga en las células de los músculos. En la sensación externa, donde el sentido bipolar (polar) entra en una intensidad más baja, hay una descarga desde la célula nerviosa terminal a través del nervio aferente hasta una célula o células en el cerebro. En la volición interna, o autocontrol, hay una cierta acción inhibitoria de los nervios, que por tanto se sabe que implica el movimiento de la fuerza nerviosa, y en la observación interna, o sensación visceral, hay una doble transferencia de energía de una célula central a otra. Si recordamos que el sentido bipolar es el de la diferencia entre lo que era antes y lo que es después de un instante divisorio, o el sentido de un instante en cuanto que tiene dos lados, vemos claramente que el concomitante fisiológico ha de ser un cierto acontecimiento que sucede muy rápidamente y deja un efecto más permanente, y esta descripción cuadra al paso de una descarga nerviosa por una fibra nerviosa tan perfectamente, que no pienso que necesitemos dudar en colocar este fenómeno como la condición de la conciencia dual.

387. La conciencia sintética presenta un problema más difícil. La explicación de la forma genuina de esa conciencia, el sentido de aprendizaje, es bastante fácil; es solamente el modo degenerado, el sentido de similitud, y el sentido de la conexión real, que nos obliga a dudar. Atendiendo a esas dos formas degeneradas, me veo empujado a plantear mi hipótesis.

388. Cuando dos ideas se parecen la una a la otra decimos que tienen algo en común; parte de una se dice que es idéntica a una parte de la otra. ¿En qué consiste esa identidad? Teniendo cerrados los dos ojos, abro primero uno y luego lo cierro y abro el otro y digo que las dos sensaciones son parecidas. ¿Cómo se puede juzgar que son semejantes dos sensaciones? ¿Cómo puede juzgarse que la impresión de dos nervios es semejante? Me parece que para que esto pueda llegar a ser posible las dos células nerviosas probablemente descarguen en una célula nerviosa común. En cualquier caso me parece que la primera suposición que hay que hacer, que luego confirmará o rechazará la observación científica, es que dos ideas son semejantes en la medida en que han sido afectadas las células nerviosas al producirlas. En resumen, la hipótesis es que la semejanza consiste en la identidad de un elemento común, y que esta identidad se halla en una parte de una idea y una parte de otra idea siendo el sentimiento peculiar para la excitación de una o más células nerviosas.

389. Cuando nos encontramos bajo la compulsión de pensar que dos elementos de la experiencia que no se parecen particularmente el uno al otro, y sin embargo están en realidad conectados, esa conexión se debe, pienso, de alguna manera a la descarga de energía nerviosa; pues todo el sentido de realidad es una determinación de la conciencia bipolar, debida ella misma a tales descargas. Por ejemplo, reconozco que una cierta superficie por un lado de una determinada linde es roja y por el otro lado es azul; o que dos cualidades cualesquiera están inmediatamente contiguas en el espacio y en el tiempo. Si la contigüidad es en el tiempo, se debe al sentido bipolar directamente que seamos conscientes de la división de un instante con su diferencia de los dos lados. Si la contigüidad es en el espacio, pienso que primero tenemos una sensación completamente confusa de la totalidad, todavía no analizada y no sintetizada, pero después, cuando ya se ha hecho el análisis, nos vemos compelidos, al recomponer los elementos, a pasar directamente de lo que está a un lado de la linde o límite a lo que está en el otro. Supongo pues que somos compelidos a pensar las dos sensaciones como contiguas, porque la célula nerviosa cuya excitación produce el sentimiento de una sensación recordada descarga ella misma dentro de una célula nerviosa cuya excitación hace el sentimiento de la otra sensación evocada o recordada.

390. La conciencia sintética genuina, o sentido del proceso de aprender, que es el ingrediente preeminente y quinta esencia de la razón, tiene su base fisiológica evidente en la propiedad más característica del sistema nervioso, el poder de formar hábitos. Esto depende de cinco principios como sigue. Primero, cuando un estímulo o irritación es continuado por algún tiempo, la excitación salta de las células directamente afectadas a las que están asociadas con ella, y de ellas a otras, y así sucesivamente, y al mismo tiempo aumenta la intensidad. Segundo, después de un tiempo la fatiga comienza a instalarse. Ahora bien, además de la fatiga máxima que consiste en que las células pierden toda excitabilidad y el sistema nervioso rehúsa por completo reaccionar al estímulo, hay una fatiga más suave, que juega un papel muy importante en adaptar el cerebro para servir como órgano de razón; esta forma de fatiga consiste en la acción refleja o descarga de la célula nerviosa que cesa de ir por una senda, o bien comienza una senda donde no ha habido descarga o incrementa la intensidad de la descarga en una senda en la cual ya había habido previamente sólo una descarga suave. Por ejemplo, algunas veces podemos ver una rana, cuyo cerebro ha sido removido, y cuya pata trasera ha sido irritada con una gota de ácido sobre ella, después de frotar el lugar repetidamente con el otro pie, como si quisiera limpiar el ácido, finalmente puede observarse que da varios saltos, habiéndose fatigado el primer camino de descarga nerviosa. Tercero, cuando por cualquier causa es retirado el estímulo a una célula nerviosa, la excitación rápidamente se apacigua. Que esto no ocurre tan instantáneamente es bien conocido, y el fenómeno es conocido entre los biólogos como persistencia de la sensación. Toda sensación notable se apacigua en una fracción de segundo, pero un pequeñísimo remanente continúa por mucho más tiempo. Cuarto, en la misma célula que ha sido excitada una vez y que por alguna casualidad ha sucedido que se descargue a sí misma a lo largo de algún o algunos caminos, ocurre que sea excitada una segunda vez, es más posible que se descargue a sí misma la segunda vez a lo largo de alguno o algunos de esos caminos por los que se había descargado previamente, que lo hubiera hecho si no se hubiera descargado antes. Este es el principio central del hábito, y el contraste impactante de su modalidad con respecto a la de cualquier ley mecánica es más significativo. Las leyes de la física no saben nada de tendencias o probabilidades; lo que requieren lo requieren absolutamente y sin falta y nunca son desobedecidas. Donde la tendencia a formar hábitos es reemplazada por una exigencia absoluta de que la célula debe descargarse siempre del mismo modo, o de acuerdo con cualquier condición rígidamente fijada, toda posibilidad de hábito que se desarrollara dentro de la inteligencia sería cortado desde el principio; la virtud de la terciedad estaría ausente. Es esencial que hubiera allí un elemento de casualidad en algún sentido, por ejemplo, cómo debe la célula descargarse a sí misma, y luego que esa posibilidad de incertidumbre no ha de estar totalmente destruida por el principio del hábito, sino solamente algo afectada. Quinto, cuando ha transcurrido un tiempo considerable sin que un nervio haya reaccionado de un modo particular, se llega a un principio de tendencia olvidadiza o hábito negativo, que lo vuelven el menos apto para reaccionar por ese camino. Vemos ahora cuál sería el resultado de esos cinco principios tomados en combinación. Cuando un nervio es estimulado, si la actividad refleja no está al momento en la buena disposición para remover la causa de la irritación, cambiará su carácter una y otra vez hasta que la causa de la irritación sea removida, cuando la actividad sea rápidamente apaciguada. Cuando el nervio es estimulado por segunda vez por el mismo camino, quizás algunos de los movimientos hechos la primera ocasión sean repetidos; pero aunque esto puede ser uno de ellos deber ser repetido en último término, pues la actividad continuará hasta que esto suceda, quiero decir, el movimiento que remueva la causa de la irritación. Por tercera ocasión, el proceso de olvido habrá sido comenzado con respecto a cualquier tendencia a repetir cualquiera de las acciones de la primera ocasión que no hubieran sido repetidas en la segunda. De las que fueron repetidas, algunas probablemente serían repetidas de nuevo y algunas otras no; pero siempre queda allí la que ha de ser repetida antes de que la actividad llegue a un final. El último efecto de esto será inevitablemente que se establezca un hábito de una vez que reacciona por la vía de remover la fuente de irritación; pues este hábito será reforzado cada repetición del experimento, mientras que cualquier otro tenderá a debilitarse con paso apresurado.

