EL ESPIRITU DEL ESCOLASTICISMO1


Charles S. Peirce (1869)

Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia (1997)*





28. ...[la] historia de la lógica no carece de interés en cuanto una rama de la historia. Por cuanto la lógica de una época representa adecuadamente los métodos del pensamiento de esa época, su historia es una historia de la mente humana en su relación más esencial -es decir, con referencia a su poder de investigar la verdad. Pero el valor principal del estudio de la filosofía histórica es que disciplina la mente para mirar la filosofía con ojo frío y científico y no con pasión como si los filósofos fueran litigantes.

29. La lógica británica es un tema de interés muy particular, por cuanto que algunas líneas de pensamiento han predominado siempre en esas islas, y han dado a sus lógicos un cierto aire de familia, que comienza a aparecer muy pronto. La característica más sorprendente del pensamiento británico es su tendencia nominalista. Siempre ha sido así, y ahora es muy marcada. Hasta tal punto, que en Inglaterra y sólo en Inglaterra hay más pensadores que hoy se distinguen por su nominalismo, que por sostener cualquier otra doctrina. William Ockam o Oakum, inglés, fue sin duda el mayor nominalista que haya jamás existido; mientras que Duns Scotus, otro británico, es el más sutil abogado de la opinión opuesta. Estos dos hombres, Duns Scotus y William Ockam, son decididamente las mayores mentes especulativas de la Edad Media, así como de los más profundos metafísicos que nunca han existido. Otra circunstancia que hace interesante la lógica de las Islas Británicas es que allí, más que en otras partes, se hicieron estudios de la lógica de las ciencias naturales. Ya habíamos encontrado algunas evidencias del pensamiento inglés marchando en esta dirección, cuando nos encontramos con ese fenómeno singular: Francis Bacon, un hombre que fue científico antes de que empezara la ciencia. En los albores de la edad de la ciencia, Bacon escribió ese tratado, declarada y realmente lógico, el Novum Organum, obra cuya fama sobrepasa quizás a sus méritos reales. En nuestros días, los escritos de Whewell, Mill y Herschel proporcionan algunas de las más finas explicaciones de los métodos del pensamiento en la ciencia. Otra dirección en la que el pensamiento lógico ha ido en Inglaterra más lejos que en otras partes es en la lógica matemático-formal (cuyos principales escritores son Boole, De Morgan y el escocés Sir William Hamilton); si bien Hamilton se mostró tan acre contra las matemáticas, que su propia doctrina de que el predicado cuantificado es esencialmente matemático, está más allá de toda discusión inteligente. Esta afición a la parte formal de la lógica ya apareció en la Edad Media, cuando la escuela nominalista de Ockam (la más extrema de las escolásticas), e inmediatamente después de él la escuela de Scotus, llevó hasta el extremo las doctrinas de las Parva logicalia, que fueron la contribución de esas épocas a esta rama de la ciencia. Y esas Parva logicalia puede que tuvieran un origen inglés, pues el escritor más antiguo conocido de la materia (con excepción de la sinopsis aristotelona organon, atribuida a Psellus) fue un inglés, William Shirwood...2

30. La característica más llamativa del pensamiento medieval es la importancia atribuida a la autoridad. Se suponía que autoridad y razón eran dos métodos coordinados de llegar a la verdad, y lejos de suponer que la autoridad fuera secundaria con respecto a la razón, los escolásticos estaban dispuestos a colocarla tranquilamente por encima de la razón. Cuando Berengario, en su disputa con Lanfranc, señalaba que la totalidad de una afirmación no puede sustentarse cuando una parte ha sido echada abajo, su adversario replicó: "Abandonadas las sagradas autoridades, usted se refugia en la dialéctica, y como yo estoy para oír y responder lo que concierne al ministro de la fe, prefiero oír y responder a las autoridades sagradas que se supone se refieren al tema, más que a razones dialécticas". A eso Berengario respondió que San Agustín en su libro De doctrina christiana dice, que lo que él señaló referente a la afirmación está ligado indisolublemente con aquella verdadera eternidad de verdad que es Dios. Pero añade: Maximi plane cordis est, per omnia ad dialecticum confugere, quia confugere ad eam ad rationem est confugere, quo qui non confugit, cum secundum rationem sit factus ad imaginem Dei, suum honorem reliquit, nec potest reonavari de die in diem ad imaginem Dei3. Inmediatamente después de las autoridades sagradas -la Biblia, la Iglesia, los Padres- la de Aristóteles rayaba en lo máximo. Podía negarse, pero la insolencia era inmensa en contra de que estuviese errado en un punto particular, tenía en contra una inmensa insolencia.

