DIVERSAS CONCEPCIONES LÓGICAS


Charles S. Peirce (1903)

Traducción castellana de Mónica Aguerri (2004)


MS 478 (Este texto, que es la sección tercera y más larga, no fue impreso en el panfleto para el público. La subsección titulada "Gramática especulativa" se publicó en gran parte en CP 2.274-77, 283-84, 292-94 y 309-331). Peirce comienza aquí una extensión importante de su teoría semiótica. Presenta su doctrina de los signos en el contexto de su teoría más general de las categorías, haciendo uso de tres clases de "separación en el pensamiento": disociación, precisión y discriminación. Señala que la lógica, al cumplir con su misión histórica de distinguir el razonamiento bueno del malo, se desarrolla en una teoría general de los signos, y revisa el lugar de la lógica dentro de su clasificación de las ciencias. Así, Peirce establece el primer apartado de la lógica (semiótica), la gramática especulativa, y, sobre la base de sus categorías, divide los signos en dos tricotomías: (I) iconos, índices y símbolos, y (2) sumisignos (después llamados remas), dicisignos y argumentos. La segunda tricotomía aparece aquí por primera vez. Esto va seguido de una extensa discusión de las proposiciones como signos, y de cómo se relacionan con los dicisignos y otros componentes semióticos. Peirce concluye con una discusión de la clase de signos que llamamos "argumentos", y examina cómo sus tres tipos -deducción, inducción y abducción- trabajan conjuntamente para llevar a cabo la operación del razonamiento.



La fenomenología es aquella rama de la ciencia que se trata en Phänomenologie des Geistes de Hegel (un trabajo muy poco apropiado para recomendar a nadie si no es a los estudiosos maduros, aunque es quizá el más profundo que se ha escrito), en el cual el autor busca distinguir los elementos, o, si se quiere, los tipos de elementos, que invariablemente están presentes en lo que quiera que esté en la mente en cualquier sentido. Según el presente escritor, estas categorías universales son tres. Como las tres están invariablemente presentes, es imposible una idea pura de cualquiera de ellas, absolutamente distinta de las demás; en efecto, todo lo que se asemeje a una discriminación satisfactoriamente clara de ellas es un trabajo que requiere una larga y activa meditación. Podrían denominarse Primeridad, Segundidad y Terceridad.

La Primeridad es aquello tal que es positivamente e independientemente de cualquier otra cosa.

La Segundidad es aquello que es en tanto que es en el ser segundo de algo, independientemente de cualquier tercero.

La Terceridad es aquello cuyo ser consiste en su causar una Segundidad.

No hay Cuarteridad que no consista meramente en Terceridad.

De estas tres, la Segundidad es la más fácil de comprender, al ser el elemento que la agitación de este mundo hace más destacado. Hablamos de hechos innegables. Esta innegabilidad, la obligatoriedad de la experiencia, es la Segundidad. Una puerta está ligeramente entornada. Tratas de abrirla. Algo lo impide. Pones el hombro contra ella, y experimentas una sensación de esfuerzo y una sensación de resistencia. Estas no son dos formas de consciencia; son dos aspectos de una consciencia que tiene dos caras. Es inconcebible que hubiera esfuerzo sin resistencia, o cualquier resistencia sin un esfuerzo contrario. Esta consciencia con dos caras es la Segundidad. Toda consciencia, todo ser despierto consiste en la sensación de reacción entre el ego y el no ego, aunque el sentido del esfuerzo esté ausente. Una peculiaridad de la Segundidad es que en cualquier campo que se presenta, hay dos formas en las que puede presentarse; y estas dos formas difieren en que la Segundidad es más completamente genuina en una que en la otra. Por consiguiente, la reacción con una sensación de esfuerzo, que consideramos provocado por nosotros mismos, es la volición. La Segundidad ahí es fuerte. Pero en la percepción, hay una sensación de reacción sin esfuerzo, que, pensamos, pertenece a la cosa externa. Es, podríamos decir, una forma degenerada[1] de la Segundidad. La idea de la Segundidad parece estar aquí significada innecesariamente en el fenómeno, que podría haberse considerado como un mero sueño o, más bien, como la cualidad de nuestro ser, sin que sea materialmente diferente, excepto en la ausencia del elemento de Segundidad. La Segundidad, pues, no puede eliminarse del fenómeno de la volición. Tanto la volición como la percepción pueden ejercitarse sobre nuestra consciencia, causando la concepción de un mundo Interno -que no es sino la consciencia con una Segundidad significada en ella-, y un mundo Externo. Por lo tanto, no sólo experimentamos la Segundidad, sino que la atribuimos a las cosas externas, lo que consideramos como tantos objetos individuales o quasi-iguales, que reaccionan unos con otros. La Segundidad sólo es mientras es actualmente. La misma cosa no puede nunca pasar dos veces. Como dijo Heráclito, uno no puede cruzar dos veces el mismo río: potamv gar ouk estin embhnai diz tv autv[2][3].

Para un ejemplo de Primeridad, mira algo rojo. Esa rojez es positivamente lo que es. El contraste puede aumentar nuestra consciencia de ello; pero la rojez no es relativa a nada; es absoluta o positiva. Si uno imagina o recuerda el rojo, su imaginación será viva o débil; pero eso no afectará en lo más mínimo a la cualidad de la rojez, que puede ser brillante o difusa, en cualquier caso. La viveza es el grado de nuestra consciencia de ella, su reacción en nosotros. La cualidad en sí misma no tiene viveza ni debilidad. En sí misma, pues, no puede ser consciencia. Es, en efecto, en sí misma, una mera posibilidad. Ahora la consciencia está o bien despierta (más o menos), o no tiene ser en absoluto. La posibilidad, el modo de ser de la Primeridad, es el embrión del ser. No es nada. No es existencia. No sólo tenemos un conocimiento inmediato de la Primeridad en las cualidades de los sentimientos y las sensaciones, sino que la atribuimos a las cosas externas. Pensamos que un pedazo de hierro tiene una cualidad en sí que un pedazo de cobre no tiene, que consiste en la posibilidad regularmente continua de su ser atraído por un imán. De hecho, parece innegable que existan realmente tales posibilidades, y que, aunque no son existencias no sean nada. Son posibilidades y nada más. Sin embargo, se admita esto o no, es innegable que tales elementos están en los objetos tal y como normalmente los concebimos; y eso es todo lo que le concierne a la fenomenología. La Primeridad es demasiado simple para tener forma degenerada alguna.

La Terceridad se halla donde quiera que una cosa ocasione una Segundidad entre dos cosas. En todos esos casos, se encontrará que el Pensamiento toma parte. Al decir pensamiento, se dice algo como el significado de una palabra, que puede ser "encarnado en", es decir, que puede gobernar esto o aquello pero que no está limitado a algo existente. A menudo se supone que el pensamiento es algo que está en nuestra consciencia; pero, por el contrario, es imposible ser alguna vez directamente consciente en la realidad del pensamiento. Es algo a lo que la consciencia se ajustará, como un escrito puede ajustarse a él. El pensamiento es más bien de la naturaleza de un hábito que determina la talidad de aquello que puede llegar a la existencia cuando ese algo llega a la existencia. De tal hábito, uno puede ser consciente de un síntoma; pero hablar de ser directamente consciente de un hábito, como tal, es un sinsentido. En un sentido más completo todavía, la Terceridad consiste en la formación de un hábito. En cualquier sucesión de acontecimientos que haya ocurrido debe haber algún tipo de regularidad. Más aún, debe haber regularidades que estrictamente excedan toda infinidad. Pero en cuanto el tiempo añada otro acontecimiento a la serie, una gran parte de esas regularidades se romperá, y rápidamente de forma indefinida. Si, no obstante, hubiese una regularidad que nunca se rompa ni llegue a romperse, que tenga un modo de ser que consista en este destino o la determinación de la naturaleza de las cosas al futuro inacabable, eso es lo que llamaríamos una ley. Pueda o no descubrirse esa ley, es cierto que tenemos una idea de tal cosa, y que si hubiera una ley tal, evidentemente tendría una realidad, consistente en el hecho de que las predicciones basadas en ella se confirmarían por acontecimientos reales -aún en la cuna del futuro- hasta cierto punto, si no perfectamente. Negar la realidad de tales leyes es hacer objeciones sobre las palabras. Muchos filósofos dicen que son "meros símbolos". Suprímase la palabra meros, y esto es cierto. Son símbolos; y siendo los símbolos las únicas cosas en el universo que tienen alguna importancia, la palabra "meros" es una gran impertinencia. En resumen, dondequiera que haya pensamiento, hay Terceridad. Es la Terceridad genuina la que le da al pensamiento su característica, aunque la Terceridad no consista sino en que una cosa implique a dos en una Segundidad. En cualquier campo donde encontremos Terceridad, la encontramos de tres formas, de las cuales dos se relacionan entre sí de algún modo como las formas degenerada y genuina de Segundidad, en tanto que la tercera tiene un carácter vivo del que las otras carecen.

Para comprender la lógica es necesario tener nociones tan claras de estas tres categorías como sea posible y adquirir la habilidad de reconocerlas en las diversas concepciones sobre las que versa la lógica. Aunque las tres son ubicuas, pueden hacerse, sin embargo, ciertas clases de separaciones en ellas. Hay tres clases distintas de separación en el pensamiento. Corresponden a las tres categorías. La separación de Primeridad, o Separación Primaria, llamada Disociación, consiste en imaginar uno de los dos separandos sin el otro. Puede ser completa o incompleta. La separación de Segundidad, o Separación Secundaria, llamada Precisión[4], consiste en suponer un estado de cosas en el que un elemento esté presente sin el otro, siendo el primero lógicamente posible, sin el otro[5]. Por consiguiente, no podemos imaginar una capacidad sensorial sin cierto grado de viveza. Sin embargo, normalmente suponemos que la rojez, tal como es en las cosas rojas, no tiene viveza; y en efecto, sería imposible demostrar que todo lo que es rojo debe tener un grado de viveza. La separación de Terceridad, o Separación Terciaria, llamada discriminación, consiste en representar uno de los separandos sin representar al otro. Si A puede separarse de B, esto es, suponerse sin B, entonces B puede, al menos, distinguirse de A.