391. He inventado un pequeño juego o experimento con cartas para ilustrar el modo de trabajar de estos principios, y prometo al lector que si lo intenta una media docena de veces se capacitará para estimar el valor de la contribución de los hábitos que propongo aquí. Las reglas de este juego son las siguientes: tome un buen mazo de cartas de cuatro series, digamos un paquete de cincuenta y dos, aunque se puede hacer con menos. Se supone que las cuatro series o "palos" representan los cuatro modos en que puede reaccionar una célula. Hagamos que un "palo" o serie (digamos espadas) represente ese tipo de reacción que remueve la fuente de la irritación y lleve la actividad a un final. Para encontrar fácilmente una carta de cualquier "palo" deseado, habrá usted puesto todas las cartas boca abajo y las habrá distribuido en cuatro paquetes, que contiene cada uno las cartas de un solo "palo". Ahora tome dos espadas, dos diamantes, dos bastos y dos corazones, para representar la disposición original de la célula nerviosa, la cual se supone que está igualmente dispuesta para reaccionar en cualquiera de los cuatro caminos o modos. Vuelva esas ocho cartas boca abajo y barájelas con toda escrupulosidad. Luego vuelva cartas de lo alto del montón, una por una, hasta que salgan las espadas. Este proceso representa la reacción de la célula. Levante las cartas para distribuirlas y añada al paquete que sostiene en la mano una carta de cada uno de los "palos" que acaban de ser volteadas (por el hábito) y quite del paquete una carta de cada "palo" no volteada (por olvido). Baraje, y continúe con esta operación trece veces o hasta que las espadas se hayan acabado. Ocurrirá entonces que usted no sostiene otra cosa en la mano que espadas.

392. Así hemos visto cómo esos principios no solamente conducen al establecimiento de hábitos, sino a hábitos dirigidos a fines definidos, concretamente a quitar las fuentes de la irritación. Ahora bien, precisamente es la acción conforme a una causa final la que distingue la acción mental de la acción mecánica, y la fórmula general de todos nuestros deseos puede ser establecida así: remover un estímulo. Todo hombre está ocupado trabajando en llevar a un fin ese estado de cosas que le excitan ahora a trabajar.

393. Pero vamos a ir más profundamente todavía en la fisiología. Las tres funciones fundamentales del sistema nervioso, a saber, primera, la excitación de las células; segunda, la transferencia de la excitación a través de las fibras; tercera, la fijación de tendencias definidas bajo el influjo del hábito, se deben plenamente a tres propiedades del protoplasma o limo-de-la-vida mismo. El protoplasma tiene una condición activa y una condición pasiva; su condición activa es transferida de una parte de él a otra y, por lo tanto, exhibe el fenómeno del hábito. Pero estos tres hechos no parecen recapitular las principales cualidades del protoplasma, tal y como nuestra teoría nos habría llevado a suponer. Sin embargo, esto puede ser porque la naturaleza de esta extraña sustancia es tan poco comprendida, y si tuviéramos el verdadero secreto de su composición podríamos ver que las cualidades, que ahora aparecen no relacionadas, realmente se agrupan en una, de modo que después de todo puede ser que concuerde con nuestra teoría mejor de lo que parece. Ha habido al menos dos intentos para explicar las cualidades del protoplasma por medio de suposiciones químicas; pero en cuanto las fuerzas químicas son ellas mismas en la medida de lo posible, entendidas desde su ser, tales hipótesis, aun cuando se supiera que eran correctas, serían de poca ayuda. Por lo que toca a lo que el biólogo entendería por una explicación molecular del protoplasma, parece que tal cosa se ha pensado poco; con todo yo no veo que haya mayor dificultad que en la constitución de la materia inorgánica. Las propiedades del protoplasma se suelen enumerar así: contractilidad, irritabilidad, automatismo, nutrición, metabolismo, respiración y reproducción; pero todas ellas pueden ser asumidas dentro de los capítulos sensibilidad, movimiento y crecimiento. Esas tres propiedades son, respectivamente, primero, segundo y tercero. Permítasenos, sin embargo, esbozar una breve exposición de los hechos que una teoría molecular del protoplasma podría explicar. En primer lugar, el protoplasma es una sustancia química definida, o clase de sustancias, reconocible por sus relaciones características.

No conocemos al presente -dijo en 1879 el doctor Michel Foster-, nada definido acerca de la composición molecular del protoplasma activo viviente; pero es más que probable que su molécula sea larga y compleja, en la que una sustancia proteínica está asociada de una manera peculiar con una grasa compleja y con algún representante del grupo de carbohidratos; es decir, cada molécula de protoplasma contiene residuos de cada uno de esas tres grandes clases. Todo el cuerpo animal es protoplasma modificado16.

