Charles Sanders Peirce. Razón e invención del pensamiento pragmatista
Anthropos, nº 212 (2006), pp. 160-167

Peirce y la escolástica hispánica


Mauricio Beuchot

 

1. Introducción

En este escrito daré cuenta de algunos de los usos que hizo Peirce de la escolástica hispánica. De hecho, Peirce conoció y utilizó ampliamente la escolástica, desde autores altomedievales previos a ella, como Juan de Salisbury, pasando por los medievales de la escolástica madura, como Santo Tomás y Duns Escoto, hasta bajomedievales de la decadencia de la escolástica, como Ockham, Alberto de Sajonia o Pablo de Venecia, e incluso post-medievales, como Juan Versor y Jungius. Pues bien, conoció y usó asimismo escolásticos hispanos, medievales y post-medievales. Medievales, como Pedro Hispano, y post-medievales, como los conimbricenses o profesores jesuitas de Coimbra (s. XVII).

Además, pudo recibir la influencia de algunos que, aun cuando no los cita, posiblemente los conoció por otros caminos, quizá no por las obras directas, sino por historiadores como Prantl. Tal es el caso de otro español, San Vicente Ferrer, que tiene algunas teorías muy parecidas a las que desarrolló Peirce, lo cual llama mucho la atención, así como también llama la atención el parecido que tiene con Joâo Poinsot o Juan de Santo Tomás, aunque esto puede deberse a que tienen como fuente común a Pedro da Fonseca, de los conimbricenses.

2. Panorama

Veremos a los principales autores de la escolástica hispánica que utiliza Peirce. Hay algunos a los que utiliza explícitamente; hay otros a los que, como hemos dicho, tal vez utilizó de manera indirecta. En todo caso, nos servirá un esquema para orientarnos. Menciona de manera explícita a Pedro Hispano y a los Conimbricenses o jesuitas de Coimbra. No menciona a San Vicente Ferrer, gran seguidor de Santo Tomás, pero éste se anticipa a Peirce en varias tesis, y es posible que le hayan llegado a través de otros tomistas, o a través de historiadores de la lógica, como Carl Prantl; o tal vez deben contar como descubrimientos independientes de Peirce, debidos a su gran ingenio lógico.

Así, pues, uno de los escolásticos hispanos que Peirce utiliza explícitamente es Pedro Hispano, medieval, autor de las famosas Súmulas de lógica (W 1:510). Del año 1866 data su cita de la obra clásica de Pedro, los Tractatus o Summulae logicales, que usa Peirce en su trabajo "Aristotelian Syllogism". De hecho, poseyó una edición de las súmulas, junto con varios comentaristas de las mismas, como Eckius, Pschalcher, Tartareto y Versor1. Dice Murphey: "No tenemos una lista completa de los autores que Peirce leyó, pero sabemos que hacia 1867 había estudiado por lo menos a Aristóteles (Pr. 1), Boecio (CP 2.391), Anselmo (CP 5.213n1), Abelardo (CP 1.551n1), Pedro Hispano (CP 2.800n1), Juan de Salisbury (CP 5.215n1), Duns Escoto, Santo Tomás de Aquino (CP 2.393), Ockham (CP 2.393) y probablemente otros"2.

Entre 1867 y 1871, y después de 1883, hay en Peirce un aprovechamiento importante del Cursus Philosophicus Conimbricensis, esto es, el curso elaborado por los profesores jesuitas del Colegio Real de Coimbra, Portugal, y cuyos tomos se publicaron entre 1591 y 1606. Cita explícitamente el tratado De anima y el tratado de lógica. Ya en "Upon Logical Comprehension and Extensión" (1867) se refiere al Curso de los Conimbricenses en un asunto de partes subjetivas y partes esenciales, en relación con las categorías, principalmente la de la cantidad (W 2:71), es decir, en temas propios de la lógica. También los cita en "Lecture on Logic" (1883), acerca de si la lógica es ciencia o arte; allí remite al Comentario de los Conimbricenses (ver W 4:509; es decir, al Curso, que era desarrollado en forma de comentarios a Aristóteles), y, dado el tema que se estudia, la referencia es a la parte de la lógica. Pero, sobre todo, se refiere a ellos en "The Simplest Mathematics", donde dice: "Para la lógica tomista tengo en cuenta a Santo Tomás, a Lamberto de Monte, cuya obra fue aprobada por los doctores de Colonia, a la lógica altamente apreciada de los Doctores de Coimbra y al moderno manual de [Antonio] Bensa"3. De este curso de los jesuitas conimbricenses no sólo utiliza la lógica, sino muchos elementos del De anima, esto es, de la psicología y aun de la teoría del conocimiento.