Han de hacerse más distinciones entre los modos de separación en el pensamiento, que no se tuvieron en cuenta en el artículo del escritor de 1867[6]. Hemos de distinguir, por ejemplo, entre precisión definida e indefinida. Berkeley, por ejemplo, afirma que es imposible suponer que una cosa (distinta de mente) exista sin que sea conocida[7]; lo cual es como decir que la Segundidad no puede separase de la Terceridad. Esto es, hablar de una existencia que nunca se automanifiesta de ninguna manera, no significa nada. Sin duda, tiene razón con respecto a cualquier significado definido. Pero si nos abstenemos de intentar asociar cualquier idea definida con la existencia, no habrá nada inconsistente en la suposición de que las cosas actúan unas sobre otras sin ley predeterminada ninguna. También pueden establecerse distinciones entre modos diferentes de discriminación.

Es posible separar la Primeridad de la Segundidad. Podemos suponer un ser cuya vida entera consista en una sensación invariable de rojez. Sin embargo, es imposible separar la Segundidad de la Primeridad. Pues suponer dos cosas es suponer dos unidades; y por incoloro e indefinido que un objeto pueda ser, es algo, y por ello tiene Primeridad, incluso si no tiene nada que pueda reconocerse como una cualidad. Todo debe tener algún elemento no-relativo; y esto es la Primeridad. Asimismo, es posible separar la Segundidad de la Terceridad. Pero la Terceridad sin Segundidad sería absurda.

Entre las ideas familiares de la lógica en la que predomina el elemento de Segundidad, puede mencionarse, en primer lugar, la concepción de un hecho. La definición más sencilla de un hecho es que es un elemento abstracto de lo real, que corresponde a una proposición. Sin embargo, esto introduce innecesariamente el elemento de Terceridad. Es cierto que no puede disociarse la Realidad de la Terceridad; pero puede separase de ella. Pues la Realidad es simplemente el carácter de ser independiente de aquello que se piensa respecto al objeto real; de modo que la Terceridad sólo interfiere en él negativamente. Un Hecho puede definirse como la Segundidad que consiste entre cualquier cosa y una posibilidad, o Primeridad, realizada en esa cosa. Puede pensarse que la Posibilidad implica Terceridad, pues lo posible se define a veces como aquello de lo que no se conoce que sea falso en algún estado de información. No obstante, por muy conveniente e irreprochable que esa fórmula pueda ser en ocasiones, es una definición extremadamente defectuosa. Una Posibilidad y una Primeridad son casi idénticas. Una mera Posibilidad es Primeridad sin Segundidad. Puede ser la Primeridad de una Segundidad; pues la Segundidad tiene, en un sentido, su Primeridad. Otra concepción en la que predomina la Segundidad es la de la Existencia, que es simplemente la idea de la Segundidad más genuina sin limitación. La Individualidad es otro concepto en el que la Segundidad es el elemento más importante, aunque la Primeridad, por supuesto, es constituyente de ella. Es la Primeridad de un segundo más genuino[8]. La fuerza es casi Segundidad pura, con tan sólo la suficiente Primeridad para darle color. Uno podría inventar un enunciado que la describiese bastante bien, pero es dudoso que pudiera llamarse un análisis de ella. Por otra parte, la Necesidad es una idea de Terceridad. Esta palabra es equívoca: aquí se toma en el sentido de lo racional, esto es, general, necesidad. No es una mera negación de la Posibilidad. Pues la Posibilidad en el sentido de Primeridad, no es sujeto de negación. La ausencia de cualquier Posibilidad dada es, desde luego, una posibilidad; pero dejar que quede una característica y quitarle su Posibilidad es un sinsentido, a menos que uno se refiera a una representación de la cualidad, en cuyo caso el elemento de Terceridad es el predominante. La idea de Futuridad, que significa lo que afirmativamente será, es una concepción de la Terceridad, puesto que implica la idea de certeza, y la certeza es conocimiento, y el conocimiento es representación. Sin embargo, la idea de lo que puede ser en el futuro es una mezcla singular en la que parece predominar la Posibilidad. Si separamos la Futuridad de la certeza y de la duda, el resultado parece no tener interés lógico. Que tales ideas como aquellas de Ley, Fin o Pensamiento tengan a la Terceridad como elemento predominante es demasiado evidente para destacarse. Es más valioso resaltar sobre la concepción de la vida que la Terceridad implica esencialmente la producción de efectos en el mundo de la existencia, no proporcionando energía, sino mediante el desarrollo gradual de Leyes. Por consiguiente puede decirse, sin lugar a discusión, que ningún signo actúa jamás como tal sin producir una respuesta física o un signo interpretante.

En las ideas de Primeridad, Segundidad y Terceridad, los tres elementos, o Categorías Universales, aparecen bajo sus formas de Primeridad. Aparecen bajo sus formas de Segundidad en las ideas de Hechos de Primeridad, o Qualia, Hechos de Segundidad, o Relaciones, y Hechos de Terceridad, o Signos; y bajo sus formas de Terceridad en las ideas de signos de Primeridad o Sentimiento, esto es las cosas de la belleza; Signos de Segundidad, o Acción, esto es, modos de conducta; y Signos de Terceridad, o Pensamiento, esto es, formas del Pensamiento.

La fenomenología estudia las Categorías en sus formas de Primeridad. Debiera ser seguida por una ciencia que las estudiase en un sentido general tal como se presentan a través de la experiencia común. Esto parece ser de forma aproximada, aunque no exacta, lo que Hegel pretendía en su Encyclopädie. A este estudio se le puede denominar, anticipándose a cualquier intento serio de llevarlo a cabo, Enciclopédico. Entonces, y sólo entonces, deberían tener éxito las Ciencias normativas. Éste es el nombre que reciben; sin embargo, no es adecuadamente descriptivo. Implica que estas ciencias tienen como único fin principal la distinción principal de lo bueno y lo malo (ideas en las que la Segundidad y la Terceridad son igualmente importantes). Pero esto exagera el lugar que ocupan estas ideas en estas ciencias, que es muy eminente en la ética, pero menos en la Lógica, y que debería estar bastante subordinado en la Estética, puesto que ninguna forma es estéticamente mala, si se considera desde un punto de vista estrictamente estético, sin idea alguna de adoptar la forma en la conducta. Toda aversión estética se debe a una intuición defectuosa y a la estrechez de sentimiento. El verdadero propósito principal de estas ciencias es la Clasificación de las Formas posibles. No obstante, esto debe fundarse sobre el estudio de la Fisiología de estas Formas, sus elementos generales, sus partes y su modo de acción. De ahí debería seguirse la parte Clasificatoria, incluyendo la discusión general de qué es bueno y qué es malo; y a esto debería seguirle un estudio de los principios que gobiernan la producción de tales Formas.

La Ética debe apelar a la Estética al formar su concepción del summum bonum; y la Lógica, como ciencia del pensamiento controlado, que no es sino una especie de la conducta controlada, debe descansar sobre la ciencia de tal conducta. Una Lógica que no reconozca sus relaciones con la ética, debe ser fatalmente defectuosa en Metodéutica, si no en su Crítica.

La Lógica, que comenzó históricamente, y que comienza todavía en cada individuo, con el deseo de distinguir los razonamientos buenos de los malos, se convierte en una teoría general de los signos. Sus tres divisiones son la fisiológica o Gramática Especulativa; su parte clasificatoria, que juzga particularmente qué razonamiento es bueno y cuál es malo, o Crítica Lógica; y, finalmente, la Metodéutica, o los principios de producción de los modos valiosos de investigación y exposición.

En este syllabus sólo se tratará la Gramática Especulativa.


Gramática Especulativa

Un Signo, o Representamen, es un Primero relacionado con un Segundo, al que se llama su Objeto, de un modo genuino y triádico, que es capaz de determinar a un Tercero, llamado su Interpretante, para que asuma la misma relación triádica con su Objeto en la que él mismo está respecto al mismo Objeto. La relación triádica es genuina, esto es, sus tres miembros están vinculados por ella de un modo que no consiste en ningún conjunto de relaciones diádicas. Esa es la razón de que le Interpretante, o Tercero, no pueda estar en una relación meramente diádica respecto al Objeto, sino que debe estar en la misma relación respecto al Representamen mismo. Tampoco puede la relación triádica en la que está el tercero ser meramente similar a aquella en la que está el Primero, pues esto convertiría a la relación del Tercero con el Primero en una mera Segundidad degenerada. El Tercero, por supuesto, debe estar en tal relación, y por consiguiente debe ser capaz de determinar a un Tercero por sí mismo; pero además de eso, debe tener una segunda relación triádica en la que el Representamen, o más bien la relación del mismo con su Objeto, sea su propio Objeto (el del Tercero), y debe ser capaz de determinar a un Tercero a esta relación. Todo esto ha de ser igualmente verdadero de los Terceros del Tercero, y así interminablemente; y esto, y más, está implícito en la idea familiar de Signo; y el término Representamen no implica nada más en el modo en que aquí se utiliza. Un Signo es un Representamen con un Interpretante mental. Es posible que haya Representámenes que no sean Signos. Por lo tanto, si un girasol , al girar hacia el sol, se hace por ese mismo acto totalmente capaz, sin ninguna otra condición, de reproducir un girasol que gire hacia el sol de maneras precisamente correspondientes, y de hacerlo con la misma capacidad reproductiva, el girasol se convertiría en un Representamen del sol. Sin embargo, el Pensamiento es el principal, si no el único, modo de representación.