La complejidad química de la molécula protoplasmática ha de ser asombrosa. Un proteínico es solamente uno de sus constituyentes, y sin duda mucho más simple. Con todo, los químicos no intentan inferir de su análisis la constitución atómica última de cualquiera de los proteidos, pues el número de átomos que entran en su ser es tan grande que casi nulifica la ley de las proporciones múltiples. Encuentro en el libro que acabo de citar la siguiente fórmula de la nucleína, sustancia aliada a los proteidos. Es C29 H49 N9 P3 O22. Pero en cuanto la suma de los números de los átomos de hidrógeno, nitrógeno y fósforo debe ser nivelada, esta fórmula tiene que ser multiplicada por un número igual; de tal manera que el número de átomos en la nucleína debe ser 224 por lo menos. Difícilmente podemos imaginar, pues, que el número de átomos en el protoplasma sea mucho menor a mil, y si uno considera las proporciones verdaderamente diminutas de ciertos ingredientes necesarios de los organismos vegetales y animales, uno es tentado en cierta manera a sospechar que cincuenta mil podría ser mejor, o incluso ser considerado en el futuro como una conjetura ridículamente pequeña. El protoplasma combina con el agua en todas las proporciones, siendo el tipo de combinación aparentemente intermedio entre solución y mezcla mecánica. De acuerdo con la cantidad de agua que contiene, pasa de ser quebradizo a flexible, luego gelatinoso, luego limoso, luego líquido. Generalmente, tiene las características de ser elástico viscoso; es decir, vuelve a su estado anterior parcialmente tras una larga tensión; pero su viscosidad está mucho más marcada que su elasticidad.

Por lo regular está lleno de gránulos, en los cuales podemos ver movimientos que fluyen lentamente, y se dirigen durante varios minutos en una dirección y luego generalmente al revés. El efecto de este fluir es el causar ciertas protuberancias en la masa, a menudo muy largas y delgadas. Ocasionalmente, luchan contra la gravedad, y sus variadas formas son características de los diferentes tipos de protoplasma. Cuando una masa de éste es perturbada por una trepidación, un aguijón, un shock eléctrico, calor, etcétera, las corrientes se detienen y la totalidad se contrae en forma de pelota; p si fuera muy prolongada, algunas veces se rompe en esferas separadas. Cuando desaparece la excitación externa, la masa se abate en forma parecida a su condición anterior. Por tanto, el protoplasma crece; absorbe material y convierte en su propia sustancia, y en todo su crecimiento y reproducción conserva sus características específicas.

394. Tales son las propiedades que han de ser tenidas en cuenta. Lo primero que llama nuestra atención, como para proporcionarnos la llave del problema, es la contracción de la masa de protoplasma al ser perturbada. Esto obviamente es debido a un incremento repentino y enorme de lo que los físicos llaman "tensión superficial" o ese estirarse juntamente todas las partes exteriores, fenómeno que se observa siempre en los líquidos, y que es la causa de que produzcan gotas. Esa tensión superficial es debida a la cohesión o atracción entre moléculas vecinas. La cuestión es, pues, ¿cómo puede un cuerpo, que tiene su equilibrio trastornado, de repente incrementar las atracciones entre sus moléculas vecinas? Estas atracciones tienen que aumentar rápidamente en cuanto la distancia ha disminuido, y así la respuesta sugiere ella misma que la distancia entre las moléculas vecinas haya disminuido. En verdad, la distancia promedio ha de permanecer aproximadamente la misma, pero si las distancias que antes habían sido aproximadamente iguales se vuelven desiguales, las atracciones entre las moléculas que han sido atraídas más cerca unas de las otras habrá sido incrementada mucho más que lo que ha sido disminuida entre las que han sido separadas unas de otras. Así, suponemos que en el estado ordinario de la sustancia, sus partículas se están moviendo en su mayoría dentro de sistemas orbitales o cuasiorbitales, en lugar de las moléculas químicas o sistemas más definidos de átomos o sustancias menos complejas, moviéndose esas partículas en órbitas, aun cuando no son, sin embargo, átomos, sino moléculas químicas. Pero tenemos que suponer que las fuerzas entre esas partículas son escasamente suficientes para sostenerlas en sus órbitas y que de hecho, mientras el protoplasma esté en condición activa, todas ellas no están sostenidas así, sino que una u otra ocasionalmente escapa de sus órbitas y anda rondando hasta que cae en cualquier otro sistema. Debemos suponer que esos sistemas tienen una cierta composición aproximada, con tanto número de partículas de un tipo y tanto de otro tipo, etcétera, formando parte de él. Esto es necesario tenerlo en cuenta para la composición química, necesariamente constante, de la totalidad. Por otro lado, no podemos suponer que el número de diferentes tipos sea rígidamente exacto; pues en ese caso, no conoceríamos cómo aumentar el poder de asimilación.

