RECENSIÓN DE CLARK UNIVERSITY, 1889-1899, DECENNIAL CELEBRATION


Charles S. Peirce (1900)


Traducción castellana de Marta Revuelta (2002)




 

De los tres verbos serhacer y saber, la gran mayoría de los jóvenes eligen indudablemente el segundo como expresión del objetivo y fin último de la vida. Esta, como es lógico, es la idea del hombre práctico que sabe lo que quiere y no desea querer ninguna otra cosa. El administrador medio de una universidad americana considerará muy recomendable que un profesor emplee todo el tiempo del que pueda disponer en ganar dinero; pero si dedica mucha energía a una investigación puramente teórica, los administradores le mirarán con recelo, como a un malgastador de sus oportunidades, apenas respetable. En Inglaterra esta noción da un giro que realmente la hace menos burda; sin embargo, siendo extraño, quizás podemos distinguir más fácilmente su error que en su aspecto más familiar. Así, el Dr. Karl Pearson, en la introducción a su Grammar of Science, afirma deliberadamente el principio de que ningún fin, cualquiera que sea, ha de ser aprobado sin una razón, excepto el fin de la conservación de la sociedad; y aplicando esta regla, declara que la única excusa válida para fomentar la actividad científica descansa en que tiende a mantener "la estabilidad de la sociedad". Una verdadera expresión británica, referida a la Casa de los Lores y los privilegiados y todo eso. Hace muy poco hemos visto a un americano de ciencia y peso

 

hablar del fin de la educación sin aludir ni una vez al único motivo que anima al genuino investigador científico. Yo no estoy exento de culpa en esta cuestión porque en mi juventud escribí algunos artículos sosteniendo una doctrina, a la que llamé Pragmatismo, es decir, que el significado y la esencia de cada concepto descansa en la aplicación que se haga de él. Todo esto está muy bien cuando se entiende adecuadamente. No estoy intentando retractarme, pero el problema que se plantea es cuál es la aplicación última; por aquel entonces me inclinaba a subordinar la concepción al acto, el conocer al hacer. La ulterior experiencia de la vida me ha enseñado que la única cosa que es realmente deseable sin una razón para serlo es hacer las ideas y las cosas razonables. No se puede pedir una razón para la razonabilidad misma. El análisis lógico muestra que la razonabilidad consiste en la asociación, la asimilación y la generalización, en juntar los elementos en un todo orgánico, puesto que son las diversas formas de considerar lo que es esencialmente una misma cosa. En la esfera emocional esta tendencia a la unión aparece como Amor; de modo que la ley del Amor y la ley de la Razón son una y la misma.

Hubo un hombre sencillo que, en una época y una tierra ignorantes, andaba haciendo comentarios acerca de elementos de la vida humana que a muchos de nosotros nos han impresionado profundamente. De todos sus dichos, no hay ninguno cuya verdad me haya reconfortado más fuertemente por lo que he podido comprobar en hombres y mujeres afortunados, que este: quienquiera que haga de su propio bienestar su objetivo, sencillamente se arruinará del todo: [texto griego; "el que encuentre su vida, la perderá", Mateo 10, 39]. La educación americana, en su mayor parte, no se dirige a ningún otro objetivo que al bienestar individual de los estudiantes; y por tanto les incita a proponerse exclusivamente tal objetivo. Hay una gran universidad que tiene como sello el lema de su fundador: "Deseo fundar una institución en la que cualquier persona pueda aprender cualquier materia"*. Era una idea noble; y sería mezquino señalar sus fallos, especialmente porque él no dijo cuál era el propósito ulterior que tenía en mente. Pero la universidad que ostenta esta observación casual como lema, parece proclamar a sus estudiantes que su bienestar individual es su único objetivo. Nuestras escuelas científicas distribuyen circulares