Los Representámenes se dividen en dos tricotomías[9]. La primera y más fundamental es que cualquier Representamen es bien un Icono, un Índice o un Símbolo. A saber, aunque ningún Representamen funciona realmente como tal hasta que no determina realmente a un Interpretante, no bastante se convierte en Representamen tan pronto como es plenamente capaz de hacer esto; y su Cualidad Representativa no depende necesariamente de que alguna vez determine realmente a un Interpretante, ni siquiera de que tenga realmente un Objeto. Un Icono es un Representamen cuya cualidad representativa es una Primeridad de él como Primero. Esto es, una cualidad que tiene qua cosa la hace apropiada para que sea un Representamen. Por consiguiente, cualquier cosa es apropiada para ser un sustituto de cualquier cosa que se le asemeje. (La concepción de "sustituto" implica la de un propósito, y por tanto la de una Terceridad genuina). Veremos si hay otros tipos de sustitutos o no. Un Representamen por la Primeridad sola puede tener solamente un Objeto similar. Por consiguiente, un signo por contraste denota su objeto sólo en virtud de un contraste, o Segundidad, entre dos cualidades. Un signo por Primeridad es una imagen de su objeto y, más estrictamente hablando, puede ser sólo una idea. Pues debe producir una idea interpretante; y un objeto externo provoca una idea por medio de una reacción sobre el cerebro. Sin embargo, más estrictamente hablando, ni siquiera una idea, excepto en el sentido de una posibilidad, o Primeridad, puede ser un Icono. Una Posibilidad sola es un Icono puramente por virtud de su cualidad; y su objeto sólo puede ser una Primeridad. Pero un signo puede ser icónico, esto es, puede representar principalmente a su objeto por su similaridad, independientemente de su modo de ser. Si se requiere un sustantivo, un Representamen icónico puede denominarse hipoicono. Cualquier imagen material, como una pintura, es en gran medida convencional en su modo de representación; pero en sí misma, sin leyenda ni calificación, puede llamarse hipoicono. Los hipoiconos pueden dividirse aproximadamente según el modo de Primeridad de la que participen. Aquellos que participan de las cualidades simples, o Primeras Primeridades, son imágenes; aquellos que representan las relaciones, principalmente diádicas, o así consideradas, de las partes de una cosa por medio de relaciones análogas en sus propias partes, son diagramas; aquellos que representan el carácter representativo de un Representamen, representando un paralelismo en algo más, son metáforas.

Un Index o Sema (shma), es un Representamen cuyo carácter Representativo consiste en su ser un Segundo individual[10]. Si la Segundidad es una relación existencial, el Índice es genuino. Si la Segundidad es una referencia, el Índice es degenerado. Un índice genuino y su Objeto deben ser individuos existentes (sean cosas o hechos), y su Interpretante inmediato debe ser del mismo carácter. Pero como todo individuo debe tener características, se sigue que un índice genuino debe contener una Primeridad, y así un Icono, como parte constituyente de él. Cualquier individuo es un índice degenerado de sus propias características. Ejemplos de Índices son la manilla de un reloj o el virar de una veleta. Los Subíndices o los hiposemas son signos que se convierten en tales por una conexión real con sus objetos. Por consiguiente, un nombre propio, o un pronombre relativo, demostrativo o personal, o una letra adjuntada a un diagrama, denotan lo que denotan debido a una conexión real con su objeto, pero ninguno de ellos es un índice, ya que no es un individuo.

Un Símbolo es un Representamen cuyo carácter representativo consiste precisamente en que es una regla que determinará a su Interpretante. Todas las palabras, oraciones, libros, y otros signos convencionales son Símbolos. Hablamos de escribir o pronunciar la palabra "hombre" (man); pero es sólo una réplica o encarnación de la palabra, que se pronuncia o se escribe. La palabra en sí misma no tiene existencia, aunque tiene un ser real, que consiste en el hecho de que los existentes se conformarán a ella. Es un modo general de sucesión de tres sonidos o Representamenes de sonidos, que se convierte en signo sólo por el hecho de que un hábito, o ley adquirida, hará que sus réplicas sean interpretadas como significando de hombre u hombres. La palabra y su significado son ambas reglas generales; pero de las dos la palabra sola prescribe las cualidades de sus réplicas en sí mismas. De otro modo, la "palabra" y su "significado" no difieren, a menos que se le añada algún sentido especial a "significado".

Un Símbolo es una ley, o regularidad del futuro indefinido. Su Interpretante debe ser de la misma descripción; y así debe ser también su Objeto inmediato completo, o significado[11]. Sin embargo una ley gobierna necesariamente, o "se encarna en" individuos, y prescribe alguna de sus cualidades. En consecuencia, un constituyente de un Símbolo puede ser un Índice, y un constituyente puede ser un Icono. Un hombre que camina con un niño apunta con el brazo alzado y dice "hay un globo". El brazo que apunta es una parte esencial del Símbolo sin el cual el último no contendría información. Pero si el muchacho pregunta "¿Qué es un globo?" y el hombre responde "Es algo como una enorme pompa de jabón", él hace a la imagen parte del Símbolo. Por lo tanto, mientras el Objeto completo de un Símbolo, es decir, su significado, es de la naturaleza de una ley, debe denotar un individuo, y debe significar un carácter. Un Símbolo genuino es un Símbolo que tiene un significado general. Hay dos clases de Símbolos degenerados, el Símbolo Singular, cuyo Objeto es un individuo existente, y que significa sólo caracteres tales como los que el individuo puede realizar; y el Símbolo Abstracto, cuyo único objeto es un carácter.

Aunque el Interpretante inmediato de un índice debe ser un Índice, ya que el Objeto puede ser el Objeto de un Símbolo Singular, el índice puede tener tal Símbolo como Interpretante indirecto. Incluso un Símbolo genuino puede ser un Interpretante imperfecto de él. Así que un Icono puede tener un índice degenerado, o un Símbolo abstracto, como Interpretante indirecto, y un índice genuino o Símbolo como Interpretante imperfecto.

La segunda tricotomía de representámenes[12] se divide en: primero, los signos simples, signos sustitutivos o Sumisignos; segundo, los signos dobles, signos informativos, quasi-proposiciones, o Dicisignos; tercero, los signos triples, signos persuasivos racionalmente, argumentos o Suadisignos.

De estas tres clases, la que, sin duda, tiene una naturaleza más fácilmente comprensible es la segunda, la de las quasi-proposiciones, a pesar del hecho de que la cuestión de la naturaleza esencial del "juicio" es hoy la más controvertida de todas las cuestiones de la lógica. La verdad es que todas estas clases son de naturalezas muy intrincadas; pero el problema actual lo complican de forma innecesaria la mayoría de los lógicos, que en vez de extender su atención a las proposiciones en general, al confinarla a "juicios", o actos de aceptación mental de proposiciones, que no sólo implican caracteres adicionales a los de las proposiciones en general, -caracteres requeridos para diferenciarlos como proposiciones de un tipo particular-, sino que, además de la proposición mental misma, implican el acto peculiar de la afirmación. El problema es lo suficientemente difícil, cuando meramente buscamos analizar la naturaleza esencial del Dicisigno, en general, esto es, el tipo de signo que proporciona información, en contraposición con el signo del que la información puede derivarse[13].

La prueba característica más rápida par demostrar si un signo de un Dicisigno o no es la de que el Dicisigno es verdadero o falso, pero no proporciona directamente razones para que sea así. Esto muestra que un Dicisigno debe pretender referirse o relacionarse con algo como teniendo un ser real, independientemente de su representación como tal, y más aún que esta referencia o relación no debe mostrarse como racional, sin oque debe aparecer como una Segundidad ciega. Sin embargo, el único tipo de signo cuyo Objeto es necesariamente existente es el índice genuino. Este índice podría, desde luego, ser parte de un Símbolo; pero en ese caso la relación se presentaría como racional. En consecuencia, un Dicisigno se presenta necesariamente a sí mismo como un Índice genuino, y como nada más. Permítasenos en este punto descartar todas las demás consideraciones, y ver qué tipo de signo debe ser un signo que se represente a sí mismo de alguna manera como un Índice genuino de su Objeto, y nada más. Al sustituir por "representa_____ser" una interpretación más clara, el enunciado es que el Interpretante del Dicisigno representa una identidad del Dicisigno con un índice genuino del Objeto real del Dicisigno. Esto es, el Interpretante representa una relación existencial real, o Segundidad genuina, como algo que subsiste entre el Dicisigno y su Objeto real. Pero el Interpretante de un signo no puede representar ningún otro objeto que el del Signo mismo. Por consiguiente esta misma relación existencial debe ser un objeto del Dicisigno, si el último tiene algún Objeto real. Esta relación existencial representada, al ser un Objeto del Dicisigno, hace que el Objeto real que es el correlato de esta relación sea también un Objeto del Dicisigno. Este último Objeto puede distinguirse como Objeto primario, y el otro se denomina Objeto secundario. El Dicisigno, en cuanto que es el relativo de la relación existencial que es el Objeto secundario del Dicisigno, evidentemente, no puede ser el Dicisigno entero. Es al mismo tiempo una parte del Objeto y una parte del Interpretante del Dicisigno. Como el Dicisigno está representado en su Interpretante como Índice de un conjunto como tal, debe ser representado en ese mismo Interpretante, como compuesto de dos partes, correspondiendo a su Objeto y a sí mismo respectivamente. Es decir, para comprender el Dicisigno, debe considerarse como compuesto de dos partes tales, ya esté compuesto en sí mismo o no. Es difícil ver cómo puede ser esto, a menos que realmente tenga dos partes tales; pero quizá esto pueda ser posible. Consideremos estas dos partes representadas de forma separada. La parte que es representada para representar al Objeto primario, como el Dicisigno se representa como un índice de su Objeto, debe representarse como un Índice, o algún Representamen de un Índice, del Objeto primario. La parte que es representada para representar a una parte del Dicisigno, se representa como parte del Interpretante y parte del Objeto simultáneamente. Debe, pues, representarse como un tipo tal de Representamen (o para representar tal tipo) que pueda tener igualmente su Objeto y su Interpretante. Ahora, un Símbolo no puede ni siquiera tenerse a sí mismo como su Objeto; pues es una ley que gobierna su Objeto. Por ejemplo, si digo "Esta proposición proporciona información sobre sí misma", o "Permítase que el término "esfinge" sea un término general que denote cualquier cosa de la naturaleza de un símbolo aplicable a todas las "esfinges" y a nada más", estaré diciendo un completo sinsentido. Sin embargo, un Representamen media entre su Interpretante y su Objeto, y lo que no puede ser el Objeto del Representamen no puede ser el Objeto del Interpretante. Por ello, a fortiori, es imposible que un Símbolo tenga a su Objeto como su Interpretante. Un Índice puede muy bien representarte a sí mismo. Por tanto, todo número tiene un doble; y por tanto toda la colección de número pares es un Índice de toda la colección de números, y así esta colección de números pares contiene un índice de sí misma. Pero es imposible que un índice sea su propio Interpretante, pues un índice no es sino una existencia individual en una Segundidad con algo; y sólo se convierte en índice al ser capaz de ser representado por algún Representamen como estando en esa relación. Si este Interpretante pudiera ser él mismo, no habría diferencia entre un índice y un Segundo. Un Icono, sin embargo, es estrictamente una posibilidad, que implica una posibilidad, y por ello la posibilidad de ser representada como posibilidad es la posibilidad de la posibilidad implícita. En este tipo de Representamen solo, pues, el Interpretante puede ser el Objeto. En consecuencia, el constituyente del Dicisigno que se representa en el Interpretante como parte del Objeto, debe ser representado por un Icono o por el Representamen de un Icono. El Dicisigno, tal como y debe entenderse para comprenderlo de alguna manera, debe contener esas dos partes. Pero el Dicisigno se representa como un índice del Objeto en tanto que el último implica algo correspondiente a estas partes; y el Dicisigno es representado como siendo el índice de esa Segundidad. Por ello el Dicisigno debe mostrar una conexión entre esas partes de sí mismo, y debe representar que esa conexión se corresponde con una conexión en el Objeto entre el Segundo Objeto Primario y la Primeridad que indica la parte correspondiente al Dicisigno.