Debemos suponer, pues, que hay una considerable extensión en los números de partículas que forman un sistema orbital, y que de alguna manera la exacta composición química de la totalidad es la exactitud de un promedio estadístico; exactamente como hay una igualdad muy próxima entre las proporciones de los dos sexos en una nación o provincia, aunque haya una desigualdad de este orden, en el momento en que hay una perturbación molecular, que produce disturbios, gran número de partículas son arrojadas fuera de sus órbitas; los sistemas son más o menos desordenados en la vecindad inmediata del disturbio y las relaciones armónicas entre las diferentes revoluciones son rotas de alguna forma. Como consecuencia, las distancias entre partículas vecinas, que han presentado una regularidad sistemática, ahora llegan a ser extremadamente desiguales, y sus atracciones promedio, de la que depende la cohesión, se aumenten. Al mismo tiempo, las partículas arrojadas fuera de sus sistemas irrumpen dentro de otros sistemas y los perturban a éstos, y así se propaga el disturbio a través de toda la masa. Pero una vez que ha sido quitada la causa del disturbio, tienen lugar los intercambios de energía, en los cuales haya una tendencia a igualar la vis viva (fuerza viva) de las diferentes partículas, y por consiguiente tienden a caer dentro de los movimientos orbitales y gradualmente se restablece algo muy parecido al estado original de cosas, donde permanece el sistema orbital original, en su mayor parte, y encuentran lugar las partículas viajeras en una gran proporción, o forman nuevos sistemas. Algunas de esas partículas no encontrarán lugares, y así habrá un cierto aumento de derroche de la masa protoplasmática. Si se repite el mismo disturbio, en la medida en que los sistemas orbitales siguen siendo los mismos que eran antes, habría una repetición de casi exactamente los mismos acontecimientos. El mismo tipo de partículas (quiero decir, las mismas en masa, velocidad, direcciones de movimiento, atracciones, etcétera) que hubieran sido arrojadas fuera de los diferentes sistemas antes, generalmente serán arrojadas de nuevo hasta que, si el disturbio se repite varias veces, lleguen a ser una deficiencia de esos tipos de partículas en los diferentes sistemas, cuando algunos nuevos tipos comiencen a ser arrojados fuera. Esos nuevos tipos perturbarán de modo distinto los sistemas dentro de los que giran, y tenderán a causar que clases de partículas como ellas mismas sean lanzadas fuera, y, de ese modo, la dirección de propagación del disturbio, así como su velocidad e intensidad, pueden ser alterados, y, en resumen, se manifestará el fenómeno de fatiga. Incluso cuando la masa protoplasmática sea dejada a ella misma, habrá algún vagabundeo de partículas produciendo regiones de leve disturbio, y así desigualdades de tensión; de este modo se causarán corrientes, tendrán lugar movimientos de la masa y se formarán procesos sutiles. Si, sin embargo, la masa es dejada a ella misma por un largo periodo, todas las partículas que son rápidamente expelidas, en todos los cambios que han repetido en las combinaciones de situaciones y velocidades en los sistemas orbitales, saldrán fuera, mientras los demás tenderán constantemente a sentarse en relaciones más estables, y así el protoplasma irá tomando de manera gradual un estado pasivo del cual su sistema orbital no es fácilmente desajustado. El alimento para esos tipos de protoplasma que son capaces de relaciones marcadas se presenta en forma químicamente compleja. Tienen que ser, sin duda, partículas presentes precisamente como las que giran en el sistema orbital del protoplasma. Para ser incluida en un sistema orbital, una partícula, ya sea de materia alimenticia o arrojada de cualquier otro sistema, ha de tener la masa correcta, debe estar presente en el punto correcto, y moverse con la velocidad correcta en la dirección correcta y estar sujeta a las atracciones correctas. Tiene que ser correcta en todos esos aspectos, si llega a tomar el lugar de una partícula que acaba de ser arrojada fuera; así, las partículas tomadas han de ser del mismo material y masas y tomar los mismos lugares en las órbitas que las que acaban de ser arrojadas. Ahora bien, las partículas que son la representación exacta de las que fueron arrojadas serán también arrojadas por los mismos disturbios, en la misma dirección y con los mismos resultados que las que habían sido arrojadas antes; esto acontece por el principio del hábito. Todos los tipos más elevados de protoplasma, los que por ejemplo tienen un notable poder de contracción, son alimentados con materia muy compleja desde el punto de vista químico17.


LA TRÍADA EN LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA

395. Ya sea que la parte desempeñada por la selección natural y la supervivencia del más adaptado en la producción de la especie sea grande o pequeña, poca duda queda de que la teoría darwiniana indica una causa real, que tiende a adaptar las formas vegetales y animales a sus medios. Un rasgo muy notable de eso es el que muestra cuántas variaciones meramente fortuitas resultarían, bajo la acción de la herencia, no en una mera irregularidad, ni siquiera en una constancia estadística, sino en un progreso, continuo e indefinido hacia una mejor adaptación de los medios a los fines. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cuál es el factor peculiar, considerado abstractamente, en las condiciones del problema, que produce esta consecuencia singular?

396. Supongamos que un millón de personas, cada una de las cuales tiene un dólar, se sienta a jugar un juego sencillo y limpio de suerte, apostando, por ejemplo, si un dado sale non o par. Se supone que los jugadores hacen sus apuestas independientemente uno de otro, y cada uno para apostar al resultado echa un dólar contra un dólar de la parte de la banca. Por supuesto, en la primera apuesta la mitad de ellos perderá su único dólar, y saldrá del juego, pues se supone que no se permite ningún crédito, mientras que la otra mitad ganará cada una un dólar, con lo que llega a tener dos dólares. De esos 500.000 jugadores, después de la segunda tirada, 250.000 habrán perdido, y así tendrá solamente un dólar cada uno, mientras los otros 250.000 habrán ganado, y tendrán tres dólares. Después de la tercera tirada, 125.000, o la mitad de los que tenían un dólar cada uno, se habrán arruinado: 250.000 tendrán dos dólares (a saber una mitad de 250.000 que tendrá un dólar cada uno y una mitad de 250.000 que tendrá tres dólares cada uno) y 125.000 tendrá cuatro dólares. El ulterior progreso del juego está ilustrado en la tabla siguiente:

10°16°
1 250.000 125.000 76.875 53.750 40.312'531.744
2500.000 250.000 153.750 107.500 80.625  
3 250.000 182.500 138.125 107.500 86.406'2552.292
4  125.000 122.500 107.500 92.187'5  
5   62.500 76.875 76.875 77.070'2555.542
6    31.250 46.250 61.952'87*  
7     15.625 27.031'25 38.710'7538.880
8      7.812'5 15.468'5  
9       3.906'75 8.710'7519.226
10        1.953'12  
11         976'58.714
12           
13          1.587
14           
15          229
16           
17          15
* Esta cifra debería ser 51.972'87. Debido a este error, las cifras quinta y sexta de la columna siguiente tiene 5.000 de exceso cada una y, con la excepción de los dos últimos ítems, toda la columna está equivocada.

donde los números de los jugadores son presentados cada uno con su posible suma después de la tirada primera, segunda, tercera, etc. Se verá en la tabla que, al final de la cuarta tirada, la fortuna más usual es de tres dólares, al final de la novena cuatro dólares, y al final de la dieciséis cinco dólares, y de la misma manera, al final de la veinticinco será seis dólares, al final de la treinta y seis siete dólares y así sucesivamente. Aquí, pues, habrá un aumento continuo de riqueza, que es una especie de "adaptación al medio ambiente de uno", producida por una supervivencia del más adaptado, es decir, por la eliminación del juego de todo jugador que ha perdido su último dólar. Es fácil ver que el aumento de promedio y de riqueza usual se produce por la sustracción de todas las pequeñas fortunas que estaban en las manos de los hombres que, habiendo tenido bancarrota una vez, se les ha permitido seguir jugando.