en las que se entretienen sobre todo en las generosas rentas que están ganando sus antiguos alumnos, por eso llaman la atención sobre imágenes tales como la de una mesa elegantemente puesta con un par de patos Hâvre-de-grace y una botella de Château Margaux. ¿Qué se deduce de tal concepción de la educación y de la vida, puesto que sin duda el objetivo de la educación no es diferente del objetivo de la vida? El resultado es que, a pesar de todos los recursos y trucos de los profesores de arte americanos, puede dudarse si alguna enseñanza, alguna vez y en algún lugar, ha hecho menos por la felicidad de hombres y mujeres. En cualquier caso, la pobreza espiritual del típico libro de texto americano es extrema. Las grandes universidades medievales, las modernas universidades alemanas, los nuevos colleges científicos ingleses, que han hecho y hacen grandes cosas por sus estudiantes personalmente, no fueron fundados en absoluto para el beneficio individual de sus estudiantes, sino, al contrario, por la esperanza en que las verdades que pudieran alumbrarse en tales instituciones beneficiarían al Estado. Este fin estaba, y está, de manera tan constante a la vista que los scholars son arrastrados a apreciar sus propias vidas como teniendo un fin más allá de sí mismos.

Pero incluso esto es una visión pequeña del aprendizaje y de la ciencia. Ningún lector de esta revista quedaría satisfecho con la afirmación de que el descubrimiento de las ideas que gobiernan el universo no tenga ningún otro valor que el de ayudar a los animales humanos a crecer y alimentarse. Por el contrario, insistirá en que la única cosa que hace que la raza humana merezca perpetuarse es que así las ideas racionales pueden desarrollarse y puede promoverse la racionalización de las cosas.

Ninguna otra ocupación del hombre se dirige tan pura e inmediatamente al único fin que es solo intrínsecamente racional como la investigación científica. Esto influye de manera tan fuerte en aquellos que la buscan que subordinan todas sus motivaciones de ambición, fama, avaricia, egoísmo bajo cualquier nombre, que otras personas, incluso aquellas que tienen aspiraciones relativamente elevadas, como los teólogos y maestros, fracasan unos y otros en muchos casos al adivinar los sencillos motivos del hombre de ciencia. La Clark University, al reconocer la búsqueda de la ciencia como su primer objetivo, con la enseñanza, -por supuesto, un medio indispensable de asegurar la continuidad del trabajo- como solo un subordinado o, más bien, como un objeto secundario, tiene probablemente

 

el ideal más elevado de cualquier universidad del mundo, y yo creo que esto será mucho mejor para los estudiantes individuales. Al menos, puedo recordar mi impresión personal de dos visitas, después de haber intentado aprender en muchas universidades a apreciar la atmósfera de esos lugares, que hay allí una dulzura y un vigor bastante excepcionales. Estoy lejos de lamentar que la institución haya pasado por tribulaciones y que ella misma se haya purificado de cualquier elemento ajeno a esta idea. Hoy, la buena semilla ha germinado, tanto que ya no puede ser ahogada nunca más por motivos bajos, sólo con que ahora reciba lo que es necesario para su continuación. Seriamente puede esperarse que encuentre rápidamente su Constantino o su Helena. Si no, uno no puede sino apiadarse de la familia de su fundador que habrá perdido tan mezquinamente una corona de alta distinción. En tal caso, uno debe creer que entre los americanos, que tanto aprecian las grandes ideas, pueden encontrarse algunos miles de personas que -estén o no del todo seguras de la inconmensurable superioridad de los propósitos de Clark- sentirán al menos que una institución de esta clase peculiar debe existir en la tierra y aportarán suscripciones anuales para hacerla capaz de superar una prolongación de su periodo de prueba, y así esperar el rescate que, tarde o temprano, de una parte u otra, seguro que va a llegar. El volumen delante de nosotros ofrece la indiscutible prueba del extraordinario interés y respeto que esta pequeña institución merece de cada genuino hombre de ciencia en todo el mundo. El señor Clark, en todo caso, ha atraído la mirada de expectación de toda Europa sobre la ciudad de Worcester. Después de esto, dejar que la universidad se hunda en la nada sería como hacer una sucia mancha sobre el blasón de América, que perduraría largo tiempo como una ofensa a nuestros ojos.

 

 




Notas

* Se trata de la expresión de Ezra Cornell, fundador de Cornell University: "I will found an institution where any person can find instruction in any study" (1865). (Nota del T.).


Fin de: "Recensión de: Clark University, 1889-1899, Decennial Celebration. Traducción castellana de Marta Revuelta, 2002. Original en: Science New Series 11, 20 abril 1900, 620-622.

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Fecha del documento: 22 de noviembre 2002
Última actualización: 20 de septiembre 2021


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