Concluimos, pues, que si hemos logrado seguir nuestro camino con éxito a través de esta maraña de abstracciones, un Dicisigno, definido como un Representamen cuyo Interpretante lo representa como un índice de su objeto, debe tener las siguientes características.

En primer lugar, para comprenderlo, debe considerarse que tiene dos partes. De éstas, una, que puede llamarse Sujeto, es o representa un índice de un Segundo que existe independientemente de ser representado, en tanto que la otra, que puede llamarse Predicado, es o representa un Icono de una Primeridad.

En segundo lugar, estas dos partes deben representarse conectadas; y eso de tal forma que si el Dicisigno tiene algún Objeto, debe ser un índice de una Segundidad que subsiste entre el Objeto real representado en una parte representada del Dicisigno que se indica, y una Primeridad representada en la otra parte representada del Dicisigno que se iconiza.

Permítasenos ahora examinar si estas conclusiones, junto con la suposición de la que proceden, sirven para todos los signos que pretenden proporcionar información sin suministrar ninguna persuasión racional de ella; y si del mismo modo fallan para todos los signos que no proporcionan información así como para aquellos que muestran la videncia de la verdad de su información, o las razones para creerla. Si nuestro análisis porta estas pruebas, podremos inferir que la definición del Dicisigno sobre la que se fundan, al menos, dentro de la esfera de los signos, es presumiblemente válida más allá de esa esfera.

Nuestra definición no permite que un Icono sea un Dicisigno, pues el Interpretante propio de un Icono no puede representar que sea un índice, al ser el índice esencialmente más complicado que el Icono. No debería haber, pues, signos informativos entre los Iconos. Encontramos, en efecto, que los Iconos pueden ser de gran ayuda al obtener información -en geometría, por ejemplo-; sin embargo, es cierto que un Icono no puede proporcionar información de sí mismo, ya que su Objeto es cualquier cosa que pueda haber y que sea como el Icono, y es su Objeto en la medida en que sea como el Icono. Todas las proposiciones son Símbolos informativos. Nuestras conclusiones no impiden que los Dicisignos sean Símbolos; pero comencemos examinando si nuestra definición y nuestras conclusiones se aplican o no las proposiciones ordinarias. Para fijar nuestras ideas, tomemos la proposición "Tully tiene una verruga en la nariz". Esto es una proposición, sea verdadera o no, la afirme alguien o no, se esté de acuerdo con ella o no. Pues un acto de afirmación supone que, al formularse una proposición, una persona realiza un acto que la hace estar sujeta a las penalizaciones de la ley social (o, en todo caso, las de la ley moral), en caso de que no fuera verdadera, a no ser que tenga una excusa definida y suficiente; y un acto de afirmación es un acto de la mente por el cual uno procura hacer prevalecer el significado del a proposición al de su disposición, de modo que gobierne su conducta, incluyendo bajo conducta el pensamiento, estando preparado para romper este hábito en caso de que aparezcan razones para romperlo. Ahora, al realizar cualquiera de estos actos, se reconoce la proposición como siendo una proposición, sea el acto llevado a cabo o no. Tampoco una objeción válida puede basarse en el hecho de que una proposición siempre se entiende como algo que puede ser afirmado o con lo que se puede estar de acuerdo[14]. Pues nuestra definición del Dicisigno más bien reconoce la verdad de eso, al establecer que (suponiendo que la proposición sea un Dicisigno) el Interpretante de él (esto es, la representación mental, o pensamiento, que él tiende a determinar) representa que la proposición es un índice genuino de un Objeto real, independiente de la representación. Pues un índice implica la existencia de su Objeto. La definición añade que este Objeto es una Segundidad, o un Hecho real. Que esto es verdadero de las proposiciones ordinarias ampliativas", a saber, que lo que significan representar es un hecho, está más allá de toda cuestión. Pero puede dudarse en lo que respecta a las proposiciones explicativas, y especialmente a las definiciones. Si una definición ha de entenderse como algo que presenta lo definido, de forma que sea "permítase que esto y esto -lo definido- signifique esto y esto -la definición-", entonces es una proposición en el modo imperativo, y en consecuencia, no es una proposición; pues una proposición es equivalente a una frase en el modo indicativo. La definición, pues, es sólo una proposición si lo definido es conocido ya por el que lo interpreta. Pero en ese caso, claramente proporciona información como la del carácter de esto definido, lo cual es lo normal. Pero tómese una proposición "analítica", esto es, una explicativa; y para comenzar, tómese la fórmula "A es A". Si se pretende que esto diga algo sobre cosas reales, resulta bastante ininteligible. Debe entenderse que significa algo sobre símbolos; sin duda, que el verbo sustantivo "es" expresa una de esas relaciones que todo tiene consigo mismo, como "ama todo lo que puede ser amado". si se entiende así, proporciona información sobre un símbolo. Un símbolo no es un individuo, es cierto. Pero cualquier información sobre un símbolo es información sobre toda réplica de él; y una réplica es estrictamente un individuo. ¿Qué información proporciona, pues, esta proposición "A es A" concerniente a esta réplica? La información es que si la réplica se modifica de modo que lleve el mismo nombre antes y después de ella, entonces el resultado será una réplica de una proposición que nunca estará en conflicto con ningún hecho. Decir que algo nunca será es no afirmar ningún hecho real; y hasta que ocurra alguna experiencia -sea externa o imaginaria- que pudiera ser ocasión para un conflicto con la proposición en cuestión, no representa según nuestro conocimiento, ninguna Segundidad real. Pero tan pronto como surja una ocasión, la proposición se relacionará con la única réplica que entonces ocurre y con la única experiencia, y describirá la relación entre ellas. Se aplican observaciones similares a toda proposición explicativa. La proposición "Todo ave fénix, al surgir de sus cenizas, canta "yankee Doodle", no estará en conflicto, podemos estar seguros, con ninguna experiencia. Si es así, es perfectamente verdadera. "Todo triángulo de cuatro lados es azul oscuro", es verdadera necesariamente, ya que es imposible que alguna experiencia esté en conflicto con ella. Sin embargo ambas proposiciones carecen de significado. Igualmente insignificante es cualquier proposición explicativa que sea verdadera, a menos que se considere como una proposición sobre cierto tipo de símbolo del que ocurre realmente una réplica. Si se admite que "el hombre es bípedo" es una proposición explicativa, no significa sino que hay una ocasión en la que el nombre "hombre" puede aplicarse. Si se da tal ocasión, se dice con respecto al acontecimiento existencial individual que el término "bípedo" se le puede aplicar. Esto es, en una ocasión en la que se aplique la palabra "bípedo", el resultado nunca estará en conflicto con ninguna experiencia, sea real o imaginaria. Por tanto, todo tipo de proposición o no tiene significado, o tiene como objeto una Segundidad real. Éste es un hecho que todo lector de filosofía debería tener siempre en mente, traduciendo toda proposición expresada de forma abstracta a su significado preciso en referencia a una experiencia individual. El sistema de gráficos existenciales, que es capaz de expresar toda proposición de un modo tan analítico como se quiera, expresa una afirmación adjuntando realmente una réplica individual a cada capa individual; y tal asociación posible es precisamente lo que representa el Interpretante de una proposición antes de que se afirme la proposición.