397. Ahora bien, la adaptación de las especies a su medio consiste, para los propósitos de la selección natural, en el poder de continuar existiendo, es decir, en el poder de una generación para producir otra; pues en la medida en que otra generación es producida, la especie continuará y tan pronto como ésta cese, está destinada a muerte tras un tiempo de vida. Esta facultad reproductiva, que depende en parte de fecundidad directa y en parte de la vida del animal a través de la edad de procreación, es lo que la teoría darwiniana explica. Esta característica es sencillamente de las que tiene un mínimo absoluto, pues ningún animal puede producir menos vástagos que ninguno y no tiene límite superior aparente, de tal modo que es análogo a la riqueza de los jugadores.

Hay que hacer notar que la frase "supervivencia del más adaptado" en la formulación del principio no significa la supervivencia de los individuos más adaptados, sino la de los tipos más adaptados; pues la teoría no requiere en modo alguno que los individuos mal adaptados a su medio deban morir antes que los otros, y ciertamente no es necesario que esto vaya tan lejos que se extinga la línea de descendientes, con tal que haya alguna razón por la que los vástagos de los padres mal adaptados sea menos semejante a otros para heredar las características de sus padres. Parece como si el proceso, en cuanto regla general, fuera como sigue: un individuo dado está en algún aspecto mal adaptado a su medio, es decir, tiene características que por lo regular son desfavorables para la producción de numerosos vástagos. Esas características serán aptas para debilitar el sistema reproductivo de ese individuo por varias razones, de tal manera que su prole no sea competente para la potencia promedio de la especie. Esa segunda generación se apareará con otros individuos, pero debido a su debilidad su prole será más apta para parecerse al otro padre, y así la característica desfavorable será poco a poco eliminada, no meramente por disminución de los números de la prole, sino también porque la prole se parecerá más al padre más fuerte. Hay otras vías por las que la característica desfavorable puede desaparecer. Cuando el poder procreador se ha debilitado, hay muchos ejemplos para mostrar que el principio de la herencia se relaja, y la raza muestra más tendencia a variar espontáneamente del tipo normal. Esta "variación" proseguirá hasta que en su carrera la característica desfavorable haya sido borrada. Por consiguiente, el poder general de reproducción se refuerza; con él la fuerza procreativa directa se reafirma, la transmisión hereditaria de caracteres se hace más estricta, y el tipo mejorado es fortalecido.

398. Pero todos estos casos diferentes son modos diferentes de uno y el mismo principio, que es la eliminación de los caracteres desfavorables. Vemos pues que hay tres factores en el proceso de la selección natural; a saber, primero, el principio de la variación individual; segundo, el principio de la transmisión hereditaria, que está en guerra contra el primer principio, y tercero, el principio de eliminación de las características desfavorables.

399. Veamos ahora hasta que punto esos principios se corresponden con las tríadas de las que hemos tratado hace poco. El principio del sporting es el principio de la irregularidad, indeterminación, azar. Corresponde al ir y venir, irregular y diverso, de las partículas en el estado activo del protoplasma. Es la aparición de algo fresco y primero. El principio de la herencia es el principio de la determinación de algo por lo que fue primero, el principio de compulsión, que corresponde a la voluntad y el sentido. El principio de eliminación de los caracteres desfavorables es el principio de la generalización por la eliminación de casos esporádicos, correspondiendo particularmente al principio de "capacidad de olvido" en la acción del sistema nervioso. Tenemos pues aquí una reproducción algo imperfecta de la misma tríada que antes. Su imperfección puede ser la imperfección de la teoría del desarrollo18.


LA TRÍADA EN FÍSICA

400. La filosofía metafísica puede ser llamada casi la hija de la geometría. De las tres escuelas de los primitivos filósofos griegos, dos, la de los jónicos y los pitagóricos, eran todos geómetras, y se menciona a menudo el interés de los eleáticos por la geometría. Platón fue una gran figura en la historia de ambos temas, y Aristóteles derivó de su estudio del espacio algunas de sus concepciones más potentes. La metafísica depende en gran medida de la rígida demostración a partir de primeros principios, y esta idea, tanto atendiendo al proceso como a los axiomas a partir de los cuales parte, muestra su paternidad en su cara. Además, la condición de que es posible una filosofía metafísica ha sido sostenida en todo tiempo, como Kant bien dice, por el ejemplo de una ciencia similar en la geometría.

401. La sumisión incondicional entre los matemáticos de nuestros tiempos a la exactitud absoluta de los axiomas de la geometría no puede significar un acontecimiento insignificante para la historia de la filosofía. Gauss, el mayor de los geómetras, declara que "no hay razón para pensar que la suma de los tres ángulos de un triángulo sea exactamente igual a dos ángulos rectos"19. Es verdad que la experiencia muestra que la desviación de esa suma con respecto al monto es tan excesivamente pequeña que el lenguaje tiene que ser ingeniosamente usado para expresar el grado de aproximación: pero la experiencia nunca puede mostrar que una verdad sea exacta, no tanto como para pensar que es así, a no ser que sea apoyada por otras consideraciones. Solamente podemos decir que la suma de los tres ángulos de un triángulo dado no puede ser mucho mayor o menor que dos ángulos rectos; pero el valor exacto es solamente uno entre un número infinito de otros cada uno de los cuales es tan posible como ese. Eso dicen los matemáticos con unanimidad.

402. La exactitud absoluta de los axiomas geométricos ha sido refutada, y la fe correspondiente en los axiomas metafísicos, que consideran la dependencia de la metafísica con respecto a la geometría, debe ir a la tumba de los credos extintos. El primero en ir debe ser la proposición de que todo acontecimiento en el universo está determinado con precisión por causas que siguen una ley inviolable. No tenemos razón para pensar que esto sea absolutamente exacto. La experiencia muestra que esto es así con un grado maravilloso de aproximación, y eso es todo. Ese grado de aproximación será un valor a determinar por la futura investigación científica; pero no tenemos más razón para pensar que el error de la explicación ordinaria sea precisamente cero, con más razón que cualquier otro de los infinitos valores de su alrededor. Las probabilidades son infinitas para uno que es cero, y nos vemos confinados a pensar de ella como una cantidad de la cual el cero es solamente uno de los valores posibles. Phoenix, en sus Lectures of Astronomy (véase 156) refiriéndose al mandato de Josué al Sol de que se detuviera, dice que no ayudaría sospechar que se meneó rápidamente un poquitín cuando Josué no le estaba mirando directamente. Sabemos que cuando tratamos de verificar una ley de la naturaleza mediante experimentos, siempre encontramos discrepancias entre la ley y la teoría. Las mismas pueden ser atribuidas con razón a errores de observación; pero, ¿por qué no pueden deberse tales aberraciones a la obediencia imperfecta de la ley por parte de los hechos?