3. Pedro Hispano

En cuanto a Pedro Hispano, Peirce utiliza sus explicaciones sobre la diferencia entre significatio y suppositio, es decir, entre sentido y referencia (CP 5.320). También se da esta influencia de la escolástica hispana en la díada connotación-denotación, que pudo haber leído en Mill, pero que además tuvo que haber encontrado en la obra lógica de Pedro Hispano, cuya obra se sabe que poseyó personalmente en su biblioteca (W 2:560 y 563). Puede decirse que Peirce fue muy atento a los escolásticos hispánicos en su construcción de la disciplina de la semiótica y en las nociones del signo que ensayó. La semiótica es el estudio lógico del signo, aunque también psicológico, en el que se ve su funcionamiento y los elementos que toman parte en el acontecimiento de signo. El representamen, el interpretante y el objeto, fueron perfilándose al contacto con los estudios psicológico-gnoseológicos de estos autores. Los conceptos como signos (o como partes del proceso significativo), la significación y la suposición, la connotación y la denotación, la comprehensión y la extensión, etc., tienen ese origen. Asimismo, Peirce será atento a los escolásticos en cuanto a las divisiones de los signos.

Hay otro punto en el que Peirce pudo haber recibido el influjo de Pedro Hispano, pues trata de lo mismo. Michael dice que la primera división de los términos relativos o tipos de relaciones es en los de equiparancia y de disquiparancia, que parecen corresponder a los términos connotativos ("blanco") y a los relativos ("padre") de Occam4. Pero lo que se le escapa a Michael es que esa distinción entre términos de equiparancia y de disquiparancia eran totalmente usuales entre los escolásticos, p. ej., en Pedro Hispano y, más claramente, en Alberto de Sajonia5. Tanto esos términos connotativos como los relativos (o los de equiparancia y de disquiparancia) se refieren indirectamente a su objeto, es decir, primero se refieren a su significado y después a su objeto referido. Por ejemplo, "blanco" se refiere primero a "tener blancura" y después a "Sócrates", ya que Sócrates es blanco en virtud de su tener blancura; y los mismo sucede con "padre", ya que ser padre significa "haber engendrado un hijo", y "padre" se aplica a Sócrates en virtud de haber engendrado un hijo; esto es, en virtud del significado connotado se va a lo denotado.

4. Vicente Ferrer

Hay un autor español, medieval, de extraña pertinencia para Peirce, que es San Vicente Ferrer, dominico valenciano. Tiene anticipaciones a varias teorías de Peirce, pero no parece que éste lo haya leído ni conocido. Tal vez, por haber desarrollado Ferrer teorías de Santo Tomás, llegaron a Peirce a través de otros tomistas; o, tal vez, debamos decir que se trató de descubrimientos independientes, hechos por Peirce mismo. Uno de ellos es la distinción entre las expresiones type y las expresiones token; y otra se coloca en la estructura de la proposición o enunciado. Son tan importantes las semejanzas entre Ferrer y Peirce, que creemos que hay que referirse a ellas, a pesar de que la dependencia del segundo con respecto del primero no hayamos podido documentarla.