Permítasenos proceder a comparar las conclusiones de la definición abstracta de un Dicisigno con los hechos sobre las proposiciones. La primera conclusión es que toda proposición contiene un Sujeto y un Predicado; el primero representa (o es) un índice del Objeto primario, o Correlato de la relación representada; el segundo representa (o es) un Icono del dicisigno en algún aspecto. Antes de investigar si toda proposición tiene tales partes, veamos si las descripciones que se dan de ellas son apropiadas, cuando hay tales partes. La proposición "Caín mata a Abel" tiene dos sujetos, "Caín" y "Abel" y se relaciona tanto con el Objeto real de uno de estos como con el del otro. Pero puede considerarse como relacionado primariamente con la Díada formada por Caín, como primer miembro, y Abel, como Segundo. Este Par es un único objeto individual que tiene esta relación con Caín y con Abel, la de que su existencia consiste en la existencia de Caín y en la existencia de Abel, y en nada más. El par, aunque su existencia dependa, pues, de la existencia de Caín y de la existencia de Abel, sólo es, sin embargo, tan verdaderamente existente como lo son de forma separada. La Diada no es precisamente el Par. La Diada es un diagrama mental que consiste en dos imágenes de dos objetos, uno conectado existencialmente con un miembro del Par, el otro con el otro; el que lo tiene adjunto a él, representándolo, un Símbolo cuyo significado es "Primero", y el otro, un Símbolo cuyo significado es "Segundo".

Por consiguiente, este diagrama, la Diada, representa índices de Caín y Abel, respectivamente; y por tanto el Sujeto se ajusta a nuestra conclusión. Consideremos a continuación el Sujeto de esta proposición, "Todo hombre es hijo de dos padres". Esto supone un diagrama mental de un par denominado "Primero" y "Segundo", como antes (o más bien por símbolos equivalentes a estos para este propósito especial), pero en lugar de considerar directamente a las 2 unidades del Diagrama como índices de dos individuos existentes, el Interpretante del diagrama representa que si el Interpretante de toda la proposición, realmente asocia, por medio de un acto de la mente, una de las unidades del diagrama con cualquier hombre individual, habrá una relación existente al asociar la otra unidad con cierto par de individuos de los cuales, si el Intérprete de toda la proposición asocia uno de ellos especialmente con esa unidad, entonces el predicado de esa diada individual será verdadero en el orden de sus miembros[15]. Desde luego, no se quiere decir que la persona que comprende suficientemente el diagrama pase realmente por este elaborado proceso del pensamiento, sino sólo que esto es lo que sustancialmente ha de hacerse completa y adecuadamente para comprender la proposición. El grafo de la proposición ayudará a ver que esto es así. Aquí, como antes, el Sujeto representa la diada individual, de la cual la proposición es el Símbolo como siendo representada por un índice. Si la proposición tiene un sujeto abstracto, como "Rojez" o "Justicia", puede bien tratarse, según el estilo de los escolásticos, como un exponible, esto es, como una proposición cuya construcción real está disfrazada por un tropo gramatical[16], bien si esto no permite la interpretación verdadera, la proposición versa sobre una universo que consta de una réplica de cada colección de símbolos posibles, de algún modo indefinidos, pero que abarcan todo lo que ha de ser considerado. No podemos decir "todos los que son pertinentes", ya que ninguna colección podría agotar los símbolos pertinentes posibles. En el caso de una proposición condicional[17], "Si hiela esta noche, tus rosas morirán". Esto implica una representación de un índice tanto como lo implica el sujeto de la proposición "Todas las rosas morirán". Pasando ahora a la consideración del Predicado, es lo suficientemente claro que la última proposición, o cualquiera semejante a ella, sólo proporciona su significación produciendo en la menta alguna imagen o, como si dijéramos, una fotografía compuesta de imágenes, como significaba la Primeridad. Esto, sin embargo, no responde enteramente a la cuestión, que no es lo que nuestra constitución mental provoca que ocurra, sino cómo el predicado representa la Primeridad que significa[19]. El predicado es necesariamente un Sumisigno icónico (que no es siempre verdadero del sujeto) y como tal, como encontraríamos por medio de un análisis completo del Sumisigno, significa esencialmente qué hace representándose a sí mismo para representar un Icono de él. Sin un análisis del Sumisigno este punto sigue estando un poco oscuro.

Seguidamente llegamos a la cuestión de si toda proposición tiene un Sujeto y un Predicado. Se ha demostrado anteriormente que esto es verdadero de un Condicional; y se ve fácilmente que igualmente es así de cualquier Disyuntiva. Sin embargo, una Disyuntiva ordinaria tiene una construcción tal que un modo de analizarla es tan bueno como otro. Esto es, decir "A o B, son verdaderos" puede considerarse igual a decir "una réplica de un símbolo es verdadera lo que no es verdadero, si ninguna réplica de A es verdadera y ninguna réplica de B es verdadera", o igual a decir "Si una réplica de A no es verdadera, una réplica de B es verdadera", o "Si una réplica de B no es verdadera, una réplica de A es verdadera". Estos llegan a la misma cosa, así como "Algún X es Y", "Alguna Y es X", y "Algo es tanto X como Y" llegan a la misma cosa. El análisis más perfectamente minucioso lleva a la sustancia entera del Dicisigno al Predicado. Una proposición copulativa, tiene incluso más obviamente un Sujeto y un Predicado. Predica la relación genuinamente triádica de tri-coexistencia, "P y Q y R coexisten". Pues decir que tanto A como B son verdaderos es decir que existe algo que tri-coexiste con réplicas verdaderas de A y B. Algunos escritores lógicos son tan destacadamente influenciables o torpes que consideran las frases latinas fulget y lucet como proposiciones sin sujeto[22]. Pero, ¿quién no puede ver que estas palabras no proporcionan información en absoluto sin una referencia (que normalmente será de indexical, siendo el índice el ambiente común de los interlocutores) a las circunstancias bajo las cuales se afirma que tienen lugar las Primeridades que significan?

Finalmente, nuestras conclusiones requieren que la proposición tenga una Sintaxis real, que se representa que es el índice de aquellos elementos del hecho representado que corresponden con el Sujeto y el Predicado. Esto es aparente en todas las proposiciones. Desde Abelardo ha sido corriente hacer de esta Sintaxis la tercera parte de la proposición, bajo el nombre de Cópula. La causa histórica de la emergencia de esta concepción en el siglo XII fue, por supuesto, que el latín de entonces no permitía la omisión del verbo est, que se omitía familiarmente, aunque no invariablemente, en griego, y no de un modo demasiado infrecuente en el latín clásico. En la mayoría de las lenguas no hay tal verbo. Pero está claro que uno no escapa a la necesidad de una Sintaxis al considerar la Cópula como la tercera parte de la proposición; y es más simple decir que es meramente la forma accidental que puede tener la Sintaxis.

Se ha demostrado suficientemente, pues, que todas las proposiciones se ajustan a la definición de Dicisigno y a los corolarios derivados de la definición. Una proposición es, en resumen, un Dicisigno que es un Símbolo. Pero un índice, asimismo, puede ser un Dicisigno. El retrato de un hombre con el nombre de un hombre escrito debajo de él es estrictamente una proposición, aunque su sintaxis no sea la del habla, y aunque el retrato mismo no sólo representa, sino que es un hipoicono. Sin embargo el nombre propio se aproxima tanto a la naturaleza de un índice, que este podría ser suficiente para dar una idea de un índice informativo. Un ejemplo mejor es una fotografía. La mera impresión no proporciona, en sí misma, ninguna información. Pero el hecho de que sea virtualmente una sección de rayos proyectados de un objeto conocido de otro modo, la hace un Dicisigno. Todo Dicisigno, como reconoce enteramente el sistema de Grafos existenciales, es una determinación más de un signo ya conocido del mismo objeto. No está, quizá, lo suficientemente subrayado en este análisis. Se destacará que esta conexión de la impresión, que es el quasi-predicado de la fotografía, con la sección de los rayos, que es el quasi-sujeto, es la Sintaxis del Dicisigno; y como la Sintaxis de la proposición, es un hecho que concierne al Dicisigno considerado como Primero, esto es, en sí mismo, sin tomar en consideración que sea un signo. Todo signo informativo, pues, implica un hecho, que es su Sintaxis. Es bastante evidente, por consiguiente, que los Dicisignos índices concuerdan de igual modo con la definición y los corolarios.

Se señalará que este acuerdo, tanto para las proposiciones como para los índices informativos, no tiene en cuenta el que sea afirmado o que se esté de acuerdo con él. Ahora, en el análisis propuesto hasta el momento, parece haberse pensado que si la afirmación, o el acuerdo, en todo caso, se omitiese, la proposición no se distinguiría de un término general compuesto: que "el hombre A es alto" se reduciría entonces a "hombre alto A". Por lo tanto, resulta importante investigar si la definición de un Dicisigno que se encuentra aquí que es aplicable al primero (incluso aunque no sea "juzgado") podría no ser aplicable de la misma manera al segundo. La respuesta, no obstante, viene enseguida. Comprender enteramente y asimilar el símbolo "un hombre alto" no es de ninguna manera requisito para comprender que se relaciona, o que e pretende relacionar, con un Objeto real. Su Interpretante, por tanto, no lo representa como un índice genuino; así que la definición del Dicisigno no se le aplica. Es imposible aquí entrar a examinar completamente si el análisis dado hace justicia a la distinción entre proposiciones y argumentos. Pero es fácil ver que la proposición pretende que tenga el propósito de obligar a que su Interpretante se refiera a su Objeto real, es decir, se representa a sí misma como un índice, mientras que el argumento pretende tener el propósito no de la obligación, sino de la acción por medio de generales comprensibles, es decir, representa que su carácter es especialmente simbólico.