403. Concedamos que esto es concebible y que no puede haber nada en la experiencia para negarlo. Es extraño decir que hay mucha gente que tendría dificultad en concebir un elemento de "carencia de ley" en el universo y que serían tentadas quizás a suponer la doctrina de la regla perfecta de la causalidad como una de las creencias instintivas originales, como la de que el espacio tiene tres dimensiones. Lejos de eso, se trata de una noción moderna desde el punto de vista histórico, una inferencia libre a partir de los descubrimientos de la ciencia. Aristóteles20 a menudo establece que algunas cosas están determinadas por causas, mientras otras suceden por azar21. Lucrecio, siguiendo a Demócrito, supone que sus átomos primordiales se desvían de sus trayectorias rectilíneas precisamente por el azar, y sin ninguna razón en absoluto. Para los antiguos no había nada extraño en tales nociones; eran temas que se daban por supuesto, lo extraño hubiera sido el decir que no había azar. Así, no estamos bajo la necesidad interna de creer en la causalidad perfecta si no encontramos algunos hechos para sostenerla.

404. Estoy muy lejos de sostener que la experiencia sea nuestro único faro; los puntos de vista del método científico de Whewell me parecen más verdaderos que los de Mill; tanto, que yo declararía que los principios conocidos de la física no son más que un desarrollo de creencias instintivas originales. Con todo, no puedo evitar reconocer que toda la historia del pensamiento muestra que nuestras creencias instintivas, en su condición original, están tan mezcladas con el error que nunca podemos creer en ellas hasta que hayan sido confirmadas por la experiencia. Ahora bien, la única cosa que puede enseñarnos la inferencia a partir de la experiencia es el valor aproximado de una razón. Todo descansa en el principio de la selección de muestras; tomamos un puñado de café de un costal y juzgamos que hay aproximadamente la misma proporción de granos sanos en todo el costal que la que hay en nuestra mano. En esa proporción, toda proposición que podamos autorizarnos a hacer acerca del mundo real tiene que ser aproximada; nunca tendremos el derecho a sostener que una verdad es exacta. La aproximación ha de ser la textura de que ha de ser construida nuestra filosofía.

405. Vayamos ahora a otro punto. La mayoría de los sistemas de filosofía mantiene ciertos hechos o principios como fundamentales o últimos. En verdad, cualquier hecho es en algún sentido último o fundamental -es decir, en su obstinación aisladamente agresiva y su realidad individual. Lo que Scoto llama la haecceitas de las cosas, el aquí y ahora de ellas, son ciertamente últimos o fundamentales. Por qué esto que está aquí es tal como es; cómo, por ejemplo, si sucede que se es un grano de arena, ocurre ser tan pequeño y tan duro, podemos preguntar; podemos por tanto preguntar cómo fue traído aquí; pero la explicación en este caso simplemente nos lleva al hecho de que estuvo en otra parte, donde puede esperarse naturalmente cosas semejantes. Por qué IT, independientemente de sus características generales, venga a tener un lugar definido en el mundo, no es una cuestión para ser preguntada; simplemente es un hecho último. Hay también otra clase de hacho de los cuales no es razonable esperar una explicación, a saber, hechos de indeterminación o variedad. Por qué un tipo definido de acontecimiento es frecuente y otro raro, es algo que se puede preguntar, pero sería desleal pedir una razón del hecho general de que los acontecimientos de ciertos tipos sean comunes y otros sean raros. Si todos los nacimientos tuvieran lugar un día determinado de la semana, o si siempre hubiera más los domingos que los lunes, sería un hecho para ser tenido en cuenta, pero el que sucedan en proporciones casi iguales todos los días no requiere explicaciones especiales. Si encontráramos que todos los granos de arena de cierta playa estuvieran separados en dos o más clases agudamente discretas, como esféricas y cúbicas, habría algo que explicar, pero que haya varios tamaños y formas, de carácter no definido, sólo puede ser referido a la multiplicidad general de la naturaleza. Así pues, la indeterminación, o la pura primidad haecceidad, o la pura alteridad, no son hechos que exijan ni sean capaces de explicación. La indeterminación no nos proporciona nada para hacer una pregunta; la haecceitas es la última ratio (última razón), el hecho brutal que no quiere ser cuestionado. Pero todo hecho de naturaleza general u ordinaria pide una explicación, y la lógica nos prohíbe suponer ante un hecho dado de ese tipo el que sea por naturaleza absolutamente inexplicable. Esto es lo que Kant llama22 un principio regulativo, es decir, una esperanza intelectual. El único propósito inmediato del pensar es hacer las cosas inteligibles, y pensar una cosa como ininteligible es una autoestultificación. Es como si un hombre provisto de una pistola para defenderse a sí mismo contra un enemigo, al encontrar que ese enemigo era muy temible, usase la pistola para disparar a su propio cerebro para escapar de ser matado por su enemigo. La desesperación es locura. Es verdad que puede haber hechos que nunca serán explicados; pero el que un hecho dado sea de ese número es algo que la experiencia nunca nos hará pensar; mucho menos podrá mostrar que cualquier hecho es por su propia naturaleza inexplicable. Por consiguiente, debemos guiarnos por la regla de la esperanza, y por consecuencia debemos rechazar toda filosofía de una concepción general del universo, que pudiera llevar a la conclusión de que cualquier hecho general dado es un hecho último. Debemos buscar la explicación, no de todas las cosas, sino de cualquier cosa dada cualquiera. No hay contradicción en esto, no más que la que hay en nuestro sostener cada una de nuestras opiniones, mientras estamos dispuestos a admitir el que es probable que no todas sean verdaderas; o más de la que hay en decir que cualquier tiempo futuro habrá pasado alguna vez, aunque nunca habrá tiempo cuando el tiempo haya pasado.