En efecto, con respecto a la distinción peirceana entre expresión type y expresión token, ambas relativas al metalenguaje, hay que señalar la antecedencia que en esto tuvo San Vicente Ferrer, aunque no se ve que lo haya conocido Peirce. Ferrer, para la mención de las expresiones, o uso metalingüístico, ponía varios tipos de suppositio materialis, entre ellas una que correspondía al type (la suposición material común o universal) y otra al token (la suposición material discreta o individual)6. Tal vez Peirce no se inspiró directamente en Ferrer para esta división, pero pudo encontrarla dentro del patrimonio escolástico, en el que ya existía.

Otra anticipación de Peirce por parte de Ferrer se halla en cuanto a la estructura de la proposición o enunciado básico. En efecto, algunas tríadas de signos que él usaba (pero no peculiares de él, sino pertenecientes al patrimonio escolástico de la semiótica) corresponden a las tres categorías peirceanas de icono (primeridad), índice (segundidad) y símbolo (terceridad). Esto se ve muy claramente en la tricotomía de rema, signo dicente y argumento. La noción peirceana de rema cumple con la noción escolástica de término, en el sentido de que significa posibilidad cualitativa, esto es, una clase de objetos posibles7. Además, tiene todo el carácter de predicado, que es la parte fundamental de la proposición o enunciado, aun cuando tenga carácter de no saturado o incompleto. (El sujeto o nombre propio sería lo saturado o completo). El rema o predicado (o predicable, como prefiere traducirlo Peter Geach) es lo que queda cuando se borran el sujeto o los sujetos (ver "Speculative Grammar" (cap. 2: "Divisions of Signs", en CP 2.272). Esto corresponde a lo que Frege llamará "función proposicional"8, pero también corresponde a la noción de predicado que tuvieron algunos escolásticos, principalmente Santo Tomás de Aquino y San Vicente Ferrer.

Dentro de esta línea que llega a Peirce, hay tres cosas que se ven en San Vicente Ferrer. La primera es la misma que se encuentra en Santo Tomás, a saber, que el predicado es la parte principal, aunque incompleta o insaturada, de la proposición. La segunda es que la cópula se reabsorbe en el predicado. Y la tercera es que el cuantificador pertenece al predicado y no al sujeto. Es decir, lo que recoge Peirce de la tradición tomista —la cual llega a su máximo en Vicente Ferrer— es la tradición del Peri hermeneias según la cual el esquema proposicional básico es de sujeto y predicado, y no de sujeto, cópula y predicado. En contra de la línea nominalista de Occam, que defendía la tesis que Geach llama "de los dos nombres", en la que sujeto y predicado eran dos nombres de la misma cosa, unidos por la cópula (con lo cual había un esquema sujeto-cópula-predicado), los tomistas como Ferrer insistían en que sujeto y predicado se unen como el aspecto formal y el aspecto material de la proposición, constituyendo un compuesto de tipo hile mórfico. En ese compuesto, el sujeto funge como materia y el predicado como forma, siendo la forma lo más propio y constitutivo. Además, en el predicado se encuentra reabsorbida la cópula, ya que la cópula es el verbo "ser", y precisamente de la forma procede el acto de ser. La materia es la que aporta la individuación, el subjectum, por eso corresponde al sujeto, y es el que determina o satura esa forma que es el predicado. Asimismo, el cuantificador está por la parte del predicado. Esto es algo en lo que Frege insistirá, según Geach, pero en este punto se encuentra en la misma línea de Peirce. Efectivamente, la individuación se da en la cosa a través de la materia y de la cantidad (la materia signata quantitate, según los tomistas). Pero la materia sola, sin la forma, no recibe ningún accidente, como lo es la cantidad. Recibe los accidentes a través de la forma. Por eso la materia sólo puede recibir la cantidad por virtud de la forma. En ese sentido, el sujeto, que es la "materia" de la proposición, sólo puede recibir la cantidad proposicional o cuantificación por virtud del predicado, que es la forma proposicional. Y, así, la cuantificación no puede darse en el sujeto, ya que es la parte material, por lo cual no puede recibir accidente alguno (pues los recibe gracias a la forma). Tiene que recibir la cuantificación lógica por virtud de la forma, que es el predicado. Y, así, el cuantificador viene a quedar por la parte del predicado, no del sujeto.