Lo anterior es el mejor análisis que el autor puede hacer, en el presente, del Dicisigno. Por satisfactorios que puedan resultar sus puntos principales, no es probable respecto a los principios generales, que permanezcan sin más o menos rectificación, aunque parezca que no pudiera sino estar bastante cerca de la verdad. Es dudoso que pueda aplicarse enteramente a todos los tipos de proposiciones. Esta definición del Dicisigno llevará naturalmente a uno a deducir que un Sumisigno es cualquier Representamen cuyo Interpretante lo representa como un Icono; y que el Argumento, o Suadisigno, es una Representamen cuyo Interpretante lo representa como un Símbolo. Un examen más exhaustivo incita al estudiante a creer que esto es algo semejante a la verdad, que tan lejos como se ha llevado, provoca la duda de si ésta es la historia completa. Sin embargo el Suadisigno, y especialmente el Sumisigno, con su falta de características destacadas, es más difícil de analizar con confianza, según este método, sobre el que no se insistirá más.

Los dicisignos índice parecen no tener variedades importantes; sin embargo las proposiciones son divisibles, generalmente por una dicotomía de manera primaria, de varias formas. En primer lugar, según la Modalidad (la Modalität germana, palabra, creo, inventada por Kant)[23] o Modo (el modus latino, Boecio), una proposición es bien de inesse (la expresión utilizada en las Summulae[24], la más alta autoridad para términos de lógica) o modal (en latín modales, Abelardo). Una proposición de inesse contempla sólo el estado de cosas existente: existente, esto es, en el universo lógico de discurso. Una proposición modal toma en consideración un rango completo de posibilidad. En cuanto que afirma que es algo verdadero o falso en todo el rango de posibilidad, es necesaria (llamado apodíctica por Kant) o imposible. En cuanto que afirma que es algo verdadero o falso dentro del rango de posibilidad (sin incluir ni excluir expresamente el estado de cosas existente, es posible (llamado por Kant problemático) o contingente. (Los términos son todos de Boecio). Un sujeto de una proposición es bien singular, bien general, bien abstracto (Summulae). Es singular si indica un individual conocido de otro modo. Es general si describe cómo ha de ser seleccionado un individual. Un sujeto general es (como se reconoce generalmente) bien universal, bien particular (e indefinido). (Estos tres últimos términos se encuentran en Apuleyo[26], del tiempo de Nerón. Sin embargo, una distinción inconsistente entre lo particular y lo indefinido no es tomada en cuenta por el presente escritor). Hay una doctrina complicada en los libros que es la del significado de estos términos, algunos tipos de universales afirmando la existencia de sus sujetos. El presente escritor hace semejantes a todos los universales en que no lo hacen. Por tanto, un sujeto universal es el que indica que la proposición se aplica a cualquier individual que exista en el universo o a cualquiera que pueda ser de una descripción general sin decir que haya alguno. Un sujeto particular es el que no indica a qué individual se dirige más allá de dar una descripción general de él, pero que sí pretende indicar al menos un individual existente. El orden en el que los sujetos universales y particulares ocurren es material. Por consiguiente, "Alguna mujer esa dorada por cualquier español que pueda existir", tiene su primer sujeto, "Alguna mujer", particular, y el segundo, "cualquier español, que pueda existir", universal. Pero "Cualquier español que pueda existir adora a alguna mujer" tiene los mismos sujetos en un orden inverso, y así tiene un significado distinto. Puede concebirse que un sujeto sea descrito sin ser ni universal ni particular; como en los exceptivos (Summulae) como "Todos los hombres excepto uno son pecadores". Lo mismo se puede decir de todas las clases de proposiciones numéricas, como "Cualquier insecto tiene un número par de patas". Sin embargo, estos pueden considerarse como sujetos colectivos particulares. Un ejemplo de un sujeto colectivo universal sería "Dos personas cualesquiera que se encierren juntas discutirán" Una colección es lógicamente un individual. La distinción entre sujetos universales y particulares es material, no meramente formal; y parece ser (y así fue considerado en la Edad Media) esencialmente de la misma naturaleza que la distinción de proposiciones necesarias y posibles.

La distinción de proposiciones hipotéticas, categóricas y relativas es también importante. De cualquier modo, las últimas tienen algunas diferencias importantes con respecto a las otras.

La distinción entre proposiciones afirmativas y negativas, cuando se aplica a proposiciones categóricas ordinarias, es puramente una cuestión de forma. Un proceso llamado infinitación (utilizado por Abelardo, Opera hactenus Inedita, y desde entonces utilizado constantemente en todas las lenguas occidentales hasta hoy día), que consiste en añadir el prefijo non a un término, convierte a una proposición negativa en afirmativa, o así llamada proposición infinita. La diferencia entre una proposición negativa y una infinita no es sino que en latín, uno puede decir non est o est non, sin diferencia de significado[27]. "Sócrates non est mortales" es la forma común; sin embargo, puede decirse igualmente "Sócrates est non mortales" Se debe recordar que la lógica ha atraído a su estudio a algunos de los más pueriles escritores, y que todavía sigue haciéndolo en cierta medida.

Finalmente, toda proposición es verdadera o falsa. Es falsa si puede deducirse legítimamente de ella alguna proposición, sin ayuda ninguna de proposiciones falsas, que entrarían en conflicto con un juicio perceptivo directo, si este pudiera hacerse. Una proposición es verdadera si no es falsa. Por lo tanto, una forma de proposición que no tenga significado en absoluto, si se le llama proposición, debe clasificarse entre las proposiciones verdaderas.

Si se borra una parte de una réplica de una proposición, si el hueco o los huecos así formados son rellenados, cada uno con un nombre propio, entonces a ese símbolo general del cual esa forma hueca sería una réplica la denomina el presente escritor un rema. (La palabra se toma del uso de rhma en Platón, Aristóteles, Dionisio el Traciano y muchos otros, para denotar un verbo. El último escritor dice, Rhma esti gexix aptvtox epidektikh xronvn te kai prosvpvn kai ariqmvn, energeian h paqox paristasa[28] Esto muestra cuánto ha desvirtuado el presente escritor el significado original). Un rema es bien una medada [medad] (un patronímico formado por el escritor a partir de mhden), una mónada, una díada, una tríada, una políada, etc., según sean el número de huecos 0, 1, 2, 3 o más de dos.

A cualquier símbolo que pueda ser un constituyente directo de una proposición se le llama término. (En latín terminus, Boecio)[29]. De ordinario, los lógicos dicen que una proposición categórica tiene "dos términos", su sujeto y su predicado, en los cuales, por un descuido de la expresión o por copiar a Aristóteles[30]. Tropiezan con la verdad. Su doctrina usual es (aunque a menudo no es afirmada directamente en una frase) que tal proposición tiene tres términos, el sujeto, el predicado y la cópula (Abelardo). La designación correcta del sujeto y el predicado, según su doctrina, es los extremos, que se traduce de la misma palabra griega que término (orox). La doctrina ordinaria hace a la cópula el único verbo, y todos los demás términos, son nombres propios o nombres-clase generales. El presente autor deja el es como una parte inseparable del nombre-clase; pues esto da la explicación más simple y satisfactoria de la proposición. Resulta ser verdadero que en la inmensa mayoría de las lenguas no hay nombres-clase generales, adjetivos que no se conciban como parte de algún verbo (aun cuando en realidad no hay tal verbo) y en consecuencia, no se requiere nada como una cópula al formar frases en tales lenguas. El autor (aunque sin pretender ser lingüista) ha indagado en las gramáticas de muchas lenguas en busca de una construida completamente según el modo en que los lógicos se desvían de su camino para demostrar que todos los hombres piensan (pues incluso si lo hacen, nada tiene eso que ver en realidad con la lógica). La única lengua así que ha éxito en encontrar es el vasco, que parece no tener sino dos o tres verbos, y que concibe todas las demás palabras principales como nombres. Todas las lenguas deben tener nombres propios; y no hay ningún verbo que esté envuelto en un nombre propio. Por consiguiente, parece haber ahí una indicación directa de un nombre común o adjetivo verdadero. Sin embargo, y a pesar de esta indicación, casi toda familia de hombres piensa en las palabras generales como partes de los verbos. Esto parece refutar la psicología de los lógicos.

Cuando uno se encuentra con un nombre propio por primera vez, está conectado existencialmente con algún precepto u otro conocimiento individual equivalente del individual al que nombra. Es entonces, y sólo entonces, un Índice genuino. La siguiente vez que uno se encuentra con él, lo considera como un Icono de ese índice. Una vez que se ha adquirido familiaridad con él, llega a ser un Símbolo cuyo Interpretante lo representa como un Icono de un índice del Individual nombrado.

Si miras en un libro de texto de química la definición de litio, te puede decir que es un elemento cuyo peso atómico es cercano a 7. Pero si el autor tiene una mente más lógica te dirá que si buscas entre los minerales vítreos, translúcidos, grises o blancos, muy duros, quebradizos e insolubles, uno que le de un matiz carmesí a una llama sin luz, triturando este mineral con cal o con veneno para ratas y fundiéndola, puede disolverse en parte en ácido muriático; y si esta solución se evapora, y se extrae el residuo con ácido sulfúrico, y se purifica debidamente, puede transformarse, por medio de métodos ordinarios, en un cloridro, que al ser obtenido en estado sólido, fundido y electrolizado con media docena de células energéticas, producirá un glóbulo de un metal plateado de color rosáceo que flotará en gasolina; y el material de eso es un espécimen de litio. La peculiaridad de esta definición material de eso es un espécimen de litio. La peculiaridad de esta definición -o más bien este precepto que es más útil que una definición-, es que te dice qué denota la palabra litio al prescribir lo que has de hacer para obtener una familiaridad perceptual con el objeto de la palabra. Todo sujeto de una proposición, a menos que sea un índice (como el ambiente de los interlocutores o algo que atraiga la atención de ese ambiente, como el dedo que apunta del hablante) o un Subíndice (como un nombre propio, un pronombre personal o demostrativo) debe ser un Precepto, o Símbolo, que no sólo describa al Intérprete no sólo qué ha de hacer, él u otros, o ambos, para obtener un Índice de un individual (sea una unidad o un solo conjunto de unidades), del cual la proposición se representa como verdadera, sino que también asigne una designación a ese individual, o, si es un conjunto, a cada una de las unidades del conjunto. Hasta que se halle una designación mejor, tal término puede llamarse Precepto. Por consiguiente, el Sujeto de la proposición "Cualquier español que pueda haber adora a alguna mujer" puede considerarse mejor como "Tómese cualquier individual, A, en el universo, y entonces habrá algún individual, B, en el universo, de tal modo que A y B en este orden formen una díada de la que lo que siga sea verdadero", siendo el Predicado "______o no es español o bien adora a una mujer que es_______".