406. Entre otros hechos regulares que tienen que ser explicados está la ley de la regularidad, ella misma. Exageramos enormemente la parte que juegan las leyes en el universo. Por medio de las regularidades entendemos lo poco que entendemos del mundo, y así hay una especie de perspectiva mental que hace pasar los fenómenos regulares a un primer plano. Decimos que cada acontecimiento está determinado por causas que están de acuerdo con la ley. Pero, aparte del hecho de que esto no debe ser mirado como una verdad absoluta, no significa tanto como parece. No quiero decir, por ejemplo, que si un hombre y su antípoda estornudan al mismo tiempo, este acontecimiento se halle bajo una ley general. Es meramente lo que llamamos una coincidencia. Pero lo que queremos decir es que hay una causa del estornudo del primer hombre y otra causa del estornudo del segundo hombre, y la suma de esos dos acontecimientos constituye el primer acontecimiento sobre el que empezamos a preguntarnos. La doctrina es que los sucesos del universo físico son meramente movimientos de la materia, y que obedecen a las leyes de la dinámica. Pero esto solamente importa para decir que entre los innumerables sistemas de relación existentes entre las cosas hemos encontrado uno que es universal y al mismo tiempo está sujeto a ley. No hay nada, excepto esta característica singular, que haga a ese sistema particular de relación más importante que los otros. Desde este punto de vista, la uniformidad es considerada como si fuera un fenómeno realmente muy excepcional. Pero no prestamos atención a las relaciones irregulares, como si no tuvieran interés para nosotros.

407. Hemos sido traídos a esto: la conformidad a la ley existe solamente dentro de un área limitada de acontecimientos y aún allí no es perfecta, pues un elemento de espontaneidad pura u originalidad carente de ley se mezcla o al menos puede suponerse que se mezcla con la ley en todo. Por otra parte, la conformidad con la ley es un hecho que requiere ser explicado, y dado que la ley en general no puede ser explicada por una ley en particular, la explicación tiene que consistir en mostrar cómo la ley se desarrolla a partir del puro azar, irregularidad e indeterminación.

408. Para este problema estamos confinados a dirigirnos a nosotros mismos, y es particularmente necesario hacer esto en el estado presente de la ciencia. La teoría de la constitución molecular de la materia ha sido ahora hasta donde hay claras indicaciones para dirigirnos, y ahora estamos en la niebla. Para desarrollar las consecuencias materiales de cualquier hipótesis como la naturaleza y leyes de las partes más pequeñas de la materia y luego probarlas con experimentos físicos, tomará cincuenta años, y fuera de las innumerables hipótesis que pueden ser construidas, parece que de antemano no hay nada para hacer una más probable que la otra.

A este paso, ¿cuánto llevará hacer un avance claro? Necesitamos alguna sugestión del tipo de cómo podemos esperar que se comporten las moléculas; si, por ejemplo, se atraerán en razón inversa a la quinta potencia de la distancia, de tal manera que nos podamos librar de muchas suposiciones falsas, si hemos mostrado al menos una vez la verdad de una. Díganos cómo acontecen las leyes de la naturaleza, y nosotros podremos distinguir en alguna medida entre las leyes que pueden y leyes que no pueden haber resultado de tal proceso de desarrollo.

409. Nuestra tarea es encontrar esto. Empezaré el trabajo con esta conjetura. Las uniformidades de los modos de acción de las cosas han acaecido por su ir formando hábitos. Al presente, el curso de los acontecimientos está determinado aproximadamente por la ley. En el pasado esa aproximación era menos perfecta; en el futuro será más perfecta. La tendencia a obedecer leyes siempre ha existido y siempre crecerá. Miramos hacia atrás hacia un punto en el pasado infinitamente distante, cuando no había ley, sino meramente indeterminación; miramos hacia adelante, hacia un punto en el futuro infinitamente distante, cuando no haya indeterminación o azar, sino sólo el reino perfecto de la ley. Pero en cualquier fecha señalable en el pasado, aunque fuera muy atrás, siempre hubo alguna tendencia hacia la uniformidad, y en cualquier fecha señalable en el futuro, siempre habrá alguna forma de apartamento ligero de la ley. Además, todas las cosas tienen una tendencia a formar hábitos. Para los átomos y sus partículas, moléculas y grupos de moléculas, y en resumen: todo objeto real concebible, hay una gran probabilidad de actuar como en ocasiones anteriores, más que de otra manera. Esta tendencia misma constituye una regularidad, y continuamente se está incrementando. Al mirar al pasado, estamos mirando hacia periodos en los que había una tendencia muchísimo menor. Pero su propia naturaleza esencial es crecer. Es una tendencia generalizante; causa acciones en el futuro para seguir alguna generalización de las acciones pasadas, y esta tendencia es ella misma algo capaz de generalizaciones semejantes, y así, es autogenerativa. Por consiguiente, sólo tenemos que suponer el más pequeño rastro en el pasado y ese germen habrá sido obligado a desarrollarse y transformarse en un principio poderoso y predominante, hasta que se invalide a sí mismo reforzando los hábitos hasta transformarlos en leyes absolutas que regulen la acción de todas las cosas en todo respecto en un futuro indefinido.

De acuerdo con esto, hay tres elementos activos en el mundo: primero, azar; segundo, ley; tercero, formación de hábitos.

410. Tal es nuestra conjetura del secreto de la esfinge para elevarla del rango de la especulación filosófica al de la hipótesis científica, debemos mostrar qué consecuencias se pueden deducir de ella con mayor o menor probabilidad, que pueda ser comparada con la observación. Debemos mostrar que hay algún método de deducir los caracteres de las leyes que resultarían por este camino, por la acción de la formación de hábitos sobre sucesos puramente fortuitos, y un método de averiguar si tales caracteres pertenecen a las leyes actuales de la naturaleza.

411. La existencia de cosas consiste en su comportamiento regular. Si un átomo no tuviera atracciones y repulsiones reguladas, si su masa fuera durante un instante nada, y en otro una tonelada, en otro una cantidad negativa, si su movimiento en lugar de ser continuo, consistiera en una serie de brincos de un lugar a otro sin pasar a través de lugares intermedios, y si no hubiera relaciones definidas entre sus posiciones diferentes, velocidades y direcciones de desplazamiento, si estuviera en un tiempo en un lugar y en otro en una docena de lugares, tal pluralidad desunida de fenómenos no llegaría a conformar ninguna cosa existente. No solamente las sustancias, sino también los sucesos, están constituidos por regularidades. El fluir del tiempo, por ejemplo, es en sí mismo una regularidad. El caos original, por consiguiente, en el que no había regularidad, era en efecto un estado de mera indeterminación, en el cual nada existía o sucedía realmente.