31. Teniendo la autoridad un peso tan grande hubiera sido excesivo si la mente humana de aquel tiempo no hubiera estado tan carente de educación que necesitaba seguir a maestros, dado que era del todo incompetente para resolver problemas metafísicos sin ellos- se seguía naturalmente que no fuera muy admirada la originalidad de pensamiento, sino que, por el contrario, la mente admirable era la que consistía en interpretar sólidamente los dicta (dichos) de Aristóteles, Porfirio y Boecio. Sin embargo, la vanidad, la vanidad de la inteligencia, fue un vicio que estuvo ausente de los escolásticos. Fueron minuciosos y concienzudos en su conocimiento de tales autoridades e igualmente minuciosos y concienzudos en el tratamiento de cualquier cuestión que se presentara.

32. Todas estas características nos recuerdan muy poco a los filósofos de nuestros días y a los hombres de ciencia. No dudo en decir que el científico de ahora piensa mucho más en la autoridad que los metafísicos, pues en la ciencia no se considera una cuestión como asentada o su solución como cierta hasta que toda duda inteligente e informada haya cesado y todas las personas competentes hayan llegado a un acuerdo riguroso, mientras que en el caso de cincuenta metafísicos, de los cuales cada uno tuviera una opinión que no tuviera ninguno de los otros cuarenta y nueve, por lo general no miraría la opinión de sus cuarenta y nueve opositores con más certeza de que el sol saldrá mañana. Esto es tener lo que parece una absoluta falta de consideración para las demás opiniones. El hombre de ciencia concede valor positivo a la opinión de cualquiera tan competente como él, de tal manera que no podría tener duda de una conclusión que fuera a adoptar, a no ser que se oponga un hombre competente; pero por otro lado mirará una divergencia suficiente con respecto a las convicciones del grueso de los científicos como prueba de incompetencia y, generalmente, concederá poco peso a las opiniones de hombres que murieron hace tiempo e ignoraron lo mucho que desde entonces se ha descubierto en relación con la cuestión que tiene entre manos. Los escolásticos, sin embargo, concedían la mayor autoridad a hombres que hace mucho murieron, y tendrían razón por cuanto en las edades oscuras no era verdad que los últimos tiempos del conocimiento humano fueran los mejores, al contrario. Pienso que podría decirse que los escolásticos no concedían demasiado peso a la autoridad, aun cuando le concedían mucho más de lo que nosotros haríamos o se le puede conceder en una época en la cual la ciencia sigue un curso progresista y lleno de éxito -y por supuesto, infinitamente más de lo que le es concedido por esos intelectuales nómadas, los metafísicos modernos, incluyendo los positivistas.

33. En la escasa importancia que concedían a una teoría brillante, los escolásticos se parecían también a los científicos modernos, que no pueden ser incluidos a este respecto de ningún modo como no científicos. Así por ejemplo, los seguidores de Herbert Spencer no pueden entender por qué los científicos colocan a Darwin tan infinitamente por encima de Spencer, aun cuando las teorías de éste son mucho más amplias y comprehensivas. No pueden entender que no es la sublimidad de las teorías de Darwin lo que le hace admirable como hombre de ciencia, más bien es su minuciosa, sistemática, dilatada, estricta y científica búsqueda lo que ha dado a su teoría una recepción más favorable -teorías que en sí mismas escasamente hubieran impuesto respeto científico. Y este mal entendido atañe a todos aquellos metafísicos que se imaginan a sí mismos como hombres de ciencia a cuenta de su metafísica. Tal espíritu científico fue igualmente malentendido cuando se encontraba en los escolásticos. Lo hubieran encontrado fallido por encima de todas las cosas por no escribir con estilo literario y no "estudiar con espíritu literario". El hombre que hace esa objeción posiblemente no podría comprender los méritos reales de la ciencia moderna. Si las palabras "quidditas", "entitas" y "haecceitas" excitan o disgustan ¿qué diríamos del latín de los botánicos, y del estilo de cualquier obra científica? En cuanto a la frase "estudiar en un espíritu literario" es imposible expresar cuán nauseabunda es para cualquier científico; incluso para el lingüista científico. Pero por encima de todas las cosas es la búsqueda minuciosa de los escolásticos lo que les afilia con los hombres de ciencia y los separa, de modo abismal, de los llamados filósofos modernos. La minuciosidad a la que aludo consiste en que al adoptar una teoría, le dan mil vueltas en todas direcciones; dedican todas sus energías y vidas para probar bona fide -no de tal modo que solamente se añadiera brillo al esplendor de sus pruebas, sino realmente avanzaban para satisfacer su impulso insaciable de colocar sus opiniones bajo una prueba. Al tener una teoría, tenían que aplicarla a todo tema y a cada rama de cada tema para ver si producían un resultado de acuerdo con el único criterio que eran capaces de aplicar -la verdad de la fe católica y la enseñanza del príncipe de los filósofos.

