UNO, DOS, TRES: LAS CATEGORÍAS KANTIANAS

Charles S. Peirce (1886)

Traducción castellana de Uxía Rivas (1999)



MS 897. [Publicado por primera vez como MS 572, en WS: 292-94; véase también MSS 545, 546, 548, 573, 578 y 582.] . En algún momento en 1885 se le ocurrió a Peirce que podía haber encontrado la clave del secreto del universo, y escribió a William James el 20 de octubre: "Tengo algo inmenso ahora.... Es... un intento de explicar las leyes de la naturaleza, de mostrar sus características generales y remontarlas a sus orígenes & predecir nuevas leyes por las leyes de las leyes de la naturaleza." Hizo entonces su famosa ‘conjetura’: "tres elementos son activos en el mundo, el primero, el azar; el segundo, la ley; y el tercero, el tener hábitos. Tal es nuestra solución al secreto de la esfinge." Le faltó trabajar los detalles y las consecuencias de esta gran hipótesis para darle la forma de una teoría hecha y derecha. El presente trabajo, escrito en el verano de 1886 para un libro titulado "Uno, dos, tres" es uno de los varios intentos de organizar las principales afirmaciones necesarias para apoyar su conjetura ( y es una primera versión del primer capítulo del ítem 19).


Este es el día para dudar de los axiomas. Para los matemáticos la cuestión está resuelta; no hay razón para creer que los axiomas de la geometría son exactamente verdaderos. La metafísica es una imitación de la geometría, y con los axiomas de la geometría deben ir también los axiomas de la metafísica.

No tenemos razón para pensar que la suma de los tres ángulos de un triángulo es exactamente igual a dos ángulos rectos. Todo lo que podemos decir es que el exceso o el defecto es proporcional al área de un triángulo, y que esto es excesivamente insignificante incluso para los más enormes triángulos de la astronomía. La suma de los tres ángulos de un triángulo de la medida de la unidad es una constante física casi igual a 180 grados; pero su exacto valor nos es desconocido.

Ya que no tenemos razón para pensar que esta constante es exactamente igual a 180 grados, y hay una multitud infinita de otros valores que puede igualmente tener, las probabilidades en contra de que sean exactamente 180 grados son en este momento infinitas contra una, de tal manera que esa hipótesis debe ser completamente descartada de nuestras mentes.

Nos resulta difícil creer que toda constante física, toda cantidad finita de la naturaleza sea primordial. Pudiera ser así, pero no podemos evitar al menos preguntarnos cómo llegó a tener el valor preciso que tiene. Sentimos la necesidad de una explicación especialmente cuando la cantidad en cuestión está muy cerca de la unidad, del cero o de cualquier otro número notable. Porque entonces se sugiere que debe haber habido alguna causa tendente a cambiar el valor de la constante y a acercarla cada vez más al número al que casi se iguala. En tal caso, por consiguiente, tenemos una razón positiva para pensar que la cantidad no es primordial.

Así, los principios de la lógica requieren que pensemos que el espacio no tuvo siempre la construcción simple del momento actual, sino que ésta ha sido producida por algún proceso gradual. Sin embargo, ésta no es una afirmación completamente correcta, porque el espacio, como un receptáculo individual de cosas, es una ficción. Si fuera de otro modo, la posición absoluta y la velocidad absoluta en el espacio significarían algo, y no tenemos ninguna razón para pensar que es así. Lo que es verdad es que hay ciertas leyes generales sobre la posición, pero no que haya un receptáculo que dé cuenta de esas leyes. Eso es una ficción de la geometría.

El mismo razonamiento se aplica al axioma de que toda cosa que sucede está completamente determinada por leyes exactas. No tenemos ninguna razón para pensar que la concordancia de los fenómenos con las fórmulas sea absolutamente exacta. Siempre que intentamos verificar la concordancia del hecho con la ley, encontramos discrepancias que atribuimos de modo bastante correcto a errores de observación. Pero no podemos estar seguros de que no se den aberraciones similares, aunque mucho más pequeñas, en los eventos mismos. Ya que no tenemos razón para pensar que la aberración media en la que los fenómenos se separan de la ley sea igual a cero, es infinitamente más probable que no lo sea. Debemos por lo tanto suponer en la naturaleza un elemento de puro azar, de cierta posibilidad de éxito, de espontaneidad, de originalidad, de libertad1. Debemos además suponer que este elemento en los tiempos pasados era indefinidamente más importante que ahora, y que la presente, casi exacta, conformidad de la naturaleza con la ley es algo que se ha ido produciendo gradualmente. Tenemos que suponer que al mirar retrospectivamente hacia el pasado indefinido estamos mirando retrospectivamente hacia tiempos en los que el elemento de la ley jugaba una parte indefinidamente pequeña en el universo.

Si el universo está entonces progresando de un estado casi de puro azar a un estado de casi completa determinación por la ley, debemos suponer que hay una tendencia original y elemental de las cosas a adquirir determinadas propiedades, a tener hábitos. Éste es el Tercero o el elemento mediador entre el azar, que produce eventos Primeros y originales, y la ley que produce secuencias o Segundos. Ahora bien, la tendencia a tener hábitos es algo esencialmente finito en cantidad, una tendencia infinitamente fuerte de esta clase [a diferencia de una absoluta conformidad con la ley] es inconcebible y autocontradictoria. Consecuentemente esta tendencia debe haber sido desarrollada gradualmente; y evidentemente tendería a reforzarse a sí misma2.

Tenemos entonces aquí una hipótesis física racional que está calculada para dar cuenta, o casi dar cuenta de todo en el universo excepto la pura originalidad misma. El siguiente paso sería intentar verificar esta hipótesis considerando de cuánto daría cuenta y cómo explicaría las características observadas de las leyes de la naturaleza. Pero pospongo eso para otro capítulo3 para esbozar ahora el resto de la teoría de la que esta hipótesis no es sino una parte.

Traducción de Uxía Rivas


Notas

1. Peirce había propuesto esta hipótesis por primera vez en su conferencia de enero de 1884 sobre "Destino y azar" (ítem 15); se repite completamente en el Monist Series Metafísicas (ítems 21-25).

2. La hipótesis expuesta en este parágrafo es una afirmación anterior de "Una solución al acertijo" (ítem 19), y es un avance de la cosmología evolutiva desarrollada de los ítems 21-25.

3. Ver capítulo 7 en el ítem 19, pp. 273-79.




Fin de: "Uno, dos, tres: las categorías kantianas. Traducción castellana de Uxía Rivas (1999). Original en: MS 572

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Fecha del documento: 20 de enero 1999
Ultima actualización: 12 de junio 2012


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