5. Los Conimbricenses

Pero, sobre todo, Peirce utilizó el curso de filosofía de los jesuitas de Coimbra, de finales del siglo XVI y principios del XVII. En varios períodos y obras (1867-1871 y 1883) Peirce aprovecha el Cursus Philosophicus Conimbricensis, es decir, el curso elaborado por los profesores del Colegio Real de Coimbra, Portugal, de la Compañía de Jesús, y publicado entre 1591 y 1606. No sólo conoce la parte de lógica del Curso Conimbricense, sino que la aprecia mucho. Pues bien, resulta que quien inspiró esa parte y quien influyó para que se redactara fue nada menos que el padre jesuita Pedro da Fonseca, el cual llegó a ser un clásico en el tema y uno de los primeros en desarrollar de manera importante la semiótica con un excelente capítulo dedicado al estudio del signo.

Hay un gran escolástico hispano del siglo XVII, que Peirce no parece haber conocido: es Juan de Santo Tomás o Joâo Poinsot, dominico portugués. Este autor, gran semiótico, siguió mucho a Pedro da Fonseca, que escribió una obra lógica, además de su colaboración en el curso de los conimbricenses (pues era como el maestro de todos ellos). Y también, a través de ese Curso, fue el que influyó en Peirce. De esta manera, podemos hablar de que raíces y fuentes comunes de Poinsot y Peirce, uno y otro grandes semióticos.

En efecto, en "Division of Signs" una de las maneras en que Peirce define el signo es la siguiente: "Un signo o representamen es algo que, para alguien, está en lugar de algo en cierto respecto o capacidad" (CP 2.228, 1897)9. Ya que es "para alguien", el signo se refiere al aparato cognoscitivo del ser humano, a su mente, a su pensamiento. Y el "estar en lugar de", que usa Peirce, corresponde a la locución escolástica "stare pro", que no es otra cosa sino representar, es decir, hacer las veces de algo. La definición de Peirce es muy parecida a la de Duns Escoto, que dice: "Significar es representar algo al intelecto"10. Para ampliar la representación a los sentidos y no sólo al intelecto, Pedro da Fonseca, quien seguía mucho a Escoto, asevera que el significar es "representar algo a la facultad cognoscitiva" (Significare nihil aliud est, quam potentiae cognoscenti, aliquid repraesentare)11. Fonseca (1528-1599) enseñó en Coimbra, y era notorio que estaba más influido por Escoto que por Santo Tomás12. Fonseca impulsó y preparó la elaboración del Curso filosófico conimbricense, por lo tanto influyó en la Dialéctica de dicho curso, que se publicó en 1606. La gran obra que Fonseca había escrito son unas Instituciones dialécticas, publicadas en Lisboa en 1564, de las cuales tomamos la definición citada, por corresponder del modo más claro a la de Peirce. Pero tal vez ninguna definición tan cercana a la de Peirce como la de Juan Poinsot o Juan de Santo Tomás, escolástico portugués, al igual que Fonseca, aunque dominico, y seguidor suyo. Poinsot dice: "El signo es algo que representa algo distinto de sí mismo a la facultad cognoscitiva" (Signum est id quod repraesentat aliud a se potentiae cognoscenti)13. Poinsot recibió la influencia de Fonseca a través del Curso conimbricense, y por lo que se ve, a Peirce le ocurrió lo mismo. Se puede trazar, así una influencia en la teoría semiótica de Peirce que va desde Duns Escoto, quien influye en Fonseca, el cual es uno de los profesores de Coimbra o conimbricenses e influye en los que redactaron el célebre Curso. Peirce lee directamente a Escoto en el Opus oxoniensis y a Fonseca a través de la lógica del Cursus conimbricensis. Los grandes semióticos Poinsot de fines del siglo XVI y principios del XVII y Peirce de fines del XIX y principios del XX están bajo la tutela de Fonseca, considerado como el primer tratadista clásico de la semiótica por un autor tan perspicuo como Luigi Romeo14. Lo que sí parece que se debe desechar es que Peirce haya conocido la obra de Poinsot.