Cualquier término adecuado para ser el Sujeto de una proposición puede denominarse un Onoma. Un término Categoremático (Duns Scotus, aunque probablemente anterior) es cualquier término adecuado para ser el Sujeto o Predicado de una proposición. Un término Sincategoremático o Syncategorema (Summulae) es un Símbolo que ha de constituir un término Categoremático[32]. La cópula parece encontrarse entre dos extremos, al no ser ni categoremática ni sincategoremática.

Los argumentos pueden ser sólo Símbolos, no índices ni Iconos. Un argumento es bien una Deducción, bien una Inducción, bien una Abducción (…)[33].

Toda la operación del razonamiento comienza con la Abducción, que va a ser descrita ahora. Su ocasión es una sorpresa. Es decir, una creencia, activa o pasiva, formulada o no, acaba de romperse. Puede ser en la experiencia real o, igualmente, en las matemáticas puras, que tiene sus maravillas como las tiene la naturaleza. La mente busca poner en orden los hechos, modificados por el nuevo descubrimiento; es decir, formar una concepción general que los incluya. En algunos casos, esto se hace con un acto de generalización. En otros casos, no se sugiere ninguna ley nueva, sino que es sólo un estado peculiar de los hechos lo que se explicará "el fenómeno sorprendente; y una ley ya conocida se reconoce como aplicable a la hipótesis sugerida, de modo que el fenómeno, bajo esa suposición, no sería sorprendente, sino bastante probable o incluso un resultado necesario. Esta Síntesis que sugiere una concepción nueva o hipótesis es la Abducción. Se reconoce que los fenómenos son semejantes, es decir, constituyen un Icono de, una réplica de una concepción general o Símbolo. No se acepta que esto se muestre como verdadero, ni siquiera probable en el sentido técnico -esto es, no es probable en tal sentido que los aseguradores (de un modo seguro) de esto pudieran hacer la base del negocio, por muchos que pudieran ser los casos;- pero sí se muestra como probable, en el sentido de que es un tipo de aproximación a la verdad, en un sentido indefinido. La conclusión se traza en el modo interrogativo (existe tal modo en la Gramática Especulativa, ocurra o no en alguna lengua humana). Esta conclusión, que es el Interpretante de la Abducción, representa la Abducción como un Símbolo, -que expresa un concepto general de la verdad-, pero que no la afirma en ninguna medida. El Interpretante representa el Suadisigno como un Sumisigno Simbólico.

Una vez que la Abducción ha llevado a cabo su trabajo, es el turno ahora de la Deducción. Este modo de pensamiento considera la conclusión de la Abducción como un puro sueño. Pues uno puede razonar deductivamente de la misma manera tanto respecto a los así llamados imaginarios, es decir, los sueños infundados de los matemáticos, como respecto a las existencias. Sin embargo, debe ser algo muy distinto a un sueño, en que bien en la hipótesis misma, bien en las verdades preconocidas que la soportan, debe haber una proposición universal, o Regla. Tómese la "inferencia inmediata", que es tan verdaderamente una deducción como cualquier otra, de "Hay una mujer a quien cualquier español que pueda haber adora", a "Cualquier español que pueda haber está respecto a alguna mujer u otra en la relación de adorarla". Se puede llegar a esta inferencia por una "ley del pulgar", esto es, un hábito puede actuar para provocar un sentimiento de confianza en la conclusión, sin ninguna deliberación o control. Esto, sin embargo, puede ocurrir incluso si la inferencia no es del tipo denominado "inmediato" (o sea, una deducción a partir de una premisa relativamente simple, no una proposición copulativa). Sin embargo, tal inferencia, que no es autocontrolada, no es Razonamiento. No obstante, incluso en ese caso, el hábito es una regla universal en sí misma, aunque su operación pueda dificultarse a veces. Pero si se hace la inferencia deliberadamente, quien razona considerará que si la mujer puede especificarse antes de conocer qué español ha de aducirse, sólo puede hacer más fácil el encontrar a tal mujer si se fija el español en primer lugar; o, de algún otro modo, el caso se planteará bajo una verdad universal conocida o evidente. Por lo tanto, el argumento parte de una ley representada que es conocida en realidad y que sustenta por completo el universo de la hipótesis, y en la conclusión interpreta el efecto de esta ley. Como afirmó profundamente el profesor Mitchell[34], toda la operación consiste virtualmente en una borradura.

La deducción tiene dos tipos marcadamente diferentes: inferencia necesaria e inferencia de una probabilidad. Aquello que se llama "inferencia probable" no es necesariamente deducción probable, pero incluye toda inferencia no necesaria. La deducción probable es inferencia necesaria que concierne a la probabilidad, en el sentido estadístico estricto. Lo que la hace muy distinta de la inferencia necesaria propia es que mientras que la última no tiene que ver con la realización de su hipótesis, y razona sobre sus premisas como expresando un estado concebible de cosas, sin tener en consideración su existencia real, la probabilidad, por otra parte, está limitada esencialmente al curso de la experiencia. En el reino de la Primeridad, la probabilidad carece de significado. Es cierto que hay una doctrina de la "probabilidad geométrica", pero es sólo un modo particular de ver los problemas en la integración geométrica. La concepción de la probabilidad, que es llevada hasta ella, no tiene particular relevancia para ella, más allá de que pueda ser sugerente con respecto a este problema, como lo puede ser respecto a muchos otros. Pero mientras que la probabilidad supone un curso de experiencia real, esta suposición es en sí misma completamente arbitraria, en la medida en que concierte al razonamiento.

La deducción produce a partir de la conclusión de las producciones de la Abducción qué ha de encontrarse verdadero en la experiencia en caso de que la conclusión se realice. Ahora viene el trabajo de la Inducción, que no ha de hacerse sentado cómodamente en una silla, ya que en realidad consiste en ir realmente a trabajar y hacer este experimento, hasta establecer una conclusión general de hasta qué punto la hipótesis se sostiene.

Traducción de Mónica Aguerri (2004)



Notas

1. Este término se toma prestado de los geómetras, que hablan de un par de radios coplanares como un "cónico degenerado". Es decir, la idea de que sean un cónico es innecesariamente importada. [Nota de C. S. Peirce]

2. Éstas no pueden ser las palabras exactas de Heráclito. Pero he tomado una de las más epigramática de media docena de versiones. La que probablemente es la cita más correcta es demasiado insulsa. [Nota de C. S. Peirce]

3. En los Fragmente der Vorsokratiker de Hermann Diel, vol.1, p. 171, fragmento 91; citado de Plutarco. Ver también fragmentos 12 (p. 154) y 49ª (p. 161). [Nota de EP]

4. De ordinario se le denomina "abstracción", pero como el otro nombre que se le da, "precisión", está en buen uso, mientras que el término "abstracción" es indispensable para otro propósito, el de designar el paso de "bueno" a "bondad" y semejantes, es mejor restringirlo a significar bien este acto, bien su resultado. La precisión puede llamarse "abstracción precisiva", pero esta expresión es innecesariamente larga. [Nota de C. S. Peirce]

5. Peirce preparó la definición de "precisión" en el Diccionario de Baldwin 2:323-24. [Nota de EP]

6. "On a New List of Categories", EP 1:2-3; W 2. 50-51. [Nota de EP]

7. A Treatise Concerning the Principles of Human Knowledge (Dublín, 1710), 88. [Nota de EP]

8. Las concepciones de un Primero, impropiamente llamado un "objeto", y de un Segundo deberían distinguirse cuidadosamente de las de Primeridad y Segundidad, incluidas estas dos últimas en las concepciones de Primero y Segundo. Un Primero es algo a lo que (o, más apropiadamente, a algún sustituto por el que, introduciéndose así la Terceridad) la atención puede dirigirse. Implica, pues, tanto Segundidad como Primeridad; un Segundo es un Primero considerado como (aquí entra la Terceridad) un sujeto de una Segundidad. Un objeto en el sentido propio es un Segundo. [Nota de C. S. Peirce]

9. El texto fue alterado aquí por los editores de Collected Papers. El enunciado original de Peirce ha sido retocado. En la próxima sección del Syllabus, "Nomenclature and Divisions of Triadic Relations", Peirce añade una tercera tricotomía a las dos aquí descritas, la del Cualisigno, Sinsigno, y Legisigno, y la hace la primera de las tres. La teoría semiótica de Peirce se encuentra aquí, pues, en un punto importante de desarrollo. [Nota de EP]

10. Peirce utilizará la palabra "sema" en un sentido muy diferente en su artículo de Monist de 1906 "Prolegomena to an Apology for Pragmaticism", donde se convierte en el primer término de la tricotomía "Sema, Fema, Deloma", una generalización de la tercera tricotomía "Rema (Término), Proposición, Argumento." Véase CP 4.538-540. [Nota de EP]