34. Me parece que George Henry Lewes en su obra sobre Aristóteles4 llegó muy cerca de enunciar la verdadera causa del éxito de la ciencia moderna al decir que consiste en la verificación. Yo lo expresaría de este modo: los modernos estudiosos de la ciencia han tenido éxito porque gastan sus vidas no en librerías y museos, sino en los laboratorios y en el campo, y, al mismo tiempo, en sus laboratorios y en el campo no estuvieron contemplando la naturaleza con ojos estúpidos, es decir: recibiendo pasivamente sin asistencia del pensamiento, sino que estuvieron observando -es decir, percibiendo con ayuda del análisis- y probando insinuaciones de las teorías. La causa de su éxito fue que el motivo que les llevó al laboratorio y al campo es un anhelo vehemente por saber cómo eran las cosas en realidad y el interés por descubrir si las proposiciones generales se sostienen bien en la actualidad, lo cual ha sido sobrepujando todo prejuicio, toda vanidad, toda pasión. Ahora bien, no es sencillamente una parte esencial de este método en general que las pruebas fueran hechas observando objetos naturales. El inmenso progreso realizado por las matemáticas modernas ha de ser explicado por el mismo interés intenso en probar las proposiciones generales con casos particulares -las pruebas fueron aplicadas por medio de demostraciones particulares. Esta es observación, por supuesto, pues, como el gran matemático Gauss ha declarado: álgebra es la ciencia del ojo5, sólo que es observación de objetos artificiales y de un carácter profundamente recóndito. Ahora bien, ese mismo interés infatigable en probar las proposiciones generales es lo que produjo esas largas hileras de folios de los escolásticos y si las pruebas que ellos emplearon son sólo de una validez limitada, de tal manera que no podían con libertad seguir indefinidamente hacia nuevos descubrimientos, sin embargo, el espíritu que es lo más esencial -el motivo, fue prácticamente el mismo. Y nadie puede dejar de percibir qué diferente es ese espíritu del de la mayor parte, aunque no de todos, de los modernos filósofos -aun de aquellos que se han llamado a sí mismos empíricos.


Traducción de Fernando C. Vevia



Notas

*(N. del E.) Reproducido con el permiso de Fernando C. Vevia Romero. Esta traducción se publicó originalmente en: Escritos filosóficos. Charles Sanders Peirce. Fernando Carlos Vevia Romero (Trad.), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 37-42. La fuente original está en CP 1.28-34.

1. De la conferencia I, "Early Nominalism and Realism" de las "Lectures on British Logicians", pronunciada en Harvard en 1869. (Nota de los editores de los C. P.)

2. Cf. Geschichte der Logik de Prantl, 2ª ed. 2 tomos. (Nota de los editores de los C. P.)

3. Debe decir: maxime y no maximi, plani y no plane, dialecticam y no dialecticum. "Es muy propio de corazón grande, huir para todas las cosas a la dialéctica, porque huir a ella es huir a la razón, a la cual, quien no afluye, siendo hecho a imagen de Dios precisamente por la razón, reniega de su honor y no puede renovarse de día en día según la imagen de Dios".

4. Aristotle: A Chapter from the History of Science, Londres, 1864. (Nota de los editores de los C. P.)

5. Citado por Silvester en su "Presidential Address to the British Assn.", en 1868. Véase Mathematical Papers de Silvester, vol 2, p. 654. (Nota de los editores de los C. P.)




Fin de El espíritu del escolasticismo C. S. Peirce (1869). Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia Romero. En: Escritos filosóficos. Charles Sanders Peirce. Fernando Carlos Vevia Romero (Trad.), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 37-42. La fuente original está en CP 1.28-34.

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Fecha del documento: 12 de marzo 2001
Ultima actualización: 30 de enero 2011

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