También en cuanto a la explicación ontológica del signo o, más bien, del acontecimiento semiótico, hay coincidencia de Peirce con Fonseca. Peirce dice que el signo o el significar es una relación. Pero hay, según él, tres tipos de relaciones básicas: la monádica o de primeridad (que propiamente no es relación, de manera real, sino a lo sumo pensada, ya que es la relación de una cosa consigo misma), la diádica o de segundidad, basada en la anterior, y que es la relación entre dos cosas, y la triádica o de terceridad, basada en las dos anteriores y que es relación entre tres cosas, para las cuales el tercer elemento o de terceridad funge como mediador. Y, para Peirce, es justamente de terceridad la relación de signo; más aún, parece haber tomado la relación de representación o significación como paradigma para establecer esa relación de terceridad15. Esa terceridad o tercero que sirve de mediador entre el signo y el objeto es el interpretante, o pensamiento, pues es un signo de segunda instancia que ocurre en la mente o cuasi-mente del intérprete.

También Fonseca ve la estructura ontológica del signo, o del significar, como una relación, lo cual se refleja en la exposición de sus discípulos en el Curso de los conimbricenses16. Pero es otra vez Poinsot, el seguidor de Fonseca, quien parece desarrollar los principios de su maestro Fonseca de un modo muy similar a Peirce. Poinsot pone como constitutivo formal y esencial del signo la relación (triádica): "La razón [o noción] de signo, formalmente hablando, consiste en una relación, no según el decir, sino según el ser"17. La relación según el ser es la que es real; la que es según el decir sólo es pensada o dicha tal. Con ella se refiere a la relación monádica, meramente reflexiva, entre una cosa y ella misma; por eso excluye de la significación la relación secundum dici o monádica. Tiene que ser relación diádica o triádica. Y no es solamente diádica, porque la relación de significación no se da sólo entre el signo y el significado, sino también con el pensamiento. Y es precisamente este último el que sirve como mediador entre los otros dos.

Para Peirce el interpretante es signo del término además de ser signo de la cosa. Esto puede encontrarse casi de la misma manera en los escolásticos. En algún sentido, ello parecería contradecir la teoría escolástica, pues es tanto como decir que el concepto es signo del término, lo cual parece ser a la inversa para ellos. Sin embargo, encontramos que corresponde a lo que Poinsot denominaba el significado no ultimado y el significado ultimado de un signo. El significado no ultimado era la representación mental del signo mismo, por ejemplo el concepto que puedo formarme de la palabra "pared", cuando la escucho. Y el significado ultimado es el objeto significado, en nuestro ejemplo sería la misma pared real18.

Duns Escoto siempre fue muy apreciado por el pragmaticista norteamericano. Además, ese influjo escotista se refuerza a través del uso de los Conimbricenses hecho por Peirce, ya que sobre ellos pesó, como maestro, Pedro da Fonseca, quien seguía más a Escoto que a Santo Tomás. A través de los conimbricenses, Fonseca influyó en Peirce, al igual que influyó a través de ellos en Joâo Poinsot o Juan de Santo Tomás. Uno estaría tentado a sacar, al ver eso, una conclusión inesperada y tal vez extrema: que, en semiótica, los mejores discípulos de Fonseca, el gran clásico inicial de la teoría del signo, fueron Joâo Poinsot y Charles S. Peirce.

6. La estructura de la lógica y el método

Hay otros temas en los que Peirce parece haber seguido a autores escolásticos hispánicos. Uno es el de la distinción de la lógica en docens y utens; otro es el de la distinción en cuanto tal, como método de procedimiento. Los veremos brevemente, para ir finalizando nuestro recuento de influencias de la escolástica hispánica en Peirce.