11. Hay dos modos en los que un símbolo puede tener a una cosa realmente existente como su Objeto real. En primer lugar, la cosa puede conformarse a él, bien sea accidentalmente o en virtud de que el Símbolo tenga la virtud de un hábito creciente, y, en segundo lugar, cuando el Símbolo tiene un índice como parte de sí mismo. Pero el Objeto inmediato de un Símbolo puede ser sólo un Símbolo y, si tiene en su propia naturaleza otro tipo de objeto, debe ser por una serie ilimitada. [Nota de C. S. Peirce]

12. Esta segunda tricotomía será la tercera en "Nomenclatura and Divisions of Triadic Relations". [Nota de EP]

13. Explicar el juicio en términos de la "proposición" es explicarlo por medio de aquello que es esencialmente inteligible. Explicar la proposición en términos del "juicio" es explicar lo autointeligible en términos de un acto psíquico, que es lo más oscuro de los fenómenos o hechos. [Nota de C. S. Peirce]

14. Pero si alguien prefiere una forma de análisis que le conceda mayor importancia al incuestionable hecho de que una proposición es algo capaz de ser asentido y afirmado, no es mi intención hacer objeción alguna a eso. No creo que mi análisis ponga bastante énfasis en aquello en lo que justamente podría hacerlo. [Nota de C. S. Peirce]

15. Si "uno de ellos" se refiere a algún individual en el par, entonces Peirce quiere decir presumiblemente que si el intérprete extrae al padre o la madre de la unidad "dos padres", el predicado "hijo de" sigue siendo verdadero en la díada. [Nota de EP]

16. En el Century Dictionary, Peirce define "proposición exponible" como sigue: "una proposición oscura, o una que contenga un signo que no está incluido en las formas regulares de las proposiciones reconocidas por la lógica. Tales son, "Sólo el hombre cocina su comida; Todos los hombres menos Eno y Elías son mortales." La palabra "exponible" puede definirse como "que admite, o que requiere una exposición o explicación". [Nota de EP]

17. Condicional es la apelación correcta, y no hipotético, si se siguen las reglas del autor de "Ética de la terminología filosófica". El significado de upoqetikox era bastante inestable con los griegos; pero finalmente, la palabra parece haberse aplicado a cualquier proposición compuesta; y así, Apuleyo, bajo el gobierno de Nerón, utiliza la traducción conditionalis; dice "Propositionum igitur, perinde ut ipsarum conclusionum, duae species sunt; altera praedicativa, quae etiam simples est; ut si dicamus, Qui regnat, beatus est; altera substituta, vel conditionalis, quae etiam composita est; ut si aias; qui regnat, si sapit, beatus est. Substituis enim conditionem, qua, nisi sapiens est, not si beatus"[18]. Pero tan temprano como Boecio o Casiodoro, es decir, hacia el 500 D.C., se estableció que hipotética se aplica a cualquier proposición compuesta, y conditionalis a una proposición que afirma una cosa sólo en caso de que una condición enunciada en una cláusula se complete. éste era el uso aceptado universalmente de los términos en toda la Edad Media. Por consiguiente, las hipotéticas deberían haberse dividido en disyuntivas y copulativas. Ordinariamente, se dividían en condicionales, disyuntivas y copulativas. Pero las condicionales en realidad son sólo un tipo especial de disyuntivas. Decir, "Si hiela esta noche, tus rosas morirán" es lo mismo que decir "O no hiela, o tus rosas morirán esta noche". Una disyuntiva no excluye la verdad de ambas alternativas, al mismo tiempo. [Nota de C. S. Peirce]

18. Karl Prantl, Geschichte der Logik im Abendlande, 1:580-81. "Pues hay dos especies de proposiciones, así como hay dos tipos de conclusiones: mismas una es predicativa, que es también una proposición simple; como cuando decimos Quien reina, es feliz; la otra es sustitutiva, o condicional, que también es una proposición compuesta; como cuando dices quien reina, si es sabio, es feliz. Estás, en efecto, estableciendo una condición, que es que si no es sabio, no será feliz". [Nota de EP]

19. El término de Mill connotar no es muy adecuado. Connotar, propiamente, significa denotar en un modo secundario. Por tanto, "asesino" connota un ser vivo asesinado. Cuando los escolásticos decían que un adjetivo connotaba, querían decir que connotaba la abstracción nombrada por el correspondiente nombre abstracto. Pero el caso ordinario de un adjetivo no implica referencia alguna a ninguna abstracción. La palabra significar ha sido el término técnico regular desde el siglo XII, cuando Juan de Salisbury (Metalogicus, II, xx) hablaba de "quod fere in omnium ore celebre est, aliud scilicet esse quod apelativa (es decir, adjetivos) significant, et aliud esse quod nominant. Nominantur singularia (es decir, cosas y hechos individuales existentes), sed universalia (es decir, Primeridad) significantur"[20]. Véase el trabajo del autor del 13 de noviembre de 1867, en el Proceedings of the American Academy of Arts and Science[21], al que ahora podría añadir multitud de ejemplos para apoyar lo que aquí se dice con respecto a connotar y significar. [Nota de C. S. Peirce]

20. Juan de Salisbury, obispo de Chartres (d. 1180), decía que "aquello que es bien conocido por casi todos, a saber que lo que significan los nombres comunes (es decir, adjetivos) es una cosa, y lo que nombran es otra. Nombran particulares (o sea, cosas y hechos individuales existentes), pero significan universales (esto es, Primeridades)." Ioanes Saresberientis Metalogicus, e codice ms. Academiae Cantabrigensis) Parisiis: Apud Hadrianum Beys, 1610). [Nota de EP]

21. "Upon Logical Comprensión and Extensión", W 2:70-86. [Nota de EP]

22. Fulget: "es luminoso"; lucet: "es luz". [Nota de EP]

23. Kant, Crítica de la Razón Pura, A70, 74-75; B95, 100. Ver la extensa entrada que escribió Peirce para "modalidad" en el Diccionario de Baldwin, 2:89-93 (CP 2.382-90). [Nota de EP]

24. Las Summulae Logicales de Pedro Hispano, que Prantl, un escritor de poco juicio y aprendizaje sobrevalorado, cuya útil Historia de la lógica está llena de errores, errores de apreciación e insensatas teorías, y cuyo propio Billingsgate[25] justifica así cualquier tono hacia él, mantiene absurdamente que este libro fue sustancialmente traducido de un libro griego, que manifiestamente es del latín. Las Summulae de Pedro Hispano son casi idénticas a otros trabajos contemporáneos y evidentemente muestran una doctrina que se había enseñado en las escuelas desde el 1200 D. C. aproximadamente. Después de Boecio, es la mayor autoridad para la terminología lógica, según la visión ética del presente escritor. [Nota de C. S. Peirce]

25. "Billingsgate": la palabra deriva, y Peirce la emplea aquí para indicar, del burdo lenguaje vituperador por el que el mercado de pescado del antiguo Londres conocido como Billinsgate era famoso. [Nota de EP]

26. Lucio Apuleyo de Madaura (fl. C. 150), filósofo platonista y retórico. [Nota de EP]

27. Sobre la diferencia entre negativo e infinito, ver MS 921:65-66 (Julio 1859) y también la Crítica de la Razón pura de Kant, A72, B97. Asimismo, son relevantes las definiciones que hace Peirce de "cualidad", "negación" y "limitativo" en el Diccionario de Baldwin (CP 2.374-81). [Nota de EP]

28. Dionisio de Tracia (fl. 100 A.C.), gramático griego cuyo Arte de la gramática definía el campo (Leipzig: G. Uhlig, 1883) 638.3-4. "Un verbo es una palabra sin casos, que admite tiempos, personas, y números, que muestra bien actividad o pasividad". [Nota de EP]

29. Karl Prantl, Geschichte der Logik im Abendlande, 1:696. [Nota de EP]

30. "Oron de kagv eix on diaguetai h protasix, oion to te kathgoreupenon kai to kaq ou kathgoreitai", dice Aristóteles, 24b16[31]. [Nota de C. S. Peirce]

31. Prior Analytics, libro 1, capítulo 1, 24b16. "llamo término a aquello en lo que se resuelve la premisa, es decir, tanto al predicado como a aquello de lo que se predica". [Nota de EP]

32. El término "syncathegreuma", deletreado así, se encuentra al principio de las Summulae logicales de Pedro Hispano, pero puede haber sido un error tipográfico del siglo XV, pues la palabra "sincategoreumático" aparece al final del tratado (la cuarta letra es alternativamente "c" y "k"). Peirce añadió al final de esta oración una nota a pie de página que no se reproduce aquí: una cita latina de Ockam que distingue dos tipos de términos, el "cathegreumata" y el "sincatghegreumata". La cita va seguida de una observación sobre el uso peculiar que los nominalistas hacían de la lengua latina. [Nota de EP]

33. Se han omitido en este punto tres largos párrafos, que ocupan once páginas manuscritas. Versan sobre el origen de los tres términos "deducción", "inducción" y "abducción". [Nota de EP]

34. Al ser Mitchell un estudiante dirigido por un maestro en la época en que produjo su artículo "On a New Algebra of Logic"[35], se ha hablado de esa obra en un tono impropio para referirse a un logro tan magistral. Aparte de la Analítica de Aristóteles y de las Leyes del pensamiento de Boole, nunca leí nada sobre la inferencia necesaria tan rico en propuestas instructivas. Lo que he ganado de su estudio es inestimable. [Nota de C. S. Peirce]

35. Oscar Howard Mitchell, "On a New Algebra of Logic", en Studies in Logic, (Boston, 1883), 72-106. El "maestro" es, por supuesto, el mismo Peirce, quien le dio clase en la Universidad Johns Hopkins a principios de la década de 1880. [Nota de EP]


Fin de "Diversas concepciones lógicas", C. S. Peirce (1903). Traducción castellana de Mónica Aguerri (2004). "Sundry Logical Conceptions" corresponde al MS 478 y está publicado en EP 2, 267-288.

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Fecha del documento: 24 de junio 2004
Ultima actualización: 30 de enero 2011

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