412. Nuestras concepciones de los primeros estados de desarrollo, antes de que el tiempo existiera, tienen que ser tan vagas y figurativas como las expresiones del primer capítulo del Génesis. Fuera del seno de la indeterminación tenemos que decir que tuvo que venir algo, por el principio de primeridad, que podemos llamar un destello. Luego, por el principio del hábito, tuvo que haber un segundo destello. Aunque todavía no existía el tiempo, este segundo destello fue en algún sentido después del primero, porque resultó de él. Luego tuvo que haber otras sucesiones, conectadas más y más próximamente, reforzando los hábitos y la tendencia a formarlos, hasta que los sucesos fueron vinculados juntos dentro de algo así como un flujo continuo. No tenemos razón para pensar que incluso ahora el tiempo sea perfectamente continuo y uniforme en su flujo. El cuasi-flujo que resultaría, se diferenciaría sin embargo esencialmente del tiempo en este aspecto: que no sería una corriente singular. Diferentes destellos pudieron poner en marcha diferentes corrientes, entre las cuales no hubiera relaciones de contemporaneidad o sucesión. Así, una corriente pudo escindirse en dos, o dos fundirse en una. Pero el resultado ulterior del hábito sería inevitablemente al máximo a las que estuvieran separadas, y a aquellas que presentaban frecuentes puntos comunes, fundirlas en una sola perfecta unión. Las que estuvieran completamente separadas, hubieran sido tantos mundos diferentes que no hubieran conocido nada el uno del otro: de tal modo, que el efecto hubiera sido exactamente el que ahora observamos.

413. Pero la alteridad es de dos tipos. Por consecuencia, además de destellos que fueran genuinamente segundos para otros, por venir después de ellos, habría pares de destellos o, dado que el tiempo se supone que se habría desarrollado, tendríamos que decir mejor pares de estados, que son recíprocamente segundos, cada miembro del par con respecto al otro. Este es el primer germen de la extensión espacial. Estos estados sufrirían cambios, y los hábitos se formarían de pasar de ciertos estados a ciertos otros y de no pasar de unos estados a otros. Los estados a los que el estado pasaría de modo inmediato serían adyacentes a él, y así se formarían hábitos que constituirían un continuo espacial, pero difiriendo de nuestro espacio por ser muy irregular en sus conexiones, teniendo un número de dimensiones en un lugar y otro número en otro lugar, y siendo diferente por un estado movible desde lo que es por otro.

414. Así pues, pares de estados comenzarían a formar hábitos, y de este modo cada estado que tuviera hábitos diferentes con referencia a los otros estados diferentes daría principio a haces de hábitos, que serían sustancias23. Algunos de esos estados tendrían oportunidad de formar hábitos de persistencia, y conseguiría ser cada vez menos sujeto a desaparecer; mientras que los que fallaran en formar tales hábitos, saldrían de la existencia. Así, las sustancias consiguieron ser permanentes.

415. De hecho, los hábitos, a partir del modo de su formación, consisten necesariamente en la permanencia de alguna relación, y en tal permanencia, según esta teoría, cada ley del mundo natural consiste en alguna permanencia, tal como la permanencia de la masa, "momentum" (cantidad de movimiento) y energía. A este respecto, la teoría sigue admirablemente a los hechos.

416. Las sustancias que llevan consigo sus hábitos en sus movimientos a través del espacio tenderán a hacer semejantes a las diferentes partes del espacio. Así, la dimensionalidad del espacio tenderá gradualmente a la uniformidad, y múltiples conexiones, excepto la infinidad, a donde nunca van las sustancias, serán borradas. Al principio, las conexiones del espacio eran probablemente diferentes para una sustancia y parte de una sustancia de lo que ellas fueron por otra; es decir, puntos adyacentes o cercanos uno de otro para los movimientos de un cuerpo, no serían o estarían así para otro, y posiblemente eso contribuyó a romper sustancias en pequeños pedazos o átomos. Pero la acción mutua de los cuerpos hubiera tendido a reducir sus hábitos a la uniformidad en ese aspecto, y además tuvo que despertar conflictos entre los hábitos de cuerpos y los hábitos de partes del espacio, la cual no cesaría hasta que hubieran llegado a la uniformidad.


Traducción de Fernando C. Vevia (1997)





Notas

1. Las secciones de este libro originalmente fueron llamadas "capítulos". Hay variedad de versiones alternativas de esta sección. 1 y 2 del prefacio pertenecen a una de esas alternativas.

2. Algo que corre a mi encuentro.

3. Totales.

4. Yarda graduada de medir.

5. El último punto de vista es también el de la teología cristiana. Los teólogos sostienen que el universo físico es finito, pero considerando que ese universo que admiten existió desde siempre, parecería estar en una condición diferente al final en comparación con la del principio, pues ya estaría terminada toda la creación espiritual, y permanente (N. de Peirce).

6. De "One, Two, Three: Fundamental Categories of Thought and Nature", hacia 1885.

7. "Formal Logic", cap. 8. Ver también 2, p. 568.

8. Vol. 2, libro III, cap. 2 y 5.

9. O términos, pero véase 372.

10. O argumentos.

11. Véase 369.

12. Parece que no escribió más de esta sección; pero véase el vol. 6.

13. Véase el vol. 8.

14. Parece que se perdieron aquí páginas del manuscrito.

15. Parece que aquí se perdieron algunas páginas del manuscrito.

16. Los editores no han podido localizar esta cita.

17. La siguiente nota es añadida a esta sección: Here is the chemical idea. Para esto véase el volumen 6, libro I, cap. 8.

18. Véase vol. 6, libro I, cap. 10.

19. Véase, por ejemplo, General Investigations of Curved Surfaces, ant. 20.

20. Por ejemplo en la Física 195 b, 31-198 a, 13.

21. Libro II, 216-293.

22. Después de los escolásticos, véase Eckius [?] en Pedro Hispano 48 b, nota 1.

23. Uso aquí la palabra sustancia en el sentido antiguo de una cosa, no en el sentido moderno. (N. de Peirce)




Fin de "Una conjetura para el acertijo", C. S. Peirce (1903). Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia. En: Charles S. Peirce. Escritos filosóficos, F. Vevia (tr., intr. y notas), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 201-243. "A Guess at the Riddle" corresponde a CP 1. 545-567.

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Fecha del documento: 15 de junio 2001
Ultima actualización: 21 de febrero 2011

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