Por una parte, Peirce afirma: "En todo razonamiento hay, por tanto, una referencia más o menos consciente a un método general en el que hay implícito un rudimento de clasificación de argumentos como el que el lógico persigue. A esta clasificación, que antecede a cualquier estudio sistemático del tema, se la llama logica utens del sujeto razonante, en tanto que contrapuesta al resultado del estudio científico, que suele denominarse logica docens"19. Esta misma concepción de la lógica puede encontrarse, por ejemplo, en Domingo de Soto y Juan de Santo Tomás, escolásticos de los siglos XVI y XVII, respectivamente, aunque no parece que los haya leído Peirce. Con todo, hubo otros caminos por los que esas doctrinas le llegaron.

Por otra parte, en el punto del método de los escolásticos, Peirce hace una interesante observación, acerca de la importancia de la distinción en la filosofía. Se decía que el método principal de los escolásticos era el argumento de autoridad (el "Magister dixit"). Peirce corrige eso y dice que, más bien, el método principal de éstos era el de la distinción, el cual no es exactamente silogístico, sino que tiene una estructura dilemática: "Es inconcebible un método que haga más énfasis en las distinciones que el método de discusión de los viejos doctores. Su receta única para cada caso de dificultad era la distinción20. Una vez establecida ésta, no había más que proceder a mostrar que las dificultades afectaban a todos los miembros de la misma salvo uno. En esto reside toda su labor de pensamiento y en esto estriba todo lo que hace de su filosofía lo que es. Sin pretender, por tanto, decir la última palabra acerca de la naturaleza de su pensamiento, al menos sí podemos decir que no era silogístico, en el sentido que ellos daban a esta expresión, ya que más que por el empleo de silogismos se caracteriza por el de formas tales como la siguiente:

Todo es o P o M,

S no es M;

... S es P.

A esta forma de razonar suele llamársela disyuntiva, pero, por razones que sería demasiado prolijo explicar, prefiero llamarla dilemática"21. La llama dilemática porque tiene en lo esencial la misma estructura que el dilema, aunque no lleva a la contradicción de cada uno de los disyuntos. Con todo, dice que, a pesar de que el dilema tenía una parte tan importante en la metodología escolástica, no hubo teorizaciones acerca de él.

7. Conclusión

Todo lo anterior nos indica que hubo una presencia notable de la escolástica hispánica en Peirce. Tanto españoles como portugueses, tanto medievales como post-medievales (o del llamado "siglo de oro" de la escolástica hispánica). Algunos autores son, incluso, citados por él, como Pedro Hispano, de la escolástica hispánica medieval, y Pedro da Fonseca y los conimbricenses, de la post-medieval. De otros, solamente cabe conjeturar alguna influencia indirecta, como de San Vicente Ferrer y de Juan de Santo Tomás, sea a través de escritores tomistas que Peirce leyó, o a través de historiadores de la lógica, como Prantl, que recogió tantos datos y textos en su obra, aunque era precisamente para criticarlos desde su hegelianismo (cosa que Peirce advirtió y señaló en sus lúcidas críticas a este autor).

Esto nos habla, en primer lugar, del gran aprecio que Peirce tuvo por los autores escolásticos, y, por lo mismo, de lo mucho que estimaba su lógica. Para vertebrar sus teorías semióticas y lógicas, Peirce dejó, como insuficientes, a kantianos y hegelianos, y de otras corrientes, y recurrió a los escolásticos, a los que puso, en su diálogo, a la altura de esos lógicos nuevos que surgían en su época, como Mill, Boole y De Morgan, que fueron, junto con él, los pioneros de la lógica actual.

 


Notas

1. Ver E. Michael, "Peirce’s Earliest Contact with Scholastic Logic", en Transactions of the Charles Sanders Peirce Society, 12 (1976), pp. 47-48. "Podemos concluir, de la evidencia de las referencias textuales de Peirce, entonces que por 1866 comenzó a mostrar un interés definido por los escolásticos -que había leído algo de Prantl y que probablemente comenzó a leer escritos de los escolásticos, por ejemplo Pedro Hispano y tal vez otros" (p. 48).

2. M. G. Murphey, The Development of Peirce’s Philosophy, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1961, p. 56.

3. Ch. S. Peirce, "La matemática más simple", en Obra lógico-semiótica, ed. A. Sercovich, Madrid: Taurus, 1987, p. 320.

4. Ver E. Michael, art. cit., p. 49.

5. Ver P. of Spain, Tractatus, called afterwards Summule Logicales, ed. L. M. de Rijk, Assen: Van Gorcum, 1972, p. 34, lín. 20, habla de los relativi aequiparantiae. Pero la división de relativos en relativi aequiparantiae y relativi disquiparantiae se encuentra más claramente en Alberto de Sajonia, Perutilis Logica, IIIa. pars, cap. 21; ed. A. Muñoz, México: UNAM, 1988, p. 150, n. 321. Ver Guillermo de Occam, Suma de lógica, cap. 76, trad. A. Flórez, Bogotá: Ed. Norma, 1994, p. 294-295.

6. Ver V. Ferrer, Tractatus de suppositionibus, ed. J. A. Trentmann, Stuttgart - Bad Cannstat: Frommann-Holzboog, 1977, pp. 164-165.

7. Ver Ch. S. Peirce, "Logic as Semiotic: The Theory of Signs", en Philosophical Writings of Peirce, ed. J. Buchler, New York: Dover, 1955, p. 103.

8. A eso alude el propio Peirce en "Elements of Logic" (chap. 2: "Partial Synopsis on a Proposed Work in Logic"), CP 2.95, nota: "Hoy en día el rhema, o rheme, es convencionalmente... llamado función proposicional". Ver, además, P. T. Geach, A History of the Corruptions of Logic, Leeds: University of Leeds Press, 1966, pp. 1-2.

9. En el siguiente parágrafo, CP 2.229, cita a Escoto.

10. J. Duns Escoto, Super lib. Elenchorum, q. 15, n. 6; ed. Vives, Paris, t. 2, p. 22a.

11. P. da Fonseca, Institutionum dialecticarum libri octo, ed. J. Ferreira Gomes, Coimbra: Universidade de Coimbra, 1964, vol. I, p. 34.

12. "Su pensamiento se inclina más a Escoto que a Santo Tomás. ... A Fonseca se debe la preparación del gran curso de filosofía Commentarii Collegii Conimbricensis S.I., que responde a las explicaciones de artes y filosofía en el colegio de Coimbra" (G. Fraile, Historia de la filosofía, III: Del Humanismo a la Ilustración, Madrid: BAC, 1966, p. 469).

13. J. de Sto. Tomás, Ars Logica, IIa pars, q. 21, a. 1; ed. B. Reiser, Torino: Marietti, 1930, p. 646a.

14. Ver L. Romeo, "Pedro da Fonseca in the Renaissance Semiotics: A Segmental History of Footnotes", en Ars Semeiotica, 2 (1979), p. 190 ss.

15. En "Principles of Philosophy. The Reality of Thirdness", Lowell Lecture III, de 1903, Peirce lo define así: "El significado es obviamente una relación triádica" (CP 1.345).

16. Ver J. P. Doyle, "The Conimbricenses on the Relations involved in Signs", en J. Deely (ed.), Semiotics (1984), pp. 567-576.

17. J. de Sto. Tomás, Ars Logica, ed. cit., p. 674a.

18. Ver ibid., pp. 746b ss.

19. Ch. S. Peirce, "Lógica" (1901), en el mismo, Escritos lógicos, ed. P. Castrillo, Madrid: Alianza, 1988, p. 244.

20. Tal vez está pensando Peirce en el dicho de tradición escolástica: "Concede parum, nega frequenter, et distingue semper" ("Concede poco, niega frecuentemente y distingue siempre"), que se decía mucho en la Salamanca del siglo XVI.

21. Ch. S. Peirce, "La crítica de los argumentos" (1892), en Escritos lógicos, ed. cit., p. 202.

 



Fecha de la página: 19 de noviembre 2007
Última actualización: 19 de noviembre 2007

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